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Full text of "Revista de Cuba : periodico mensual de ciencias, derecho, literatura y bellas artes"

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REVISTA  DE  CUBA 


REVISTA  DE  CUBA. 


PERIÓDICO    QUINCENAL 


D8  CIENCIAS,  DERECHO,  LiTBRATlA  T  BELLAS  ARTES. 


Dr.    José   Antonio    Cortina. 


TOMO    I. 


XX  A.  B  A  Xf  A.  • 
.     LA   PBOPáGáHDá   LiTIBáBIá» 

IMPI^^BNTA. LIBRBI^^IA. PAPBLBI^I 

1877^ 


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REVISTA  DE  CUBA. 


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CIENCIAS,  DERECHO,  LITERATURÁ;*&EÍL'LAS  ARTES. 


ENERO  15  DE  1877. 


•   • 


•  •    •     • 

•  •  •• 


•     .  • 


•   •  ••   . 


PREFACIO. 


No  se  nos  oculta  que  no  son  estos  los  momentos  más  opor- 
tunos para  la  publicación  de  una  Revista  que,  extraña  por 
completo  á  las  luchas  de  partido,  á  las  controversias  de  es- 
cuela, á  las  contiendas  políticas  y  religiosas,  aspire  á  reflejar 
en  sus  páginas  el  movimiento  intelectual  de  esta  Isla,  im- 
pulsado en  otros  tiempos  por  no  pocos  periódicos  literarios, 
y  hoy  solo  representado  por  los  djiarios  políticos,  estricta- 
mente limitados  al  cumplimiento  de  su  misión  especial;  por 
alguno  que  otro  repertorio  científico  en  que  impera  ese  es- 
clusivismo  de  profesión,  inherente  á  los  de  su  índole;  y  por 
algunos  semanarios  satíricos  y  jocosos,  de  esos  que,  á  lo  su- 
mo, consiguen  solazar  el  espíritu  sin  nutrirlo;  todos  más  ó 
menos  útiles,  pero,  cualquiera  que  sea  su  mérito,  incapacita- 
dos todos  para  ofrecer  la  expresión  genufha  de  una  época,  el 
eco  exacto  de  una  sociedad,  ni  la  manifestación  de  lo  que 
hay  de  más  importante  y  más  elevado  en  la  actividad  y  el 
desarrollo  mental  de  un  pueblo. 

Comprendiéndolo  así,  tiempo  ha  que  los  hombres  estu- 
diosos sienten  y  lamentan  la  falta  de  una  publicación  que, 
menos  exclusiva  que  las  existentes,  más  comprensiva  en  su 
objeto,  más  amplia  en  su  forma,  más  imparcial  en  su  espíri- 
tu, como  desligada  de  los  intereses  del  dia  y  libre  de  las  im- 
presiones de  la  hora  que  pasa,  pueda  ser  de  alguna  manera 
el  resumen  de  nuestros  adelantos,  el  exponente  de  nuestra 
cultura,  y  espejo  fiel  de  nuestras  evoluciones  literarias. 


I     • 


6  REVISTA   DE   CUBA. 

Esta  necesidad  es  la  qu(¿  viene  á  llenar  la  Revista  de  Cu- 
BAy  sin  que  la  arredren  Jas*  circunstancias  desfavorables  en 
que  aparece.  Haijo  óónocen  sus  redactores  la  sociedad  en 
que  viven  y  los'é^Jéj^iehtosque  la  componen;  insensatez  seria, 
pues,  de  su  ,tí>arte,*  la  esperanza  del  lucro;  pero  siendo  su  úni- 
co móvii  el' ceseo  de  merecer,  aun  á  costa  de  algún  sacrificio 
la  ap'vpbácion  de  la  parte  más  ilustrada  y  culta  de  nuestra  so- 
cí^^a^;  á  ella  nos  dirijimos  confiados  en  su  apoyo  y  sus  sim- 

.  ;]gmíás,  y  á  ella  debemos  cuenta  de  nuestro  objeto  y  de  nues- 

.  tros  propósitos. 

Fundar  una  publicación  en  la  que  puedan  tener  cabida,  á 
un  mismo  tiempo,  la  ciencia,  la  literatura  y  las  bellas  artes; 
en  la  que,  haciendo  abstracción  de  los  males  que  nos  afligen 
y  rodean,  encuentren  ancho  espacio  á  la  vez  el  entendimien- 
to, el  corazón  y  la  fantasía,  esos  grandes  elementos  de  la 
existencia  individual  y  social;  en  la  que  puedan  manifestarse 
todas  las  opiniones  que  la  legalidad  ampare  bajo  su  manto;  y 
en  la  que  tod^  doctrina,  más  ó  menos  discutible,  con  tal  que 
sea  sincera  y  digna  de  respeto,  pueda  exponerse,  conven- 
céis combatir  ó  ser  combatida;  en  la  que,  en  fin,  pueda  ver- 
se escrita,  comentada  y  defendida  toda  enseñanza  dirijida  á 
la  educación  intelectual,  moral  y  estética  de  nuestros  lecto- 
res; tal  es  la  empresa  que  nos  proponemos  en  la  Revista  de 
Cuba,  con  el  objeto  de  que  ella  pueda  presentarse,  si  á  tan- 
to alcanzaren  nuestras  fuerzas,  como  el  barómetro  de  nues- 
tra cultura  y  la  síntesis  de  nuestra  vida  de  inteligencia. 

Pero  la  vida  intelectual  en  Cuba,  fiíerza  es  confesarlo,  se 
halla  aún  lejos  de  haber  alcanzado  su  pleno  crecimiento,  y 
apenas  puede  ofrecernos  alguno  que  otro  fruto  sazonado,  en- 
tre el  rico  follaje  d&  su  florescencia  primaveral;  y  la  Revista 
se  expondría  á  presentarse  escasa  de  interés  y  de  utilidad,  si 
no  se  propusiera  también  seguir  con  curiosidad  y  reflejar 
con  exactitud,  en  la  medida  de  sus  débiles  fiíerzas,  el  asom- 
broso movimiento  científico  y  literario  de  la  época,  consig- 
nando el  resultado  de  las  múltiples  y  profundas  investiga- 
ciones de  otros  pueblos  que,  adelantándose  á  nosotros  á 
gran  distancia  en  saber  y  cultura,  debemos  tomar  por  lum- 
brera y  guia.  Por  lo  tanto,  destinará  la  Revista  gran  parte 
de  sus  columnas  para  dar  noticia  á  sus  lectores,  no  sólo  de 
las  obras  más  notables  que  vean  la  luz  eñ  ambos  continen- 
tes^ sino  también^  en  la  forma  de  análisis  críticoi  de  breves 


REVISTA   DE   CUBA.  7 

compendios  ó  jugosos  extractos,  toda  la  sustancia  de  los  es- 
tudios» desconocidos  para  la  generalidad  de  nuestro  público^ 
que  en  los  últimos  treinta  años  han  renovado  la  faz  y  el  fon- 
do de  algunas  ciencias  físicas  y  morales,  y  hasta  dado  naci- 
miento á  otras  nuevas. 

Con  tales  pi:opósitos,  y  agena  nuestra  Revista  á  todo  es- 
clusivismo  de  doctrina,  de  escuela  ó  de  partido;  aspirando 
únicamente  á  ser  pacífica  arena  de  exposición  seria  y  levan- 
tada» pero  nunca  campo  de  batalla  de  personalidades  ni  de 
pasiones,  dejará  la  responsabilidad  de  los  escritos  que  publi- 
que á  los  autores  que  la  honren  con  sus  producciones,  que  la 
sostengan  con  sus  talentos,  que  la  ayuden,  la  animen  y  la 
estimiüen  en  esta  noble  cuanto  difícil  tarea  de  mantenerla 
siempre  á  nivel  de  la  ilustración  del  país  y  de  reunir  dentro 
de  un  mismo  círculo  á  nuestros  escritores  y  literatos. 

Pero  habremos  de  reservarnos,  aunque  sin  ánimo  de  abu- 
sar, el  derecho  de  decidir  de  la  oportunidad  ó  la  relativa  im- 
portancia de  sus  escritos,  y  para  que  en  ningún  tiempo 
pueda  tachársenos  de  caprichosos  ó  parciales,  no  estará  de- 
más advertirles,  que  las  serias  investigaciones,  los  estudios 
concienzudos,  la  crítca  desapasionada  y  aun  los  trabajos  re- 
lacionados con  los  más  vitales  intereses  agrícolas  ó  económi- 
cos del  país,  obtendrán  de  nosotros  la  preferencia  sobre  las 
generalidades  vacias,  sobre  las  disertaeiones  retóricas  que, 
sin  más  objeto  que  la  ostentación  de  galas  oratorias,  en  vez 
de  servir  dañan  á  la  ciencia,  y  á  expensas  del  sentido  critico 
desarrollan  esas  brillantes  facultades,  origen,  es  verdad,  de 
tantas  obras  artísticas  y  literarias  que  han  dado  gloria  inmor- 
tal á  nuestra  raza,  pero  que  un  tanto  enardecidas  por  el  sol  de 
los  trópicos,  antes  han  menester  de  freno  que  na  de  espuela. 

Tampoco  olvidaremos  que  somos  hijos  del  siglo  XIX, 
que,  aunque  combatido  siempre  por  las  borrascas  que  me- 
cieron su  cuna  y  cuyos  embates  han  provocado  el  ejercicio 
y  por  lo  tanto,  exagerado  á  veces  el  crecimiento  de  sus 
fuerzas,  ha  sabido,  sin  embargo,  abstraerse  en  aquel  templo 
seteno  del  poeta  latino,  y  estudiar  sin  pasión  las  ideas  y  las 
obras  de  todos  sus  predecesores,  mientras  deja  ya  plantea- 
dos tan  profundos  problemas  para  los  venideros.  Su  espíritu 
investigador  y  crítico,  será,  pues,  el  alma  de  nuestra  Revista; 
ese  espíritu  imparcial  y  justo  con  lo  pasado;  nunca  satisfecho 
con  lo  presente,  curiosoí  entusiastsu  áyído  de  luz  y  de  porvenir. 


8  REVISTA   DE   CUBA, 

Conocidos  nuestros  propósitos,  sólo  nos  falta  brindar  las 
páginas  de  la  Revista  á  todos  los  que  piensan  y  estudian. 
A  todos  pedimos  su  concurso  sin  distinción,  que  la  ciencia 
no  reconoce  sectas;  de  todos  esperamos  colaboración  y  bene- 
volencia: que  cuando  la  degradación  de  los  caracteres 
y  el  esceptisismo  desenfrenado  nos  empujan  á  un  abismo 
insondable,  deber  es  de  todos  ayudar  á  combatir  el  mal,  á 
levantar  el  nivel  moral  de  su  época;  y  esto  sólo  puede  con- 
seguirse por  medio  de  la  Ciencia,  cuyo  título  más  glorioso 
no  es  la  vana  curiosidad,  sino  ese  sublime  ministerio  que 
siempre  ha  ejercido  en  la  educación  de  los  pueblos,  esa  alta 
misión  de  atajar  la  decadencia  de  los  espíritus  y  de  elevar 
sus  aspiraciones,  purificándolas  por  el  amor  y  el  cultivo  de 
lo  bueno,  lo  bello  y  lo  verdadero. 


La  Redacción. 


TRES  HISTORIADORES  CUBANOS. 


Los  TRES  PRIMEROS  HISTORIADORES  DE  CuBA.—Reproduocion  dc  las  Historias  de  D. 
J.  M.  F.  de  Aírate  y  D.  Antonio  José  Valdés,  y  publicación  de  la  inédita  de  D.  IgnaS 
cío  UrrútU  y  Montoya^  adornada  con  multitud  de  notas,  y  aumentada  con  descripciones 
de  la  mayor  parte  de  las  dadades,  YÜJas  y  pueblos  dé  esta  Isla,  que  en  ellas  se  mencio- 
nan.—Tom.    I. — Habana. — Imp.  de  Andrés  Pego. — 1876/  •• 


I. 


La  obra  por  tantos  años  inédita  del  Doctor  D.  Ignacio  de  Umitia  y 
Montoya  acaba  de  imprimirse,  formando  serie  con  las  de  Arrate  y  Valdés, 
las  cuales  se  habiaa  hecho  tan  raras,  que  no  se  encontraban  ejemplares  sino 
en  algunas  bibliotecas  pertenecientes  á  curiosos  eruditos. 

Obtenerlos  á  toda  costa  y  reproducirlos  ám  nuevo  en  estos  calamitosos 
tiempos,  sin  perdonar  sacrificio  alguno,  tal  ha  sido  la  laudable*y  patriótica 
empresa  acometida  por  el  Doctor  Don  Rafael  Cowley,  en  unión  de  D.  An- 
drés Pego. 

La  descripción  de  la  Habana  que,  con  el  título  de  Llave  del  Nuevo 
Mundo  y  Antemural  de  las  Indias  Occidentales,  habia  escrito  en  elegan- 
te y  pomposo  estilo  el  Begidor  perpetuo  de  aquella  ciudad  D.  José  Mar- 
tin Félix  de  Arrate,  en  1761,  no  fué  publicada  hasta  1830,  año  en  que  em- 
peza^xm  á  brillar  en  esta  provincia  sus  más  notables  ingenios;  y  eso  porque 
la  Sociedad  Económica,  con  exquisito  empeño,  comisionó  á  una  sección 
especial  de  su  seno  para  que  la  referida  publicación  se  llevara  á  cabo. 

Esta  obra  forma  el  primer  volumen  de  la  colección  de  los  primeros  his- 
toriadores de  la  Isla  de  Cuba,  que  están  dando  á  la  estampa  los  señores 
CeiHey  y  Pego.  ^ 

2 


I  o  REVISTA    DE    CUBA. 

La  corrección  y  belleza  con  que  se  ha  ejecutado  la  pSrte  tipográfica 
honra  altamente  al  establecimiento  del  Sr.  Pego. 

El  trabajo  encomendado  al  Doctor  Cowley  también  ha  sido  desempeña, 
do  con  esmero,  copiando  con  fidelidad  los  originales  que  constantemente 
ha  tenido  á  la  vista.  Bien  se  deja  ver  que  su  intento  no  ha  sido  otro  que 
el  de  reimprimir,  tales  como  se  escribieron,  las  primeras  histprias  de  esta 
Isla,  pues  si  las  de  Arrate  y  Urrutia,  únicas  que  hasta  el  presente  han  sali' 
do  á  luz,  contienen  algunas  notas,  estas,  ó  habian  sido  anteriormente  inser- 
tas en  recomendables  periódicos  científicos  y  literarios,  ó  solamente  se  con- 
traen á  indicar  los  nombres  técnicos  de  algunos  animales,  plantas  y  firutos 
del  país.  La  mayor  parte  de  dichas  anotaciones  están  tomadas  de  las  Me^ 
morios  de  la  Tieal  Sociedad  Económica^  inagotable  fuente  á  la  cual  tendrán 
precisamente  que  acudir  cuantos  quieran  consultar  los  anales  de  la  civili' 
zacion  en  la  Isla  de  Cuba. 

No  obstante  lo  que  acabamos  de  manifestar  en  elogio  del  Sr.  Cowley, 
habria  sido  preferible  que  en  ciertos  puntos  se  hubiera  dejado  guiar  por  la 
refulgente  luz  de  la  moderna  crítica  histórica,  y  que  deteniéndose  particu- 
larmente en  alguno  que  otro  pasaje  tratado  sin  lucidez  por  dichos  historia- 
dores, los  hubiera  esclarecido'auxiliándose  de  las  magistrales  obras  que  se 
han  publicado  y  cada  dia  se  publican  en  España  y  otros  puntos  de  Europa 
y  América  acerca  del  descubrimiento,  conquista  y  colonización  del  mundo 

de  Colon. 
Ninguna  nación  puede  presentar  catálogo  más  rico  de  libros  sobre  esta 

región  que  su  propia  descubridora,  y  no  nos  parece  que  exista  en  biblioteca 
alguna,  obra  comparable  á  la  monumental  Colección  de  viajes  y  descubrí- 
mientos  de  los  españoles,  arreglada  por  D.  Martin  Fernandez  de  Navarra- 
te,  la  cual  será  en  lo  sucesivo  la  única  fuente  auténtica  de  la  historia  de 
gran  Almirante.  A  ella  acudieron  con  provecho  los  modernos  historiado- 
res anglo-americanos  William  Prescott  y  Washington  Irving,  quien^  no 
encuentran  frases  bastante  expresivas  para  ponderar  su  mérito  irrefutable. 
Las  obras  que  ambos  han  escrito  sobre  América  son  también  modelos  en 
su  género. 

Ahora  mismo  el  erudito  infatigable  Marqués  de  la  Fuen-Santa  del  Va- 
lle está  dando  á  luz  en  la  preciosa  colección  de  documentos  inéticos  para 
la  historia  de  España  é  Indias,  la  Historia  General  de  Indias^  de  Fray  Bar- 
tolomé de  las  Casas,  la  que  sin  duda  habrá  consultado  el  Dr.  Cowley,  al 
requerir  las  citas  de  aquellos  escritores  y  al  confrontar  la  narración  de  los 
mismos  sucesos  hecha  por  un  testigo  presencial,  cuya  autoridad,  en  ciertos 
lugares,  no  es  muy  respetada. 

Una  pluma  más  docta  que  la  nuestra,  la  del  eminente  naturalista  y  Utera. 
to  D.  Felipe  Poey,  observó  algunas  omisiones  notables  en  la  obra  de  Ar- 
rate,  las  cuales  no  han  podido  ser  suplidas  por  el  Doctor  Cowley,  porque 
esto  hubiera  sido  escribir  una  nueva  historia  de  la  Isla  de  Cuba»  y  tal  no  h^ 

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REVISTA    DE    CUBA.  Il 

sido  el  propositó  de  los  Editores.  Aquella  misma  pluma  juzgó  imparcial  j 
brillantemente  en  el  periódico  El  Ateneo  [i]  la  referida  producción  histó. 
rica,  y  nosotros  no  podemos  agregar  una  sola  palabra  más  á  tan  exacto 
juicio. 


II. 


La  aparición  de  la  historia  del  Doctor  Urrutia  es  un  verdadero  aconte- 
cimiento literario  en  esta  tierra,  tan  pobre  de  semejantes  sucesos.  Anhe- 
lábanla ya  cuantos  en  ella  se  interesan  por  el  progreso  de  la  ilustración  y 
de  las  letras. 

Revelaba,  á  la  verdad,  una  grande  incuria  que  dicho  libro  hubiera  per- 
manecido por  espacio  de  tantos  años  sumido  en  la  más  espantosa  oscurí- 
dady  no  comprendiéndose  la  causa  de  tan  culpable  abandono  en  un  país 
donde  se  ha  hecho  tanto  uso  de  la  Imprenta. 

Cuantos  han  tenido  ocasión  de  estudiar  y  de  escribir  nuestra  historia, 
han  hecho  los  mayores  esfuerzos  por  obtenei;  copias  del  manuscrito  del 
Doctor  Urrutia,  y  el  Sr.  Jacobo  de  la  Pezuela,  aunque  habla  del  libro  con 
cierto  desden,  ha  demostrado  el  aprecio  en  que  lo  tuvo  al  aprovecharse  de 
sus  noticias  para  escribir  el  capítulo  séptimo  de  su  última  Historia  de  la  Is. 
la  de  Cuba^  que  está  aún  por  terminar,  confesando  que  había  logrado  ilus- 
trar aquella  época,  acudiendo  fructuosamente  al  precioso  manuscrito  de  que 
tratamos. 

£n  los  interesantes  Apuntes  para  la  historia  de  las  letras  y  de  la  instrucción 
pública  en  la  Isla  de  Cuba^  que  vieron  la  luz  en  esta  ciudad  en  1859,  encon- 
trará el  curioso  cuantas  noticias  desee  adquirir  acerca  de  esta  obra  y   sus 
vicisitudes. 

£1  manuscrito  original  era  cuidadosamente  conservado  por  ios  descen- 
dientes del  Doctor  Urrutia,  pero  el  tiempo  habia  dejado  estampada  en  él 
su  huella  destructora,  y  necesitando  ser  esclarecido  en  algunos  lugares 
sus  poseedores,  con  el  auxilio  del  laboriosísimo  geógrafo  y  estadista  cubal 
no,  Licenciado  D.  José  María  de  la  Torre  y  del  no  menos  distinguido  po- 
lígrafo D.  Tranquilino  Sandalio  de  Noda,  obtuvieron  una  copia  tan  exac- 
ta como  la  necesitaban. 

Nos  consta  que  asociados  al  Sr.  la  Torre  intentaron  los  mencionados  des- 
cendientes del  autor  llevar  á  cabo  s«  publicación,  pero  quizá  la  inesperada 
muerte  del  primero  impidió  la  realización  de  tan  plausible  pensamiento. 
Quede  así  consignado  en  justo  tributo  á  la  memoria  del  que  fué  nuestro  ca- 


(i)    HábauL-^Propaganda  literaria.— 1S6S. 


IJ  KKVISTA   DE   CUBA. 

itfilrAtii'o  (le  (lOo^rafiA  6  Historia  Universal,  á  quien  sin  duda  debe  muchos 
ulaupn  la  cmua  do  U\  iustruccion  primaria  en  la  Isla  de  Cuba; 

l\\  JUíin»  hisftiniO'JtirUkoy  poitiicodela  Isla  Femandina de  Cubayprin. 
ti/^i/mt'Hff*  iU  su  <<i///<i/,  hi  Habana^  que  tal  fué  el  título  que  le  dio  su  autor 
ou  i7(ji|i'uaudo  \\\  cscri|)itS,  merece  los  honores  de  la  imprenta,  bastando 
\\\  himple  liH-tura  del  Humano  de  los  capítulos  que  abraza,  para  conocer  la 
importancia  do  loü  arontecimicutos  de  cuya  narración  se  ocupa. 

(\»mpvendesu  primer  vo!v\men,  el  único  que  ajuicio  del  Editor  ha  exis" 
\y\\\  en  lo  cual  no  está  confonne  con  el  Sr,  Pezuela  ni  con  otras  autorida- 
ile»  en  la  u\ateria«  seU  libros,  divididos  en  capítulos,  desde  el  descubrimien- 
\\\  \le  U  America  haatA  ol  regreso  del  Doctor  Ángulo  ala  Habana,  y  llega- 
^U  eu  (S5^^'^  Uien^o  de  Moiariegos,  el  intrépido  fundador  de  Chíapa; 
i^tv^rcAudvvie  eu  «Uv^  los  sesenta  y  tres  aftos  trascurridos  durante  la  cod- 
v|uUta  Y  piiucípivvs  ile  $u  colonización. 

l>.  lUmoix  vle  U  Sjigra«  en  su  Hi^miM-4i:imtímc^fftítícm y  etiaéitfifa  de 
.U  UU  Jtc  (Vái«  se  r^uecí  eu  divecsvxs  pasajes  á  la  obra  del  Doctor  Ur* 
IUÚ4» c^Ut\v4avioJ4  sk  irAtK^o  iniertsante*  Al  hablar  de  los  primeras  re- 
\vAttvmie^\tvv»  o  vNí:uvMxe$  de  terreóos^  la  coosalta  útümeote*  j  wíini^ii» 
cubado  ti  AtA  del  cultivo  de  U  caiU»  fonMUto  de  iiig«&ÍDs  y  de  ocios  paiti* 
saUre«. 

l^j^u^Mcu  ¡x.^  r<coa^KÍdv>  $u  menio  el  ek^:aate  y  cistiao  publirraa 
l\  KvíC  Autv>iüv>  Sacv\  eu    $u$  -ft^w  Mrt  Ca^ 

Kl  (<.iu  vW  U  bu;;:$^^xt^  del  IVvtvx  Vmicia.  $e$ua  ^  laisino  lo 
\u  \U5rvsius.VK^,  e^!^  «K  ds'^  rrfíttñjc^  cu  U  ,^f latiera  ^arte  •  K)  pasado»  ^^oa  Ib 
;>.Hicv\  ea  U  jc^uübviU»  lo  pjx^sjítt».  cvtt  lo  jurtdkoc  y  ea  U  tcfceza.   lo 
»fV4  dLS!c<us\^  v\.vztic\.\i^  ivdeittoi  e*t>írjx  v;u!e  sea  ui  ls2a  ea  lo  fiínroL 
»xivjk>ü^  Ui:óía.u  ^u>icc:«uii  $u^>  :uüuMiAÍSe*.ifeea»  ia^Mctt!l3sul^^  v  es  v¿i^; 
ia5«e  <ac  Uv>  Uc^a;^  4  íícnt>ir*js  su  4;it^. 

juio*  av  i^^Ñ^  >  *  3k>^^*  epvVA  ^m  'a  cttu  '^mio  el  GotesoE»»  sa  resceacaL  4ia 
Ha^Mum.  >i  >c  iitt^s'Uftk<ivHi  <«i  ^iji»  ;íu  i;^5Q«jt:)^mt  uocKy  y  i'qi.  iegnit  oceqo;. 

uA4it;i>^  viis¿iii^uivjk^>jeiícttvv>c  v  'KK^tüSc  ^uciáoc  ie  $ttiQa^  ie  Cus»  I>^ 
*uaa  S;mo>4.wi  Nik^aiidi»    ^.^^ialCi»K  iií  'übí^  \l«»iionife^  ie  ji  íí^il  S^ 
l^xViKKiu< Ji  ití  Jk^«i<aa  ^;iacaa»  ^  cucu  .k/  y«tdo  tKnaiiiaoa.  por 

L  ^  >;v*c  '^Jss^  se  ía  .i¿>iai*viKk?'  >«etttv^e  ie  i<ca  ^^ca  i^  í¿  'siaa-  ie 
'aifti>t.t^  li&;><!CihJL  4«t  ^i2bKíis$^  >ri>vc«s.  ^^\<ttao  :s«du  ;ii  lutoc  .{unsa 

>c«^v'\vi<  itJiCKiv^^  ^^ütt|.Kj^  iio»  <M;^.i¿i\^aiK!{K!e  ^ 

:<ci¿c  >  .^ea  ^uc  tuaoi  i^faa  '<ríc  i^sa  j.\xsí>  '  ^¿u»  :k?cc*>«s^  sccre 


REVISTA   DE   CUBA.  1 3 

nando  de  Soto.  £1  de  este  último,  principalmente,  es  uno  de  los  trozos 
mejores  del  libro.  Helo  aquí:  ^<De  más  de  mediano  cuerpo,  airoso  á  pié 
y  á  caballo,  diestro  en  el  manejo  de  ambas  sillas,  alegre  de  rostro,  de  co- 
lor moreno,  pacientísímo  en  los  trabajos  con  que  esforzaba  el  sufrimiento 
''de  sus  soldados,*  venturoso  en  sus  jomadas,  severo  en  castigar  los  delitos 
*'de  malicia,  al  paso  que  benigno  en  perdonar  los  de  fragilidad,  honrador 
''de  sus  tropas,  valiente  y  esforzado  en  las  batallas,  hasta  estimarse  las 
'^ventajas  de  su  lanza,  por  tanto  como  otras  diez  de  su  ejército.'' 

Después  de  haba:  tratado  de  la  historia  general  de  la  Isla,  su  descubri- 
miento y  conquista,  hasta  la  fundación  de  las  villas  por  Velazquez,  de  la 
Habana  y  detenidamente  de  las  expediciones  de  Juan  de  Grijalba,  Her- 
nán Cortés,  Panfilo  de  Narvaez  y  de  las  demás  que  se  aprestaron  contra 
el  célebre  conquistador  de  Méjico,  se  ocupa  extensamente  de  la  erección 
de  la  Catedral  de  Santiago  de  Cuba,  adoleciendo  del  mal  gusto  de  inser- 
tar en  el  mismo  texto,  el  auto  y  bula  de  ella,  que  comprenden  diez  hojas 
del  tomo  que  tengo  á  la  vista. 

Cuenta  la  muerte  de  Diego  Velazquez,  atribuyéndola  á  la  intensa  me- 
lancolía que  se  apoderó  de  su  ánimo  al  enterarse  del  adverso  resultado  de 
su  ruidoso  litigio  con  Cortés. 

Dedica  breves  frases  á  hablar  de  la  introducción  de  los  primeros  escla- 
vos de  lá  Isla,  acontecimiento  histórico  importantísimo,  que  ha  ejercido  y 
ejercerá  todavía  grande  influencia  en  los  destinos  de  esta  tierra.  Sensible 
es  que  no  hubiera  quedado  bien  esclarecido  este  suceso,  depurándose  la 
conducta  de  Fray  Bartolomé  de  las  Casas,  inocente  á  los  ojos  de  unos  y 
responsable  á  los  de  otros  de  la  existencia  de  la  esclavitud  en  América 
bien  que  para  nosotros  puede  sustentarse  con  muy  buenas  razones  que  la 
esclavitud  africana  en  estas  regiones  fué  anterior  á  cualquiera  excitación 
del  insigne  dominico  para  que  reemplazase  á  las  encomiendas  de  los  in- 
dios. 
Nada  nos  dice  el  Doctor  Urrutia  de  la  comisión  del  Licenciado  Juan  de 

Yadillo,  de  su  afortunado  gobierno,  ni  de  la  rebelión  y  castigo  del  turbu- 
lento cacique  Guama  en  los  campos  de  Baracoa,  ni  tampoco  se  fija  en 
que  lot  gobernadores  Manuel  de  Rojas  y  Gonzalo  de  Guzman  ejercieron 
dos  veces  el  inando  de  la  Isla. 

£n  cuanto  al  gobierno  del  Adelantado  Hernando  de  Soto,  de  su  expedi- 
oiom  á  la  Florida  y  de  su  muerte,  se  explica  largamente,  siendo^  á  nuestro 
juicio,  una  ic  las  épocas  que  con  más  caudal  de  noticias  y  más  completa- 
mente se  halla  referida. 

Omisión  notabilísima  ha  sido  la  del  gobierno  de  Juanes  Dávila,  del  cual 
ha  procurado  hacer  una  sucinta  relación  el  Sr.  Cowley,  lamentándose  de 
que  en  dU  hubiera  incurrido  el  Dr.  Urrutia,  por  otra  parte  tan  minucioso 
ealos  demás  capítulos  de  su  ^^o/r^;,  que  se  observa  cuando  narra  los  go- 
bionoa  del  Ldo.  Antonio  de  Chavez  y  del  Doctor  Ángulo^  entrando  en 


I 


14  REVISTA   DE   CUBA, 

fastidiosos  detalles  sobre  la  alteración  del  valor  de  la  moneda,  y  las  discor* 
dias  que  con  este  motivo  ocurrieron  entre  el  citado  D.  Gonzalo  Pérez  de 
Ángulo  y  el  Ayuntamiento  de  la  Habana. 

No  hay  que  buscar  en  este  libro  la  pintoresca  y  vigorosa  narración  de 
un  Hurtado  de  Mendoza,  el  robusto  y  animado  estilo  de  un  Meló,  la  con- 
cepción científica  de  un  Mommsen,  ni  el  profundo  análisis  de  un  Taine,  to  • 
dos  los  cuales  se  remontan  muy  alto  en  el  género  histórico.  Fué  escrito  á 
fines  del  último  siglo,  y  su  desaliñado  estilo,  destituido  de  toda  elocuencia 
y  bastante  impregnado  del  escolasticismo  que  todavía  predominaba,  el  de* 
pravado  gusto  de  sus  metáforas  y  las  citas  que  frecuentemente  hace  de  la 
Biblia,  San  Agustin,  Santo  Tomás  de  Aquino  y  de  algunos  autores  profa- 
nos, que  ninguna  conexión  tienen  con  los  acontecimientos  piuramente  his- 
tóricos que  relata,  descubren  perfectamente  el  espíritu  característico  de  la 
época  y  el  atraso  en  que  entonces  se  encontraba  este  linaje  de  literatura,  y 
singularmente  entre  nosotros. 


III. 


Actualmente  se  termina  la  reproducción  de  la  Historia  déla  Isla  de  Cuba 
y  en  especial  de  la  HabanayO^t  en  1813  publicó  D.  Antonio  José  Valdés, 
bajo  la  benéfica  protección  del  benemérito  Obispo,  Illmo.  Sr.  D.  Juan  Jo- 
sé Diaz  de  Espada  y  Landa  y  del  esclarecido  Pbro.  Dr.  D.  José  Agustin- 
Caballero,  de  quien  ha  llegado  á  creerse  que  fué  su  verdadero  autor. 

D.  Antonio  José  Valdés,  nació  en  Matanzas  por  los  años  de  1770,  se- 
gún el  Sr.  Pezuela  en  su  Diccionario  geográfico  estadístico  histórico  de  la 
Isla  de  Cuba,  habiéndose  dedicado  en  su  juventud,  unas  veces  á  la  ense- 
ñanza y  otras  al  oficio  de  platero.  Fué  también  dependiente  de  comercio 
y  publicó  una  clarísima  aritmética,  (i) 

Pasante  de  un  colegio  de  primeras  letras  en  la  capital,  ocupaba  el  corto 
tiempo  de  que  podia  disponer  en  acumular  datos  para  escribir  su  Historia- 
de  la  Isla  de  Cuba. 

Ya  en  181 2  tenia  Valdés  establecida  en  esta  ciudad  una  imprenta  y  re 
dactaba  un  periódico.  La  Cenay  que  continuó  publicándose  hasta  18 14.  He- 
mos examinado  ima  colección  de  este  diario  de  la  tarde,  correspondiente  al 
primer  semestre  de  su  publicación,  y  no  hemos  hallado  en  sus  artículos  ni 
originahdad,  ni  mérito  alguno  literario. 

£n  18 13  vio  al  fin  la  luz  la  obra  que  le  ha  dado  nombre  entre  nosotros: 
su  Historia  de  la  Isla  de  Cuba  y  en  especial  de  la  Rabana,    Auxiliáronle  en 


(i)    Apuntes  para  la  historia  de  las  letras,  dd  Sr.  D.  A.  B.  y  M. 


REVISTA   DE  CUBA-  1 5 

su  trabajo  el  citado  Pbro.  Caballero  y  D.  Domingo  de  Mendoza,  catedrá- 
ticos del  Real  Seminario  de  San  Carlos,  ya  proporcionándole  multitud  de 
noticias  históricas,  ya  revisando  el  texto,  como  así  lo  manifiesta  el  autor  en 
su  prólogo. 

Por  los  años  de  x8i6  pasó  Valdés  á  Buenos  Aires,  á  la  sazón  que  se 
reonia  el  congreso  de  Tucuman,  y  estableció  en  aquella  ciudad  el  periódi- 
co El  Censar, 

Aquí  dejaremos  la  palabra  á  Don  Bartolomé  Mitre,  quien,  en  su  '^Histo- 
ria de  Belgrano,"  dice  lo  siguiente  acerca  de  Valdés: 

*^La  Giiceia  de  Buenos  Aires,  fundada  por  el  célebre  Doctor  Moreno,  era 
«'el  órgano  del  Director.  El  Censor,  órgano  de  la  política  del  Cabildo  y  de 
**la  Junta  de  observación,  era  un  periódico  constituido  por  la  ley,  con  el 
'^objeto  de  vigilar  los  actos  de  los  mandatarios  y  de  ilustrar  las  grandes 
«'cuestiones  de  actualidad.  Su  redactor  D,  Antonio  José  Valdés  era  un 
"literato  habanero,  que  en  largos  viajes  habia  estudiado  los  hombres  y  las 
"instituciones  de  todos  los  pueblos  y  que,  animado  de  verdadero  entusias- 
''mo  habia  puesto  al  servicio  de  la  confederación  argentina  su  ciencia  y  su 
experiencia."  Nosotros,  que  tomamos  las  anteriores  noticias  biográficas  de 
Valdés  de  los  señores  Pezuela  y  Bachiller,  no  tenemos  noticias  de  dichos 
viajes  y  abrigamos  algunas  dudas  acerca  de  los  grandes  conocimientos  de 
autor  de  la  Historia  de  Cuba. 

Hacia  1820  se  trasladó  Valdés  á  Méjico,  donde  poco  después,  en  1822' 
fué  nombrado  impresor  de  Cámara  de  S.  M.  I.  durante  el  breve  y  desgra- 
ciado imperio  de  Itúrbide,  muriendo  á  los  pocos  años  en  aquella  ciudad. 

Es  cuanto  sabemos  acerca  de  Valdés. 

Aunque  se  anunció  en  el  prólogo  que  la  obra  constaria  de  dos  volú- 
menes, nunca  se  llegó  á  publicar  más  que  el  primero.  Este  se  halla  divi- 
dido en  nueve  libros  que  comprenden  la  historia  de  la  Isla  desde  el  descu  - 
brímiento  hasta  el  gobierno  del  General  Ruiz  de  Apodaca,  siendo  por  es- 
to mucho ^más  extensa  que  las  de  Arrate  y  Urrutia. 

Pero  hay  que  advertir  que  refiere  los  acontecimientos  á  grandes  rasgos» 
omitiendo  algunos  de  importancia  y  narrando  otros  que  estarian  mejor  en 
alguna  crónica  particular. 

£n  su  libro  IV,  por  ejemplo,  tratando  de  los  primeros  gobernadores, 
omite  el  gobierno  del  Ldo.  Bartolomé  Ortiz  en  1538,  y  lo  mismo  que  sus 
antecesores  Arrate  y  Urrutia,  pasa  por  alto  el  hecho  importante  de  la  apli- 
cación á  esta  Isla  de  las  nuevas  ordenanzas  de  Indias  por  Juan  Dávila^ 
su  jefe,  en  1545*  Asimismo  al  hablar  del  mando  de  Gaspar  Ruiz  de  Pere- 
da desde  x6o8  á  1616  nada  dice  de  la  Real  cédula  dictada  en  1607  sobre 
expulsión  de  extranjeros  residentes  en  esta  tierra. 

También  es  cierto,  y  no  podemos  menos  de  expresarlo  así,  que  nuestra 
historia  no  es  más  que  un  episodio  de  la  de  la  metrópoli,  y  que  su  conquista 


1 6  REVISTA  DE  CUBA, 

y  |>oblacion,  las  invasiones  y  saqueos  de  los  piratas  y  la  larga  serie  de  sus 
gobernadores  hasta  la  toma  de  la  Habana,  ofrecen  escasísimo  interés  y 
muy  restringido  campo  para  el  narrador.  ''La  historia  de  la  Isla  de  Cu- 
ba," segim  ha  dicho  perfectamente  uno  de  nuestros  escritores,  'Hiasta  cier- 
''to  punto,  no  pasa  de  ser  una  historia  económico  social,  en  que  asoman  de 
''trecho  en  trecho  algunos  acontecimientos  políticos  que  han  influido  más 
"ó  menos  directamente  en  la  suerte  y  modo  de  ser  de  este  pueblo.*^ 

Pero  concluyamos  con  Valdés. 

Su  obra  contiene  noticias  curiosísimas  acerca  de  esta  ciudad,  qiíe  en  va- 
no se  buscarian  en  alguna  otra,  lo  cual  explica  su  popularidad;  pero  no  su- 
pera ni  por  el  gusto,  ni  por  el  estUo  á  las  dos  primeras. 


IV. 


Ninguno  de  estos  tres  primeros  historiadores  ha  escrito  una  historia 
completa  de  Cuba,  por  cuya  razón  no  merecen  elevarse  al  distinguido  pues- 
to que  en  Inglaterra  ocupan  Hume,  Hallam  y  Macaulay;  en  Francia,  Hen- 
ri  Martin,  GuLHÉy  Michelet  y  Thierry;  en  España,  Mariana  y  Laíuente; 
en  Italia,  Guicdardini  y  Sismondi;  en  Portugal,  Herculano  y  en  los  Esta- 
dos-Unidos, Bancroft. 

Los  tres  se  han  limitado  á  hacer  sencillos  apuntes  cronológicos,  que  po- 
drán servir  algún  dia  para  escribirla  debidamente,  en  lo  cual  indudablemen- 
te han  prestado  un  servicio  inestimable  al  país,  que  sin  ellos  ignoraria  mu- 
chos  acontecimientos  de  su  vida  pasada;  mas  no  por  esto  han  escrito  su 
historia,  pues  no  se  han  ñjado  con  la  reflexión  necesaria  en  los  verdaderos 
hechos  históricos,  que  son  aquellos  cuya  influencia  en  el  atraso  y  progreso 
general  de  un  país  es  real  y  efectiva,  cuales  son  la  introducción  de  escla- 
vos, la  de  la  imprenta,  la  real  orden  declaratoria  del  comercio  libre,  el  es- 
tanco y  desestanco  del  tabaco,  los  adelantos  de  la  educación,  de  las  cien- 
cias y  de  las  artes  y  el  estado  de  la  literatura,  de  lo  cual  pudo  muy  bien 
damos  razón  Valdés. 

La  historia,  fotografía  de  una  nación,  no  debe  ceñirse  á  la  narración  des- 
camada de  los  sucesos  políticos  y  militares,  sino  seguir  paso  á  paso  el  múl- 
tiple y  variado  desarrollo  del  genio  de  un  pueblo  en  sus  distintas  manifes^ 
taciones,  para  alcanzar  el  conocimiento  exacto  de  la  verdad,  que  es  el  ob- 
jeto del  historiador. 

No  era  este  el  punto  de  vista  adoptado  por  los  que  la  escribían  en  d  pa- 
sado siglo;  por  lo  cual  no  en  vano  se  repite  que  la  historia  verdadera  es  hi- 
ja del  actual. 

VIDAL  MORAUS  Y  MORALES^ 


LA  FAMILIA. 


En  el  origen  de  las  sociedades  apenas  hay  diferencia  entre  el  régimen 
de  la  familia  y  la  constitución  del  Estado.  Confundidos  como  se  encuen- 
tran los  poderes  públicos,  así  también  lo  están  las  afecciones.  Cuando  Abra- 
ham  espera  de  Sara  su  hijo  primogénito,  Sara  es  la  señora  de  su  tienda  y 
de  sus  rebaños;  pero  cuando  la  esterilidad,  como  una  maldición,  viene  á 
herirla,  entonces  Sara  es  reemplazada  en  el  corazón  de  su  ^triarca,  en  los 
favores  y  preeminencias  por  Agar,  que  más  tarde  es  olvidada  en  el  desier- 
to. Así  es  que  en  esos  tiempos  de  infancia  de  la  familia,  las  afecciones 
desaparecen  ante  la  necesidad  de  aumentar  el  número  de  individuos  de  la 
tribu  nómada,  teniendo  igual  consideración  en  el  ánimo  del  patriarca  las 
señoras  que  las  esclavas,  porque  unas  y  otras  dan  hijos  á  la  tribu. 

Las  leyes  del  orden  político  reglamentan,  pues,  el  orden  doméstico  en 
estos  primeros  tiempos  de  formación,  crecimiento  y  desarrollo  de  la  familia, 
y  no  se  conciben  separados  el  padre  y  el  ciudadano.  En  Roma  los  céli- 
bes no  podian  aspirar  á  los  cargos  públicos,  y  sobre  ellos  pesaban  fuertes 
contribuciones.  En  Grecia,  en  Egipto,  en  Cartago,  en  Fenicia,  la  multitud 
se  inclinaba  llena  de  respeto  ante  la  mujer  que  llevaba  en  su  seno  el  fruto 
de  su  amor,  como  la  tierra  su  cosecha;  pero  no  se  veia  en  la  mujer  estéril 
un  defecto  de  organización,  y  si  un  castigo  de  los  dioses.  La  dureza  de 
los  poderes  públicos  justifica  en  esos  tiempos  la  dureza  de  las  relaciones 
domésticas,  y  la  falta  de  libertad  en  el  Estado  civil  se  refleja  en  el  de  la 
fomilia,  permaneciendo  hijos  y  vasallos  bajo  una  misma  y  dura  autoridad 
que  les  niega  toda  consideración  civil  y  política. 

Durante  algún  tiempo  se  sostiene  esta  identidad  entre  el  Estado  y  la  fa- 
milia; mas  cuandO;  á  consecuencia  de  la  necesidad  y  del  progreso,  se  va 
trasformando  la  organización  política  de  las  sociedades,  en  un  sentido  me- 
aos restrictivo,  y  los  poderes  públicos  toman  nueva  forma  y  siguen  una 
nueva  dirección,  más  en  armonía  con  las  necesidades  y  aspiraciones  de  las 

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1 8  REVISTA   DE   CUBA, 

mayorías,  entonces  Se  va  dejando  sentir  también  la  influencia  del  progreso 
en  la  constitución  y  organización  de  la  sociedad  doméstica,  y  coinciden  en 
la  historia  la  trasformacion  del  poder  civil  y  la  nueva  forma  de  la  potes- 
tad paterna. 

Aquí  empieza  para  la  familia  un  nuevo  orden  de  cosas.  Emancipada  de 
la  necesidad  de  seguir  las  vicisitudes  de  la  sociedad  política,  que  aun  tra- 
baja y  busca  su  ideal,  como  lo  demuestran  las  agitaciones  que  en  todas 
partes  se  experimentan,  tiende  cada  vez  más  fuertemente  á  constituir  una 
agrupación  aparte,  con  sus  leyes  especiales  y  su  peculiar  administración. 
Este  es  un  verdadero  progreso,  pues  para  que  la  familia  conserve  la  inde- 
pendencia á  que  tiene  indiscutible  derecho,  para  que  pueda  desarrollarse, 
cumplir  sus  altísimos  ñnes  y  llenar  su  misión  como  plantel  de  educación  y 
fuente  de  los  más  grandes  sentimientos,  es  necesario  que  no  dependa  de  los 
»  caprichos  del  legislador,  que  no  esté  subordinada  á  los  accidentes  del 
momento,  que  sobre  ella  no  tengan  influencia  la$  cuestiones  de  la  hora 
presente,  que,  reconocida  como  hecho  necesario  en  la  vida  de  la  humani- 
dad, esté  por  encima  de  la  ley  misma,  que  se  limita  á  reconocer  y  regla- 
mentar los  derechos  que  existen  con  anterioridad  á  ella,  y  que  es  va- 
riable como  expresión  genuina  de  las  ideas  reinantes  en  el  dia  de  su 
promulgación. 

No  rompe,  sin  embargo,  esta  independencia  de  la  familia  la  armonía  en 
que  debe  vivir  con  el  Estado,  pues  ambas  sociedades  tienen  mutuas  rela- 
ciones que  guardar.  Si  el  Estado  la  protege  y  reconoce  como  hecho  ne- 
cesario y  fuera  de  toda  controversia,  ella,  que  se  mueve  dentro  de  la  socie- 
dad civil,  la  ha  de  dar  ejemplo  de  sumisión  y  respeto  al  poder  legalmente 
constituido,  cualquiera  que  sea  su  origen.  Tal  poder  se  hace  necesario 
por  la  fuerza  de  la  circunstancias;  pues  ese  es  un  poder  legal,  aunque  no 
tenga  en  su  apoyo  ni  la  divinidad  de  su  origen  ni  el  trascurso  de  los  siglos. 
Salus popnli  suprema  lex  esij  dijeron  los  romanos. 

La  familia,  por  consiguiente,  tiene  su  órbita  propia  dentro  de  la  órbita 
del  Estado,  y  desde  que  la  tuvo  empezó  su  dignidad,  sintiéndose  su  influen- 
cia. Cuando  en  los  primeros  albores  de  la  edad  media  se  reservó  al  ca- 
beza de  familia  una  parte  mayor  en  el  botin  de  la  víspera,  fué  el  padre  de 
familia  algo  más  que  un  simple  guerrero.  Cuando  más  tarde  el  caballero 
feudal  marchó  á  la  guerra  con  sus  vasallos  dejando  en  el  almenado  castillo 
á  la  castellana,  ésta,  aunque  guardada  todavía  por  los  muros,  defendida 
por  los  fosos  del  feudo  é  inaccesible  por  el  puente  levadizo,  comenzó  á  ser 
algo  más  que  Agar  la  del  desierto,  que  Lia  y  Rebeca,  que  fueron  compra- 
das, puesto  que  empieza  á  ser  la  reina  y  señora  de  su  casa. 

En  cambio,  la  legislación  romana  redujo  á  la  familia  á  la  nulidad  en  el  orden 
del  sentimiento,  que  es  donde  debe  vivir  lafamiUa.  Por  eso  sin  duda  ya  no  es 
posible  que  reaparezcan  aquellos  tiempos  en  que  el  celibato  era  cstsi  un  de- 
^to,.en  que  la  ley  política  impedia  ciertos  matrimonios,  en  que  los  intere- 


REVISTA   DE   CUBA.  I9 

ses  de  casUs  privilegiadas  ])rohibiaa  los  cruzamientos;  y  que  tampoco  sean 
posibles- revoluciones  radicales,  como  las  de  la  ley  Canuleya,  para  dar  á 
determinadas  clases  el  derecho  de  formar  una  familia  reconocida  y  prote- 
gida por  el  Estado.  Las  castas,  los  privilegios,  las  inmunidades  por  razón 
de  raza  han  desaparecido  mediante  la  nueva  organización  de  la  familia, 
cuya  base  es  hoy  el  amor,  y  su  principio  la  más  absoluta  igualdad. 

Es  evidente,  por  tanto,  que  cuanto  más  se  acerque  la  familia  á  la  inde- 
pendencia de  su  régimen  interior,  es  tanto  más  perfecta  y  está  más  en  con- 
sonancia con  las  aspiraciones  actuales,  y  que  si  la  ley  se  limita  á  fortiñcar 
las  relaciones  entre  sus  miembros,  entonces  su  autoridad  va  en  consonan- 
cia con  lo  que  reclaman  la  dignidad  del  padre  y  el  ciudadano.  Felicitémo- 
nos, pues,  porque  ha  desaparecido  la  tutela  del  Estado  y  su  ii^ervencion 
en  punto  tan  vital,  y  de  tanta  trascendencia. 

Que  se  consolide  la  potestad  paterna;  que  se  mantenga  con  ñrmeza  la 
indisolubilidad  del  matrimonio;  que  sabias  leyes  desalienten  la  desobedien- 
cia de  los  hijos;  que  se  eleve  á  la  madre  en  dignidad,  en  atribuciones,  en 
autoridad  y  en  instrucción  para  que  con  inteligencia  más  cultivada  y  des- 
arrollada esté  á  la  altura  del  desempeño  de  su  misión,  y  la  famila,  fuerte 
entonces,  podrá  resistir  los  ataques  de  este  siglo  algo  excéptico,  profunda- 
mente analizador  y  revolucionario. 

Tan  revolucionario,  que  ha  pedido  en  nombre  de  algunas  doctrinas,  la 
disolución  de  la  familia.  Se  ha  dicho  que  su  actual  organización  es  viciosa 
porque  descansa  eñ  principios  falsos,  en  los  restos  de  antiguas  preocupacio- 
nes, en  intereses  mezquinos,  en  la  ignorancia  de  las  leyes  naturales;  y  al 
amparo  de  la  nueva  teoría  del  anior  libre^  se  ha  sostenido  que  es  necesario 
atacar  rudamente  su  mala  organización,  no  dejar  en  pié  uno  solo  de  los 
errores  del  antiguo  edificio,  aunque  para  conseguirlo  fuese  necesario  em  - 
plear  la  fuerza  de  la  mina  y  la  tea  del  incendio. 

Los  que  de  este  modo  piensan  no  se  han  detenido  nunca  ante  el  espec- 
táculo tierno  é  interesante  de  la  familia  cristiana,  ante  ese  foco  de  amor 
esa  escuela  de  virtudes,  ese  puerto  en  el  naufragio  de  la  vida^  ese  último 
rincón  de  descanso  después  de  los  trabajos  del  dia,  ese  santuario  donde  no 
debia  entrarse  sino  con  la  cabeza  descubierta  y  después  de  haber  sacudido 
el  polvo  de  las  sandalias.  Porque  no  tienen  corazón  y  han  olvidado  el  beso 
de  su  madre,  la  sombra  venerable  de  su  padre,  el  recuerdo  de  su  infancia, 
la  cuna  en  que  hablando  con  los  ángeles  enviaron  á  la  madre  su  pri- 
mera sonrisa,-  los  que  intentan  poner  una  mano  sacrilega  sobre  este 
mundo  de  recuerdos  en  que  confundidos  han  corrido  lágrimas  y  alegrías, 
sueños  de  niños  y  ambiciones  de  hombre,  delirios  de  la  pubertad  y  cálculos 
de  la  edad  madura,  mundo  en  que  aprendimos  á  pensar  y  amar. 

Ni  aun  con  el  silencio  debemos  contribuir  á  la  profanación  de  ese  altar 
en  que  diariamente  se  celebra  el  más  puro  de  los  misterios.  Empresa  loca, 
empresa  crimínali  la  que  aspira  á  sustituir  la  familia  por  un  vasto  comunis- 


20  REVISTA   DE   CUBA, 

mo;  esto  es,  el  amor  más  sincero  por  la  mayor  de  las  indiferencias^  el  or- 
den, la  economía,  las  purísimas  afecciones  del  hogar  doméstico,  por  las  in- 
temperancias de  la  plaza  pública;  la  unidad  é  indisolubilidad  del  matrimo- 
nio, por  la  inmoralidad  y  el  desenfreno  del  divorcio;  las  nobles  y  levanta- 
das relaciones  domésticas,  por  la  extrañas  é  interesadas  de  padres  que  no 
aman  á  sus  hijos,  de  hijos  que  no  conocen  á  sus  padres.  No  sabemos  á 
dónde  llegaría  la  humanidad  una  vez  en  esta  pendiente  de  inmoralidad,  de 
degradación,  de  concupiscencia,  de  desenfreno,  de  rotura  de  todos  los  di- 
ques que  la  moralizan,  de  todas  las  barreras  que  la  dignifican,  de  todas  las 
conveniencias  que  la  enaltecen  y  han  colocado  en  su  frente  esa  aureola  de 
inteligencia  á  expensas  del  instinto,  muchas  veces  brutal,  de  las  pasiones. 
No  podemos  calcular  cuántas  fuentes  de  ternura,  de  simpatía,  de  amor,  de 
benevolencia  quedarían  secas  con  la  desaparícion  de  la  familia.  Si  hoy,  no 
obstante  ella,  encontramos  amarguras  en  el  mundo;  si  tropezamos  en  nues- 
tro camino  con  el  egoismo,  si  vemos  á  nuestro  lado  la  indiferencia;  si  hay 
corazones  que  no  palpitan  sino  por  el  espectáculo  de  su  propio  interés,  si 
hay  almas  cobardes  que  transigen  con  el  error;  si  hay  espíritus  mezquinos 
que  alientan  el  vicio;  si  encontramos  caracteres  que  se  doblegan,  é  inteli- 
gencias que  no  van  más  allá  del  sensualismo  ni  en  ellas  encuentran  eco  sino 
los  sonidos  de  la  materia  ¿i  dónde  iremos  á  parar,  rotos  los  vínculos  de  la 
familia,  desconocida  la  potestad  del  padre,  y  negada  la  sana  influencia  de 
una  madre  que,  tal  vez  desde  la  cuna,  por  su  abnegación,  por  sus  carícias  y 
por  su  ejemplo,  ha  podido  enderezar  las  más  torcidas  inclinaciones? 

¡Qué  vacío  y  tristeza  entonces  á  nuestro  alrededor!  Las  palabras  ma- 
dre, padre,  hijos,  hermanos  no  tendrían  valor  alguno.  -Viviríamos  en  un 
desierto  de  afecciones,  y  el  egoismo  sería  la .  ley  suprema  de  la  humanidad. 
Desligados  los  hombres  de  toda  consideración  de  consanguinidad,  sus  inte- 
reses estarían  más  en  oposición  que  lo  estáu  hoy,  naciendo  necesariamente 
de  esa  oposición  la  guerra,  es  decir,  el  retroceso  al  estado  salvaje.  ¿Dón- 
de encontramos  la  mano  cariñosa  y  -  protectora  del  padre,  el  amor  tan  puro 
y  tan  encantador  de  la  madre,  la  amistad  del  hermano,  bríllante  de  honda 
simpatía?  ¿Con  qué  llenaria  el  hombre  su  corazón^  que  tiene  sed  de  amar, 
deseo  inextinguible  de  simpatía?  La  grandeza  de  nuestra  alma  y  lo  infi- 
nito de  nuestro  corazón  necesitan  la  familia,  como  la  tierra  necesita  la  llu- 
via para  que  desús  entrañas  inagotables  y  siempre  jóvenes  y  fecundas  bro- 
ten las  espigas  y  las  flores. 

De  aquí  que  nada  sea  mas  contrarío  al  sentimiento  de  la .  familia  y  á  su 
verdadera  organización  que  el  divorcio  por  mutuo  consentimiento,  ni  que 
nada  relaje  tanto  sus  vínculos  como  la  absoluta  libertad  de  testar  que  algu- 
nas legislaciones  <:onceden  al  padre..  £1  divorcio  por  mutuo  consentimien- 
to, esto  es,  la  posibilidad  de  romper  el  pacto  celebrado  para  formar  otro, 
que  también  puede  romperse,  es  la  teoría  del  libertinaje  elevada  á  hecho 
que  la  ley  sanciona  y  reviste^  de  solemnidad,  pero  que  no  deja  de  ser  por 


REVISTA  DB  CUBA.  21  * 

eso  un  hecho  inmoral.  Es,  además,  una  iniquidad  y  una  contradicción.  Es 
inicuo  que  al  jurar  que  hemos  de  amar  eternamente — ^porque  en  amor  no 
se  jura  sino  por  la  eternidad — á  la  mujer  que  elegimos  por  esposa,  lleve- 
mos también  en  el  pensamiento  la  idea  de  apartarnos  de  ella  á  la  menor 
divergencia  de  opinión  ó  al  cambiar  de  deseos.  Es  una  contradicción, 
porque  el  matrimonio  es  por  naturaleza  indisoluble,  puesto  que  dos  almas 
no  se  unen  sino  con  la  intención  de  perpetuzer  su  unión,  oponiéndose,  por 
tanto,  al  amor  verdadero  toda  idea  de  separación  en  el  porvenir;  de  donde 
se  desprende,  como  deducción  lógica,  que  la  ley  permisiva  del  divorcio, 
sanciona  las  uniones  presididas  por  el  cálculo,  por  el  interés,  por  el  desen- 
freno, y  no  viene  á  añadir  más  fuerza  á  las  que  proceden  de  un  amor  ver- 
cladero  y  espontáneo,  las  que  quedan,  sin  embargo,  bajo  el  mismo  pié  de 
igualdad  y  legalidad  que  las  anteriores.  Y  nada  decimos  por  ahora  de  los 
hijos,  de  su  posición,  de  su  ñliacion,  de  su  educación,  de  sus'  intereses  mis- 
mos, confundidos  y  amalgamados,  en  verdadero  comunismo,  bajo  el  régi- 
men del  divorcio  por  mutuo  consentimiento. 

Tampoco  es  posible  que  la  ley  autorice,  ni  mucho  menos  importe  en 
nuestra  legislación,  la  absoluta  libertad  de  testar  que  otros  pueblos  dan  al 
jefe  de  la  familia.  Los  hijos  por  el  solo  hecho  de  haber  sido  engendrados 
por  sus  padres,  han  adquirido  respecto  de  ellos  grandes  derechos,  no  sien- 
do  el  menor  el  de  sucesión  en  todos  sus  bienes.  La  ley  romana  los  llamó 
condueños,  la  ley  natural  los  denomina  los  inmediatos  sucesores,  en  nuestra 
legislación  suceden  sin  condiciones,  como  acreedores  que  toman  lo  que  pu- 
ramente se  les  debe.  Y  es  que  no  hay  razón  alguna  para  que  la  fortuna 
que  con  ellos  muchas  veces  se  formó,  y  en  cuyo  adelanto  y  desarrollo  to- 
maron activísima  parte,  y  casi  siempre  creada  para  ellos,  vaya  á  manos  ex- 
trañas, y  sea  el  premio  quizá  de  la  astucia  y  de  la  mala  íe,  ó  el  pago  de  los 
desórdenes  de  los  últimos  años  de  la  vida,  ó  el  resultado  de  la  debilidad  de 
espíritu  del  que  se  encuentra  al  borde  déla  tumba  entreviendo  los  resplan- 
dores de  la  eternidad. 

Pues  esta  triste  y  desconsoladora  soledad  del  corazón  y  del  espíritu  es  la 
que  predican  los  que  quieren  la  disolución  de  la  familia,  y  se  llaman,  sin 
embargo,  amantes  de  la  humanidad,  como  si  ésta  no  viviera  en  paz 
con  el  sentimiento  de  familia,  y  como  si  fuera  posible  amar  á  la  huma- 
nidad y  despreciar  su  origen:  la  familia.  Esas  ideas  de  destrucción,  esa 
ira  contra  todo  lo  existente;  ese  odio  al  padre,  á  la  madre,  al  hijo,  al  amor, 
al  respeto,  á  la  ternura;  ese  deseo  de  profanar  y  reducir  á  la  categoría  de 
hecho  vulgar  los  sentimientos  necesarios  al  orden  y  á  la  moralidad;  esa  fe- 
roz alegría  con  que  se  pide  que  sobre  esta  humanidad,  gusano  de  una  hora 
que  se  arrastra  entre  las  tumbas,  vengan  los  terribles  dias  de)  Apocalipsis, 
no  es  posible  que  procedan  de  hombres  que  aman  á  sus  semejantes,  sino 
de  misántropos  que  quisferan  ver  á  todos  los  hombres  tan  escépticos  como 


é¿  ftEViSTA  DÉ  CÜBÁ. 

ellos,  y  que  de  duelen  de  que  haya  quien  puede  vivir  feliz  á  la  sombra  de 
estas  absurdas  preocupaciones. 

Es,  pues,  la  familia  un  hecho  necesario  para  la  vida  del  hombre  y  el  des- 
arrollo de  la  sociedad,  un  hecho  eterno  é  indestructible.  Se  conmovería 
profundamente  el  orden  social  y  se  modifícaria  radicalmente  la  vida  del 
individuo,  si  destruyéramos  este  hecho,  que  con  la  propiedad  es  la  base 
primísima  de  las  modernas  *  sociedades.  ¿Cuál  debe  ser  la  actitud  de  la 
ley  en  esta  materia?  Tratar  de  fortiñcar  más  y  más  la  familia,  lo  que  se 
consigue  robusteciendo  la  autoridad  del  padre,  elevando  á  la  madre  en 
dignidad,  y  manteniendo  contra  todos  los  ataques  la  indisolubilidad  del 
matrimonio. 

Es  necesario  que  la  legislación,  esta  primera  musa  de  la  humanidad — 
como  ha  dicho  un  profundo  pensador, — venga  en  apoyo  de  las  costumbres 
y  supla  con  sus  prescripciones  los  eclipses  de  la  moral.  Es  preciso,  en  pri- 
mer lugar,  que  no  se  discuta  la  autoridad  del  padre,  que  se  reconozca  en  la 
patria  potestad  un  poder  natural  y  no  una  ficción  de  la  ley,  que  se  deje  al 
padre  en  la  mayor  libertad  posible  en  cuanto  á  la  facultad  de  disponer  de 
BUS  bienes  dc^  manera  qae  nó  lastime  los  derechos  adquiridos  de  sus  hijos. 
Y  después,  que  la  ley  por  débiles  complacencias  no  haga  del  matrimonio 
un  cambio  y  satisfacción  de  apetitos  y  deseos;  que  no  permita  que  el  di- 
vorcio sea  la  regla  y  la  indisolubilidad  la  excepción;  que  no  tolere  esas  se- 
paraciones por  mutuo  consentimiento,  sin  causa  alguna  legal,  contribuyen- 
do de  ese  modo  á  realzar  el  acto  más  serio  y  trascendental  de  la  vida  hu- 
mana. 

Bajo  estas  condiciones  la  sociedad  moderna  puede  aguardar  impasible 
que  desaparezcan  envueltas  en  su  nulidad  é  insuficiencia,  todas  las  teorías 
absurdas  en  el  fondo  y  tiránicas  en  la  forma,  sin  que  dejen  de  su  paso  más 
huella  que  la  que  deja  la  ola  al  estrellarse  con  furia  contra  la  roca  que  la 
estorba.  Una  buena  legislación  aplicada  firmemente,  es  todo  cuanto  se  ne- 
cesita para  resistir  con  éxito  el  viento  desencadenado  de  las  pasiones.  ''De 
"una  buena  legislación  se  deriva  todo:  sentimientos,  vida  digna,  costum- 
"bres,  viribilidad  en  el  ciudadano,  hogar  respetado  y  probidad  en  todos." 
(Lcrmimier.)  Y  esto  es  tan  cierto,  que  cada  adelanto  en  las  sociedades 
coincide  con  una  nueva  legislación  escrita,  hasta  el  punto  de  que  hoy  el  su- 
mo progreso  seria  una  completa  codificación. 

Este  es  el  único  medio  de  conservar  íntegra  la  familia  y  puras  sus  relacio- 
nes: si  nos  descuidamos,  el  porvenir  nos  reservará  inmensas  catástrofes,  y 
por  encima  de  todo  un  desconsolador  é  infinito  escepticismo. 

P. 


LA  LINGÜISTICA  MODERNA. 


INTRODUCTION  A  L'  ETUBE  DE  LA  SCIENCE  DU  LAN6A0E,  PAR  DOMEN IC  PEZZI^TEA- 
OUIT  DEL  ITAUAN  PAR  V«  NOURRISAN— 1  VOLUM.  IN  18  DE  2d7  PAGINES.  PARÍS 
SAMDOZ  A  SUISCHBACHER. 


I. 


La  presente  obra  es  uno  de  los  más  claros  y  sustanciales  trabajos  críticos 
expositivos,  recientemente  escritos,  con  el  objeto  de  generalizar  los  últimos 
y  más  notables  resultados  del  estudio  del  lenguaje.  Publicada  prí  mera- 
mente en  italiano  en  1869,  á  la  cabeza.de  una  traducción  hecha  por  el  mis- 
mo Domenico  Pezzi  de  la  parte  de  la  Gramática  comparada  del  alemán 
Schleiher^  consagrada  al  sánscrito,  al  griego  y  al  latín,  el  autor  ha  refundido 
casi  en  su  totalidad,  al  solicitar  Mr.  Nourrison  su  venia  para  trasladarla  al- 
francés. 

Siendo  tan  reciente  su  publicación  y  poco  ó  nada  conocida  la  obra  entre 
nosotros,  la  Revista  de  Cuba^  cumpliendo  uno  de  los  compromisos  que  ha 
contraído,  comienza  su  tarea  de  vulgarización  seria  de  las  ciencias  nuevas 
-ó  recientemente  renovadas,  entre  las  cuales  desq^ella  la  que  constituye  el 
objeto  de  esta  obsa.  La  exposición  que  va  á  leerse  no  es  por  consi- 
guiente, sino  una  reducción  del  texto  primitivo,  traducido  y  parafraseado 
unas  vecesy  modificado  y  no  pocas  innovado   otras. 

Abrazará  cuatro  partes:  la  primera  encerrará  las  generalidades  más  indis- 
pensables acerca  d^  la  naturaleza  de  esta  ciencia;  la  segunda,  la  historia  de 


24  REVISTA  DB  CUBA, 

la  misma  desde  los  primeros  monumentos  gramaticales  de  la  India  hasta 
nuestros  dias;  la  tercera,  la  clasiñcacion  de  las  lenguas,  y  la  cuarta  y  última 
las  diversas  teorías  acerca  del  origen  del  lenguaje  y  relaciones  de  la  Lin- 
güística con  otras  nuevas  ciencias  íntimamente  enlazadas  con  ella» 

Denominación. — La  Ciencia  del  Lenguaje,  aunque  adulta,  no  ha  re- 
cibido todavía  un  nombre  aprobado  y  adoptado  unánimamente  por  los  que 
la  cultivan.  Llámanla  unos  Filología  6  FUologia  comparada^  nombre  usado 
en  Francia  y  en  Inglaterra,  pero  nunca  en  Alemania,  y  cuya  impropiedad 
demuestra  su  misma  etimología.  Filología  no  puede  significar  cienda  dd 
lenguaje,  porque  componiéndose  de  dos  palabras  giregas  pMlos  y  logas  (que 
significa  propiamente  discurso  y  no  palabra)  sólo  se  emplea  correctamente, 
como  luego  veremos,  para  designar  la  ciencia  de  una  civilización  pasada* 
Llamar  filología  á  la  Ciencia  del  Lenguaje,  es,  pues,  confundirla  con  otra 
ciencia.  Equivocadamente  también  se  la  ha  llamado,  sobre  todo  por  auto* 
res  firanceses.  Gramática  General,  Tíos  sabios  de  Port  Royal,  Beauzée*  Si- 
card,  Verdier,  Silvestre  de  Sacy,  Tracy,  Estarac,  Thurot,  Albert-Monte- 
mont,  Perron,  Payne;)  Gramática  General  Analytica,  por  Domergue,  Gra- 
mática General  Synt hética,  por  Leber;  Gramática  Universal  y  Camfareula^  por 
Court  de  Gébelin;  Gramática  Filosófica,  por  Thiébault.  Estos  términos  nos 
trasportan  á  una  época  de  la  vida  de  esta  cieucia,  en  la  cual,  en  vez  de 

partir  del  análisis  atento  de  los  elementos dellengua je  para  elevarse,  por  su 
medio,  á  las  leyes  generales  y  supremas  del  mismo,  se  acostumbraba  partir 

de  una  teoría  de  la  inteligencia,  de  una  lógica  preconcebida,  descendien- 
do en  seguida  á  las  lenguas  particulares,  forzadas  de  este  modo  á  corres- 
ponder con  supuestas  leyes.  También  se  la  ha  llamado,  aunque  con  poca 
frecuencia.  Investigación  de  las  lenguas  [Spracheforschung)  Comparación  de  las 
lenguas  (Sprcuhvergleichung),  Fonología^  Etymología-,  pero  los  dos  primeros 
nombres  más  bien  expresan  operaciones  científicas  que  no  la  ciencia  que  de 

ellas  resulta,  y  aun  el  segundo  no  designa  sino  uno  de  los  deberes  del  lin- 
güista;— en  cuanto  á  los  dos  últimos,  no  se  aplican  sino  á  partes  de  la  cien- 
cia, el  uno  al  estudio  deios  sonidos  y  el  otro  al  origen  de  las  palabras.  Del 
mismo  defecto  adolece  la  denominación  de  Filosofía  del  Lenguaje,  porque 
rigurosamente  hablando,  no  corresponde  sino  á  una  parte,  la  más  elevada 
8Í,  pero  también  la  más  ardua  y  menos  cierta  de  la  ciencia. 

¿Cómo  la  llamaremos  entonces,  puesto  que  los  nombres  arriba  examina- 
dos, ó  correspondea  á  ciencias  distintas,  ó  no  designan  sino  funciones  ais'a« 
das,  partes  diferentes,  y  no  la  comprenden  en  toda  su  unidad,  suponiendo 
conceptos  más  ó  menos  imperfectos  de  ella?  ¿La  llamaremos  con  muchos 
firanceses.  Lingüística  y  con  algunos  alemanes  Glóttica  ó  Glottología,  tér- 
mino adoptado  por  Schleicher?  Permítasenos  observar  con  este  sabio  emi- 
nente y  con  Max  Muller,  que  la  palabra  J^^tgiiística,  derivado  del  latin  lin- 


REVISTA   DE   CUBA.  2^ 

gua^pero  con  deúfiencia  griega^  es  de  forma  esencialmente  moderna,  casi 
bárbtra,  y  no  puede  aceptarse,  por  tanto,  por  el  que  estudie  el  lenguaje;  pe- 
ro por  otra  parte  la  palabra  GlátHca,  no  ha  recibido  aún  la  omnipotente 
sanción  del  uso.  La  llamaremos,  pues,  Ciencia  del  Lenguaje,  pero  sirvién- 
donos amenudo  de  las  dos  últimas,  por  la  brevedad  y  variedad  á  que  se 
prestan. 


Definición  y  División. — La  Ciencia  del  Lenguaje  no  es  otra  cosa 
que  un  conjunto  orgánico,  es  decir,  A  sistema  de  conocimientos  que  tiene 
por  objeto  d  lenguaje  humano. 

Gomcí  todas  las  ciencias  con  relación  á  su  objeto,  la  del  Lenguaje  debe 
proponerse  y  procurar  resolver  los  dos  problemas  siguientes:  i.^  ¿qué  es 
el  lenguaje?  2P  ¿porqué  es  lo  que  es?  ó  lo  que  es  lo  mismo,  investigar 
la  naturaleza  de  la  paiabra^  y  descubrir  sus  causas.  De  ahí  la  división  de  la 
Ciencia  en  dos  partes:  la  primera,  que  pudiera  llamarse  descriptiva  ó  hisió- 
rica,  tiene  por  objeto  el  lenguaje  considerado  en  su  ser;  la  segunda,  llamada 
-JUúiófica^  estudia  el  lenguaje  considerado  en  las  razones  de  su  ser. 

Bq  cuanto  á  la  primera,  diremos  que  así  como  la  idea  abstracta  del  len- 
gni^  no  ^Éjipria  á  nosotros  sino  de  un  modo  concreto  en  las  innumera- 
bles lengi¿ip.fiesUa  humanidad,  asimismo  el  estudio  del  lenguaje  debe  re- 
solverse en  el  estudio  de  las  idiomas,  es  deeir,  de  los  medios  extraordina- 
riamente numerosos,  por  los  cuales  el  género  humano  ha  expresado  el  pen- 
samiento en  la  diversidad  de  las  razas  y  en  la  sucesión  de  los  tiempos.  Así, 
si  sometemos  al  análisis  cualquiera  lengua  por  rica  que  sea  su  estructura, 
lo  primero  que  se  nos  presenta  es  su  construcción  sintáctica,  que  resulta 
de  la  reuniím  de  varías  palabras;  éstas^  á  su  vez  se  descomponen  general- 
mente en  un  iemay  simple  ó  compuesto  y  en  un  sufijo  que  indica  la  flexión 
verbal  (verbo)  ó  nominal  (nombre);  el  Uma^  por  su  parte,  lo  constituyen 
comunmente  una  raiz  y  uno  ó  vanos  sufijos;  en  fin,  las  raices,  y  sufijos,  de 
cualquier  clase,  constan  de  uno  ó  varios  sonidos*  *  A  todos  estos  elementos 
corresponden,  por  consiguiente,  secciones  distintas  de  la  Lingüística  des-  A 
criptiva,  que  investigan  y  exponen  la  naturaleza,  género,  función  (es  decir 
signifícadoB  que  les  corresponde)  y  desarrollo  hiscóríco  de  dichos  elemen- 
tos. 

£1  diccionario  no  debe  comprenderse  en  este  sistema:  una  gramática 
.. completa  lo  absorbe  enteramente,  porque  debe  es(jfdiar  las  palabras   bajo 
todos  los  aspectos  que  se  ofirecen  á  la^xploracidh  científica.     Libro  esen- 
cialmente empíríco,  de  fin  más  práctico  que  teórico,  no  ]>uedc   admitirse 
como  parte  de  la  ciencia. 

Si  el  estudio  de  dichos  elementos  se  verifica,  no  ya  en  una  ó   en  cada 
lengua  en  particular,  sino  en  las  relaciones  mismas  de  varías  lenguas   per-  . 
tenecientes  á  un  mismo  troncOy4f84iama  Gramática  Comparada  á  esta  par- 

4 


26  REVISTA   DE    CUBA, 

te  de  la  Ciencia.  Así,  podemos  estudiar  un  idioma  en  el  conjunto  de  su 
organismo  ó  solamente  en  una  de  sus  partes,  durante  todos,  ó  al  menos 
algunos  períodos  de  su  misteriosa  existencia  y  seguir  sus  vicisitudes;  esta  es 
la  tarea  de  la  Gramática  histórica,  [i]  Se  llamará,  pues,  histór ico-com- 
parada [2]  la  gramática  que  estudie  varias  lenguas  afínes  en  diversas 
épocas  de  su  vida.  El  elemento  histórico  y  el  elemento  comparado  no 
pueden  separarse,  pues  no  cabe  estudiar  comparativamente  varías  lenguas 
en  un  período  dado  de  su  vida  (siempre  que  no  sea  el  más  antiguo)  sin  re- 
currir á  los  períodos  precedentes.  Tampoco  es  posible  estudiar  histórica- 
mente una  sola  lengua,  y  aislarla  en^ cuanto  á  las  relaciones  existentes  en- 
tre ella  y  las  demás,  porque  todo  estudio  verdaderamente  científico  de  un 
idioma  debe  pedir  á  su  historia  y  á  su  parentesco  las  aclaraciones  que  se 
desprenden  de  los  hechos,  que  de  otro  modo  serian  inaccesibles  para  la 
ciencia.  Luego  toda  gramática  histórica  debe  ser  comparada,  y  toda  gra- 
mática comparada  debe  ser  histórica,  pero  con  la  diferencia  de  que  en  A 
estudio  de  una  sola  lengua  el  elemento  histórico  resalta  más  que  el  elemen- 
to comparado,  en  tanto  que  en  el  estudio  de  varías  lenguas  sucede  todo  lo 
contrario;  de  ahí  que  se  le  haya  dado  preferentemente  el  nombre  de  Gra^ 
mátUa  comparada. 

La  segunda  parte  de  la  Ciencia  del  Lenguaje  abraza  el  problema  de  las 
causas ^  que  se  impone  á  nosotros,  una  vez  reconocido  el  hecho^  y  lo  impul- 
sa á  nueva  y  más  difícil  investigación.  Describe  los  fenómenos  recojidos  y 
clasificados  por  la  primera,  no  como  hechos  puramente  fortuitos,  produc- 
tos del  azar,  sino  como  formas  en  las  cuales  debia  realizirse  la  idea  del 
lenguaje,  como  una  consecuencia  lógica  del  concepto  del  lenguaje  huma- 
no, considerado  en  sus  relaciones  íntimas  con  la  naturaleza  del  hombre,  el 
genio  diverso  de  las  razas,  y  las  condiciones  físicas,  intelectuales  y  morales 
bajo  las  cuales  se  han  formado  todas  las  lenguas.  £1  gran  número  de  he- 
chos que  deben  examinarse,  la  novedad  de  la  indagación,  el  peligro  de  to- 
mar nuestras  fantasías  indivividuales  por  otras  tantas  revelaciones  de  4a 
verdad,  hacen  eminentemente  difícil  é  incierta  esta  tarea  suprema  de  la 
Ciencia. 

Obsérvase  de  este  modo  cuan  grande  es  la  difereicia  entre  la  antigua  y 
la  nueva  filosofía  del  lenguaje.  Esta  parte  de  los  hechos,  aquella  de  las 
ideas,  la  una  de  una  concepción  vasta  y  profunda  de  las  lenguas,  la  otra 
de  un  esquema  lógico,  extraño  al  lenguaje  y  que  á  veces  le  es  contrario; 
esta  se  esfuerza  por  abrazar  todas  las  lenguas  de  la  tierra,  ó  al  menos,  los  . 
principales  tipos  caracteAticos  del  lenguaje;  aquella  se  complace  en  hacer 


[2]  Puede  d^arse,  por  ejemplo,  la  Gramntatica  Storico  comparativa  deüa  lingua  lati' 
^a  del  propio  Domenico  Pezzi. 

(i)  Un  modelo  de  ella  tenemos  eala  Grammaire historique  de  la  langue  francaise^  por 
Augusto-Bfcichet,  París  Hetzes,  trabajo  de  qae  aiya  oarece  lalengaa  castellana. 


REVISTA   DE   CUBA.  27 

abstracción,  siguiendo  un  método  negativo,  de  las  formas  de  los  idiomas 
particulares.  Launa,  investiga  los  caracteres  en  el  lenguaje  mismo;  la  otra, 
en  el  campo  del  pensamiento;  la  una  se  esfuerza  por  inducir  las  ideas  de  los 
hechos,  la  otra  tortura  los  hechos  con  la  violencia  de  una  fórmula  preconce- 
bida, Hé  ahí  por  qué  la  antigua  filosofía  del  lenguaje  no  descubrió  nunca 
el  secreto  de  ^ste,  no  adivinó  jamás  su  enigma,  no  lo  comprendió  jamás  en 
su  vida,  en  sus  movimientos,  en  su  eterna  sucesión;  solo  á  la  última  se  han 
revelado  su  naturaleza  y  sus  trasformaciones. 


Fin  y  Método.— La  Lingüística  tiene  por  fin  el  conocimiento  del 
lenguaje  humano,  considerado  como  una  de  las  funciones  de  la  vida,  como 
una  délas  más  vastas  y  profundas  revelaciones  de  la  naturaleza  humana. 
£1  que  cultiva  esta  ciencia' no  aspira  á  conocer  las  lenguas  sino  con  el  sim- 
ple fin  de  saber  lo  que  es  el  lenguaje.  Lo  que  no  impide  que  sin  descender 
df  las  cimas  vertiginosas  de  la  especulación,  ilumine  de  vez  en  cuando  con 
su  luz  otras  ciencias  más  práticas  y  humildes. 

¿Qué  via  seguirá  esta  ciencia  para  alcanzar  su  fin?     Constituyendo  el 
lenguaje  humano  una  de  las  mayores  y  más  íntimas  manifestaciones  de  la 
vida  humana,  dicha  ciencia  es  una  parte  déla  ciencia  del  hombre.     Debe- 
mos, pues,  adoptar  en  su  estudio  el  mismo  método  severo   que   nuestro 
siglo,  más  que  todos  sus  antecesores,  ha   introducido  en   ^l    estudio 
del  hombre,  el  mismo  piétodo  al  cual  deben  los  naturalistas  sus  más  bellas 
victorias  y  sus  más  útiles  conquistas  de  la  verdad.     De  ahí  la  necesidad  de 
recojer  ante  todo  el  mayor  número  posible  de  hechos  concernientes  al  len- 
guaje.    Debemos  en  seguida  clasificarlos  con  aneglo  á  una  comparación 
atenta,  teniendo  rigurosamente  en  cuenta  sus  parentescos  mutuos,  alen- 
diendo  más  a  las  semejanzas  gramaticales^  que  á  las  de  las  palabras^  por  set 
más  Intimas  las  primeras^  y  más  características  y  por  tanto,  que  las   últimas, 
pues  para  demostrar  que  varias  lenguas  pertenecen  al  mismo  tronco    no 
basta  probar  dicha  semejanza  en  los  vocablos  (parentesco  léxico),  sino  que 
es  necesario  mostrar  las  analogías  existentes  entre  los  sistemas  gramaticales       ^ 
de  esas  lenguas  (parentesco  gramatical),  porque  la  gramática,  como  dice 
Max  MuUer  [Ciencia  del  Lenguaje — 2*  lección  de  la  i*  serie]  es  la  sangre 
y  el  alma  del  lenguaje.     De   este  trabajo,  conducido  por  los  verdaderos 
principios  del  nuevo  método  comparado,  resultan  conceptos  generales,  es 
decir,  leyes)  estas  leyes,  comparada  entre  sí,  dan  lugar  gradualmente  á  otras 
leyes  cada  vez  más  generales.    Pedir  á  la  naturaleza  humana,  al  genio  de 
las  razas  y  de  los  pueblos  particulares,  á  las  condicione  físicas,  intelectua- 
les y  morales  en  medio  de  las  cuales  se  han  desarrollado  las  lenguas,  las 
causas  de  esos  principios  supremos  del  lenguaje,  hé  ahí  la  tarea  mas  ardua 
y  elevada  que,  preparada  por  hs  precedentes  investigaciones  y  como  para 
coronarlas,  se  propone  la  ciencia  del  Lenguaje. 


28  REVISTA   DE   CUBA. 


Diferencia  entre  la  Lingüística  y  el  estudio  practico  dk  la 
LENGUA  Y  la  FILOLOGÍA. — Nada  tan  falso  como  el  error  vulgar  que  con- 
funde el  estudio  técnico  del  lenguaje,  en  general,  y  el  de  las  lenguas  par- 
ticulares, con  el  estudio  práctico  de  un  idioma,  ya  sea  el  materno,  ya  una 
lengua  extranjera.  El  estudio  teórico  de  una  lengua  tiene  por  objeto  el  co- 
nocimiento de  la  esirudura  del  lenguaje,  ó  de  una  lengua  cualquiera;  el 
estudio  práctico,  por  el  contrarío,  tiende  á  la  posesión,  al  uso  de  aquella; 
diferencias  en  el  ñn  que  las  produce  análogas  en  el  método. 

Tampoco  debe  confundirse  la  Lingüística  con  la  Filología,  La  Filología 
ha  llegado  á  ser  en  nuestro  siglo,  gracias  sobre  todo  á  los  inmortales  traba- 
jos de  Femando  Augusto  Wolf,  la  ciencia  de  la  antigua  civilización  de  un 
pueblo,  considerada  principalmente  en  esas  vastas  y  profundas  revelacio- 
nes de  su  ser,  llamadas  lengua,  literatura,  ñlosofía.  La  idea  de  la  Filolo- 
gía es  una,  pero  las  esferas  históricas  que  puede  proponerse  como  ñn  ÓB 
"sus  indagaciones  son  varias,  y  así,  al  lado  de  la  filología  clásica  ó  greco- 
latina,  tenemos  la  filología  india,  germánica,  semítica,  egipcia  etc.  La 
Lingüística  tiene  de  común  con  la  Filología,  la  lengua;  pero  para  la  prime- 
ra es  su  objeto  único,  absoluto,  en  tanto  que  no  es  sino  una  parte  del  obje- 
to de  la  segunda,  que,  á  más  de  la  lengua,  considera  la  religión,  el  arte,  la 
filosofía,  la  literatura,  y  aun  los  usos,  instituciones,  costumbres  civiles,  polí- 
ticas y  militares  de  un  pueblo.  En  segundo  lugar,  todas  las  lenguas  son 
del  dominio  de  la  Lingüística:  todas,  aún  las  más  incultas,  aún  los  dialec- 
tos no  escritos;  en  tanto  que  la  Filología  no  se  ocupa  sino  de  las  lenguas 
de  los  pueblos  que  han  tenido  historia.  La  primera  se  ocupa  sobretodo 
de  los  sonidos  y  de  las  formas,  la  segunda  estudia  con  el  mayor  cuidado 
las  funciones  y  la  construcción.  El  lingüista  estudia  la  lengua  por  sí  mis- 
ma, para  conocer  sus  leyes:  para  el  filólogo,  el  estudio  de  una  lengua  no  es 
sino  el  medio  de  penetrar  en  una  literatiu:a,ylas  investigaciones  teóricas 
acerca  de  la  palabra  no  valen  para  él  sino  en  cuanto  le  permiten  adelantar 
más  profundamente  en  la  conciencia  de  un  pueblo  y  descubrir  las  fuentes 
ocultas  de  su  vida  nacional.  Conocer  el  mayor  número  posible  de  lenguas, 
tal  es  la  necesidad  suprema  para  el  lingüista,  que  investiga  los  caracteres 
del  lenguaje  humano  y  sus  causas;  pero  no  necesita  conocerlas  á  fondo. 
Mucho  más  restringida,  por  el  contrario,  es  la  esfera  del  filólogo,  que  no 
necesita  sino  de  un  pequeño  número  de  lenguas,  pero  que  debe  conocerlas 
tan  profundamente,  cuanto  se  lo  permitan  sus  facultades  y  sus  estudios. 
Por  ello,  la  tarea  principal  del  uno  es  la  comparación,  en  tanto  que  al  otro 
le  bastan  los  resultados  de  esta.  La  Filología  se  apoya  en  la  Crítica,  pues 
no  encontrándose  en  relación  inmediata  con  la  antigüedad,  que  es  su  obje- 
to propio,  necesita  recurrir  á  la  tradición,  que  está  sujeta  ala  influencia  déla 
voluntad  humana  y  que  la  Crítica  depura:  1%  Lingüísticaí  por  el  contrario, 


REVISTA  DE  CUBA.  ¿9 

está  en  relación  inmediata  con  su  objeto,  la  lengua  ó  lenguas,  por  lo  que 
no  necesita  de  aquella.  La  Filología  existe  desde  hace  siglos,  la  verdade- 
ra Lingüística  es  hija  del  nuestro:  la  una  es  ciencia  histórica,  la  otra  se  con- 
sidera, las  más  de  las  veces,  como  ciencia  natural. 


Nota. — £1  título  del  libro  que  estractamos  y  que  aparece  á  la  cabeza  del 
presente  artículo  con  alguns  erratas,  debe  leerse  corregido,  como  sigue: 

IfUroducHon  á  P  étude  de  la  ScUnce  du  Langc^^  par  Domenico  Pezzi,  tra- 
duit  de  ritalien  par  V.  Nourrison.  i  vol.  in-i8  de  237  páginas.  Paris.  San- 
doz  et  Fischbacher. 


LUZ  DE  AMOR. 


'*Jain6a  el  «mor 
hft  pretendido  una  ooMen  vftiio.'' 

IfUIon. 


¡Qué  ciego  es  el  mundo,  madre! 
¡Qué  ciegos  los  hombres  son! 
Piensan,  madre,  que  no  existe 
Más  luz,  que  la  luz  del  sol. 


Cuando  cruzo  los  paseos, 
Cuando  por  las  calles  voy 
Y  oigo  decir  á  mi  lado, 
— Pobre  ciegal— digo  yo, 
— Pobres  ciegos,  que  no  ven 
Mas  luz  que  la  luz  del  sol! 


Ellos  ven  lo  que  no  veo; 
Yo  veo  lo  que  ellos  nó; 
Ven  la  guerra,  más  no  pueden 
Ver  la  paz  del  corazón. — 
Ven  el  lujo,  y  de  riquezas 
Dementes  corren  en  pos, 
Y  rozándose  conmigo 
Exclaman  á  medía  voz: 


30  REVISTA   DE   CUBA* 

jPobre  ciegal  que  no  vé 
De  la  vida  el  esplendor, 
¡Pobre  ciega! — ^Y  á  mi  tumo 
Pasando,  murmuro  yo, 
¡Pobres  ciegos  que  no  ven, 
Más  luz  que  la  luz  del  sol! 


Ellos,  abriendo  los  ojos, 
Solo  ven  el  exterior 
De  la  vida  en  que  se  agitan 
Ciegos  de  torpe  ambición. 
Pero  yo,  sin  ojos,  veo 
La  pureza  del  amor, 
Fuente  rica  de  virtudes 
Y  lazo  estrecho  de  unión, 
Resorte  de  la  existencia, 
Del  entendimiento  sol, 
Luz  en  noche  de  amarguras, 
Ley  de  civilización. 

Ellos  ven  la  superficie 
Del  mundo,  su  fondo  nó. 


¿Qué  me  importa  que  los  hombres 

Tengan  los  ojos  de  alcon, 

Si  están  ciegos,  madre  mía. 

Mucho  más  ciegos  que  yo? 

Que  busquen  mentida  gloria 

De  la  lucha  en  el  horror; 

Que  persigan  la  riqueza 

Con  funesta  obcecación; 

Que  á  trueque  del  oro  arranquen 

A  la  inocencia  el  pudor; 

Que  gocen  con  la  injusticia 

Y  escarnezcan  la  razón; 

Siempre  que  á  mi  lado  pasen 

Exclamaré  con  dolon 

— ¡Qué  ciego  es  el  mundo,  madre. 

Qué  ciegos  los  hombres  son!— 

Piensan,  madre,  que  no  existe 

Más  luz,  que  la  luz  del  sol. 

JOSÉ  R0MA2V  LEAL. 


PRECIO  PROPORCIONAL  DE  LA  CAÑA. 


La  cuestión  que  ha  de  resolver  la  división  del  trabajo  en  este  país,  es  el 
precio  en  que  deba  pagarse  la  caña  de  azúcar. 

Esta  cuestión  ya  resuelta,  si  no  en  todos,  en  la  mayor  parte  de  los  países 
donde  se  trabaja  con  brazos  libres,  está,  puede  decirse,  todavia  planteada 
entre  nosotros  y  admira  que  estemos  aun  tan  desprevenidos,  como  también 
que  veríñcándose  á  cada  momento  contratos  de  esta  naturaleza  y  compelién- 
donos la  fuerza  misma  de  las  circunstancias,  no  tengamos  aun  criterio  fijo 
sobre  tan  importante  asunto,  para  que  desembarazada  de  esta  traba  la  in- 
dustria azucarera,  pueda  marchar  francamente  por  el  camino  que  ha  de  lle- 
varla á  puerto  seguro  de  salvación,  contrariada  como  se  encuentra  por  tan 
diversos  elementos  contra  ella  Conjurados,  y  que  la  amenazan  de  muerte  si 
nó  sabemos  contrarrestarlos  por  medio  de  una  incesante  vigilancia  y  una 
enérgica  voluntad. 

La  unidad  de  medida  más  común  es  un  ciento  de  arrobas,  que  hemos 
convenido  en  llamar  carretada^  por  ser  esa  la  cantidad  que  por  término  me- 
dio conduce  una  carreta,  y  es  además  la  más  racional  para  determinar  el 
tanto  por  ciento  de  la  producción  en  azúcar. 

Cien  arrobas  de  caña  en  completo  estado  de  madurez  deben  tener,  se- 
gún Payen  y  otros  sabios  químicos  que  han  ilustrado  la  materia,  diez  y 
ocho  arrobas  de  azúcar  cristalizable;  pero  si  la  caña  está  á  la  mitad  de  su 
desarrollo,  el  análisis  acusa  solo  nueve  por  ciento.  Si  la  caña  se  cosecha 
pasado  su  estado  de  madurez,  va  perdiendo  en  riqueza  sacarina,  y  asimismo 
dismiouye  esta  riqueza  cuando  abatida  por  los  vientos  ha  echado  raices 
por  sus  nudos,  cuando  ha  sido  mordida  por  alguno  de  los  animales  que  de 
ella  se  alimentan;  cuando  está  sembrada  en  terreno  nuevo  ó  de  tumba^  cuan- 
do se  han  usado  abonos  poco  apropiados,  cuando  ha  reventado  por  sus  ye- 
js^2&  dando  lugar  á  retoños  aéreos,  6  cuando  se  merma  el  ren(}ia)ieato  por 


32  .*  REVISTA   DE   CUBA, 

cualquiera  otra  de  las  causas  que,  ajenas  á  la  índole  de  este  escrito,  no 
mencionaremos  ahora;  pero  siendo  todas  ellas  tan  frecuentes,  nos  dan  el 
convencimiento  de  que  entre  la  cifra  de  i8  por  loo  que  dá  el  análisis  y  el 
promedio  racional  que  debe  atribuirse  á  un  campo  de  caña  de  un  ingenio, 
existe  una  notable  diferencia.  No  pecaremos,  pues,  de  exagerados  si  se- 
ñalamos como  promedio  racional  un  20  por  100  para  la  riqueza  sacarina 
media  de  un  campo  de  caña  en  regulares  condiciones  de  cultivo  y  cosechi- 
do  durante  el  tiempo  que  ordinarimente  duran  nuestras  moliendas. 

m 

Mucho  deberiamos  insistir  sobre  este  punto,  tan  capital;  pero  creyendo 
que  con  las  ligeras  consideraciones  que  dejamos  expuestas,  habremos  hecho 
bastante,  para  despertar  el  ánimo  á  nuestros  íabrícanfbs,  entraremos  desde 
luego  en  las  demás,  á  que  estas  pueden  servir  de  proemio;  dejando  sentado 
que  como  atribuiremos,  según  se  verá  más  adelante,  tan  solo  un  8  por  100 
y  cerca  de  2  por  100  en  mieles  sobre  la  caña,  á  la  vez  que  damos  2  por  100 
de  pérdida  por  lo  que  queda  en  el  leñoso,  el  Qultivador  no  lleva  al  fabri- 
cante una  materia  tan  rica  como  pudiera  creerífe,  y  no  tiene  derecho  por 
tanto  á  mayor  parte  que  la  que  racionalmente  le  corresponda  con  relación 
á  la  bondad  de  la  materia  que  venda. 

El  cultivador  y  el  fabricante  deben  ser  retribuidos  proporcionalmente  al 
trabajo  impendido  y  capital  que  tenga  empleado  cada  cual,  y  esta  distri- 
bución debe  Ser  sobre  el  precio  que  el  fruto  elaborado  alcance  en  el  merca- 
do, ganando  más,  cada  uno  de  ellos,  el  año  que  mejor  precio  tenga  el  azú- 
car, y  ganando  menos  ó  acaso  reportando  pérdidas  ambos,  el  año  que  el 
precio  del  fruto  elaborado  no  alcance  para  los  gastos  de  refacción.  La  pér- 
dida sufrida  por  uno  solo,  ni  seria  justa,  ni  dejaria  de  alcanzar  á  ambos  en 
último  resultado,  porque  la  ruina  del  uno  habria  de  resentir  naturalmente 
la  posición  del  otro,  que  por  necesidad  se  apoya  en  la  propiedad  del  pri- 
mero. 

Las  cien  arrobas  de  caña  elaboradas  por  los  métodos  racionales,  es  de- 
cir, al  vacio,  después  de  extraido  el  jugo  en  máquinas  potentes  que  den  del 
60  ó  62  por  100  de  guarapo,  producen  en  azúcar  de  todas  clases  8  arrobas» 
término  medio,  en  la  forma  siguiente:  5  de  primera  elaboración;  1.90  de 
segunda,  y  1. 1  o  de  tercera,  y  además  un  pequeño  residuo  en  mieles  que 
puede  calcularse  en  3  galones.  ¿Qué  parte  corresponderá  al  cultivador  y 
cuál  al  fabricante? 

Para  proceder  con  orden  debemos  principiar  por  el  fabricante,  aunque 
parezca  como  que  invertimos  los  términos,  porque  á  nuestro  parecer  es  más 
definida  la  posición  de  este,  y  con  tal  que  cubra  el  interés  y  amortización 
del  capital  dedicado  á  su  industria,  y  obtenga  un  beneficio  justo  por  su 
trabajo,  además  de  los  gastos  de  elaboración,  quedará  suficientemente  re- 
compensado; y  como  los  datos  en  que  se  apoyan  sus  cálculos  son  menos 
eventuales,  á  él  debemos  tarifar  primero,  dejando  el  resto  del  producto  de 
la  zafra  al  cultivador,  que  es  quien  tiene  que  luchar  con  los  verdaderos  pon- 


REVISTA   DE    CUBA.  33 

tratíempos,  puesto  que,  por  muy  ganancioso  que  saliera,  pronto  la  compe- 
tencia 7  la  extensión  del  cultivo  vendrian  á  equiparar  los  beneficios. 

£1  cultivador  debe  tomar  la  mayor  parte,  porque  él  crea  á  expensas  de 
muchas  y  variadas  operaciones  y  gastos  la  materia  que  el  otro  solo  tiene 
que  extraer,  y  la  crea  con  peligro  de  ver  frustados  sus  afanes,  y  sus  capita- 
les perdidos  para  siempre,  por  todas  las  causas  y  accidentes  que  contra  él 
conspiran,  y  contra  los  cuales  no  le  es  dado  prevenirse  en  la  mayoría  de 
los  casos.  Para  el  cultivador  son  los  perjuicios  de  la  disminución  de  las 
cbsecbas  por  el  empobrecimiento  del  terreno,  ó  los  grandes  gastos  para  res- 
tituirle su  fertilidad,  las  sequías  prolongadas,  las  lluvias  excesivas,  los  in- 
cendios tan  trecuentes  en  los  plantíos,  las  exigencias  exorbitantes  de  los  jor- 
naleros y  la  dificultad  de  proporcionárselos  sin  acceder  á  ellas,  por  la  re- 
pugnancia que  generalmente  hay  eotre  los  trabajadores  blancos  y  libres  de 
color  para  las  faenas  agrícolas.  Ninguno  de  estos  contratiempos  alcanza  al 
fabricante,  y  aquellos  á  que  están  expuestos  son  más  fáciles  de  preveer,  y 
por  consecuencia  de  remediar.  Lo  grave,  lo  difícil,  es  tener  buena  y  abun- 
dante caña  en  el  batey,  porque  después  de  acarreada,  el  reducirla  á  azúcar 
es  indudablemente  más  fácil  tarea.  Para  hacer  buena  azúcar  se  pueden  ob- 
tener buenos  aparatos,  tan  perfeccionados  cuanto  se  quiera,  que  den  e^ 
máximo  de  materia  extractible,  por  más  que  mucho  se  haya  dicho  en  con- 
trario; mientras  que  para  obtener  buena  y  abundante  caña  los  afanes  son 
mayores  y  las  eventualidades,  como  hemos  dicho,  más  frecuentes.  Si  nues- 
tros hacendados  llevaran  con  la  debida  separación  la  contabilidad  del  cul- 
tivo y  la  de  la  elaboración^  verian  que,  las  más  de  las  veces,  á  los  errores 
ó  contratiempos  en  el  primero  de  estos  trabajos  deben  imputarse  las  pérdidas 
que  tan  á  menudo  se  experimentan  en  esta  clase  de  fincas. 

Como  consecuencia  de  esta  doctrina,  nos  parece  fuera  de  duda  que  la 
mayor  parte  del  precio  de  la  caña  ya  convertida  en  azúcar,  corresponde  de 
derecho  al  cultivador. 

Supongamos  que  un  ingenio  central  elabore  2.000.000  de  arrobas  de  ca  - 
ña,  cuyo  producto  puede  clasificarse  de  esta  manera:  100,000  arrobas  deprí. 
mera,  19,000  de  segunda  y  11,000  de  tercera,  y  además  60,000  galones  de 
miel  del  residuo  del  tercer  producto.  Calculemos  lo  que  cuesta  su  elabora- 
ción y  nos  será  fácil  averiguar  en  la  parte  de  producto  que  quedará  pagado* 

CAPITAL  EMPLEADO. 

Batey,  dos  caballerías... « $        4,ooo 

Fábrica  de  molienda ., 15,000 

ídem  de  calderas 15,000 

ídem  de  purga 25)Ooo 

Máquina  de  moler 30,000 

Aparatos  de  elaborar 50,000 

Fábricas  auxiliares,  barracones,  platafoima  etc 50,000 

Valor  total  de  la  fibrica $        189,000 

5 


34  REVISTA   DE   CUBA. 

.     GASTO  ANUAL. 

Por  intereses  del  capital  empleado  al  lo  p  g  anual. . .  $  18,900 

Reposición  del  mismo  en  2o  años 9AS^ 

Un  admístrador 3,000 

Maestro  de  azúcar  y  meladores 4,000 

20  jornaleros  para  la  fábrica  á  1$  diario  en  120  dias. .  2,400 

Un  maquinista 2,000 

Seis  fogoneros  y  3  ayudantes  de  máquina  á   $1.50  en 

140  dias ijSgo 

20  jornaleros  para  el  combustible 2,400 

Alumbrado,  grasas  etc 2,000 

$  4S>990 

VALOR  DEL  FRUTO  ELABORADO. 

Por  los  60,000  galones  de  miel  á  $0,056  galón $  3,960 

Las  1 1,000  arrobas  azúcar  de  tercera  á  $0,75  arroba.  8,250 

Las  19,000  arrobas  de  segunda  elaboración  á  $1  ^.  19,000 

Las  j  00,000  arrobas  de  primera  id  á  $1.50 150,000  $  181,210 

Diferencia $  136,220 

Esta  diferencia  es  la  que  luego  tiene  que  distribuirse  de  esta  manera: 
I?  contribuciones;  2**,  remuneración  justa  que  el  industrial,  dueño  de 
la  fábrica,  debe  de  obtener  como  premio  de  sus  cuidados  é  inteligencia;  y 
3?  precio  de  la  materia  prima  para  elaborar. 

Con  respecto  al  primer  punto,  la  contribución  deben  satisfacerla  ambas 
entidades  proporcionalmente  al  beneficio  que  obtengan,  y  puede  calcularse 
fácilmente  sobre  la  unidad  de  medida,  objeto  del  contrato,  y  repartirla  en 
esta  forma;  por  consecuencia,  haremos  caso  omiso  de  ella,  porque  para  na- 
da debe  entrar  en  nuestros  cálculos  sobre  la  parte  que  á  cada  uno  toca  re* 
tirar  del  beneficio  común. 

Pasemos  al  segundo  punto.  Cubiertos  todos  los  gastos,  asegurada  la  re' 
posición  del  capital  y  sus  intereses,  bien  puede  darse  el  fabricante  por  satis- 
fecho con  el  beneficio  de  un  10  por  100  del  producto  neto,  beneficio  que 
para  él  lo  será  en  absoluto,  después  de  hecha  la  cuenta  en  la  forma  que 
dejamos  expuesta;  así  pues,  tendremos  que,  aplicando  el  10  por  100  al  fa- 
bricante, ó  sean  $13,622,  habremos  llegado  ala  meta  de  nuestro  trabajo,  ó 
lo  que  es  lo  mismo,  á  valorar  en  $122,598  la  materia  prima. 

Refiriendo  esta  cantidad  al  precio  en  que  consideramos  vendidos  los 
primeros  productos,  equivale  á  81,732  arrobas  de  primera  extracción,  que 
dan  4  arrobas  para  cada  carretada  de  xoo  arrobas  llevadas  á  la  fábrica  para 
ser  convertidas  en  azúcar: 

Así  pues,  de  razonamiento  en  razonamiento  y  de  cálculo  ea  cálculo,  he- 
mos llegado  á  demostrar  que  el  precio  racional  de  Icls  cien  arrobas  de  caña 
debe  ser  el  4  por  100  en  azúcar  de  primera  extracción  que  aqtieUa  produzca. 


!lEVISTA  DE  CUBA.  35 
fen  apoyo' de  nuestras  aseveraciones  traduciremos  un  párrafo  de  la  Guia 
del  fabricante  de  azúcar  ^t  Basset.  Habla  el  celebre  químico  sobre  las  fá- 
bricas centrales  de  las  colonias  donde  se  paga  al  cultivador  el  50  por  100 
por  precio  de  su  caña  y  dice:  **Cuando  los  cultivadores  reflexionen  y  do- 
minen el  egoismo  que  los  devora,  comprenderán  la  necesidad  de  ayudarse 
mutuamente,  en  vez  deservir  de  pedestal  á  ciertos  especialistas  de  Europa 
que  no  ven  en  la  miseria  de  las  colonias,  sino  una  oportunidad  de  hacer  un 
negocio,  una  especulación  que  llevar  á  cabo.  Lo  decimos  con  disgusto 
porque  esto  es  triste,  pero  lo  decimos  francamente  porque  es  nuestro  deber: 
las  fábricas  centr^des  en  la  actualidad  son  una  explotación  hábil ^  cuyo  resul- 
tado será  enriquecer  á  algunos  arruinando  á  todos  los  demás '' 

Esto  que  tan  monstruoso  parecía  á  los  ojos  del  escritor  francés,  no  lo 
debe  ser  tanto  entre  nosotros  donde  el  sistema  ostá  en  ensayo,  y  donde 
por  el  excesivo  precio  de  las  cosas  es  necesario  emplear  más  capital  para  el 
mismo  objeto,  sin  perder  de  vista  que  el  capital,  siempre  tímido,  no  se  ar- 
ries:^a  en  especulaciones  de  dudoso  éxito  sin  la  perspectiva  de  una  gran 
ganancia. 

La  deficiencia  de  contabilidad  agrícola  é  industrial  nos  tiene  aun  en  la  in  • 
certidumbre,  mientras  que,  lo  defectuoso  de  los  medios  de  elaboración  en 
general  hace  que  el  fabricante  no  obtenga  todo  el  beneficio  que  debe,  y 
por  consecuencia  no  pueda  pagar  en  su  justo  valor  la  materia  prima  que  se 
le  trae  para  elaborar,  dando  lugar  á  que,  entre  nosotros,  la.  cantidad  que 
debe  darse  en  la  práctica  al  colono,  como  hemos  convenido  en  llamar  al 
que  trae  á  moler  caña  á  un  ingenio,  sea  menor  que  la  que  racionalmente 
le  corresponde  y  que  lo  que  más  se  haya  llegado  á  pagar  sea  3  arroba^  de 
de  azúcar  por  cada  ciento  de  caña;  cifra  que  creemos  justa  mientras  no  se 
perfecciónela  elaboración  en  general,  y  mientras  no  se  resuelva,  sobre  to- 
do,  la  cuestión  de  contribuciones,  las  que  hoy  pesan  por  completo  sobre  el 
fabricante,  absorbiendo  casi  por  completo  sus  beneficios. 

Pero  no  nos  detengamos  en  este  camino;  al  contrario,  acometamos  la 
empresa,  discutamos  lealmente  esta  cuestión  con  aplicación  á  la  situación 
en  que  nos  encontramos,  seguros  deque  es  lo  único  que  ha  de  determinar  el 
verdadero  progreso,  y  de  que  la  industria  que  hoy  nos  dá  vida  y  un  puesto 
entre  los  pueblos  civilizados,  no  decaerá  y  no  disminuirá  en  lo  más  mínimo 
la  importancia  que  á  costa  de  tantos  sacrificios  hemos  conquistado. 

FERNANDO   FREYRE  DE  ANDRADE. 


EL  CONDE  KOSTIA. 


I. 


A  principios  del  verano  de  1850,  un  señor  ruso,  el  conde  Kostia  Petro- 
vitch  Lcminof,  tuvo  el  dolor  de  ver  morir  súbitamente,  y  en  la  flor  de  su 
belleza,  á  su  mujer,  doce  años  más  joven  que  él.  Esta  pérdida  cruel,  que 
no  esperaba,  lo  arrojó  en  una  violenta  desesperación  y  tratando  algunos 
meses  después  de  disipar  su  pena  con  las  distracciones  de  un  viaje  lejano, 
abandonó,  con  la  intención  de  no  volver  á  ellas,  sus  tierras,  próximas  á  Mos- 
coy.  Acompañado  de  sus  dos  hijos  gemelos,  de  edad  de  diez  años,  de  un 
pope  (i)  que  le  servia  de  ayo  y  de  un  siervo  llamado  I  van,  se  dirijió  á 
Odessa,  donde  tomó  pasaje  á  bordo  de  un  buque  mercante  que  partia  para 
la  Martinica.  Desembarcado  en  Saint-Pierre,  se  hospedó  en  una  casa  leja- 
na de  los  alrededores.  La  profunda  soledad  en  que  se  encerró  no  produjo 
al  principio  á  su  pesar  el  lenitivo  que  de  ella  esperaba:  no  le  bastaba  haber 
abandonado  su  país;  hubiera  querido  cambiar  de  planeta  y  se  lamentaba  al 
encontrar  por  doquier  la  naturaleza  tan  semejante  á  sí  misma.  Ningún  si- 
tio le  parecía  bastante  extraño  para  su  destino,  y  en  los  lugares  desiertos, 
por  donde  lo  paseaba  la  inquietud  desesperada  de  su  corazón,  se  imaginaba 
ver  de  nuevo  á  los  testigos  importunos  de  sus  pasadas  alegrias  y  del  infor- 
tunio en  que  se  habían  anegado  súbitamente. 

Hacía  un  año  que  habitaba  la  Martinica,  cuando  la  fiebre  amarilla  le  ar- 
jebató  uno  de  sus  hijos.  Por  una  reacción  extraña  de  su  vigoroso  tempe- 
ramento, se  disipó  entonces  su  sombría  melancolía,  reemplazándose  por 
una  alegría  amarga  y  sarcástica  más  conforme  á  su  carácter.  Desde  su 
primera  juventud,  había  tenido  un  gusto  por  las  chanzas  y  un  tono  burlón 


(I)    Sacerdote. 


REVISTA   DE   CUBA.  37 

en  el  espfritu,  sazonados  con  esa  gracia  irónica  en  las  maneras  propia  de 
los  grandes  señores  moscovitas  y  que  atestigua  un  largo  hábito  de  jugar 
con  los  hombres  y  con  las  cosas.  Sin  embargo  su  mejoría  no  llegó  al  ex- 
tremo de  devolverle  las  alegrías  que  manifestaba  en  otro  tiempo  en  el  co- 
mercio de  la  vida.  £1  sufnmiento  habia  amontonado  en  él  un  germen  de. 
misantropía  que  no  se  esforzaba  en  disimular  su  voz  habia  perdido  sus  no  • 
tas  cariñosas,  convirtiéndose  en  ruda  y  desigual;  sus  gestos  eran  bruscos  y 
su  sonrísa  despreciativa.  En  ciertos  momentos,  toda  su  persona  anunciaba 
una  voluntad  soberbia,  que  tiranizada  por  los  acontecimientos,  aspiraba  á 
tomar  la  revancha  sobre  los  hombres. 

Sin  embargo,  por  terrible  que  fuese  ámenudo  con  las  personas  que  le  ro 
deaban,  era  un  diablo  civilizado  el  conde  Kostia.  Después  de  permanecer 
tres  años  bajo  el  cielo  de  los  trópicos,  se  puso  á  suspirar  por  la  vieja  Euro- 
pa y  el  dia  menos  pensado  desembarcó  en  los  muelles  de  Lisboa.  Atrave- 
só el  Portugal,  la  España,  el  medio  dia  de  la  Francia,  y  la  Suiza.  En  Ba- 
silea,  supo  que  en  los  bordes,  del  Rhin  entre  Coblentza  y  Bonn,  en  un  lu- 
gar bastante  aislado,  se  vendia  un  antiguo  castillo.  Se  dirigió  allí,  compró 
aquellas  antiguas  paredes  y  todas  sus  tierras,  sin  perder  tiempo  en  regatear, 
ni  visitar  detenidamente  su  dominio.  Concluida  la  venta,  hizo  hacer  apre- 
suradamente algunas  reparaciones  urgentes  en  una  de  las  partes  principales 
de  que  se  componia  su  arruinada  mansión,  (que  llevaba  el  nombre  impo- 
nente de  fortaleza  de  Geierfels),  y  no  tardó  en  instalarse  en  ella,  prome- 
tiéndose pasar  allí  el  resto  de  sus  dias  en  un  retiro  apacible  y  estudioso. 

El  conde  Kostia  era  naturalmente  de  espíritu  vivo  y  rájúdo  que  habia 
fortificado  con  el  estudio.  Habia  am^do  siempre  con  pasión  las  investiga- 
ciones históricas;  pero  en  todas  materias  no  sabia,  ni  queria  saber  sino  lo 
que  los  ingleses  llaman  matter  of  fad^  lo  positivo.  Profesaba  un  frió  des* 
precio  por  las  ideas  generales,  que  abandonaba  de  buena  gana  á  los  soñado- 
res; ridiculizaba  todas  las  ideas  abstractas  y  á  los  espíritus  candidos  que  las 
tomaban  por  lo  serio;  profesaba  que  todo  sistema  no  es  sino  una  sinrazón  ra- 
zonada,  que  las  únicas  locuras  perdonables  son  las  que  se  dan  por  tales,  y  que 
es  propio  de  pedantes  disfrazar  sus  visiones  con  teoremas  de  geometria- 
En  general,  la  pedanteria  era  el  vicio  menos  excusable  á  sus  ojos,  y  tenia 
por  tal  la  pretensión  de  elevarse  á  los  principios  de  las  cosas  "como  si  las 
cosas,  decia,  tuvieran  principios,  y  como  si  el  azar  se  dejara  calcular."  Esto 
no  le  impedia  á  él  mismo,  emplear  mucha  lógica  para  demostrar  que  no  la 
hay  ni  en  la  naturaleza,  ni  en  el  hombre;  inconsecuencias  que  no  ocurre  á 
ios  escépticos  reprocharse;  emplean  toda  su  vida  en  razonar,  esgrimiendo 
contra  la  razón.  En  una  palabra,  el  conde  Kostia  no  estimaba  sino  los 
hechos;  creia  que,  bien  considerado,  solo  ellos  existen  en  el  mundo,  y  que 
el  universo,  concebido  en  su  conjunto,  es  una  colección  de  accidentes  que 
se  contrarían. 
Miembro  de  la  Sociedad  d¿  histma  y  de  antigüedades  de  Moscow,  habia 


3^  RE\nSTA    DE    CUBA, 

publicado  en  otro  tíempo  importantes  nemorías  sobre  las  antigüedades  eá- 
lavas  y  acerca  de  algunos  puntos  contravertidos  de  la  historia  del  Bajo  Im- 
perio. Apenas  instalado  en  el  Geierfels,  se  ocupó  en  restaurar  su  bibliote- 
ca, de  la  que  no  se  habia  llevado  sino  algunos  tomos  á  la  Martinica.  Or- 
denó que  le  enviaran  de  Moscow  la  mayor  parte  de  los  libros  que  habia  de- 
*jado  allí,  é  hizo  pedidos  importantes  á  varios  libreros  de  Alemania.  Cuan- 
do su  sarraUú  (según  decia)  estuvo  casi  completo,  se  sumergió  de  nuevo  en 
el  estudio  y  en  particular  en  su  querida  Byzantina^  de  la  cual  tenia  la  insig- 
ne dicha  de  poseer  la  edición  del  Louvre  en  treinta  y  seis  tomos  en  folio,  y 
llegó  á  formar  bien  pronto  el  ambicioso  proyecto  de  escribir  una  historia 
completa  del  imperio  Byzantino  desde  Constantino'  el  Grande  hasta  la  to- 
ma de  Constantinopla.  Se  enamoró  de  tal  modo  de  este  gran  proyecto, 
que  casi  no  comia,  ni  bebia,  pero  á  medida  que,  adelantaba  en  sus  investi- 
gaciones se  asombraba  de  la  inmensidad  de  la  empresa,  y  concibió  .el  deseo 
de  procurarse  un  ayudante  inteligente  en  quien  poder  descarga»  una  parte 
de  la  tarea.  Proponiéndose  escribir  en  francés  su  voluminosa  obra,  tuvo 
que  buscar  en  Francia  aquel  instrumento  \-iviénte  de  que  careda,  dirigién- 
dose para  ello  á  uno  de  sus  antiguos  conocidos  de  París,  el  doctor  Levios. 
**  Desde  hace  tres  años,  le  escribió,  habito  un  verdadero  nido  de  buho,  y  os 
agradecería  en  extremo  que  me  procurarais  una  joven  ave  nocturna,  capaz 
de  permanecer  dos  ó  tres  años  en  im  feo  agujero,  sin  morirse  de  fastidio. 
Haceos  cargo;  necesito  un  secretario  que  no  se  contente  con  tener  buena 
letra,  y  escribir  el  ftancés  algo  mejor  que  yo:  lo  quema  ñlólogo  consumado 
y  helenista  de  primera  clase,  uno  de  esos  hombres  tales  como  deben  encon- 
trarse en  París,  nacidos  para  ser  del  Instituto  y  cuya  vocación  contraría  el 
encadenamiento  de  causas  secundarias.  Si  conseguis  descubrirme  tan  pre- 
cioso sujeto,  le  dar^  la  mejor  habitación  de  mi  cantillo  y  doce  mil  francos  de 
lionoraríos.  Estimaria  mucho  que  no  fuese  un  necio,  y  en  cuanto  al  carácter 

nada  digo,  me  hará  d  favor  de  tener  el  que  me  convenga " 

Mr.  Le>nns  tenia  amistad  con  un  ióven  lorenés,  llamado  Gilberto  Savile 
sabio  de  gran  mériK\  que  hacia  muchos  años  habia  abandonado  á  Xancy 
para  >Tnir  á  tentar  fortuna  en  Paris.  A  los  ^'«inte  y  biete  años,  habia  pre- 
sentado en  un  concurso  abiertx^  ix>r  la  Academia  de  InscripNáones  una  me- 
moria sobre  la  lengua  ctrusca  que  gano  d  premux  y  tué  declarada  por  una- 
nimidad una  obra  nuestra  do  sagaz  eiudicion.  Elspero  algún  tiempo  que 
^ucl  primer  éxito,  que  le  habia  granjeado  reputación  en  el  mando  sabio 
le  ayudaria  á  obtener  alifun  puesto  lucr.\tivo.  y  a  salir  de  la  siniadon  pre- 
CAria  en  que  se  cnov^iutraba^  pero  no  fué  así.  Su  mentó  obligaba  á  que  se  le 
estimara,  la  elegancia  de  sus  maneras  y  d  encanto  de  su  trato  le  concHiaban 
la  benc\^^lencia;  sus  relaciones  oran  numerosas:  <:e  le  acoiia  v  acariciaba. 
Ha$ta  o1mu\x\  mu  halwla  í\^hcitadv\  la  entrada  en  mas  de  un  salón,  en  los 
que  cniXWtraba  homlMxs  que  \vviian  serie  útiles  y  asegurar  su  porvenin  de 
nada  le  sintió  «ín  embarigvx  y  i)o  pudo  oicontrar  empleo  alguna    Lo  que 


REVISTA   DE  CUBA.  39 

más  le  dañaba  era  aquella  independencia  de  opiniones  y  de  carácter  que  le 
era  propia.  Con  solo  verlo,  se  adivinaba  en  él  á  un  hombre  incapaz  de  de- 
jarse atar  las  manos,  y  la  única  lengua  que  aquel  hábil  filólogo  no  podia 
aprender,  era  la  jerga  de  pandilla.  Añádase  a  esto  que  Gilberto  era  un  al- 
ma contemplativa  con  todas  sus  fierezas  é  indolencias;  dar  pasos,  agitarse, 
solicitar,  era  para  él  un  suplicio.  Podían  olvidarse  impunemente  de  las  pro- 
mesas que  se  le  hacian,  pues  no  era  hombre  que  insistiera  de  nuevo,  y  co- 
mo por  otra  parte  nunca  se  quejaba,  nadie  se  sentía  dispuesto  á  compadecer 
lo.  En  una  palaora,  entre  las  personas  que  estaban  en  disposición  de  pro- 
tejerlo  y  alentarlo,  unos  decian  sin  pensarlo:  ¿para  qué  necesita  de  nuestro 
apoyo?  un  talento  tan  notable  sabrá  abrirse  camino  por  sí  solo.  Otros  pen- 
saban sin  decirlo:  "es  otro  Letronne;  una  vez  en  marcha,  sabe  Dios  donde 
se  detendrá."     Otros,  en  fin,  decian  y  pensaban:  "este  joven  es  encantador, 

tan  discreto no  es  como  fulano  y  sutano" Indiscretos  todcs,  pero  que 

estaban  ya  colocados. 

Las  dificultades  de  su  vida  habian  hecho  á  Gilberto  serio  y  reflexivo;  no 
habian  ni  depnmido  su  corazón,  ni  apagado  su  fantasía.  Era  demasiado 
sensato  para  revelarse  contra  su  destino,  pero  estaba  decidido  á  sobrepo- 
nérsele. 

"Eres  tanto  cuanto  puedes,  le  decia,  pero  no  te  lisonjee  la  idea  de  que  te 
tome  nunca  por  medida  de  mis  pensamientos," 

Era  un  alma  singular  la  de  Gilberto:  cuando  habia  sufrido  algún  disgus- 
to, algún  sinsabor,  cuando  se  habia  visto  frustrado  en  alguna  esperanza 
querida,  cuando  alguna  puerta  entreabierta  se  cerraba  bruscamente  para  él, 
abandonaba  por  algunas  horas  sus  ocupaciones  habituales  y  se  marchaba  á 
herborizar  por  los  alrededores  de  Paris,  bastándole  este  ejercicio  para  olvi- 
darlo todo. 

Después  de  haber  leido  la  carta  de  Mr.  Leminof,  el  doctor  Lerins  se  di- 
rigió á  Gilberto:  le  pintó  al  conde  Kostia,  tal  como  se  lo  representaban 
sus  recuerdos  algo  lejanos;  aún  mas,  le  hizo  prometer  que  antes  de  decidirse, 
pesaría  maduramente  el  pro  y  el  contra;  pero,  en  cuanto  se  separó  de  su 
joven  amigo: 

"No  obstante,  creo  que  rehusará,  dijo  para  sí,  ¡seria  demasiada  buena 
fortuna  para  ese  boyardo!  No  veo,  de  su  cara  tan  moscovita,  sino  un 
enorme  par  de  cejas,  las  más  espesas,  las  más  altaneras  que  han  existido,  y 
quizás  á  esto  se  reduce  todo.  jHay  hombres  que  son  todo  cejas!  ¡Qué 
contraste  con  nuestro  querido  Gilberto!  Esa  mezcla  de  fuerza  y  de  dulzu- 
ra que  se  muestra  en  él,  esa  noble  cabeza,  esa  ancha  firente  despejada,  sus 
grandes  ojos  azules  en  que  se  pintan  curiosidades  tan  benévolas,  su  aire  de 
gravedad  recojida,  con  frecuencia  animada  por  una  sonrisa  joven  y  firesca 
tan  en  armonía  con  la  limpidez  de  la  mirada,  su  voz,  pura,  clara,  franca, 
algo  canora,  que  sabe  dar  alas  cosas  del  espíritu  como  un  acento  del  cora- 
ron  .¿qué  baria  de  todo  esto  el  conde  Kostia?    En  ciertos  momentos, 


i 


40  REVISTA   DE   CUBA, 

no  lo  niego,  sabia  ser  amable,  gracioso,  seductor;  pero  ocultaba  sus  garras. 
A  la  verdad,  entregarle  á  Gilberto,  ¡sería  arrojar  una  perla  entre  las  patas 
de  un  leopardo!" 

Así  discurria  Mr.  Lerins;  pero  dos  horas  después  recibió  Gilberto  una 
carta,  que  lo  decidió  á  partir  para  el  Geierfels,  y  que  le  dirijía  uno  de  los 
conservadores  de  la  Biblioteca  Imperial,  anunciándole  que  acababa  de 
darse  una  plaza  vacante  en  el  departamento  de  los  manuscritos  á  uno  de 
sus  competidores,  menos  recomendable  por  su  mérito,  pero  nacido  al  pare- 
cer bajo  mejor  estrella.  Sus  últimas  líneas  decian:  '*no^  desalentéis;  te- 
neis  el  bastón  de  mariscal  en  vuestra  cartuchera;  un  hombre  como  vos,  es- 
tá seguro  de  su  porvenir.' ' 

"jMe  repetirán  lo  mismo  hasta  la  víspera  de  mi  muertel"  sé  dijo  Gil- 
berto, moviendo  la  cabeza,  y  sin  detenerse  corrió  á  casa  de  Mr.  Lerins. 

El  doctor  procuró  quebrantar  su  resolución,  pero  viendo  que  era  trabajo 
perdido. 

Mi  querido  Gilberto,  acabó  por  decirle,  estáis,  pues,  decidido;  permitid " 
me  daros  algunos  cortos  consejos.    Tengo  el  honor  de  conocer  á  ese  gran 
señor  moscovita,  con  quién  vais  á  vivir  íntimamente  en  'un  retiro  salvaje  y 
creo  sabérmelo  de  memoria.     Os  suplico  que  no  os  dejéis  ganar  por  los  en- 
cantos de  su  espíritu,  por  las  seducciones   de  sus  maneras.     Por  amor  á 
Dios,  no  vayáis  á  amar  á  ese  hombre,  no  le  deis  la  cien  milésima  parte   de 
vuestro  corazón;  seria  inútil,  y  más   tarde  os  avergonzaríais  de  haber  sido 
engañado  en  el  trato. ...  En  seguida  pensad  que  si  da  un  honorario  de  do- 
ce mil  francos  á  su  secretario,  es  porque  pretende  exijir  mucho  de  él.  Dan- 
do y  dando,  ojo  por  ojo.     Y  recordad  además  estas  palabras  de  su  carta- 
*4a  joven  ave  nocturna  me  hará  el  favor  de  mostrar  el   carácter   que   me 
convenga."    Así  el  conde  Kostia  os  pedirá  por  valor  de  doce  mil   francos 
dé  abnegación.     ¿Tenéis  la  suficiente?  es  menester  que  dispongáis  de  esa 
suma.     Por  favor,  sed  consecuente,  y  después  de  haber  aceptado  el  contra- 
to, no  vayáis  á  disputar  por  obtener  una  rebaja.     Esos  ergotismos   no  os 
conducirian  á  nada  y  vuestra  dignidad  sufriría  á  causa  de  ello.     Tal  es  mi 
segundo  consejo,  y  hé  aquí  el  tercero,  porque  siempre  es  bueno  raciocinar 
con  método.  Este  gracioso  boyardo  ya  no  cree  en  nada,  es  el  rey  de  los  es- 
cépticos  y  estad  seguro  de  que  el  desencanto  ruso  alcanza  dimensiones  in 
calculables.     Este  hombre  no  tiene  creencias  y  aún  dudo  que  tenga  opinio- 
nes; no  le  dejéis,  pues,  sospechar   vuestra  entusiasmo,  pues   le  serviria  de 
diversión.     Ya  creo  verlo  alargando  sobre  esta  presa  sus  uñas  encorvadas 
de  gato  salvaje.  ¡Qué  vuestro  corazón  se  haga  el  muerto,  mi  querido  Gilber- 
to! sino,  ¡cuidado  con  los  golpes  de  sus  garras!     Porque,  decid  lo  que  gus- 
téis,  creo  que  vuestra  alma  es  una  verdadera  sensitiva;  no   es  necesario 
punzarla  mucho  para  hacerle  sufiir. 

— ^Y  ahora  á  mi  vez,  dijo  Mad.  Lerins,  que  habia  llegado  á  tiempo  para 
ornar  parte  en  la  conferencia,  escuchadme  bien;  querido  señor.  Mr.  Le- 
t 


REVISTA  DE   CUBA.  4^ 

rins  se  imagina  que  e!  Geierfels  es  una  Tebaida,  pero  yo  no  lo  creo.  Cuan^ 
do  Mr.  Leminof  estaba  aquí  frecuentaba  de  buena  gana  la  sociedad,  no  to- 
mo por  lo  serio  su  gusto  por  el  aislamiento.  Veréis  como  vais  á  encontrar 
allí  ñestas,  bailes,  galas,  cabalgatas,  polacas  de  aspecto  lánguido,  princesas 
de  teatro,  bellezas   tungusas,  rosas  blancas,  sombreros  de  penacho,  ríos  de 

diamantes,  aventuras,  cartas  tiernas,  aires  de  guitarra ¡y  no  sé  qué  más! 

¡Pobre  filósofo!  ¿qué  será  de  vos  en  este  torbellino?  Temo  que  no  se  os 
vaya  la  cabeza,  y  he  aquí  el  consejo  que  os  doy,—  aceptadlo  como  sensato, 
aunque  no  esté  dividido  en  tres  partes  como  el  sermón  de  Mr.  Levins: — no 
cometáis,  señor  mió,  la  necedad  de  entregar  vuestro  corazón  al  mundo;  el 
mundo  es  un  perro  mal  educado  que  nada  devuelve. 

— ^Ved  lo  que  son  las  mujeres!  exclamó  Mr.  Levins,  encojiéndose  de 
hombros;  sus  consejos  no  tienen  sentido  común.  Mme.  Levins  raciocina 
como  aquella  excelente' madre  cuyo  hijo  partia  á  hacerse  minero,  y  que  le 
^ntroducia  en  el  fondo  de  su  baúl  un  preservativo  contra  las  insolaciones. 

Gilberto  no  pudo  menos  de  convenir  en  que  le  aconsejaban  demasiado, 
y  que  Boüeau  se  despacha  á  su  gusto,  cuando  dice: 

Aceptad  que  os  aconsejen,  y  nó  que  os  elogien. 

**Sí  alguna  belleza  tungusa  me  desgyrra  el  corazón,  contestó  riendo  á 
Mme.  Levins,  recojeré  cuidadosamente  todos  los  pedazos,  os  los  traeré,  los 
reuniréis  y  me  haréis  con  ellos  un  corazón  casi  nuevo. 

Ocho  días  después  estaba  en  camino. 

VÍCTOR  CñERBULIEZ. 


DOS  PERLAS. 


Si  miras,  ángel  mió, 
£n  blanca  flor  posarse 
Dos  gotas  transparentes  de  rocío, 

Y  del  sol  á  la  luz  evaporarse, 

Nuestras  almas  recuerda. 
En  la  pureza  del  amor  unidas 

Y  á  su  mágica  luz  desvanecidas. 


JÓSE  ANTONIO  CORTINA. 


MISCELÁNEA. 


Indicios  de  la  antigüedad  de  los  Indios  de  la  Amírica  del  Norte 
BASADOS  EN  LOS  RESTOS  DE  SU  INDUSTRIA  POR  J.  Abbot.  —  [En  The  Ameri" 
can  Nahiralist.  Boston,  iByó,  número  i.] — En  uaa  serie  de  artículos  inserto 
en  el  tomo  IV,  año  de  1872  del  Naturalista  Americdho  Mr.  Abbot  había 
llamado  la  atención  tanto  acerca  del  gran  número  de  objetos  é  'instrumen- 
tos de  piedra  encontrados  en  el  centro  de  Nueva  Jersey,  [E.  U.  |,  como 
sobre  su  forma.  Al  distinguir  los  de  piedra  tallada  de  los  de  piedra  pulí- 
mentada,  creyó  que  lar  presencia  de  ambas  atestiguaba  un  desarrollo  natu- 
ral, una  modificación  gradual  de  una  íorma  á  otra.  Pero  habiendo  practica- 
do nuevas  escavaciones,  se  propone  en  el  presente  trabajo  examinar  más 
atentamente  sus  resultados,  á  fin  de  responder  al  propio  tiempo  á  las  ob- 
servaciones que  se  le  han  dirigido;  á  saber,  si  los  dos  procedimientos  de  £&- 
bricacion  no  indicarían  por  el  contrario,  la  presentación  sucesiva  ó  simultá- 
nea de  dos  pueblos  diferentes.  Mr.  Abbot  se  pronuncia  ahora  por  esta  últi- 
ma, basando  su  opinión  en  la  forma  enteramente  distinta  de  los  objetos 
que  ha  recogido,  y  también  en  las  tradiciones  de  los  indios,  que,  según 
sus  leyendas,  8e  apellidan  pueblo  usurpador.  Los  instrumentos  más  anti- 
guos de  piedra  tallada,  serian,  pues,  el  único  vestigio  actual  del  pueblo  que 
ocupaba  esta  parte  de  la  América  antes  de  la  llegada  de  los  Indios.  Tam- 
bién ha  encontrado  vastos  talleres  de  fabricación  de  puntas  de  flechas  y 
otros  instrumentos,  de  lo  que  no  dejan  duda  montones  de  astillas  al  lado 
(de  objetos  terminados.  Finalmente,  computando  los  años  según  la  edad 
probable  de  los  depósitos  que  en  ciertos  puntos  ha  cubierto  dichos  restos 
avalúa,  pero  con  reserva,  en  diez  mil  años  próximamente  el  tiempo  que 
tienen  de  enterrados.  El  punto  más  comprobado  que  se  desprende  de  su 
trabajo,  es  sin  duda  la  seguridad  deque  el  período  paleolíthico  ó  de  la 
piedra  tallada,  ha  tenido  sus  representantes  en  ilmérica. — G,  Kuhff. 


REVISTA   DE    CUBA.  43 

DEScuBRiinENTos  ARQUEOLÓGICOS. — El  coTresponsal  ea-Leipzic  de  El 
Ttffus  de  Londres  )e  da  los  siguientes  interesantes  pormenores  sobre  los 
trabajos  del  Dr.  Schlieman. 

"El  Dr.  Schlieman  se  e^^cuentra  ahora  tan  ocupado  en  la  excavación  de 
las  tumbas  descubiertas  en  el  Acrópolis  de  Micenas,  y  en  la  esmerada  co- 
locación de  los  tesoros  que  ha  sacado  á  luz,  que  le  falta  tiempo  para  una 
minuciosa  relación  de  su  hallazgo,  pues  para  hacerla  superficialmente  nece- 
sitaria^  segim  dice,  más  de  una  semana.  Las  excavaciones  de  Micenas  se 
hacen  enteramente  á  cosía  del  doclc,  aunque  todo  lo  que  se  encuentre  se 
entregará  al  gobierno  de  Grecia,  para  depositarse  en  el  museo  de  antigüe- 
dades de  Atenas.  Acompañan  al  Doctor  en  sus  pesquisas,  su  esposa  j  algu- 
nos anticuarios  griegos/* 

En  carta  del  >9  de  noviembre  decia  Schlieman  lo  siguiente: 
"A  siete  y  medio  metros  (25  pies)  de  profundidad,  encontré  ayer  otras 
tres  tumbas  enormes,  cortadas  en  la  roca,  cuyo  contenido  sacaremos  en  es- 
ta semana.  Nada  demuestra  tanto  la  veneración  de  los  habitantes  de  Mi- 
cenas  á  estos  sepulcros,  como  las  antiquísimas  lápidas  que  he  encontrado  á 
tres  y  hasta  seis  pies  debajo  de  las  o^ras,  descntas  ánc.  Cuando  las  lápi- 
das primitivas  habían  ya  desaparecido  bajo  el  cúmulo  de  tierra  y  escom- 
bros que  durante  algunos  siglos  se  habían  aironto^?do  sobre  ella->^  la  tra- 
dición habis  conservado  tan  exactamente  en  la  memoria  el  lugar  que 
ocuparon,  que  los  nuevos  monumentos  (probablemente  del  siglo  13  A.  C.) 
se  construyeron  en  el  mismo  pun¿o  sin  variación.  Toda  la  alfarería  encon- 
trada á  dos  metros  encima  de  los  sepulcros  cavados  en  la  roca,  parece  he- 
cha á  mano,  de  color  negro  lustroso  por  dentro  y  hiera,  ó  verde  pálido  ó 
rojo,  rudamente  adornados  con  círculos  ó  líneas  espirales  negras  ó  de  rojo 


oscuro.'^ 


En  carta  de  Micenas  dice  el  Doctor; 

"Remito  el  dibujo  de  una  copa  y  una  diadema  de  oro,  y  de  una  lanza  de 
bronce,  encontrados  hoy  en  la  tumba  que  se  distingue  por  el  bajo  relieve 
de  las  serpientes.  Dentro  y  en  derredor  de  estos  sepulcros  ha  salido  á  luz 
un  nuevo  mundo  de  espléndidas  obras  de  alfarería,  y  multitud  de  cuchillos 
obsidianos.  En  este  momento  voy  á  abrir  un  sepulcro  de  inmensas  dimen- 
siones. Encima  de  este  hay  un  altar  ciclópeo.  Espero  encontrar  debajo  al- 
gunos tesoros." 

En  otra  carta  del  24  dice  Schliemann: — ''Son  cinco  los  sepulcros  abier- 
tos. En  el  menor  eneontré  ayer  los  huesos  de  un  hombre  y  de  una  mujer 
cubiertos  por  cinco  kilogramos  por  lo  menos  de  adornos  de  oro  puro,  c  >n 
admirables  labores.  Hasta  la  más  diminuta  lámina  está  cubierta  d  ^  esas  la- 
bores Hoy  he  acabado  de  vaciar  el  sepulcro,  y  he  recogido  gran  cantidad 
de  hojas  de  oro,  ornamentadas  hermosamente;  también  gran  número  de 
aretes  y  adornos  representando  un  altar  y  dos  pájaros.  Uno  de  los  pendien- 
tes representa  á  Hércules  matando  el  león.  También  hemos  encontrado 


44  REVISTA   DE   CUBA, 

dos  cetros  con  cabos  de  cristal  maravillosamente  esculpidos.  Apenas  abier* 
to  el  segundo  sepulcro  apareció  una  copa  de  oro  con  bellísimas  labores,  y 
cuatro  grandes  vasos  de  bronce.  Este  es  el  más  grande  y  probablemente 
contendrá  mayores  tesoros.  Tengo  la  íntima  convicción  de  que  estas  tum- 
bas son  las  mismas  que,  según  Pausanias,  la  antigua  tradición  designaba 
como  pertenecientes  á  Atreo,  Agamenón,  Casanda,  Eurimedonte,  etc.  etc. 
¡Pero  cuánto  difiere  de  la  de  Troya,  la  civilización  que  revelanl 


Estadística  de  las  poblaciones  y  lenguas  de  los  Eslavos. — Los 
pueblos  eslavos  establecidos  en  la  Europa  oriental  hablan  ocho  len- 
guas diferentes,  cinco  al  ñor  átsiQ^el  tcheco  j  el  sorabo^  elpolcUo^  el  ruso  y  el  ru- 
AeniOftxes  al  Sur,  el  eslovem'o,  elcroatosetbioy  el  búlgaro. 

El  tcheco  ocupa  el  centro  y  la  parte  oriental  de  la  Bohemia  y  la  Moravia, 
hablándose  al  éste  de  la  Mora  via,  (al  norte  de  Hungría,]  el  eslavcuoy  dialecto 
del  anterior.  A  6.349,800  asciende  el  número  de  tchecos,  moravos  y  eslova- 
cos de  la  Austro  Hungría,  de  los  que  corresponden  4  551,300  ala  Cisleithania 
ó  corona  austriaca  y  1.798,500  á  la  Transleithania  ó  corona  húngara. — El 
sorabiOj  llamado  también  sorbió j  servio  de  Lusacia  ó  vindio^  se  habla  mas  al 
norte  del  tcheco^  en  territori-^  del  imperio  alemán,  ó  segn  dos  terceras  partes 
de  su  territorio,  en  Prusia,  y  la  otra  en  Sajonia,  estando  invacUdas  por  el 
alemán  sus  localidades  mas  importantes  [Kottbus^  Bautzen]  y  separado 
por  un  espacio  de  doce  leguas  de  la  frontera  tcheca,  en  el  cual  se  habla  ale- 
man.  Su  número  no  pasa  de  131,000,  de  la  que  corresponden  80,000  á  la 
Prusia,  y  50,000  á  Sajonia. — YXpoUuOy  mas  al  norte  y  al  nordeste  del  ante 
rior,  es  hablado  por  9.615,000  individuos,  repartidos  entre  Rusia,  Austro 
Hungria  y  Prusia,  ó  sean  4.700,000,  2.465,000  *y  2.450,000,  respectiva- 
mente. El  rutJienio,  al  este  del  polaco,  hablado  en  Rusia  y  Austro  Hungría, 
ocupa  la  Galitzia  oriental,  bien  que  en  su  capital  Livow  ó  Lemberg,  se  ha- 
bla el  polaco.  Los  ruthenios  de  Rusia  son  11.500,000  comprendidos  los 
Cosacos,  y  los  de  Austro  Hungría  suben  á  3.050,000  por  lo  menos,  dando 
un  total  de  14.500,000.  Dicha  lengua  llamada  también /^^t^^  niso^  rus- 
niaco^  pequeño  rusiafio,  ocupa  casi  la  quinta  parte  de  la  Rusia  europea,  par- 
te meridional. — El  ruso,  está  rodeado  al  norte  y  éste  por  idiomas  de  origen 
altaicOy  lenguas  de  muy  distinta  procedencia,  y  al  sur,  por  el  ruthenio;  es  ha- 
blado en  la  Rusia  europea,  Finlandia,  Siberia,  Polonia  y  el  Cáucaso  por  no 
menos  de  51,920,000  individuos,  y  de  los  79.000,000  próximamente  del  im- 
perio, 61.400,000  hablan  lenguas  eslavas  [ruso,  polaco,  rutheni^»,  búlgaro}. 
— El  búlgaro,  ocupa  la  mayor  parte  de  la  Turquía  europea,  su  frontera  oc- 
cidental es  la  Albania,  al  sur,  bandas  del  litoral  de  los  mares  Archipiélago 
y  de  Mármara,  en  los  cuales  se  habla  griego  y  turco;  al  éste,  se  aproxima 
al  mar  Negro,  al  norte,  el  Danubio  de  Widin  á  Silistria,  Su  número  ascien- 
de á  5.500,000,  inclusos  los  búlgaros  de  la  Rusia  del  sudeste  y  de  la  Besa- 


REVISTA   DB   CUBA-  45 

rabia  cedida  á  Rumania  por  el  tratado  de  París. — ^El  croata  serbio^  al  oeste 
del  búlgaro,  es  hablado  en  Serbia,  Bosnia,  Herzegovina,  Montenegro,  Croa- 
cia, Eslavonia,  Dalmacia,  casi  toda  la  Istría,  y  una  parte  de  la  Hungría  me- 
rídional  [Zombor]  por  cerca  de  6.000,000  de  habitantes. — El  eslavenio^  más 
al  oeste,  se  extiende  por  Carínthia,  Estyria  raerídional,  Camiola  y  parte  del 
norte  de  la  Istría,  y  es  hablado  por  1,200.000  habitantes. 

Como  se  ve,  las  diversas  poblaciones  eslavas,  se  encuentran  comprendi- 
das en  Rusia,  Austro  Hungría,  Turquia  y  Alemania,  independientes  unas, 
sometidas  otras  á  distintas  nacionalidades  [alemanas  y  turcas]  y  algunas  á 
pueblos  del  mismo  grupo  eslavo  [polacos].     De  los  36.000,000  de  Austro 
Hungría,  16.169,000  son  eslavos,  ó  sea  cerca  de  la  mitad  [44  á  45  por  100], 
pues  de  los  demás,   9.000,000   son   alemanes,  5.500,000  son   magyares  ó 
húngaros,  y  3.900,000  rumanos.   En  Turquía  encontramos  entre  Serbios  y 
Búlgaros,  6,800,000  eslavos,  1.350,000  albaneses,  1.000,000  de  griegos,  y 
1 .500,000  turcos,  sin  contar  los  tátaros  y  circasianos  que  la   Puerta  ha  lle- 
vado á  la  península  de  las   Balkhanes  con  esperanza  de  opetierla-^  al  ele- 
mento eslavo.  Aunque  los  búlgaros  hablen  una  lengua  eslava, son  en  unión 
de  los  Húngaros  y  de  los  turcos  ú  osmanlies,  las   tres  únicas   poblaciones 
de  origen  altaico  que  en  los  tiempos  modernos  se  hayan  establecido  en  Eu- 
'^P^y  y  que  por  sus  conquistas  han  diseminado  las  poblaciones  eslavas,  an- 
tes geográficamente  unida^^.     Los  búlgaros  llegaron  á  la  peninsula  de  los 
Balkhanes  en  el  siglo  séptimo  de  nuestra  era  [679]  y  conquistaron  el   país, 
pero  fueron  á  su  vez  conquistados  por  los  vencidos,  á  los  cuales  dieron  su 
nombre  de  Búlgaros,  recibiendo  su  civilización  y  su  lengua,  una  lengua  eslava. 
Los  eslavos,  pues,  no  hablan  todos  la  misma  lengua,  ni  pertenecen  á  la  mis- 
ma raza,  bien  que  se  les  aplique  el  nombre  de  raza  eslava,  con   la  misma 
impropiedad  que  se  dice  raza  latina,  raza  germánica,   etc.    La  Antropolo-  • 
gia  ha  demostrado  que  la  concordancia  histórica  de  las  razas  y  de  las  len- 
guas,  es  una  ficción,   bien  que  á  veces  se  correspondan.  No   hay  co- 
mo se  cree,  una  sola  y  única  raza  rusa,  una  raza  polaca  ó  croata,  ni  con  ma- 
yor razón,  una  raza  eslava  del  norte  y  una  raza  eslava  del  sur,  menos  aun, 
una  raza  eslava.    Los  caracteres  antropológicos  [talle,  tinte,  ojos,  cabellos, 
proporción  de  los  miembros,  cráneo]  de  los  diferentes  pueblos  eslavos,  no 
dejan  duda  alguna,   y  así  lo  ha  demostrado   el  distinguido  lingüista  Abel 
Hovelacque;  de  quien  tomamos  los  datos  anteriores   [Revue  scientifique  n? 
del  28  de  octubre  de  1876]  en  un  trabajo  presentado  en  la  quinta  reunión 
de  la  Asociación  francesa  para  el  adelanto   de  las  ciencias,  de   Clermont 
Ferrand;  memoria  que  extractaremos  igualmente  en  un  número  próximo. 


Meteorología. — Mr.  Ragona  director  del  Real  Observatorio  de  Móde- 
na,  ha  comunicado  á  la  Sección  de  Meteorología  de  la  Asociación  Francesa^ 
los  notables  resultados  que  ha  consegmdo  mediante  el  uso  del  anemómetro 


4^  REVISTA  DÉ  CUBA, 

indicador.  Separando  las  indicaciones  horarias  del  instrumento,  de  manera 
que  UDO  de  Icí  registros  sirva  sólo  para  las  horas  del  dia,  y  el  otro  para 
las  de  (a  noche.  Mr.  Ragona  divide  los  vientos  en  dos  grandes  clases, 
orientales  ^  occidentales:  orientales  todos  los  que  soplan  de  la  mitad  N. — 
E.— S.  del  horizonte:  occidentales  los  de  la  otra  mitad.  El  resultado  de  sus 
observaciones  manifiesta  que  durante  el  dia  los  vientos  orientales  son  los 
que  soplan  generalmente;  durante  la  noche  los  occidentales.  De  aquí  una 
nueva  prueba  de  la  rotación  de  la  tierra. 

También  óa  descubierto  Mr.  Ragona  una  relación  singular  entre  la  tem- 
peratura y  Ja  presión  atmosférica.  Trazando,  tras  una  larga  serie  de  buenas 
observaciones  la  marcha  anual  de  la  presión  atmosférica,-  se  obtiene  una 
cuvva  con  tres  máximos  y  tres  mínimos,  al  menos  en  toda  Italia,  desde  Mi- 
lán hasta  Palermo.  Por  otro  lado,  trazando  el  curso  anual  de  la  tempera- 
tura, resulta  una  curva  con  un  solo  máximo  y  un  solo  mínimo.  Si  luego 
calculamos  la  variación  medía,  en  todo  el  año,  de  la  pt^esion  atmosférica, 
veremos  con  sorpresa  que  aquella  va  siguiendo  muy  senáblemente  la  mar- 
cha anual  de  la  temperatura.  Si  la  observación  se  hace  á  la  inversa,  es  de- 
cir, si  se  calcula  la  variación  media  de  la  temperatura  en  todo  el  año,  se 
verá  también  que  sigue  la  curva  anual  de  la  presión  atmosférica. 


Academia  de  Ciencias  de  París, — De  los  anales  de  la  últimas  sesiones 
exirrctamos  o  que  sigue: 

— Mr.  Declat  ha  dado  cuenta  de  nuevas  observaciones  relativas  á  la  cu- 
ración de  la  f?ebre  tifoidea  por  medio  del  ácido  fénico  y  el  fenato  de  amo- 
niaco eo  pociones  y  en  inyecciones  subcutáneas,  en  altas  dosis.  El  autor 
observa  primero;  que  la  fermentación  tifoidea  es  análoga  á  la  fermentación 
alcohólica,  en  cuanto  hace  elevar  la  temperatura;  y  segundo,  que  los  gló- 
bulos de  sangre  cesan  en  sus  funciones  y  probablemente  mueren  á  una 
temperatura  que  pase  de  42  grados.  La  sangre  se  espesa  y  circula  con  di- 
ficultad enjlas  capilares,  á  partir  de  los  40  grados.  De  aquí  tres  medicaciones 
claramente  indicadas:  i9  impedir  cuanto  sea  posible  la  elevación  de  la 
temperatura,  destruyendo  el  fermento  tifoideo,  productor  de  calórico;  2? 
impe'lir  qi^e  la  temperatura  líegue  á  42  grados,  sustrayendo  el  calórico  me- 
cánicamente; y  3?,  introducir  en  la  sangre  un  agente  inocuo,  que  liquidán- 
dola momentáneamente,  facilite  no  sólo  la  circulación  en  los  capilares 
sino  también  el  contacto  del  antifermento  con  el  fermento  en  Ja  misma 
sangre.  Según  M*.  Declat,  estas  tres  indicaciones  se  llenan,  la  primera:  por 
la  introducción  del  antifermento,  (ácido  fénico)  en  bebidas  y  en  inyeccio- 
nes subcutáneas,  la  segunda  por  medio  de  lociones  y  baños  frios,  la  tercera 
por  el  fenato  de  amoniaco.  El  autor  entra  después  en  pormenores  del  trata- 
miento que  con\dene  en  todas  las  fases  de  la  enfermedad. 

— Mr.  Fordos  ha  encontrado  im  procedimiento  para  descubrir  Idi  fuchsi- 


REVISTA   DE  CUBA.  47 

«íí  en  los  vinos;  y  es  como  sigue.  Tómense  diez  certímetros  cúbicos  de 
vino,  y  agítense  vivamente  con  diez  gotas  de  amoniaco  puro,  en  un  tpbo 
c'e  pnieba.  A  la  mezcla  se  agregan  desde  5  hasta  10  centímetros  cúbicos 
de  c'oroformo;  agítese  bien  y  viértase  todo  en  un  embudo  de  vidrio  con 
llave.  Cjando  el  cloroformo  llegue  al  fondo  del  embudo,  se  abrirá  la  la- 
ve par?,  recogerlo  dentro  de  una  cápsula  de  porcelana,  que  se  pondrá  en  un 
baño  de  arena.  Métase  dentro  del  cloroformo  "n  retazo  de  tela,  de  seda 
blarca,  y  caliéntese  el  baño.  Si  el  vino  con  Jie^Kít  fue hsina,  esta  aparecerá 
coior^rdo  de  rosado  la  tela,  según  se  fuere  volatizando  el  cloroformo;  v  la 
iVvens?d?d  del  color  rosado  será pioporcional  ala  cantidad  A^fuchsina  que 
tenga  el  vino. 

—Los  Sres.  V.  Feltz  y  E.  Ritter  han  hecho  nuevas  investigaciones  para 
determinar  como  obra  en  el  estómago  y  en  la  sagre  \2.fuchsina  no  arseni- 
cal.  Según  sus  experimentos,  \2,fuchsina  trae  siempre  pérdida  de  peso  y  la 
aparición  en  los  orines  ^e  cilindros  gránulo-grasientos,  con  una  cantidad 
más  ó  mén«s  considerable  de  albúmina.  También  puede  producir  una  hi- 
dropesía general. 

— Mr,  C.  Hayen  ha  estudiado  la  acción  del  hierro  en  la  anemia.  He 
aquí  el  resumen  de  sus  observaciones. — Introducido  en  el  organismo  es 
hierro  que  es  uno  délos  principales  constituyentes  de  la  hemoglobina,  exci- 
ta á  los  glóbulos  á  impregnarse  de  la  materia  colorante,  y  esto  sucede  no 
solamente  en  las  anemias  curables,  sino  también  en  las  caquexias,  cuando 
por  la  suma  debilidad  del  organismo  se  ve  completamente  paralizada  la 
producción  de  glóbulos  rojos.  Así  pues,  agrega  el  autor,  la  medicina  mar- 
cial es  una  de  las  más  racionales  de  la  terapéutica. 


Tomamos  de  la  J?^¿f/l(7/i^  ^/r¿7/¿'iS7^  de  Paris  dirigida  por  Mr.  Paul 
Broca: 

J.  B.  Pentland. — Hemos  sabido  algo  tarde  la  muerte  de  un  anciano  que 
ha  representado  en  otro  tiempo  un  papel  bastante  activo,  en  las  investiga- 
ciones de  que  era  objeto  el  estudio  de  las  razas  del  Sur  América.  Mr.  Pent- 
land, nacido  en  Irlanda,  condado  de  Dangel,  en  1797,  ba  muerto  en  Lon- 
dres el  21  de  julio  de  1873.  Habia  estudiado  las  ciencias  naturales  en  el 
Museo  de  Paris,  valiéndole  su  ardor,  su  penetración  ^'  su  ciencia  la  amistad 
de  Cuvier.  Nombrado  secretario  del  consulado  inglés  eñ*  el  Perú  y  nas 
-tarde  cónsul  general  en  Bolivia,  se  aprovechó  Pentland  de  las  facilidades 
escepcionales  que  le  prestaba  su  posición  oficial,  para  visitar,  como  cientí- 
fico, una  parte  de  la  cadena  de  las  Andes;  á  él  se  debe  en  particulaf  la  ex- 
ploración del  gran  lago  Titicaca.  Durante  estos  viajes,  recogió  para  el 
museo  de  los  cirujanos  de  Londres  y  para  el  museo  de  historia  natural  de 
París,  las  curiosas  colecciones  de  cráneos  que  aun  ostentan,  y  que  desde 
Pritchard  se  han  utilizado  tan  firecuentemente  por  I03  etnólogos. 


48  REVISTA    DB    CUBA. 

Citaremos  principalmente  las  piezas  que  se  ha  procurado  en  las  tumdas 
de  la  isla  Titicaca,  en  las  chulpas  de  Balen  y  de  Sicasica,  de  Lachesa,  de 
Chimguyo  y  de  Corocollo. — Mr.  Pentland  ha  dado  á  conocer  algunos  de 
los  resultados  de  sus  viajes  en  el  "Diario  déla  sociedad  geográfica  de  Lon- 
dres" de  1835,  toí^o  quinto  página  70.  Ha  colaborado  con  Mr.  Fergusson 
en  sus  investigaciones  arqueológicas  sobre  Cuzco,  con  Mr.  Sormeville  en 
sus  estudios  geológicos  sobre  la  América  meridional,  y  se  le  debe  en  fin,  la 
preciosa  Guia,  de  la  colección  Murray,  de  Roma  é  Italia,  donde  vivió,  cas 
constantemente  desde  1845^ 

J.  F-  M.  DE  Waldeck.— Juan  Federico  Maximiliano  de  Waldeck,  naci- 
do en  Praga  el  16  de  marzo  de  1766,  muerto  en  Paris  el  29  de  abril  de  1875, 
se  ha  dado  á  conocer  y  hecho  apreciar  de  los  anthrj)pologistas  por  sus  be- 
llas publicaciones  sobre  los  monumentos  antiguos  de  Méjico,  y  en  particu- 
lar los  de  Palenque.  Después  de  diversos  viajes  á  Dangolah,  á  Mauricio, 
á  Chile,  pasó  Waldeck  tres  años  en  el  Yucatán,  cuyas  ruinas  tan  bien  co- 
nocidas, gracias  á  él,  y  tan  interesantes  para  la  Etnología,  estudió  y  descri- 
bió en  una  obra  especial,  (Viajes  pintorescos  y  arqueológicos  á  la  provin- 
cia de  Yucatán  durante  lósanos  de  1834  á  1836,  Paris  1838  un  tomo  y 
Atlas  )  Los  albuns  que  habia  recogido  durante  aquel  largo  y  fructuoso 
viaje,  han  sido  adquiridos  por  el  Estado,  y  publicados  en  parte  en  1866, 
con  el  título  de  ^'Monumentos  antiguos  de  Méjico  y  de  Yucatán,  Palenque, 
Ococingo  y  otras  ruinas  de  la  antigua  civilización  de  Méjico.  Colección  de 
vistas,  bajo  relieves,  trozos  de  arquitectura,  copas,  vasos  y  tierras  cocidas. 
Mapas  y  planos  dibujados  al  natural  por  Mr.  Waldeck;  texto  redactado  por 
el  abate  Brasseur  de  Bourbourg.  Folio  mayor  con  56  láminas." — jB'  Hamf. 


901 


ESTUDIOS  jurídicos. 


^^ 


Idea  del  derecho  individual  y  social,  estudiado  en  su  naturaleza  filosófi- 
ca, EN  algunas  de  sus  MANIFESTACIONES  CIVILIZADORAS,  Y  EN  LA  ORGANIZACIÓN 

Y  supremacía  del  estado,  por  D.  Eusebio  Valdés  Domingaez,   Doctor  en  Dere- 
cho cítíI  j  canónica 


Con  el  extenso  titulo  de  Idea  del  Derecho  individual  y  social^  estudiado  en 
su  naturaleza  filosáficay  en  algunas  de  sus  manifestaciones  civilizcuioras^  y  en 
la  organización  y  suprtmcuia  del  Estado^  ha  dado  á  la  estampa  en  esta  ciudad 
y  en  el  año  que  expira,  el  Sr.  D.  Eusebio  Valdes  Domínguez,  Doctor  en  la 
facultad  de  Derecho  civil  y  canónico,  una  obra  digna  de  la  atención  públi- 
ca,  con  tanto  más  motivo  cuanto  que  es  una  publicación  hecha  en  el  país» 
donde  por  desgracia  tanto  escasean  las  de  su  clase. 

No  es  la  primera  vez  que  el  Sr.  V.  Dominguez  comunica  al  público  el 
fruto  de  sus  estudios  y  meditaciones;  era  ya  un  escritor  conocido  y  aprecia- 
do, cuando  aun  se  sentaba  en  los  bancos  de  la  Universidad;  y  testimonio 
de  ello  es  el  catálogo  puesto  al  fin  del  volumen  que  tenemos  á  la  vista,  y 
en  el  cual  figuran  asimismo  los  elogios  tributados  por  la  prensa  de  esta  ca- 
pital, á  sus  IHmeros  ensayos  sobre  eí derecho  filosófico^  y  á  su  extenso  traba- 
jo sobre  El  derecho  de  testar ^  6  sea  El  testamento  en  fresencia  de  la  filosofía 
del  derecho  y  de  la  poltíka, 

Ia  obra  que  al  presente  nos  ocupa,  es  una  prueba  más  del  decidido  amor 
al  estudio,  que  siempre  ha  animado  á  su  autor,  así  como  de  su  perseverante 
laboriosidad  y  rica  erudición.  En  ella  se  rinde  culto  á  la  razón  hermanada 
con  los  sentimientos  religiosos,  y  se  revela  gran  fé  en  el  progreso  déla  Hu- 
manidad, siempre  que  esta  en  su  marcha  no  viole  los  fueros  de  la  Moral  y 
del  Derecho, 

7 


50  REVISTA  DE   CUBA. 

A  nuestro  juicio,  y  prescindiendo  por  ahora  del  fondo  y  forma  de  la 
nueva  obra  del  Sr.  V.  Dominguez,  es  digno  de  alabanza  su  autor  por  ha- 
ber poseído  la  voluntad  necesaria,  para  acometer  y  dar  cima  á  un  trabajo 
no  favorecido  por  estímulo  alguno  exterior.  En  otros  países,  la  perspectiva 
de  una  sólida  notoriedad,  y  la  seguridad  de  resarcirse  con  crecen  de  los  afa- 
nes y  desembolsos  que  supone  toda  producción  intelectual,  siquiera  sea  de 
mediano  valor,  son  estímulos  poderosos  que  alientan  al  escritor,  mantienen 
viva  su  actividad,  y  le  dan  brios  para  avanzar  en  sus  trabajos  y  produar 
obras  de  creciente  mérito,  con  provecho  de  la  ciencia  y  honra  de  la  patria. 
Entre  nosotros  nada  de  esto  sucede.    Después  de  largos  estudios  y  de  mu- 
chas investigaciones,  se  vé  obligado  el  autor  á  imprimir  la  obra   á  sus  ex- 
pensas, aguardándole  como  recompensa  la  indiferenw  del  público;   de 
manera  que  ni  alcanza  á  formarse  un  nombre,  por  muchos  que  sean  sus  me- 
recimientos, ni  menos  logra  reembolsarse  de  las  erogaciones  hechas.    Así 
tiene  que  suceder  en  toda  sociedad  que,  desconociendo  el  imperio  de  las 
ideas  y  el  valor  de  la  ciencia,  cifra  su  empeño  en  el  lucro  inmediato,  y  po- 
ne, por  ende,  todas  sus  fuerzas  vivas  al  servicio  de  los   intereses  materiales 
en  toda  su  crudeza  y  desnudez.    Así  sucede  en  Cuba,  como  á  todos  consta, 
y  según  lo  ha  puesto  de  relieve  el  sentido  y  bien  razonado  artículo  de  fon- 
do publicado  no  ha  muchos  dias  por  El  Diario  de  la  Marina^   sobre  el  es- 
tado de  la  literatura  en  esta  Isla. 

No  es,  pues,  de  extrañar  que  creamos  digna  de  elogio  la  acción  del  señor 
V.  Dominguez,  al  dar  á  la  prensa  su  novísima  obra,   que  por  su  asunto  ha- 
bía de  tener  un  reducidísimo  námero  de  lectores,  y  cuya  venta,  por  lo  mis- 
mo, no  habia  de  llegar  ni  con  mucho,  á  cubrir  los  gastos  de  la  publicación. 
El  desinterés  y  la  aplicación  del  Sr.  V.  Dominguez  prendas  son  que  ava- 
loran su  carácter,  y  le  aseguran  la  estima  y  aplausos  de  todos  los   que  por 
la  ciencia  toman  empeño.    Su  conducta  es  digna  de  ser  imitada,   porque 
así  salgan  nuestras  letras  del  estado  de  inercia  y  de    postración     en 
que  yacen.      Y  entiéndase  que  más  que  á  la  generalidad  del .  público, 
nos  referimos  á  las  clases  que  por  razón  de  su  profesión  están  llamadas    á 
iniciar  y  secundar  los  adelantos  científicos,  y  que,  sin  embargo,  se  olvidan 
de  su  cometido  social,  no  mirando  en  su  respectiva  profesión,  sino  un  me- 
dio de  lucro  y  explotación.  Esto  es  lo  común. 

Pero  tiempo  es  ya  de  entrar  en  el  examen  y  análisis  del  libro  cuya  pu- 
blicación motiva  las  presentes  líueas.  Nos  fijaremos  primeramente  en  lo 
que  constituye  la  forma,  esto  es,  el  plan  y  el  estilo. 

Nada  diremos,  por  no  ser  pertinente,  respecto  á  las  cinco  dedicatorias 
con  que  dá  principio  el  volumen,  y  que,  por  decirlo  así,  dan  lugar  á  una 
especie  de  dominio  pro-indiviso  entre  las  corporaciones  á  que  van  dirigi- 
das; nada  diremos  tampoco  acerca  déla  Observación  preliminar^  que  revela 
el  origen,  espíritu  y  tendencias  de  la  obra,  porque  de  todo  esto  nos  habre- 
fnos  de  ocupar  más  adelante.  Veamos,  pues,  el  plan. 


kEVISTA  DE   CUBA.  5 1 

t)esde  luego  se  advierte  con  solo  recorrer  el  volumen  y  examinar  el  ín- 
"^ce,  que  ni  el  plan  ni  el  asunto  corresponden  al  titulo  de  la  obra.  Refiérese 
^capítulo  primero  á  La  filosofía  como  base  primordial  del  derecho^  punto  hue- 
llo para  figurar  en  una  introducción,  mas  no  en  el  cuerpo  de  la  obra.  Versa 
el  segundo  sobre  el  Concepto  del  derecho ^  que  da  motivo  á  idéntica  observa- 
ción. El  tercer  capítulo,  según  el  rubro,  de  la  Influencia  del  derecho  en  les 
actos  delpodcr  le^lalivoy  pero  en  realidad  es  la  reproducción  de  ideas  pre- . 
sentadas  en  los  dos  primeros  capítulos,  salvo  el  reducido  espacio  que   se 
consagra  ^  examen  del  origen,  fundamento  y  fin  racional   del  Estado.  £1 
cuarto  nada  nuevo  enseña  al  que  haya  leido  los   dos   pimeros.  Es  á  lo  su- 
mo, una  paráfrasis  4feo  ampulosa  y  cansada.  Los  capítulos  quinto  y  sexto, 
se  ajustan  más  al  propósito  que  indica  el.  título  de  la  obra,   por  referirse  á 
dos  manifestaciones  civilizadoras  del  derecho  individual  y  social.  En  cuanto 
al  sexto  y  último,  bien  pudiera  suprimirse,  por  ser  ajeno  á   la  materia   que 
ofrece  dilucidar  el  autor  en  razón,  á  constituirlo  el  Discurso  académico  //<?í- 
^a//¿r^r(a¿-¿ífi  prpnunciadopor  el  Sr.  V.   Dominguez,  al  recibir  ante    el 
claustro  déla  Universidad  de  Zaragoza,  la  investidura  del  grado  de   Doc- 
tor en  derecho  civil  y  canónico. 

De  esta  breve  reseña,  aparece  con  plena  evidencia  que  todo  el  que,  atraí- 
do por  el  título  de  la  obra. del  Sr.  V.  Dominguez,  se  entregue  á  su  lectura, 
sufrirá  engaño,  y  se  encontrará  en  un  terreno  en  que  no  fué  su  intención 
penetrar* 

No  quiere  esto  decir  que  el  autor  nada  diga  respecto  al  derecho  indivi- 
dual y  social,  pero  lo  hace  sin  orden  ni  método,  de  una  manera  incoheren- 
te y  vaga,  desparramando  ideas  que  no  profundiza,  y  cuyo  encadenamiento 
no  presenta.  La  atención  del  lector  pronto  se  fatiga,  sin  que  logre  des- 
cubrir un  principio  culminante,  bien  asentado,  ni  una  serie  de  ideas  que  lo 
guie  y  conduzca.  Para  leer  sin  tropiezo  ni  fatiga  el  libro  del  Sr.  V.  Domin- 
guez, seria  preciso  rehacerlo,  con  sugecioná  los  preceptos  de  la  lógica,  y  & 
las  condiciones  que  debe  reunir  toda  obra  didáctica. 

£1  que  los  capitulos  quinto  y  sexto  guarden  armonía  con  lo  que  en  la 
portada  del  volumen  se  lee,  nada  significa  si  se  atiende  á  que,  contrayendo 
se  entrambos  á  las  manifestaciones  civilizadoras  del  derecho  individual  y  so- 
cial, seria  necesario  para  su  recta  y  completa  comprensión  que  antes  se  hu- 
biera definido  y  concretado,  lo  que  por  derecho  individual  y  social  debiera 
entenderse,  porque  mal  podrá  penetrarse  el  valor  y  sentido  de  las  manifes- 
taciones de  un  principio,  si  este  principio  no  ha  sido  bien  establecido  y 
puesto  en  claro  previamente,  lo  cual  no  ha  hecho  el  Sr.  V.  Dominguez, 
con  grave  ofensa  del  buen  sentido. 

En  suma:  la  reciente  obra  del  Sr.  V.  Dominguez  carece  de  plan  y  méto- 
do; y  si  toda  producción  del  pensamiento  científico,  debe  ser  una  obra  de 
arte,  un  verdadero  organismo  en  cuanto  á  su  orden  y  economía,  al  par  que 
nníL  obra  de  lógica,  por  la  trabazón  y  encadenatniento  de  las  ideas^  fuerza 


52  REVISTA   DE   CUBA. 

es  convenir  en  que  el  Sr.  V.  Domínguez  por  esta  vez  no  aparece  muf  en- 
cariñado ni  con  el  arte  ni  con  la  lógica. 

Pero  ¿cómo  exigir  la  observancia  de  un  plan,  cuando  el  mismo  autor  nos 
dice  que  en  la  presente  obra  ha  procurado  presentar  las  materias  mas  inte- 
resantes deque  ha  tratado  en  sus  anteriores  publicaciones?  Así  se  lee  en  la 
primera  nota  puesta  al  pié  del  índice.  No  cabía  unidad  de  plan,  allf  donde 
no  existía  unidad  de  pensamiento.  No  cabía  mas  unidad  que  la  del  autor; 
por  cuya  razón  debió  haber  intítalado  sus  escritos  "Mis  ideas  sobre  Rdi- 
gion,  Filosoña,  Moral,  Derecho  y  Costumbres"  ó  bien  "Miscelábea  ético- 
juridica"  ú  otra  cosa  parecida;  de  ese  modo  se  habría  dicho  la  verdad,  sin 
dar  lugar  á  que  el  lector  quedara  sorpendído  y  contrariado  ante  la  forma 
incoherente  y  fragmentaria  que  presenta  el  trabajo  de  recopilación  y  es- 
purgo, tan  impropiamente  denominado  Idea  del  derecho  indwidual  y  sociai' 

En  cuanto  al  estilo  de  dicha  obra,  no  es  título  que  la  recomiende,  y  séa- 
nos  lícito,  antes  de  pasar  adelante,  hacer  hincapié  en  un  grave  defecto  de 
que,  á  nuestro  juicio,  adolece  aquella,  y  es,  el  abuso  en  Is^  citas.  £1  señor 
V.  Domínguez  no  se  contenta  con  citar  al  pié  de  la  página,  los  autores  que 
ha  consultado  con  el  título  de  sus  respectivas  obras;  hace  mas:  inserta  ex- 
tensos pasajes  tomados  de  los  mismos.  Así  es,  que  á  cada  paso  se  íntemim- 
pe  el  Sr.  Y.  Domínguez  en  el  uso  de  la  palabra,  paraKÍársela  á  no  menos  de 
cincuenta  autores,  los  que,  en  su  mayor  parte,  hablan  largo  y  tendido, 
unos  en  latín,  otros  en  castellano  y  esotros  en  francés,  en  términos  que  pa- 
ra leer  el  contenido  del  volumen,  sin  saltos  ni  omisiones,  se  hace  necesario 
estar  familiarizado  con  la  lengua  latina  y  la  francesa,  sin  que  baste  el  conoci- 
miento de  la  castellana  para  penetrar  el  sentido  de  algunos  pasajes  en  que 
figuran  palabras  de  nuestro  idioma.  Esto  hace  que  el  libro  del  Sr.  V.  Do- 
mínguez cause  la  ímpranon  de  un  álbum  de  retratos,  en  que  cada  autor  se 
presenta  en  el  suyo  respectivo,  ataviado  de  sus  galas  y  vestiduras  literarias» 
y  entre  los  que  se  descubre  de  vez  en  cuando,  la  modesta  imagen  del  señor 
V.  Domínguez.  Bueno  y  recomendable  es  citar  obras  y  autores;  prueba  es 
de  erudición  y  estudio,  al  par  que  sirve  de  testimonio  y  apoyo  üe  lo  que  se 
dice  y  sostiene;  pero  esto  no  se  opone  siempre  á  que  al  recomendar  agrias 
opiniones,  se  guarde  el  estilo  propio  de  quien  las  recomienda,  sin  necesidad 
de  su  reproducción  literal,  y  menos  en  lenguas  extranjeras.  De  otra  suerte 
pierde  la  obra  el  sello  de  la  personalidad  del.  autor,  que  siempre  debe  con* 
servar,  y  degenera  en  una  colección  de  trozos  literarios,  buena  á  lo  sumo 
para  una  dase  de  retórica,  y  eso  sí  la  elección  ha  sido  presidida  por  el 
acierto  y  el  buen  gusto. 

El  estilo  de  la  obra  del  Sr.  V.  Domínguez,  en  la  parte  que  le  es  personal, 
está  muy  lejos  de  presentar  la  sobriedad  y  precisión  propias  de  todo  escri- 
to científico.  Es  un  estilo,  el  del  Sr.  V.  Domínguez,  que  abunda  en  metáfo- 
ras y  símiles,  en  amplificaciones  y  apostrofes,  recargado  de  sonoras  y  pa- 
téticas exclamaciones.  Probémoslo.  Hablando  del  derecho,  dice  que,  <<es 


REVISTA  DE  CUBA.  53 

It  manifestación  siempre  viva  de  Dios  en  el  inmenso  espejo  usiorio  de  la 
conciencia."  Lo  cual  nos  obliga  á  consultar  un  tratado  de  Física,  para  de- 
cir si  hay  propiedad  en  la  figura.  También  llama  al  derecho  natural  fisio- 
^k¿kíi$UernayexUrna  del  hombre  como  sujeto  del  derecho  y  es  para  el  juris- 
consulto -mentó  suave  y  benigno^  sin  el  cual  no  puede  navegar  en  las  discu- 
siones jurídicas." 

No  deja  de  ser  atrevida  y  original  la  figura;  falta  que  sea  propia  y  opor- 
tuna. Hay  más:  ^qué  es  el  Derecho  en  su  esencia?  Es  nada  menos  que  'la 
vUalidad  de  la  razón .  Es  asimismo  IsLpalatica  que  eleva  á  la  inteligencia  á 
las  concepciones  de  su  desarrollo."  Esto  no  se  entiende  bien.  Pero  el  Dere- 
dio  es  algo  más:  "es  la  realidad  del  ideal^  la  osamenta  indestructible  de  la 
ciencia  social."  En  definitiva,  no  sabemos  lo  que  es  el  Derecho.  Tra- 
tando de  dar  una  idea  de  lo  que  eS  la  justicia,  acumula  en  un  solo 
párrafo  los  epitetos  siguientes:  principio  sublime^  resorte  misterioso^juez  segu- 
ro^pirámide  egipcia^  encamación  de  lo  inmóvil^  de  lo  severo  y  de  b  terrible. 
Pero  en  resumen,  ¿qué  es  la  justicia?  Se  ignora.  ¿Es  este  el  modo  de  escla- 
recer las  ideas,  y  de  concretar  los  principios? 

Nada  más  impropio  de  un  estudio  científico,  que  el  tono  declamatorio  y 
enético.  Repruébanlo  de  consuno  la  severidad  de  la  ciencia  y  las  pres- 
cripciones del  buen  gusto  literario.  En  cierto  género  de  obras,  lícita  es  la 
exaltación,  pero  no  hueca,  sino  sincera,  breve  y  oportuna;  prolongarla,  es 
caer  en  la  monotonía,  es  fatigar  la  atención;  y  usarla  fuera  de  lugar,  incur- 
rir en  el  ridículo.  A  este  propósito,  mucho  pudiéramos  decir  respecto  á  un 
pasaje  grandilocuente  que  ocupa  cerca  de  diez  y  seis  páginas  y  no  menos 
de  la  146  á  la  160,*  y  que,  constituye,  por  decirlo  así,  el  refuerzo  oratorio  de 
la  obra. 

No  insistiremos,  sin  embargo,  por  más  tiempo  e^el  examen  de  la  forma, 
en  atención  á  que  el  verdadero  interés  de  una  obra  científica  radica  en  las 
ideas  y  principios  que  encierre,  esto  es,  en  el  fondo. 

Muéstrase  el  Sr.  V.  Domínguez  animoso  campeón  de  la  doctrina  espíritu- 
lista.  No  es  de  los  que  transigen:  combate  sin  tregua  en  pro  de  la  ortodo- 
jia  de  la  escuela,  aceptando  sus  métodos,  dogmas  y  afirmaciones  como  ex- 
presión definitiva  de  la  ^erdad  científica.  De  aquí  proviene  precisamente 
él  exiguo  mérito  de  la  obra  del  Sr.  V.  Domínguez,  en  su  aspecto  filosófico 
Sin  duda  alguna,  el  espiritualísmo  contemporáneo  conserva  no  escaso  vi- 
gor, y  su  porvenir  no  parece  estar  amenazado  seriamente;  pero  ¿por  qué? 
Porque  el  espiritualísmo  contemporáneo  ha  roto  sus  antiguos  y  estrechos 
moldes.  El  espiritualísmo  contemporáneo  por  boca  de  sus  más  renombra- 
dos y  veteranos  adalides,  entre  los  que  figura  Caro,  Levéque  y  Paul  Janet, 
aceptan  gustosamente  los  adelantos  todos  que  las  ciencias  naturales  han  ve. 
nido  realizando;  no  se  obstina  en  cerrar  los  ojos  á  la  fecunda  renovación  de 
los  métodos,  fundada  en  la  observación  de  los  hechos,  con  entera  indepen- 
dencia de  toda  idea  preconcebida;  sin  subordinar  las  investigaciones  á  las  exi- 


54  REVISTA  DE  CUBA, 

gencias  de  un  sistema,  y  sin  curarse  de  si  sus  resultados  podrán  ó  no  lasti- 
mar creencias  y  sentimientos;  renovación  que  habrá  de  mudar  la  íai  de 
todas  las  ciencias.  £1  espirítualismo  contemporáneo  no  repudia  en  9bmK 
lato  los  resultados  á  que  han  llegado  las  ciencias  naturales^  merced  al  estu- 
dio de  los  hechos;  antes  bien,  se  complace  en  hacerlos  suyos,  los  útil  iza,  y 
de  esa  manera  se  rejuvenece  y  vigoriza,  poniéndose  en  aptitud  para  mar- 
char en  armonía  con  el  espíritu  moderno.  £n  suma:  el  espiritualismo  ha 
dejado  de  ser  ima  secta.  No  es  del  caso  tratar  de  si  el  espiritualismo  de 
nuestros  días  realizará  ó  no  su  empeño,  y  si  alcanzará  ó  no  su  plena  rehabi- 
litación. Cúmplenos,  tan  solo,  indicar  cuáles  son  hoy  por  hoy  los  propósi- 
toe  que  lo  animan,  y  las  tendencia  á  que  obedece,  para  que  se  vea  que  el 
Sr.  V.  Domínguez  milita  en  las  filas  de  los  espiritualistas  de  antigua  esoie- 
la,  que  con  pregonar  á  grito  herido  las  luminosas  intuiciones  y  divinos  res- 
plandores de  la  razon^  las  revelaciones  de  la  conciencia,  lo  innato  de  las  ideas ^  y 
las  excelencias  del  vclíkoAq  k  priori^  estiman  haber  resuelto  todos  los  proble- 
mas de  la  ciencia,  cuando  lo  que  hacen  en  realidad,  es  dificultar  y  hasta  im* 
posibitar  su  solución.  A  la  quimera  en  las  ideas  corresponde  la  declama, 
cion  en  las  palabras. 

Natural  es  que  el  Sr.  V.  Dominguez  desatienda  lo  que  es  esencial  en  la 
saciedad,   queremos  decir  la  historia,  sin  la  cual  en  nada  se  distinguirá  el 
hombre  de  los  demás  seres.     £1  Sr.  V.  Dominguez  estima,  á  fuer  de  espi- 
ritualista ortodoxo,  que  el  hombre  al  nacer  trae  consigo,  cual  valioso  patri- 
monio, á  más  de  las  facultades,  las  ideas,  y  que,  por  consiguiente   viene  a| 
mundo,  por  decirlo  así,  armado  de  punta  en  blanco;  con  loque  hace  incom. 
prensible  el  trabajo  histórico,  y  su  influencia  decisiva  en  todo  lo  humano. 
No  es  pues,  de  extrañar,  que  emplee  los  epítetos  de  bárbaro,  grosero,  bru- 
tal, y  califique  de  pura  liateria  todo  lo  que  antececió  á  lo  que  llama  triunfo 
del  espirítualismo  en  las  instituciones;  lo  cual  atestigua  que  el   Sr.  V.    Do- 
minguez no  tiene  muy  desenvuelto  el  sentido  histórico.     Nada  más  injusto 
y  contrarío  al  espíritu  científico,  que  maldecir  de  los  tiempos  pasados;  co- 
mo si  no  fueran  estos  los  antecedentes  lógicos  y  necesarios  de  los  tiempos  . 
presentes.  Ni  el  individuo  ni  la  sociedad  nacen  formados;  vánse  formando 
por  virtud  de  un  trabajo  lento  de  transformación  y  j:recimiento,  determina- 
dos por  múltiples  influencias. 

¿Se  quiere  una  prueba,  entre  varías,  del  error  que  entrañan  las  ideas  del 
Sr.  V.  Dominguez?  Véase  su  manera  de  entender  la  política.  "La  ciencia 
política,  dice,  debe  considerar  al  hombre  en  su  vsús  filosófica  abstracción^  y 
sus  leyes  como  imprescriptibles  y  sagradas."  No  cabe  tesis  mas  insostenible: 
¡fundar  la  política  en  la  abstracción!  <iQay  por  ventura,  cosa  que  pueda  ser 
más  concreta  y  determinada,  más  práctica  y  tangible  que  la  política?  Suprí- 
mase la  historia,  prescíndase  de  la  complexidad  de  elementos  que  implica  un 
estado  cualquiera  de  la  vida  •  social,  y  la  política  será  un  imposible.  Si  el 
Sr.  y.  Dominguez  hubiera  meditado  sobre  lo  que  á  este  respecto  ensefia 


^  REVISTA  DE  CUBA.  55 

^^^ns,  uno  de  sus  autores  favoritos,  no  habría  incurrido  en  tamaño  error. 

Í¡1  Sr.  V.  Domínguez  concede  á  la  filosofía  del  derecho  una  importancia  . 
^'^gerada,  asignándole  una  acción  en  extremo  absoluta.  Ante  la  filosofla 
"^  derecho  ,  las  demás  ciencias  palidecen;  á  ella  hay  que  fiar  la  regenera- 
ron de  la  humanidad,  y  de  ella  esperar  el  pronto  y  venturoso  término  de 
U  miseria,  del  retroceso  y  de  la  degradación.  Todos  á  por  fia  deben  estu- 
diaría.    Para  el  Sr.  V.  Domínguez  no  han  pasado  aun  los  tiempos  en  que 
cada  autor,  encerrándose  en  una  especialidad  científica  determinada,  la 
proclamaba  cual  si  fuera  el  más  valioso  fruto  del  entendimiento  humano,  y 
más  sólida  base  de  la  felicidad  individual  y  social;  con  lo  que  se  imprímia 
á  las  ciencias  el  sello  del  egoísmo  y  'de  la  presunción,  hijos  entrambos 
de  la  estrechez  en  las  ideas,  y  del  entero   desconocimiento   del  verdadero 
espíritu  científico.    Ya  hoy  no  es  lícito  cultivar  una  ciencia  dada,  con  se- 
paración de  las  demás  que  le  son  afines,  ó  de  aquellas  cuyas  indagaciones 
pueden  contribuir  poderosa  y  eficazmente  á  vencer   dificultades,  y  poner 
en  claro  la  verdad  que  se  investiga.  Las  ciencias  no  viven  ya  en  el   aisla- 
miento; antes  bien,  viven  en  íntimo  consorcio,  que  crea  entre  ellas  intere- 
ses comunes  y  solidarios.  Hoy  para  resolver  un  problema  jurídico,  no  bas- 
ta siempre  la  aplicación  de  los  principios  puros  del  Derecho,  sino  que  se 
hace  necesarío  utilizar  los  datos  de  la  Antropología,  de  la   Historia,  de  la 
Etnología,  de  la  Filosofía,  porque  en  realidad,  todo  fenómeno  jurídico  es 
una  resultante  de  distintas  fuerzas  sociales  é  histórícas,  es  un  hecho  com- 
plejo, que  ís  necesarío  descomponer,  para,   medíante  su  análisis,  señalar 
su  naturaleza  y  determinar  su  orígen.  Encerrarse  dentro  de  los  límites  de 
la  Filosofía  del  derecho,  entendida  de  la  manera  que  la  entiende  la  escuela 
espiritualista  ortodoxa,  es  caer  en  lo  quimérico,  en  lo  superficial,  en  lo  va- 
go; es  renunciar  de  antemano  á  todo  estudio  serio  v  fructuoso.  Es  pues, 
evidente,  que  el  Sr.  V.  Domínguez  está  hoy  en  la  necesidad  de  rehacer  sus 
estudios,  y  de  renovar  sus  meditaciones;  cosa  que  hará,  pues  le  sobran  vo- 
luntad y  aplicación. 

Antes  de  concluir,  séanos  lícito  manifestar  las  razones  que  hemos  tenido 
para  dar  no  poca  extensión  á  este  trabajo.  Por  una  parte  la  obra  del  señor 
V.  Domínguez  lo  merece  por  haber  sido  como  hemos  dicho  publicada  en 
el  país.  En  segundo  lugar,  y  á  juzgar  por  lo  que  llevamos  dicho,  no  es  de 
desear  que  elSr.  V.  Domínguez  haga  escuela  entre  nosotros;  y  á  este  inten- 
to obedece  el  que  hayamos  señalado  con  alguna  detención  lo  erróneo  de 
sus  ideas,  lo  desacertado  de  su  método,  la  impropiedad  y  amaneramiento 
de  su  estilo.  Preciso  es  impedir  á  toda  costa  que  nuestra  juventud  confunda 
la  vana  declamación  y  la  hueca  fraseología  con  la  verdadera  ciencia,  que 
no  ha  menester  de  alardes  retóricos  para  recomendarse.  La  ciencia  tiene 
un  valor'propio;  mas,  para  apreciarlo  y  aquilatarlo,  se  requiere  vocación  de- 
cidida, intensa  labor  intelectual,  espíritu  de  examen  y  de  crítica,  concienzu- 
da escrupulosidad  en  las  investigaciones,  independencia  en  la  manera  de 


56  REVISTA  Dl^  CUfiA. 

ver  y  juzgar  las  cosas.  Ante  todo  se  haoe  necesario  un  largo  y  bien  dirigido 
trabajo  preparatorio,  que  al  par  que  acentúa  las  aptitudes  y  robustece  las 
£u:ultades  mentales,  nos  orienta  en  la  marcha  de  las  ideas  y  nos  traza  el 
método  que  debe  observarse  en  su  indagación  y  estudio.  Solo  así,  some- 
tiendo á  una  rigida  disciplina  la  inteligencia,  se  tomará  posesión  de  ella,  y 
se  hará  susceptible  de  un  uso  provechoso  y  fecundo. 

ANTONIO  GOVIN. 


ASPIRACIÓN. 


Ave  feliz  que  siurcas  d  espacio 

En  majestuoso  vuelo: 
¿Por  qué  no  vas  al  etemal  palacio 
Perdido  en  lo  recóndito  del  cielo? 

Si  yo  cual  tú  volara 
Hacia  el  éter  veloz  me  lanzaria, 
Que  aunque  á  mi  vida  el  aire  le  faltara 
De  la  verdad  en  pos  espiraría* 

JÓSE  ANTONIO  CORTINA. 


FLECHAS. 


Las  flechas  que,  del  bosque  en  la  espesura. 
Lanza  el  salvaje,  al  avecilla  matan; 
Las  que  lanzan  tus  ojos  con  ternura. 
Bella  mujer,  mi  corazón  dilatan. 

JÓSE  ANTONIO  CORTINA. 


LA  antropología. 

SUS  PRINCIPIOS.— NOCIÓN  DE  ESTA  CIENCIA. 


Todos  los  que  siguen  con  interés  las  conquistas  de  la  ciencia  y  los  pro- 
gresos de  la  razón,  han  podido  en  los  últimos  años  presenciar  dos  hechos  de 
importancia  que  han  impresionado,  desde  su  principio,  á  las  imaginaciones 
verdaderamente  pensadoras:  queremos  hablar,  por  ima  parte,  del  descubri- 
miento de  Boucher  de  Perthes,  cuyos  inmortales  trabajos  hacen  remontar  la 
antigüedad  del  hombre  á  una  época  incalculable;  y,  por  otra,  de  la  publica- 
ción de  las  obras  de  Darwin,  cuyas  ideas  han  producido  una  verdadera  re- 
volución en  las  ciencias  naturales. 

No  es  nuestro  ánimo  detenemos  en  estos  particulares,  y  si  á  ellos  nos  re- 
ferimos, es  solamente  porque  á  nuestro  modo  de  ver,  han  preparado  otro 
hecho  no  menos  importante,  puesto  que  desde  esta  época  data  la  aparición 
en  el  dominio  científico  de  una  rama  nueva  en  los  conocimientos  humanos. 

Entre  los  espectáculos  que  á  los  hombres  de  ciencia  ha  ofrecido  nuestro 
siglo,  quizás  sea  el  que  más  interés  despierte,  el  de  la  creación  reciente,  y 
la  evolución  rápida  y  progresiva  de  la  antropología. 

Apesar  de  haber  aparecido  la  última,  esa  rama  de  las  ciencias  naturales, 
nacida  ayer,  ha  conquistado  ya  como  dice  el  profesor  Broca,  el  privilegio 
de  ocupar  el  primer  lugar  en  la  atención  del  público  científico. 

Dirigido  por  hombres  eminentes  que  han  penetrado  en  la  ciencia  con  ca- 
rácter libre  é  independiente,  y  ayudado  por  una  legión  de  trabajadores 
emancipados  del  yugo  de  las  tradiciones,  el  movimiento  científico  de  que 
hablamos  no  ha  tardado  ^mucho  tiempo  en  acentuarse:  los  adeptos  han 
afluido  de  todas  partes;  se  han  creado  sociedades  en  los  principales  centros 
de  Europa,  los  trabajos  se  han  multiplicado  y  las  ideas  nuevas  imiversal- 
mente  acogidas  con  entusiasmo,  han  esclarecido  muchos  puntos  oscuros,    7 

8 


58  REVISTA    DB    CUBA. 

abierto  al  pensamiento  nuevos  horizontes.  Y  no  porque  haya  dejado  de 
luchar  la  nueva  ciencia;  como  toda  idea  que  se  produce,  muy  pronto  ha 
conquistado  partidarios,  no  faltándole  tampoco  contradictores;  esta  es  la 
historia  de  todas  las  épocas. 

A  Francia  en  esta  como  en  otras  tantas  materias  cabe  el  honor  de  haber 
dado  el  primer  impulso.  Gracias  á  la  iniciativa  de  un  profesor  de  la  Es- 
cuela de  Medicina  de  París,  cuya  nobleza  de  carácter  se  une  á  un  inmenso 
talento,  se  creó  la  primer  Sociedad  de  Antropología  en  1859.  ^'Cuando  al- 
^'guno  de  nosotros,  dice  Broca,  resolvimos  fundar  una  Sociedad  consagrada 
'al  estudio  del  hombre  y  de  las  razas  humanas,  apenas  fué  posible  reunir 
''después  de  seis  meses  de  preparación  diez  y  nueve  fundadores,  muchos  de 
*1os  cuales  se  limitaron  á  prestar  su  nombre."  Y  solamente  podrán  compren- 
der todas  las  diñcultades  de  una  empresa  semejante  aquellos  que  están  al 
corriente  de  los  obstáculos  que  se  oponen  á  la  propagación  de  los  descubri- 
mientos realizados  en  las  ciencias  naturales.  Sin  embargo,  hombres  como 
de  Quatrefages,  I.  JeoíTroy  St.  Hilaire,  Gratiolet,  Broca,  Beclard,  empuña- 
ron vigorosamente  la  bandera,  y  bien  pronto  al  rededor  de  este  estado  ma- 
yor conocido  de  toda  la  Europa  llegó  á  formarse  un  ejército  compuesto  de 
los  sabios  de  todos  los  paises.  '^La  Sociedad,  dice  Topinard,  concebida  ba- 
'*jo  los  más  liberales  auspicios  llamaba  á  su  seno  hombres  de  todas  las  es- 
^'pecialidades  dentíñcas,  literarias  y  artísticas,  de  tal  manera  que  al  surgir 
''cualquier  cuestión,  podian  (i)  tratarla  las  personas  más  autorizadas.'' 
Nunca  tan  hermosa  ciencia  tuvo  más  hiunilde  nacimiento:  al  principio  todo 
le  faltaba,  local,  útiles,  dinero. 

Todavía  nos  parece  ver  desde  aquí  el  laboratorio  de  antropología  enton- 
ces instalado  en  un  rincón  del  antiguo  convento  des  Cordeliers  encima 
del  museo  Dupujrtren.  Era  preciso  franquear  la  escalera  dd  primer  piso, 
y  recorrer  después  un  estenso  y  sombrio  corredor  para  llegar  á  una  pequeña 
puerta  tan  baja  que  obligaba  á  inclinar  la  cabeza  para  poder  entrar  en  el 
laboratorio.  Y  qué  laboratorio!  un  pequeño  gabinete  donde  solo  penetra- 
ba la  luz  de  una  ventana  que  daba  á  una  sucesión  de  pequeños  tejados  tris- 
tes y  desaseados:  y  en  los  muros  unos  cuantos  viejos  estantes  con  algunos 
libros  y  pocos  instrumentos.  En  un  cuarto  contiguo,  pero  más  est^iso,  se 
encontraban  aglomerados  cráneos,  pomos  con  diferentes  monstruosidades, 
piezas  anatómicas  de  todas  especies  y  por  último  en  los  rincones  materiales 
que  consultar,  estudiar,  y  describir. 

Pues  bien,  de  alli  es  de  donde  han  salido  tantos  trabajos  de  antropología 
allí  donde  se  ha  debatido  gran  número  de  importantes  cuestiones,  ó  resuel- 
to tantos  interesantes  problemas,  y  allí  en  fin  donde  hemos  adquirido  algu- 
nos de  nosotros,  que  apenas  balbuceábamos  los  primeros  principios  de  la 
dencia,  el  ^^or  al  estudio  del  hombre,  "enigma  eterno,  dice  Littré,  que 


[il    TofMiuurd.  Manuel  d'anihropologíe.  Paris  1376. 


REVISTA  DE   CUBA.  59 

'^atrae  irresistiblemente^  como  todas  las  cosas  infinitas,  la  ccHitemplacion 
''del  pensamiento."  [ij  • 

Tanta  perseverancia  y  esfuerzos  debian  alcanzar  su  objeto.  Jázguese  por 
el  siguiente  párrafo  de  una  carta  que  nuestro  ilustre  maestro.  Broca,  nos  di- 
rigió el  año  último. 

''Después  que  Vd.    ha  marchado  han  sobrevenido  grandes  y  provecho- 
sos cambios  en  nuestros  asuntos  antropológicos.    La  Facultad  de  Medici- 
na ha  puesto  á  nuestra  disposición  todo  el  segundo  piso  y  las  buhardillas 
del  museo  Dupu)rtren.    Los  trabajos  de  instalación  han  durado  seis  meses 
y  costado  poco  más  ó  menos  40.000  francos,  de  cuya  cantidad  la  mitad  ha 
sido  donada  por  la  ciudad  de  París,  y  la  otra  mitad  recolectada  por  sus- 
cripciones  particulares.  Este  amplio  local  comprende  cinco  laboratorios,  un 
gran  salón  para  sesiones,  que  servirá  también  para  nuestros  ctu^os  públicos, 
una  biblioteca  pública,  y  por  último  un  vasto  y  hermoso  museo  cuya  sala 
principal  tiene  en  su  fachada  cinco  ventanas,  y  en  la  que  se  encuentran  co- 
locados más  de  3.000  cráneos.     £1  museo  ha  sido  pues  el  resultado  de  la 
reunión  del  que  perteneció  al  laboratorio  con  el  formado  por  la  Sociedad 
de  Antropología,  la  cual  ha  transferido  á  nuestro  local  sus  sesiones,  su  bi- 
bliotea  y  sus  colecciones,  siendo  pública  la  entrada.     Segmramente  es  uno 
de  los  mayores  y  bajo  muchos  puntos  de  vista  el  más  rico  de  los  museos 
antropológicos,  y  sin  embargo  no  ocupa  más  que  la  mitad  del  espacio  que 

le  ha  sido  asignado " 

Así,  pues,  el  cuadro  ha  cambiado  completamente  y  somos  los  primeros 
en  regocijamos  con  todos  los  amigos  de  la  ciencia.  Pero  permítasenos  de- 
cir que  nunca  dejamos  de  pensar  sin  emoción,  en  aquel  pequeño  rincón  de 
¡agrande  iglesia^ ^^  Cordeliers  á  cuya  existencia  se  hallaban  ligados  los 
mqores  recuerdos  de  nuestra  vida. 

La  Sociedad  antropológica  de  París  se  compone  hoy  de  más  de  4.00 
miembros  nacionales,  y  fuera  de  estos  los  agregados  pueden  contarse  á  mi- 
llares. Once  grandes  volúmenes  ya  publicados  contienen  los  Boletines  de 
la  Sociedad  desde  su  fundación:  además  han  aparecido  cinco  volúmenes  de 
la  titulada  Revista  Antropológica,  bajo  la  dirección  del  Dr.  Broca,  que  ha 
dado  también  á  luz  parte  de  las  Memorias  originales  con  que  este  infatigable 
sabio  ha  dotado  esa  ciencia.  Y  por  último  consignemos  también  que  se  ha 
fondado  en  Paris  hace  dos  años  ima  Escuela  Antropológica. 

Semejante  movimiento  no  podia  quedar  limitado  á  la  Francia.  Gracias 
al  número  cada  vez  mayor  de  agregados  extranjeros,  la  difusión  de  los  es- 
tadios antropológicos  dio  por  resultado  la  creación  de  una  Sociedad  en 
Londres  en  1863 — otras  en  New- York,  Moscou,  San  Petersburgo.  en  1865 
-*en  Manchester  en  1866— en  Florencia  en  1868 — en  Berlin  en  1869 — en 
Viena  1870— y  en  Stokolmo  y  Tiflis  en  1874. 


[il    littré.  Mededne  et  Mededns.  París  1873. 


6o  REVISTA   DE   CUBA. 

No  es  necesario  exponer  que  ningún  espíritu  estudioso  puede  hoy  peí-* 
manecer  extraño  á  una  ciencia,  cixfo  alcance  es  tan  considerable. 

En  efecto  interesa  al  médico,  al  naturalista,  al  arqueólogo,  al  lingüista, 
al  historiador,  al  filósofo,  sin  que  puedan  desentenderse  de  ella  ni  aún  el  ju- 
risconsulto y  el  artista,  no  faltando  de  estos  quienes  hayan  contribuido  con 
su  contingente,  [i]  Y  por  esto  es  que  "designando  con  el  nombre  de  an- 
"tropología  lacienda  cuyos  dominios  se  va  estendiendo,  la  nueva  Sociedad 
''abrió  sus  puertas  á  todos  los  que  cultivaban  los  numerosos  ramos  del  saber 
*^umano." 

Y  en  efecto  la  anatomía,  la  fisiología,  la  patología,  la  higiene,  la  psicolo- 
gía, nos  dan  á  conocer  al  hombre  pero  mostrándolo  cada  una  bajo  un  solo 
punto  de  vista. 

Por  otra  parte  todas  las  ciencias  que  concurren  á  damos  el  conocimiento 
de  la  naturaleza  humana  son  ciencias  generales,  y  por  tanto  no  podrian  li- 
mitarse especialmente  al  estudio  del  hombre,  ni  aspirar  tampoco  al  nombre 
de  antropología;  aparte  de  que  esas  ciencias  no  estudian  al  hombre  sino  co- 
mo individuo,  dejando  á  im  lado  todo  lo  que  constituye  el  género  humana. 

''Dar  pues  á  tal  ciencia  el  nombre  de  antropología  seria  ir  contra  todas 
las  reglas  de  la  nomenclatiura.  La  zoologia  no  trata  solamente  del  animal, 
sino  también  del  reino  animal,  la  ornitología  no  trata  solamente  del  ave,  si- 
no de  todas  las  clases  de  aves.  Y  lo  mismo  la  erpetología,  la  ictiologia,  etc., 
tienen  cada  uno  por  objeto  el  estudio  de  un  grupo  de  seres  semejantes  en- 
tre sí  por  ciertos  caracteres  fundamentales,  pero  que  se  diferencian  sin  em- 
bargo por  otros  de  gran  importancia.  Ahora  bien,  la  humanidad  forma 
igualmente  en  la  naturaleza  uno  de  esos  grupos  semejantes  en  que  la  uni- 
dad del  tipo  fundamental  se  destaca  en  medio  de  las  variedades  infinitas 
de  los  caracteres  secundarios;  y  la  ciencia  que  estudia  ese  grupo  natural  de- 
be llevar  el  nombre  de  antropología,  que  ninguna  otra  tiene  el  derecho  de 
disputarle.  (2) 

La  Antropología  está  constituida  por  la  reunión  de  tres  grandes  series  de 
hechos,  que  pueden  reunirse  de  la  manera  siguiente: 

1.  ®  Determinar  la  situación  del  grupo  hombre  en  la  serie  de  los  seres, 
lo  que  constituye  la  antropología  zoológica,  que  puede  definirse  el  estudio 
del  grupo  hombre  considerado  en  sus  relaciones  con  el  resto  de  la  natura- 
leza organizada. 

2.  ®     El  grupo  hombre  ya  caracterizado,  circunscrito,  y  clasificado  co- 

[I]    U  antropologie  et  Tetade  da  droit  comparé  par  L.  Goillard  en  Ball.  Soc  d'  an- 

throp.  2*  serie  vol.  V. 
L'  antlíropologie  et  le  droit  por  Acollas  in  Boíl,  soc  d'  anthrop,  2»  serie  V,  IX- 
Classificatioii  des  races  d'  apres  lears  sjrstemes  mosicaux  par  Fétis  pere  en  Boíl  Soc 

Anth  2?  serie  I.  íí. 

[1]    Broca.  Ajtic  Anthropologie.  Dict  Enoydopdie  des  Sciences  medicales,  p,  277 
T.  V.  I?  serie. 


REVISTA  DE  CUBA.  6 1 

too  grupo  en  conjunto,  considerarlo  en  sí  mismo;  estableciendo  las  divisio- 
nes, y  subdivisiones  y  estudiar  luego  separadamente  cada  uno  de  esos  gru- 
pos parciales.  Esto  es  lo  que  constituye  la  antropología  descriptiva,  cono- 
cida también  con  el  nombre  de  Etnología. 

3-  ®     La  tercera  rama  de  la  antropología,  último  en  el  orden  lógico  de 
la  evolución  científica  regular,  pero  la  primera  en  importancia  es  la  ¿i;i¿r¿?- 
pologia general^  que  tiene  por  objeto  el  estudio  del  grupo  hombre  considera- 
do en  su  conjunto. 

La  definición  siguiente  que  adoptamos  abraza  con  precisión  estos  tres 
órdenes  de  hechos:  '*la  antropología  es  la  ciencia  que  tiene  por  objeto  el  es- 
cindió del  grupo  hombre  considerado  en  su  conjunto,  en  sus  detalles,  y  en 
"sus  relaciones  con  el  resto  de  la  creación.'' 

Invitado  por  algunos  amigos  para  concurrir  con  nuestra  colaboración  á  la 
Revista  de  Cuba  hemos  aceptado  tan  honorífica  tarea  después  de  haber 
consultado  menos  nuestras  propias  ñierzas  que  el  deseo  de  esparcir  algunos 
conocimientos  todavía  desconocidos  para  la  generalidad. 

Las  cuestiones  que  trataremos  se  relacionarán  casi  todas  con  la  antropo- 
logía general;  no  olvidándonos  que  la  Revista  "aspira  únicamente  á  ser 
**pacífica  arena  de  exposición  seria  y  levantada,  pero  nunca  campo  de  ba- 
"talla  de  personalidades  ni  de  pasiones."  El  estudio  de  la  antropología 
exige  ante  todo  un  ánimo  sereno,  exento  de  ideas  preconcebidas,  y  solo 
rinde  culto  á  la  verdad.  "Donde  reina  la  verdad,  ha  dicho  Cherseul,  no 
puede  imperar  la  controversia  ni  la  discusión.*' 

DR.  LUIS  MONTANE. 


EL  ALBA  DE  MI  VENTURA. 


Como  á  la  luz  temprana 

De  la  naciente  aurora 

La  noche  se  evapora 

Y  brilla  la  mañana. 
Así  á  la  luz  de  tu  mirada  tierna. 
Huyó  de  mi  dolor  la  noche  oscura 
Y  el  alba  despimtó  de  mi  ventura. 

JÓSE  ANTONIO  CORTINA. 


LA  LINGÜISTICA  MODERNA. 


INTRODUCTION  A  L'  ETUDS  DE  LA  SCIENCE  DU  LANGAGE,  PAR  DOMSNICO  PEZZI,  TRADÜTT 
DE  L'  ITALIEN  PAR  V.  NOURRISON,  I  VOU  IN-l8  DE  237  PAGINAS.  PARÍS.  SANDOZ  ET 
nSCHBACHER. 


II. 


Historia  d£  la  Ciencia  del  Lenguaje. — ^Tres  períodos  deben  distin- 
guirse en  la  evolución  histórica  de  la  ciencia  del  lenguaje:  el  primero  se  ca- 
racteriza por  la  gran  recopilación  de  hechos  glóticos;  el  segundo,  por  la 
comparación  y  clasíñcacion  de  los  mismos;  el  tercero,  por  la  investigación 
atenta  de  sus  causas.  Si  tentamos,  como  tan  á  menudo  sucede,  violar  este 
orden,  que  es  una  necesidad  déla  inteligencia  humana;  si  construimos  siste- 
mas antes  de  haber  recogido,  comparado  y  clasificado  convenientemente 
los  hechos,  que  constituyen  su  única  base  sólida,  caemos  entonces  en  esos 
errores  que  al  aparecer  en  la  historia  de  la  ciencia,  despertarían  la  risa,  si 
no  excitaran  la  piedad. 

Las  primeras  investigaciones  gramaticales  de  carácter  científico  las  en- 
contramos en  la  India  antigua,  donde  desde  cinco  siglos  lo  menos  antes  de 
la  era  cristiana,  los  brahmanes  habian  reducido  la  totalidad  de  su  lengua 
[la  sánscrita]  á  un  pequeño  número  de  raices.  Sus  estudios  les  condujeron 
á  la  formación  de  la  Gramática  de  Panini,  obra  maestra,  compuesta  al  pa- 
recer en  la  primera  mitad  del  siglo  4.  ®  antes  de  Cristo,  y  sintésis  de  los  re- 
sultados alcanzados  por  sus  predecesores,  cuyo  número  se  hace  subir  á  se- 
senta y  cuatro.  Se  compone  de  ocho  libros,  con  cuatro  secciones  cada 
uno,  divididos  en  cerca  de  4.000  reglas  simples  y  breves.  A  pesar  de  su 
brevedad,  es  un  trabajo  muy  completo,  sobre  todo  en  la  teoría  de  los  mo- 
dos, déla  derívaeion  y  de  la  flexión,. pero  menos  aún  en  la  sintaxis,  según 


REVISTA  DE  CUBA.  63 

costumbre  de  los  gramáticos  indios.  Lo  admirable  en  dicha  obra  es  la  ri- 
queza de  las  materias  y  amenudo,  la  finura  de  la  crítica;  dichos  trabajos  han 
gerddo  una  felicísima  influencia  en  el  desarrollo  de  la  Lingüistica  moder- 
na, segim  despuerverémos. 

Entre  los  Griegos,  para  quienes  la  palabra  lagos  expresaba  las  relaciones 
íntimas  del  lenguaje  con  el  pensamiento,  y  la  conciencia  que  este  tiene  de 
aquel,  dichos  problemas  atrajeron  primeramente  las  especulaciones  de  los 
filósofos,  y  más  tarde,  las  investigaciones  de  los  gramáticos.  '  Los  primeros 
entre  los  cuales  deben  citarse  los  Sofistas,  Platón,  Aristóteles  y  los  Estoi- 
cos, que  prepararon  la  vía  á  los  gramáticos,  estudiaron  el  lenguaje  no  en  sí 
y  para  sí,  sino  en  sus  relaciones  con  el j)ensamiento,  y  para  conocerlo  me- 
jor^  sus  estudios  fueron,  pues,  más  lógicos  que  lingüísticos.  Y  cuando  se 
concretaron  más  al  examen  de  la  palabra,  se  propusieron  los  problemas  más 
elevados  y  por  tanto,  más  diñciles  de  resolver,  por  falta  de  preparación  sería, 
7  se  extraviaron  entregándose  sin  verdadero  método,  á  tentativas  etimoló- 
gicas. Fueron  los  primero!  en  Europa  que  clasificaron  las  partes  de  la  ora- 
ción, é  introdujeron  la  nomeiftíatura  gramatical,  llegando  los  Estoicos  á 
distinguir  los  casos,  pero  el  sentido  primitivo  de  estos  términos,  más  lógico 
que  lingüístico,  debió  alterarse  más  de  una  vez  para  adpatarse  á  la  expre- 
sión de  las  partes  de  la  lengua  y  sus  relaciones. 

La  preocupación  nacional  que  les  hacia  ignorar  y  despreciar  las  lenguas 
extranjeras,  que  calificaban  de  bárlaras^  impidió  á  los  Griegos  tener  á  su 
dispoddon  suficiente  número  de  hechos  para  analizar  el  lenguaje,  priván- 
doles de  los  estímulos  necesarios  para  el  estudio  de  su  propio  idioma.  La 
verdadera  ciencia  gramatical  griega  nace  en  la  época  alejandrina,  á  cuyos 
sabios  aparecien  las  grandes  creaciones  de  la  edad  clásica  como  un  pasado 
artístico  tan  diferente  al  presente,  que  podh  cscojérsele  como  tema  para  in- 
vestigaciones criticas;  impulsando  además  lált  Variantes  numerosas  y  discor- 
des de  los  poemas  homéricos  á  los  editores  [entre  ellos  Zenodoto  de  Efeso 
y  Aristarco  de  Samotracia,]  á  estudios  críticos  y  comparados,  que  extendidos 
igualmente  á  los  demás  grandes  escrítores,  hicieron  necesarío  un  examen 
atento  de  los  hechos  gramaticales.  Hasta  llegaron  á  formarse  dos  escuelas, 
la  de  los  anaiogistas^  entre  los  cuales  se  contaba  Aristarco,  que  descubrían 
en  la  lengua  una  regularídad  dominante,  y  la  de  los  anomalistas^  entre  los 
que  deseollaba  Crates,  que  la  negaban.  Según  los  primeros,  las  categorías 
idealmente  iguales  se  expresan  en  el  lenguaje  mediante  formas  fónicas 
iguales;  según  los  últimos,  dichas  formas  varían  más  ó  menos  entre  sí;  y  de 
ahí  que  los  unos  criticaban  y  querían  corregir  á  su  manera  todo  lo  que  con- 
trariaba sus  pretendidas  leyes  lingüisticas,  en  tanto  que  los  otros  defendían 
los  derechos  del  uso.  De  este  modo  se  facilitaron  los  elementos  para  una 
gramática  griega,  siendo  la  primera  compuesta  en  Roma  por  el  menciona- 
do CraUs^  de  Mallos,  contemporáneo  y  adversario  de  Aristarco  y  embaja- 
dor da  Attalos,  rey  de  Pérgamo,  y  que  habia  creado  en  ella  el  estudio  dd 


64  REVISTA  DB  CUBA, 

griego  por  algunas  lecciones.  Medio  siglo  después,  L.  E.  Stilo  las  dio  so- 
bre las  letras  latinas,  á  cierto  número  de  oyentes  escojidos,  entre  ellos  el 
poeta  Luciiio,  que  parece  consagró  el  noveno  libro  de  sus  sátiras  á  la  refor- 
ma de  la  ortografía;  Varron,  que  escribió  24  libros  de  Bt%ua  latina^  de  los 
cuales  conservamos  seis  (del  5.  ®  al  10.  ® )  incompletos,  obra  notable  por 
su  erudición  y  como  primer  ensayo  europeo  de  una  gran  gramática,  pero 
lleno  de  faltas  de  crftica,  orden  y  claridad;  Cicerón^  considerado  en  su  tiem- 
po como  una  autoridad  gramatical,  y  Julio  César ^  que  compuso  el  libro  de 
analogía^  dedicado  á  Cicerón  é  inventó  el  término  ablativo.  Bajo  Pompeyo, 
enseñó  en  Roma  Dionysios  de  Tracia,  autor  de  la  primera  gramática  ele- 
,  mental  y  práctica  escrita  para  los  Rpmanos;  Tyrannio  sostuvo  en  ima  obra 
especial,  l^afinidad  del  griego  y  del  latin,  señalada  por  otros  gramáticos. 
Apolonio  £))rscolo,  en  el  siglo  segundo  D.  C.  compuso  varios  tratados,  de 
las  cuales  conservamos  la  sintaxis,  distinguiéndose  igualmente  su  hijo  Hero- 
diano.  En  el  siglo  cuarto,  Elio  Donato  escribió  dos  obras  que  constituye- 
ron la  gramática  latina  empleada  en  las  Escuela  de  la  Edad  Media,  y  en 
el  sexto,  brilló  Prisciano,  autor  de  18  libros^e  comentarios  sobre  la  Gramá- 
tica, obra  la  más'extensa  en  la  materia  que  hayamos  heredado  de  la  anti- 
güedad, demasiado  empírica  á  Veces,  si  bien  aprovechó  en  parte  los  traba- 
jos griegos.  A  menudo  compara  el  latín  con  el  griego,  sobre  todo  con  el 
dialecto  eolio,  y  para  que  se  comprenda  el  estado  de  la  enseñanza  clásica 
actual,  divorciada  de  los  inmensos  resultados  de  la  Lingüistica  comparada» 
baste  decir  que  la  gramática  latina  que  se  enseña  en  nuestras  escuelas,  es 
todavía  en  esencia,  la  gramática  de  Donato  y  de  Prisciano,  ¡unos  1,300 
años  solamente! 

Las  investigaciones  lingüisticas  durante  la  Edad  Media,  fueron  casi  nu- 
las, pues  solo  hasta  los  últimos  siglos  de  esta  época  produjo  sus  frutos  la 
idea  cristiana  en  la  ciencia  del  lenguaje.  Los  pocos  que  se  esforzaban  en 
aprender  idiomas  extranjeros  lo  hacian  por  motivos  religiosos,  comerciales,  6 
políticos,  siendo  la  más  notable  la  cultura  árabe  durante  sus  primeros  siglos. 
Los  estudios  sobre  el  Árabe,  aunque  no  profundos,  ni  creadores,  produjeron 
hasta  el  siglo  XV,  más  de  2,500  gramáticos  y  filólogos,  aplicándose  más  tar- 
de el  propio  método  al  hebreo  desde  el  siglo  1 1  en  adelante.  Sin  embargo* 
podemos  citar,  éntrelos  trabajos  del  siglo  XIII,  la  Gramática  latina  (Doctrí- 
nale puerorum,  del  P.  Alejandro  de  Villa  Dei,  que  enseñaba  en  París)  en 
versos  leoninos;  el  gran  léxico  latino  de  Giovanni  de  Balbis,  de  Genova,  y 
en  el  siglo  XIV  el  De  vulgari  cloqueniia  del  Dante. 

El  primer  impulso  dados  á  los  estudios  de  lenguas  orientaies  en  Europa, 
data  del  concilio  de  Viena  (1.311)  en  el  cual  ordenó  eí  papa  Clemente 
quinto,  que  en  los  lugares  de  residencia  de  la  curia  romana,  en  la  Univer- 
sidad de  Boloña  y  algunas  otras,  profesaran  dos  catedráticos  de  hebreo,  cal- 
deo y  árabe  respectivamente,  quienes  se  encargarían  de  hacer  traducciones 
latinas  de  obras  escritas  en  dichas  lenguas*    Pero  mayor  imptdso  dio  el 


REVISTA  DE  CUBA.  65 

Renacimiento,  bien  que  desde  el  primer  instante  se  apartara  de  la  via  pura- 
mente lingüística  y  entrara  de  lleno  en  el  campo  filológico,  debido  al  exclu- 
sivismo por  las  lenguas  clásicas,   griega  y  latina  y  por  el  hebreo,  pues  se  re^ 
piit6  á  las  demás^ndignas  de  parangonarse  con  las  dos  primeras.    La  pri- 
mera gramática  liebraica  compuesta  por  ucTautor  cristiano  es  de  im  italiano, 
X..auro  Quirini  en  I462,  anterior  en  casi  medio  siglo  á  la  de  Reuchlin 
£i5o6J.     También  á  un  italiano,  H  Crestone,  se  debe  d  primer  vocabulario 
impreso  [1480]  y  en  Milán  se  publicó  la  primera  gittmática  griega 
liso  de  los  extranjeros,  la  de  Constantino  Lascaris  [1476],  establecién- 
tambien  en  Italia  las  primeras  tipografías  áralDes  y  hebraicas. 
£ntre  losprinc^ales  filólogos  del  siglo   16,  ¿quién  no  conoce  á  los  dos 
.JSscaligerOy  á  Sanzio,  á  Roberto  EstUnne^  autor  del  Jhesaurus  lingfáoe  latinoe 
unpreso  en  Parfs  en  1531  y  de  una  gramática  firancesa  [iSS?]»''^  Reuchlin 
Melanchton  y  á  Enrique  Estienne?  En  1565  publicó  'ñderry  su  léxi- 
francés-latino;  en  1525  aparecieron  las  I^ose  de  Bembo,  primeros  cáno- 
es  gramaticales  del  italiano;  comenzando  poco  después  los  trabajos  sobre 
lengua  alemana,  é  inaugurándose  de  1500  a  1600  el  estudio  de  varios 
xcLiomas  de  Eiuropa.    As{,  la  primera  gramática  castellana,  debida  á  Anto- 
anio  de  Lebrija,  es  de  1492,  y  el  primer  diccionario  de  la  lengua  de   1490 
X>or  Alfonso  de  Falencia,  sin  olvidar  el  Diálogo  de  la  Lengua  de  Juan  de 
"baldés,  que  es  de  1556.  [i] 

L»a  lucha  producida  por  la  Reforma  luterana  hizo  necesario  el  estudio  ex- 
'^enso  y  profimdo  del  hebreo  y  de  las  lenguas  parientes,  lo  que  produjo  el 
descubrimiento  de  su  unidad  lingüística,  añadiéndose  á  ellas,  el  persa  co- 
rnac lengua  diplomática  y  literaria  del  Oriente  y  para  facilitar  las  misiones 
3)e  ^tos  trabajos  salieron  los  primeros  ensájffes  de  colección  y  de  compara- 
«ñon  lingüística,  los  poliglotos  ó  ediciones  de  la  Biblia  en  varias  lenguas,  que 
dieron  nacimiento  á  léxicos,  disertaciones  é  importantes  trabajos  herme- 
xiéuticos  y  comparativos  de  los  que  salió  ima  filología  oriental.     Esta  agio- 
xneracion  de  hechos  glóticos  hizo  nacer  el  deseo  de  enlazarlos  entre  sí,  y 
j[>ara  ello  descubrir  sus  relaciones  mutuas.    Ya  empezaba  á  reconocerse  el 
;]|parentesco  de  las  dos  lenguas  clásicas,  se  admitia  la  del  hebreo,  caldeo  y 
.^urabe  y  demás  de  la  rama  llamada  después  semítica,  por  Eichhom,  y  se  in- 
ventó entonces  la  tarea,  insoluble  aún  para  la  ciencia  contemporánea,  de 
^enlazar  el  griego  y  el  latin  con  el  árabe  y  el  hebreo,  dando  lugar  á  una  serie 
^cñe  comparaciones,  sin  método  é  infructuosas,  entre  ambas  ramas,  pero  que 
^abrieron  el  camino  á  nuevas  investigaciones,  distinguiéndose  en  tan   estéril 
^5mpresa    Guillermo  Tostel,  Bibliatider,  Gessner,  Escaligero  y  GuicJiad  en  el 
•^iglo  XVI,  y  Crucígero  á  principios  del  XVII.  En  la  misma  época,  Bocón 
lx)squejaba  el  primer  ensayo  de  una  filosofía  del  lenguaje,  pero  lo  (][ue  más 


[1]    Acerca  de  los  trabajos  de  los  siisioneros  espaüoles  sobre  las  lenguas  americanas, 
IMS  extenderemos  al  lublar  de  la  dasificaciou  liognística* 

9 


66  REVISTA   DE    CUB\. 

contribuyó  á  los  progresos  de  la  cieneia  en  el  siglo  posterior  [XVII]  fué  la 
Congregación  de  propanganda  fide  fundada  por  Gregorio  XV,  desarrollada 
por  Urbano  8?  y  seguida  de  fundaciones  análogas  en  otras  ciudades;  aña- 
yéndose  la  propaganda  protestante  hacia  mediados  del  propio  siglo,  que 
llegaron  á  ser  centros  de  estudios  de  las  lenguas  habladas  en  las  más  aparta- 
das regiones,  y  de  las  cuales  formulaban  los  misioneros  gramáticas  y  diccio- 
narios, de  mayor  mérito  práctico  que  científico,  por  la  tendencia  fatal  de  pre- 
tender encerrarlos  á  todos  en  los  tan  elásticos  moldes  de  las  lenguas  clási- 
cas. En  la  misma  época  se  añadieron  á  las  causas  anteriores,  la  extensión 
cada  vez  mayor  del  comercio  europeo,  la  ocupación  de  gran  número  de 
países  fuera  de  Europa,  el  incremento  del  imperio  ruso  y  los  viages  de  'sa- 
bios como  el  holandés  Wiisen  y  el  juicioso  Reland^  ávidos  de  descubrimien- 
tos linfíuístlcos. 

En  el  propio  siglo  aparecieron  los  trabajos  gramaticales  y  lexicográficos 
de  G.  G.  Voss  [1635  y  1662]  notable  por  su  método;  Du  Cange,  célebre 
por  sus  investigaciones  personales,  sobre  la  baja  latinidad  y  el  grecismo  in- 
ferior; Ménage  sobre  los  origenes  del  francés  y  del  italiano,  y  últimamente 
la  Gramática  general  y  razonada  de  Porí' Roy  al  ^Ví  1660,  debida  entre  otros 
sabios  á  Lanceloty  Arnaud^  que  ejerció  gran  influencia  en  la  Glotología  del 
siglo  XVIII.  Pero  á  pesar  de  tanta  actividad  desplegada  y  tantos  elementos 
acumulados,  la  lingüística  no  siguió  su  verdadera  vía,  ni  se  constituyó  como 
tal  ciencia,  sino  dos  siglos  después.  ¿Porqué?  Como  otras  tantas  veces 
en  la  marcha  de  las  ciencias,  se  debió  á  un  error  de  método  y  por  consi- 
guiente, á  la  manera  de  plantear  el  problema.  La  Lingüística  de  aquel 
entonces,  se  proponia  ante  todo,  como  hoy  aún  algunos  filólogos  rezaga- 
dos y  la  generalidad  del  públicp  no  iniciado  en  los  verdaderos  métodos  y 
últimos  hechos  recogidos  por  la  ciencia,  se  proponia,  decimos,  investigar  la 
lengua  primitiva  de  la  humanidad,  llevada  de  esa  ilusión  constante  de  los 
espíritus  superficiales,  de  sobreponer  unidades  ficticias  á  la  rica  complexi- 
dad de  los  fenómenos. 

La  mayor  parte  de  los  comentadores  pensaban  que  la  confusión  de  las 
lenguas  no  debia  comprenderse  como  uua  destrucción  completa  del  lehgua- 
je  primitivo,  sino  tan  solo  que  habia  causado  tales  y  tan  numerosas  altera- 
ciones en  la  lengua  primitiva,  que  dichas  modificaciones  hablan  pasado  á  ser 
las  lenguas  habladas  por  los  hombres.  Necesitábase,  pues,  ante  todo  de- 
terminar cual  era  aquella  primitiva  lengua,  cuyas  modificaciones  habian 
engendrado  las  demás,  y  señalar  después  las  relaciones  de  esta  con  aque- 
llas. Con  una  ligereza  y  un  empirismo  de  que  presenta  pocos  ejemplos  la 
ciencia,  y  sin  comprender  que,  aún  dentro  de  su  hip<5)tesis,  dichas  modifica- 
ciones ó  habian  producido  la  desaparición  de  la  primitiva  lengua,  en  cuyo 
caso  era  inútil  su  inquisición,  ó  la  habian  conservado,  en  cuyo  caso  dichas 
modificaciones  no  habrian  tonido  efecto,  se  propusieron  en  los  siglos  XVII 
y  XVIII  encontrarla,  unos  como  Gorop  en  el  holandés,  otros  como  lY^l^  ^ 


REVISTA   DE    CUBA.  67 

d  chinOy  ñtron^  en  el  celta;  algunos  decían  que  la  lengua  de  Adán  había  sido 
el  abysinio,  otros  que  el  syriaco,  decidiéndose  la  mayor  parte  por  el  hebreo^ 
gracias  al  estrecho  horizonte  lingüístico  que  abarcaba  la  ciencia  de  aquella 
época,  y  cayendo  así  en  la  contradicción  de  negar  las  modificaciones  á  que 
se  referían  desde  el  momento  en  que  señalaban  individualmente  la  lengua 
modificada  que  pretendían  representaba  á  la  primitiva.  De  ahí  para  los 
lingüistas  ima  posición  análoga  á  la  de  los  astrónomos  anteriores  á  Copér- 
nícOy  ocupando  aquí  el  hebreo  en  el  curso  del  tiempo  el  papel  céntrico  que 
la  tierra  en  la  esfera  del  espacio. 

£1  primero  en  rebelarse  contra  ima  pretensión  contraria  aún  al  mismo 
pasaje  bíblico,  y  que  encerrando  á  la  ciencia  dentro  de  un  círculo  vicioso 
la  condenaba  á  la  solución  de  un  problema  insoluble,  dada  la  forma  en  que 
Se  planteara,  fué  Leíbniz  en  una  carta  á  Tenzel  en  la  que  claramente  mani- 
festó que  no  creía  en  el  hebreo  como  lengua  de  Adán  y  madre  de  todas  las 
demás. 

Y  proclamando  por  vez  primera  uno  de  los  principios  más   elevados  y 
profundos  de  la  metodología  científica,  cuyos  resultados  no  habían  de  pal- 
parse sino  en  la  actualidad,  declaró  que  ''el  estudio  de  las  lenguas  no  debe 
"dirijirse  por  otros  principios  que  los  de  las  ciencias  exactas"  ]Max  Miíller 
lecdon  4*  de  la  i*  serie.]     Para  ello  exhortó  á  viajeros,  misioneros,  prínci- 
pes y  emperadores,  [entre  ellos  Pedro  el  Grande]  para  que^recogieran  todos 
los  hechos  relativos  aún  á  las  lenguas  más  incultas,  componiendo  él  mismo 
un  cuadro  de  los  términos  más  usuales,  como  los  mejor  apropiados  para 
traducirlos  y  compararlos  en  las  distintas  lenguas    Proclamó  igualmente  la 
importancia  de  los  dialectos  para  penetrar  más  íntimamente  en  la  estructu- 
ra de  su  lengua  nativa,  la  alemana;   fecundo  principio  que   generalizado  á 
las  demás,  ha  resuelto  tantas  dudas  y  disipado  tantas  oscuridades,  y  que  ba- 
jo el  nombre  de  ley  de  la  renovación  dialectal^  que  le  dá  Max  Miíller,  consti- 
tuye imo  de  los  elementos  esenciales  de  la  vida  de  los  idiomas.     Reconoció 
Leíbniz  además  gran  número  de  analogías  entre  vocablos  griegos,  latinos, 
alemanes  y  franceses,  pero  atribuyéndolas  á  un  origen  escita  común,  y  fué 
el  primero  en   entrever  la  importancia  histórica  de  la  lingüistica,  como 
uno  de  los  elementos  indispensables  para  demostrar  el  origen  y  revelamos 
el  parentesco  de  los  pueblos.     Análoga  verdad  iluminaba  el  espíritu  intuiti- 
vo de  Vico  al  declarar  que  "las  lenguas  vulgares  deben  ser  los  testigos  más 
"graves  de  las  antiguas  costumbres  de  los  pueblos,  que  se  celebraban  en  la 
"época  en  que  se  formaban  las  lenguas*'  [S<:ienza  nuova  Lib.  XVII.] 

Como  para  corresponder  á  los  deseos  de  Leíbniz  en  su  carta  al  Czar, 
aparecieron  1  oco  después  y  en  el  propio  siglo  XVIII,  los  trabajos  de  Stra- 
ard  FiMenberg  [1780]  sobre  las  numerosas  lenguas  del  imperio  ruso;  los  de 
Eberhcher^  Guidenstaedt,  Fallas  y  y  los  de  Bacmeister  [1773];  quien  concibió 
el  comparar  todas  las  lenguas  conocidas,  mediante  locuciones  traducidas  á 
cada  ima  de  las  mismas.  Catalina  de  Rusia,  añadiendo  el  ejemplo  á  sus  pro- 


.    68  REVISTA   DE   CUBA, 

pias  exhortaciones,  permaneció  meses  enteros  aislada,  traduciendo  á  cuan- 
tas lenguas  le  era  posible,  un  centenar  de  palabras  escogidas  por  ella,  lo 
^ue  la  hizo  descubrir  parentescos  inesperados,  comenzando  además  la  for- 
mación de  tablas  comparativas.  Su  posición  de  czarina  y  de  un  país  en 
que  se  encuentran  aglomerados  tantos  idiomas  y  nacionalidades  diversas, 
facilitó  su  tarea  extrordínariamente.  Así  encargó  á  sus  embajadores  mate- 
ríales  lingüísticos;  pidió  gramáticas  y  diccionarios  á  profesores  alemanes; 
Washington,  ordenó,  por  complacerla  la  traducción  á  dialectos  americanos 
de  las  listas  de  palabras  preparadas  por  ella;  y  cuando  cuidados  preferentes 
le  distrajeron  de  tan  ardua  tarea,  encargó  á  Pallas,  el  naturalista,  la  contL 
nuadon  é  impresión  déla  obra  emprendida.  En  1787  y  1789  respectiva- 
mente, aparecieron  el  primero  y  segundo  tomo  de  tan  vasto  trabajo  en  qne 
se  comparaban  hasta  285  palabras  de  200  lenguas  y  dialectos  europeos  y 
asiáticos  [149  de  Asia,  51  de  Europa],  no  habiéndose  publicado  nunca  el 
tercer  tomo,  dedicado  á  las  lenguas  de  África  y  América,  pero  incluyéndose 
algunas  de  las  últimas  en  la  segunda  edición  [1790-91 1  de  los  dos  prime- 
ros tomos  [164  de  Asia,  55  de  Europa,  30  de  Afriea,  23  de  América  ó  sean 
272  por  junto.] 

Casi  en  la  misma  época  aparece  un  hombre  de  erudición  extensa,  y  pro- 
fundidad de  pensamiento  y  á  quien  la  variedad  de  lenguas  de  las  tribus  ame- 
canas  entre  las  cuales  vivió  como  misionero,  sorprendió  en  extremo,  por  lo 
que  se  propuso  dedicar  al  lenguaje  ima  buena  parte  del  inmenso  trabajo 
que  meditaba.  Referímonos  al  jesuita  español  Lorenzo  Hervás  y  Panduro 
y  á  SMldeadíl  Universo^  [1778-87. — Madrid  1800-5]  cuyos  tomos  17  á  2i 
encierran  sus  trabajos  lingüísticos,  entre  los  que  descuella  el  Cat¿Llogo  de  las 
lenguas  de  las  naciones  conocidas.  Reunió  muestras  de  más  de  300  lenguas 
y  compuso  gramáticas  de  más  de  cuarenta  con  el  objeto  de  investigar  él 
origen  y  parentesco  de  los  pueblos,  mediante  sus  idiomas.  Sostuvo  la  plu- 
ralidad primitiva  de  las  lenguas,  basándose  en  e!  propio  pasage  biblíco  en 
que  se  apoyaban  los  inquisidores  de  la  lengua  primitiva;  trató  mejor  que 
ninguno  de  sus  predecesores  de  los  idiomas  americanos,  declarándose  á  fa- 
vor del  parentesco  del  chino  y  del  indo  chino.  Reconoció  el  existente  entre 
muchas  lenguas,  debido  en  su  concepto,  á  los  que  tomaban  las  unas  de  las 
otras  y  patentizó  el  principio,  tan  desconocido  en  su  tiempo,  de  que  en  las 

comparaciones  glóticas,  la  gramática  tiene  mayor  importancia  que  el^icciana- 
rio. 

Después  del  Catálogo  debemos  mencionar  un  trabajo  análogo,  el  MUhrí- 
dates  ex  tensísima  obra,  de  los  alemanes  Juan  Cristóbal  Adelung^  el  sapientí- 
simo Vatery  el  hijo  de  aquel,  Federico,  síntesis  la  más  completa  de  la  Lin- 
güística antigua  y  en  la  que  comienzan  á  clasificarse  las  lenguas  genealogi- 
mente,  bien  que  con  subordinación  á  la  clasificación  geográfica  seguida  has- 
ta entonces. 

Los  cuatro  tomos^  publicados  en  Berlín  de  iSotf  á  1817,  comprenden,  el 


REVISTA   DE   CUBA.  69 

^^tüero,  las  lenguas  de  Asía  y  Oceania,  el  segundo,  las  europeas,  el  tercero, 
^^íUpuesto  por  Vater,  las  africanas  é  indias  de  América,  y  el  cuarto,  de  su- 
Wementos,  es  obra  de  F.  Adelung  y  de  Vater.  El  Atla$  ethnográfico  de 
-^alky  y  último,  de  los  trabajos  déla  clase,  pertenece  á  este  siglo  y  apareció 
^  París  en  1826. 

En  el  mismo  siglo  XVIII  entre  los  autores  de  gramáticas  y  diccionarios, 
deben  citarse,  con  respecto  á  las  lenguas  semíticas,  Schultens,  Schroeder, 
Tychson,  Michaelis,  Eichhom  y  Reisk,  y  en  el  dominio  de  las  clásicas,  á 
Torcellini,  ai:tor  del  gran  diccionario  [Padua  177 1]  y  á  la  escuela  holandesa 
de  los  Hemsterhuis,  Walckenaer,  Lennep,  Ruhnken  y  Scheid.  Los  tres 
primeros,  preocupados  con  las  cuestiones  etimológicas  relativas  al  griego  y 
al  latín,  [el  cual  consideraban  dialecto  del  primero]  pretendieron  de  una 
manera  absurda,  reducir  los  elementos  de  ambas  lenguas  á  cinco  verbos  pri- 
mitivos, de  su  invención. 

No  fué  más  feliz  este  siglo,  partiaüarmente  en  su  segunda  mitad,  en  sus  hi- 
pótesis sobre  el  lenguaje,  de  lo  que  lo  habia  sido  el  anterior,  siendo  para 
aquel  el  problema  reljitivo  al  origen  y  desarrollo  del  lenguaje,  lo  que  para 
este  la  indagación  de  la  lengua  primitiva.  Unos  sostuvieron  como  De 
Brosses  [1765],  Court  de  Gébelin  [1775-81],  Lord  Monboddo  [1774-1792] 
el  origen  humano  del  lenguaje,  producto  de  una  actividad  consciente,  según 
el  último,  y  libre  de  toda  arbitrariedad,  según  el  primero,  no  reconociendo 
sSsiO  ima  sola  lengua  primitiva,  en  tanto  que  Monboddo  acepta  la  posibili- 
dad de  diversas  invenciones  del  lenguaje.  Otros,  la  mayor  parte  alema- 
nes, hasta  Herder  [1772]  admitieron  con  Rousseau  el  origen  divino  del 
mismo.  Dicho  siglo  fué  aún  más  lejos,  pues  intentó  construir  una  gramá- 
tica general  y  filosófica^  tomando  como  modelos  las  lenguas  nacionales  y 
las  dos  clásicas,  esforzándose  por  concordar  sus  fenómenos  particulares  con 
las  leyes  universales  de  la  Lógica. 

Merecen  citarse  por  ello,  Beauzeé  y  De  Sacy  en  Francia,  A.  F.  Bemhar- 
di  en  Alemania,  Harris  y  Home  Tooke  en  Inglaterra,  genio  sorprendente  el 
último  y  preciu^or  de  la  ciencia  nueva. 

A  pesar  de  tantos  progresos,  la  naturaleza  del  lenguaje  continuaba  sien- 
do la  Isis  velada,  la  esfinje  que  aún  no  habia  encontrado  el  Edipo  que  la 
adivinara.  Las  lenguas  clásicas  y  las  semíticas,  las  más  estendidas  y  es- 
tudiadas, no  eran  por  su  naturaleza,  ni  por  sus  formas,  capaces  de  descu- 
brir el  secreto  de  la  lengua^  por  estar  demasiado  alejadas  aquellas  de  su  es- 
tado primitivo  para  poder  trasparentar  siquiera  sus  orígenes,  y  demasiado 
habituado  el  oido  á  creerse  juez  único  y  sin  apelación  de  las  analogías  físi- 
cas, bajo  la  inñuencia  de  las  últimas,  para  permitir  que  se  llegara  á  un  re 
sultado  positivo.  Pero  felizmente  comenzó  á  revelarse  por  entonces  un 
idioma,  que  por  la  trasparencia  de  su  organismo  eminentemente  regular, 
descubria  el  secreto  de  las  formaciones  lingüísticas  más  complicadas,  siste- 
matizado ya  por  sus  gramS&ticas  de  ima  manera  no  muy  lejana  á  la  perfec- 


• 


70  REVISTA  DE   CUBA, 

cion,  y  cuyas  íntimas  relaciones  con  grandísimo  número  de  lenguas  euro- 
peas y  asiáticas,  casi  saltaban  á  la  vista.  Era  el  sánscrito^  la  lengua  anti- 
gua de  la  poesía  lírico-religiosa,  de  la  epopeya,  del  drama,  de  la  ñlosoíía  de 
la  India,  y  en  la  cual  encontró  el  lingüista,  según  la  feliz  expresión  de 
Boltz,  su  microscopio  y  el  aparato  en  el  cual  debia  emplearse. 

Filippo  Sasseti,  noble  mercader  florentino,  fué  quizás  el  primero,  en  una 
carta  á  Pier-Vettori  [17  de  Enero  de  1585]  que  habló  de  la  lengua  usada  en- 
tonces en  la  India,  donde  se  encontraba,  distinta  de  la  de  la  religión  y  de 
la  literatura,  notando  de  paso  algunas  semejanzas  entre  los  nombres  italia- 
nos y  los  indios.  A  principios  del  siguiente  siglo  XVII  otro  italiano, 
Roberto  d^  Nobili  de  Montepulciano^  misionero  jesuíta,  penetró  tan  íntima- 
mente en  el  conocimiento  de  la  lengua  y  civilización  indias,  que  pedia  citar 
obras  que  aún  hoy,  solo  se  conocen  por  el  pequeño  numero  de  estudiantes, 
capaces  de  leer  los  manuscritos  del  país,  y  hasta  pudo  tomársele  por  un 
brahmán  que  predicaba  un  cuarto  Veda  encontrado  por  él.  En  la  segunda 
mitad  del  mismo  siglo  [1664]  el  misionero  alemán  Enriqru  Roth^  controver- 
tia  con  los  brahamanes  en  su  propia  lengua,  y  otros  misioneros  jesuítas, 
Hanxhden^  que  permaneció  en  la  India  de  1699  á  1732,  escribió 'la  prime- 
ra gramática  sánscrita  compuesta  por  un  europeo,  á  la  que  añadió  un 
diccionario  malabar-sanscrito-portugués,  á  más  de  otros  trabajos,  que 
permanecieron  inéditos.  En  los  primeros  años  del  siglo  18,  un  firan- 
cés,  Mathurin  VeyssUre,  La  Croze  y  los  alemanes  Schultze^  WdUer  y  Bayer^ 
los  dos  primeros  misioneros,  observaron  analogias  entre  el  sánscrito  y  otras 
lenguas  cuyo  parentesco  se  ha  comprobado  más  tarde.  Un  jesuíta  francés 
Pdhs  [1740],  enriqueció  la  Biblioteca  Real  de  París  con  una  gran  colección 
de  manuscritos  indios  que  han  ejercitado  más  tarde  la  habilidad  de  los  prin- 
cipales iudianistas.  llocos  años  después,  [1767)  encargado  el  Padre  Coeur* 
doux  por  Barthélemy,  desde  1 763,  de  redactar  una  gramática  y  un  diccionario 
sánscritos,  remitió  á  la  Academia  de  Inscripciones  una  carta  con  una  memo- 
ria, intitulada  ¿De  donde  viene  que  en  la  lengua  samscrutana  se  encuentra  un 
gran  número  de  palabras  que  le  son  comunes  con  el  griego  y  sobre  iodo  con  ellaünt 
acompañado  de  cuatro  cuadros  de  palabras  y  formas  gramaticales.  De- 
dujo, como  consecuencia  de  ello,  el  parentesco  original  de  los  Indios  de 
Asia,  los  Griegos  y  los  Latinos,  y  rechazó  la  hipótesis  vulgar  que  lo  expli- 
caba por  relaciones  mutuas  y  palabras  toma<^as  de  sus  respectivas  len- 
guas. Lcida  en  1768,  dicha  carta  no  se  publicó  hasta  1808,  veinte  y  dos 
años  después  de  haberse  proclamado  el  gran  descubrimiento  por  WiHiam 
yones,  como  luego  veremos.  Como  úli;  u  »  /o  aitsot  de  este,  merece  ci- 
tarse JlalArd  quien  en  1776  y  1778,  habló  más  explícitamente  aún  del  pa- 
rentesco de  vocablos,  entre  el  sánscrito,  el  persa,  el  griego  y  el  latin^ 


SOMBRA_ApORADA. 

(imitación.) 

Así  te  dije  un  tiempo:  "Si  mueres  la  primera, 
De  nuevo  toma  ¡oh  vír/en!  á  mi  desierto  hogar." 
Más  nunca  imaginaste  que  yo  arrancar  pudiera 
Tu  cuerpo  al  polvo  helado,  tus  ojos  ay!  besar. 

Amado  no  te.  hnMera.  mi  dulce  prometida, 
Si  al  bordo  dJ.      ^.^i^io  tuviera  fin  mi  amor. 
De  tu  virgínea  frente  la  dulce  gracia  es  ida, 
Mas  siempre  me  sonríe  tu  rostro  encantador. 

En  tu#rientes  labios  la  vida  se  ha  extinguido 
Mas  del  Eterno  un  hálito  te  ha  vuelto  á  reanimar, 

Y  eternamente  joven  serás,  ángel  perdido, 
Como  en  los  tiempos  bellos  en  que  supiste  amar. 

Oh!  nunca  me  abandones!  Aquí  vejeto  aislado. 
Conságrame  un  recuerdo  en  la  inmortal  mansión. 
Cuando  de  Otoño  el  viento  suspire  desolado. 
Que  yo  en  las  tardes  mire  tu  célica  visión.  ^ 

Si  brilla  entre  las  nubes  la  luna  pudorosa, 

Y  si  tus  manos  tocan  las  mias  al  pasar, 
Despertaré  de  súbito  por  ver  tu  faz  hermosa, 

Y  con  tu  dulce  acento  mi  espíritu  embriagar. 

Recíbeme,  ángel  mió,  en  tus  helados  brazos. 
Oh!  vén  sobre  mi  seno  tu  frente  á  reclinar: 
Desata  para  siempre  los  terrenales  lazos, 
Y,  libre,  yo  te  fueda  eternamente  amar. 

Pudiéramos  entonces,  dejando  estos  lugares, 
En  donde  un  solo  instante  me  es  dado  sonreir, 
Surcar  las  blancas  nubes,  salvar  los  anchos  mares, 

Y  para  siempre  unidos,  cantar,  soñar ,  dormir. 

A.  S. 


LA  ULTIMA  OBRA  DE  WAGNER. 


I. 


EL  NITEVO  TEATRO  DE   BICABDO  WAGNER. 

Las  ñestas  de  Bajrreuth  han  tenido  en  Europa  más  eco  de  lo  qne  era  de 
esperar.  Este  éxito  (pues  todos  convienen  hoy  en  que  el  éxito  consiste 
en  el  exceso  de  ruido  mezclado  con  una  lluvia  de  elogios  y  una  granizada 
de  críticas)  ha  sido  bastante  grande  para  impacientar  de  un  modo  notable 
á  los  adversarios  de  la  idea  wagneriana,  y  desconcertar  á  tDdos  los  que  ha- 
bian  decretado  que  no  era  posible  que  tal  locura  se  lograra.  Aunque  el 
teatro  de  Ricardo  Wagner  está  situado  junto  á  una  ciudad  pequeña  y  en 
un  país  apartado,  ha^  habido,  con  motivo  de  sus  representaciones,  más  te- 
legramas, artículos,  cartas,  corresponsales  de  viaje,  apologías  é  injurias,  que 
á  propósito  de  ningún  otro  estretio  en  una  gran  capital.  Desde  hace  cuatro 
años,  que  estaba  el  teatro  en  construcción,  la  empresa  ha  peligrado  más 
de  una  vez,  y  á  menudo  los  burlones  han  esperado  tener  razón.  Ahora  que 
han  tenido  lugar  las  representaciones  y  que  todo  el  mundo  conoce  sus  pe- 
ripecias, ha  llegado  el  momento  de  decir  algunas  palabras  sobre  la  impor- 
tancia y  signiñcacion  de  este  acontecimiento. 

Lo  que  hay  de  más  notable  en  el  acontecimiento  artístico  á  que  han 
asistido  tantos  visitantes  de  los  más  diversos  países,  es  el  nacimiento  de  un 
teatro,  veríñcado  fuera  de  todas  las  condiciones  habituales,  por  la  sola  vo- 
luntad de  un  artista,  y  todo  para  representar  una  obra  no  menos  extraor- 
dinaria que  la  concepcion'^deltediñcio.  ¿Por  qué  no  ha  hecho  representar 
Wagner  su  tetralogía  en  Munich  6  en  Viena?  ¿Por  qaé  ha  escogido  un  rin- 
cón perdido  de  Baviera  para  levantar  allí  un  ediñcio  de  modelo  entera- 
mente nuevo  y  convocar  á  él,  en  pleno  verano,  á  sus  actores  y  al  público? 


REVISTA   DE   CUBA.  73 

La  respuesta  á  dicha  pregunta  está  escrita  en  toda  la  carrera  de  Ricardo 
Wagner;  aún  debe  añadirse,  que  esta  carrera  nos  aparecería  como  una  se 
ríe  de  tentativas,  bastante  inexplicables  sin  esta  brillante  conclusión.  Lo 
que  podemos  llamar  la  idea  de  Bayreuth,  no  ha  nacido  en  un  dia  en  el  ce- 
rebro del  artista.  Este  reformador  de  la  ópera,  ha  pasado  él  mismo  por  to- 
das las  faces  de  la  ópera,  ha  estudiado  todos  sus  recursos,  sondeado  todas 
sus  imperfecciones,  pasadopor  todas  las  miserias  antes  de  elevarse  á  un  ideal 
superior.  Digámoslo  en  una  palabra;  su  repugnancia  por  el  teatro  contera  - 
poráneo,  que  habia  comenzado  por  embriagarle  en  su  juventud,  es  la  que 
ha  dado  á  Ricardo  Wagner  la  idea  de  un  teatro  nuevo,  que  sea,  no  ya  un 
objeto  de  lujo,  una  simple  diversión,  sino  un  hagar  privilegiado,  de  alta  y 
amplia  estructura,  un  asilo  que  se  reserve  para  el  arte  ikiás  elevado.  En  to- 
das las  tentativas  de  su  vida  aventu  era,  á  que  lo  impulsó  su  infatigable 
ambición,  este  sueño  no  cesó  de  flotar  en  su  horizonte  como  una  esperanza 
quimérica,  pero  sin  cesar  renaciente.  Por  una  felicidad  única,  ha  llegado  á 
realizarlo  después  de  treinta  afios  de  lucha.  Las  circunstancias  le  han  ayu- 
dado de  un  modo  singular;  pero  para  tener  el  valor  de  llevar  á  buen  térmi- 
no semejante  empresa,  se  necesitaba  la  convicción  profunda  de  lo  pernicio- 
sas que  son  las  condiciones  en  las  cuales  subsiste  la  ópera  contemporánea; 
dcL  que  ya  no  hay  en  esta,  afte  ni  tradición,  ni  público  serio,  ni  ideal,  ni 
verdad.  Necesitábase  también  la  convicción  de  poder  mejorarlo,  esa  con- 
ciencia del  genio,  que  se  atreve  á  todo  por  que  ve  lo  que  no  es  sino  un  va- 
go presentimiento  para  los  demás.  Añádase  á  ello  un  conocimiento  perfec- 
to de  los  medios  necesarios  para  alcanzar  su  ñn,  y  la  resolución  de  em- 
plearlos todos,  cualesquiera  que  fuesen. 

Wagner  es  el  temperamento  más  ardiente  é  impetuoso  que  pueda  imagi- 
narse; pero  es,  al  propio  tiempo,  un  espíritu  muy  calculador,  un  genio  emi- 
nentemente consciente,  una  voluntad  tenaz.  Ha  sabido  siempre  lo  (yie  po- 
día y  lo  que  queria,  y  armado  con  este  poder  y  esta  voluntad  prodigiosos, 
ha  declarado  la  guerra  al  teatro  contemporáneo.  Con  la  fuerza  que  le  da 
su  ideal,  que  es  grande,  y  su  genio,  que 'dispone  como  dueño  de  todos  los 
recursos  del  teatro,  lo  ha  arrostraio  todo.  Se  ha  mostrado  violento,  arreba- 
tado, á  veces  injusto  y  vengativo,  pero  siempre  consecuente  consigo  mis- 
mo y  fiel  á  su  idea.  Si  ha  vencido,  no  es  gracias  a  su  prudencia  sino  á  su 
audacia.  De  esta  victoria  ha  salido  una  cosa  enteramente  nueva  y  de  gran- 
des alcances  para  el  porvenir  del  arte  dramático:  quiero  decir,  la  creación 
de  un  teatro  libre  de  todas  las  servidumbres  vulgares,  consagrado  única- 
mente aun  fin  ideal.  Concebimos  que  los  alemanes,  después  de  haberle 
suscitado  mil  obstáculos,  saluden  en  Wagner  al  hombre  que  ha  resucitado 
su  antigua  mitología,  sus  tradiciones  nacionales,  y  creado  un  arte  esencial- 
mente germánico.  Conocemos  las  ampulosas  declamaciones  á  que  se  ha 
entregado  con  este  motivo  el  fanatismo  alemán;  consignamos  también  que 
el  autor  del  Anillo  del  Nibelung  da  menos  importancia  que  antes  á  la  parte 


74  REVISTA   DE   CUBA, 

universal  del  arte,  para  apoyarse  con  exageración  en  su  parte  exclusiva- 
mente nacional.  Comprendemos,  pues,  perfectamente,  que  él  público  fran- 
cés no  haya  visto  en  esta  empresa  sino  un  motivo  de  asombro  ó  de  des- 
confianza. ¿Pero  debe  todo  ello  hacernos  cerrar  los  ojos  sobre  la  parte 
universal  y  humana  de  la  cueí^tior?  Lejos  de  ello,  no  será«upérfluo  juzgar- 
le con  toda  libertad,  bajo  el  punto  de  vista  del  arte,  y  parécenos  un  deber 
deducir  de  ella  enseñanzas  saludables  para  nosotros  mismos. 

En  1872,  á  la  edad  de  59  años,  colocó  R  cardo  Wagner  la  primera  pie- 
dra de  su  teatro,  é  hizo  ejecutar,  con  este  motivo,  la  novena  sinfonía  de 
Beethoven,  como  para  colocar  su  obra  bajo  la  invocación  de  su  -  maestro 
favorito.  El  rey  de  Bfiviera  y  un  gran  número  de  amigos,  le  habian  propor- 
cionado las  garantías  indispensables;  y  cedídole  un  terreno  apropiado  el 
Consejo  municipal  de  la  ciudad.  Lo  que  le  habia  atraido  á  Bayreuth  era 
cabalmente  el  aislamiento  y  la  tranquilidad  de  la  población,  pareciéndole 
una  ventaja  el  estar  lejos  de  todos  los  teatros  existentes  y  de  su  influencia. 
No  era  este  lugar  apropiado  para  fundar  uñ  teatro  regular,  pero  podia  lle- 
gar á  ser  un  centro  de  fiestas  periódicas  de  carácter  más  solemne  é  impo- 
nente que  el  de  una  velada  teatral  ordinaria. 

No  podría  narrar  todas  las  peripecias  finycieras  que  acompañaron  y 
estorbaron  más  de  una  vez  la  construcción,  porque  las  ignoro  en  absoluto. 
Fácil  es  imaginarse,  además,  los  cuidados,  los  esfuerzos,  los  trabajos  que  de- 
bia  necesitar  esta  empresa.  La  reunión  de  una  orquesta  de  ciento  treinta 
ejecutantes  y  de  una  treintena  de  cantores  de  primera  clase,  no  era  una 
de  las  menores  diñcultades.  La  solución  del  enigma  no  se  encuentra  sola- 
mente en  la  perseverancia  tenaz  del  artista,  sino  también  en  su  tempera- 
mento: Wagner  tiene  el  genio  innato  de  la  escena.  Hijo  de  actor,  el  mismo 
lo  es  hasta  la  punta  de  las  uñas;  en  cuanto  se  anima,  el  talento  expresivo  y 
mímico  habla  en  todo  su  ser;  constituye  el  fondo  y  la  raiz  de  su  naturaleza. 
Une  á  ello  prodigiosas  facultades  poéticas,  musicales  y  aun  metafísicas; 
pero  el  demonio  del  drama  reside,  en  el  fondo,  se  manifiesta  á  cada  instan- 
te, sojuzga  las  demás  potencias.  De  ahí  su  acción  inmediata  y  soberana  so- 
bre aquellos  que  son  en  cierto  sentido  sus  semejantes;  nadie  tan  apto  como 
él  para  dirigir  á  los  actores  mdividualmente  y  en  compañía;  los  seduce,  los 
fascina  y  los  domina,  gracias  á  esa  profunda  afinidad  de  naturaleza  de  que 
acabo  de  hablar:  lo  sufren  como  el  dueño  de  su  arte.  Lo  propio  sucede  á 
los  músicos,  á  quienes  electriza  á  su  gusto.  Hé  ahí  la  fuerza  que  hace  de 
Wagner  el  primero  de  los  empresarios^  y  que  explica  cómo  ha  podido  re- 
unir el  personal  de  los  Nibilungeriy  y  conseguir  de  ellos,  en  tres  mes»,  un 
conjunto  tan  homogéneo.  Durapte  las  pocas  semanas  que  he  pasado  en 
Bayreuth,  he  podido  comprobar  los  asombrosos  progresos  de  los  actores 
bajo  la  dirección  del  infatigable  maestro.  Casi  siempre  se  le  veia  en  la  esce- 
na durante  los  ensayos,  sin  perder  un  gesto,  una  sílaba,  ocupado  de  todo, 
ff^arcando  la  medida,  encaramándose  en  las  rocas,  saltando  por  sobrp  las 


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decoradonesy  agrupando,  animaDdo,  dirigiendo  á  los  actores.  Cuando  se 
lecrda  todavía' en  la  escena,  se  le  oia  desde  el  fondo  de  la  sala  apostrofar 
al  maquinista  y  criticar  un  efecto  de  luz.  Segundos  después  se  le  veía  salir 
de  entre  bastidores  para  arreglar  el  casco  de  Bninehilda  ó  acelerar  las  evo- 
luciones de  las  walkires.  Estaba  en  todas  partes,  y  todos  sentían  su  pre- 
sencia; parecia,  en  una  palabra,  el  demonio  encarnado  del  teatro. 

La  situación  de  Bayreuth  se  prestaba,  por  lo  demás,  perfectamente,  á  los 
deágnios  particulares  del  artista,  como  al  carácter  de  su  obra.  Sí  bien  la 
dudad  tiene  pocos  recursos  materiales,  su  carácter  semi -rústico  semi-seño- 
lial,  guarda  bastante  armonía  con  una  ñesta  como  la  que  soñaba  Wagner. 
La  pequeña  ciudad  de  Bayreuth,  de  20.000  almas  á  lo  iumo,  no  es  conoci- 
da en  la  historia  sino  por  haber  sido  residencia  de  lujosos  margraves,  y  da- 
do nacimiento  á  Juan  Pablo  Richter.  Está  apaciblemente  tendida  en  me- 
dio de  los  campos  y  de  los  prados,  casi  en  el  centro  de  la  alta  meseta  de 
Franconia,  que  limitan  en  el  horizonte  las  negras  ondulaciones  del  Fichtel- 
gebirge.  Su  vieja  iglesia,  de  doble  campanario,  es  lo  único  que  recuerda  la 
^d  media;  el  castillo,  de  estilo  rancio,  con  su  ennegrecida  fachada,   y  su 
seca  fuente,  reñere  bastante  melancólicamente  los  pasados  esplendores  del 
o^graviato.  Al  recorrer  las  principales  calles  de  Bayreuth,  creeríase   uno 
^  el  siglo  pasado;  aquí  una  mezquina  casa  con  pequeñas  ventanas  adorna- 
das de  macetas,  denotaba  la  vida  recogida  de  la  clase  media;  al  lado,  el 
^tóstico  palacio  de  un  señor  del  tiempo  de  los  margraves,  muestra  supor- 
^da.  saliente  flanqueada  por  columnas  remat&ndo  pomposamente  en  un 
''^enso  blasón  anticuado.  Al  salir  de  ias  calles  principales,  toman   las  ca- 
^  Un  aspecto  muy  rústico;  se  cree  uno  en  la  aldea;  el  camino  se   va  limi- 
^do  poco  á  poco  por  cercas  y  nos  encontramos  en  pleno  campo.   El  nue- 
^  teatro  está  edificado  á  veinte  minutos  de  la  ciudad  sobre  una  colina  de 
s^ve  pendiente,  en  la  cual  se  eleva  libremenre  el   edificio  dominando  toda 
^  ^egion;  setos  y  colinas  de  árboles,  le  forman  á  distancia  un  gracioso  cer- 
cado. 

La  idea  fundamental  del  edificio  remonta  á  años  atrás.     F^il  es  conve- 
^  en  que  la  estructura  interior  del  teatro  moderno  no  tiene  nada  rigurosa- 
mente estético:  con  su  forma  de  cuba  profunda,  sus  filas  de  palcos  super . 
Prestos,  puede  tener  la  brillante  elegancia  de  un  salón  ó  de  una  sala  de 
l>^e,  pero  carece  de  la  condición  esencial  de  lo  bello  en  arquitectura,  que 
€S  revelar  á  la  primera  ojeada  el  objeto  del  edificio.     Ofrece  otro  inconve- 
^taate,  cual  es  que  se  ve  muy  mal  desde  muchos  puntos,  impidiendo  la  ilu- 
sión escénica  la  presencia  de  la  orquesta.     Ricardo  Wagner  ha    tenido  la 
idea  de  restablecer  la  simplicidad  y  nobleza  del  teatro  antiguo,  pero  confor- 
ii^ándose  con  las  exigencias  del  arte  moderno.     Hace  unos   veinte  años 
que  suplicó  á  Mr.  Semper,  arquitecto  del  antiguo  teatro  de  Dresde,  que  le 
^^osquejara  el  plano  de  un  escenario  sin  palcos  laterales,  con  orquesta  invi- 
nble  Y  gracias  en  forma  de  anfiteatro.    Mr.  Semper  hizo,  con  arreglo  á  es- 


76  REVISTA   DE    CUBA, 

tas  ideas,  un  plano  muy  detallado  que  aún  existe;  y  con  arreglo  á  los  mis- 
mos principios,  pero  con  ciertas  modificaciones,  ha  levantado  Ricardo 
Wagner  el  plano  del  teatro  de  Bayrenth  ayudado  por  Mr.  Otto  Bruckwald. 
El  exterior  no  ofrece  nada  notable  á  primera  vista;  la  fachada  principal 
presenta  un  ligero  arco  de  círculo  flanqueado  por  dos  pabellones;  es  el  an  • 
fiteatro.  Detrás  se  eleva  una  inmensa  torre  cuadrada,  que  es  la  caja  de! 
escenario.  En  el  primitivo  plano  de  Semper  la  fachada  estaba  adornada 
con  dos  columnatas  superpuestas  que  le  daban  armonía  y  esbeltez;  pero  la 
insuficiencia  de  los  recursos  no  ha  permitido  atender  sino  á  lo  preciso.  Bl 
edificio,  construido  de  ladrillos  rojos,  desprovisto  de  ornamentación,  mues- 
tra por  do  quier  su  osamenta;  su  maciza  desnudez,  no  reviste  cierta  gran- 
deza sino  al  pensar  en  su  razón  de  ser,  en  la  lógica  rigurosa  que  ha  presi- 
dido á  su  construcción. 

Pero  lo  exterior  no  es  lo  .principal  en  un  teatro;  el  interior  que  es  lo  que 
debemos  considerar  aquí  es  imponente.  Al^ntrar  en  aquella  sala  por  una 
de  las  ancháis  escaleras  que  de  las  puertas  laterales  llevan  al  anfiteatro, 
sorprende  desde  el  primer  instante  la  gran  simplicidad  del  conjunto.  La 
sala  es  oblonga  y  tiene  la  forma  de  un  sector  que  comprenda  cerca  de  una 
sétima  de  círculo,  cortado  á  la  mitad  de  su  altura  por  an  arco  concéntrico  y 
una  línea  recta.  Entre  este  arco  y  esta  líaea  se  encuentra  la  orquesta^  en 
una  hondonada  de  varios  metros  prolongada  hasta  bajo  la  escena.  Las 
gradas  circulares  se  elevan  en  suave  pendiente  y  van  ensanchándose  hasta 
la  fila  única  de  palcos  que  cierra  la  sala  por  arriba.  Nada  de  adornos  inú- 
tiles, nada  de  dorados,  nada  de  araña  en  el  medio;  el  cielo  raso  figura  una 
cubierta  de  tienda,  un  ancho  velunt  á  la  manera  antigua.  Pero  lo  que  so- 
bre todo  sostiene  la  impresión  de  nobleza,  de  dulce  severidad  y  de  majes- 
tad serena  que  produce  este  interior,  son  las  columnas  corintias  que  se  ele- 
van de  distancia  en  distancia  á  los  dos  lados  de  la  sala.  Están  colocadas 
en  los  extremos  de  paredes  laterales  paralelas  á  la  escena,  superadas  con 
cornizas  salientes,  formando  así  para  el  cuadro  escénico  como  una  serie  de 
marcos  sucesivos.  Pilastras  y  columnas  dominan  valientemente  toda  la 
sala;  la  revisten,  por  decirlo  así,  de  una  serie  de  pórticos,  que  le  dan  el  as- 
pecto del  interior  de  un  templo  cuyo  santuario  velado  fuera  la  escena.  No 
embarazan  las  miradas  palcos  ó  galerías  que  se  desploman,  esos  hormi- 
gueros humanos  que  desde  lo  alto  turban,  amenazan,  ahogan  al  especta- 
dor; se  cierne  natural  y  libremente  por  sobre  la  multitud.  El  espíritu  se 
siente  trasportado  poco  á  poco  á  una  región  ideal,  en  tanto  que  sigue  la  lí- 
nea ascendente  de  los  fustes  elegantes  y  se  detiene  en  los  florones  de  los 
chapiteles  y  en  los  fuertes  arquitraves,  desde  las  cuales  vierten  los  cande- 
líibros  una  luz  discreta.  De  repente,  anuncia  el  comienzo  una  tocata 
heroica  que  reproduce  uno  de  los  motivos  de  la  pieza;  al  instante,  disminu- 
yen las  luces  y  nos  encontramos  sumergidos  súbitamente  en  una  oscuridad 
casi  total.    De  las  profundidades  invisibles  de  la  orquesta  se  escapan  las 


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misteriosas  armonías  de  un  preludio  característico,  que  preparan  al  oyente 
para  las  escenas  fantásticas  ó  apasionadas  que  la  inágia  del  arte  va  á  evo- 
car ante  él.  Cuando  al  ñn,  separándose  el  telón  por  el  medio,  descubre  á 
naestros  ojos  las  verdosas  ondas  en  que  nadan  las  hijas  del  Rin,  ó  bien  la 
roca  salvage  á  donde  acuden  las  Walkiras,  en  alas  de  la  tempestad,  parece 
Que  se  abre  una  visión  deseada  y  ya  presentida. — Compárese,  esta  impre- 
aion  con  la  que  experimentamos  en  una  sala  de  ópera  cualquiera,  y  senti- 
réis el  abismo  que  les  separa. 

Como  el  teatro  de  Ricardo  Wagner  hailegado  á  ser  objeto  de  una  curio- 
sidad europea,  los  periódicos  han  descrito  extensamente  la  sala  y  la  escena, 
pero  lo  que  importa  comprender  es   la  intención  del  artista  novador,  y  el 
efecto  de  conjunto  que  ha  producido,  por  lo  cual  limito  á  esto  mi   descrip- 
ción.    Me  abstengo  de  conducir  al  lector  á  la  choza  de  Wotan  y  de  Bru- 
nehilda,  pasearlo  por  el  subsuelo  y  e!  telar  de  la  escena;  mostrarle  el  dra- 
gón monstruo  que  mata  Siegfriedo  y  que,  entVe  paréntesis,  hubiera  deseado 
menos  burlesco  y  más  aterrador;  examinar  con  él  la  máquina  de  vapor,  cu- 
yas nubes,  alumbradas  por  una  luz  carmesí,  producen  efectos  maravillosos 
en  la  evocación  del  fuego,  pero  que  me  han  parecido  demasiado  ruidosas 
en  el  Oro  del Rin,     No  descubriré  la  sabia  disposición  del  alumbrado  eléc- 
trico ó  de  los  demás,  por  cuyo  medio  el  maqumista  Brandt\iz.  imitado  feliz- 
mente las  degradaciones  insensibles  de  la  luz  en  un  hermoso  cielo  de  vera- 
no, deijde  los  primeros  albores  del  poniente  hasta  los  moribundos  tintes  del 
crepúsculo,  como  al  final  de  la  Walkira^  ó   los  efectos  de  sol  en  el  bosque, 
desde  el  alba  naciente  hasta  el  centelleo  del  medio  dia,  cual  en  el  segundo 
acto  de  Sigfrido,     Callo  las  sabias  disposiciones  de  velos  movibles   y  tras- 
parentes que  imitan  ya  el  fondo  glauco  del  agua,  ya  las  brumas  nocturnas 
que  se  arrastraa  por  el  borde  del  Rin,  y  que  concluyen  por  borrar  el   pai- 
sage  bajo  sus  espesas  capas.  Estas  innovaciones  felices  las  más,  coutribuyen 
i  mantener  al  espectador  en  un  estado  de  ilusión  continua  y  á   aumentar 
las  impresiones  poéticas  que  acompañan  á  la   marcha  del  drama;  bien  que 
no  adquieraq  todo  su  valor  sino  por  su  exacta  concordancia  con  la  música. 
Concluyamos  en  dos  palabras  acerca  de  la  idea  del  nuevo  teatro.     Ri- 
cardo Wagner  ha  tentado  devolver  á  la  estructura  interior  la  dignidad   y 
severidad  del  teatro   antiguo;  pero  no   podría  decirse  que  lo  ha   imitado. 
Ha  partido  de  un  principio  diferente,   conformándose  con  las  tan  distin- 
tas condiciones,  y  las  exigencias  mucho  más  complicadas  de  la  escena  mo- 
derna.    En  las  líneas  esenciales,  el  plano  resulta  tan  lógicamente  de  las 
exigencias  del  drama  musical,  ó  si  se  quiere,  de  la  ópera  seriamente  enten- 
dida, como  el  plano  del  teatro  griego  ha  salido  de  las  necesidades  de  la 
tragedia.     La  escena  antigua  no  tenia  sino  superficie  y   carecía  de  profun- 
didad; era,  en  cierto  sentido,  un  bajo  relieve  animado,  de  tres  figuras  á  lo 
sumo,  y  que  no  era  en  sus  principios  sino  un  complemento  de  las  grandes 
evoluciones^corales.    La  orquesta  viene  á  ser,  á  decir  verdad,  el  centro  de 


78    #  REVISTA     DE    CUBA, 

la  atenctOD  en  el  teatro  de  los  antiguos;  ocupa  en  él  el  mayor  lugar;  la  es- 
cena misma  no  es  sino  un  suplemento  suyo,  y  he  ahí  la  forma  de  hemioy- 
do  del  anfiteatro. — Entre  nosotros,  por  el  contrarío,  la  escena  es  lo  princi- 
pal; y  no  ofrece  el  aspecto  de  un  simple  bajo  relieve,  sino  de  un  cuadro  de 
tres  ó  cuatro  planos,  de  un  diorama  que  produzca  la  ilusión  de  un  paisa  ge 
real.  En  cuanto  á  la  orque  ta,  ya  no  es  sino  el  receptáculo  de  la  música 
inscrumental:  la  acción,  el  interés,  la  vida  residen  en  la  escena.  Las  inge- 
niosas innovaciones  de  Wagner  no  son  sino  las  deducciones  rígorosas  de 
este  príncipio:  de  ahí,  que  la  orquesta  esté  invisible,  la  sala  alargada,  las 
paredes  decorativas,  formando  marco,  todo  lo  cual  diríje  la  mirada  concren- 
trando  la  atención  en  el  cuadlb  escéaico.  Para  deñnir,  en  una  palabra,  en 
que  diñere  de  los  demás  el  teatr  »  de  Ricardo  Wagner,  diré  que  en  aque- 
llos la  sala  está  consimidj.  ante  tovl3.  por  sí  mismi,  y  que  en  este  es  con- 
secuencia lógica  de  la  escena  y  no  tiene  otro  objetiTO.  Una  sala  de  ópe- 
ra pretende  deslumbrar.  que  la  contemplen  á  sus  anchas  y  contener  el  ma- 
yor número  posible  de  espectadores:  esta  no  preteade  sino  hacer  ver  y  oir 
bien  lo  que  pasa  en  la  escena;  quiere  transportar  al  espectador  á  un  mundo 
ideal  arrancándolo  de  tocias  las  imDresíoaes  de  Ii  realidad.  Y  debemos 
confesar  que  lo  hi  conseguido:  y  no  es  p>s.ble  dejar  de  creer  que  este  ejem- 
plo ejercerá  i  la  larga  alguna  ind cencía  ea  el  desarrollo  del  teatro  moder- 
no. Ciertamente  será  más  nioles:o  i^ue  úrl*.  si  ha  de  buícarsc  en  la  institu- 
ción del  tean-o  solo  una  diversión  mis  5  meaos  ele\"a  ia:  pero  se  aprovecha- 
rá con  grandes  vectajas  cuando  q-iera  dár^>  :i3  carácter  verdaderamente 
estético,  un  ¿a  pararaecie  ideal. 

Se  mod.ñcarán  mucho**  vieía  le?,  se  a:enuiráa  ciertas  exageraciones,  se 
bascará  la  confonnidad  con  las  ne-ces:iade>  de  los  me*JLas  y  públicos  di- 
vcrsots;  rero  una  vej  de  reccnocilo  I?  ::ue  hav  de  verdadero  en  la  idea  no 
será  posible  dejar  de  ajrücar  un  rrLnc:;?:^  lan  fecundo. 


II. 


*x?3i2sxyrAj:.x  TE  -II  ANV.io  1*11.  xirnrxr-* 


Peco  hjLVlire  dtí  rcenjL  de  JT,"  ^tjlV.*  S.S  .\~,V.iT^^  aonqae 
cesii  ñn  d*ia  un  rroeun-d.^  esrii  c.  •,í  >e  oocj^ier^n  1j^  fuesies  oitokSgi- 
cas  dccoí  2JL  enoccmdo  '•Vjí^t^íí:  rj.::  :í  ..:  :n-?.ric¿cc:,  j  ya  el  panto  de 
«ti  v,inn:..ía:e  hunMT:>  v  TOínoo.  ílv::;  ^ji  rriaen  víj^   ^^le  ¡os 


LnS.-os  nan  <:  io  rrAii.-^  a  li  e:?oír.j:.  '.i  rcirsera  c-e  sü  'iira  iranuLtxci- 
üSd  en  s;í  ccc.Mn:^'  la  anzg-^  .^-u  ¿e¿  ^»ocv>  de  X¿S¿.:=;«:  La  ponan  tam* 


REVISTA   DE   CUBA.  %   79 

bien  que  los  tipos  de  Sígfrido  y  de  Brunehilda,  resucitados  en  la  escena, 
vuelven  á  la  vida  para  el  espíritu  moderno,  pero  conservando  todo  el  en- 
canto sobrenatural  de  la  poe  íi  mítira.  Después  de  los  dramas  interesantes 
de  !a  tetralogía  de  Wagiiei,  ¡ax  Wdlklra^  Sigfridoy  la  GotterdámmrungX.O" 
dos  los  anteriores,  en  que  se  ha  procurado  renovar  esos  antiguos  argumen- 
tos, no  pueden  menos  de  parecer  tentativas  frustradas.  A  esos  dos  promi- 
nentes personajes  de  la  tradición  germánica,  Siegfrido,  el  héroe  joven  y  vic- 
torioso, y  Brunehilda  la  virgen  guerrera,  hija  de  los  dioses,  convertida  lue- 
go en  mujer  amante  y  prudente,  Wagner  ha  sabido  animarlos  con  tanta  luz 
y  tanta  vida,  que  después  de  él,  nadie  osará  volver  á  tocarlos.  A  reserva  de 
explicar  otro  dia  más  extensamente  los  pasagft  oscuros  que  ofrece  esta  gran 
creación,  voy  á  resumir  brevemente  mis  impresiones  acerca  del  carácter  de 
la  tetralogia. 

Lcfs  que  no  hayan  penetrado  el  sentido  íntimo  y  poético  de  la  obra,  en- 
contrarán en  ella  pasages  largos  y  desiguales;  aun  más,  por  la  tendencia 
metañsíca  del  conjunto^  por  las  frases  oscuras  que  en  ella  se  hallan,  siem- 
pre será  difícilmente  comprendida  por  los  extranjeros;  pero  nunca  podrá 
negarse  la  amplitud  de  su  concepción,  la  prodigiosa  fuerza  desplegada 
en  todos  sus  detalles,  la  originalidad  del  colorido  y  el  soplo  potente  que  ani- 
ma todas  sus  partes. 

La  que  en  primer  lugar  hiere  el  oido  del  músico,  es  la  riqueza  de  la  or- 
questa. Es  verdad  que  Beethoven  ha  llevado  la  música  instrumental  á  su 
más  alto  punto  de  desarrollo;  su  sinfonía  es  la  obra  maestra,  incomparable 
y  suprema  en  este  género.  Pero  esta  potencia  de  expresión  de  la  orquesta, 
que  Beethoven  aplica  solo  á  los  sentimientos  más  generales,  á  los  pensa- 
samientos  tan  grandes  como  el  universo,  Wagner  la  consagra  á  los  porme- 
nores de  la  acción  teatral,  y  á  toda  la  íntima  fisiología  del  drama.  De  aquí 
un  género  de  elocuencia  enteramente  nuevo,  ya  sea  que  nos  pinte  un  fenó- 
meno de  la  naturaleza  en  concierto  con  alguna  pasión  humana,  ó  el  movi- 
miento de  todo  un  grupo  de  personajes  con  sus  combinados  sentimientos, 
siempre  interpreta  á  su  manera  lo  que  pasa  en  la  escena. 

La  música,  siguiendo  así  á  la  palabra,  la  sobrepuja  con  ventaja  por  su 
misma  concisión  y  por  la  simultaneidad  de  sus  efectos.  La  orquesta  de  Wag- 
ner expresa  de  una  vez^  con  pocas  notas  lo  que  la  palabra  tendría  que  ir 
enumerando  penosa  y  sucesivamente.  Eu  su  trama  sinfónica  cuatro  ó  cinco 
melodías  se  entrelazan  á  veces  sin  confundirse.  Con  rápidas  alternativas  ó 
figuras  simultáneas,  consigue  expresar  los  pensamientos  contrapuestos  de 
dos  ó  tres  personajes,  ó  confundirlos  luego  todos  en  un  ritmo  dominante. 
En  la  melodía  vocal,  la  misma  flexibilidad;  pues  se  doblega  á  todos  los  gé- 
neros de  declamación,  de  diálogo  ó  de  carácter  Sea  que  se  fraccione  ó  se 
desenvuelva,  que  se  condense  ó  que  se  dilate,  allí  aparece  siempre  vibran- 
te, múltiple,  infinitamente  fluida  como  el  alma  humana,  y  siempre  presente 
como  el  genio  de  su  destino. 


8o  REVISTA   DE   CUBA. 

No  es  necesario  decir  que  una  trama  tan  intrincada  supone  una  percep- 
ción musical  tan  rápida  como  sutil.  Para  comprender  muchos  pormenores, 
se  necesita  oir  muchas  veces;  pero  á  veces  el  efecto  es  instantánA.  Una 
mujer  de  mucho  gusto  músico  me  dijo  con  sorpresa  después  del  primer  ac- 
to del  §igfrido:  **Pero  eso.es  la  misma  vida!"  Esta  será  siempre  la  impre- 
sión de  todos  aquellos  que  teniendo  á  la  vez  gusto  poético  y  gusto  musical, 
y  acostumbrados  al  estilo  más  ó  menos  convencional  de  la  ópera,  se  sien- 
ten de  súbito  libres  de  la  sugecion  que  aquella  nos  impone,  y  trasportados 
á  una  atmósfera  de  completa  libertad  y  naturalidad  verdadera. 

Para  comprobar  estas  observaciones  generales  seria  necesario  seguir  y  es- 
cudriñar en  todos  sus  detall a^algunas  de  las  grandes  escenas  de  la  tetralo- 
gia.  Seria  necesario,  por  ejemplo,  reproducir  ante  los  ojos  del  lector  el  pri- 
mer acto  de  La  Walkira^  maravilla  de  estructura  dramática  y  trama  melo- 
diosa, que  representa  el  rapto  de  Siglinda  por  Sigeimundo.  Seria  necesario 
pintar  la  rústica  morada  de  un  primitivo  germano,  la  choza  de  madera  con 
el  fuego  lúgubre  ardiendo  en  el  hogar  y  el  gigante  fresno  consagrado  que  la 
sustenta;  pintar  al  guerrero  fugitivo  que  rendido  de'cansancio  entra  en  casa 
de  su  enemigo,  para  caer  muriendo  de  sed  delante  del  fuego,  y  aquella  mu- 
jer inquieta  y  triste,  que  lo  encuentra  y  le  da  de  beber.  Seria  necesario  re- 
presentar aquella  nocturna  escena,  tan  angustiosa,  entre  Hunding,  su  mu- 
jer y  el  extranjero.  Seria  necesario  expresar,  como  lo  hace  la  música,  aque  * 
repentino  amor  que  comienza  en  una  larga  mirada  para  estallar  pronto  en 
una  llamarada  ardiente,  y  concluir  en  apasionado  arrebato.  Seria  necesa- 
rio repetir  la  escala  ascendente  de  sentimientos  que  recorre  el  espectador, 
desde  la  negra  desesperación,  hasta  el  delirio  del  triunfo,  desde  la  primer 
mirada  de  tristeza  muda  y  deseo  compr  mido,  hasta  el  abrazo  final,  y  el 
grito  de  Sigemundo  cuando  arranca  la  espada  vengadora  del  tronco  de!  ár- 
bol que  la  guardaba. 

El  tercer  acto  de  La  Waikira  ofreceria  distinto  interés.  Comienza  brus- 
camente con  ritmos  de  extraña  rudeza.  Entre  el  mugido  de  la  tormenta 
se  oye  el  rumor  de  una  cabalgata  desenfrenada  y  sonatas  guerreras.  El  te- 
lón se  levanta  sobre  un  cuadro  de  belleza  fantástica.  Representa  la  escena 
la  cumbre  de  una  montaña.  Algunas  walkiras  se  agrupan  en  los  agudos 
peñascos,  pendientes  sobre  el  abismo,  y  con  gritos  alegres  llaman  á  sus  her- 
manas, que-ip-  ven  á  la  luz  de  los  relámpagos,  cabalgando  en  las  negras  nu- 
bes sobre  unr  cíelo  tempestuoso.  Los  gozosos  acentos  de  esas  nueve  vírge- 
nes guerreras,  que  blanden  sus  lanzas  y  se  saludan  chocando  los  escudos, 
sus  ademanes  y  sus  grupos,  sus  risas  que  se  derraman  por  los  aires  en  ale- 
gres estallidos,  sus  gritos  de  triunfo  que  parecen  desafiar  los  estampidos 
del  rayo,  todo  esto  forma  un  conjunto  magnífico  y  grandioso,que  puede 
decirse  que  no  se  asemeja  á  nada.  Habiendo  tempestad,  ya  está  Wagner  en 
su  elemento.  Esa  música  respira  hierro,  go^o,  huracán;  á  un  mismo  tiempo 
hace  sentir  la  carrera  del  caballo,  el  vuelo,  el  combate. 


REVISTA   DE  CUBA.  8 1 

Pero  la  cabalgata  de  las  walkiras  no  es  más  que  la  preparación  para  otra 
escena  más  íntima  y  conmovedora,  donde  el  carácter  de  Brunehilda  se  os- 
tenta  en  toda  su  nobleza  y  elevación.  La  hija  mayor,  la  preferida  de  Wol- 
tao,  llega  después  que  todas  sus  hermanas,  y  trae  consigo  una  fugitiva;  esta 
es  Siglinda  que  luego  será  madre  de   Sigfrido.    Su  raptor  Sigemundo  ha 
caido  peleando  con  Hunding.  En  la  mitología  de  los  germanos  las  walJa- 
tas  son  gém'os  protectores  de  los  guerreros;  ellas  dan  la  victoria  ó  deparan 
la  muerte  en  los  campos  de  batalla.  Wotan  habia  mandado  á  Brunehilda 
que  hiciera  caer  á  Sigemundo,  y  eso  contra  su  voluntad  secreta,  por  con. 
formarse  con  la  ley  divina,  protectora  del  matrimonio,  y  con  el  juramento 
que  habia  prestado  á  su  esposa  Frika.  Pero  4írunehilda,  compadecida  de 
los  amantes  fugitivos  y  desgraciados,  ha  intentado  salvar  á  Sigemundo,  y  de 
aquí  la  cólera  tremenda  del  dios.  La  escena  que  sigue  entre  el  padre  y  su 
hija,  es  de  las  que  ofrecen  más  amplitud  en  la  melodía  y  más  elevación  en 
él  sentimiento.  Al  anunciársele  el  terrible  castigo  que  la  destierra  de  la  co- 
horte celestial,  la  despoja  de  su  naturaleza  divina,  para  ser  presa  del  primer 
advenedizo,  Brunehilda,  transida  de  dolor,  cae  al  suelo  dando  un  grito  des- 
garrador,  y  solo  se  levanta  poco  á  poco  para  disculparse,  con  una  melodía 
tierna  y  suplicante  que  da  á  su  voz  un  encanto  profundo. 

Aunque  hija  sumisa,  Brunehilda  tiene  conciencia  del  noble  sentimiento 
que  fué  causa  de  su  desobediencia.  Conocía  el  cariño  de  su  padre  para  con 
el  mismo  hombre  que  quería  sacríñcar  á  la  ley,  y  cuando  con  dulce  firme- 
za le  dice: 

''He  amado  á  quien  tú  también  has  amado,  y  por  eso  te  he  desobede- 
ddOy"  la  voz  de  la  hermosa  doncella  resuena  como  la  sublime  protesta  del 
amor  contra  el  destino.  Suplica  humildemente  y  se  arrodilla;  Wotan,  casi 
vencido,  se  muestra  implacable  en  apariencia.  Entonces  Brunehilda  se  le- 
vanta rápidamentd;  la  fogosa  sangre  de  la  Walkira  se  reanima  en  sus  venas, 
y  grita  con  salvaje  entusiasmo,  encendidos  los  ojos  con  la  llama  del  he- 
xoismor:  ^'Si  debo  separarme  de  tí,  si  un  profundo  sueño  ha  de  aletargarme, 
fOdea  mi  cuerpo  de  un  fuego  de vorador,  que  solo  ose  atravesar  un  héroe  sin 
miedo.''  En  este  grito  reconoce  Wotan  á  su  hija  intrépida;  conmovido, 
vencido,  le  abre  sus  brazos.  Durante  este  mudo  abrazo,  la  orquesta  repite 
la  dulce  melodia  de  la  súplica,  con  una  expresión  triunfal  de  felicidad  y  de 
gratitud,  como  celebrando  la  victoria  de  la  mujer  amante  wffft  el  hombre 
inflexible,  de  la  simpatía  sobre  la  fuerza,  del  amor  sobre  la  Iqri .  ]S1  fioftl  que 
sigue  es  admirable.  La  dolorosa  despedida  de  Wotan,  el  beso  del  dios  al 
sumir  á  su  hija  en  el  sueño  mágico,  la  evocación  del  fuego,  toda  esta  esce- 
na sublime  parece  arrastrada,  envuelta  por  lá  onda  melodiosa  de  una  in  - 
mensa  sinfonía  en  que  un  profundo  dolor  se  confunde  admirablemente 
con  una  dicha  inefable,  hasta  desvanecerse  pianissimo  en  un  mar  de  llamas 
ligeras  y  sutiles,  entre  las  cuales  Brunehilda,  muellemente  aletargada  y  cu- 
bierta con  sus  armas,  vaá  dormir  su  sueño  encantado. 

II 


82  REVISTA   DE    CUBA. 

En  Sigfrido  el  estilo  de  la  melodía  se  trasforma  para  adaptarse  al  carác- 
ter del  nuevo  héroe,  que  es  la  personiñcacion  de  la  franqueza  juvenili  la  vi- 
vacidad y  la  rudeza.  A  los  temas  pausados  y  patéticos  de  la  WaUára^  su- 
ceden motivos  rápidos  y  alegres.  Todo  lo  que  habla  Sufrido  se  distingue 
por  la  espontaneidad,  la  elasticidad  de  la  melodía,  que  se  precipita  en  sal* 
tos  atrevidos,  hirviente,  impetuosa  como  un  torrente:  es  el  genio  mismo 
del  héroe  impávido.  Sigfrido  forjando  él  mismo  su  espada  delante  de  Mi- 
mOy  el  enano  cobarde,  ruin  y  falso  que  lo  ha  criado  y  de  quien  se  va  á  li- 
bertar; Sigfrido  hablando  con  el  ave  del  bosque,  y  encontrando  en  sus  de- 
liciosos gorgeos  la  revelación  de  un  amor  que  ignora  pero  presiente;  estos 
cuadros  son  obras  maestras  da  composición  musical.  Es  la  poesía  primiti- 
va, puesta  en  la  escena  con  arte  consumado.  Brunehilda  despertada  por 
Sigfrido  en  el  peñasco  de  las  walkaras,  en  el  acto  tercero;  y  la  despedida 
de  los  mismos  al  principio  de  la  pieza  siguiente,  son  inspiraciones  délas 
mejores  de  la  tetralogía.  Nunca  se  hablan  visto  tanta  majestad  legendaria, 
tanta  grandeza  heroica,  manifestarse  con  tal  intensidad  de  vida  y  energía 
de  pasión.  Por  medio  de  los  esplendores  de  la  música^  los  hijos  de  Wotan 
parecen  en  sus  amores  radiar  con  la  luz  del  sol,  respirando  el  éter  puro  de 
los  dioses,  que  es  su  atmósfera  natural. 

La  última  parte  de  la  tragedia,  llamada  IHfin  de  los  dioses,  y  que  tam- 
bién pudiera  titularse  La  muerte  de  Sigfrido^  se  compuso  quince  años  des- 
pués de  las  anteriores.  Lejos  de  haberse  debilitado  el  genio  de  Wagner,  se 
presenta  aquí  en  la  plenitud  de  su  fuerza  plástica  y  su  poder  de  concentra- 
ción; parece  como  que  ha  querido  recoger  toda  su  energía  para  producir  el 
choque  de  las  dos  grandes  corrientes  de  emoción  que  había  ido  acumulan- 
do por  separado  en  la  Walkira  y  en  Sigfrido,  y  por  consiguiente  es  de  una 
violencia  extrema  el  conflicto  trágico  que  sobreviene  entre  los  dos  prime- 
ros personajes.  La  consternación  de  Brunehilda,  olvidada  y  engañada  por 
Sigfrido,  6U  cólera  tenible,  su  venganza  rápida  como  el  rayo,  seguida  de  una 
apacible  calma,  y  coronada  por  su  muerte  voluntaria,  toda  esta  acción  an  - 
helante  y  rápida,  se  precipita  hasta  la  catástrofe  én  una  serie  de  situaciones 
vehementes  y  puramente  dramáticas,  en  que  desplega  Wagner  todos  lo^ 
artificios  de  escena  y  decoración,  todos  los  recursos  vocales  é  instrumenta- 
les del  arte.  Más  de  un  cargo  pudiera  hacerse  al  autor,  ya  respecto  á  la  psi- 
cología át\  filtro  del  olvido,  ya  respecto  al  carácter  de  Wotan,  ó  á  la  osonri- 
da  \  «!el  pínsaraiento  filosófico  que  se  desenvuelve  en  la  tetralogía;  pero  de 
ello  me  abstengo,  porque  no  he  querido  hacer  un  análisis  detallado  del 
poema,  sino  solo  dar  una  idea  de  su  carácter  dominante,  y  de  su  acento 
original. 

Las  representaciones  de  Bayrenth  han  sido  para  todos  los  espectadores 
imparciales  y  perspicaces,  un  gran  acontecimiento  artístico.  ¿Cuál  será  la 
influencia  que  egerzan?  Cuestión  es  esta  bastante  dudosa,  bastante  compli- 
cada, y  que  no  osaremos  dejar  resuelta^  solo  si  diremos  que  siendo  la  obrs 


REVISTA   DB    CUBA.  83 

esencialmente  alemana,  en  su  carácter  y  en  su  ejecución,  su  influencia  directa 
liabrá  ¿e  limitarse  á  Alemania.  Pero  ¿se  dirá  por  eso  que  no  sacaremos 
ningún  provecho  de  un  ejemplo  tan  grande  y  tan  atrevido?  Seamos  since- 
c  no  se  trata  ahora  solamente  de  un  nuevo  sistema  de  armonía  ó  de  de- 
imacion)  sino  de  la  dignidad  y  de  la  nobleza  del  teatro  en  nuestra  actual  ci- 
"vilizacion.  Lejos  de  nosotros  la  idea  de  que  la  imitación  servil  de  las  «bras 
y  del  estilo  de  un  innovador  atrevido,  pueda  ser  el  remedio  del  marasmo 
<]iie  nos  consimie.  Para  jenovar  nuestra  escena  lírica,  lo  que  nos  falta  es  el 
soplo  inspirador  del  drama,  y  el  valor  indomable  de  la  verdad.  £1  papel 
de  Franda,  en  lo  pasado,  ha  sido  importante,  casi  el  primero,  en  la  música 
dramática.  Ella  ha  creado  la  ópera  cómica,  y  dado  un  asilo  á  Gluck,  y  es- 
Vndido  su  escuela.  Ahora  lo  que  le  falta  es  sacar  de  su  propio  fondo  un  dra- 
ma musical,  diferente  del  de  Waguer,  acaso  menos  profundo,  inénos  rebus- 
cado, pero  más  sencillo,  más  claro,  y  por  lo  mismo  más  universal.  Sabemo- 
que  no  puede  nacer  en  un  dia„  y  que  solo  el  genio  puede  engendrarlo,  pe- 
ro lo  que  importa  es  conocer  los  medios  mejores  para  preparar  su  venida. 
Para  ello  la  reforma  de  Wager  podría  damos  alguna  luz,  y  estímulo  el  ejem- 
plo de  Bayreuth. 

fichando  á  un  lado  utopias  quimérícas,  fijémonos  en  lo  posible  y  lo  nece- 
sario. En  una  capital  como  París,  que  encierra  todos  los  contrastes,  lo  que 
más  importa  es  separar,  en  matería  artística,  lo  bueno  de  lo  malo,  lo 
vercadero  de  lo  falso,  lo  sérío  de  lo  irívolo.  Es  necesario  levantar  un  gran 
teatro  líríco,  distinto  del  de  la  Gran  Opera,  y  que  en  el  orden  dramático 
Consiga  lo  que  han  logrado  ya  los  Coruürtos  Populares  en  el  de  la  msica 
sinfónica,  es  decir,  educar  el  gusto  público,  en  vez  de  hacerse  esclavo  de  la 
ratina.  Dando  solo  dos  ó  tres  funciones  por  semana,  y  escogiendo  para  fon- 
do de  su  repertorío  las  obras  maestias  de  Gluck,  de  Spontint  y  Mehul,  se" 
na  este  teatro  el  más  apropiado  para  ejecutar  algunos  de  los  ensayos  dra- 
máticos de  Berlioz,  como  Los  Troyanos^  y  de  vez  en  cuando*  alguna  gran 
obra  á  la  vez  sinfónica  y  vocal,  como  Ronuoy  yulUta^  6  la  Novena  siwfor 
nia  de  Beethoven,  dando  también  buena  acogida  á  las  contemporáneas  que 
representan  el  verdadero  drama  musical. 

£1  objeto  de  semejente  teatro  seria  el  de  crear  un  centro  distinto  del  de 
la  Gran  Opera,  que  de  dia  en  día  va  perdiendo  su  interés  para  los  espíri- 
tus jsérios  y  los  talentos  distinguidos.  Para  cultivar  el  gran  estilo  y  conser- 
las buenas  tradiciones,  no  basta  representar  de  vez  en  cuando  algunas 
obras  maestras;  necesarío  es  también  que  estas  últimas  no  se  den  la  mano 
con  las  insulceses  del  baile  escénico,  con  las  vulgares  exhibiciones  de  un 
arte  que  ha  bajado  hasta  convertirse  en  simple  especulación  mercantil;  es 
necesario  que  el  público,  hastiado  de  falsedades,  sepa  donde  encontrar  la 
verdad;  y  es  necesario  en  te,  que  el  arte  verdadero  tenga  su  asilo  inviola- 
ble. Semejante  teatro  no  serviría  solo  para  gloríficar  á  los  genios  de  otros 
tiempos,  sino  también  para  estimular  á  los  de  nuestros  días.  ¿Qué  no  ha- 


84  REVISTA  DE   CUBA. 

bría  realizado  nuestro  gran  Berlioz  con  una  institución  como  esaf  Tal  vez 
habría  creado  el  nuevo  drama  musical  francés.  En  vez  de  eso  ¡cuántos  sin- 
sabores, miserias,  tentativas  y  compromisos  en  la  carrera  de  ese  noble  artis* 
ta  tan  mal  apreciado  en  vida,  y  tan  perseguido  por  una  crítica  ímbedly 
eniponzoñada! 

Para  llevar  á  cabo  este  plan,  solo  se  necesita  un  director  con  intdigeilda 
bastante  para  concebirlo  y  organizado,  y  un  gobierno  bastante  patriótico  pa- 
ra darle  una  subvención,  quitándole  al  teatro  de  la  Gran  Opera  la  suya,  con 
gran  ventila  para  el  arte,  y  mal  que  les  pese  á  los  aficionados  á  cavatinas  y 
piruetas.  Cuando  nuestros  políticos  lleguen  á  comprender  toda  la  importan- 
cia de  la  música  en  la  educación,  harán  bien  dedicando  su  atención  á  seme- 
jante proyecto.  De  esta  manera  sabríamos  corresponder  á  la  innovadon  de 
Ba3n:euth,  y  sobrepujarla.  Sí  el  espíritu  del  pueblo  alemán,  donde  el  genio 
incUvidual  se  desenvuelve  á  veces  con  tan  extraordinaria  pujanza,  ha  inven- 
tado su  propio  teatro  por  la  voluntad  y  la  energía  de  un  solo  hombre,  ¿no  se- 
ria digno  de  nuestro  genio,  preparar  nuestro  teatro  nacional  por  medio  de  la 
asociación  inteligente  de  todos  los  verdaderos  amigos  del  arte,  de  todos  los 

que  tienen  fé  en  el  porvenir  de  la  Francia?  ^ 

Eduardo  ECHURE. 


ADIÓS, 

[TradnodoB  do  A.  de  Musset.] 

Adiós!  En  el  sendero  de  la  vida 
Creo  que  nunca  á  verte  tomaré: 
£1  Señor  pasa,  llámate  y  me  olvida; 
Al  perderte  conozco  que  te  amé. 

Cese  el  dolor  y  el  llanto  que  produce; 
Respetar  yo  sabré  lo  porvenir; 

Y  si  viene  la  barca  y  te  conduce, 
Entre  sonrisas  la  veré  partir. 

De  amor  te  vas  y  de  esperanza  henchida. 
Pues  sabes  que  triunfante  has  de  volver; 
Mas  dime:  á  los  que  lloran  tu  partida, 
Cuando  tomes,  ¿podrás  reconocer? 

Adiós!  tú  dormirás  sueño  divino, 

Y  un  extraño  placer  te  embriagará. 
La  estrella  que  se  eleva  en  tu  camino, 
Largo  tiempo  en  tus  ojos  brillará. 

De  un  corazón  que  nos  comprenda,  un  dia 
Llegará  en  qué  conozcas  el  valor; 
Al  hallarlo  ¡cuan  grande  es  la  alegriáí 

Y  [qué  intenso,  al  perderlo,  es  el  dolor! 

JÓSE  ANTomó  CORTINA. 


EL  CONDE  KOSTIA. 


II. 


En  Colonia  se  embarcó  Gflberto,  á  bordo  de  un  vapor  para  subir  el  Rin 
hasta  diez  ó  doce  leguas  más  arriba  de  Bonn.  A  la  caida  de  la  tarde  una 
niebla  espesa  se  estendió  sobre  el  río  y  sus  riberas.  Hubo  que  echar  el  an- 
da 7  estar  al  pairo  toda  la  noche,  contratiempo  que  puso  melancólico  á 
Gilberto;  parecíale  ver  en  él  una  imagen  de  su  destino.  También  él  tenia 
que  subir  ana  corriente,  y  más  de  una  vez  una  triste  y  sombría  niebla  le 
habia  ocultado  la  vista  de  su  camino. 

Por  la  mañana  se  despejó  el  tiempo,  se  levó  ancla  y  dos  horas  después 
del  medio  dia  desembarcaba  Gilberto  en  una  estación  que  distaba  dos  le- 
guas del  Geirefds.  No  tenia  prisa  en  llegar:  bien  que  hubiese  "nacido  con 
forme  con  todo"  como  á  menudo  se  lo  reprochaba  Mr.  Lerins,  temia  el  mo- 
mento en  que  se  cerrarían  tras  él  las  puertas  de  su  prísion,  y  estaba  dis- 
ptxcsto  á  gozar  durante  algunas  horas  más  de  su  querída  libertad.  ''Vamos 
i  separamos,  le  decía;  al  menos  démonos  tiempo  para  despedirnos." 

£n  vez  de  alquilar  un  carruaje  para  trasportar  su  persona  y  efectos,  en- 
c^rgó  sus  baúles  á  un  comisionista,  que  se  comprometió  á  enviárselos  el 
cli3>  siguiente,  y  se  puso  en  camino  á  pié,  llevando  bajo  el  brazo  una  maleta 
P^^ueña,  y  prometiéndose  no  apresurarse.  Una  hora  después,  habia  aban- 
donado la  carretera  y  descansaba  en  una  humilde  taberna,  situada  en  un 
"^ot^tecillo  plantado  de  bellos  árboles.  Se  hizo  servir  la  comida  bajo  un  pa- 
^^^Uon,  compuesta  de  una  tajada  de  jamón  ahumado  y  de  una  tortilla  con 
^^^^^ollo,  que  roció  con  vinito  claretenada  agrío.  Este  festin  á  lo  Juan  Ja- 
^^^>o,  le  pareció  delicioso:  como  que  estaba  sazonado  con  esa  libertad  de 


86  kEVISTA  DE   CUBA, 

la  taberna  más  cara  al  autor  de  las  Confesiones^  que  la  misma  libertad  d^ 
escribir. 

Cuando  acabó  de  comer,  se  hizo  traer  Gilbert  una  taza  de  café,  ó  mejoír 
dicho,  de  ese  brevage  negruzco  que  llaman  café  en  Alemania.  Trabajo  1& 
costó  beberlOi  y  se  puso  á  lamentar  el  excelente  moka  que  Mme  LfCríns 
preparaba  con  sus  manos;  lo  que  le  hizo  pensar  en  tan  amable  mujer   y  en 
su  esposo. 

£s  singular,  dijo  para  si;  estas  estimables  personas  me  aman  mucho  y 
me  conocen  bien  poco.  Todos  los  consejos  que  me  daban  el  otro  dia,  se 
dirigían  á  un  Gilberto  fantástico;  no  saben  que  soy  razonable  hasta  d 
extremo.  A  veces  me  parece  que  ya  he  vivido  ántes^  tan  iácümente  se  aco- 
moda mi  alma  á  todas  las  actitudes  que  exigen  las  circunstancias. 

A  poco  rato  olvidó  Gilberto  á  París  y  á  Mme  Lerins  y  cayó  en  un  yago 
ensueño;  empezaba  mayo,  y  los  árboles  comenzaban  á  reverdecer.  Era 
aquel  momento  tan  solemne  y  tan  dulce  en  que  la  tierra  sale  de  su  largo 
sueñOy  lanza  en  el  espacio  lánguidas  miradas  á  través  de  las  sombras  que  aun 
velan  sus  ojos,  entrevé  confusamente  el  sol,  reconoce  en  él  d  £mtasma 
dorado  en  que  soñaba;  una  alegre  locura  se  apodera  de  ella,  y  la  vida  que 
hierve  en  su  seno,  brota  en  olas  de  savia  en  el  tallo  creciente  de  las  flores, 

y  en  el  nudoso  tronco  de  las  viejas  hayas,  reju vencidas Aquella   savia 

primaveral,  subía  también  al  corazón  de  Gilberto;  estaba  aturdido,  abroma- 
do. Una  brisa  acariciadora  arrojó  como  un  suspiro  en  el  follaje  naciente 
de  un  castaño  vecino,  y  un  pájaro  se  puso  á  cantar  parecía  á  Gilberto  que 
aquel  canto  y  que  aquel  suspirar  salían  de  las  profundidades  de  su  ser.  En 
el  ensueño,  el  corazón  repite  como  un  eco  la  gran  música  del  Universo, 
se  asemeja  á  esas  conchas  marinas  de  las  cuales  oímos  salir,  aproximándo- 
las al  oído,  el  confuso  y  majestuoso  murmullo  del  Océano. 

Pero  sus  ensueños  tomaron  súbitamente  otro  rumbo.  Desde  el  banco  en 
que  estaba  sentado  apercibía  el  Rín,  el  camino  travieso  que  costeaba  sus 
aguas  grises,  y  más  próximo  á  él,  el  gran  camino  en  que  levantaban  por  in- 
tervalos nubes  de  polvo  carros  pesados  y  sillas  de  postas.  Aquel  camino 
lleno  de  polvo  absorvíó  bien  pronto  toda  su  atención;  le  pareció  que  le  mi- 
raba dulcemente  llamándolo  y  dicíéndole: 

*<Sígueme,  iremos  juntos  á  los  países  remotos;  día  y  noche  infiítigaUes 
ambos,  marcharemos  con  el  mismo  paso,  franquearemos  los  nos  y  las  mon- 
tañas, todas  las  mañanas  cambiaremos  de  horizontes.  Ven,  te  espero,  da- 
me tu  corazón,  soy  la  ñel  amiga  de  los  vagamundos,  soy  dueña  divina  de 
los  corazones  atrevidos  y  fuertes  que  toman  la  \ñda  como  una  aventura.^ 

Gilberto  no  era  hombre  que  soñara  por  mucho  tiempo;  volvió  en  sí,  se 
le^'antó^  se  sacudió. 

'*Hace  poco,  pensó,  me  creía  razonable;  pero  no  es  asL  Vamos,  nlor, 
tomemos  nuestro  bastón  y  partamos  para  d  Geiríels." 


REVISTA  DB  CUBA.  '•      87 

Al  entrar  en  la  cocina  de  la  posada  para  pagar  el  gasto,  encontró  en  ella 
tabernero  ocupado  en  restañar  con  agua  tibia  la  mejilla  ensangrentada 
un  niño.  Durante  la  operación  el  niño  lloraba,  y  el  tabernero  juraba.  £n 
a^uel  instante  llegó  su  mujer. 

— ^¿Qué  le  ha  sucedido  á  Guillermo?  preguntó. 

— Ha  sucedido,  respondió  colérico,  que  hace  poco  Mr.  Estéfano  pasaba 
^caballo  por  el  camino  del  molino,  y  el  muchacho  iba  por  delante  de  él 
con  sus  puercos.  El  caballo  de  Mr.  Estéfano  relinchó,  y  Mr.  Estéfano  á 
quien  costaba  trabajo  contenerlo,  dijo  al  niño:  ''¡Hola!  ¿Te  figuras  que  mi 
c^aballo  ha  nacido  para  tragar  el  polvo  que  levantan  tus  puercos?  Apártate, 
échales  al  soto,  y  déjame  el  campo  libre!  Tomad  por  el  bosque,  el  sendero 
c^ueda  á  dos  pasos,  le  contestó  el  niño.  Entonces  Mr.  Estéfano  se  enfadó, 
y^  como  el  niño  sonochase  á  reír,  corrió  hacia  él  y  le  cruzó  el  rostro  de  un 
Latigazo.  jPor  vida  de!. . .  -Que  vuelva  el  caballerito  y  le  enseñaré  á  con- 
c3acirse.  Pienso  amarrarlo  un  dia  de  estos  á  un  árbol  y  romperle  diez  rajas 
leña  verde  en  las  espaldas! 

— ¡Ay!  cuidado  con  lo  que  dices,  mi  viejo  Peter!  repuso  su  mujer  con  te- 
of.  Si  tocaras  al  muchacho,  ¡podrías  echarte  encima  un  mal  negocio! 

— ¿Quién  es  Mr.  Estéfano? preguntó  Gilberto. 

El  tabernero,  á  quien  la  advertencia  de  su  mujer  habia  devuelto  la  pru- 
encia,  le  contestó  con  sequedad*  ^'Estéfano,  es  Estéfano,  los  curiosos  son 
«cariosos,  y  los  cameros  están  en  el  mundo  para  ser  trasquilados." 

Y  se  lo  demostró;  hizo  pagar  al  pobre  Gilberto  su  frugal'  comida,  cinco 
"veces  más  de  lo  que  valia. 

''¡No  me  gusta  ese  Estéfano!"  dijo  para  sí  al  salir;  por  culpa  suya  aca- 
1)an  de  saquearme.  ¿Tengo  la  culpa  de  que  sea  manilargo? 

Gilberto  bajó  la  eminencia  y  volvió  á  encontrarse  en  la  carretera,  que  ya 
no  le  agradaba,  pues  sabia  de  sobra  adonde  lo  llevaría.  Durante  el  camino, 
preguntó  si  estaba  muy  lejos  del  Geierfels,  y  le  contestaron  que  á  buen  pa- 
so llegaría  en  menos  de  una  hora.  Gilberto  lo  acortó;  decididamente  no  te- 
ma prisa  en  llegar. 

La  primavera  habia  sido  siempre  para  él  la  estación  melancólica;  cuan- 
do los  árboles  se  cubrían  de  nuevo  follaje,  parecíale  natural  que  su  vida 
también  reverdeciera;  pero  en  vano  miraba  las  puntas  de  las  ramas,  no  per- 
dbia  en  ellas  el  menor  botón.  Parecíale  que  su  destino  tenia  color  de  ho- 
ja muerta,  y  sin  embargo,  salian  de  sa  corazón  perfumes,  ruidos  de  príma- 
vera^  porque  á  pesar  de  todo,  su  corazón  habia  permanecido  joven.  *'No 
no  es  mi  corazón  el  que  es  joven,  se  decia  caminando,  es  mi  espírítu.  El 
bueno  del  doctor  me  tenia  por  una  sensitiva,  ignora  cuan  dueño  soy  de 
mis  sentimientos.  Y  á  decir  verdad,  ningún  -trabajo  me  cuesta  tenerlos  en 
jaque;  nunca  me  ha  dado  asaltos  muy  peligrosos.  Cumpliré  treinta  años, 
por  San  Medardo,  y  no  conozco  sino  de  oidas  esa  locura  que  el  mundo  lia- 
DEía  amor.  Es  un  pais  de  encantamientos  á  que  nunca  he  abordado, . . .  .pues 


88         *  REVISTA  DB  CUBA. 

de  mis  amorcillos  á  los  veinte  años,  no  hablemos,  no  me  han  ensefiado  na- 
da... .  Realmente,  creo  que  la  naturaleza  al  crdume,  no  ha  querido  hacec 
mucho  gasto;  no  me  ha  vestido  de  nuevo,  ha  alojado  en  mi  pecha  un  co- 
razón viejo  que  habia  servido  ya.  Este  corazón  conserva  las  dcatriccB  de 
heridas  que  nunca  he  recibido,  tiene  recuerdos  lejanos  de  pasiones  que  no 
me  acuerdo  haber  experimentado  jamás. 

En  mi  existencia  actual,  no  soy  sino  un  contemplativo  apaaionadOi  ¡pue- 
da mí  espíritu  conservar  su  juventud  para  siempre!  ¡Verdad  etemai  que 
mis  pensamientos  tengan  alas  para  subir  hada  tí! .  .Y  sin  embargo,  agregó> 
las  ambiciones  del  espíritu  son  una  fuente  de  sufrimientos.  La  vida  es  filcfl 
para  los  buhos,  el  espacio  no  los  atrae,  pero  el  águila  quiere  subir  al  sók 
aún  cuando  debiera  caer  con  la  vista  consumida,  el  ala  desgarrada,  y  en* 
trehar  para  siempre  sus  tristes  despojos  á  la  espuma  de  Jpa  mare^. •  •  .por 
un  instante  al  menos  el  esplendor  del  empíreo  habrá  aaUiUlo  U  ardiente 
sed  de  su  pupila,  y  sus*  miradas  vaciado  de  un  solo  golpe  la  copa  de  laa 

claridades  celestiales Yo,  Gilberto,  que  no  soy  de  la  cofradía  délas 

águilas,  las  he  seguido  á  menudo  de  lejos  en  sus  ascenciones  aéreas,  y  más 
de  una  vex  he  experimentado  los  dolorosos  deleites  dd  vértigo:  aon.  las 
únicas  aventuras  de  mi  vida.  ¡Ay!  ¡pueda  no  tener  nunca  tan  glorioaas  fií* 
tigasl" 

Y  afiadió  exaltándose:  ''Solo  puede  gloriarse  de  haber  vivido»  aquel  que 
l>oseyó  algún  dia  la  verdad,  que  oprimió  con  láUo  puro  esa  santa  hostia,  que 
sintió  estremecerse  su  carne  con  aquel  contacto  sagrado,  y  repartirse  la  vida 

divina  como  un  torrente  por  sus  venas  abrasadas! Y  sin  embargo,  aun 

eso  no  me  baslaria.  Quisiera  encontrar  ocasión  para  realizar  un  acto,  un 
$\^lo  acto  al  cual  pudiera  hacer  pasar  toda  mi  alma,  un  acto  dd  cual  pudie* 
ra  decine:  '*;alli  estaba  Dios!**  un  acto  de  fé«  de  abn^acioD,  cuyo  lecuer- 
di>  derrauuua  conH>  xm  ye^ume  sobre  mi  vida.  ¿Se  presentará  esta  ocai- 
«h>n?  ¡Ay!  en  materia  de  virtud,  el  destino  parece  condenaime  i  lo  noas 

A  la  ^*1^J  que  ^ceatxe^Ahji  i  sus  redexi-ones,  proseguía  (Alberto  su  cami- 
iKv  Va  no  estaba  sioo  á  media  )e$:uji  del  cistikx  cuando  aperdfaíó  á  sn  de- 
lecha,  al^^  tius  anrita  dd  cjuuino.  una  NKiita  fuente  abrigada  por  «na  gru- 
ta uaturaL  a  Uque  OMKlacu  un  »fideft>  que  ejerció  en  GOberto  unaaCiao* 
CK^n  irttaisiibte.  Fxieasenui^en  d  bcK^ledeU  twite.caalas  pies  apo- 
vaA»  en  una  pkximm  w^>»:  a^;\2dUde^u  «r  su  ülsauapandi;,  poesía 
c^  $c  apKV«.:uuNjL  AI  ruxV>  id  a^ca  >|<fre  bcl£a  es  Ijl  taeoie.  había 
|:cftA>  OáSMtv>  d  cur^^  d^  sa  cv>c.r;KSJLv»x:«  C5in>>>  jgaci  brsscanente  de 
su  iM<Ík;acMk  d  nckV>  v&r  a  rer.£^  d^  as  ojúiaSo  ^.);&e  S3]bía  d  aendeiOL 
L«vas¡»>  joi(  otKXk  V  vi>  v^Kur  hj^-ta  d.  ::Ktt;aoc'  ea  S3  |:tx:^  abnuBy  i  un  jó- 
^<tt  s):'  ^^  V  $<<;^  jdkv.  cx\o  ^.^KTc  jLÍd^a£jL>x»  T  r.f^TA.  csciba  üVunadü 
>.va  nj(^:tf&v>»  cj^>dijkt»  cxKas^^  vSjbr.^  >;;»;  cxi£x  ec  «oms  sofarí  s«s  liom- 

WV^.      F^  )%J(»\\  ^«íCV^  Jí^Ítt3nibir3KC:;.;í  «SÍb<ÍCv>T  SlvfV    4ÍCC&V>  de    tille.   liOS 


REVISTA   DE    CUBA.  *        89 

rasgos  "fie  SU  fisomía  aunque  nobles  y  regulares,   despertaban   en   Gilberto 
ixs^^sorpresa  que  simpatía:  su  expresión  era  dura,  seca  y  melancólica,  y  en 
a<9Adl1)ello  rostro  de  adolescente,  no  aparecia  ninguna  de  las  gracias  de  la 
jxzAKRntud. 

"El  joven  ginete  venia  derechamente  á  el,  y  cuando  estuvo  á  dos  pasos 
d^  la  fuente,  gritó  en  alemán  con  voz  imperiosa: — Mi  caballo  siene  sed 
Í:>uen  hombre,  dejadme  el  lugar. 
Gilberto  no  se  movió. 

— Habláis  con  mucha  altanería,  amiguito,  contestó  en  la  misma  lengua, 
<^ue  sabia  muy  bien,  pero  que  pronunciaba  á  lo  diablo,  quiere  decir,  á  la 
.fríuicesa. 

--¿Cuánto  CQh|US  por  vuestras  lecciones  de  cortesía,  amigóte?  le  repli- 
iC<5  el  joven  rem^j^'iio  su  pronunciación.  Y  añadió  en  francés,  con  una  pu- 
rria de^cento  intachable,  ¡no  me  gusta  esperar!  y  chasqueó  su  látigo. 

--'Mr.  Estéfano,  dijo  entonces  Gilberto,  que  no  habia  olvidado  la  aventura 
tdel^peq  ieño  Guillermo,  vuestro  látigo  acabará  por  jugaros  una  mala  pasada! 
— ^iQuién  os  autoriza  para  saber  mi  nombre?  exclamó  imperiosamente  ir- 
guiendo  la  cabeza. 

•  — Ese  nombre  es  célebre  ya  en  el  pais,  repuso  Gilberto,  y  lo  habéis  escri- 
to hace  poco  con  caracteres  bien  legibles  en  la  mejilla  de  un  pequeño  por- 
quero. 

£stéfano,  porque  era  el  mismo,  se  puso  rojo  de  cólera  y  levantó  su  láti- 
go con  aire  amenazador;  pero  Gilberto  le  envió  á  rodar,  con  un  movimien- 
to de  su  bastón  al  fondo  de  un  foso,  distante  veinte  pasos. 

Cnanio  volvió  la  vista  hacia  el  joven,  se  arrepintió  de  lo  que  acababa  de 
.     ^cer,  porque  su  cara  causaba  asombro,  su  palidez   era  lívida,  se   habían 
"^^^ütraido  todos  los  músculos  de  su  rostro;  un  movimiento  convulsivo  agita- 
iba  su  cuerpo,  en  vano  procuraba  hablar,  la  voz  expiraba  en  sus  labios,  di- 
^^se  que  su  alma  estaba  próxima  á  abandonarle.  Se  quitó  precipitadamen- 
''^  uno  de  sus  guantes  que  quiso  arrojar  al  rostro  de  Gilberto,  pero  se  esca- 
pa  de  su  mano  temblorosa.  Contempló  un  momento  con   una  miíada   de 
'^í^xoche  y  de  desprecio  aquella  mano  endeble,  cuya  impotencia  maldecia; 
^^^  saltaron  las  lágrimas  en  abundancia  de  sus   ojos,  se  inclinó   sobre  el 
c^^llo  de  su  caballo  )'  murmuró  con  voz  ahogada: 

Por  amor  de  Dios,  si  no  queréis  que  muera  de  rabia,  devolvedme. .  - , 

^^rolvedme 

í^o  pudo  concluir;  pero  ya  Gilberto  se  habia  lanzado  hacia  la  zanja,  ro- 

^^>giendo  el  látigo  y  entregádoselo,  lo  mismo  que  el  guant . .  Kstéfano,  sin 

'airarlo,  le  contestó  con  una  ligera   inclinación  de   cabeza,   tenia  fijos  los 

^Jos  en  el  pomo  de  la  silla,  y  parecia  que  procuraba  volver  en  sí.   Gil- 

^^tto  se  apiadó  de  su  estado,  y  se  apartó  para  no  embarazarlo  con  sus  mi- 

^^das;  pero  en  el  momento  en  que  se  inclinaba  para  recoger  su  bastón  y  su 

•^co,  el  niño,  de  un  latigazo  bien  aplicado,  le  quitó  el  sombrero  que  rodó 

12 


gO  REVISTA     DE     CUBA. 

por  el  foso,  y  cuando  Gilberto,  sorprendido  é  indignado,  quiso  precipitarse 
sobre  el  joven  traidor,  ya  habia  lanzado  su  caballo  á  todo  galope,  y  en  un 
instante  alcanzó  la  carretera,  por  donde  desapareció  en  un  torbellino  de 
polvo. 

Aquella  aventura  afectó  á  Gilberto,  más  de  lo  que  pareda  p^mitírselo 
su  fílosoña.  Se  puso  nuevamente  en  camino,  pensativo,  y  viendo  riempie 
ante  sí,  el  rostro  descolorido  y  descompuesto  del  niño.  Aquel  exceso  de 
desesperación,  se  decia,  indica  un  alma  orguUosa  y  apasionada;  pero  la  per- 
fidia con  que  ha  pagado  mi  generosidad,  es  de  un  alma  vil  y  depravada.. . 
Y  dándose  en  la  frente:  pero,  ya  caigo;  dijo,  á  juzgar  por  su  nombre  este 
Jovenzuelo  bien  podría  ser  el  hijo  del  conde  Kostia.  ;Ah!  amable  compañero 
tendré  para  divertir  nii  cautividad!  Bien  habría  podido  pj|lhrenirme  Mr.  Le- 
minof;  era  un  artículo  más  que  anotar  en  el  cuaderno  dé  ks  cargas. 

Gilberto  tenia  el  corazón  oprímido;  ya  se  vela  condenado  á  defender 
incesantente  su  dignidad  contre  las  majaderias  y  las  insolencias  de  un  niño 
mal  criado,  y  esta  perspectiva  le  entrístecia.  Se  sumergió  tan  profunda 
mente  en  sus  melancólicas  reflexiones,  que  equivocó  el  camino.  Dejó  atrás 
el  punto  por  donde  debia  abandonar  la  carretera  para  subir  la  colina  es- 
carpada que  coronaba  el  castillo.  Felizmente,  encontró  un  transeuqfe  qu* 
le  mostró  el  camino,  y  ya  era  oscura  la  noche  cuando  entró  en  el  patio  del 
vasto  edificio.  Aquel  grande  conjunto  de  construcciones  discordantes,  le 
pareció  como  una  masa  sombría  cuyo  peso  le  aplastaba.  Distinguió  tao 
solo  una  ó  dos  torrecillas  separadas,  cuyos  techos  puntiagudos  se  perfila- 
ban en  el  cielo  estrellado.  En  el  momento  en  que  procuraba  guiarse,  enor- 
nes  dogos  se  lanzaron  furíosos  sobre  él,  y  lo  hubieran  devorado,  si  al  ruido 
de  sus  ladrídos,  no  hubiera  salido  á  su  encuentro  un  ayuda  de  cámara  de 
seis  pies  de  alto,  y  fuerte  traza,  con  una  linterna  en  la  mano.  £n  cuanto 
Gilberto  dio  su  nombre,  le  suplicó  que  lo  siguiera.  Atravesaron  una  galería, 
viéndose  obligado  á  apartar  á  cada  paso  los  dogos  que  gruñían  sordamen- 
te: estimables  huéspedes,  rabiaban  por  la  comida  de  que  se  les  acababa  de 
privar.  Gilberto  entró  por  una  escaleríta  giratoría,  en  seguimiento  de  su  guía. 
Cuando  hubieron  alcanzado  la  meseta  del  tercer  piso,  el  ayuda  de  cámara, 
abriendo  una  puerta  de  cimbra,  lo  introdujo  en  una  vasta  pieza  circular,  en 
la  cual  se  habia  armado  una  cama  imperial.  He  ahí  vuestro  cuarto,  le  dijo  se- 
camente, y  después  de  haber  encendido  dos  velas  que  colocó  sobre  una  gran 
mesa  redonda,  no  reapareciendo  sino  á  los  veinte  minutos  con  una  bandeja 
cargada  con  un  samovar,  un  pastel  de  venado  y  aves  frías.  Gilberto  co- 
mió con  buen  apetito,  de  lo  cual  se  alegró  mucho.  Mis  necios  ensueños, 
se  dijo,  no  me  han  echado  á  perder  el  estómago. 

Gomia  aun  Gilberto,  cuando  entró  nuevamente  el  ayuda  de  cámara  y  le 
entregó  una  carta  del  conde.  Decia  así: 

"Mx.  Leminof  saluda  á  Mr.  Gilberto  Savile.  Tendrá  el  gusto  de  visitarle 
paagana  temprano." 


REVISTA   DE   CUBA.  *         6 1 

Mañana  entramos  6n  lo  serio  de  la  vida,  se  decía  Gilberto,  saboreando 
Ulia  taza  de  té  verde  de  lo  más  exquisito,  y  realmente  me  alegro,  porque 
fio  apruebo  el  uso  que  hago  de  mis  ocios.  He  pasado  todo  el  día  en  razo- 
nar acerca  de  mi  mismo,  en  disertar  sobre  mi  espíritu  y  mi  corazón,  lo  que 
sm  contradicción  es  el  más  necio  de  los  pasatiempos.  Y  sacando  del  bolsillo 
ana  cartera  escribió  estas  palabras:  ''Olvídate,  [olvídate,  olvídate."  Gilberto 
imitaba  al  filósofo  Kant,  quien  no  pudiendo  consolarse  déla  pérdida  de  su 
viejo  criado  Lampe  escribió  en  su  diario  ''Recuerdo;  olvidar  á  Lampe." 

Permaneció  algunos  instantes  de  pié  en  el  alféizar  de  la  ventana,  con- 
templando la  bóveda  celeste,  en  la  que  brillaban  mil  luceros;  luego  se  acos- 
tó, pero  no  durmió  tranquilamente.  Estéfano  se  le  a  pareció  en  sueños 

Por  mi  momento  creyó  verlo  arrodillado  delante  de  él,  con  el  rostro  inun- 
dado en  lágrima%  y  al  aproximarse  para  consolarlo,  el  niño  sacó  de  su  seno 
un  puñal  con  el  que  le  atravesó  el  corazón.  Gilberto .  despertó  sobresaltado 
y  con  trabajo  volvió  á  conciliar  el  sueño. 


LA  CAPILLA. 

[UUftnd.] 


Altiva  la  capilla  se  levanta 
£1  valle  dominando  majestuosa, 

Y  el  amante  pastor  alegre  canta 
Cabe  la  fresca  fuente  bulliciosa. 

Se  escucha  de  la  esquila  el  son  perdido 

Y  el  coro  funeral  lúgubre  suena: 
0)re  atento  el  pastor,  y  entristecido, 
Suspende  su  amorosa  cantilena. 

Allí  hallaron  sepidcro  los  que  al  prado 

Llenaron  con  sus  voces  de  alegria, 

¡Ay!  para  tí  su  cántico  sagrado 

También,  joven  pastor,  sonará  un  dial 

A.  S. 


MISCELÁNEA. 


Biin.ioGRAFÍA  CUBANA  EN  1 876. — Damos  á  continuación  la  lista  de  algu- 
nas lie  las  obras  publicadas  en  Cuba,  ó  relativas  al  país,  que  han  apareado 
durante  el  iMsado  año,  y  de  las  cuales  se  acupará  la  Revista  sucesivamente 

yi.\/.Ví"« /*■/(»/.'<  y  </f7//í»;7*t///.'<7  de  I^icologia  dd  Instituto  de  ¡a  Habana  por  el 
profesor  1>.  Tcilro  Valdos  Ragúes.  Habana  1876. 

JifYiYS  ncticijs  sobre  I j  enseñanza  de  ¡a  medicina  en  la  Universidad  d¿  la 
Hahvu^  por   el   Dr.  D.  Refael  A.  Cowley.  Habana  1876. 

Le  }W:t:v¡stne^  par  Andrés  Poey  f de  la  Havane,J  París  1876,  Gesmer  Bai- 
lliere. 

Jlisf.^rij  di'  i\i  I:t<-ratura  rctKjna^  por  F.  Ficker,  vertida  al  español  á  la  vista, 
inspección  y  con  la  colobor.icion  \1A  doctor  D.  Antonio  María  Tagle,  cate- 
drático de  Literatura  clásica,  griega  y  latina,  en  la  Universidad  de  la  Ha- 
bana, por  el  bachiller  Luis  Martin  y  Lamy.  Habana  1876  |en  publicación.] 

Jdea  de* dere^'h<*  indiridual y  í^váj/,  por  el  Dr.  D.  Eusebio  Valdes  Do- 
mínguez. Habana,  1S76. 

ll.'st.^na  .:*.  ,  j  cv,\lj:;/:rf,/,  por  José  Antonio  Saco»  Paiís  1876  [van  publica- 
dv>s  dos  tv^mos,  ] 

Xj*:*f.:.\':.: y  *v:;,Vj„v;. 'j,íV  O* Ai,  por  Miguel  Kodnguez  Fenrcr,  Madrid, 
un  tomo,  1S76, 

7/;jfA'rr*;,í.\j-v.vy: •:,;>%  |vr  ^L^^ia  de  Santa  Cruj,  [en  publicación.] 

///jv.-t.i  .:*,■  w:  r:,v..T;.'  v  '.\\"^>;jrf  ..v.\*/r»>  p:u'l\\  por  José  A.  Calcagno,  Ha. 
Kma  i:>76. 

M:*xdj  s=^ns:i.\\  t\.v  P.  lo<é  Román  Leal.  Habana,  1S76. 

/-í^-"  rers  ,.v.'-;  ,/vf  >;>v  d'  '^.\:\.í':,s  /.y.:-\  de  la  Rea;  Acadeaña  de  ciencias, 
iUv.\Us:a<,  ::$;ca>  y  r atura. os  oe  .a  Uarar^a. 

iX.vj.-.j.'vr';  ;.>:.:,;,*  .:>  itvv^,:*/^"».:.^  ^vr  D.  Esteban  Pichardo,  Habana, 


cuarta  cviicicn  iSTvX 


REVISTA   DE   CUBA.  g^ 

'nfermedades  de  los  países  tropicales  .'Vwtiio  Rico;  por  el   doctor  Enriqucí 
uinoQt,  [en  publicación.]  Habana,  1876. 
JFhesias,  de  Saturnino  Martínez.  Habana,  1876. 

ires primeros  historiadores  de  Cuba^  Aírate,  Urrutia  y  Valdes,  publica- 
de  los  señores  Cowley  y  Pego,  tres  tomos  1876, 1877,  Habana,  etc,  etc. 


-A.STRONOMIA — De  los  últimos  periódicos  de  Europa  y  de  los  Estados 
^i^i<los  extractamos  lo  que  sigue:        • 

XL^^verrier  ha  concluido  sus  investigaciones  sobre  el  planeta  Vulcano.  Des- 
P^^is  de  examinar  todas  las  hipótesis  más  notables,  concluye  asegurando  que 
P^-^Q  observar  el  planeta  en  su  tránsito,  los  astrónomos  deben  aguardar  has- 
^  x:88i  ó  1885,  aunque  \iz.y posibilidad  úq  un  tránsito  en  1877.  Créese  que 
^  eclipse  total  de  sol  que  tendrá  lugar  en  1878,  presentará  excelente  opor- 
^^^^ídad  para  buscarlo,  y  si  Leverrier  consigue  determinar  su  posición,  es 
s^Swro  que  encontrarán  á  Vulcano,  si  es  verdad  que  existe. 

— Schmidt,  de  Atenas,  ha  publicado  un  importante  opúsculo  en  el  Astrono- 
^ische  Nachriehien,  relativo  á  los  meteoros,  que  comprende  los  resultados  de 
34  años  de  observaciones  no  interrumpidas. 

— Wolf,  de  Zurich,  ha  comunicado  á  la  Sociedad  Filosófica  de  esa  ciudad 
un  caso  bien  comprobado  de  observación  de  las  estrellas  durante  el  dia, 
desde  el  fondo  de  un  pozo. 


Meteorología. — Se  han  publicado  los  resultados  de  las  observaciones 
hechas  en  Upsala  por  el  profesor  Hamberg,  acerca  de  la  humedad  y  la 
temperatura  del  airea  diversas  alturas,  y  que  pueden  resumirse  de  esta  ma- 
nera. Durante  el  buen  tiempo,  y  desde  dos  horas  antes  de  sa  ir  el  sol  y  hasta 
dos  antes  de  ponerse,  la  temperatura  del  aire  es  más  baja,  que  la  de  la  tier- 
la  en  que  descansa;  y  la  baja  que  precede  á  la  salida  del  sol  es  mayor  en  la 
inmediación  de  la  tierra  que  en  las  regiones  más  elevadas.  El  calórico  la- 
tente desenvuelto  durante  la  formación  del  rocío,  contiene  el  descenso  de 
la  temperatura,  pero  no  en  tanto  grado  como  generalmente  se  cree.  Des- 
pués de  la  caida  del  roció,  la  temperatura  puede  bajar  del  grado  de  conge- 
lación; pero  cuando  aquel  se  convierte  en  yelo,  la  temperatura  del  aire  más 
inmediato  sube  hasta  32?  Farenheit,  y  aun  más,  mientras  que  las  regiones 
superiores  continúan  todavía  debajo  délos  32°.  Durante  la  noche, las  líneas 
isotermales  inmediatas  á  la  tierra  no  son  siempre  horizontales  ó  paralelas. 

— Con  vista  de  gran  número  de  observaciones,  Montiguy  concluye  que 
el  centelleo  de  las  estrellas  aumenta  en  intensidad  en  todas  las  estaciones, 
al  acercarse  el  tiemp  húmedo  ó  la  lluvia.  Ese  aumento  se  nota  como  dos 


94  REVISTA   DE   CUBA, 

días  antes  déla  lluvia,  y  cesa  inmediatamente  después  dé  aquella.  Cuan< 
cerca  del  observador  ocurre  una  depresión   barométrica  acompañada 
vientos  fuertes,  el  centelleo  aumenta  muy  considerablemente. 


Discurso  del  Sr.  Moreno  Nieto  en  la  inauguración  de  los  trai 
JOS  DEL  Ateneo. — Hé  aquí  el  juicio  que  ha  merecido  al  Sr.  Revillai  el  n 
competente  entre  los  críticos  españoles  contemporáneos,  que  extractam 
del  número  23  de  la  Rafisia  Contetñporánea  de  Madrid. 

''Dadas  las  dotes  del  Sr.  Moreno  Nieto,  no  es  maravillaque  su  últii 

discurso  obtuviera  lisonjero  éxito,   con  ser  sencillamente  la  milésima  re¡ 

cion,  de  las  sabidas  diatribos  que  un  año  y  otro  lanza  contra  todas  las  esa 

las  filosóficas  que  se  apartan  del  estrecho  y  anticuado  espiritualismo, 

que  es  ferviente  adorador.     Pocos  discurso^  más  endebles  habrá  pronv 

ciado  el  Sr.  Moreno  Nieto;  pero  como  siempre  acontece,  los  méritos  1 

artista  oscurecieron  las  flaquezas  del  filósofo,  y  el  público,  sin  parar  mi< 

tes  en  lo  ligero  de  las  críticas,  lo  injustificado  de  los  ataques  y  lo  cent 

díctorio  de  las  doctrinas,  aplaudió  la  bella  obra  del  arte  que  se  le  ofra 

dando  testimonio  una  vez  más  de  que  para  los  públicos  meridionales  lo  q 

importa  es  el  arte  y  no  la  ciencia,  siendo  el  gran  recurso  del  orador  que  qv 

ra  dominarlos,  halagar  su  fantasía,  su  corazón  y  sus  oidos,  sin  coidaise  ] 

ra  nada  de  su  entendimiento;  pues  para  gentes  latinas  es  la  tribuna  artü 

co  espectáculo  más  que  santuario  de  lo  justo  ó  de  lo  verdadero,  y  el  orad 

antes  sacerdote  de  lo  bello  que  ministro  de  la  verdad.*— Kasí  no  fuera,  ¿ 

mo  habría  de  explicarse,  y  menos  justificarse  el  éxito  de  trabajos  come 

del  Sr.  Moreno  Nieto?    Aún  concedido  que  la  mayoría  de  su  audito 

profesaba   las  doctrinas  que  el  Sr.  Moreno  Nieto  profesa,  no  era  muc 

exigir  á  ese  auditorio  que  no  otorgara  tan  fácil  aplauso  á  criticas  tan  li 

ras  y  afirmaciones  tan  temerarias  como  las  del  orador.    La  ciencia  va  ¡ 

nando  en  seriedad  de  dia  en  dia;  los  límires  entre  la  razón,  el  sentimiei 

y  la  fantasía  se  van  determinando  cada  vez  conjmayor  cuidado;  la   crít 

aumenta  sus  exigencias  y  estiende  su  esfera  de  acdon;  y  ya  no  le  es  lie 

al  científico  serio  confundir  ideas,  escuelas  y  doctrinas,  apelar  al  sentimi 

to  allí  donde  la  razón  falta,  y  sustituir  los  argumentos  sólidos,  las  prad 

concluyen  tes,  las  demostraciones  perentorias,  los  minuciosos  análisis  y 

maduras  críticas  con  arranques  sentimentales,  rasgos  oratorios  y  golpes 

efecto.     Ni  es  permitido  tampoco  juzgar  á  las  doctrinas  por  sus  consecn 

cias,  verdaderas  ó  supuestas;  sino  que  el  espíritu  de  los  tiempos  exige 

guir  la  verdad,  lleve  adonde  lleve,  y  no  estimar  como  criterio  de  ella  lo  1 

reclaman  nuestros  sentimientos  <S  nuestros  desees.    Si  la  doctrina  es  ver 

dera,  importa  poco  que  mate  nuestras  ilusiones,  arruine  nuestras  esper 

zas  ó  destruyan  nuestros  ídolos;  no  por  esto  hay  que  desecharla,  si  no, 

tes  bien,  sacrificaria  todo,  porque  tal  es  el  privilegio  de  la  verdad;  faera 


REVISTA   DE   CUBA.  95 

que  nada  hay  más  insensato  que  rebelarse  contra  la  realidad  de  las  cosas, 
porque  no  conforme  con  nuestros  deseos,  como  si  estos  bastaran  á  mudar- 
la.    Presentada  una  doctrina  en  el  campo  de  la  discusión,  lo  serio,  lo  cien- 
tífico es  indagar  si  es  verdadera  ó  falsa;  si  lo  primero,  procede  aceptarla, 
sean  cuales  fueren  sus  consecuencias,  si  lo  segundo  procede  desecharla, 
más  no  por  sus  frutos,  sino  porque  carece  de  verdad. — ¿Hace  esto  eJ  Sr. 
Moreno  Nieto?    Nunca.    Todos  los  rayos  de  su  elocuencia  le  parecen  por 
oes  para  aniquilar  los  sistemas  que  combate,  calificándolos  de  la  manera 
más  dura  y  tratando  de  mostrar  que  necesariamente  conducen  al  envileci- 
miento, la  degradación,  la  desesperación,  la  inmoralidad  y  la  muerte.     En 
cambio,  se  cuida  muy  poco  de  demostrar  con  razones  valedera  que  son 
falsos.    Si  en  vez  de  hacer  una  simple  revista,  escribiéramos  un  verdadero 
artículo  crítico,  íácil  nos  seria  mostrar  que  toda  la  argumentación   del  Sr. 
Moreno   Nieto  contra  el  criticismo   Kantiano  se  reduce  á  un  círculo 
y  á  una  desnuda  afirmación  dogmática.     Decir  que  lo  racional  puro  é  in- 
teligible es  real,  porque  todo  lo  real  es  su  lealizacion,  sostener  que  eso  inte- 
ligible es  el  pensamiento  absoluto;  probar  la  realidad  del  mundo  exterior 
porque  ofirece  orden  y  belleza  y  es  un  inteligible,  y  otros  razonamientos  por 
d  estilo^  son  cosas  que  no  pueden  permitirse  después  de  hab«r  pasado  por 
el  mundo  el  inmortal  Kant,  como  no  lo  es  intentar  volver  á  la  vida  la  fa- 
mosa prueba  físico- teológica  de  la  existencia  de  Dios,  para  una  vez  renovada, 
entonar  un  himno  panteista,  que  mal  año  para  Spinoza  y  Hegel,  sin  per- 
Juicio  de  pqMiilaego  á  los  panteistas  cual  digan  dueñas,  acusándolos  de 
q\iietistas  y  ptéíáitfBif  y,  por  supuesto  de   inmorales. — £1  materialismo  y 
^1  panteísmo  no  son  mejor  tratados  por  elSr.  Moreno  Nieto,  que  el  criticis- 
.     Con  el  primero  concluye  pronto,  con  llamar  ingeniosos  artificios  á 
teorías  genéticas  de  Laplace  y  Spencer  ]pocoántes  expuestas  por  el  ora- 
or  en  frases  elocuentes];  con  declarar  que  lo   mismo  siempre   produce  lo 
ismo  [con  lo  cual  niega  toda  evolución,  apesar  de  haber  proclamado 
¡en  veces  la  excelencia  del  principio  evolutivo];  con  hablar  de  degradación, 
vilecimiento  y  naturaipno  grosero,  se  dá  por  satisfecho  y  se  cree  autori- 
do  para  disparar  sus  ni^s  contra  el  panteismo,  reuniendo  en  un  solo  haz 
í^  pensadores  tan  heterogéneos  como  Spinoza,  Krause,  Hegel,  Schelling,  y 
^Schopenhauer,  para  tener  el  gusto  de  declarar  que  sus  doctrinas  en  el  pesi- 
^^mismo,  la  inmoralidad  y  otra  porción  de  horrores.     Justo  es  decir,  sin  em- 
^%argo,  que  la  crítica  del  fantástico  dios  de  los  panteistas,  está  muy  bie&  he- 
«cha,  y  que  la  demostración  de  quejen  talQS  sistemas  toda  individualidad  es 
inconcebible,  nada  deja  que  desear. — ^Tras    tantas  ruinas,  el  Sr.  Moreno 
Nieto  levanta  su  edificio,  que  es  el  espiritualismo  de  Platón  y  Aristóteles, 
ían  Agustín,  San  Anselmo  y  Santo  Tomás,  Fr.  Luis  de  León  y  Fr.  Luis  de 
Granada,  Descartes,  Bossuet  y  Frenelon,  Gioberti  y  Mamianí,  Ravaisson. 
Hermann  Fichte,  Ulrici,  Gratry,  Trendelenburg  y  Ritter.     Mucho  habría 
que  hablar  sobre  esta  mezcla  de  nombres,  algunos  de  los  cuales,  como  vul- 


•4 


96  REVISTA   DE    CUBA, 

garmente  se  dice,  braman  de  verse  juntos,  y  sobre  el  espiritualismo,  untan 
to  panteista,  y  un  mucho  hegeliano,  del  Sr.  Moreno  Nieto;  mucho  también 
sobre  la  posibilidad  de  volver  á  tales  caminos  después  del  movimiento  de 
nuestros  dias,  señaladamente  de  Kant,  pero  esta  crítica  se  va  prolongando 
demasiado,  y  tales  cuestiones  nos  conducirian  muy  lejos.  Lo  que  importa 
es  consignar  que  no  es  el  discurso  del  Sr.  Moreno  Nieto  modelo  del  tono  y 
manera  como  deben  tratarse  las  cuestiones  científicas;  que  es  hora  ya  de 
renunciar  é  ciertos  dogmatismos  y  á  ciertas  intemperancias,  y  de  prescin- 
dir de  ciertas  armas  y  de  ciertos  recursos;  y  que  las  grandes  bellezas  artisti* 
cas  del  trabajo  del  Sr.  Moreno  Nioto  no  deben  ser  suficiente  para  oscure- 
cer sus  grandes  faltas.  Cuando  los  grandes  escritores  extranjeros  nos  dan 
tan  repetidos  ejemplos  de  la  gravedad,  madurez  y  mesura  con  que  han  de 
tratarse  cuestiones  tan  hondas,  no  es  licito  que  nosotros  sigamos  empeña- 
dos en  hacerlo  todo  cuestión  de  imaginación  y  de  sentimiento,  en  sustituir 
la  severa  disertación  del  filósofo  con  el  brillante,  pero  vacío  aparato  del  re- 
tórico. El  Sr.  Moreno  Nieto  tiene  demasiada  ciencia  y  demasiado  amorá 
la  verdad  para  que  pueda  contentarse  con  emular  entre  nosotros  las  delez- 
nables glorias  de  Tíctor  Cousin. 


Biología. — Es  interesante  el  último  escrito  de  Mr.  Pasteur,  contestando 
al  doctor  Bastían  en  la  controversia  sobre  la  hcterogénesis^  Conviene  Mr. 
Pasteur  en  que  los  experimentos  de  que  ha  dado  cuent%Bri^|Íg|()|p;Bastian  á 
la  Academia  de  Ciencias  de  Paris,  han  sido  ejecutadotiíHRteucha  exacti- 
tud, pero  sostiene  que  una  temperatura  de  50**  C.  (r22<5^Bftrenheit)  np  es 
suficiente  para  destruir  los  gérmenes  de  organismos  animales  que  hayan  po- 
dido introducirse  por  medio  de  la  solución  de  potasa  empleada  por  el  expe- 
rimentador. Considera  plenamente  demostrado,  por  sus  propios  experi- 
mentos, que  ciertos  gérmenes  que  no  resisten  una  temperatura  de  100  ^  en 
soluciones  acidas,  pueden  soportarla  en  soluciones  neutras  ó  ligeramente 
alcalinas.  Por  lo  tanto,  espera  que  el  doctor  Ba»tÍ!|j|P-"abandone  sus  creen- 
cias en  la  generación  espontánea,  cuyos  partidar¡j|lí  deben  ya  aparejarse 
con  los  que  todavía  creen  en  el  movimiento  perpetuo  ó  la  cuadratura  del 
círculo.  El  profesor  Tyndall,  se  ha  adherido  enteramente  á  las  opiniones  de 
Mr.  Pasteur,  y  aconseja  á  las  personas  ilustradas  '*quc  destierren  de  la  cien- 
cia la*doctrina  ya  insostenible  de  la  generación  espontánea." 

— En  si;  curiosa  obra  sobre  1\  teori(^  de  la  A<t%cxíAfS£ióz,  (Siudien  ísur 
DescendéñM ^^ris)  el  doctor  Weisman  sostiene  qué  la  evolución  se  verifi- 
ca por  7tu0$$ mecánicos]  y  sin  embargo,  asegura  que  esta  doctrina  no  condu- 
ce al  materíllismo,  ni  se  opone  .á  las  causas  finales.  m 


^-i 


fc,v 


bibliografía. 


'^'jA.jK  A  LA  ISLA    DE  CUBA,  inserto  en  el  tomo  xx  del  Viafero  Universal'  sn  autor, 
'-     Baenaventura   Pascual  Ferreír,   Guardia   de   Corps  de  la  Compañía  Americana. 
-IMadríd.— Año  de  .1798. 


capítulos  en  forma  de  ocho  cartas  numeradas  que  componen  esta  im- 

y  TsUosa  obra,  escrita  en  Madrid  por  el  habanero  D.  Buenaventu- 

Pascual:  Eerrer  en  el  año  de  1798,  cuando  solo  contaba  veinte  y  seis 

de  cdi^jfcjÍ|¡pg|BÍeron  primeramente  como  parte  del  tomo  veinte,  en 

^^Aaaj-tft  m^n^^  ^P||[M||^¡gta  fatula  Ha   PJ  VuiJArn'TTniníAr^nl^    qUe     á    fineS     del 

pasado  siglo  dirigiH^S  ex-escolapio  y  presbítero  D.»Pedro  Estala,  en  la  Cor- 
te, UD^resion  de  Vfllalpando. 

Se  publicaba  dicho  Viajero  por  cuadernos  ó  entregas,  constituyendo  los 
^^Pítulos  á  que  aludimos  un  cuaderno;  y  cada  capítulo,  como  ya  hemos  di- 
^^9  Una  carta  con  el  título  de  la  materia  que  en  ella  se  trataba.  La  pri- 
^^*"a  carta,  siguiendo  numeraciones  anteriores,  tuvo  la  de  trescientos  vein- 
^  y^  siete  en  números  ra|íln08|  concluyendo  con  la  de  trescientos  treinta  y 

.'■^*    Sr.  Ferrer  hizo  uua  ^dicion  aparte  de  esas  (¡artas;  mejor   dicho,  á  las 
»"**«i:rkas  que  en  forma,  tipos  y  papel  guardaban  completa  semejanza  con  las 
^     I^^'blicadas  en  el  Viajero^  les  puso  el  título  que  conocemos  y  la  siguiente 
^^^ic^toria:  • 

At      o-  '^ 

^    Sr,  D.  Mavvsl  Mallo  y  Qui!ntaií31,'  Mayordomo  dki-_R»y  nues- 

T*^^  SEÑOlt  ETC.,   Ertf.,      DEDICA   ESTE  TRABAJO   SU   MAS   Anl!||p   AMIGO 

^^-    B.  S.  M.— Buenaventura  Ferrer^ 


■4 


histórico  que  en  1797,  reinando  en  España  Carlos  IV,  se  creó  la  com- 
V^tila.  Americana  de  Guardias  de  Corps.  A  principios  de  octubre  de  1798  se 
^^\adó  la  corte  al  Escorial,  donde  Ferrer  se  hallaba  en  destacamento. 

Jlpibrero  de  1677.  I  ^ 


98  REVISTA   DE    CUBA, 

Con  la  corte  llegó  Mallo,  mayordomo'del  rey,  amigo  de  Ferrer.  Ambos  ha- 
bían vivido  juntos,  eran  del  mismo  cuerpo  militar,  y  además  americanos, 
pues  Mallo  nació  en  Popayan.  y  fué  educado  en  Caracas.  Mallo  tenia  es- 
trechas relaciones  con  Lángara,  Ministro  de  Marina,  y  con  motivo  de  ha- 
ber rehusado  el  guardia  de  la  Compañía  de  Corps  D.  Antonio  Batres,  pro- 
movido á  comisario  de  Guerra  de  Marina,  el  destino  de  ministro  principal 
del  Apostadero  de  este  ramo  de  la  Habana,  eligiendo  el  de  inspector  del 
hospital  de  Cádiz,  entonces  Ferrer  pretendió  y  Mallo  lo  apoyó  y  presentó 
al  ministro. 

Muchos  de  los  amigos  de  Mallo  estaban  ya  colocados.  El  presbítero  don 
Silvestre  Ibarra,  padrino  de  bautismo,  fué  canónigo  de  Sevilla.  A  otro  Ibaira, 
hermano,  4o  hicieron  ñscal  de  la  Audiencia  de  Guadalajara  en  Méjico.  Al 
presbítero  D.  Ramón  Cardaña,  llamado  el  cura  bonito,  se  le  dio  una  canon- 
gia  en  la  catedral  de  Mechoacan.  Al  caraqueño  Esteban  Palacios  que  fué 
guardia  de  Corps,  se  le  nombró  Contador  Mayor  de  Cuentas  y  Ministro  dd 
Consejo  de  Hacienda  en  Caracas.  El  mejicano  Villafañe  filé  oidor  de  Qui- 
to y  el  padre  de  Mallo,  que  habia  sido  en  Caracas  oñcial  real  de  las  cajas, 
fué  nombrado  Superintendente  de  la  Casa  de  Moneda  en  Méjico. 

Hecha  esta  conveniéhte  mención  de  antecedentes  históricos,  solo  resta 
explicar  á  qué  se  debió  el  violento  y  molesto  viaje  que  emprendiera  por  pri- 
mera vez  Ferrer,  con  rumbo  á  España.  En  sus  Memorias  ínümas^  inéditas 
todavía,  nos  manifiesta  los  móviles  de  su  juvenil  determinación:  *'La  reso- 
lución de  partir  para  Europa,  dice,  era  la  Qe  un  joven  ^ajOtnlo  ni  expe- 
riencia, aquejado  de  su  escasa  suerte  y  aturdido  con  lá  iSctura  de  viajes. 
Pudo  haberme  costado  cara  la  empresa,  cabalmente  en  tina  época  en  que  la 
Península  estaba  ardiendo  en  quintas  y  levas  para  engrosar  el  ejército  de 
los  Pirineos,  á  causa  de  la  guerra  que  acababa  de  declararse  contra  la  revo- 
lución francesa.  Ya  tenia  yo  obligación  de  cumplir  el  cuarto  mandamiento  de 
la  Iglesia  Católica,  cuando  me  embarqué  para  Cádiz  con  poco  dinero,  me- 
nos recursos  y  sin  recomendación  ninguna.  El  viaje  íué  dilatado,  pero  có- 
modo, porque  era  la  estación  de  verano  y  una  ui^fi  la  que  me  conduela:  es. 
pecie  de  barco  ancho  y  pesado  que  servia  para'fjjfesportar  maderas,  y  de 
cuya  construcción  habrán  quedado  ya  muy  pocos  modelos." 

Al  Sr.  Ledo,  en  Derecho  D.  José  Florencio  Turbiano,  de  quien  siempre 
he  recibido  continuadas  atenciones,  nacidas  de  su  excelente  educación  y 
amable  trato  social,  débole  muchos  excelentes  apoyos  para  mis  trabajos  his- 
pano-americanos,  sobre  bibliografía.  De  él  recibí  como  préstamo  el  ejem- 
plar de  ly  cartas  de  Ferrer,  dedicadas  á  Mallo,  el  piimero  que  he  visto,  y 
5Íel  cual  no  tenia  la  menor  noticia.  Es  el  trabajo  de  Ferrer  exacto  en  su 
contenido  histórico;  y  por  eso,  de  una  necesidad  importante,  imj^escindi- 
ble,  para  el  que  acometa  la  penosísima  tarea  de  escribir  la  completa*  historia 
de  Cuba. 
Ferrer  fué  el  primero  que  extensamente  hablara  de  Cuba,  dándola  4  co* 


REVISTA    DE    CUBA.  99 

nocer  en  sus  ricas  producciones  vejetales,  en  sus  riquezas  mineralógicas,  en 
los  paisajes  de  su  naturaleza  sempre  floreciente  y  fecunda,  en  su  naciente 
civilización,  en  su  movimiento  é  institutos  científicos,  en  su  plan  <ie  gobier- 
no, en  sus  mejores  edificios  y  en  los  cuadros  diversos  desús  originarias  cos- 
tumbres. 

Estudiemos  pues,  la  historia  de  Cuba  relatada  por  Ferrer,  y  engrandez- 
cámonos  procurando  imitarle  en  su  vida,  según  el  artículo  necrológico,  que 
hemos  querido  preceda  hoy  al  trabajo  histórico,  y  que  fué  escrito  y  publica- 
do hace  años  por  un  activo,  laborioso  é  inteligente  abogado  á  quien  actual- 
mente profeso  singular  afecto,  por  haberme  entregado  para  mis  investiga- 
dones  los  cuadernos  inéditos  titulados  Memorias  intimas^  escritas  por  aquel, 
que  fué  con  Zequeira  y  Romay,  uno  de  los  primeros  prohombres  de  la  ilus- 
tración de  Cuba,  uno  de  los  miembros  fundadores  y  beneméritos  de  la  So- 
ciedad Patriótica;  que  fué  estudiosísimo  Jefe  de  Hacienda,  fundador  de  la 
Lotería  en  la  isla  de  Cuba,  introductor  de  la  imprenfÉt  en  Cartagena  de  In- 
dias, y  el  que  en  el  Regañón^  periódico  habanero  del  año  mil  ochocientos, 
supo  presentar  por  primera  vez  artículos  verdaderamente  literarios  de  crí- 
tica teatral,  refiriéndose  á  la  escena  habanera,  que  ayudaron  en  mucho  al 
mejoramiento  del  gusto  estético  de  actores  y  espectadores. 

DR.    EUSEBIO    VALDES     DOMÍNGUEZ. 

Adv€rtencia.^»JLa&  notas  insertas  en  la  siguiente  necrología  de  Ferrer  que 
no  llevan  mi  apcffido,  pertenecen  al  autor  del  artículo.  Las  que  yo  he  co- 
locado son  tomadas  de  datos  mios  particulares,  y  de  las  Memorias  íntimas 
del  Sr.  D.  Buenaventiura  Pascual  Ferrer. 

necrología  del  sr.  D.  ventura  pascual  ferrer.  (i) 

Don  Ventura  Pascual  Ferrer,  caballero  de  la  orden  de  Montesa,  Minis- 
tro honorario  del  Tribunal  Mayor  de  Cuentas  de  Madrid,  efectivo  de  Real 
Hacienda  como  Contadqg.  de  Ejército  de  Cartagena  de  Indias,  y  Contador 

(I)  Ea  una  necesidad  de  natural  curiosidad  en  ti  lector,  es  conocimiento  imporUnte  pa- 
tk  el  que  cultiva  el  estudio  de  la  historia  de  la  literatura  v  bibliop^rafia  en  Cul»,  saber  lo 
anededa  FcAer  en  sus  Memorias  íntimas,  á  propósito  del  cambio  en  su  nombre  y  ape- 
llido. 

"La  ocnrrepcia  de  haberme  pnesto  en  el  bautismo  el  nombre  epiceno  de  Buenaventura, 
Aoe,  no  he  podido  ai'criguar  con  certeza  qué  causa  tuvo,  porque  ni  nací  el  <ll^dfi  aquel 
ganto,  ni  en  mi  tamil»  ha  habido  persona  alguna  que  se  llamase  Mt  Como  cujaraba  Un 
poco  con  la  suerte  que  me  ha  perseguido,  hace  muchos  años  que  le  he  qvltaár  i  aquel 
nombre  el  adjttívo  que  le  calificba,  por  ser  una  verdadera  anüfrasis  y  soiD  me  firmo 
Ventura.  Indevoción  de  mi  padre  me  añadió  el  noqibre  paatoril  de  Pascual^  qñe  ha  tenido 
mejor  suttte  que  el  otro;  pues  por  él  era  conocido  en  mis  pñmeros  años,  y  todavía  mis 
COD temporáneos  no  se  acostumbran  á  llamarme  de  otro  modo. 

Mi  apellido  de  Ferrer  aunque  es  el  mismo  que  tenia  un  santo  valenciano,  muy  conocido 
y  fiunoto  por  milagros  y  profecías,  no  tiene  con  él  más  relación  que  la  de  su  consonancia, 
pncB  ni  siquiera  tengo  el  honor  de  ser  originario  del  reino  de  Valencia."— V.  D. 


400  REVISTA   DE   CUBA, 

jubilado  de  Rentas  Terrestres  de  esta  capital,  falleció  el  domingo  22  de  ju- 
nio de  1 85 1,  ala  edad  de  79  años.  Los  importantes  servicios  que  prestó  al 
público  en  su  dilatada  carrera,  exigen  que  se  le  rinda  este  tributo  de  justi- 
cia. 

Nació  en  la  Habana  en  14  de  marzo  de  1772,  de  padres  honrados  y  cris- 
tianos, D.  Antonio  Carlos  Ferrer  y  D*  Francisca  Fernandez,  quienes  des- 
de temprano  lo  dedicaron  á  los  estudios;  aprendió  latinidad,  ñlosoña  peri- 
patética con  el  doctor  D.  Tomás  Romay,  y  derecho,  graduándose  de  bachi- 
ller en  leyes;  pero  entonces  estaba  prohibida  la  admisión  de  nuevos  aboga- 
dos, y  no  sintiéndose  con  vocación  para  la  medicina,  ni  para  la  carrera 
eclesiástica,  á  la  cual  querían  destinarlo,  vistiendo  algún  tiempo  los  hábitos 
clericales,  ascrito  á  la  parroquia  del  Santo  Cristo,  se  aficionó  de  tal  manera  á 
U  literatura  y  al  estudio  de  los  buenos  autores  de  la  antigüedad,  que  cifira- 
ba  su  verdadero  placer  en  asistir  á  las  reuniones  literarias  que  habia  en  la 
libreria  de  D.  FrancfllK)  Seguí,  única  en  aquella  época  que  merecia  este 
nombre.  £sta  distracción,  empero,  no  podia  satisfacer  á  ima  persona  que 
pensaba  en 'el  porvenir,  y  que  necesitaba  una  carrera. 

Embarcóse  pues,  para  Cádiz,  de  donde  hizo  la  travesia  hasta  Aranjuez,  en 
compañía  del  rico  comerciante  de  la  isla  de  León,  D.  Francisco  del  Cas- 
tillo, proveedor  de  los  lienzos  que  se  consumian  en  la  Real  Casa;  de  su 
esposa  D*  María  Vicenta^  Mendieta,  [i]  y  de  otras  varías  personas  que  qui- 
sieron aprovecharse  de  la  escolta  que  pagaba  Castillo,  y  del  Real  Sitio  con- 
tinuó solo  hasta  Madríd.  Sin  relaciones,  ni  conocimiento  en  la  Corte,  no 
supo  qué  hacer,  ni  á  qué  aspirar  en  los  primeros  dias:  su  vii|e  habia  sido  sin 
plan,  una  de  aquellas  inspiraciones  que  ocurren  á  los  veinte  años.  Acababa 


[,1  ]  Los  que  conocen  los  obras  de  Melendez  Valdes  saben  que  con  la  acusación  de  esta 
D?  María  Vicenta  Mendieta,  se  estrenó  en  sus  funciones  de  nscal  d«  la  Sala  de  Aloaldy 
de  Casa  y  Corte  en  marzo  de  1 798. 

"Don  Francisco  del  Castillo,  era  como  de  30  años  de  edad,  y  bien  apersonado:  se  le 
miraba  como  dueño  de  un  millón  de  pesos.  Su  esposa  era  como  de  24  afios  de  edad,  poco 
favorecida  de  la  naturaleza  en  su  persona,  de  carácter  taciturno  v  desagradable,  y  muy  po- 
00  formada  para  el  trato  de  las  gentes.  Bien  distante  estabt  yo  de  pensar  cuando  les  cono- 
cf,  que  este  desgraciado  matrimonio  habia  de  dar  en  la  C^ffit  cuatro  afios  después,  el  hor- 
rendo espectáculo  de  un  marido  asesinado  infamemente  por  su  misma  mujer,  y  su  aman- 
te adúltero,  en  medio  de  un  profundo  sueño,  y  de  ana  ejecución  de  justicia  en  la  placa 
mayor  de  Madrid,  donde  sufrieron  públicamente  el  suplicio  de  garrote  ambos  asesinos.  Hf- 
zose  esta  causí^  muy  célebre  por  la  calidad  y  proporciones  de  los  reos,  y  po»la  execradoii 
uniíersal  que  causa  im  delito  de  esta  naturaleza,  acompañado  de  escandalosas  drconstan- 
das. 

"Hallábame  yo  en  Aranjuez  v  de  gruardia  en  la  Sala  del  Rey,  cuando  se  echó  á  sus  pies 
la  desconsolada  madre  de  D?  Marfa  Vicenta  de  Mendieta,  pidiéndole  la  grada  de  su  vida 
oon  todoal  extremo  de  que  es  capaz  una  madre.  £1  sensible  corazón  ét  Carlos  IV  la  admi- 
tió y  oyó  «benignamente.  Yo  lo  vi  llorar  oon  ella;  yo  vf  enternecerse  á  todos  los  que  con- 
migo eran  espectadores  de  una  escena  tan  dolorosa:  pero  era  tal  la  sensadon  que  liabia 
causado  en  toda  España  un  crimen  tan  horrible,  y  tal  la  exigenda  de  un  ejemplar  castigo, 
que  el  clementísimo  monarca  á  pesar  de  su  conmodon  no  se  creyó  autorizado  más  quepis 
ra  decirle:  ''Dios  te  consuele,  pues  yo  no  te  puedo  consolar.''  £1  largo  espado  de  mis  da 
treinta  años  no  ha  disminuido  el  triste  efecto  que  causó  en  mi  espíritu  aquella  escena:  ■«** 
me  parece  que  la  estoy  mirando/'  Memorias  {Htimas.-'V,  D. 


f 
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REVISTA  DE  CUBA. . .  •  '.^  I O I 

de  crearse  entonces  la  Compañía  Americana  de  GúardUs  de  Corps,  y  ob- 
tuvo en  19  de  marzo  de  1794  una  banderola  que  le  ci5iic!¿tiió  el  Rey  Carlos 
JV;  las  atenciones  del  servicio,  que  eran  incesantes  entonces  pop  las  guardias 
de  palacio,  destacamentos  á  los  sitios,  salidas  al  campo  á  cáj^ei^os  lejanos, 
batidas,  viajes  de  los  Reyes  á  Badajoz,  Sevilla  y  Cádiz,  no  fnrpiáieron  que 
continuara  cultivando  las  letras.  [  i  ] 

En  aquella  época  publicaba  en  Madrid  D.  Pedro  Estala,  la  obra  del  Vutjirq-f/' 
niversal  [2]  por  medio  de  cuadernos  ó  entregas,  compilando  con  pocac^Wf. 
y  sin  elección,  cuanto  bueno  ó  malo  le  vino  á  mano,  sobre  las  cuatro  parf^eT    ^ . 
del  mundo.   Cuando  le  llegó  su  oportunidad,  copió  á  la  letra  la  sucinta  y'-/ 
equivocada  relación   del   Diccionario  de  América  de  Alcedo,  publicado  en  '  '- 
1786,  agregándole  irnos  cuantos  errores  y  falsedades.  Con  este  motivo  escri- 
bió Ferrer  en  forma  de  carta  una  refutación  de  dichos  errores,  de  la  cual  se 
apoderó  un  amigo  suyo  y  la  hizo  publicar  con  el  título  de  Carta  de  un  Ha- 
banero^ sin  conocimiento  del  autor.  Este  escrito,  qu#láereció  alguna  acep- 
tación por  su  estilo  sencillo,  y  por  dirigirse  contra  una  persona   que  hacia 
una  figura  colosal  entre  los  literatos,  mortificó  á  Estala,  hasta  el' extremo  de 
publicar  en  el  Diario  una  fuerte  diatriba,  contra  un  hombre  á  quien  no  co- 
nocia  ni  de  vista.  Ferrer,  que  cuando  tenia  razón,  no  abandonaba  el  campo 
ni  cedia  contestó  en  un  artículo  cuya  publicación  no  permitió  Estala,  más 
habiéndole  dirigido  una  fuerte  carta  desde  el  Escorial,  donde  estaba  desta^ 
cado,  no  solo  le  dio  la  más  lisonjera  satisfacción  por  medio  del  mismo  perió- 
dico, sino  que  insertó  en  el  tomo  vijésimo  de    El  Viajero  una  descripción 
exacta  y  correcta  de  la  isla  de  Cuba,  que  redactó  Ferrer.  [3] 

[i]  Ferrer  frecuentaba  en  Madrid uoa  librería  que  habia  frente  á  las  gradas  de  San  Fe- 
Upe,  y  fué  muy  añdouado  en  la  Habana  cuando  joven  ala  lectura  de  Tácito,  Vireilio  y  Sa- 
Instío,  prefiriéndola  á  la  de  los  libros  ascéticos  que  en  alta  voz  su  padre,  natural  de  Ara- 
gón, te  hada  leer  todas  las  noches,  especialmente  La  Vocación  Eclecidstica  de  Arbiol. — V.  D. 

(2)  Habíase  granjeado  Estala  una  espede  de  reputación  entre  lus  escritores  de  enton- 
ces, á  pesar  de  haberse  estrenado  con  algunas  traauc&ones  en  verso  bastante  infelices  de 
Terendo  y  Planto.  La  poesía  no  era  su  fuerte,  y  habiéndolo  conoddo  él  mismo,  abandonó  la 
rima,  y  se  puso  á  escribir  en  prosa  para  el  Diario,  en  lo  que  le  fué  mejor,  y  no  se  puede 
n^^  que  ponía  la  pluma  con  grada.  Memorias  íntimas — Y.  D. 

[3]  £n  el  número  6  de  E¿  Me^ñon  de  la  Habana  correspondiente  al  martes  4  de  no- 
viembre de  1800,  se  hacen  expllcadones  importantes,  que  no  dudo  han  de  redbir  con  agra- 
dólos amantes  délas  letras.  ^'En  la  obra  de  El  Viajero  Universal,  se  puso  una  descrip- 
eion  llena  de  errores  de  la  isla  de  Cuba,  copiada  casi  toda  del  Dicdonario  de  América:  con- 
tra ella  publicó  D.  Bernardo  Philoletes  [así  se  firmaba  entonces  el  Sr.  Ferrerl  en  Madrid 
m  papel  titulado  Carta  de  un  Habanero^  donde  hada  ver  que  eran  entecaiftente  falsas  la 
mayor  parte  de  las  noticias  que  se  ponian,  y  que  la  tal  descripdon  era  en  extremo  misera- 
ble, con  proporción  al  interés,  cultura  y  grandeza  de  esta  Isla.  Con  este  motivo  salió  en  el 
Diarío  de  Madrid  el  Bascongado  con  una  carta,  pretendiendo  ridiculizar  la  del  habanero 
y  graduando  de  repiros  pueriles  los  que  ponia  Philoletes.  Contestóle  este  con  razones  y 
pruebas  irrefragables,  haciéndole  ver  la  mezquindad  con  que  <^ueria  sostener  sua  errores;  á 
coya  carta  respondió  El  Viajero  ,  en  su  nombre,  llenando  de  dicterios  é  impostaras  á  Phi- 
loíetes:  armas  de  que  se  valen  los  que  no  tienen  otra  cosa  de  que  agarrarse  para  defender 
ima  mala  cansa.  Contesta  segunda  ves  el  Habanero,  deshaciendo  todas  las  imposturas  y 
demostrando  con  mayor  clandad  sus  nuevos  yerros  y  su  injusticia.  Esta  carta  no  llegó  á 
ponerse  en  el  Diario  porque  como  el  referido  Viajero  Universal^  era  al  mismo  tiempo  cen- 
sor de  aquel  periódico,  la  suprimió,  hadendo  en  esto  lo  que  hacen  algunos  redaaores  que 


•  * 


102  ,   ';:•. RE  VISTA   DE    CUBA. 

•*    * 
Otras  varias  prodvitóones  publicó  en  diferentes  periódicos  sobre  materias 

literarias  y  de  ejtídíficíon,  llevando  estrechas  relaciones  con  el  chistoso  don 

Lúeas  Alemap*j,dín  Moratin  padre  é  hijo,  con  Carnerero,  Cornelias  y  otros 

escritores  .diéiíjfuel  tiempo:  desde  entonces  tuvo  la  mayor  afición  á  las  repre- 

sents^ciones  dramáticas  que  estaban  en  boga  en  los  Caños  del  Peral,  y  trató 

á  Mai()uez  y  á  la  Rita  Luna.  Después  de  algunas  vicisitudes  y  contratiempos 

Ip^S.uda  comisión  para  Méjico,  embarcándose  en  la  Coruña  en  2 1  de  mar. 

•'«¿yié  1800,  en  la  corbeta-correo  Principe  de  Asturias^  que  condujo  á  Trini- 

V ,^  <Sad  al  Sr.  D.  José  Cándamo,  obispo  inpartibus  de  Milasa,  y  auxiliar  del 

••\  *\*  Sr.  P.  Felipe  Trespalacios,  que  lo  era  de  esta  diócesis,  [i] 

De  Trininad  pasó  á  la  Habana,  donde  ya  gobernaba  el  marqués  de  Some- 


cuando  no  pueden  suprimir  las  que  se  escriben  contra  ellos,  las  retardan  tanto  tiempo  qae 
cuando  salen,  va  naaie  a||pcuerda  del  asunto  á  que  se  dirigen. 

Viendo  Philoletes,  que  estaba  fuera  de  Madrid,  que  su  carta  quedaba  detenida,  le  remiiió 
otra  particular  al  censor  bajo  su  verdadero  nombre,  instándole  á  que  publicase  en  el  Diario 
la  primera;  j  la  contestación  que  dio  este  úitimo  fué  no  solo  el  satisfacerlo,  confesando  sus 
yerros  y  las  imposturas  que  habia  dicho  de  D.  Bernardo  Philoletes,  sino  que  umbien  estam- 
pó esta  misma  satisfacción  en  el  Diario  de  Madrid,  en  tales  términos,  oue  nada  le  dejaba  <^ue 
deseará  su  vanidad.  £n  el  Diario  de  Madrid  del  dia  15  de  diciembre  ae  1797,  es  donde  vie- 
ne cantada  la  palinodia j>or  El  Viajero  Universal^  palinodia  tanto  más  lisonjera  para  el  Ha- 
banero, cuanto  fué  proferida  por  uno  de  los  hombres  sabios  que  hay  en  España  en  el  con- 
cepto de  todos  los  sujetos  de  voto  que  lo  conocen,  así  personalmente,  como  por  sus  es- 
critos. De  resultas  pues,  de  la  disputa  con  El  viajero  Universal^  y  de  la  amis- 
tad que  contrajo  con  su  autor^  la  que  en  el  dia  existe,  hizo  D.  Bernardo  Philoletes  El  Vkt" 
je  de  la  isla  de  Cuba,  para  msertarlo,  como  se  hizo,  en  la  referida  obra;  siguiendo  el  mis- 
mo método  de  ella.  £1  citado  Viaje  tiene  sus  yerros  leves,  porque  no  filé  escrito  en  la  Ha- 
bana, y  en  las  cosas  que  refiere  su  autor,  posteriores  al  año  de  93  oue  fué  en  el  que  faltó  de 
ella,  pudo  haber  sido  mal  informado  como  él  mismo  lo  conoce,  después  de  hallarse  en  e^ 
ta  ciudad;  pero  esto  no  le  quita  la  gloria  de  haber  sido  el  único  hasta  ahora  que  haya  da- 
do una  relación  tan  completa  y  circunstanciada  de  esta  colonia. 

"Nada  hay  escrito  del  estado  actual  de  la  isla  de  Cuba,  su  grandeza,  su  cultura,  osos  y 
costumbres  de  sus  habitantes.  Esta  verdad  observada  por  el  autor  de  El  Viajera^  que  dio 
lugar  á  oue  formase  el  concepto  tan  denigrante  que  formó  de  nuestra  literatura,  y  que  es 
demasiaao  derta  por  nuestra  desgracia,  no  podía  menos  de  sumergir  al  del  referido  Via-- 
/í  en  un  mar  de  confusiones,  por  no  tener  obra  alguna  que  le  pudiese  orientar,  ni  más  no- 
ticias que  referir,  que  las  C|ue  el  mismo  habia  visto  y  observado.'' — ^V.  D. 

Ti)  £1  Sr.  Cándamo  recibió  en  la  Coruña  pocos  días  antes  de  embarcarse,  la  noticia  de 
la  muerte  del  Sr.  Trespalacios,  y  el  nombramiento  ó  presentación  del  Sr.  D.  Juan  José 
Diaz  de  Espada,  pero  continuó  su  viaje  á  la  Habana,  de  cuya  catedral  era  canómgo: 
aquí  fué  electo  gobernador  capitular  en  sede  vacante,  y  murió  el  año  siguiente  de  la  fiebre 
amarilla,  antes  de  la  llegada  del  diocesano,  que  fué  en  1802 

Sahó  Ferrer  de  la  villa  de  Madrid  para  la  Coruña  á  fines  de  setiembre  de  1799,  y  al  lle- 
gar á  la  Coruña  el  15  de  octubre^  vio  que  salia  el  **Lanzarote,''  bergantín  correo  que  no 
pudo  alcanzar  k  tiempo  para  su  viaje  á  la  América. 

**Alistaban  el  bergantm  correo  de  S.  M.  titulado  "El  Cuervo,"  para  salir  el  mes  de  no- 
viembre, y  ya  estaba  en  él  acomodado,  esperando  para  hacemos  á  la  vela  únicamente  <^ae 
soplase  el  viento  nordeste,  á  fin  de  asegurar  la  salioa  y  libertarnos  de  algún  crucero  in- 
glés, cuando  se  presentó  en  la  Coruña  el  jefe  de  escuadra  D.  Félix  Berenguer  de  Marqoi- 
na  nombrado  Virey  de  la  Nueva  España  en  remplazo  de  D.  Miguel  de  Azanz^  Traía  de 
secretario  al  bric^adier  D.  Antonio  Bonilla  con  su  hijo,  y  una  servidumbre  de  siete  perso- 
nas. Presentó  á  la  dirección  de  correos  marítimos  una  real  orden,  para  que  se  pusiese  en- 
teramente á  su  disposición,  el  buque  de  la  renta  que  estuviese  más  próximo  á  salir:  con 
este  motivo  nos  mandaron  á  desalojar  á  todos  los  que  ya  estábamos  acomodados  en  el 
*'Cuervo."  ¿Con  qué  gusto  recibiria  esta  noticia  un  hombre,  que  desde  la  ventana  de  su 
posada,  no  cesaba  de  mirar  á  todas  horas  un  cataviento  que  babia  en  una  casa  del  frente 
para  ver  si  corria  nordeste,  y  se  acercaba  el  instante  de  la  partida?  Ocurrí  al  noevo  virej 


41EVISTA   DE   CUBA.  IO3 

rnelos:  la  dificultad  de  las  comunicaciones  por  la  guerra  con  los  ingle  ses, 
obligó  á  Ferrer  á  detenerse  en  esta  ciudad  algunos  meses,  y  el  Sr.  Somerue- 
losj  que  además  de  las  noticias  que  tenia  de  su  afición  á  la  literatura  lo  ha- 
bisL  tratado,  le  indicó  que  podia  hacerse  cargo  de  la  dirección  del  Pupel 
Periódico^  único  que  en  aquel  tiempo  se  publicaba  aquí,  y  lo  propuso  inme- 
diatamente para  socio  numerario  de  la  Sociedad  Económica,  en  que  ñié  ad- 
mitido el  mismo  año  de  1800,  3  de  julio;  pero  siendo  transitoria  y  muy  corta 
Su  permanencia  en  esta  ciudad,  no  consideró  prudente  hacerse  cargo  de  tan 
formal  y  delicada  empresa,  limitándose  á  publicar  en  pliegos  sueltos  un  pe- 
riódico semanario,  con  el  título  de  El  Regañón  de  la  Habana^  en  el  cual, 
bajo  im  plan  nuevo  y  festivo,  hacia  la  crítica  imparcial  de  aquellos  usos, 
costumbres,  puntos  de  literatura  y  artes  que  merecian   corrección.  El  des- 
empeño de  esta  obra  gustó  sobre  manera,  y  no  solo  alcanzó  ima  suscrícion 
numerosa,  sino  que  su  ejemplo  ¿dentó  á  varios  literatos  á  dar  á  luz  escritos  y 
contestaciones  que  llamaron  la  atención  general.  Además  de  El  Papel  Pe- 
fúfdüo  que  tomó  á  su  cargo  el  poeta  D.  Manuel  Zequeira,  salieron  entonces 
Ia  Aurora  y  La  Lonja  Mercantil^  que  no  carecian  de  mérito. 

A.  las  polémicas  literarias  que  suscitó  El  Regañón^  y  á  sus  críticas  teatra. 

*leSy  se  debe  sin  duda  el  desarrollo  del  talento  del  poeta  Zequeira  y  la  for- 

ma<3on  del  inolvidable  gracioso  Covarrubias,  que  sin  estudios  y  sin  maes- 


solicitindo  iDCorponrme  á  su  comitiva;  recibióme  con  el  mayor  agrado,   diciendo  qae  lo 
Ituria  con  el  mayor  gusto,  pero  que  por  el  reconocimiento  que  el  mismo  habia  hecho  del 
liex-gantin,  no  le'pareda  que  hubiese  posibilidad  de  acomodo  para  mi  persona,  á  lo  menos 
decentemente:  que  sin  embargo,  pasase  á  bordo  y  lo  examinase  después  de  la  nueva  dis- 
tribución que  había  mandado  hacer  de  alojamientos,  por  si  me  acomodase  algún  lugar,  y 
**I  lo  hice.  El  bergantín  era  sumamente  incómodo  y  estrecho;  lo  que  se   llamiba  cámara, 
^K^-  yn  pozo,  con  cuatros  catres  á  manera  de  nichos,  en  los  que  con  mucha  diñcultad  se 
podia  revolver  un  hombre,  ni  estar  en  más  postura  que  acostado:  el  combés  debia  ocupar- 
se enteramente  por  el  resto  de  la  familia,  con  la  oficialidad  y  tripulación  del  buque:  de  mo- 
^  que  era  preciso  resolverme  á  pasarlo  á  la  pampa  sobre  cubierta.  Triste  y  desconsolado 
con  mi  examen,  no  me  quedó  más  arbitrio  que  erde  esperar  la  conclusión  de  una  corbeta 
nueva  que  «e  estaba  acabando  de  arreglar  para  salir  de  correo,  en  el  mes  de  enero:  pero  á 
''^^  de  es  ta  indispensable  detención,  me  quedaba  siempre  el  recelo  de  que  se  apareciese 
^ro nuevo  gobernador  de  Indias,  con  orden  de  embargarla  p^ra  su  trasporte.  No  era  in- 
randado  este  temor,  porque  como  muy  poco  antes  de  la  venida  del   Virev  Berenguer  de 
l'^fqaina,  se  había  embargado  de  la  misma  maneja  ,  otro  correo  que  conaujo  á  Trinidad 
^  ^Qcógnito  al  marones  de  Someruelo -i  nombrado  Goberaador  y  Capitán  General  de  la  Ha- 
"'"Wa»  pareda  que  el  Ministro  de  la  Guerra  D.  Juan  Manuel  Alvarez   se  había  propuesto 
iQiuiar  de  este  modo  á  los  gobernadores  de  América,  y  lo  hacia  con  tal   precipitación,  ó 
?^teJa,  que  los  provistos  llevaban  sus  despachos  sin  ser  pasados  por  el  Consejo  de  las  In- 
^^-   Esta  indispensable  formalidad  prevenida  por  las   leyes   con   graves    pena,  no  sirvió 
r^  obstáculo  al  recibimiento  en  la  Habana  del  gobernador  Someruelos,   pero  en  mayo  se 
3*Htd  ¿  Real  Acuerdo  para  tratar  de  la  materia,  y  aunque  por  una  pequeña  mayoría  de 
7|^tos  se  le  dio  posesión  del  vireynato  al  recien  provisto,  el  ñscal  de  la  Audienda  represen- 
*^^  consejo  contra  lo  resuelto,  y  de  sus  resultas  fueron  multados  en  $  500  cadt  uno  de  los 
?^^^es  que  votaron  por  su  redbimiento.  La  impadenda  ce  n  que  sobrellevaba  mi  larga  de- 
¡^¡^on  en  la  Corufia,  la  cual  duró  más  de  tres  meses,  después  de  la  salida  del  bergantín 
^^^^ervo,"  no  me  permitió  presumir,  que  tal  vez  era  una  feliddad  el  no  haberme  entonces 
^*^b%¥cado.  Con  efecto,  cuando  llegué  á  Trinidad  de  Cuba,  supe  que  los  dos  correos  Lan- 
^ote  y  Cuerro,  fueron  aprésalos  sucesivamente  y  conduddos  al  ruerto  Real  de  Jamaica, 
T^^e  al  Sr.  Berenguer  de  Marquina,  le  habia  costado  mucho  trabajo  y  dinero  el  que  se  le 
«J«kra  partir  para  Veracmz  a  servir  su  vireynato."  Memorias  intimas,  V.  D. 


I 


I04  REVISTA    DB    CUBA> 

tros,  se  lanzó  á  la  escena  habanera,  que  puede  decirse  principió  en  aquélla 
época,  pues  hasta  el  gobierno  del  Sr.  Someruelos  permaneció  cerrado  y  casi 
en  ruinas  el  teatro  de  la  Alameda,  desde  el  año  1788,  en  que  por  la  última- 
razón  dispuso  lo  primero  el  Sr.  Ezpeleta.  Hoy  todavía  la  lectura  de  El  Rt- 
gañouj  cuya  memoria  conservan  los  que  no  son  extraños  á  nuestra  literatu- 
ra, agrada  y  produce  efecto:  al  partir  Ferrer  para  Méjico,  se  encargó  D.  Jo- 
sé Antonio  de  la  Ossa,  empleado  de  Real  Hacienda,  de  continuar  la  publi. 
cacion  con  el  título  de  Susfüuto  del  Regañón  y  la  desempeñó  con  acierto, 
si  bien  se  advertia  en  sus  escritos  un  estilo  cansado,  y  con  poca  grada. 

De  Méjico  volvió  á  la  Habana  donde  se  embarcó  para  Cádiz  el  año  de 
1802,  y  de  allí  pasó  á  Madrid,  á  dar  cuenta  de  su  comisión.  En  Madrid  con- 
tinuó publicando  El  Regañón  General  [i]  bajo  im  plan  más  serio  y  metó- 
dico, y  obtuvo  la  misma  general  aceptación  que  en  la  Habana,  habiéndose 
inscrito  en  la  Sociedad  Económica  Matritense,  el  año  de  1803.  [2]  En  ma- 
yo del  mismo  presenté'una  minuciosa  memoria  proponiendo  el  establecL 

miento  de  la  Loteria  de  la  Habana,  á  imitación  de  la  de  Méjico,  aunque 
bajo  otro  plan  y  forma.  En  consecuencia,   se  expidieron  reales   eédulas, 

consultando  su  utilidad,  en  lo  que  se  tardaron  algimos  años,  hasta  que  en 
el  de  181 2  supo  aprovecharse  de  la  idea  el  que  obtuvo  la  dirección.  [3] 

Estos  planes  y  sus  escritos  literarios  merecieron  que  el  Rey  D,  Carlos  IV 
se^dignara  nombrarlo  el  año  de  1805  Ministro  Contador  principal  de  las 
Cajas  de  Cartagena  de  Indias,  agraciándole  además  con  la  cruz  de  caballe~ 
ro  de  la  orden  militar  de  Montesa,  cuyo  hábito  vistió  en  el  convento  hospi- 
tal de  Monserrate  de  la  Corte  el  mismo  año.  Inmediatamente .  salió  para  su 


[i*]  Se  publicó  con  Real  Privilegio  en  Madrid  el  periódico  ^/^¿'^^^f  General  áos  ve- 
ces á  la  semana,  en  el  que,  bajo  una  crítica  festíva,'se  trataba  de  corregir  los  abusos  y  de 
mejorar  las  costumbres  públicas.  Duró  su  redacción  más  de  año  y  medio  con  suscrícion 
numerosa.  Y  terminó  porque  Carlos  IV  y  D?  María  Luisa  de  Borbon  que  notaban  el 
cumplimiento  constante  y  pundonoroso  de  Ferrer  en  el  servicio  militar,  y  su  aplicación  7 
laboriosidad,  pues  en  palacio  se  hablaba  con  frecuencia  de  El.  Re^ñon  y  de  sus  escritos, 
creyeron  que  podria  ser  más  útil  en  otra  carrera  más  apropiada  aüí  genio  y  estudios  de  di- 
cho Ferrer. 

<*Sabedor  de  esta  disposición  tan  favorable,  dice  Ferrer  en  sus  memorias  privadas,  pre- 
senté  memorial  exponiendo  entre  otras  cosas,  el  mérito  que  habia  contriado  al  presentar 
á  S.  M.  pocos  meses  antes,  el  plan  y  arreglo  de  un  nuevo  establecimiento  de  Lotería  en 
la  isla  de  Cuba,  que  habia  merecido  su  regia  aceptación;  pasando  por  real  orden  á  informe 
del  Supremo  Consejo  de  Indias. 

Suplicaba  se  me  destinase  en  él  Ramo  de  Real  Hacienda,  por  reunir  en  él  algunos  co- 
nocimientos. Dignóse  entonces  S.  M.  nom^  rarae  Ministro  Contador  principal  de  las  ca- 
jas  de  Cartagena  de  Indias,  agraciándome  con  la  cruz  de  Caballero  de  la  orden  miUtar  de 
Montesa,  cuyo  hábito  vestí  en  el  convento  hospital  de  Monserrate,  en  Madrid,  afio  de 
180S."— V.  D. 

(2)  El  26  de  febrero  según  certíñcacion  del  secretario  D.  Policarpo  de  Tejada  Herrao- 
so.— V.  D. 

(3^  Cuando  en  el  año  de  1821  volvió  á  la  Habana  D.  Ventura  Ferrer,  el  Sr.  D.  Berna- 
bé  ae  Corres,  director  de  la  Lotería,  tuvo  la  franqueza  y  atención  de  obsequiarle  en  cuer- 
po con  sus  jueces  y  oficiales  como  autor  de  una  renta,  á  la  vez  pingüe  al  Estado,  y  que  ha 
necho  la  fortiina*de  muchos  particulares.  Cuando  se  creó  la  Lotería  ya  estaba  Ferrer 
pleado  y  fuera  de  la  corte. 


REVISTA   DE    CUBA.  IOS 

destino,  á  pesar  de  la  guerra  que  habia  contra  los  ingleses,  por  los  cuales  fué 
apresado  sobre  Trinidad,  pero  á  las  cuarenta  y  ocho  horas,  en  ruta  para  Ja- 
xnaica,  lo  represó  un  corsario  francés  armado  en  Cuba  con  bandera  españo- 
la, el  cual  lo  condujo  á  Cartagena,  [i] 

Puesto  en  posesión  de  su  destino  por  el  Virey  Sr.  Amar,  desempeñó  tran- 
quilamente sus  delicadas  funciones  hasta  el  año  1810,  que  principió  la  revo- 
lución de  Nueva  Granada.  El  prolijo  ejercicio  de  su  destino  no  impidió  que 
se  dedicara  a  su  pasión  favorita  de  las  letras  y  el  estudio:  propuso  y  llevó  á 
cabo  una  Sociedad  Económica,  cuyo  reglamento  formó  con  su  acostumbra- 
da minuciosidad;  fundó  una  imprenta,  enseñando  á  D^Manuel  Pi.jpl,  todas 
las  mecánicas  operaciones  del  arte:  publicó  el  año  de  1814  una  Historia  de 
los  (Retadores  de  la  república  romana  obra  que  en  Europa  hubiera  tenido 
mucha  celebridad,  y  poco  después  fué  nombrado  por  el  Virey  Sr.  Montal  - 
vo,  redactor  de  la  Gaceta  de  Cartagena^  que  empezó  á  darse  á  luz  en  dicha 
ciudad,  y  de  la  Guia  de  fotcCsteros  en  1818. 

Interminable  seria  referir  los  disgustos  y  malos  ratos  que  pasó  en  Carta- 
gena, ibasta  fines  de  1820,  que  se  embarcó  para  la  Habana  con  su  numero- 
sa familia,  abandonando  sus  intereses:  solo  los  que  hayan  pasado  por 
tr^  revoluciones  en  diez  años,  y  los  que  sepan  el  influjo  que  por  su  destino 
y  tajpnto  ejercia  Ferrer,  podrán  conocer  sus  penas  y  vicisitudes,  tan  pronto 
comisionado  para  entregar  las  llaves  de  la  ciudad  al  ejército  sitiador,  como 
sumido  en  una  mazmorra  y  sacado  de  ella  para  reorganizar  las  oficinas  de 
Real  Hacienda;  y  tan  pronto  sospechoso  como  autor  de  manifiestos  y  obras 
impropias  de  su  carácter  firanco  y  abierto,  como  honrado  con  la  redacción 
de  La  Gaceta  del  Gobierno.  [2] 


[ij  En  esta  travesía  de  Trinidad  á  Cartagena,  estuvo  el  buque  expuesto  á  perderse  en 
la  isla  de  Quinan  Grande.  Al  dia  siguiente  fué  cuando  la  cirbeta  d?  guerra  inglesa  Dra- 
ke  apresó  la  embarcación,  en  donde  estuvo  Ferrer  prisionero  nueve  dia-^,  hasta  que  se  le 
trasladó  á  la  misma  presa,  para  ser  conducido  á  Jamaíoji.  A  vi¿u  de  Kingston,  y  á  las  cua- 
renta y  ocho  horas  de  haberse  separado  la  corbeta,  faé  el  encuentro  del  corsario  francés 
qne  tardó  veinte  y  dos  días  en  llegará  Cartagena.  —  V.  D. 

(2)  **Posesjonado  en  mi  empleo,  lo  serví  tranquilamente  los  cinco  años  primeros:  la 
marcha  del  gobierno  estaba  arreglada,  y  las  leyes  en  observancia;  pero  á  los  cinco  años  si- 
gnientes,  tuve  que  sufrir  todos  los  trastornos  y  amarguras  de  una  hor:orosa  revolución 
política.  Los  disturbios  de  Cartagena  que  tanto  ocuparon  la  atención  general  en  aqueUa 
época,  me  pusieron  en  el  mayor  conflictor  fu(  perseguido  por  los  revoltosos,  á  cansa  de 
no  querer  seguir  su  sistema;  preso,  fugitivo,  hasta  que  después  de  tantas  persecusiones 
ocuparon  la  plaza  y  provincia  de  Cartagena,  las  tropas  que  condujo  el  general  D.  Pablo 
Morillo  el  año  de  1815,  y  se  restituyeron  todas  las  cosas  al  orden  antiguo 

En  este  restablecimiento  tuve  yo  una  gran  parte,  porque  el  Virey  ü.  Francisco  Mon* 
talvo,  luego  que  me  repuso  en  mi  empleo,  me  dio  comisión  para  que  montara  de  nuevo 
las  encinas  de  Real  Hacienda,  enteramente  trastornadas  con  los  desórdenes  de  cinco  años 
de  revolución;  y  tuve  la  satisfacción  de  conseguirlo,  y  de  que  mereciese  mi  trabajo  su  su- 
perior aprobación.  £1  mismo  Virey  me  nombró  espontáneamente  para  cjue  publicase  una 
Gaceta  de  Gobierno,  que  al  propio  tiempo  tenia  por  objeto  ilustrar  la  opinión  de  aquellos 
liabitantes,  como  lo  verifiqué  por  mucho*  meses. 

Cinco  años  más  duró  la  tranquilidad  de  Cartagena,  hasta  que  nuevos  y  lamentables  con  • 
tnUiempos,  la  pusieron  en  el  caso  de  ser  sitiada  por  los  disidentes,  y  de  tener  que  entre- 
garse por  capitulación,  después  de  diez  y  ocho  meses  de  asedio.  Sa  un  conflicto  de  tal 

14 


Io6  REVISTA   DE    CUBA. 

A  principios  de  182 1  llegó  á  esta  ciudad  con  veinte  personas  de  famQia  y 
criados.  El  memorable  Intendente  D.  Alejandro  Ramírez,  que  solo  le  co- 
nocia  de  oidas  como  autor  de  El  Regañón^  lo  nombró  al  poco  tiempo  Con- 
tador principal  de  Crédito  público,  cuyo  destino  habia  renunciado  el  de 
Diezmos  D.  Sebastian  de  Ayala.  El  Crédito  público  tuvo  á  su  cargo  la  ad- 
ministración de  los  bienes  de  siete  conventos  religiosos,  que  se  suprímieron 
en  esta  ciudad,  los  cuales  ascendían  á  más  de  dos  millones  de  pesos,  con  el 
ingenio  y  hacienda  de  losbelemitas  y  dominicos,  cobros  de  réditos  y  álqwle- 
res  de  casas,  pagos  y  ajustes  de  pensiones,  teniendo  la  satisfacción  de  que 
cuando  extinguido  eFsistema  constitucional,  se  devolvieron  estos  bienes,  ni 
se  le  hizo  el  menor  cargo  ni  hubo  la  menor  queja,  á  pesa/ de  su  caráct^  se- 
vero en  materias  del  servicio. 

El  Sr.  Arango,  sucesor  del  Sr.  Ramírez,  lo  propuso  á  la  Junta  superior 
directiva  de  Real  Hacienda  para  dos  comisiones  fij  de  suma  importancia, 
en  unión  del  Sr.  D.  Juan  Ignacio  Rendon,  que  desempeñaba  interinamente 
la  ñscalía  del  ramo  el  año  de  1825:  una  fiíé  la  de  liquidar  y  clasiñcar  la  deu- 
da existente  á  favor  del  erario,  y  la  otra  arreglar  los  derechos  sobre  SPtaba- 
co,  titulados  de  vijésima  y  de  elaboración.  El  nombramiento  del  Sr.  Ferrer 
para  ambas  comisiones  se  fundó  en  la  imposibilidad  material  alegada  povel 
Sr.  Rendon  por  el  cúmulo  de  negocios  y  juntas  de  la  ñscalía;  y  en  cuanto  á 
su^esempeño,  baste  decir  que  se  depuraron  más  de  tres  millones  de  pesos, 
y  que  el  derecho  sobre  el  tabaco  quedó  arreglado  al  poco  tiempo.  • 

El  Sr.  Pinillos  se  sir\ió  destinarlo  al  año  siguiente  para  arreglar  la  esta- 
dística de  la  Isla,  bajo  la  dirección  de  una  junta  titulada  de  auxilios,  que  á 
poco  cesó  de  real  orden,  quedando  el  ramo  á  su  cuidado  exclusivo:  tres 
años  duró  esta  comisión,  en  los  cuales  se  redactó  y  publicó  La  BcUanza 
Gení-ral  dtl  Cerne* cio^  que  fué  aprobada  por  S.  M.,  y  formó  un  estado  gene- 
ral del  producto  de  las  rentas  en  aquel  año  de  1S26.  Los  que  conocen  la 
importancia  lie  las  Balanzas  y  han  visto  el  valor  que  cada  año  han  ido  to- 
mando, convendrán  en  el  mérito  que  contrajo  el  que  redactó  y  formó  la  pri- 
mera con  un  trabajo  improbo  Otras  comisiones  análogas  desempeñó  por  el 
mismo  tiem-^K»,  y  el  año  de  1S27  propuso  la  creación  de  la  Administración 
llenenU  Terre¿.:re,  que  se  aprvibó  por  real  orden  á  ñnes  de  1828,  confián- 
dose al  Sr.  Ferrer  la  Contaduría  en  propiedad  é  interinamente  la  Adminis- 
tración, que  retuvo  el  Sr.  Arocha,  secretario  de  la  Intendencia.  En    i?   de 


nr.uri!ej>,  me  Jed;:;  :e.  c.^ ai >  ministro  i^rinr>x'.  t  ún >3  **  R*il  Htdeali,  i  arreglar  7 
vii^iv^jhff  ev  su  n'R'N:r.^  ií  rAC:c»a^s;  t  s^x^^rro*  ivín  \\  s•aV:s^?oct»  de  U  tropa,  y  ds  los  si> 
ti-KÍ.^s,  cü  c  iVA<  o:>írjic'v>"e*  trsSuijé  soS  eninerJL  Al  Sa.  cij.hu\5  'a  p'-iíA,  hibieodo  te- 
nue» v;uí  ítr.gTJU"  vvn  ri'  n;ia)«rO!sa  tasn  :«,  pnra-waiv-»  vjaedxr  éel  i  mis  debeies,  i  todms 
U*  x-^'^ji'As  ^«e  ^<^  uti'  o;"  «v  e  c»::  *i  ,^jfnji  qi<«ÍA:aií  ea  e!  ¿a;*,  $l¿».eaio  el  asevo  sute- 


;[  i  ]     L 1  r»  t*.a-r.\  .<v  Ac^¿er K>  di  lo ie  fcí)of^?  ie  1&5,  ▼  U  se^óaia  por  a^aerdo  4v 


REVISTA    DE    CUBA.  IO7 

enero  de  1S29  se  puso  en  planta  esta  oficina  con  oficiales  nuevos,  y  bajo  el 
reglamento  que  redactó  el  mismo  Ferrer,  y  aprobó  la  Junta  Superior  Direc- 
tiva, [i]  Toda  la  Habana  sabe  cómo  dirigia  el  Sr.  Ferrer  la  administración, 
disponiendo  él  mismo  las  tareas,  redactando  los  informes  de  alguna  consi- 
dezacion  en  todos  los  ramos,  examinando  los  expedientes  hasta  en  las  horas 
ile  reposo,  y  procurando  la  mayor  recaudación  posible  de  derechos. 

No  trataremos  aquí  de  la  conveniencia  y  oportunidad  con  que  se  estable- 
ció la  nueva  oficina,  de  los  pingües  productos  que  ha  proporcionado,  ni  de 
los  servicios  prestados  al  público  después  del   asombroso   incremento  que 
"han  tomado  el  comercio  y  la  industria  de  la  Isla:  nos  contraeremos  á  nues- 
tro ^^unto  particular.  Diez  años  desempeñó  la  administración  el  Sr.  Ferrer 
con  tanto  acierto,  que  el  entendido  Sr.  Fiscal  Figuero  y  el  Sr.  Asesor  Zamo- 
ra, por  Tareza  diferian  de  sus  informes  y  siempre  los  procuraBan:  intermina- 
ble tarea  seria  si  hubiera  de  enumerarse  la  multitud  de  cuestiones  en  que  el 
Sr.  Ferrer  propagaba  los  más  sanos  principios  de  la  ciencia  económica,  los 
desestancos,  el  libre  comercio,  la  competencia,  la  franqueza  y  la  publicidad 
en  todas  las  operaciones,  esas  verdades  que  las  preocupaciones  se  empeñan 
en  oscurecer  ó  retardar,  pero  que  el  tiempo  y  la  razón  hacen  patentes.    En 
su  época  sin  angustiar,  se  apremió  á  los  deudores,  no  se  alzó  ni  fugó  ningún 
colector  ni  administrador,  no  hubo  desfalcos  en  las  rentas   de  su   cargo:    el 
Tribunal  Mayor  aprobó  y  finiquitó  todas  sus  cuentas  sin  el  menor  reparo. 

La  confusión  que  reinaba  en  el  ramo  de  alcabalas,  y  las  dudas  que  á  ca- 
da instante  se  ofirecian,  le  indujeron  á  formar  El  Akabalatorio^  que  no  solo 
mereció  la  aprobación  de  S.  M  [*]  sino  las  gracias  que  por  su  desempe- 
ño le  dio  el  Sr,  Conde  de  Villanueva:  también  formó  otra  instrucción  sobre 
el  papel  sellado,  y  en  su  tiempo  se  puso  en  práctica  el  de  giro  para  docu- 
mentos de  cambio.  En  los  dias  más  críticos  de  la  epidemia  del  cólera,  [2] 
^1  año  de  1833,  en  que  hasta  los  tribunales  y  las  demás  oficinas  suspendie- 


(1)  "Entré  pnes,  á  ejercer  las  funciones  de  Administrador  General  interino,  el  dia  de  la 
^Sreadon  de  dicha  encina,  sin  conocer  los  oñciales  que  me  debian  auxiliar,  y  sin  la  total 

itrega  de  papeles,  documentos  y  órdenes  que  debian  regir  en  su  despacho,  que  se  puso 

\  actividad  para  el  público  el  mismo  dia.  Tuve  la  felicidad  de  que,  ni  la  falta   de   prepa- 

*adon  tan  necesaria  en  una  nueva  oñcina,  ni  la  multitud  de  negocios  divididos  en  más  de 

ramos  de  difícil  y  delicada  recaudación,  detuvieron  la  marcha.de  las  operaciones 

"^Ordinarias  de  esta  dependencia,  desde  el  momento  de  su  abertura:  en  me  lio  del  vasto  des- 

^Mcho  diario  de  una  oñcina  general  tan  complicada,  no  experimentó  el  público   la  menor 

^DOYedad,  á  pesar  de  que  eran  nuevos  en^l  servicio  de  rentas  casi  todos   los   empleados." 

--Memorias  /«//ot<w.~  V.  D. 

(2)  «£n  menos  de  dos  meses  murieron  de  ella  solo  en  esta  ciudad  de  la  Habana  y  s^is 
currábales,  más  de  ocho  mil  personas  de  todas  clases,  edades  y  temperamentos.  La  cons- 
ternación fué  general:  cerráronse  los  tribunales  y  los  oñcios  públicos,  quedaron  desiertas 
las  oñdnas,  y  se  obstruyó  el  comercio  y  la  industria. 

"£n  las  despobladas  calles  de  la  Habana,  en  los  meses  de  marzo  y  abril  de  1833,  no  se 
'presentaron  mas  objetos  que  los  tristes  carros  fúnebres,  hacinados  de  cadáveres  para  con- 
bodrios  á  los  cementerios  públicos:  el  resto  de  la  población   encerrada  en  sus  habitacio- 
nes, teniendo  en  apati»  su  última  hora,  ó  fugitiva  por  los  campos,  creía  por  estos  m«dios 
libertarse  del  riesgo  que  les  rodeaba. 
"Ea  medio  de  esta  desolación,  tuve  yo  fortuna  que  no  me  atacase  la  enfermedad,  y  la 


lo8  REVISTA    DE    CUBA, 

ron  sus  tareas,  se  vio  al  Sr.  Ferrer  casi  solo,  despachando  lo  que  ocurría  con 
uno  ó  dos  de  sus  oficiales.  Cuando  se  creó  el  derecho  de  herencias  asistía 
personalmente  á  los  inventarios  en  horas  que  no  eran  de  oficina:  para  au- 
mentar el  expendio  de  la  Bula,  propuso  se  celebrara  el  paseo  del  estandar- 
te, que  en  otros  puntos  de  América  producia  tan  buen  efecto,  y  por  último, 
cumplió  todas  las  funciones  de  su  destino,  con  una  exactitud  recomenda- 
ble. [i| 

A  pesar  de  estas  continuas  y  delicadas  tareas,  jamás  descuidó  el   cultivo 
de  las  letras,  ni  olvidó  que  en  ellas  habia  dado  sus  primeros  pasos.  Como  so- 
cio de  la  Económica,  desempeñó  á  satisfacción  el  empleogie  censor   en   el 
bienio  de  1829  á  1830.  En  este  último  año  y  en  el  siguiente,   habiend#imo 
de  sus  hijos  emprendido  la  publicación  de  El  Nueiio  Regañón  de  la  Habana^ 
escribió  varios  artículos  dignos  de  leerse  sobre  literatura,  costumbres,  teatros 
y  otras  materias  amenas;  algún  tiempo  después  dio  á  luz  Miarte  de  vivir  en  el 
mundoy  obra  de  educación  que  debia  ponerse  en  manos  de  los  niños  y  de  mu- 
chos adultos;  dejó  algunos  manuscritos  muy  curiosos  sobre  su  vida,  acerca 
de  la  revolución  de  Nueva  Granada,  y  materias  de  amena  literatura:  poseía» 
el  latin,  el  francés  y  el  italiano  y  una  tintura  general  de  conocimientos,  firu-. 
to  de  profunda  lectura  de  !)uenos  autores. 

El  año  de  1839  recibió  su  jubilación,  y  algún  tiempo  después  se  le  conce- 
dieron los  honores  de  ministro  del  Tribunal  de  Cuentas  de  Madrid,  únicos 
que  tuvo  al  cabo  de  treinta  y  cuatro  años  de  servicios,   como  Jefe  de  Real 

Hacienda.  A.  C.  F. 


constancia  de  no  faltar  an  dia  siquiera  á  la  administración  de  mi  cargo,  en  las  horas  de  su 
despacho,  aunque  varias  veces  me  vi  casi  solo  en  la  oñcina;  pero  apenas  fué  calmando  la  fa- 
ría  de  la  epidemia,  empezó  á  recaer  sobre  mí  exclusivamente  una  de  sus  más  laboriosas  con- 
secuencias. La  multitud  de  muertes  produjo  una  multitud  de  testamentos  y  de  intestados, 
cuyas  cuentas  de  división  y  partición  y  demás  procedimientos,  judiciales  y  extrajuücia* 
les,  tenia  yo  que  deslindar,  liquidar  y  recaudar  como  administrador  y  único  Recaudador, 
del  derecho  de  herencias  en  esta  capital. 

"Obra  era  esta  que  exigía  por  s{  sola  una  oñcina  entera:  más  de  seiscientos  expedientes 
testamentarios  han  ocurrido  en  esta  administración  de  mi  cargo;  y  sin  perjuicio  de  saldes 
pacho  diario,  he  liquidado  de  ellos  más  de  las  dos  terceras  partes,  y  por  el  resto  estoj  ac- 
tivando su  conclusión  en  el  Juzgado  de  Real  Hacienda.  Desde  el  dia  primero  de  enero  de 
1831,  hasta  ñnes  de' diciembre  de  1834,  he  cobrado  en  efectivo  de  este  derecho  $183,192 
6  y  medio  reales;  además  he  liquidado  $173.316  y  7  reales  que  existen  reconocidos  en  deaoa, 
y  para  cuyo  pago  ha  concedido  espera  la  junta  superior  directiva,  en  fuerza  de  las  circuns- 
tancias; y  una  cantidad  mayor  deberán  producir  las  testamentarias  y  los  intestados  que  es- 
tan  por  liquidar,  á  causa  de  no  haberse  entregado  en  esta  oñcina  los  documentos  para  ^^ 
óer  nacerlo.'*  Af^niortas  fnítmas. — V   D. 

(i)  La  publicación  de  la  Santa  Bala  se  celebraba  cada  dos  años,  el  30  de  noviembre, 
en  todas  las  ciudades  principales  de  la  América  Española,  y  constaba  de  ñestas  de  iglesias 
con  sermón,  asistiendo  el  Contador  de  Ejército  cubierto,  llevando  el  pendón,  y  se  leia  al  fin 
de  la  misa  la  bula  de  Cruzadas  y  después  se  hacía  una  procesión,  como  bando,  pero  en 
carruajes,  y  terminaba  por  la  noche  con  un  baile  en  la  casa  del  Mayordomo  de  Cruzada, 
que  era  el  Contador  de  Ejército.  Esto  mismo  se  verificó  en  la  Habana  en  1829  siendo  ú 
Sr.  D.  Buenaventura  Pascual  Ferrer,  Administrador  General  de  Rentas  Terrestres;  la  fun- 
ción fué  en  la  Catedral  y  el  baile  en  su  casa,  calle  'de  San  Isidro  esquina  á  la  de  Composte- 
la,  cuyo  balcón  se  adornó  é  iluminó  convenientemente.  ^ 


filosofía  de  la  historia 


SIGI^IFICACIOI^  HISTOI^IQA    DE   LAS    COI^QUISTAS    DE    ALEJAI\pi(0    MAGNO. 


Si  algún  mortal  ha  parecido  un  Dios  entre  los  hombres,  fué  Alejandro, 

^^  dicho  el  ilustrado  autor  del  Genio  del  Cristianismo, — La  expresión  llega- 

^*  á  parecer  exagerada,  pero  de  ningima  manera  injusta;  porque,  cuando 

en  medio  de  una  época  de  trastornos  y  tremendas  asolaciones  se  levanta 

^^  cié  esos  genios  que  al  rededor  de  sí  atraen  la  mirada  de  los  pueblos, 

siea<io  los  arbitros  del  destino  y  porvenir  de  las  naciones,  y  como  la  encar- 

^^ion  de  la  ley  histórica  tiene  en  su  mano  el  desenlace  de  los  aconteci- 

^^^^>tos;  casi  llegamos  á  pensar  al  hombre  y  su  voluntad  como  la  causa  úni- 

^  ^«1  movimiento  vital  de  la  humanidad,  y  semejante  á  un  Dios  el  ser 

extr-^ordinario  que,  viendo  aUá,  en  los  lejanos  horizontes   del  porvenir,  el 

^^^»1  de  nuestra  perfección,  al  imperio  de  su  voz  y  bajo  el  dominio  de  su 

^E^^rior  inteligencia  encamina  á  los  pueblos  casi  forzosamente  por  la  senda 

^    í-^  civilización  y  del  progreso. 

^^,  sin  embargo,  ni  el  individuo  se  mueve  por  puro  capricho,  sino  por  vo- 

r^^ad  racional  determinada  en  virtud  de  las  circunstancias,  y  dentro  de  su 

^  ^^^^po;  ni  él  es  causa  absoluta  y  fundamento  único  de  aquellos  aconteci- 

^^^ntos,  sino  actor,  con  frecuencia  inconsciente,  del  gran  drama  que  la  hu- 

^^^^"^idad  desenvuelve  en  esta  tierra  bajo  supremas  providenciales  leyes  que 

le  es  dado  suspender,  ni  precipitar  jamás:  porque  "toda  grande  obra  ha 

^cesitado  y  encontrado  un  obrero,  como  tan  bellamente  se   expresa  un 

ósofo  contemporáneo.     Llegado  el  tiempo  de  ejecutar  alguna  grande 

Salpresa,  y  dadas  todas  las  condiciones  exteriores,  la  Providencia  envia  un 

nio  capaz  y  destinado  á  realizar  la  idea  fecundada  y  madurada  en  las 

añas  de  la  historia.''     [  i  ] 

[i]    Sanz  del  Rio. — Sistema  de  la  Filosofía — ^p.  i. 


(C 
Ci 


lio  REVISTA   DE   CUBA. 

Pero  esos  genios  que  la  Providencia  envia  para  cumplir  y  llevar  á  dmá 
los  grandes  acontecimientos,  n(^  son  los  solos  artistas  de  la  civilización  y 
del  progreso;  cada  hombre  dentro  de  su  esfera  y  en  su  límite  allega  mate- 
riales por  insignificantes  que  parezcan,  y  todos  juntos  en  múltiples  relacio- 
nes y  en  armonioso  conjunto,  van  trabajando  sin  tregua  ni  descanso  para  el 
bien  individual  y  comim,  sucediéndose  en  esa  obra  maravillosa;  y  al  mismo 
tiempo  los  pueblos  y  naciones,  artífices  mayores,  de  organismo  más  compli- 
cado y  de  fines  más  altos  trasmiten  la  Jierencia  que  laboriosamente  alcanza- 
ron^  á  otras  naciones  y  pueblos,  cuando  llenada  ya  su  misión  y  cumplido  su 
destino,  son  llamados  á  desaparecer  de  la  escena  histórica. 

No  es,  puesy  Alejandro  solo  á  quien  debemos  admirar.  Nuestras  Qpnsi- 
deraciones  tocan  también^  y  en  una  parte  muy  principal,  al  pueblo  griego, 
poseedor  de  los  inapreciables  tesoros  de  ciencias  y  artes,  á  cuya  herencia 
eran  llamados  el  Oriente  primero,  y  mediante  este,  todos  los  demás  pueblos 
de  la  tierra. — ^Así  la  Providencia,  según  eternas  leyes,  va  llevando  á  los 
hombres  y  á  las  humanas  sociedades  á  su  perfeccionamiento  y  ulterior  des- 
tino. 

Los  conculcadores  del  progreso  humano  desligan  y  separan  completa- 
mente á  Dios  y  al  hombre,  atacando  violentamente  nuestra  naturaleza  per- 
fectible y  cometiendo  un  atentado  criminal  contra  la  infinita  perfección  del 
Ser  supremo.  Suponen  que  aún  cuando  la  razón  conozca  lo  infinito  y  ab- 
soluto, y  la  fantasía  le  dé  vida  sensible,  determinándolo  á  ser  en  ^se  mundo 
de  sus  propias  originales  concepciones,  no  hay  en  el  hombre  suficientes  me- 
dios para  llevar  al  mundo  de  la  realidad  hechos  cada  vez  más  próximos  al 
ideal,  por  más  que  confesemos  disten  infinitamente  siempre  del  inagotable 
cúmulo  de  perfecciones;  acusan  á  Dios,  en  su  impiedad,  de  haber  conde- 
nado al  hombre,  hecho  á  su  imagen  y  semejanza,  á  la  horrible  desespera- 
ción de  no  poder  imitar  en  su  vida  al  tipo  original;  ó  suponen  al  humano  li- 
naje colocado  al  acaso  sobre  esta  tierra,  sin  plan  preconcebido,  y  entera  y 
absolutamente  conocido  por  la  sabiduría  eterna;  despojado  de  conciencia  y 
de  libertad  para  obrar  dentro  de  un  espacio  más  amplio  cada  vez  y  más  se- 
guro; sin  finalidad  ni  destino  al  cual  ha  de  acercarse  progresivamente  para 
el  cumplimiento  de  aquella  ley  que  en  tan  breve  como  profunda  sentencia 
nos  fué  revelada:  "Sed  perfectos,  como  vuestro  padre  celestial  es  perfecto" 
[i];  cierran  los  ojos  á  la  verdad  de  ese  gran  libro  llamado  historia,  testigo 
siempre  fiel  y  segmro  de  Ids  evoluciones  humanas  para  llenar  y  dominar  la 
tierra  [2]  y  para  gobernarla  con  equidad  y  con  justicia  [3];  ó  cuando 
menos  la  consideran  como  un  cúmulo  de  hechos  realizados  casualmente,  sin 
ley,  sin  intervención  providencial  y  sin  relaciones  interiores,  ni  enlace;  olvi- 


[íl  Math.— V,  48. 
[2]  Genes. — I^  28. 
(3)    Sap.— IX,  3, 


REVISTA  DB   CUBA-  III 

dan  finalmente  que  el  hombre  trabaja  en  su  terrestre  peregrinación  para 
buscar  el  reino  de  Dios  y  su  justicia,     f  i  ]. 

3Para  nosotros,  por  el  contrarío,  la  himianidad  vive  bajo  la  mirada  de 
I>ios,  y  su  vida  se  realiza  en  el  tiempo  y  en  el  espacio,  conforme  á  las  leyes 
providenciales  de  su  propia  y  entera  naturaleza,  encaminadas  siempre  al 
cta.]nplimiento  de  su  destino.     Confesamos  sin  embargo  que  exponer  el  de- 
senvolvimiento progresivo  de  esas  leyes  en  las  distintas  faces  que  presenta 
13,  historia,  es  decir  en  las  edades,  épocas  y  períodos  de  la  vida  humana; 
indagar  á  través  del  confuso  laberinto  de  fenómenos,  al  parecer  contradic- 
torios, aislados  y  sin  relación  de  unos  para  otros,  ni  con  el  todo,  el  carácter 
distii^vo  bajo  cuyo  influjo  la  humanidad  camina;  explorar  y  determinar  la 
ley  enmedio  de  las  agitadas  olas  que  por  donde  quiera  levantan  las  tor- 
mentas sociales  y  políticas,  y  á  través  de  las  violentas  convulsiones  de  im- 
perios que  se  derrumban,  cediendo  el  cetro  del  mundo  á  manos  más  robus- 
tas y  varoniles;  es  muy  difícil  tarea  que  exige  un  detenido  estudio,  ima  me- 
ditación profunda:  porque  el  valor  y  significación  del  hecho  históríco,  no 
solamente  se  determina  por  el  particular  carácter  y  educación,  edad  y  épo- 
ca cié  la  vida  del  hombre  que  lo  ejecuta,  sino   también,  y  sobre   esto,   por 
^3^  mismas  circunstancias  en  el  pueblo  y  en  la  raza,  por  influjo  de  otros 
pixeT)los  y  por  el  momento  históríco  que  ocupa  en  la  vida  universal  humana. 
^Nf  ás,  si  llegamos  á  pensar,  como  punto  de  partida  y  fundamento  racional, 
que  toda  realidad,  y  por  consiguiente  el  ser  y  la  naturaleza  hamana,  se  de- 
sexiTuelve  en  sus  temporales  mudanzas,  resolviéndose  prímeramente  bajo  la 
ley  de  la  unidad  en  absojutas  afirmaciones,  sin  libre  distinción  interíor,    ni 
.movimiento  individual  expontáneo,  aunque  ciertamente  conteniendo  pue- 
blos y  naciones  diversas,  pero  siempre  encadenados  á  una  idea  fija  y  opre- 
sora, por  más  que  en  su  fecundo  seno  viva,  como  dormido,  el  germen  de 
í^^tiples  y  variadas  relaciones;  encontramos  la  humanidad  en  su  edad  pri- 
naera,  el  mundo  antiguo,  la  infancia  de  los  puebfos.     Dominando  siempre  y 
^^  todas  las  épocas  de  esta   primera  edad,  como  su  propio  carácter  y  sello 
^^ístintivo  la  unidad*  llega  sin  solución  de  continuidad  el  imperio  de  la  se- 
S^^da  ley  de  la  vida,  la  adolescencia  de  la  humanidad,  la  edad  de  oposición 
^^n  sus  luchas  entre  pueblos  é  ideas  antitéticas,  con  sus  más  altas  y  com- 
prensivas soluciones,  ofireciendo  de  continuo  nuevas  afirmaciones  y  nega'- 
^ones,  y  trayendo  al  movimiento  y  á  la  vida  problemas  cada  vez  más 
^'^^plejos  y  variados  que  estimulan  el  pensamiento  y  levantan  la  razón  á 
^^^^  "vista  y  conocimiento   menos  oscuro  de  lo  fiíndamental  y  lo  perfecto; 
^^ta  que  lleguen   los  dias  de  la  reflexión  y  de  la  madurez  que  hoy  pre- 
sieo^^  todo  espíritu  serio  y  pensador,  cuando  bajo  el  suave  dominio  de  la 
^^y  <ñe  ¿jrw¿7«í¿r,  con  el  conocimiento   de  cada  .organismo  humano  en  todo 
su  x>Topio  valor  y  en  sus  relaciones  ordenadas,  se  realice  con  actividad  ili- 


1^1    Mat— VI,  33. 


112  REVISTA  DE   CUBA, 

mitada  dentro  de  su  esfera  toda  obra  para  su  ñn,  sin  obstáculo  interior,  ni 
colisión  extraña. 

En  el  Oriente,  cuna  del  género  humano,  centro  de  donde  parten  todas 
las  tradiciones  y  todos  esos  caracteres  de  diferentes  razas  que,  á  la  manera 
de  grandes  oleadas,  han  ocupado  sucesivamente  extensos  territorios;  teatro 
de  los  acontecimientos  que  llenan  la  mayor  parte  de  la  edad  antigua;  don- 
de la  vida  del  hombre  y  la  naturaleza  se  desenvuelven  de  una  manera  espe- 
cial y  exclusiva;  los  pueblos  se  asemejan  en  sus  instituciones,  predominando 
en  todos  el  carácter  de  unidad  indistinta  y  confusa  que  en  religión  produce 
el  panteismo,  en  política  el  despotismo,  y  en  la  ciencia  y  las  artes  la  nega- 
ción de  lo  propio  é  individual  y  la  confusión  y  mezcla  de  lo  opuesto, 
dando  valor  exclusivo  á  lo  gigantesco,  inverosímil  y  monstruoso,  vivificado 
al  calor  de  un  sol  abrasador,  de  una  natiu-aleza  exuberante  y  de  una  fan- 
tasía alimentada  en  la  contemplación  de  lo  absoluto  é  infinito.  <'£1  abso? 
*  Mutismo  religioso,  dice  á  nuestro  propósito  un  célebre  escritor,  incomunica- 
'*ba  allí  á  Dios  y  las  relaciones  divinas  con  el  hombre:  el  absolutismo  políti- 
"co  ponia  allí  al  Gobierno  en  una  altura  inaccesible  á  los  gobernados  y  es- 
"téril  para  la  vida.  De  modo,  que  en  los  pueblos  asiáticos  y  en  la  historia 
"prftnitiva  parece  que  la  humanidad,  temiendo  entregarse  en  manos  del 
"destino  y  educarse  ,á  sí  misma  por  medio  de  la  libertad,  y  desconfiando  d  e 
"su  naturaleza,  se  corta  á  cada  paso  el  camino  de  la  vida,  presintiendo  la 
<'degeneraciopi  y  separación  de  Dios  y  de  las  ideas  eternas  que  querria  vin- 
teniar en  sí  para  siempre."     [i] 

Pero,  dentro  de  esa  primera  edad  histórica,  y  sin  .destruir  el  carácter  uni- 
tario que  la  distingue,  nace  la  primera  oposición  [2]  exterior  entre  el 
Oriente  y  el  Occidente.  Mientras  aquellos  estados  asiáticos  aparecen,  su- 
jetos al  régimen  despótico;  desmembrados  interiormente  en  castas  que  no 
guardan  entre  sí  relaciones  humanas,  y  á  quienes  separa  Dios  mismo  por  ra- 
zón de  su  distinto  origen;  esclavizados  bajo  el  poder  sacerdotal  y  la  espada 
del  guerrero;  mientras  allí  la  religión,  fundamento  de  toda  civilización,  en- 
gendra la  tiranía  y  la  degradación  y  envilecimiento  de  los  pueblos:  en  Oc- 
cidente crece  y  se  desenvuelve  el  pueblo  griego,  donde  la  libertad  del  pen- 
samiento y  de  la  inspiración  genial  producen  esos  inmensos  raudales  de  be- 
llezas y  de  armonía  en  las  artes,  y  esas  profundas  concepciones  que  la  in- 
dagación racional  va  sistemáticamente  construyendo,  en  la  filosofía  y  en  las 
ciencias;  donde  la  religión  es  la  idea  que  afirma  la  personalidad  y  el  propio 
individual  valor,  llevando  en  su  sého  la  sacrosanta  llama  que  alienta  y  vi- 
goriza el  amor  á  la  gloria,  la  idea  bienhechora  de  la  patria  que  tantos  héroes 
crea,  y  cuando  es  necesario  tantos  mártires;  donde,  finalmente,  los  nombres 
de  Milciades,  Leónidas,  Themistocles,  Arístides  y  Cimon  son  eleteniQ^íni^ 


[1}    Weber.-vlntrod.  á  la  hist.  antig.  por  Sanz  del  Río, 
12J    La  segunda  época  de  la  edad  antigua. 


REVISTA   DE   CUBA.  II3 

bolo  de  la  gloria,  del  patriotismo  y  del  valor,  contrapuestos  ai  desmedido  or- 
gullo y  la  ambición  de  los  Daríos,  Jorges  y  Artajeijes. 

Así,  pues,  se  realiza  la  segunda  ley  histórica  dentro  de  la  primera  edad 
del  mimdo.  De  este  modo  la  Providencia  haciendo  nacer  el  gran  pueblo 
heleno  en  los  límites  del  Oriente  y  el  Occidente,  dióle  la  noble  misión,  nece- 
saria para  el  cumplimiento  de  su  ulterior  destino  en  el  primer  ensayo  de 
UDÍon  y  de  armonía,'de  resistir  el  poderoso  empuje  del  coloso  asiático;  co- 
mo más  tarde  colocó,  en  medio  del  mundo  europeo,  el  imperio  romano  pa- 
ra realizar  una  nueva  unión  más  comprensiva  que  la  primera,  y  para  dulci- 
ficar y  hacer  humanas  las  costumbres  de  los  pueblos  bárbaros,  llamados  á 
fundar  sobre  más  ancha  y  más  segura  base  la  civilización  y  el  derecho. 

Todavía  sobre  esta  primera  oposición  extema  se  levanta  la  tercera  ley  de 
la  historia:  la  ley  de  la  armonía;  sin  que  por  eso  pierda  la  edad  antigua  el  ca  ■ 
rácter  de  imidad  que  siempre  conserva  durante  todos  sus  períodos.  Su 
realización  estaba  reservada  al  imperio  macedónico  bajo  el  reinado  de  Ale- 
jandro el  Grande. 

En  vano  habian  ensayado  los  Estados  griegos  llegar  á  la  unidad  nacio- 
nal, á  la  armonía  y  unión  para  im  fin  común.  En  vano  fueron  suce^ién- 
dose  una  tras  otra  las  heguemonias  de  Atenas,  Esparta  y  Tebas;  solamente 
bajo  la  presión  del  común  peligro  Grecia  se  sostuvo  imida  contra  Persia. 
Porque  es  preciso  no  olvidar  que  todavía  en  aquel  país  interiormente  dividi- 
do por  naturales  accidentes,  permanecian  vivas  las  oposiciones  originarias, 
habitando  sus  ciudades  pueblos  de  contrario  carácter,  distinguiéndose  aún 
bajo  el  nombre  genérico  de  griegos,  Pelasgos  y  Helenos,  Heráclidas  y.  Pelo- 
pidas;  y  esta  oposición  se  reveló  en  toda  su  fuerza,  cuando  debilitadas  las 
esperanzas  de  Persia  por  mar  y  tierra,  y  alejado  el  temor  de  los  Griegos, 
volvieron  sus  armas  contra  sí  propios,  gastando  su  energía  en  luchas  des- 
tructoras que  precisamente  debian  de  traer  consecuencias  desastrosas  para 
todos,  vencidos  y  vencedores:  Atenas,  Esparta  y  Tebas  en  su  engrandeci- 
miento y  caida  sucesivas,  dieron  el  espectáculo  bien  triste  de  un  gran  pueblo 
envilecido  por  bajas  pasiones,  rivalidades  y  envidias,  cuando  no  aprovecha 
los  elementos  favorables  que  posee,  ni  sabe  buscar  en  elevados  principios 
deipatriotismo  y  de  desinterés,  el  bien  y  la  prosperidad  común,  sino  arras' 
trarse  en  el  cieno  de  su  miseria  y  egoísmo. 

Levantóse,  no  obstante,  como  una  protesta  enérgica  contra  la  general 
corrupción  que  había  invadido  el  campo  de  la  Filosofía  y  la  Moral  con 
Górgias,  Protágoras,  Hipias  y  tantos  otros,  la  persuasiva  palabra  y  justifica- 
da vida  del  inmortal  Sócrates  y  la  de  sus  discípulos  Platón  y  Aristóteles, 
elevando  la  ciencia  hasta  ima  inmensa  altura  no  alcanzada  en  épocas  poste- 
riores. También  entonces  con  Herodoto,  Tucidides  y  Jenofonte  brilló  la 
historiografia,  y  la  oratoria  fué  cortante  espada,  que  manejada  por  la  des- 
treza de  Demóstenes,  lanzaba  rayos  contra  las  intenciones^  manejos  del 
macedonío  Filipo,  conquistador  de  su  querida  patria. 

15 


114  REVISTA    DE    CUBA. 

Pero,  ni  d  pensamiento  fílosóñco,  levantándose  á  esferas  3uperiores  de  co- 
nocimiento, y  llamando  la  conciencia  á  propia  reflexión;  ni  la  historial  re- 
cordando las  glorias  de  mejores  dias;  ni  la  elocuencia,  hiriendo  las  delicadas 
fibras  del  sentimiento  de  la  libertad  tan  poderoso  en  Grecia;  ni  ami  la  bdla 
literatura,  tan  eficaz  en  im  pueblo  de  ardiente  fantasía  para  arrebatar  d  es- 
píritu y  guiarlo  por  secretos  caminos  hacia  el  bien,  fiíeron  bastante  poderoeas 
para  evitar  que  la  preponderancia  helénica  pasase  á  extrañas  manos,  encum- 
brando tal  vez  la  descendencia  aborrecida  de  Pelasgos  y  Herádidas,  airc^a- 
dos  en  la  primera  edad  de  aquellos  pueblos  á  las  ásperas  vertientes  del  He- 
mus,  sin  formar  parte  de  las  privilegiadas  repúblicas  de  Grecia,  pero  fim- 
dando  en  cambio  im  Estado  guerrero,  educado  en  la  fiíigalidad  y  en  d  var 
lor  y  en  condiciones  las  más  propias  para  arriesgadas  empresas,  la  patria  de 
Fílipo  y  Alejandro,  en  fin,  la  Macedonia  designada  por  la  Providencia  para 
salvar  la  civilización  helena  y  conducirla  entre  el  firagor  de  los  combates  has~ 
ta  los  últimos  confines  del  Oriente,  quitándola  su  exclusivismo,  borrando  sus 
limitaciones,  y  haciéndola  finalmente,  patrimonio  de  la  humanidad  entera. 

Tal  vez  sin  la  providencial  dominación  de  Macedonia,  sin  la  constancia 
y  astucia  y  sobre  todo  sin  el  talento  y  alto  espíritu  de  Alejandro  Magno,  la 
civilización  griega  hubiera  suctunbido:  porque  los  vicios  se  habían  enseño- 
reado de  aquel  pueblo,  sabio  en  sus  leyes,  morigerado  en  sus  costumbres, 
modelo  de  públicas  y  domésticas  virtudes,  santuario  de  las  ciencias  y  las  ar- 
tes: '^los  Tébanos  eran  dados  á  la  gula  y  á  la  embriaguez;  los  Atenienses  se 
^hablan  abandonado  á  los  placeres  refinados,  y  prodigaban  sus  riquezas  en 
«'espectáculos  y  fiestas;  en  Esparta  reinaba  ima  funesta  desigualdad  entre  la 

^'condición  política  y  la  riqueza  de  los   ciudadanos En  los  Estados 

^^grUgpí  desde  la  caida  de  Tebas,  no  se  estimaba  ya  nobleza,  ni  virtud,  ni 
^'justicia;  la  überiadse  habia  convertido  en  licencia^  elii^ilor  en  tiranta^  y  lafi- 
**delidaden  serviUsmd^  [i].  Eran  aquellas  desoladoras  ruinas  de  un  gran  pue- 
blo que  desgraciadamente  habia  perdido  la  exquisita  sensibilidad  para  las 
ofensas  y  la  previsión,  para  asegurar  su  autonomía,  que  si  en  otro  tiempo 
eran  tan  vivas,  tratándose  de  los  persas,  ahora  no  bastaban  contra  los  Ma- 
cedonios  ni  la  severidad  de  im  Licurgo  de  Atenas,  ni  las  tremen4as  filípicas 
y  olinthias  de  im  Demóstenes. 

Preciso  es,  sin  embargo,  confesar  que  el  sentimiento  de  la  libertad  que  exa 
en  la  Grecia  espresion  simple  y  expontdnea^  irreflexiva  de  un  pueblo  Jáoen  [2 1 
algún  aliento  conservaba;  que  él  inspiró  á  sus  magistrados  la  libre  absolución 
del  orador  infatigable;  y  que,  por  último,  tuvo  fuerza  bastante  para  con- 
fiarle los  fiinebres  elogios  en  honor  de  las  víctimas  sacrificadas  en  los  triste- 
mente célebres  campos  de  Queronea. 
Ni  se  negó  tampoco,  aunque  yu  tarde,  cuando  á  la  muerte  de  Filipo,  d 

íi]    Plutarc    De  Alex.    Fort  H,  11. 
L2]    Pintare.    De  Ales.    Fort  L,  6y 


REVISTA  DB  CUBA.  II5 

joven  Alejandro  combatía  contra  los  Tribalios,  Ilirios,  Getas  y  Tracios,  á 
escuchar  su  patriótico  acento,  y  levantarse  en  armas,  dispuesto  á  reconquis- 
tar su  independencia.  Pero  aquellos  eran  los  últiiQOs  destellos  de  ima  bri- 
llante artocha  que  se  apaga«  Grecia  fué  nuevamente  subyugada,  y  la^  llama 
acabó  de  extinguirse  bajo  los  escombros  de  la  infortunada  Tebas. 

En  la  destrucción  de  la  ciudad  respetóse  lo  artístico,  la  ciudadela,  los  tem- 
plos y  I9  casa  de  Píndaro.  Asi  empezaba  desde  entonces,  venerando  Alejan- 
dro los  grandes  sentimientos,  la  religión,  las  ciencias  y  las  artes,  tanto  por 
la  elevación  de  su  talento,  como  por  el  benéfico  influjo  que  el  filósofo  de 
Stagira  supo  ejercer  sobre  su  privilegiada  inteligencia,  al  dirigir  su  educa- 
ción, á  revelarse  la  superior  misión  de  aquel  genio  que  llevaria  bien  pronto 
la  gloriosa  enseñan  del  progreso  y  la  civilización  helénica,  hasta  los  ignotos 
Ifanítes  de  Oriente. 

El  pensamiento  de  Alejandro  en  esta  gigantesca  expedición,  como  repre- 
sentante de  la  última  evolución  de  la  ley  histórica  en  la  primera  época  del- 
mundo  antiguo,  está  sintetizado  exactamente  en  estas  expresiones  de  Plutar- 
co; ^'Realizar  la  tmidad  del  género  humano  y  asociar  á  todos  los  pueblos  por 
los  lazos  de  la  benevolencia  y  de  la  paz."  Es  verdad  que  á  los  griegos  halaga- 
ba la  idea  de  ir  á  buscar  á  sus  eternos  enemigos  los  Persas  en  su  propia  ca- 
sa; que  la  Grecia  entera  bajo  el  influjo  del  guerrero  se  siente  renacer  pode- 
rosa y  fuerte  para  vengar  los  antiguos  ultrajes:  porque  las  ruinas  de  sus  ciu- 
dades, los  escombros  de  sus  templos  y  las  mutiladas  estatuas  de  sus  dioses 
habían  esperado  largo  tiempo  la  espada  vengadora  que  lavase  completa 
mente  tan  criminal  profanación  y  tanta  afi-enta. 

Pero  nó:  que  si  Alejandro  aprovecha  para  el  éxito  más  completo  de  su 
gian  idea  la  disposición  y  espíritu  del  pueblo  griego,  no  es  el  ambicioso 
guerreh)  que  se  lanza  á  los  campos  de  batalla  para  saciar  su  sed  de  sangre 
y  contentar  su  necia  vanidad,  avasallando  extensos  territorios  y  recibiendo 
adoraciones  de  pueblos  y  de  reyes.  Nó,  él  desea  reimir  á  todos  los  hom- 
bres en  una  gran  unidad,  fundada  sobre  la  comimidad  de  intereses  y  de  cos- 
tumbres y  realizando  la  concordia  y  la  armonía  universal  [ij.  Es  el  ge- 
nio inspirado  en  la  fé  inquebrantable  y  en  el  presentimiento  de  su  futuro 
destino  que  con  la  firente  erguida  y  la  enérgico  volimtad  fija  en  su  objeto, 
vence  temores,  acomete  peligros,  y  siempre  alcánzala  victoria.  Aquiles 
tal  como  supo  cantarlo  el  inmortal  Homero,  es  el  bello  ideal  que  persigue 
su  ardor  guerrero,  extasiándose  de  continuo  en  la  lectiu-a  del  inimitable 
poema  que  ha'perpetuado  en  las  generaciones  sucesivas  tantos  famosos  hé- 
reos  y  tan  admirables  rasgos  de  patriotismo  y  de  valor.  Para  su  fantasía  la 
sombra  dd  invulnerable  griego  vaga  todavia  errante  sobre  los  campos  de 
Troya,  y  su  primer  cuidado,  después  de  atravesar  el  Helesponto,  es  ofrecer 


[I]    Weber,tl,  n.  lio. 


Il6  REVISTA    DE   CUBA- 

sacríñcios  y  celebrar  juegos  militares  por  los  manes  de  los  nobles  Yaxonts 
que  allí  habian  sucumbido  por  el  honor  de  Grecia. 

Este  vivo  recuerdo  no  solo  debió  infundir  la  conñanza  y  el  valor  en  los 
soldados  de  Alejandro,  trayendo  á  su  memoria  las  hazaüks  y  empresas  que 
allí  se  acometieron;  sino  que  el  hecho  mismo  entrañaba  una  alta  significa- 
ción histórica,  enlazando  las  dos  oposiciones  realizadas  bajo  épocas  dis- 
tintas y  por  el  mismo  pueblo:  la  Grecia  entera  se  habia  entonces  armado  pa- 
ra vengar  una  ofensa,  y  de  nuevo  la  Grecia  entera  volvia  á  exigir  satisfac- 
ción cumplida  á  su  eterna  enemiga  por  más  graves  ofensas. 

Que  diferencia,  sin  embargo,  de  los  tiempos  heroicos  á  la  época  de  Ale- 
jandro. Los  helenos  entonces  habian  partido  de  su  patria  con  solo  el  obje- 
to de  destruir:  llevaron  al  Asia  el  incendio  y  la  ruina,  y^  volvieron  á  sus 
hogares,  después  de  haber  borrado  un  nombre  ilustre  de  la  historia. 
Agamenón  fué  esclavo  de  su  época.  Alejandro,  por  el  contraiioi 
queriendo  fundar  en  aquella  misma  Asia  un  poderoso  imperio  que 
fundiese  en  una  sola  las  tendencias  contrarias,  y  amparase  bajo  ima 
misma  bandera  persas  y  griegos,  es  verdad  que  perseguía  un  proyecto  irrea- 
lizable como  no  fundado  sobre  la  naturaleza  y  pleno  conocimiento  de  la 
humanüiadj  si  bien  á  la  razón  no  le  era  concedido  todavia  llegar  á  un  des- 
envolvimiento entero  de  este  concepto;  pero,  es  preciso  confesar  que  el  pen- 
samiento solo  de  la  unidad  así  entendida,  era  un  progreso  gigantesco,  cuyas 
consecuencias  y  trascendental  influjo  es  muy  difícil  calcular.  El  enseñaba 
el  principio  de  la  igualdad  humana,  borrando  la  vergonzosa  distinción  de 
castas,  consagrada  en  las  religiones  y  gobiernos  del  Oriente:  él  hacia  enten- 
der á  los  griegos  que  la  ciencia  y  la  civilización  no  es  patrimonio  de  un 
pueblo  con  exclusión  de  todo  otro,  sino  que  cada  uno,  al  mismo  tiempo  que 
trabaja  para  sí,  trabaja  para  la  hum*anidad  entera,  trayendo  de  este  modo  á 
la  historia  nuevos  elementos  de  derecho  humano,  y  sobre  todo  relaciones 
positivas  de  unión  entre  individuos  y  pueblos,  mediante  las  ciencias  y  las 
artes:  relaciones  más  profundas  y  duraderas  como  fimdadas  en  el  espíritu  y 
piirificadas  de  todo  motivo  interesado. 

Fero,  cuantas  dificultades  era  necesario  vencer  para  agrupar  bajo  una 
misma  ley  á  los  que  separaba  un  hondo  abismo!  Esta  colosal  obra  exigía 
el  trascurso  de  los  siglos  y  el  progreso  relativamente  lento  de  la  Humani- 
dad en  su  vida  sobre  esta  tierra:  porque  el  Oriente  y  el  Occidente  estaban 
divididos  por  incomensurables  distancias,  y  no  basta  para  borrarlas  el  ge- 
nio superior,  y,  por  más  enérgica  que  sea,  la  voluntad  de  un  Jiombre  solo, 
aún  cuando  se  llamase  Alejandro  el  Grande  este  ser  privilegiado. — Creían- 
se los  Helenos  de  una  naturaleza  superior  á  los  Persas  hasta  tal  punto  que 
oimos  á  Plutarco  asegurar  que  Aristóteles  aconsejaba  á  su  discípulo  tratar 
á  los  Griegos  como  amigos,  y  como  brutos  á  los  bárbaros     [ij.     El  idio- 


[il    JustXII,  3. 


REVISTA   DE   CUBA.  II7 

religión  y  costumbres  eran  notablemente  opuestos  é  imposibilitaban  la 
Tusion  proyectada,  y  esta  asimilación  de  elementos  contrarios  en  el  inmen- 
laboratorio  de  las  ideas  no  se  realiza  en  el  corto  período  de  un  reinado, 
i  menos  puede  tonar  el  carácter  de  hecho  consumado  hasta  que  los  pue- 
blos entran  en  im  período  de  reflexión  que  les  encamina  con  la  conciencia 
j^lenadel  derecho  á  buscar  lo  que  falta  á  sus  primeros  estados  de  piu'o  sen- 
"timiento  ó  de  oposición  para  completar  y  llenar  todas  sus  aspiraciones  con 
^rden  y  armonía,  sin  el  exclusivismo  de  los  primeros  momentos  de  su  vida. 
Es  necesario,  pues,  decir  con  el  historiador  Weber  que  *'la  idea  de  un  gran 
**imperio,  animado  con  la  civilización  griega,  floreciente  por  la  industria  y 
^'comercio  interior,  y  regido  por  ima  ley  común,  era  muy  superior  á  aquel 
"tiempo  y  á  aquellos  hombres"     [ i ]. 

Mas,  esta  idea  que  ni  era  de  aquel  tiempo,  ni  para  aquellos  hombres;  este 
pensamiento  cuya  realización  exigiael  transcurso  de  muchos  siglos;  este  pro- 
yecto que  tantos  pueblos  y  guerreros  quisieron  plantear  en  épocas  posterio- 
res, volveremos  á  repetirlo,  sería  bastante  por  sí  solo  con  todos  sus  defectos 
y  limitaciones  para  ganarle  al  héroe  macedónico  el  renombre  de   Grande 
con  que  le  distingue  la  historia. — Que  la  violencia  y  á  veces  la  injusticia  no 
eran  los  medios  más  eficaces  para  llevar  á  cabo  su  propósito,  lo  confesa- 
mos: porque  despojarse  del  casco  y  la  armadura  del  guerrero  para  ceñir  la 
diadema  y  vestir  la  púrpura  oriental;  ostentar  en  su  corte  todo  el  lujo  y  opu- 
lencia de  los  antiguos  monarcas  del  Oriente;  y  obligar  á  los  Griegos  y  Ma- 
cedonios  á  adoptar  el  traje  y  las  costumbres  de  los  bárbaros,  era  ajarla  va- 
nidad de  los  helenos,  orgullosos  de  su  libertad  y  su  cultura,   mientras  los 
orientales  se  confesaban  esclavos  de  sus  reyes;  era,  como  dice  Justino,  de- 
clarar solenmemente  que  los  vencedores  "hablan  perdido  más  que  ganado 
**por  1^  victoria,  pudiendo  ellos  llamárselos  vencidos,  al  someterse  de  este 
**ixiodo  álos  vicios  de  los  bárbaros."     [2]     Pero  estos  medios,  aunque  desa- 
certados é  ineficaces  para  el  objeto  que  Alejandro  se  proponia,  nada  signi- 
ficaban en  el  progreso  humano?    Yo  bien  sé  que  para  defenderle  no  basta 
atribuir  con  Plutarco  á  su  cualidad  de  '*rey  cosmopolita  y  jefe  común   de 
*'uaos  y  otros  el  captarse  la  benevolencia  de  Ips  vencidos,  mostrando  á  lt)s 
"^^-cedonios  como  jefes,  y  no  como  enemigos,"     [3]     Entiendo  que  Mon- 
íescjuieu  tampoco  se  justifica  suficientemente,  cuando  dice:  que  *'oponién- 
"do^^álos  que  deseaban  que  tratase  álos  Griegos   como  señores  y  á  los 
"^^^XTas  como  esclavos,  procuró  unir  las  dos  naciones,  y  que  desapareciesen 
"^*^     diferencias  entre  el  pueblo  conquistador  y  el  pueblo  vencido:  y  acaba- 

^^    la  conquista,  deponiendo  todas  las  preocupaciones  que  le  hablan  ser- 


t  ^  I]    Pintar,  l,  8. 

^^^    Espir  de  las  Leyes,  X,  14. 

^  3  ^   Estud.  sobré  la  hist  de  la  Human-  y  t.,  3.,  cap.  5,  sec.  2.,  p.  3. 


Il8  REVISTA  DB   CUBA. 

'Mdo  para  hacerla,  tomó  las  costumbres  de  los  Persas,  por  no  afligir  á  los 
"Persas,  precisándolos  á  tomar  las  de  los  Griegos."  f  i]  Es  cierto  que 
"al  hacer  lo  uno  ó  lo  otro  se  engañaba,  como  observa  Laurent,  porque  las 
"costumbres  no  se  imponen  jamás;  la  fusión,  en  tanto  que  es  p^osible,  repre- 
"senta  el  trabajo  de  muchos  siglos."  [2  J  Pero,  toda  esta  obra,  repito,  na- 
da significa  en  la  historia?  ¿nada  influye  en  el  desenvolvimiento  de  la  Hu- 
manidad?   Permítasenos  sobre  este  punto  algimas  lijeras  reflexiones. 

£1  exclusivismo  de  todos  los  pueblos  del  mundo  conocido,  hasta  la  épo- 
ca de  Alejandro,  era  de  tal  carácter  que  aún  entre  las  repúblicas  de  Greda, 
donde  la  civilización  casi,  puede  decirse,  habia  llegado  á  ima  misma  altura, 
no  existia  lazo  alguno  politico,  ni  comunidad  de  derechos  civiles.  La  sola 
cualidad  de  hombres  no  bastaba  para  ligar  á  los  individuos  de  la  espede 
humana,  siendo  de  todo  punto  indispensable  el  noble  carácter  de  dudada- 
no  para  crear  relaciones  sociales.  Si  esto  pasaba  entre  los  mismos  Griegos; 
si  de  un  estado  áotro  se  consideraban  y  daban  el  título  de  extranjeros,  y 
era  muy  difícil  y  raro  poderse  adquirir  la  cualidad  de  ciudadano,  ya  dejará 
entenderse  qué  consideración  merecerian,  y  bajo  qué  concepto  serian  trata- 
dos los  pueblos  bárbaros. 

Ahora  bien;  de  la  misma  manera  que  habia  querido  borrar  los  límites  en- 
tre los  diferentes  Estados  de  Grecia,  avivando  en  ellos  el  noble  sentimiento 
de  la  patria,  mediante  la  invasión  del  territorio  persa,  así  también  ensayó 
Alejandro  allanar  la  insuperable  barrera  que  separaba  hasta  entonces  á  am- 
bos pueblos;  pretendió  ligar  por  intereses  comunes  el  Oriente  y  el  Ocd- 
dente  y  creyó  conseguirlo  mediante  el  cambio  de  costumbres  y  de  leyes. 
Era  posible  más  en  aquella  imperfecta  edad  histórica?  Pues  todavía  hizo 
Alejandro  mucho  más. 

La  monstruosa  inmovilidad  á  que  el  despotismo  oriental  condenaba  á  los 
pueblos  del  Asia,  necesariamente  debió  modificarse  por  la  influencia  de  las 
leyes  y  costumbres  griegas,  y  por  eso  la  libertad  helénica  despertó  más  tarde- 
el  pensamiento  filosófico,  dormido  en  los  poderosos  brazos  del  brahmanis- 
mo,  y,  cuando  Seleuco  Nlcator  dominaba  en  la  Siria,  y  el  budhismo  se  pre- 
sentaba en  abierta  lucha  contí^  la  reHgion  antigua  á  las  orillas  del  Ganges, 
la  gloria  de  la  filosoña  griega  penetró  hasta  la  corte  de  los  reyes  indios.  [3] 
Azoka,  uno  de  estos  monarcas,  celebró  tratados  con  los  de  Siria  y  Egipto, 
y  en  ellos  se  acordó  conceder  libertad  á  los  misioneros  budhistas  para  ense- 
ñar su  religión  entre  los  griegos.    (4] 

Pero,  todavía  empleó  Alejandro  otro  medio  más  seguro  y  que  por  ser  fun- 


Li]  Laurent,  ú  2  p¿  281. 

[2]  Benfey,  en  la  Endclop.  deErsch?,  S.  II,  Tit   17,  p.  7i«-*Ct  Lauren^  tit  ap, 
282. 

L3]  PluL  Op.  dt,  I,  7. 

[4]  Ifígen.  ia  AuL  1379  y  sig. 


REVISTA  DE   CUBA.  H9 

dado  en  la  nattxraleza,  debió  producir  más  positivas  consecuencias  para  la 
unión  greco-persa:  medíante  los  matrimonios  entre  vencedores  y  vencidos 
obtenía  un  resultado  satisfactorio  en  su  descendencia,  afirmando   con  las 
nuevas  generaciones  la  posesión  que  la  ciencia  y  el  arte  griego  adquirian 
en  las  regiones  asiáticas.    Alejandro  dio  ejemplo  el  primero,  casándose  con 
una  hija  de  Dario,  y  luego  sus  oficiales  y  amigos  con  las  más  nobles  persas, 
generalizándose  finalmente  este  nuevo  lazo  de  unión  entre  las  hijas  del  país 
y  10,000  guerreros  macedonios,  cuyo  suceso  celebró  la  ciudad  de  Susa  du- 
rante cinco  días  con  fiestas  y  regocijos  públicos  al  estUo  oriental.    Plutarco, 
comparando  esta  conducta  de  Alejandro  con  la  de  Jerges  al  invadir  la  Gre- 
cia, exclama;    *'E1  gran  rey  creía  juntar  la  Europa  y  et  Asia,  tendiendo  im 
'fuente  sobre  el  Helesponto.     Inútiles  esfiíerzos!    Alejandro  une  los  dos 
"continentes,  no  por  medio  de  maderos  y  balsas,  no  ligándolos  con  cadenas 
^'materiales,  sino  estrechando  las  almas  por  legítimos  amores,  por  castos 
^^matrimonios,  y  por  la  mutua  comunicación  de  los  hijosJ'    [i]     No  es  po- 
^ble  apreciar  bastante  este  paso  hacia  el  desenvolvimiento  y  civilización  del 
snondo,  sino  estudiando  atentamente  la  proñmda  sima  que  separaba  los 
jpueblos,  reduciéndolos  á  sus  límites  más  estrechos,  y  sobre  todo  la  oposi- 
aún  más  hostil  entre  los  Griegos  y  los  Persas.    Para  vencer  invetera- 
preocupaciones  se  necesitan  siglos;  Alejandro  dispuso  únicamente  de 
voluntad,  teniendo  en  firente  la  vanidad  de  sus  soldados,  las  ideas  de  su 
^poca  y  la  acreditada  opinión  de  los  escritores  más  célebres  de  Grecia.    Si 
<x>iisuItamos  la  Literatura,   Eurípides  contestará  que  los  Griegos  habían 
nacido  para  ser  libres,  y  los  bárbaros  para  ser  esclavos  [2];  si  preguntamos 
Á  la  Oratoria,  oiremos  á  Demóstenes  dejarse  arrebatar  por  la  ira  ante  la 
consideración  de  que  un  bárbaro,  debiendo  ser  esclavos  de  los  griegos,  se 
atraviese  á  concebir  el  proyecto  de  someterlos  á  su  imperio  [3];  si  examina- 
mos la  Filosofía,  Aristóteles  mismo,  como  antes  hemos  indicado,  le  concede 
á  esta  inhumana  doctrina  todo  el  peso  de  su  autoridad.     [4]     Pero  Alejan- 
dro el  Grande,  no  embargante  la  enseñanza  de  su  maestro,  tiene  la  gloria 
de  condenar  ente  injustificable  antagonismo,  y  concebir  y  practicar  el  ele- 
vado pensamiento  de  unir  por  el  estrecho  lazo  conyugal  dos  enemigos  irre- 
conciliables, jimtando  bajo  un  mismo  techo  bárbaros  y  Griegos,  conquista- 
dores y  conquistados. 

Cuanto  hemos  dicho  hasta  aquí  no  hay  duda  que  debe  cautivar  nuestras 
simpatías  y  avivar  nuestro  entusiasmo  por  el  héroe  de  Macedonia;  pero  así 
el  mutuo  cambio  de  leyes  y  costumbres,  como  las  uniones  conyugales  úni- 
camente eran  medios  más  ó  menos  adecuados  para  llegar  al  fin  y  cumplí- 


[il  Pfaüip.  III,  p.  31, 32,  p.  119. 

[2]  Polit,  I,  I,  5:  taúto  physei  barbaron  kai  doulon* 

[3]  Cosmos,  T.  II,  p.  180  de  laedic  francesa. 

[4]  Estad,  de  la  Hist  de  la  Homaiu  T.  11  p.  268. 


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miento  de  su  providencial  misión.  Lo  que,  por  dedilD  asi,  llenaba  sus  in- 
tentos, y  satisfacia  completamente  sus  aspiraciones,  era,  como  dice  Hum- 
boldt,  ''crear  la  unidad  del  mundo,  bajo  la  influencia  civilizadora  del  hele- 
nismo." [i];  era,  según  Laurent  se  expresa,"  "repartir  á  manos  llenas  la 
civilización  griega."  [2]  Y  pareciéndole  la  Persia  teatro  muy  pequeño 
para  empresa  tan  gloriosa,  quiere  penetrar  hasta  mas  allá  del  Yndo  y  lle- 
gar al  otro  extremo  de  la  tierra,  atravesando  regiones  jamás  exploradas,  ni 
aún  oidas  por  ningún  heleno.  Los  geógrafos  griegos  enriquecieron  la  deiu 
cia  entonces  con  nuevos  descubrimientos:  porque  el^  Asia  era  im  mundo  ve- 
lado casi  por  completo  para  los  Europeos;  y  aunque  es  verdad  que  no  estu* 
vieron  libres  de  inexactitudes  y  errores  [3]  pues  Alejandro  mismo,  como 
asegura  Ariano  [4],  creyó  haber  encontrado  las  fuentes  del  Nilo,  suponien- 
do que  nacia  del  Indo,  y  perdiendo^  este  nombre,  corria  por  extensos  de- 
siertos, para  tomar  el  suyo  propio,  al  llegar  á  la  Etiopia;  es  preciso  tener  en 
cuenta  que  ni  los  conocimientos  humanos  se  adquieren  en  un  dia,  ni  los 
medios  eran  tan  seguros,  ni  era  tan  fácil  en  táh  breve  como  angustioso 
tiempo  rectificar  observaciones,  rápidamente  recogidas  en  jomadas  milita- 
res, y  no  en  escursiones  puramente  científicas. 

Si  Alejandro  hubiera  podido  comimicar  á  sus  soldados  el  mismo  espíritu 
y  resolución  que  á  él  le  animaban,  para  impulsarles  á  descubrir  nuevos  paí- 
ses y  mas  extensos  horizontes,  á  pesar  de  los  infinitos  peligros  y  de  las  nu- 
merosas contrariedades  que  por  todas  partes  le  cercaban,  no  se  hubieran 
cansado,  ni  satisfecho  jamás;  pero,  aquella  naturaleza  exuberante,  aquellas 
inaccesibles  montañas,  cuya  elevada  cima  se  escondia  entre  las  nubes,  el 
caudaloso  Ganges  que  del  fondo  de  sus  cristalinas  aguas  hacia  brotar  la  sa- 
grada flor  del  loto;  en  una  palabra,  todo  aquel  nuevo  mundo  de  formas  gi- 
gantescas que  parecia  encerrar  en  su  seno  el  impenetrable  misterio  de  nues- 
tro humano  origen,  y  los  primeros  dias  de  nuestra  existencia  sobre  la  tier- 
ra, espantaron  á  los  Macedonios,  negándose  á  seguir  los  pasos  y  realizar  el 
pensamiento  del  atrevido  conquistador  que  en  su  embriaguez  imaginaba 
**habia  de  ver  cosas  únicamente  conocidas  de  los  dioses  inmortales." — [5] 
Sus  esforzados  guerreros  que  en  los  sangrientos  combates  del  Gránico,  de 
Issos  y  de  Arbela  habian  deshecho  las  numerosas  huestes  de  Dario  Codo- 
mano;  aquellos  incansables  soldados  que  atravesaron  el  Asia  menor,  el  difí- 
cil y  peligroso  país  de  la  Cicilia,  la  Palestina  y  la  Fenicia,  arrasando  la 
heroica  y  opulenta  Tiro,  y  que  después  de  destruir  la  fuerte  y  valerosamen- 


[I]  Strab.,  L.  XV,  p.  471. 

[2]  Aman.  VI,  i. 

[3]  Q.  CurtlX,  4. 

[4]  Q.  Curt.  ibíd.  cf.  Laurent,  op.  cit, 

[5]  Plutarco,  Op.  cit  I,  5. 


REVISTA   DE   CUBA.  121 

te  defendida  címlnide  Gaza,  sujeta  el  Egipto,  llega  hasta  los  desiertos  de 
la  Libia,  y  descamjjjibdo  apenas  de  tan  fastigosa  marcha,  vuelve  sobre  sus 
pasos  y  somete  á  Babilonia,  apoderándose  de  Susa,  Persépolis  y  Ecbatana, 
y  con  estas  famosas  capitales,  de  los  inmensos  tesoros  amontonados  allí  por 
los  soberanos  de  Persia;  aquel  ejército  que  habia  visto  morir  á  muchos  de 
sus  compañeros  sobre  las  nieves  del  Hindukúh,  para  sometar  el  Aria,  la 
Hircania  y  la  Bactríana,  extendiéndose  luego  hasta  el  Pendschab,  y  derro- 
tando á  Poro  con  su  poderoso  ejército  al  otro  lado  del  Kydaspes,  avanza 
hasta  el  H)rphasis;  los  Macedonios,  en  fin,  valientes,  incansables  y  sufridos 
no  pudieron  resistir  á  la  idea  de  que  su  jefe  los  llevaba  á  remotos  lugares, 
donde  no  alumbra  el  sol  ni  las  estrellas;  donde  se  elevan  rocas  que  los  dio- 
ses han  hecho  inaccesibles  para  los  hombres;  donde  las  tinieblas  cubren  con 
eterna  noche  la  superficie  de  los  abismos,  combatidos  con  resonante  estruen- 
do por  ima  mar  llena  de  horribles  monstruos  y  de  encrespadas  olas,  [i],  y 
medrosos  se  detuvieron  ^n  los  últimos  límites  de  la  Pentapotamia  sin  que- 
rer continuar  ya  más  aquella  expedición  tan  peligrosa. 

Seríamos  interminables  si  pretendiésemos  historiar  en  todos  sus  detalles 
este  período  el  más  brillante  y  laborioso  de  las  conquistas  de  Alejandro  el 
Grande,  y,  lo  que  más  hace  para  nuestro  intento,  si  examinásemos  entre 
tantos  i)eligros  y  adversidades  aquel  constante  empeño  por  dar  á  conocer 
en  todas  partes  las  ventajas  de  la  civilización  griega,  si  enumerásemos  imo 
por  und  los  centros  de  cultura  intelectual  y  material  que  en  aquella  ex- 
coision  larga  y  famosa  se  formaron.  A  su  poderoso  mandato  más  de  se- 
tenta poblaciones  se  levantan  en  medio  de  bárbaros  paises,  pudiendo 
repetirse  con  Voltaire  que  *'en  la  fogosa  edad  de  las  pasiones  y  en  la  em. 
''biiaguez  de  las  conquistas,  Alejandro  edifica  más  ciudades  que  todos  los 
''otros  vencedores  de  Asia  han  destruido.'*  El  lago  Mareótidas,  cu- 
yas aguas  viniendo  del  Nilo,  se  comunican  con  el  Mediterráneo,  vio  levan- 
tarse las  murallas  de  Alejandría,  trazada  bajo  admirables  condiciones  de  hi- 
giene por  el  arquitecto  Sostrato,  y  ofreciendo  inmensas  ventajas  para  llegar 
á  ser  el  centro  del  comercio  y  la  navegación  de  Oriente;  otras  cuatro  ciuda- 
des inmortalizaron  con  su  nombre  el  del  ilustré  Macedonio  en  los  remotos 
climas  que  fertilizan  el  Oxo  y  el  Yaxartes;  en  la  expedición  al  Pendschab^ 
Bucéfala  y  Nicea  conservaron  la  memoria  de  su  caballo  de  guerra  y  sus 
victorias;  y  en  fin  por  todas  las  regiones  visitadas  fué  dejando  el  recuerdo 
vivo  de  sus  triunfos  en  otras  tantas  poblaciones,  donde  las  ciencias  y  artes 
griegas  floreciesen  y  que  unidas  entre  sí  por  una  red  de  caminos  militares» 
facilitasen  el  trasporte  de  las  producciones  naturales  y  de  la  industria 
oriental,  desde  las  más  lejanas  tierras  hasta  los  puertos  del  Mediterráneo. 
'*De  aquí  en  adelante,  dice  Weber,  fueron  el  Asia  menor  y  el  Egipto  e- 


(i)    Dic.  ñlosof.  pal.  Alejandro. 


122  REVISTA   DE    CUBA, 

"centro  de  la  vida  intelectual  y  literaria  del  mundo,  como  también  del  co- 
''mercio,  sin  quedar  á  la  Grecia  otra  posesión  que  el  arte  y  sus  antiguas  me- 
"morías."  [i]  "La  Filosofía  y  la  Literatura  helénicas  no  estuvieron  conde- 
"nadas  desde  entonces  á  vegetar  encerradas  dentro  de  los  límites  de  la  Me- 
"trópoli  y  sus  colonias,  sino  que,  comunicadas  al  Asia  y  Aifríca  floreciercm 
"en  Siria  y  en  Damasco,  en  Palestina  y  en  Egipto,  llevando  con  la  sonora 
"lengua  de  Demóstenes  un  elemento  favorable  á  la  predicación  del  cristia- 
nisma"  "El  Asia  aprendió  á  conocer  á  Homero,  los  hijos  de  los  Persas 
"cantaron  las  tragedias  de  Eurípides  y  Sófocles,  y  más  de  siete  siglos  des- 
"pues  dd  cristianismo,  los  Árabes  encontraron  huellas  de  la  cultura  griega 
"en  las  más  apartadas  regiones  del  Oriente."  [2] 

Es  verdad  que  la  poesía  genial,  la  estatuaria  y  la  arquitectura  no  pro- 
gresaron, sobre  todo  la  primera,  aunque  Alejandro,  estimulando  con  pre- 
mios á  artistas  y  poetas,  las  protegia  con  verdadero  empeño;  pero  las  ma- 
temáticas y  más  aún  la  geografía  y  la  historia  natuñd,  como  denda  de  ob- 
serx-acion  á  que  los  nuevos  descubrimientos  y  las  sucesivas  expiraciones 
ofiredan  un  dilatado  campo,  recibieron  notable  impulso  y  cada  dia  estimu- 
laron más  á  emprender  mayores  intdectuales  conquistas  y  más  profundas 
indagadones. 

La  Humanidad,  pues  conservará  un  eterno  reconocimiento  á  aquel  espí- 
ritu superior  que,  ambidoso  del  progreso  y  civilizadon  de  los  pueblos,  con- 
sagró su  \'ida  entera  y  sus  esfuerzos  en  levantar  por  todos  los  países  que  el 
despotismo  y  la  barbarie  habían  encadenado  á  su  férrea  coyunda,  templos 
á  la  dencia«  y  al  comerdo  y  á  la  industria,  centros  de  prosperidad  y  bien- 
andanxa:  que  si  Alejandro  en\ndiaba  su  épico  cantor  á  Aquiles,  el  mundo 
todo  le  ha  $er>'ido  de  Homero,  al  grabar  las  hazañas  del  gran  conquistador 
y  dxilitador  universal  con  caráctoes  indelebles  en  las  páginas  inmortales 
ile  la  historia. 

Esto  no  obstante,  Alejandro  ha  tenido  sos  detractoffes,  quienes,  ó  no  han 
xisto  sino  la  limitación  propia  dd  hombre,  ó  paramente  le  han  considera- 
do o\mH>  el  conquistador  que  al  fr^^te  de  un  ejército,  animado  por  el  deseo 
de  ven^rama,  ilewS  la  homidda  guerra  y  con  día  todos  los  males  i  pad>los 
que  d£sftt^3llun  de  xiaa  x-kia  paañca,  en  medio  de  una  naturaleza  j^ódiga 
de  :^u$  doness  donde  i  !a  Providencia  plugo  cotocarlo&  9ín  deredio  que 
le  tavc^reciese  y  sin  justkia  que  le  am]pvinse«  d  ejército  griego  no  solamen- 
;<^  \  x^.^v^e  j;  Djurk\  y  sae  ap^xlera  de  su  ie^<v  s¿ao  que  avanza  hasta  la  India 
.  .jiTA  en\\>:\^er  en  ur«A  mkzna  vengan  ra  i  criminales  é  inocentes.  En  una 
pjLibrx  A!<iandrv>  es  [ura  ellos,  no  :^¿s  q^e  nn  cxiqínscador  vulgar,  un 
ave&^aero  v  un  maniaco  dipnoo  dd  pábSic?  despfeook  oocno  piensa  Séneca; 


:f:    KiiM  «Kt;«  MiK  di  S«aa  M  Kxv  T.  L  iL 
;a5    Q.CtaA.IX.4' 


REVISTA»  DE    CUBA,  I  23 

y  sus  Macedoníos,  hombres  que  por  todas  partes  van  sembrando  la  muerte 
y  la  desolación. 

Este  juicio,  que  bien  pudiéramos  llamar  cruel,  por  no  parecer  descorteses 
calificándolo  de  irracional,  se  funda  en  una  crítica  que  tiene  poco  de  filoso, 
fica  y  mucho  de  superficial,  nacida  en  gran  parte  del  estudio  puramente 
dogmático  de  la  historia,  y  alguna  vez'  de  la  exageración  sistemática  de 
prindpios  sociales  y  políticos  que  se  avienen  muy  poco  con  el  derecho  de 
conquista,  tan  válido  en  los  siglos  anteriores  á  la  verdadera  aparición  del 
derecho  internacional. 

La  crítica,  en  efecto,  no  ha  llegado  á  penetrar  hasta  nuestros  dias  en  el 
pleno  sentido  histórico  de  la  idea  que  representa  el  Gran  Conquistador  de 
Oriente;  y  los  escritores  que  impugnamos,  de  la  misma  manera  que  muchos 
apologistas  de  Alejandro,  apenas  si  han  vista  en  la  expedición  macedónica 
otra  cosa  que  una  afortunada  tentativa  de  dominación  y  un  ensayo  asaz  in- 
fructuoso  de.  universal  imperio,  destruido  bien  pronto  con  la  temprana 
muerte  del  héroe  de  la  empresa,  y  dividido  al  faltar  el   elemento  *de  unión 
<iue  lo  sostenia.     Esta  pura  y  exclusiva  contemplación  del  hecho,  sin  ulte- 
TÍor  indagadon,  á  nada  conduce,  como  no  sea  á  un  concepto  errado  de  la 
Historia,  y  á  suponer  que  la  humanidad  marcha  sobre  la  tierra,  sujeta  á  la 
voluntad  de  un  individuo  ó  á  la  caprichosa  volubilidad  de  la  ciega  for- 
tuna. 

Enfi-ente  de  aquella  critica  desatentada,  encontramos  las  exageraciones 
en  sentido  opuesto;  la  defensa  y  legitimidad  del  derecho  de  conquista. — 
Fúndala  Montesquieu  en  la  utilidad  y  conveniencia  que  para  muchos  pue- 
blos, sometidos  á  un  régimen  abusivo,  é  impotentes  para  reformarse  por  sí 
mismos,  puede  reportar  un  invasor,  cuando  ateniéndose  alas  leyes  de  la  hu- 
manidad, trata  de  introducir  mejoras  encaminadas  al  bien  de  los  vencidos 
(i).  Me  parece  que  semejante  doctrina  es  tan  peligrosa  como  contraria  á 
todos  los  principios  del  Derecho  y  la  Moral. 

Ahora  bien;  si  la  empresa  y  dominación  de  Alejandro  Magno  pudiesen 
soportar  todo  el  peso  de  estas  consideraciones,  con  dificultad  el  panegirista 
más  sagaz  se  atreveria  á  librarle  de  la  censura  con  que  la  severa  crítica  ha 
querido  juzgarle;  ni  aún  considerando  la  guerra  contra  Persia  como  la  de- 
fensa que  la  Grecia  hacia  de  su  libertad  y  civilización  (2)  y  por  consiguien- 
te, mucho  menos,  cuando  se  trata  de  la  invasión  á  la  Fenicia,  al  Egipto  y  á 
la  India,  donde  no  hubo  provocación  ni  antiguas  ofensas  que  ven- 
gar. 

Pero  la  critica  histórica,  para  ser  justa,  es  necesario  que  sea  racional,  ^ 
en  lo  tanto  fundada  en  el  conocimiento  de  las  causas  que  determinan  el 


(i)    Etpir.  de  las  Ley  es.^L.  X,  c.  4. 
(2)    Ibid« 


I 


124  REVISTA   DE   CUBA. 

hecho,  y  de  las  circunstancias  de  lugar  y  tiempo  en  que  el  íenómeoo  se  ve- 
ríñca  (i). — Algunas  breves  consideraciones  nos  ofrecerán  elementos  bas- 
tantes para  juzgar  con  imparcialidad  y  rectitud  á  Alejandro  y  á  sus  con- 
quistas. 

Hemos  visto  que  el  aislamiento  es  ley  de  los  pueblos  primitivos;  bajo 
esta  ley  no  solamente  los  Ateniensos  son  autóctonos,  sino  que  ésta  es  co- 
mún creencia,  asi  en  Oriente  como  en  Occidente.  £s  la  vida  del  senti- 
miento que  se  desarrolla  con  la  naturaleza  en  unidad  continua,  sin  exten- 
derse en  otras  relaciones  que  las  inmediatas  de  familia  y  de  patria,  hasta 
donde  alcanza  la  vista  sensible  del  individuo;  es  la  primera  edad,  la  in^ui* 
da  de  los  pueblos,  subordinándolo  todo  al  puro  sentimiento,  dentro  de, 
estrecho  círculo  de  acción,  y  apegándose^  por  decirlo  así,  al  suelo  que  pisa 
al  aire  que  respira^  á  los  árboles  que  le  dan  sombra,  y  á  las  montañas  que 
limitan  en  tomo  su  mirada.  Lo  restante  del  mundo  le  es  ajeno,  contrarío 
y  enemigo,  y  contra  él  está  siempre  dispuesto  para  la  lucha:  pues, 
como  di¿e  Clinias  en  uno  de  los  diálogos  de  Platón,  ''entre  todos  los  Esta- 

''dos  hay  siempre  una  guerra  permanente porque  lo  que  suele  Uamar- 

"se  paz,  lo  es  sólo  en  el  nombre,  y  realmente,  sin  que  exista  declaración  al- 
''gunade  guerra,  cada  estado  se  halla  naturalmente  armado  siempre  contra 
"los  que  le  rodean.    (2)" 

En  este  concepto,  pues,  la  guerra  es  un  derecho;  la  invasión  y  la  con- 
quista son  sus  inmediatas  consecuencias.  Alejandro  no  hace  otra  cosa  que 
practicar  un  derecho,  conduciendo  sus  ejércitos,  lo  mismo  contra  los 
encarnizados  enemigos  de  Grecia  y  su  cultura,  que  contra  los  otros  pueblos 
tan  bárbaros  como  el  de  Persia.  Fuerte  en  este  derecho  que  le  daban  la 
tradición  y  la  costumbre,  era  hijo  de  su  época;  pero  al  mismo  tiempo,  hu- 
manizando la  guerra,  que  hasta  entonces  habia  significado  d  exterminio  y 
la  esclavitud.  Alejandro  fué  giande  en  medio  de  su  siglo,  legando  4  los  fu- 
turos conquistadores  ejemplos  de  generosidad  y  de  beneficencia  qoe 
imitar. 

Sellamos  interminables  si  consignásemos  aquí  los  nomerosos  hedios  que 
justifican  su  tolerancia  y  noble  conducta  en  este  punta — Polibio  nos  ha  di- 
cho que  ordenaba  con  especial  cuidado  á  sus  guerreros,  que  no  se  profiuia- 
aen,  ni  siquiera  por  imprudencia,  los  templos  de  los  dioses  (3).  Amano 
escribe  que,  admirado  dd  valor  con  que  los  Milesios  se  habian  defendido, 
concedió  la  vida  y  libertad  á  los  cautivos.  ^'Después  de  la  vic- 
loria  dd  Gránico«  p^ona  á  los  venddos  de  Isso:  da  treguas  á  las  aladas 
dd  triunfo  por  consolar  á  la  ÉuniUa  de  Darío,  y  eviu  hasu  d  pdigio  de 


[i]    Dtsdmcoe  tempon»  et  cOiKCirdabts  j«nL 
Tai    Lm  Leres.  L.  I«   |v  60c  tni«c  de  Aicánfici 
I3]    Fo^,V.  io^& 


REVISTA  DE  CUBA,  12$ 

'er  á  la  mujer  é  hijas  del  gran  rey,  que  cayeron  en  su  poder.''  [i]  Cuando  el 
ey  de  los  Persas  huyó  de  la  dudad  de  Ecbatana  á  los  montes  de  la 
^actriana,  y  fué  traidoramente  asesinado  por  el  sátrapa  Besso,  Alejandro 
loro  su  muerte,  como  más  tarde  César  la  de  su  competidor  Pompeyo,  é 
áxo  justicia  á  su  enemigo,  venciendo  cq  la  Sogdiana  á  su  asesino,  y  ha- 
iéndole  cruciñcar  según  las  leyes  persas.  En  fin,  las  conquistas  de  Ale- 
andro  llevan  el  sello  de  un  nuevo  desenvolvimiento  en  todas  las  esferas  de 
i  vida  humana.  El  aislamiento  comienza  á  desaparecer  y  se  piensa 
Q  la  naturaleza  común  de  todos  los  hombres;  por  lo  menos  hay  uno  que 
[>ncibe  y  pone  en  práctica  el  gran  principio  de  la  fraternidad  universal. 
\rosotros  todos,  decia  este  hombre  extraordinario  á  Persas  y  Macedonios, 
opados  al  rededor  de  unas  mismas  banderas;  vosotros  todos  sois  mis 
jos,  mi  famiha;  yo  no  os  doy  otro  nombre." — Cuan  extraño  debió  ser 
ira  los  Griegos  este  nuevo  lenguaje!  ¡Aquella  invasión  con  tanto  ardor 
iseadsLf  qué  resultados  tan  diferentes  produjo  para  quienes  al  salir  de  su 
Ltria,  alimentaban  en  su  pecho  el  odio  más  encarnizado  contra  los  des- 
:ndientes  de  los  vencidos  en  Platea  y  Salamina!  Pero  los  sentimientos 
5  Alejandro  el  Grande  no  eran  griegos  ni  macedónicos^  eran  sentimientos 
imanes,  que  conmovían  dulcemente  el  corazón  de  sus  enemigos,  arran- 
Índole  estas  palabras  á  Daño:  ^*0  Dioses  que  presidís  al  destino  de  los 
aperíos,  concededrae  la  gracia  de  trasmitir  á  mis  sucesores  la  fortuna  de 
s  Persas,  regenerada  de  su  ruina,  para  que  yo  pueda  mostrar  mi  recono- 
aliento  á  los  beneñcios  de  que  Alejandro  me  ha  colmado  con  su  conduc- 
.  hacia  los  seres  que  me  son  más  queridos  en  el  mundo.  Pero  si  el  im- 
erio  de  los  Persas  ha  terminado,  y  si  debemos  sufrir  las  vicisitudes  de  la 
Mtuna,  no  permitáis  que  nadie  más  que  Alejandro  se  siente  sobre  el  trono 
e  Ciro."  (2)  Eran  sentimientos  que  obligan  á  los  mismos  vencidos  á  der- 
linar  lágrimas  de  dolor  por  su  temprana  muerte  (3);  eran,  finalmente,  sen- 
imientos  tan  nobles  y  generosos,  que  la  madre  del  gran  rey,  que  había  eso 
irevivido  á  su  hijo,  no  se  encontró  con  suficiente  fuerza  para  sobrevivir  á 
Üejandro,  y  su  extremada  pena  la  condujo  al  suicidio.  (4)  ''¿Quién  es  este 
'conquistador  que  le  lloran  todos  los  pueblos  que  ha  subyugado?  pregun- 
ta con  razón  el  autor  del  Espíritu  de  las  Leyes]  ¿quién  es  este  usurpador 
'en  cuya  muerte  vierte  lágrimas  la  familia  que  por  él  fué  derribada  del  tro- 
'no?  Este  es  un  paso  de  su  vida  de  que  no  nos  dicen  los  historiadores  que 
**otro  conquistador  pueda  alabarse"    [5] 


1, 1  ]  Exped.  de  Alez.,  I,  20  23. 

fa]  Laurcnt.  T,  II,  p.  283. 

L3]  Lassen.  De  Pentapotamia,  p.  58. 

[4]  Laurent  T.  Il,  p.  288. 

L51  Pintare»  Alex.  30;  fd.,  de  Alex,  Fort  Ufo, 


126  REVISTA   DE   CUBA. 

Alejandro,  á  pesar  de  todo,  no  era  un  Dios,  era  un  hombre,  y  era  un  con- 
quistador; como  hombre,  tenia  sus  limitaciones  y  sus  vicios;  como  conquis- 
tador no  fué  aejno  alorgullo  y  crueldad  que  engendra  el  poder  ilimitado  y 
despótico:  prueba  incontrastable  de  que  es  insensatez  ambicionar  el  dominio 
de  extensos  estados  y  multitud  de  pueblos,  no  poseyendo  ni  practicando 
el  difícil  arte  de  dominar  sus  pasiones  y  moderar  la  natural  vehemencia  (le 
carácter. — Su  conducta  con  Clitos,  antiguo  general  de  Macedonia,  á  quien 
debió  su  salvación  en  el  Gránico,  y  cuya  muerte  fué  decretada  en  un  rapto 
de  furor  y  entre  las  libaciones  de  un  banquete,  es  una  prueba  de  que  el 
hombre  no  dejaba  de  serlo  por  llamarse  Alejandro. — Como  conquistador, 
[ya  lo  hemos  dichoj,  pagó  un  tributo  á  aquella  edad  de  hierro,  en  que  la 
triunfal  carroza  del  vencedor  rodaba  sobre  cadáveres  y  arroyos  de  sangre, 
y  los  himnos  de  la  victoria  ahogaban  los  lamentos  del  pueblo  conquista- 
do. A  esta  ley  sucumbieron  Tiro,  Gaza  y  Persépolis.  No  así  la  ciudad 
griega,  cuya  destrucción  más  bien  que  al  conquistador,  se  debe  á  la  vengan- 
za de  los  mismos  Helenos.  Un  consejo  general  decidió  de  la  suerte  de  Te- 
bas,  después  de  su  rendición,  y  ya^hemos  dicho  que  si  se  respetó  á  los  tem- 
plos, la  ciudadela  y  la  casa  de  Píndaro,  á  nadie  se  debió  sino  á  Alejandro. 

Borrar  las  limitaciones  de  aquella  época  en  el  corto  espacio  de  doce  años 
de  reinado  era  imposible;  pero  la  semilla  habia  sido  arrojada  á  las  tres  par- 
tes del  mundo  conocido,  y  cuando  los  trastornos  y  sangrientos  coinbates 
que  siguieron  á  la  muerte  del  conquistador,  dieron  alguna  tregua,  domi- 
nando Seleuco  en  el  reino  de  Siria,  un  tratado  de  paz  y  un  enlace  con  la 
hija  de  Sandrocotto,  príncipe  indiano,  aseguraron  las  relaciones  amistosas 
entre  las  dos  naciones  y  ofrecieron  un  más  extenso  campo  á  la  civilización 
griega.  Fundáronse  nuevos  estados  en  el  corazón  de  la  India,  hasta  que 
los  Scitas  destruyeron  con  sus  invasiones,  al  principio  de  la  era  cristiana, 
estos  reinos  indo-grecos  que  habian  puesto  en  contacto  á  los  filósofos  hele- 
nos con  los  discípulcte  de  Zoroastro  y  los  sectarios  de  Brahma  [i];  Lassen 
ha  visto  vestigios  que  revelan  esta  comunicación  en  la  literatura  sáns- 
crita [2];  y  los  monumentos  indios  también  llevan  impreso  el  sello  dd  arte 
griego.  (3) 

Pero,  en  Egipto  es  donde  principalmente  brilla  la  fusión  que  Alejandro 
habia  ensayado  en  sus  conquistas.  La  ciudad  de  Alejandría,  edificada  con 
tanto  acierto  por  los  Macedonios,  no  solo  vino  á  ser  el  centro,  adonde  afluía 
el  comercio  del  Oriente,  como  en  otro  tiempo  á  la  opulenta  Tiro,  sino 
también  un  templo  de  la  ciencia,  en  que  se  daba  culto  á  todas  las  ideas  y 
afluían  los  hombres  sabios  de  Oriente  y  Occidente.  A  pesar  de  la   tenaz 


(1)  Q.  Cure,  X,5. 

(2)  Q.  Cure  ibid. 

(^)    Montesquieu.  Ob,  dt  L.  X,  c.  14. 


REVISTA  DE   CUBA.  12/ 

resistencia  que  el  sacerdocio  egipcio  constantemente  opuso  á  todo  lo  ex- 
tranjero, los  Tolomeos  se  empeñaron  en  difundir  el  helenismo,  y  al  lado 
del  Serapeum  se  construyó  el  Museo  Alejandrino,  colocándose  aquella  fa- 
mosa biblioteca,  inmensamente  rica  de  numerosos  manuscritos.  Tomoleo 
hizo  verter  al  griego  los  libros  de  las  santas  Escrituras,  y  mediante  los  hijos 
de  Israel,  se  difundió  por  todas  partes  la  ñlosoña  religiosa. 

£1  cosmopolitismo  que  alcanza  la  sonora  lengua  de  Atenas  hace  que  este 
conocimiento  de  las  tradiciones  hebraicas  no  se  pierda  ya  más,  y  durante 
tres  siglos  la  Providencia  vino  preparando  al  mundo  para  realizar  aquel  ma- 
ravilloso acontecimiento  que  en  edades  futuras  habia  de  unir  con  lazo  de 
verdadera  fraternidad  las  más  distantes  regiones  de  la  terrestre  esfera.  En 
esos  tres  siglos,  el  gran  coloso  romano  se  levanta,  estrechando  con  sus  in- 
mensos brazos  el  Oriente  y  el  Occidente.  Habiendo  asimilado  todos  lo^ 
principios  de  vida,  basando  su  derecho,  que  habia  de  ser  el  derecho  del 
mundo,  sóbrela  legislación  griega;  calcando  fielmente  su  literatura  sobre  la 
poesía  helénica;  imitando  su  oratoria  á  la  de  los  grandes  oradores  de  Ate- 
nas, aparece  de  nuevo  la  unidad,  enriquecida  con  más  poderosos  elementos 
y  abriendo  caminos  e^cpeditosy  seguros  al  conocimiento  de  la  buena  nueva j 
que  traería  en  su  fecundo  seno  la  regeneración  completa  del  individuo  y  de 
la  Humanidad  en  todas  las  esferas  de  la  vida.  Pero,  la  gloría  de  haber  sal- 
vado la  civilización  helénica  de  entre  las  intestinas  luchas  y  la  decadencia 
del  pueblo  gríego,  pertenece  al  imperío  jnacedónico;  haberla  llevado  en  la 
punta  de  su  triunfante  espada  hasta  los  confines  de  Oríente,  pertenece  á 
Alejandro.  Que  el  orbe  entero  repita  ante  el  glorioso  recuerdo  del  Gran 
Conquistador:  <'si  algún  mortal  ha  aparecido  un  Dios  entre  los  hombres, 

sin  duda  fué  Alejandro." 

X. 


A  LOS  NINOS. 


A  MIS  AMIGUITAS  LAS  SRTAS.  SACRAMENTO  Y  AVGELA  RIVERoN  Y  \^\•  V'<Eí. 

Niños  que  sonreís,  y  en  vuestra  firente. 
Con  el  primer  albor  de  la  existencia, 
Brilla  la  suave  luz  de  la  inocencia. 
Brilla  la  fé  de  celestial  candor, 
Acercaos  á  mí,  que  á  vuestro  lado 
El  alma  apesarada  se  redína. 
Como  al  pié  de  la  fuente  cristalina 
Sediento  y  fatigado  viajador. 

Vosotros  sois  arroyos,  bullidores 
Que  se  deslizan  reflejando  el  cielo, 


128  REVISTA   DE  CUBA. 

Aves  que  cantan  remontando  el  vuelo. 
Mariposas  en  tomo  de  la  luz. 
La  inocencia  circunda  vuestras  sienes; 

Y  rezáis  como  rezan  los  querubes, 
Que  sobre  copos  de  nevadas  nubes 
Velan  al  pié  de  la  sagrada  cruz. 

Auroras  que  se  abren  son  los  dias 
De  la  edad  infantil:  todo  es  risueño; 
La  fé  es  una  verdad,  la  noche  un  sueño 
Que  no  turba  el  aían  devorador. 
Vuestra  palabra  balbuciente  brota 
Envuelta  siempre  en  virginal  sonrisa, 

Y  mueve  vuestros  labios,  cual  la  brisa 
Los  pétalos  rosados  de  la  flor. 

Yo  fui  niño  también,  y  cual  vosotros 
Inocente  y  feliz  he  sonreido, 

Y  como  duerme  el  pigaro  en  su  niSo 
En  el  seno  dormí  de  la  niñez; 

Más  de  ese  sueño  desperté  llorando 

Y  hoy,  como  el  triste  viajador  sediento, 
Necesito  aspinúr  en  vuestro  aliento 

Da  la  vida  la  plácida  embriaguez. 

Acercaos  á  mí,  y  en  vuestros  ojos 
Veré  el  risueño  despertar  del  dia. 
Veré  la  irradiaQon  de  la  alegría 
Que  os  llena  con  su  luz  el  corazón; 

Y  veré  en  suspuqñlas  reflejarse 
Visiones  y  esperanzas  sonrientes: 

Que  aún  visten  vuestras  almas  inocentes 
El  tupido  cendal  de  la  ilusionl 

Vosotros  sois  arroyos  bullidores 
Que  se  dedizan  reflejando  d  délo. 
Aves  que  cantan  remontando  el  vuelo, 
Mariposas  en  tomo  de  la  luz. 
¡Qué  no  aviqpBma  vuestras  alas  de  oro! 
¡Qué  no  MCBladibla  comente  pura! 
¡Qué  enbbMdo  Todo  en  la  serena  altura 
Surqucii  fiiioet  d  €q>acio  azuU 

ZEQUEIRA. 


EFECTOS  DEL  ALCOHOLISMO. 


En  una  Memoria  que  apareció  en  el  mes  de  julio  próximo  pasado  en  los 
^"^^nales  de  la  Academia  de  Medicina  de  la  Habana^  se  lee  lo  siguiente: 

"En  todo  el  año  de  1874,  han  entrado  por  el  solo  puerto  de  la  Habana: 
^4S>i07  garrafones  á^ginebra,  que  mul- 
tiplicados por  25  botellas  suman  3*627,675  botellas. 
9,005  frasqueras,  por'25  botellas  108,060       „ 
12,905  cajas  de  á  12  ídem  154,860       ,, 


Total  3.890,595  botellas* 

Año  de  1875. 

216,659  garrafones,  ó  sean  5.416,425  botellas. 

30,873  cajas  de  á  12  botellas  370,476       „ 


Total  para  1875  5.786,901    botellas. 

''De  modo  que  la  proporción  del  año  de  1874  con  relación  al  de  1875  ^ 
de  3.890,595  botellas  de  ginebra  para  5.786,901,  ídem  en  1875. 

''La  proporción  es  aim  mayor  en  el  año  que  va  trascurriendo. 

''Desde  el  i?  de  enero  de  1876  hasta  el  26  de  mayo  del  mismo  año  han 
entrado  por  el  puerto  de  la  Habana  80,291  garrafones  y  9.477  cajas.  Eh 
igual  fecha  de  1875  ^^^^  ^^  habian  raeftída Jj|$P56  galtnifones  y  7,655  cajas, 
I^  diferenda  en  favor  del  presente  afi4(f4»^09ÍIÍE>  se  ve,  de  un  térdo  poco 
más  ó  menos.  .  « 

"Pero  los  números  que  preceden  9ii|MBqlMln  el  movimiento  del  puerto 
»de  la  Habana.  Veamos  ahora  la  impcMfiqlpí  de  vinos  españoles* 

"Entrados  desde  1?  de  enero  al  ft  de  vm/o  de  1876  27.742,884  bote- 


130  REVISTA   DE   CUBA. 

lias,  que  sumadas  con  las  de  vinos  franceses  suben  á  un  total  de  28.063,896 
botellas." 

Tan  enorme  consumo  de  bebidas  en  un  clima  como  el  nuestro,  debiera 
llamar  la  atención  de  los  que  saben  cuan  fatales  son  las  consecuencias  que 
el  vicio  de  la  embriaguez  puede  acarrear  al  individuo,  la  familia  7  la  so- 
ciedad. Exponer  las  alteraciones  que  sufre  el  cerebro  humano  por  esa  in- 
toxicación, es  el  objeto  que  nos  proponemos  en  este  artículo,  que  á  ma- 
chos puede  interesar.  Para  eso  hemos  tenido  que  acudir  á  las  memorias  es- 
peciales del  doctor  Magnan,  que  son  un  modelo  de  análisis  psico-físioló- 
gico. 

PERTUBACIONES  DE  LA  INTELIGENCIA  Y  DE  LOS  SENTIDOS  EN  EL 

ALCOHOLÍSMO. 

I. 

Cuando  un  individuo  habitualmente  sobrio,  bebe  con  exceso^  se  embriaga. 
Los  primeros  fenómenos  que  acompañan  la  embriaguez  son:  una  excita- 
don  ligera,  una  sensación  de  plenitud,  de  bienestar,  durante  el  cual  las 
preocupaciones  desaparecen,  la  palabra  y  los  gestos  se  animan,  las  ideas 
brotan  con  más  rapidez,  los  sentimientos  se  desahogan  con  más  vehemen- 
cia. Poco  á  poco  esa  excitación  aumenta,  las  ideas  se  amontonam  más  con- 
fusas, menos  claras,  el  espíritu  comienza  á  /emanciparse  de  las  leyes  de  la 
razón,  y  el  individuo  embriagado  puede  aparecer  entonces  bajo  los  aspec- 
tos más  diversos.  Se  nos  presenta  alegre,  triste,  tierno,  grosero  ó  violen  to, 
sitf  que  hasta  ahora  se  haya  podido  indicar  la  parte  exacta  que  correspon- 
de en  esos  diferentes  modos  de  manifestación,  ya  sea  al  carácter  habitual  del 
individuo,  ya  á  su  raza,  á  la4bondiciones  fisiológicas  iii|l|ue  se  encuentra 
en  el  momento  de  la  embriaguez,  ya  sea  también  á  la  naturaleza,  á  la  ca- 
lidad y  al  modo  de  ingestión  de  las  bebidas  espirituosas. 

Como  quiera  que  sea,  á  ese  período  de  exaltación  sucede  una  verdadera 
perturbación  intelectual,  las  ideas  se  vuelven  más  confusas,  produciendo  lá 
incoherencia;  el  oido,  la  vista,  ofrecen  además  de  obtusión,  ilusiones  nu- 
merosas; el  olfato,  el  gusto  están  pervertidos  y  la  sensibilidad  general  dis- 
minuida, llega  algunas  veces  á  un  grado  de  anestesia  (privación  ó  debilita- 
ción de  la  sensibilidad  en  general,  ó  de  la  sensibilidad  de  un  órgano  en 

particular)  que  no  pueden  vencer  las  mutilaciones  más  graves;  (no  siente  si 
se  le  hinca  con  un  alfiler,  por  ejemplo.)  Agreguemos  que  la  palabra  te 
vuelve  pastosa,  la  mirada  carece  de  expresión,  el  paso  es  vacilante.  Des- 
pués se  relajan  los  esfínteres,  languidecen  las  funciones,  baja  la  tempera^- 
ra  y  el  individuo  cae  en  un  suefto  comatoso  privado  de  todo  sentimiento, 
reducido  en  cierto  modo  á  la  vida  ve||etativa. 
Se  ha  colocado  sin  razón  al  lado  dehesa  embriaguez,  que  es  la  coman, 

*  0. 


REVISTA   DE    CUBA.  I3I 

im  estado  particular  llamado  por  Percy  embriaguez  convulsiva,  en  la  cual 

se  presentan  al  mismo  tiempo  que  las  convulsiones  clónicas,  un  acceso  de 

iuror  maniaco.  "Diez  hombres,  dice  Percy,  apenas  pueden  contener  á  un 

'fnrioso  de  esa  especie.  Su  mirada  es  feroz,  sus  ojos  relampaguean,  se  erí- 

"zan  sus  cabellos,  sus  gestos  son  amenazadores;  cruje  los  dientes,  escupe  al 

''rostro  á  los  que  le  asisten,  y  lo  que  hace  todavia  el  cuadro  más  horroro- 

''so,  trata  de  morder  á  los  que  se  le  acercan,  clava  sus  uñas  por  todas  par- 

'^teSy  se  desgarra  á  sf  mismo,  si  tiene  sueltas  las  manos;  araña  la  tierra,  si  se 

"puede  escapar  y  lanza  vociferaciones  espantosas."  Como  se  ve,  eso  no  es 

más  que  un  violento  acceso  maniaco  que  no  tiene  ninguna  analogía  con  la 

embriaguez  ordinaria,  y  que  se  cree  que  es  debido  á  ciertos  vinos  malos  y 

adulterados. 

Si  las  ilusiones  son  frecuentes  en  la  embriaguez,  las  alucinaciones,  por  el 
contrarío,  son  raras;  ciertos  autores,  y  Marci  en  particular,  ni  las  mientan; 
otros,  al  contrario,  atribuyen  á  la  embriaguez  síntomas  que  pertenecen   á 
otra  fase  del  alcoholismo;  y  señalan,  no  solo  las   alucinaciones,  sino  tam- 
1)ien  las  ideas  de  suicidio  bajo  la  influencia  de  las  alucinaciones,  de  los  im- 
pulsos maniacos,  etc.  Va  eso  no  es  embriaguez,   sino  accidentes   agudos, 
sea  «n  individuos  entregados  desde  largo  tiempo  á  excesos   de  bebidas,  y 
dOacados  por  consiguiente  de  delirio  alcohólico,  ó  bien  en  individuos  que 
tienen  una  predisposición  especial,  en  los  cuales  el  alcohol  no  actúa  sino 
como  excitante. 

II. 

1^0  si  se  sigue  abusando  de  las  bebidas  y  el  hombre  al  cabo  de  poco  tiempo, 
cambia  de  carácter  y  se  vuelve  irritable,  mquieto  é  impresionable;  pierde  el 
sueño;  se  convierte  en  juguete  de  ilusiones  y  de  alucinaciones   y  cuando, 
después  de  excLilÉiepetidos  va  más  allá  áertimi/ede  safuracioriy  6  se  vea 
sometido  á  cualquier  otra  causa  de   excitación,  se  ve  atacado  de  un  ac- 
ceso de  delirio  alcohólico.  Los  fenómenos  intelectuales  consisten  entonces, 
*obre  todo,  en  perturbaciones  alucinatorias,  escepcionalmente  de   natura- 
leza alegre,  casi  siempre,  por  el  contrario,  como  se  ha  hecho  notar  desde 
hace  mucho  tiempo,  de  naturaleza  triste  y  penosa,  que  despiertan   temores 
de  tod#especie,  y  como  lo  dice  Mr.  Marcel,  pueden  determinar  impresio- 
nes morales,  de  las  cuales  la  más  ligera  seria  la  sorpresa  y  la  más  fuerte  un 
terror  profundó.  El  doctor  Magnan  cita  el  caso  del  alcohólico  Juan  J- . . . , 
que  parecia  contradecir  la  regla.  Este  enfermo  hz^blaba,  en  efecto,  de  casca- 
das que  oia,  de  chalets  iluminados  que  apercibía,  de  cantos,  de  bailes  á 
que  asistía.  Esas  alucinaciones  parece  que  debian  producir  en  su  espíritu 
pensamientos  mis  bien  risueños  que  desagradables.  Y   sin   embargo,    no 
obstante  tan  risueñas  imágenes,  á  pesar  de  esos  cantos  y  de  esas  fiestas  ha- 
lló modo  de  crearse  el  delirio  más  ptaoso,  'las  cascadas,  decia,  lo  impul- 


132  REVISTA  DE   CUBA, 

saban  4  ahogarse.  £1  ruido  dd  agua,  era  para  desafiarme  eso  quería  decb 
que  yo  no  era  más  que  un  cobarde,  que  no  tenia  valor  sufi^ente  para 
echarme  al  agua.  £1  chalet^  con  sus  alegres  huéspedes:  ''era  un  atajo  de 
individuos  que  querían  perderlo,  que  se  burlaban  de  él  y  que  quenaa  re- 
sinarlo." 

£1  segundo  carácter  de  las  concepciones  delirantes  y  de  las  percepdoDet  dt 
os  alcohólicos,  bien  estudiados  por  el  profesor  Laségue,  es  su  movilidad. 
Hombres,  casas  ó  animales,  todo  lo  que  es  objeto  de  las  alucinaciones,  se 
mueve  y  cambia  de  lugar;  de  ahí  la  movilidad,  la  rapidez  de  las  ideas  y  de 
los  actos  del  alcohólico,  que  por  otra  parte,  asustado,  ansioso,  inquieto»  su- 
plicante ó  agresivo,  interviene  siempre  de  la  manera  más  activa. 

£sas  alucinaciones  varían  hasta  lo  infinito,  pero  se  refieren  casi  siempre 
(y  esto  es  su  tercer  carácter)  ya  sea  á  las  ocupaciones  diarias,  ya  á  las 
preocupaciones  dominantes  del  momento,  pero  eligiendo  siempre  de  un 
modo  particular  las  más  penosas  y  las  más  desagradables. 

Así,  cuando  la  guerra  entre  Prusia  y  Francia,  los  enfermos  veian  á  los  pro- 
sianoSi  se  oian  tratar  de  espias,  los  llamaban  Bismarck.  Mas  tarde,  duran- 
te el  sitio,  é  inmediatamente  después  de  la  Comuna  los  alcoholistas  perte- 
nedentes  á  las  tropas  regulares  veian  comuneros,  guardias  nadonale^jestos 
últimos,  poa  el  contrarío,  apercibian  á  los  versalleses;  en  tiempo  del  impe- 
rio, veian  polizontes,  gendarmes;  y  en  todas  épocas,  á  los  ladrones,  á  los 
asesinos  célebres,  los  Troppman  de  toda  especie.  Por  otra  partet  y  ^^^ 
cuanto  se  refiere  á  las  profesiones,  habia  un  verdulero  que  percibía  en 
el  suelo,  y  á  su  ahededor,  las  coliflores,  los  rábanos,  etc.,  que  vendia,  y  ha- 
cia esfuerzos  continuos  para  no  aplastarlos  al  caminan  un  conductor  de 
ganado  estimulaba  á  su  perro,  veia  y  llamaba  á  los  bueyes  y  los  cameros; 
un  tabernero  llamaba  á  sus  clientes,  etc. 

Bsas  alucinaciones,  según  su  intensidad,  y  también  según  la  dispaskbm 
delifuUvidtiOf  dan  lugar  á  rea^^ones  diferentes,  capaces  (||cambiar  por  com- 
pleto la  fisonomia  del  enfermo.  De  ahí  la  iorma  maníaca,  melancólica  ó 
estúpida  de  la  locura  alcohólica;  formas  que  podrían  multiplicarse,  sin  pro- 
vecho real,  si  se  quisieran  espresar  todos  los  aspectos  bajo  los  cuales  pue- 
de presentarse  el  enfermo. 

La  forma  maniaca  es  la  más  frecuente.  £1  enfermo  Luis  D. .  •  •,  del  ser- 
vido de  Mr.  Dagonet,  (Asilo  de  Santa  Ana  de  París)  se  presenta  con  él 
aspecto  melancólico  y  semi  estúpido:  estaba  triste,  preooupa,do,  no  respon- 
día á  las  preguntas  que  se  le  hacían;  parecía  asustado  por  momentos,  sa- 
cudía la  cabeza,  apoyaba  con  fuerza  las  manos  en  la  parte  superior  de  los 
muslos,  se  levantaba  y  dirigía  á  su  alrededor  miradas  inquietas,  y  luego 
permacnecia  inmóvil  en  su  silla.  £se  enfermo  se  mejoró  después,  tenia  la 
fisonomía  alegre,  hablaba  de  buena  gana,  y  contaba  los  extraños  temores 
que  lo  atormetaban  y  que  explicaban  su  actitud.  Se  imaginaba  estar  en  la 
cárcel,  ante  un  tribimal,' acusado  de  actos  vergonzosos;  se  creía  condenado 


REVISTA  DE   CUBA.  1 33 

á  una  horrorosa  mutilación,  y  sentia  el  instrumento  cortante  penetrar  en 
sus  cameSy  mientras  que  voces  burlonas  se  motaban  de  él  sin  piedad. 

¿Pero  cómo  explicar  que  una  misma  causa,  un  veneno  como  el  aloohol, 
determine  accidentes  tan  distintos  eo  apariencia?  Esas  alucinaciones,  aun- 
que conservando  siempre  sus  caracteres  comunes  (ya  enumerados)  ofrecen 
en  su  modo  de  expresión,  grados  que  hacen  comprender  esas    diferencias. 
En  el  primer  gradoy  el  enfermo  cree  oir  insultos,  provocaciones;  ve  ladrones, 
gente  armada,  animales;  6  bien  oye  la  voz  de  sus  deudos,  de  sus  amigos, 
que  lo  llaman,  que  le  advierten  el  peligro,  que  le  piden  socorro;  ve  á  su 
inajer,  rodeada  de  individuos,  experimentar  sangrientos   ultrajes.  Aguijo- 
neado por  esas  excitaciones,  el  enfermo  responde,  insulta,  riñe,  corre,  se 
ianza,  se  vuelve  furioso;  otros  tantos  actos  que  provocan  en  él  una  mani- 
festación ruidosa,  un  estado  maniaco, 

£sa  es  la  forma  que  predomina  comunmente  en  los  accesos  de  delirium 
^rtnunSy  en  que  los  desórdenes  alucinatoríos,  de  una  viveza  extrema,  se  aso- 
crian  al  temblor  de  todo  el  cuerpo,  y  á  la  tremulación  general  de  todo  el 
sistema  muscular. 

En  otras  circunstancias:  el  alcohólico  se  ve  en  la  cárcel,  ante  un   tribu- 

sual,  acusado  de  diferentes  crímenes;  cree  haberlos  cometido;  se  imagina 

<jue  los  suyos  lo  engañan;  asiste  al  entierro  de  sus  padres.  Bajo  la  inñuen- 

oa  de  tan  tristes  impresiones,  se  vuelve  sombrío,  inquieto,  desconfiado,  se 

«jueja,  está  asustado,  trata  de  huir,  y  á  veces  concibe  ideas  de  homicidio  y 

de  suicidio;  se  presenta,  en  una  palabra,  con  el  aspecto  de  un  melancólico» 

^Finalmente,  en  un  grado  más  alto,  se  ve  cargado  de  cadenas,   al  pié   del 

^sadalso,  y  tiene  delante  los  cadáveres  ensangrentados  de  sus  hijos!  Todo 

«stá  ardiendo,  va  á  caer  en  un  abismo,  etc.  Esas  imágenes  lo  han  aterrado» 

espantado,  permanece  inmóvil  en  un  estado  completo  de  estupor. 

Entre  esos  diferentes  estados,  maniaco,  melancólico,  estúpido,  se  com- 
prende que  se  pui4é  intercalar  un  número  misideiable  de  grados  inter- 
medios. 

III. 

Antes  de  entrar  en  el  análisis  de  esos  desórdenes  sensoriales,  no  deja  de 
tener  interés  el  examinarlos  en  su  desarrollo.  Se  observa,  en  efecto,  una 
gradación  sucesiva,  no  solo  en  la  intensidad  de  los  fenómenos,  sino  tam- 
bién en  su  modo  de  evolución.  Se  pasa  de  la  simple  perturbación  funcio- 
nad, á  la  ilusión;  de  esta  á  la  alucinación  confusa,  única  prímero,  después 
múltiple,  y  poco  á  poco  se  va  convirtiendo  en  alucinación,  clara,  precisa, 
distinta,  que  se  impone,  en  una  palabra,  como  si  íuera  la  realidad  misma. 
A  medida  que  se  acentúa  la  mejoría,  los  fenómenos  desaparecen  gradual- 
mente, siguiendo  un  orden  descendente  análogo,  es  decir,  que  la  aludna- 
ckm  precisa,  conduce  á  la  alucinación  confusa;  esta  á  la  ilusioui  que  á  su 


134  REVISTA   DE   CUBA, 

turno  va  seguida  de  una  simple  perturbación  funcional.  Tal  es  la  evolución 
habitual  de  los  fenómenos  aludnatoríos  en  el  alcoholismo.  Escepdonalmen- 
te,  siü  embargo,  pueden  llegar  de  repente  á  su  apogeo. 

Por  la  noche  es  cuando  ordinariamente  se  muestran  primero  esos  acd- 
dentesy  y  si  es  difidl  precisar  su  modo  de  evolución  á  causa  del  recuerdo  al- 
go confuso  que  conservan  los  enfermos,  se  puede,  por  lo  menos,  indicar  con 
certeza  su  modo  de  desaparición.  Las  alucinaciones,  al  principio  persisten- 
tes de  dia  y  de  noche,  comienzan  á  desaparecer  de  dia  para  continuar  pio> 
duciéndose  de  noche  con  la  misma  intensidad;  en  cuanto  llegan  á  ser  me- 
nos claras,  aparecen  más  tarde,  en  ese  momento  intermedio  que  sirve  de 
transición  de  la  vigilia  al  sueño,  señalado  desde  hace  mucho  tiempo  por 
Mr.  Baillarger  como  favorable  á  la  aparición  de  los  desórdenes  alucínate- 
rios.  Después  no  hay  más  que  pesadillas,  que  persisten  algunos  instantes 
después  que  despierta  el  individuo;  luego  simples  sueños,  y  el  enfermo 
concluye  por  apreciar  con  cierta  exactitud  esas  falaces  percepciones  senso- 
riales, que  no  tardan  en  desaparecer  completamente.  Así,  primero  hay 
alucinaciones  de  dia  y  de  noche,  y  luego  solo  de  noche;  más  tarde  alucina- 
ciones confusas  é  ilusiones  en  el  momento  de  pasar  de  la  vigilia  al  sueño, 
después  diffante  el  sueño,  con  un  despertar  inquieto,  y  por  último,  pesadi- 
llas, sueños,  y  vuelta  á  la  salud.  Es  fácil  seguir  esa  marcrha  decrecientagen 
U  mayor  parte  de  los  enfermos;  á  medida  que  se  curan,  observan  ellos  mil- 
mos,  con  placer,  los  cambios  favorables  que  experimentan,  y  algunos  sa- 
ben relatarlos  de  un  modo  que  impresiona  mucho. 

Sigamos  ahora,  en  cada  sentido^  el  desarrollo  de  esos  fenómenos.  Al  prin- 
cipio, las  perturbaciones  puramente  sensoriales  se  asemejaPi  á  los  síntomas 
observados  en  otras  muchas  enfermedades.  Para  eloidoj  las  primeras  sen- 
saciones consisten  en  zumbidos,  retintines,  silbidos,  en  sonidos  vanados, 
en  cantos  conñisos,  en  ruidos  de  campanas;  después  se  oyen  gritos,  voces 
tumultuosas.  £n  seguida  viene  la  interpretación  enfermiia  de  esas  sensacio- 
nes: el  ruido  de  campanas  se  transforma  para  el  alcohólico  en  toque  fune- 
ral; los  gritos,  las  voces  confusas,  se  convierten  en  insultos,  en  amenazas» 
en  lamentos  de  desesperación;  poco  á  poco  la  alucinación  se  hace  distinta 
y  entonces  oye  reproches,  acusaciones,  quejas  claramente  formuladas,  que- 
jidos, ruegos  de  un  pariente,  de  un  amigo,  voces  conocidas  y  palabras  bien 
articuladas. 

Para  la  visión,  los  accidentes  se  presentan  del  mismo  modo:  la  vista  se 
turba,  se  oscure,  los  objetos  parecen  envueltos  en  una  nube;  se  perciben 
chispas,  llamas,  colores  variados,  sombras,  objetos  temblorosos,  ñguras  ha- 
ciendo muecas  que  aumentan,  disminuyen,  se  acercan,  se  alejan,  luego  in- 
cendios, motines,  batallas.  En  algunos  casos  el  enfermo  vé  primero  ana 
mancha  oscura,  sombría,  de  contornos  difusos,  que  luego  adquiere  límites 
más  distintos,  con  prolongaciones  que  se  trasforman  en  patas,  en  una  ca- 
beza, para  formar  un  animal,  un  ratón,  un  gato,  un  hombre.    La  enferma 


.      REVISTA   DE   CUBA.  1 35 

Ana-stasia  D decia  que  veía  en  la  pared  líneas  entrecruzadas,  telas  de 

aim-ika;  luego  aparecía  en  medio  de  sus  mallas  una  bola  negra,  después  dos, 
tres,  que  se  hinchaban,  cambiaban  de  lugar;  [léase  en  los  "Cuentos  £x- 
tnLOTdinarios"  de  Edgar  Poe,  la  alucinación  que  describe  con  el  título  de 
^Sl  Gato  Negro"]  y  tomaban  la  forma  de  gatos,  de  monos,  que  se  destaca- 
h¡LX^  de  la  pared,  saltaban  sobre  su  cama,  huian  y  volvían  á  sepultarse  en 
el  xnoro;  en  seguida  veía  hombres,  mujeres,  que  la  amenazaban,  luego  se 
completaba  la  escena,  y  asistía  á  la  matanza  de  su  marido  y  de  sus  hijos. 

XL.as  perversiones,  las  ilusiones,  las  alucinaciones  son  menos  numerosas  y 
n^Ttos  variadas  para  los  sentidos  del  gusto  y  del  olfato,  pero  no  obstante, 
el  alcohólico  no  se  escapa  de  los  olores  ni  de  los  sabores  de  carácter  des- 
agradable. Siente,  á  veces,  olores  de  azufre,  de  ratón,  de  materias  putrifí- 
cadas;  otras  veces  sus  alimentos  están  agrios^  tienen  gusto  á  tierra^  á  carne 
corrompida,  contienen  arsénico,  vitriolo,  etc» 

Xa  sensibilulad  general^  con  sus  diferentes  modos  de  anestesia  y  de  hi- 
perestesia [sensibilidad  exag'^radaj  suministra  también  su.  contingente  de 
^nsac^'ones  penosas,  y  sus  desórdenes  se  asocian,  con  frecuencia,  á  los  de 
los  otros  sentidos.     Por  eso  es  por  lo  que  ciertos  alcoholistas  sienten  y  ven 
^'^inaales  arrastrarse  entre  su  carne  y  su  piel,  ó  bien  se  ven  envueltos  en 
^'^mbres  que  los  enlazan,  los  aprietan,  los  oprimen;  pasan  su  tiempo  en 
desenredar  esos  círculos  metálicos  que  se  renuevan  sin  cesar,  ó  bien  se 
'  ^^fi^r-cihen  de  que  tienen  una  parte  del  cuerpo  roída  pojr  gusanos,  los  sacu- 
den, se  esfuerzan,  en  medio  de  la  mayor  ansiedad  por  despegarlos  y  arro- 
jarlos al  suelo.    Basta  con  esto  para  pintar  la  angustia  de  esos  desgracia- 
dos; cada  alcoholista,  por  otra  parte,  tiene  sus  tribulaciones  especiales. 

TJna  vez  desarrollado  ese  delirio,  ¿qué  es  lo  que  sucede?  En  unos  enfer- 
^^^Xy  pronto,  y  lo  más  á  menudo  al  cabo  de  tres  ó  cuatro  días,  desaparecen 
*Os  desórdenes  intelectuales;  el  individuo  comienza  á  darse  cuenta  de  su 
^^t^do,  conservando,  sin  embargo,  cierta  indecisión  en  el  espíritu.    Duran- 
^1  día  responde  con  facilidad,  habla  y  se  ríe  de  buena  gana  de  sus  visio- 
é  ideas  imaginarias  pasadas;  pero  á  medida  que  se  acerca  la  noche,  va 
Perdiendo  el  aplomo  y  tíene  temores  vagos;  ya  empieza  á  sentir  que  será 
^énos  dueño  de  sí  mismo,  y  teme  la  hora  de  acostarse;  y  se  comprende  el 
^o^ivo,  pues  se  sabe  que  las  ilusiones  y  las  alucinaciones  tendrán  tanto 
dominio  sobre  él,  como  lo  ha  indicado  M.  Baillarger,  cuanto  menores 
las  causas  de  excitación  exterior,  cuanto  más  pierda  la  voluntad  su 
P^^cler,  y  deje  de  intervenir  al  acercarse  la  hora  del  sueño.     Pero  al  cabo 
^  algunos  dias  y  de  largas  horas  de  un  sueño  apacible,  sin  sueños  ni  pe- 
sadillas, vuelve  la  calma  con  las  fuerzas,  y  la  cura  no  tarda  en  ser  com- 
pleta, 

Su  el  segundo  grupo  de  enfermos,  la  mejoria  es  menos  rápida;  el  sueño 
es  agitado  y  fatigoso;  se  conserva  cierto  malestar  cerebral,  hay  obtusión  é 
ii^certidumbre  en  las  ideas,  ínatibilidad,  una  impresionabilidad  escesíva 


136  REVISTA   DE   CUBA. 

con  ilusiones  é  ideas  vagas  de  persecución.    Sin  embargo^  el  enfermo 
conduce  bien,  y  responde  con  bastante  exactitud;  pero  si  se  dirige  el  i 
rogatorio  en  el  sentido  de  sus  preocupaciones,  é  insistiendo  en  él,  no  tar* 
da  uno  en  descubrir  ideas  delirantes,  poco  manifiestas  al  principio. 

Finalmente,  se  ve  persistir  en  cierto  número  de  alcoholistas,  y  á 
cuencia  de  los  accidentes  agudos,  las  concepciones  delirantes  que 
nan  de  las  perturbaciones  alucinatorías  actuales  ó  pasadas,  bien  sean  mdV 
tiples  y  variables,  ó  bien  circunscritas  y  afectando  la  forma  de  un  deliii< 
parcial,  limitado.    Así  es  como  algunos,  celosos,  desconfiados,  se 
engañados  por  su  mujer,  é  interpretan  en  ese  sentido  todo  lo  que  se  dice 
se  hace  á  su  alrededor.    Otros,  creyéndose  perseguidos,  se  oyen  acusar  d^ 
actos  obscenos,  se  quejan  de  los  ataques  dirigidos  contra  su  honor,  contrm 
su  moralidad;  se  les  quiere  perder,  sumir  en  la  miseria,  hacerlos  desapare- 
cer.   A  veces  también  les  quedan  perturbaciones  de  la  sensibilidad  gene- 
ral  con  ideas  hipocondriacas,  con  temores  de  envenamiento     Ese  delirio 
de  forma  melancólica,  circunscrito  en  algunos  casos,  deja,  como  los  deli- 
rios parciales,  cierta  libertad  de  espíritu  á  los  enfermos,  que  pudiendo  en- 
tonces pasar  más  fácilmente  de  las  concepciones  delirantes  á  los  actos*  su- 
ministran templos  más  numerosos  de  suicidio  y  de  homicidio.    Brierre  de 
Boismont,  Casper,  de  Berlín,  Bouchereau  y  Maguan  han  puUicado  esta- 
dísticas que  son  muy  elocuentes. 

£n  el  estado  crónico,  en  el  alcoholista  endurecido  y  tenaz,  los^  desórde- 
nes intelectuales,  son  los  siguientes:  la  memoria  se  debilita,  el  jaido  es  me- 
nos seguro,  no  hay  discernimiento,  la  imaginación  se  extingue,  la  £Eu:nItad 
de  asociación  de  las  ideas,  muy  disminuida,  produce  la  incoherencia;  la 
sensibilidad  moral,  finalmente,  síe  ha  aniquilado.  Apático,  indiferente,  em- 
brutecido, el  alcohoíista  crónico  no  tiene  ningún  cuidado  de  su  peisona,  m 
se  ocupa  de  su  familia;  ha  declinado  en  todas  sus  facultades  intelectuales, 
morales  y  afectivas,  y  se  encuentra  entregado  sin  defensa  á  los  caprichos  de 
sos  apetitos  instintivos.  Entonces  es  cuando  puede  repetirse  d  proverbio: 
Elqu€  ha  hcbUo  beherá\  el  enfermo  se  ve  impelido  á  ello  de  dilerentes  mo- 
dos, sin  que  la  parte  de  razón  que  le  queda,  sea  contrapeso  suficiente  para 
detenerlo.  Los  excesos  de  bebidas  se  han  convertido  en  hábito;  «excitado 
además,  por  sus  toidendas  hipocondriacas,  el  alcoholista  empedernido  re- 
nueva sus  excesos  para  poner  remedio  á  sus  males,  restaurar  sos  ñiecsasy  7 
acabar  con  la  incómoda  pituita  matinal.  Los  resultados  de  esa  medicadon 
no  tardan  en  desarrollarse,  d  malestar  aumenta:  de  ahí  ese  círculo  vicioso, 
de  que  no  sale  el  desgradado  enfermo,  sino  para  caer  en  la  demencia  mis 
absi4uta.  En  los  últimos  periodos,  la  inteligencia  se  reduce  á  la  nulidad, 
insensiblemente  todas  las  manifestadones  delirantes  desaparecen,  las  preo- 
cupaciones hipocondriacos,  todas  las  peiturbadones  sensoriales  se  bonan 
poqp  i  poco.  Sobreviene  á  veces  una  sensibUrii  análoga  i  la  de  los  demen- 
tes apopléticos;  y  es  frecuente  por  otra  parte,  ver  produdise  en  ese  mo- 


REVISTA   DE   CUBA.  137 

^"^CBto  aAurdimíentos,  vértigos,  ataques  apoplectiformes  ó  epileptifbrmes, 
P^HUisis  parciales,  en  relación  con  los  desórdenes  orgánicos  revelados   por 
U  autopsia  de  los  centros  nerviosos! 
Y  para  tanto  mal,  no  hay  más  que  un  remedio:  no  abusar  de  las  bebidas. 

AGUSTÍN  w.  REYES. 


EL  ECO. 


A  MI  AMIGO  ESTEBAN   BO&RSRO. 


Negro,  inmenso  talud,  cual  la  conciencia 
Del  malvado,  entre  breñas  encontré; 
Atraído  por  vértigo  de  ciencia, 
En  sus  bordes  de  bruces  me  arrajé. 

Buscando  la  raiz  de  su  cimiento 
De  noche  en  noche  la  mirada  va; 
¿Qué  hay  más  alláT  grité.  Lejano  acento 
Contestó  como  en  burla:  ¡Más  allál 

Viajero,  que  en  la  cúspide  del  mundo, 
Sobre  el  abismo  de  la  muerte  estás, 
Tú  clamas  con  pavor,  y  en  lo  profundo 
Responde  el  eco,  el  eco  nada  más! 

ENRIQUK  J.  DE  VARONA. 


/ 


LOS  PADRES  Y  LOS  HIJOS  EN  EL  SIGLO  XIX. 


LSS  PSRSS  IT  LES  ENFANTS  AU  XIX  SiECLE— ENPANCK    ET  ADOLESCENCB. — Par    EineSt 

LegonTé,  Membre  de  V  Academie  francaise.  T-  HetzeL — París. 

t 

I. 

INFANCLA  Y  ADOLESCENCIA. 

Al  afán  de  ilustración  de  nuestra  época,  parece  que  no  eran  bastantes  el 
Periódico  y  el  Libro:  necesitaba  la  Revista,  que  tiene  de  uno  y  otro:  del  pe- 
riódico por  el  tiempo,  por  la  forma  y  por  la  noticia:  del  libro  por  la  doctri- 
na, la  severidad  y  la  ciencia:  y  más  que  nada,  porque  es  elemento  de  su 
vida,  y  su  misión  propia,  reflejar  el  libro.  ^ 

En  las  Revistas  que  tienen  un  nombre  en  Europa  y  América,  cada  obra 
nueva  encuentra  su  lugar  propio  y  como  su  razonado  anuncio  para  satisfíi- 
cer  los  espíritus  que  esperan  y  despertar  el  deseo  de  los^que  estudian. 

La  DE  Cuba  ha  seguido  ya  esa  via  con  Los  tres  Historiadores  Cubanos^  La 
idea  filosófica  del  derecho  individual  y  social.  La  üng&lstica  fnodemJríioy  Iz 
continua  con  este  ligero  estudio  sobre  Los  padres  y  los  hijos  en  el  siglo  XJXy 
de  Ernesto  Legouvé. 

Como  Paul  Janet  escribió  sobre  La  felicidad,  Aimé  Martin  sobre  La 
madre  de  familia^  Michelet  sobre  El  amor,  Ernesto  Legouvé  ha  escrito  so- 
bre el  problema  de  la  educación  en  este  siglo,  que  no  por  ser  de  poca  apa- 
riencia, es  el  menos  grave  de  los  que  pueden  ocupar  nuestras  meditacio- 
nes. 

Más  modestos  que  otros  escritores  y  tan  distinguidos  como  ellos,  han 
dejado  estos  las  alturas  de  la  filosofía  que  desvanecen,  los  secretos  de  la 
ciencia  que  siempre  maravillan,  las  leyes  de  la  historia  que  admiran^  para 
ocuparse  en  la  vida  práctica  del  hombre,  de  su  espíritu,  en  lo  más  íntimo  y 
personal  que  tiene,  estudiando  sus  confííctos,  señalando  sus  reglas  de  des- 
arfbUo,  en  la  íorma  más  santa  que  alcanza:  en  las  relaciones  de  la  familia. 

La  formación  de  un  espíritu  para  su  época  es  ardua  y  complicada  tarea 


REVISTA   DE   CUBA.  1 39 

que  tíene  algo  de  psicológico,  de  moral  y  de  histórico;  porque   exige  en  el 
e<Iucador  el  conocimiento  del  espíritu  que  va  á  templar,  del  bien  que  de- 
h>e  inculcar,  y  del  momento  en  que  se  desenvolverá  aquella  individua- 
lidad que  está  encargado  deformar.  Atenas  formaba  filósofos   y   artistas, 
£!sparta  ciudadanos:  Roma  guerreros:  la  edad  media  señores   ó   vasallos: 
hoy  es  necesario  formar  hombres  para  la  vida  complicada  y  dificilísima  de 
siglo. 
Y  como  la  primera  y  más  importante  preparación  para  la  vida,  está  en 
familia,  el  distinguido  académico  se  propone  estudiar  el  hecho  social  de 
importancia  que  en  la  moderna  sociedad  han  adquirido  los  hijos   en    la 
£^ixiilia,  señalando  los  medios  de  que  esa  evolución  innegable,  como  tantas 
otras  de  este  siglo,  sea  un  verdadero  bien,  y  fuente  de  mejor^iento,  antes 
que  peligro  y  daño  para  la  sociedad. 

£n  otros  términos,  Legouvé  hace  un  estudio  comparativo  de  las  relacio- 
jcies  del  padre  con  el  hijo  en  épocas  pasadas,  y  en  la  actual:  entre  el  poder 
4Que  escribió  rudamente  en  las  Doce  Tablas  el  Derecho  Romano,  y  la  auto- 
^dad  que  conceden  los  códigos  modernos  y  robustece  el  afecto:  concluyen- 
do como  no  podia  menos,  por  la  proclamación  de  la  doctrina  del  afecto  y 
ISL  individualidad  en  el  hijo.  Su  obra  es  de  educación  del  espíritu. 

La  forma  en  que  trata  el  asunto  es  sencilla,  y  como  él  la  llama,  personal 
humanitaria:  es  el  Diario  de  un  padre  que  comienza  á  los  treinta  y  cinco 
la  educación  de  un  hijo  de  seis  ó  siete:  el  estilo,  sencillo,   elegante,  á 
-^eces  conmovedor,  que  es  el  don  de  los  escritores  de  genio;  el  plan,  dura- 
^:5eras  lecciones  que  dan  las  cosas  que  nos  rodean,  ó  discusión  de  doctrinas 
^^ara  aplicarlas  á  determinados  hechos.  Nada  de  dogmatismo  ni  filosofía:  la 
i^'^olucion  en  las  relaciones  de  la  familia  es  demasiado  confusa,  y  se  está 
daciendo  todavía:  produce  gran  incertidumbre  en  los  espíritus  y  los  cora. 
-^^OiieSy  los  hechos  se  confunden  y  chocan  con  las  máximas;  los  casos  parti- 
^itlaresson  complicados  y  numerosos,  los  sentimientos  representan  im  gran 
3f>ely  para  que  pueda  formularse  hoy  un  libro  de  doctrina,  dice  el  distln- 
■*icio  escritor, 
-^sí,  refiriendo  un  hecho  particular,  trata  la  cuestión  general:  pintando  un 
la  y  una  vida  paternal,  quiere  que  en  ellas  se  reflejen  y  resuman  las  dé- 


os síntomas  revelan  al  autor  la  importancia  creciente  del  hijo  en  la  fa. 
>;  el  tratamiento  como  de  igual  á  igual,  di  tú^  entre  padres  é  hijos;  y  el 
por  la  pérdida  de  los  hijos.  Dos  hechos  de  los  cuales  el  primero    solo 
plicable  á  nuestra  familia,  pues  el  segundo  aun  no  entra  completo   en 
costumbres^por  razones  de  religión,  que  á  nadie  se  ocultan.  Mas  no 
eso  será  menos  cierto  que  entre  nosotros,  como  en  Francia,  ó  en  cual, 
a:  otra  sociedad  moderna  puede  decirse:  ios  señores  hijos^  [Messieurs  tes 
^^^3rtís,)  expresando  con  una  frase  el  hecho  histórico  á  que  nos  referig^os. 
X'ara  algunos  espíritus  timidos  y  refiractaríos,  tal  hecho  es  un  mal,  que  ne- 


^ 


1 


140  REVISTA    DE  CUBA. 

cesita  pronto  remedio,  qiie  ataca  la  base  de  la  familia,  que  es  germen  de 
muerte  para  la  saciedad;  y  en  su  error  llegan  á  exigir  mayor  fuerza,  mayor 
podier  «n  el  padre:  el  derecho  á  desheredar,  como  si  no  fueran  bastantes  las 
mejoras  y  la  carraccion  escritas  en  la  ley. 

A  esto  dice  Legouvé:  'Tensáis  que  un  arma  más  en  arsenal  tan  provisto 
''dará  al  padre  la  autorid^  que  le  falta?  ¿Mo  sabéis  rio  que  es  autoridad? 
''Autoridad  y  poder  son  cosas  distintas:  la  autoridad  es  cosa  moral,  se  ^^er- 
ce  sobre  las  almas,  ni  la  fuerza  ni  el  ienror  la  dan:  la  autoridad  exige  juati. 
da  en  el  que  la  ejerce,  respeto  en  el  que  la  acepta  y  obedeite  " 

Frente  á  frente  el  padre  y  el  hijo  en  la  intimidad  del  hogar,  en  la  yída  de 
todos  los  dias,  comieoasa  el  Diario  del  padre  con  la  enseñanza  sébre  un  ob- 
jeto material  en  el  capítulo  La  excursión^  cuya  enseñanza  repite  jen  el  de 
Los  enemigos  y  Amor  de  lo  bello,  dirige  el  sentimiento  dd  hijo  en  Nuesir» 
bienestary  Educación  de  la  conciencia  y  exi  Educación  del  va¡oryy^acxk\ítt\  pro- 
blema de  los  castigos  corporales,  del  papel  del  padre  en  la  enseñanza;  dan. 
do  sencillas  reglas  sobre  los  juegos,  los  gustos  y  la  urbanidad,  siempre  ^e 
acuerdo  con  el  principio  de  personalidad  en  el  hijo,  y  del  alecto  en  d  pa- 
dre, que  dominan  toda  la  obra.  Conduye  con  un  cuadro,  Un  rey  Leardealdea^ 
que  da  lugar  á  dolorosas  reflexiones  sobre  la  ingrcUiiud  fiücU  en  ci  campeá- 
no  francés,  y  su  remedio:  capítulos  que  salen  del  plan  dd  libro,  como  dice 
su  mismo  autor. 

Tal  es  el  trabajo  de  Legouvé  que  estudiamos,  y  ya  se  comprende  por  la 
sustancial  referencia  hecha,  cual  sea  su  importanda,  y  como  toca  las  difi- 
cultades más  serias  de  la  educación  en  la  infancia,  y  la  adolescencia. 

Entremos  un  poco  en  su  detalle.  La  excursión  del  primer  capítulo  es  al 
xpdedor  de  un  cuarto;  proyecto  que  despertó  en  el  padre  la  sencilla  pre- 
gunta del  niño.  ¿Por  qué  se  aviva  el  fuego  al  soplado?  La  curiosidad  na- 
tMnd  del  niño  obligó  á  reconocer  al  padre  la  indiferencia  en  que  vivía  ro- 
de^ulo  de  enseñanzas  desconocidas:  y  desde  aquel  instante  se  propusoapren- 
der  para  enseñar.  Comenzó  la  educación  del  padre  por  el  hijo,  y  da  de  este 
por  aquel:  doble  fenómeno  moral  que  es  todo  el  secreto   del  perfecctona- 

miento  de  la  ¿unilia  moderna. 

El  primer  objeto  de  la  enseñanza  es  el  cristal;  el  contraste  entre  su  vul- 
garidad y  sencillez,  y  sus  múltiples  y  admirables  aplicaciones  hacen  ^ar 
la  atención  del  padre,  para  despertar  la  del  niño.  Producto  de  arena  j  ce- 
niza, conquista  para  el  hombre  la  luz,  lo  proteje  en  las  casas  contra  las  in- 
demencias  del  tiempo,  le  abre  las  puertas  dd  conocimiento,  auxiliando  su 
vista  cuando  empieza  á  fatigarse  con  el  lente:  lo  acerca  al  délo  con  el  te- 
lescopio: mide  el  calor  y  d  tiempo  con  el  termómetro  y  el  barómetro,  y  al- 
canza mil  aplicaciones  útiles  en  la  vida  que  hacen  de  él,  compañero  perpe- 
tuo dd  hombre. 

£1  agua,  el  aire,  el  fuego,  d  gas,  la  dectricidad,  son  motivos  de  una  toe- 
don  práctica  con  el  nombre  de  enemigos.  Tanto  daño  como  pueden  hacer 


REVISTA  DE   CUBA.  14I 

libres  y  sin  freno  alguno,  así  proporcionan  el  bien  dominados  por  la  cien- 
Poderosos  elementos  de  la  naturaleza,  están  como  toda  ella  dominados 
el  hombre.  Constantemente  á  su  lado  para  todos  los  usos  de  la  vida^ 
son  como  ima  amenaza  de  muerte,  y  siempre  humildes  obedientes  al  man- 
dato de  su  Señor,  en  guerra  unos  con  otros,  destruyendo  sus  mutuos  efec- 
tosy  para  servicio  de  aquel  que  los  tiene  bajo  su  cetro  por  la  inteligencia. 

Csta  forma  de  lección  por  el  conocimiento  y  la  admiración,  es  la  más 
psovechosa  al  espíritu  del  niño:  es  el  principio  del  sistema  moderno,  que 
tan  buenos  resultados  da  en  Europa  y  América.  ^'Se  sabe  dos  veces  una 
^'cosa  cuando  se  conoce  y  se  admira,"  dice  Legouvé.  Y  lo  que  así  se  fija 
«n  la  imaginación,  rara  vez  desaparece. 

Con  la  inteligencia  debe  cultivar  el  padre  el  sentimiento  encauzándolo, 
sin  exagerarlo,  pues  no  baria  un  hombre;  y  sin  embotarlo,  porque  formaria 
"«in  egoista,  ó  tal  vez  un  monstruo. 

El  sentido  capítulo  Nuestro  bietiestary  tiene  por  objeto  inculcar  al  niño  la 
:3dea  de  que  el  bienestar  que  lo  rodea  es  preparado  con  dolor,  la  elegancia 
¿Kncilla  que  lo  encanta,  con  miserias.  No  hay  im  solo  objeto  de  cuantos  nos 
acompañan  que  no  represente  lágrimas,  dolores,  catástrofes  y  sangre. 

£1  martirologio  del  trabajo  es  grande:  ^'Piensa  siempre  en  él,  dice  el  pa- 
'^dre,  porque  á  ello  te  obliga  el  título  de  privilegiado.  No  te  acuestes  en  el 
''lecho  sin  pensar  en  los  que  lo  hicieron,  y  quizás  carecen  de  él;  no  te  sien- 
''tes  al  lado  del  hogar  sin  acordarte  que  aquellos  que  lo  construyeron  tie- 
''nen  frió;  y  en  fin,  llena  tu  pequeña  alcoba  de  todos  los  amigos  desconocidos 
''que  te  prepararon  un  retiro  en  tu  trabajo,  un  abrigo  para  tus  placeres: 
''piensa  alguna  vez  en  tu  padre,  que  tanto  piensa  en  tí;  y  así  este  querido 
"hogar  será  una  eterna  lección  de  piedad,  de  reconocimiento  y  ternura." 
Así  se  forma  un  alma  para  la  caridad. 

La  conciencia  también  necesita  educación.  Y  el  padre  de  Mauricio  (así 
llama  al  hijo  Legouvé)  cada  dia  la  ejercita  con  casos  prácticos  que  refiere, 
preguntas  que  hace  al  niño,  consultando  su  criterio  en  un  conflicto  entre  la 
Díioral  y  la  utilidad;  fijando  así  la  idea  del  bien,  que  cuando  echa  raices  en 
Un  corazón  niño,  difícilmente  se  arranca  ni  conmueve.  £1  primer  cuidado 
del  padre  es  estudiar  el  carácter  del  niño:  y  nada  más  diñcil  de  fijar  que 
los  puntos  culminantes  en  esa  naturaleza,  tan  móvil  y  variable. 

Una  vez  conocidos  y  dirigidos  en  buena  forma,  el  éxito  es  seguro.  ^^Los 

**niños  bien  nacidos,  é  instruidos  en  lo  que  es  bueno,  escribe  nuestro  autor, 

^«alcanzan  una  honradez  candidamente  inquebrantable  que  apenas  conoce 

**la  virtud.  Nada  los  turba,  nada  los  desvia.  Puros  aun  de  todo  comercio 

*^con  los  hombres  y  las  cosas,  ignorantes  de  todo  lo  que  es  acomodamien- 

'*to,  transacción;  consideración,  su  alma  permanece  inflexible  en  la  verdad, 

'*no  como  los  justos  y  los  sabios,  por  una  voluntad  razonada  sino  (si  es  per- 

••mitida  la  palabra,)  estúpidamente,  y  por  no  comprender  otra    cosa."  Ese 

es  el  capítulo  del  Diario,  titulado  Educación  de  la  conciencia^  en  su  parte  esen- 


142  REVISTA   DE   CUBA. 

cialf  prescindiendo  de  los  casos  perfectamente  escogidos  y  combinados,  que 
propone  á  la  consideración  del  niño. 

El  amor  de  lo  bello  es  quizás  de  todos  los  sentimientos  el  que  más  culti- 
vo necesita.  La  idea  y  la  aspiración  existen  en  el  hombre,  su  desarrollo  y 
manifestación  necesitan  escrupuloso  maestro  para  que  no  se  extravien  en 
la  realidad. 

¿Cómo  deñnir,  escribe  el  padre,  en  el  capítulo  sobre  ese  asunto,  esta  ex- 
traña pasión  que  no  tiene  por  objeto  ni  lo  que  toca  al  corazón,  ni  lo  que 
nos  hace  más  ricos,  ni  lo  que  es  útil  al  cuerpo,  ni  lo  que  nos  da  más  consi- 
deración, y  que  se  satisface  en  la  contemplación  solitaria  de  una  de  las 
más  pequeñas  creaciones  del  universo? 

Toda. definición  sería  elevada  y  oscura  para  la  inteligencia  del  niño:  se 
necesita  un  ejemplo  práctico,  que  encuentra  nuestro  educador  en  el  amor 
de  un  vieJ9  labrador  por  las  flores. 

Con  ese  hecho  enseña  al  hijo  lo  que  es  amor  de  lo  bello*,  como  cabe  en 
todos  los  espíritus  desde  el  más  rudo,  hasta  el  mejor  cultivado,  y  como  ne- 
cesita dirección  y  enseñanza  para  perfeccionarse  y  elevarse.  Esta  parte  de 
la  obra  es  una  lección  de  estética. 

El  valor  también  se  forma  y  ha  de  ser  importante  cuidado  del  padre, 
adornar  al  hijo  con  esa' virtud,  para  la  vida.  Es  indispensable  como  base 
del  honor,  de  la  dignidad,  del  respeto  mutuo.  El  que  no  trae  al  mundo  esa 
condición  como  propia  de  su  ser,  aquel  que  no  es  un  héroe,  puede  ser  un 
hombre  digno  que  sepa  permanecer  firme  en  su  puesto,  siempre  que  el  ho- 
nor se  lo  demande. 

El  valor  de  Mauricio  se  educa  con  la  lectura  de  bíografias  de  héroes,  y 
poniéndolo  su  padre  al  frente  de  una  barricada  en  las  calles  de  París,  en 
junio  de  1848.  Aquella  alma  estaba  bien  templada  y  la  voluntad  dominó 
el  instinto  de  conservación. 

Todo  este  capítulo  es  la  relación  conmovedora  de  las  preocupadpncs  de 
un  padre  al  notar  síntomas  de  debilidad  moral  en  su  hijo:  de  sus  cuidados 
por  destruirla,  de  su  afán  por  darle  energia,  de  su  dolorosa  decisión  para 
conducirlo  al  peligro  como  prueba,  de  su  desesperación  al  verlo  herido,  de 
su  contento  y  satisfacción  cuando  f)asado  el  peligro,  se  convenció  que  po* 
dia  y  sabia  Mauricio  cumplir  con  su  deber. 

Hay  una  serie  de  inclinaciones  en  los  niños,  los  gustos,  que  no  se  estu- 
dian bastante,  y  que  pueden  ser  fuente  provechosa  de  utilidad  y  benéfico 
esparcimiento.  "Los  gustos  no  llenan  la  vida:  pero  sí,  los  momentos  de  so- 
"laz;  con  ellos  descansamos  del  trabajo,  nos  iniciamos  en  el  trabajo  de  los 
"otros,  y  kbren  nuestro  espíritu  y  nuestros  ojos  á  las  bellezas  naturales,  á 
"la  belleza,  al  arte,  al  mérito  de  las  obras  de  industria."  Cultivarlos  después 
de  conocidos,  es  obra  del  padre:  y  tanto  pueden  ser  intelectuales,  como  fí- 
sicos y  materiales. 

Después  de  referir  como  despertaba  en  el  niño,  el  gusto  por  la  ocupa- 


REVISTA   DE   CUBA.  1 43 

<rion  material  de  carpintero,  por  el  ejercicio  corporal  de  la  pesca,  por  la 

bistoria  natural,  estudiando  las  costumbres  de  los  pájaros  y  disecándolos, 

x*esume  Legouvé  su  teoría  en  estas  frases:  ^'Dos  clases  de  maestros  forman 

'^nuestro  espíritu:  el  profesor  que  nos  enseña  un  arte,  una  ciencia,  una  pro- 

**fesion;  y  los  iniciadores  que  abren  nuestro  corazón  á  alguna  noble  y  pura 

'^pasión.  Jamás  olvidamos  á  aquel  que  nos  enseñó  las  bellezas  de  la  música 

^'y  el  encanto  de  las  flores.  Estos  gustos  que  son  algunas  veces  placer, 

^'pueden  llegar  á  ser  consuelo." 

Hasta  aquí  hemos  agrupado  todos  los  capítulos  que  pudiéramos  llamar 
de  educación  práctica  moderna.  Ahora  estudiemos  aquellos  que  son  de 
discusión  y  doctrina.  En  el  Diario  están  escritos  como  diálogos  estre  el 
padre,  la  madre  ó  un  tercero  sobre  un  acto  cualquiera  adaptable:  es  el  mo- 
do de  presentar  el  pro  y  el  contra  para  deducir  la  doctrina,,  que  así  puede 
juzgarse  con  más  acierto.  El  sistema  de  los  ñlósofos  de  la  antil^edad,  y  el 
que  mejor  revela  el  estudio  en  el  autor. 

La  cuestión  de  los  castigos  corporales  en  la  educación  puede  decirse 
que  es  en  su  germen  la  cuestión  eterna  de  la  humanidad;  las  luchas  entre  la 
íiierza  y  la  inteligen  cia:  Forcé  prime  droit.  que  todavía  está  por  decidir',  y 
quizás  jamás  se  resuelva  en  el  círculo  vastísimo  de  las  nacionalidades. 

£d  la  práctica  de  la  educación  está  ya  juzgada.  Los  castigos  corporales 
han  desaparecido  por  completo  en  la  ley,  y  en  el  hecho  casi  del  todo.  Tra- 
ta Legouvé  el  asunto  en  un  diálogo  animadísimo,  entre  el  padre  y  la  91a- 
dre  con  motivo  de  cierta  ligera  falta  que  quiso  aquel  corregir  por  la  fuer- 
za, en  que  se  presentan  con  verdadera  pasión,  una  y  otra  doctrina,  conclu- 
yendo por  resumif  toda  la  teoría  en  estas  palabras  elocuentes:  ^'Nó!  Si  que- 
'^reis  ser  dignos  de  educar  criaturas  humanas,  no  maltratéis  el  cuerpo  para 
^'dominar    el  alma;    sino  conquistad    el  alma    para    dominar   el   cuer- 
**pOv  Es  preciso  levantar  los  espíritus  antes  que  humillarlos;  buscad  castir 
^*|^  moral  para  mejorar  con  el  castigo  mismo.  Ante  todo  acordaos  que  el 
**primer  principio   del  siglo  XIX  es:  honra  en  todo  hombre  el  espíritu,  y 
**para  que  aprenda  á  respetarse,  respétalo  primero." 

Hablan  de  nuevo  el  padre  y  la  madre^  en  el  momento  que  comienzan  los 

^^tudios  serios,  de  la  intervención  del  padre  en  los  estudios.  Ella  quiere  al 

X^adre  profesor,  este  sostiene  que  no  es  esa  su  misión.  Seria  un  maestro  inter- 

icmitente  y  por  añcion.  El  padre  debe  limitarse  á  escoger  el  profesor,  á  vigi- 

Isur  el  estudio,  á  auxiliar,  á  completar  el  maestro:  nunca  á  reemplazarlo. 

Y  cuando  llega  la  hora  del  colegio  y  de  la  universidad,  después  de  he- 
^la  la  elección,  estudiar  y  ayudar.  El  distinguido  académico  examina  las 
^rentajas  y  los  inconvenientes  de  la  educación  secundaria  en  casa,  en  esta- 
blecimiento esclesiástico,  en  colegio  como  interno  ó  externo  libre,  y  al  fin 
se  decide  por  esta  última  forma.  De  esta  manera,  nunca  falta  el  calor  de 
la  familia  al  joven  que  se  forma. 

¿La  ternura  y  la  autoridad  son  qpmpatibles  en  la  familia  moderna?  En  el 


144  REVISTA  DB   CUBA, 

capítulo  noveno  resuelve  Ernesto  Legouvé  esta  cuestión  de  verdadera  y 
grande  importancia,  en  las  relaciones  de  la  familia.  El  diálogo  es  entre  el 
padre  que  escribe,  y  un  amigo  cuyo  hijo  ha  faltado  á  su  madre.  En  la  reac- 
ción dd  sentimiento,  quiere  el  amigo  borrar  la  historia  y  traer  de  nuevo  á 
la  familia  los  principios  de  autoridad  absoluta,  de  profundo  respeta  que  se 
veían  en  tiempos  pasados.  El  cuadro  comparativo  entre  una  y  otra  familia 
es  perfecto,  resaltando  los  inconvenientes  de  ayer. 

^^Ciertamente,  contesta  á  su  amigo  el  padre,  ser  padre  era  más  fibnl 
'^tes  que  hoy:  gobernar  su  familia  detras  de  nubes  como  los  Dioses^  del 
''Olimpo,  no  salir  sino  en  momentos  dados,  con  el  aparato  de  la  omnipo- 
'^tendía  y  la  majestad,  con  la  frente  severa  que  hace  temblar,  no  intervenir 
''sino  en  los  desplaces  como  el  dios  máquina,  tal  era  el  papel  de  padre 
'^absoluto,  más  cómodo,  más  fócil  que  el  duro  oficio  de  padre  moderno. 

"Ho3rl||taos  padres  constitucionales,  pero  sin  ministros  responsables.  Si 
"como  estoy  convencido,  la  santidad  de  un  destino  se  mide  por  la  entidad 
"de  los  deberes  qu^  impone,  y  de  las  virtudes  que  exige;  si  Dios  ama  para 
"el  hombre,  y  el  hombre  debe  amar  por  sí  mismo  las  sendas  estrechas  y  di- 
"fídles  que  son  las  que  llevan  á  lo  alto,  ¿cómo  pretender  que  la  paternidad 
"moderna  sea  inferior  á  la  antigua?  Aquella  suponia  la  virtud  en  el  padre: 
"esta  la  impone,  y  por  lo  mismo  la  Cacilita.  Creedme,  amigo  mió,  agrega 
"cuando  el  padre  haya  adelantado  en  su  diñdl  aprendizaje  de  padre,  cuando 
^'^  lugar  de  ser  venerado  por  solo  su  título,  lo  sea  por  su  virtud;  cuando 
"haya  conquistado  á  fuerza  de  ser  conocido,  el  respeto  que  no  inspiraba  á 
"menudo,  sino  á  fuerza  de  ser  desconocido,  entonce  su  autoridad  será 
"inquebrantable,  como  basada  en  la  verdad,  y  no  en  la*  ficción:  no  tendrá 
"que  temer  del  tiempo  ni  de  sus  tristes  revelaciones.'' 

"Es  la  temum  en  la  familia,  concluye  el  padre,  como  la  libertad  en  el 

.  ''Estado.  Nada  pueden  sin  la  autoridad.  La  ternura  bien  entendida  y  or- 

"denada,  robustece  la  autoridad  moralizándola.  No  se  puede  amar  verda- 

^'deramente  á  los  hijos,  sin  conservar  la  parte  de  poder  necesaria  al  desen- 

*'volvimiento  de  ese  mismo  afecto." 

La  urbanidad  aristocrática,  la  |||>anidad  democrática,  es  un  capítulo  en 
que  se  presentan  por  el  padre,  un  amigo  y  el  marqués  de  Luxeil,  hrente  á 
frente  las  formas  sociales  y  modernas,  y  las  de  la  sociedad  que  ha  pasada. 

El  marqués  celebra  las  maneras  de  otro  tiempo,  la  cultura  del  trato  so- 
cial, su  delicadeza.  Los  interlocutores  sostienen  que  la  urbanidad  de  hoy 
oculta  menos  malicia,  es  más  franca,  tiene  principio  más  sólido,  como  es  la 
igualdad.  El  noble  era  político  y  atento  por  sí  mismo:  hoy  lo  somos  por 
respeto  á  los  demás. 

La  doctrina  que  se  deduce  es  que,  "si  nuestra  política  es  más  pura  en 
"su  principio,  la  antigua  es  más  graciosa  en  su  forma,  más  caballeresca  en 
"su  expresión.  Para  hacer  un  hombre  perfectamente  educado  se  necesitan 
"dos  cosas,  los  principios  modernos:  Ufi  maneras  ám  otra  sociedad." 


REVISTA   DE   CUBA.  I4J 

Un  Rey  Learññ  aldea,  llama  Legosvé  la  triste  historia  queea  su  penul- 
tisno  capítulo  refiere  de  un  padre  débil,  amante*  de  su  hijo  el  tío  Boyer^ 
q^^  cediendo  á  las  instancias  de  la  nuera,  le  cedió  en  vida  todos  sus  bienes 
^R  cambio  de  un  renta  vitalicia,  y  concluyó  por  verse  abandonado  tie  sus 
ImijoSy  suprimida  la  renta,  y  desesperado,  pedir  á  la  muerte  el  término  de  su 
c3olor. 

Como  el  trágico  inglés  escribió  el  drama  de  ese  nombre  para  levantar  un 
l^>edestal  á  la  ideal  ñgura  de  Cordelia,  Legouvé  ha  escrito  ese  capitulo  pa- 
ra pintar  las  consecuencias  de  la  debilidad  de  un  padre,  y  de  la  ingratitud 

<ic  un  hijo 

Las  reflexiones  que  cierran  la  obra,  sobre  la  ingratitud  ñlial,  son  especia- 
1  es  para  el  campesino  de  Francia,  al  cual  no  han  llegado,  según  el  autor, 
l.as  nuevas  costumbres  que  deben  completar  los  nuevos  principios.  Coa 
^Uas  deben  estenderse  como  remedio  al  mal,  la  asociación  y  la  r||[||liony  que 
«siejoran  é  ilustran.  £n  las  clases  bajas,  son  los  hijos  los  que  deben  educar- 
le; en  las  clases  ricas  son  los  padres.  No  nos  cansaremos  de  repetirlo,  di- 
,  en  la  sociedad  actual,  son  los  padres  los  que  primero  deben  educarse: 
e  ellos  ha  de  partir  el  progreso. 

No  os  hagáis  nunca,  aconseja  Legouvé  á  los  padres,  por  v  uestra  propia  vo- 

"untad  más  pobres  que  vuestros  hijos:  para  que  cuan  i  o  la  muerte  los  haga 

ueños  de  la  fortuna  no  puedan  poseerla  sin  acordarse  de  los  que  la  com- 

n  con  ellos.    '^Su  dolor  será  un  culto,  y  asi  revivirá  en  las  familias  un 

'sentimiento  más  puro  que  el  reconocimiento,  más  delicado  que  la   temu- 

;  porque  su  nombre  expresa  lo  que  se  debe  á  su  padre,  y  lo  que  se  debe 

ios:  la  piedad  filial, 

n  el  notable  trabajo  que  acabamos  de  estudiar,  dominan  tres  idea^  ca- 
es, que  ñja  su  autor. 

a  superioridad  del  principio  de  afección:  el  amor  en  la, familia.  * 
1  advenimiento  de  la  doctrina  de  la  individualidad, 
a  doble  educación  del  padre  por  el  hijo,  y  del  hijo  por  el  padre, 
como  hecho  superior  á  todos,  el  desenvolvimiento  cada  dias  más  gran- 
de la  vida  común  entre  padres  é  hijo^ 

n  la  segunda  parte  de  la  obra,  Lajtminiud^  que  será  objeto  de  otro  tra- 

o,  siempre  bajo  los  mismos  principios  estudia   Legouvé   puntos  tan  de- 

»i.c:<sfcd  s  como  La  f¿  religiosa^  La  herencia  física  y  moral,  Elanwry  Las  deudas, 

"V  en  ellas  como  en  la  que  es  objeto  *de   este  artículo,   aplica  el   autor 

c^  Tnismo  método:  señalar  el  mal,  detnostrar  el  bien,  buscar  b  mejor;   método 

cjixe  es  excelente  máxima  para  la  vida  y  para  el  estuiio. 

'        J    E.  B. 


í9 


MEDICINA  LEGAL 


INFOEMX  MEDICO  LBGAL  PRESENTADO  AL  JUZGADO  DE  BELÉN  SOBRE  LA  CAPACIDAD 

MENTAL  DE  D.  A.  E. 


Sr.  Alcaide  Mayar  de  Beleni 

Los  que  suscriben  D.  Pablo  Valencia  y  García  y  D.  Felipe  FrancMco 
Rodríguez  y  Rodríguez,  Dres.  en  Medicina  comisionados  .por  V.  S.  enla 
mis  bastante  forma  ''para  proceder  á  examinar  detenidamente  á  D.  A.  E. 
para  calcar  el  estado  de  su  capacidad  nuntal,  á  consecuencia  de  los  autos 
promovidos  por  D"  V.  A,  y  E.  que  solicita  se  declare  incapacitado  aí  D.  A.;** 
después  de  haber  aceptado  el  desempeño  de  la  comisión  conferida  por  ese 
Juzgado,*  después  de  haber  examinado  detenidamente  en  repetidas  ocasiones 
y  en  diversas  circunstancias  al  sujeto  en  cuestión,  bajo  el  punto  de  vista  del 
asunto  que  se  debate,  vienen  hoy  á  deponer  ante  V.  S.  el  resultado  de  sus 
investigaciones. — Más  para  proceder  con  método,  espondrán  antes  de  en- 
trar en  materia  el  plan  que  se  propicien  seguir  porque  solo  de  este  modo  po- 
drán exclarecerse  los  hechos  é  interpretarse  en  su  genuina  significación.— • 
Así,  nos  ocuparemos:  i? — De  la  parte  samafica.^2^.  De  los  antecedenies  ó  As^ 
los  datos  etiologUos. — 3?  Be  los  fenómenos  pisquicos  ó  intekctucUes  y  morales. 
Y  4?  y  último. — Del  estcuio  de  capacidad  mental  de  E.. 

Trazado  el  plan  que  nos  proponemos  seguir  ocupémonos: 

I. 

De  la  parte  somática. — D.  A.  E..  es  un  hombre  de  72  años,  de  ea^ 
tatura  pequeña,  de  constitución  más  bien  fuerte  que  débil.  Su  cabeza  es  di*^ 
OWUta^  mal  conformada;  su  pelo  castaño  canoso,  corto,  atezado  y  grueso» 


REVISTA   DE   CUBA,  147 

^trantsaido  mucho  sobre  la  frente,  que  es  muy  angosta,  llena  de  surcos  en 
<]ístintos  sentidos,  los  que  le  dan  uva  apariencia  anfractuosa.  Sus  cejas  son 
amebas,  pobladas,  y  descansan  sobre  dos  repliegues  de  la  piel  que  engrosán- 
^iose  por  la  parte  inferior  de  los  arcos  superciliares,  y  más  hacia  su  porción 
:tem&j  caen  como  dos  velos  sobre  los  párpados  superiores  invadiendo  casi 
parte  media  de  la  cavidad  orbitaria,  que  alberga  unos  ojos  pequeñíslmoi 
^  escasos  de  espresion.  Las  sienes  son  deprimidas  y  contrastan  con  lo  pro- 
^niiiente  de  los  pómulos  que  son  muy  pronunciados.    Su  nariz  es  pequeña, 
^bata  y  mal  conformada.     Las  arrugas  también  se  presentaban  en  los  áo- 
jgulos  estemos  de  los  ojo?,  así  como  sobre  los  carrillos,  el  labio  superior,  él 
üoferior  y  la  porción  correspondiente  ?1  mentón  6  barba.     La  boca  et 
grande  y  entreabierta;  y  e^  semblante,  !é|Os  de  presentar  una  forma  óvoi- 
<iea  en  su  perímetro,   puede  decirse  que  es  poligonal,  por  que  en  la  físono- 
XDÍa  de  £..  predomina  la  línea  recta  lo  mismo  que  le  dá  un  sello  dÉéstupidez. 
£1  ángulo  facial  mide  muy  poca  estension.    Si  á  esto  se  agrega  el  color 
terroso  de  su  piel,  su  sequedad,  su  aspecto  escamoso,  su  poca  vascularidad; 
la  cortedad  del  cuello,  que  descansa  sobre  un  tronco  que  no   guarda  pro- 
porción con  la  magnitud  de  la  cabeza;     las  deformidades  que  presenta  és- 
te, por  la  corvadura  y  desviación  hacia  á  la  derecha  de  la  región  dorso- 
lumbar  del  raquis;  !a  acentuación  del  sistema  huesoso,  que  es  marcadísima; 
los  vicios  de  las  extremidades  superiores,   que  cuando  se  abandonan  á  si 
mismas  se  presentan  oblicuas  de  arriba  abajo,  de  fuera  adentro  y  de  detrás 
adelante,  permaneciendo  notantes  y  en  semiflexion;  y  si  á  todo  se  agrega  lo 
abigarrado  de  las  extremidades  inferiores,  se  tendrá  un  croquis  aunque  im- 
perfecto del  aspecto  físico  de  £.., — que  camina  encorbado,  con  dificultad  y 
claudicando.  ^ 

Sí  de  este  examen  superficial  pasamos  á  otro  más  detenido  de  los   siste- 
mas órganos  y  aparatos,  veremos:  que  el  sistema  huesoso  es  acentuado,  co- 
mo ya  dijimos,  y  que  el  esqueleto  presenta  deformidades,  siendo  las   más 
notables  las  que  se  deben  á  la  cfmsolidacion  de*algunos  discos  vertelmde^y 
las  nudosidades  de  los  dedos.  Que  el  muscular  está  desenvuelto  mediana- 
mente, apesar  del  poco  ejercicio  que  hace  el  individuo  examinado,  presen- 
tando el  deltoides  derecho  la  particularidad  de  manifesrar  contracciones 
Blüfibrilares,  ya  espontáneamente,  ya  en  virtud  de  un  estímulo,  de  un  modo 
semejante  al  que  se  observa  en  los  epilépticos  y  en  los  que  sufren  de  corea, 
ó  de  lo  que  pintorescamente  se  ha  llamado  delirio  muscular.    £1  sistema 
drculatorio  ofrece: — un  lijero  ruido  de  soplo  en  los  dos  tiempos;  una  desi- 
gualdad en  el  ritmo  de  las  radiales,  pues  mientras  la  derecha  ofrece  84 
pulsaciones  por  minuto,  en  la  izquierda  se  eleva  esté  número  hasta  88  la- 
tidos;  además,  los  vasos  venosos  superficiales  están  muy  desarrollados  y 
distendidos,  á  causa  de  su  poca  elasticidad. — £1  sistema  linfático  glandu- 
lar no  presenta  nada  de  notable.— £1  piloso  solamente  una  exajeracion  en 
determinados  puntos,  como  el  pabellón  auricular,  las  ventanas  nasales,  lo 


148  REVISTA    DE    CUBA. 

que  es  frecuente  en  los  individuos  de  alguna  edad.  El  sistema  nervioso, 
está  poco  desenvuelto,  si  se  atiende  al  escaso  desarrollo  que  presenta  la  ca- 
YÍdad  craniana,  y  las  manifestaciones  de  su  funcionalidad  están  en  armo- 
nía con  su  estado  orgánico.  También  deben  consignarse  los  otros  carác- 
wt8f  ya  mencionados,  al  describir  la  cabeza.  Si  de  los  sistemas  pasamos  á 
los  aparatos  veremos  que  el  respiratorio  no  ofrece  novedad. — Que  en  el  di- 
gestivo los  dientes  están  gastados  en  su  mayor  parte,  hasta  la  cavidad  al- 
Tcolar,  como  sucede  en  algunas  especies  animales;  que  la  lengua  está  como 
resquebrada,  teniendo  un  aspecto  semejante  al  de  las  circunvoluciones  cere 
bxales,  y  que  este  aparato  no  presta  á  U  observad-ion  ninguna  otra  particu- 
laridad digna  de  mencionarse,  á  no  ser  a  regularidad  con  que  íunciona, 
pues  E..  no  tiene  apetitos  depravados,  digiere  con  facilidad,  y  le  gusta 
todo,  según  sus  mismas  palabras.  Las  fiincio  íes  uro — poyeticas  se  de- 
sempeñan perfectamente;  y  4os  órganos  d^  1 1  generación  están  enervados 
por  completo,  consumidos,  porque  no  hay  instintos  genésicos,  porque  cor- 
ren parejas  con  la  edad,  aunque  ésta  no  traiga  siempre  consigo  la  extincioa 
de  las  facultades  de  reproducción,  ni  el  agotamiento  de  los  deseos  sexua- 
les.— Los  órganos  de  los  sentidos  funcionan  regularmente  á  no  ser  el  del 
oido,  que  es  algo  perezoso  en  sus  percepciones;  así  como  el  aparato  de  la 
fonación  que  se  produce  de  una  manera  embarazosa, — porque  á  E .  le 
es  muy  diñcil  expresarse,  como  veremos  en  el  curso  de  esta  observación. 
Con  lo  expuesto  hasta  aquí  traterémos: 


n. 

J}¿  los  antecedentes  ó  de  hs  datos  etioIógUos, — E..  es  natural  de  Heri- 
fiaela,  en  Navarra,  pueblo  situado  á  las  faldas  de  la  Sierra  Andia:  habita* 
ba  en  el  lugar  más  elevado,  y  era  pastor. — Los  poblanos  de  aquella  locali- 
dad, seg^n  su  propia  manifestación,  son  fuertes,  mas  de  estatura  pequeña. 
No  recuerda  haber  observado  enfermedades  habituales  en  ellos,  mas  sí  que 
había  muchas  mujeres  que  sufrían  del  bocio  ó  paperas,  como  á  un  enluto 
de  legua  de  su  residencia,  donde  hay  muchos  nogales,  y  junto  al  río  Abár- 
zuza  donde  iban  á  lavar.  Refiere  que  sus  padres  han  muerto,  más  ignooi^ 
las  enfermedades  que  sufrieron  y  de  lo  que  murieron. — Dice  no  haber  ex- 
perimentado ninguna  dolencia  en  su  niñez  á  no  ser  el  sarampión  y  varías 
caídas;  que  solo  tuvo  un  hermano  el  que  sucumbió  antes  de  nacer  él,  igao> 
rando  la  causa  de  su  muerte.  Que  sus  padres  no  tenian  vicios,  ni  eran  pa- 
ríentes  ni  mal  conformados.  Manifestó  que  contrajo  matrimonio  cuando  el 
convenio  de  Vergara,  [1840J  que  entonces  cambió  de  posición,  que  aban- 
donó la  vida  de  pastor  y  que  desde  aquella  época  hasta  la  fecha  no  se  ocu. 
pa  de  nada,  viviendo  al  lado  del  Sr.  C,  al  que  debe  muchas  atenciones. 
Indicó  así  mismo  que  este  respetable  Sr.  quería  instruirlo  pero  que  el  nú po- 


REVISTA    DE   CUBA.  1 49 

^ia  instruirse.  Que  su  esposa  se  ahogó  en  el  rio  Sarria  álos  dos  años  de  ca- 
sada y  que  no  dejó  sucesión,  aunque  el  hizo  diligencia  pjjura  ello. 
Habiendo  tratado  ya  de  los  antecedentes,  ocupémonos: 


III. 

"De  los  fenómenos  psíquicos,  ó  intelectuales  y  morales, — En    este    grupo 
«comprenderemos  no  sólo  los  fenómenos  psíquicos  propiamente  dichos,  siuo 
'Cambien  todas  aquellas  manifestaciones  que  intervengan  más  ó  menos  direc- 
tamente en  la  solución  del  problema  que  nos  proponemos  dilucidar,  porque 
restando  estas  íntimamente  entrelazadas  con  aquellos,  no  es  propio  sepa- 
rarlos y  sí  muy  oportuno  presentarlas  paralelamente.     Hecha  esta  pequeña 
salvedad,  entremos  de  lleno  en  la  cuestión  que  debe  ocuparnos  por  ahora. 
£1  semblante  de  E..  no   es   espresivo,   es  completamente  mudo.     £1 
indiferentismo  caracteriza  sus  actos.     Para  moverse  necesita  uoa  impul- 
sión agena  á  su  voluotad.     Es  un  hombre  que  según  sus  propias  manifes- 
taciones, hace  32  años  que  no  se  ocupa  absolutamente  de  nada.     Solo  sale 
de  paseo  §lgunas  ocasiones  yendo  otras  á  misa. — Sus  actitudes  son  perma- 
nentes; las  que  le  hemos  visto  afectar  con  más  frecuencia,  al  estar  sentado 
¿s  descansar  ambos  codos  sobre  los  muslos,  aplicando  las  manos  á  las  me- 
^as,  ó  también  con  el  tronco  inclinado  introducir'ambas  manos  entre  los 
Muslos.  En  estas  posiciones  es  como  ha  contestado  casi  siempre  á  nuestros 
^terrogatorios.    Es  desaliñado  en  el  vestir.     La  ropa  se  le  sale  del  cuerpo » 
y   recordamos  ^que  un  dia  que  lo  hicimos  desnudar  para  hacer  el  exá- 
'Uen    directo  del  ámbito  esterior,  al  vestirse  después  de  haberse  puesto  la 
'^vita  lo  vimos  permanecer  con  las  faldas  déla  camisa  de  fuera,  cuando  ya 
^^  consideraba  perfectamente   ataviado,  y  así   salió  para  la  sala,  sin  darse 
^\ienta  de  ello,  habiéndole  costado  mucho  trabajo  al  vestirse  encontrar  la  le- 
'V^ta,  pues  no  se  acordaba  donde  la  habia  puesto. — El  radio  délos  afectos  es 
^^^>rtisimo  en  £.;  el  amor  de  la  patria  no  lo  atrae  y  cautiva,   y  le   es  lo 
^^ismo  estar  aquí  que  allá.     No  muestra  ningún  sentimiento  al  recordará 
^liis  padres  y  esposa.     No  ama  á  sus  deu  dos,  ni  quiere  tener  descendencia; 
le  tiene  apego  al  dinero,  no  se  ocupa  de  sus  int  ereses;  poseedor  de  un 
^^«ipital,  igaora  hasta  donde  llega,  así  como   el  valor  de  las  fincas  que  po- 
^^^e.      £1  único  cariño  que  tiene  es  al  Sr.  C.  y  á  sus  hijas.  Sus  contesta.. 
^^xones  siempre  son  lentas  y   difíciles  y  casi  siempre  que  habla  se  sonrip  de 
modo  semejante  á  los  que  sufren  de   un  reblandecimiento  crónico  del 
ro,  teniendo  dias  en  que  emite  el  pensamiento  con  más  dificultad  que 
^n  otros  y  en  los  que  solo  produce  despropósitos. 

Para  cerrar  este  cuadro  trasladaremos  aquí  el  resultado  de  algunos  in- 
terrogatorios hechos  á  £.. — Preguntado  el  dia  3  de  Setiembre  si  nos 
Habia  echado  de  menos,  respondió:  Nó; — ¿para  qué? — ¿Qué  dia  es  hoy?-— 


150  REVISTA   DE   CUBA. 

Yo  que  sé. — ¿No  es  dia  de  misa?  —  Ah,  sí. — ¿Para  qiíé  va  V.  á  misa? — ^Pa- 
ra encomendar  á  todos  los  hechores. — ¿Qué  representa  la  misa?— Nada. 
— ^¿Estaria  V.  todo  el  dia  en  la  Iglesia? — Unas  veces  sí,  otras  no.-*¿Qaé 
reza  V? — El  padre  nuestro,  el  credo,  y  así. — (Reñríó  la  primer  oración 
bien,  más  no  la  2*) — ¿Cuantos  médicos  vienen  á  verlo  á  V? — Cinco. — ¿To- 
dos juntos? — No, — [Era  positivo.] — Se  le  mandó  á  contar,  y  lo  hizo  hasta 
el  número  23,  equivocándose  antes  una  vez. — Se  le  advirtió,  más  no  pudo 
continuar. — Interrogado  que  si  tuviese  16$  «y  uno  más,  cuánto  tendría, 
contestó  que  eso  lo  sabría  otro.~24  más  uno  ¿cuánto  será?— >Uno  más.—* 
¿Si  se  tienen  dos  talegas,  una  con  600$  y  otra  con  500  cuál  tiene  más?— 
La  de  500. — Dos  más  dos  cuantos  son? — Eso  es  muy  largo.— Si  sale  V- 
con  4$  y  gasta  2  ¿con  cuántos  volverá  V.  á  su  casa? — Con  uno. — Si  le  dan 
á  V,  14  rs.  y  un  doblón,  qué  toma  V. — El  doblón. — ^Tiene  V.  bienes,  co- 
mo casas,  fincas  de  campo,  dinero? — Dinero  guardado  no  hay,  casas  ma- 
chas.— ^¿Cuántas  casas? — Como  no  las  he  visto,  no  sé. — ¿Cuánto  valdrá  la 
que  tiene  V.  en  la  calle  de  los  Oficios? — No  sé;  buscaría  quien  lo  dijenu— 
Si  la  ñiera  V.  á  alquilar  estaría  bien  en  3  onzas? — La  alquilarla  por'4. — 
¿Cuánto  valen  esos  zapatos  de  baqueta  que  lleva? — No  sé. — ^¿Silos  fuese  á 
comprar  estarían  bien  en  io$? — Ni  caros  ni  baratos. — ^Y  la  levita  de  géne- 
ro qué  lleva  puesta  en  25$  seria  barata? — Poco  cara,  pero  qué  remedio,— 
¿Gasta  V.  algo  al  mes? — Nada. — ¿Sabe  V.  si  es  ríco  ó  pobre? — No  tengo 
nada,  todo  se  lo  cejen  los  cutipiches, — ¿Sabe  V.  leer  y  escribir? — No. 

En  otro  dia  el  interrogatorío  hié  como  sigue: 

¿Cuando  estuvimos  aquí? — No  sé  cuando.  —¿Cuántos  días  hace?— No 
sé:  me  parece  que  2  (hacia  5  dias). — Por  la  mañana  ó  por  la  tarde? — Por 
la  noche  [era  por  la  mañana]  y  recuerdo  que  cerraron  las  puertas. — [Re- 
cordó también  otros  particulares.] — ¿Cuándo  se  casó? — Cuando  el  Conve- 
nio de  Vergara  (lo  mismo  manifestó  anteriormente). — Qué  edad  tiene  V? 
— Sesenta  años  (otra  vez  manifestó  que  iba  con  el  siglo). — ¿Recuerda  con 
quien  entró  en  el  cuarto  para  ser  examinado? — No  recuerdo. — ¿Desea  vol- 
ver ásu  tierra? — Nó,  porque  tendría  que  volver  por  el  frío  que  me  taladra- 
ría los  huesos. — Qué  le  gusta,  le  alegra  ó  le  contenta? — Por  todas  partes  an- 
do— nadie  me  dice  nada  y  para  qué? — -Qué  alimento  le  gusta  más?— Todo 
me  gusta  igual,  hasta  demonios. — ¿A  cuál  de  las  tres  personas  con  quien 
vive  quiere  más? — A  todos  iguales. — ¿Tiene  afecciones  en  España? — No 
— Tiene  paríentes?  Un  hermano  tenia  y  murió. — ¿Desearía  V.  tener  un  hijo 
ó  hija,  una  esposa  ó  una  persona  así  allegada  que  lo  quisiera  y  cuidara? — 
Nó,  estoy  mejor  solo. — ¿Recuerda  V.  algo  de  lo  preguntado  en  la  última  se- 
sión?— No  sé  nada. — ¿Cuántos  meses  tiene  el  año? — No  sé. — ^¿Cómo  se 
llaman? — No  sabe  por  cual  se  príncipia.  Nombrarónsele  los  prímeros  y  si- 
guió denominando  algunos  hasta  llegar  á  Agosto  en  que  se  detuvo. — 
¿Cuántos  dias  tiene  el  mes?— No  sé. — ¿Cuántas  semanas  tiene  el  mes?— 
Lo  ignoro. — ^¿Cuántos  dias  tiene  una  semana?— No  sé. — Como  se  llaman 


REVISTA   DE   CUBA.  15I 

los    días  de  la  semana? — Enero,  marzo,  etc.  (advertido  que  se  trata- 
ba de  días  y  nó  de  meses,  y  expresándole  los  primeros,  lunes,  martes) 
ágttió  diciendo  jueves,  enero,  abril  etc. — No  sé,  no  sé. — Un  individuo  que 
ha  vivido  un  siglo,  cuántos  años  ha  vivido? — Creo  que  12. — ^Qué  dia  es 
hoy?— Domingo — [lo  era] — ¿En  qué  se  diferencia  de  los  demás  dias? — 
No  se  trabaja  hasta  el  sábado. — ¿En  qué  más  se  distingue? — (Por  indica- 
ción de  los  familiares  presentes,)  (el  Sr.  C.   y  su  señorít^i  hija),  dijo — 
Se  va  &  misa  hasta  mañana  que  es  lunes. — ¿Cuantas  horas  tiene  el  dia?— 
Creo  que  siete, — No,  hombre!  es  la  mitad  de  24 — [Interrumpió  el  interroga- 
torio el  Sr.  C,.J — Cuántas  horas  son? — Siete    horas. — No ,  hombre,    es 
''íí^w.^No  sé. — En  que  se  divide  la  hora? — No  sé. — En  ese  dia  se  suspen- 
^  el  interrogatorio    porque  visiblemente  molestaba  al     Sr.  E..,— que 
presentaba  fenómenos  de  cansancio  intelectual ,  como  los  ofrecia  siempre 
qoe  se  le  cuestionaba  por  algún  tiempo,  debiendo  hacer  notar  también  que 
P^^  dar  las  contestaciones  que  hemos  apuntado  tenia  que  esforzarse  mu- 
^9  haciéndolo  con  demasiada  lentitud. 

Ré  aqui  Sr.  Alcalde  Mayor,  los  datos  que  hemos  podido  reunir  para  con 
^03  resolver  la    cuestión  propuesta  por  V.  S.  ó  lo  que  es  lo  mismo  para 
^oJiftccr  el  estado  de  capacidad  mental  de  D.  A.  E. — ^Y  el  problema  no  es  sen- 
^o  en  verdad|  porque  á  la  perspicacia  del  Juzgado  no  puede  ocultarse  ni 
por  un  mom  ento,  que  todas  las  cuestiones  que  se  refieren  á  la  patologia 
dental  siempre  se  encuentran  erizadas  de  dificultades,  más  ó  menos  insu- 
perables, bien  porque  las  observaciones  no  se  hacen  por  todo  el  tiempo 
necesario,  ni  en  las  circunstaneias  qne  se  requieren;  bien  porque  muchos 
^iktecedentes  no  es  posible  recojerlos,  ó  no  se  recojen;  bien  porque  los  es- 
PWtus  pasan  con  más  ó  menos  lijereza  por  los  fenómenos,  y  satisfechos  con 
Una  observación  somera,  fugaz,  se  elevan  á  concepciones  que  participan 
^c  este  mismo  carácter,  lo  que  no  puede  enjendrar  más  que  el  error;  bien 
porque  aunque  siempre  los  íenómenos  son  los  mismos,  idénticos,  inmuta- 
hlesy  no  tienen  siempre  la  misma  significación  para  todas  las  inteligencias, 
porque  cada  uno  los  interpreta  según  el  grado  de  instrucción  que  posee  so- 
bre lo  observado,  y  la  altura  á  que  puede  remontarse;  ó  bien  porque  no 
"^í^o  valor  á  los  hechos  más  expresivos,  se  fija  uno  en  aquellos  que  care- 
^^6tt  de  toda  significación;  y  últimamente,  bien  por  que  muchas  ocasiones, 
^^^^o  lo  expresan  todos  los  alienistas,  es  muy  difícil  deslindar  donde  co- 
''^^^'^^a  la  locura  y  donde  acaba  la  razón,  lo  mismo  que  donde   termina  la 
**lucl  y  donde  comienza  la  enfermedad.  Procurando  evitar  todos  estos  es- 
^*^os,  que  hemos  señalado  por  lo  mismo,  para  no  incurrir  en  ellos,  será 
^«estro  objeto: 

IV. 


^^^^tíficar  el  estado   de    capacidad    menicU  de   D,   Á,    E„ — Si    fijamos 
^^*^tra  atención  en  este  sentido  y  consideramos  los  hechos  que   se  han 


152  REVISTA   DE   CUBA, 

consignado  en  otro  lugar  de  este  informe,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  si  estudia- 
mos la  parte  somática  y  la  psíquica,  así  como  también  los  datos  etiológi- 
eos,  veremos  entre  los  unos  y  los  otros  un  encadenamiento  lógico,  un  enla- 
ce, una  trabazón,  un  eslabonamiento  obligado  que  conduce  necesariamente 
á  reconocerlos  como  la  expresión  de  un  estado  intelectual  que  tiene  ima  fi- 
sonomía propia,  una  filiación  especial,  que  corresponde  siempre  á  mane- 
ras de  ser  idénticas  del  espíritu.  Así  sucede  en  la  generalfdad,  en  la  mayo- 
ría-de los  casos:  á  un  desarrollo  ñsico,  completo,  cabal,  acabado,  correspon- 
de indefectiblemente  la  integridad  de  los  fenómenos  intelectuales;  y  si  se 
buscan  en  las  condiciones  de  origen  antecedentes  que  no  estén  en  armonía 
con  el  estado  que  acaba  de  bosquejarse,  con  rareza,  y  solo  en  determinados 
casos,  escepcionalmente,  se  encontrarán  símbolos  contradictorios.  Por  el 
contrarío,  cuando  las  fases  de  la  evolución  orgánica  se  detienen  por  cualquier 
motivo,  cuando  el  desarrollo  del  ser  se  mantiene  en  ciertos  límites  ó  si- 
gue una  jnarcha  tortuosa,  da  lugar  á  aberraciones  orgánicas,  á  vicios  de 
conformación  que  separan  á  los  individuos  del  tipo  de  la  normalidad,  te- 
niendo estos  vicios  una  repercusión  sobre  el  encéfalo,  y  por  consiguiente 
sobre  sus  manifestaciones,  que  están  representadas  por  los  fenómetios  de  la 
inteligencia.  Si  se  requieren  antecedentes  en  tales  casos,  en  el  origen  se 
encontrarán  razones  que  expliquen  los  desvios  de  la  normalidad,  hallán- 
dose muchas  veces  estas  en  los  antecedentes,  así  como  en  las  condiciones 
telúricas  y  climatéricas,  que  ejercen  un  influjo  manifiesto  en  las  degenera 
ciones  de  la  especie  humana. 

Si  al  través  de  las  consideraciones  que  preceden  estudiamos  la  cuestión 
que  está  sobre  el  tapete  llegaremos  á  conclusiones  legítimas  acerca  del  esta- 
do de  la  capacidad  mental  de  E.., 

Del  examen  de  sus  antecedentes  resultan  los  hechos  importantes  que  va- 
mos á  mencionar.  £.  es  natural  de  un  pueblo  de  Navarra  distante  del  li- 
toral, montañoso,  y  cerca  del  mismo  habia  muchas  mujeres  que  su- 
frian  del  bocio;  todos  sus  habitantes  á  pesar  de  ser  fuertes  tenian  una  estatu- 
ra muy  pequeña.  Vivia  el  sujeto  que  examinamos  en  la  parte  montañosa 
siendo  pastor.  Sus  padres  eran  de  buenas  costumbres,  bien  conformados  y 
nó  parientes;  ignora  las  enfermedades  que  sufrieron,  así  como  las  de  un  her- 
mano que  tuvo  antes  de  nacer  él.  Solo  ha  padecido  el  sarampión  de  niño  y 
£..  ha  experimentado  también  varias  caídas,  en  la  misma  época.  Contrajo 
estado  en  1840,  en  que  cambió  de  posición  bruscamente.  Abandonó  los 
ganados  y  desde  entonces  no  hace  absolutamente  nada. — Vive  al  lado  de 
una  persona  bastante  perspicaz,  pero  á  pesar  de  esto  no  ha  podido  instruir- 
se, porque  es  incapaz  de  ello,  según  su  propia  manifestación,  y  porque  es 
muy  rudo,  según  la  expresión  del  Sr.  C.  y  de  su  Srta.  Hija,  quien  nos  mani- 
festó que  costaba  mucho  trabajo  enseñarle  las  cosas  á  E.  y  que  las  olvidaba 
con  mucha  facilidad,  como  habia  sucedido  con  la  doctrina  cristiana  que 
aprendió  para  contraer  matrimonio.    Además  de  lo  mencionado  no  tuvo 


REVISTA   DE    CUBA.  1 53 

^icscendencia,  lo  que  es  un  hecho  bastante  significativo  cuando  se  tiata  d« 
degradaciones  de  la  especie  humana,  pues  según  Morel  los  seres  degene- 
no  se  reproducen. 
Por  lo  que  hace  á  la  parte  somática  hemos  visto  que  la  cabeza  es  pequeña, 
conformadaí  que  el  p«lo  es  corto,  atezado  y  que  se  encima  mucho  so- 
la frente,  que  está  llena  de  rugosidades,  como  toda  la  cara;  que  la  boca 
grande  y  entreabierta  y  la  nariz  mal  conformada,   siendo  el  semblante 
estúpido,  nada  expresivo;  que  la  estatura  es  pequeña;  que  el  tronco  presenta 
^cios  de  conformación,  lo  mismo  que  las  estremidades  superiores  é  inferio- 
res, lo  que  hace  que  Ja  marcha  sea  difícil;  que  el  aparato  digestivo  pre- 
senta el  sello  de  una  gran  actividad  funcional;  que  el  sistema  nervioso  es- 
"^  poco  desarrollado,  notándose  en  el  muscular  contracciones  fabrilares  es- 
pontáneas y  provocadas,  no  observándose  la  misma  fuerza  de  presión  en 
una  mano  que  otra.  A  esto  debemos  agregar  las  aptitudes  que  afecta  £. 
que  son  dignos  de  señalarse, — porque  son  muy  expresivas. 

Por  lo  que  respecta  á  los  fenómenos  psiquicos  se  ha  observado  que  el 
círculo  de  los  afectos  en  E.  es  muy  estrecho,  que  no  tiene  determinaciones 
propias  y  que  obedece  ciegamente  á  los  que  le  rodean,  estando  casi  siem- 
pre aislado.    Su  memoria  es  escasa  y  muchas  veces  infiel,  aunque  la  tiene 
partículimnente  de  los  hechos  pasados,  siendo  de  notar  que  nunca  consigna 
las  fechas.    Su  inteligencia  es  casi  virgen,  pues  está  desprovista  del  conoci- 
miento de  las  ideas  más  vulgares, — de  las  nociones  más  someras,  de  aque- 
llas que  los  seres  más  rudos  adquieren  por  el  simple  trato  con  otras  perso- 
nas. Esa  inteligencia  limitada,  exigua,  como  tal,  no  ha  sido  susceptible  de 
-desarrollo  ni  se  ha  despertado  en  32  años  de  estancia  al  lado  de  una  perso- 
ga flustrada;  siempre  ha  estado  aletargada  y  no  ha  progresado  ni  por  la  imi- 
tación, negándose  á  recibir  toda  luz,  porque  el  peso  de  cualquier  idea  al 
^brumaria.     No  le  propongáis  muchas  cuestiones  por  que  no  las  resolverá; 
•<ii    la  concepción  de  ninguna  idea  abstracta  porque  al  momento  caerá  reñ- 
ida de  cansancio.  No  pretendáis  que  se  eleve  á  ninguna  generalización  por- 
<^ue  sería  en  vano.  No  le  habléis  del  número  ni  déla  cantidad,  porque  la  su- 
¡  iréis  en  un  abismo.     No  le  pregimteis  siquiera  cuanto  suiñan  dos  y  dos 
>r  que  *'eso  es  muy  largo,"  ni  cuánto  es  16  más  uno,  por  que  "eso  lo  sa- 
otro,'*  Y  sin  embargo  B .  .raciocina,  E .  .juzga,   compara  y  recuerda;  pe- 
dentro  de  im  círculo  de  hiero,  en  una  esfera  de  acción  limitadísima,  en  la 
^3rbita  en  que  solo  se  mueven  ciertos  seres  degenerados. — E.,  distinguirá  por 
iplo,  el  triángulo  del  cuadrado  y  este  del  círculo,  más  solo  en  presencia 
estas  figuras  geométricas  dirá  que  la  una  no  es  igual  á  la  otra;  pero  aquí 
leiminará  su  juicio  y  el  mecanismo  de  su  comparación,  pues  nunca  dirá  que 
diferencian  por  el  número  de  sus  lados,  ni  por  otras  particularidades. 
Por  lo  que  antecede  se  ve  con  claridad  que  E .  .no  puede  colocarse  en  el 
S^po  de  los  hombres  que  gozan  del  pleno  ejercicio  de  sus  facultades  inte- 
lectuales y  morales,  porque  no  han  alcanzado  un  completo  desarrollo;  por- 

20 


■M 


154  REVISTA   DE   CUBA. 

m 

que  se  han  detenido  en  una  de  las  fases  de  su  evolución;  porque  existen  en 
un  estado  imperfecto;  porque  en  sus  manifestaciones  se  trasluce  su  exigui- 
dad,  su  modo  de  ser  rudimentario,  su  pobreza,  en  una  palabra;  pobreza 
que  unas  veces  se  debe  á  la  falta  de  instrucción,  al  defecto  de  educación,  y 
otras  á  la  jenialidad  de  la  misma  inteligencia,  que  es  insuficiente,  é  incapax 
de  desarrollo  y  de  progreso. — Estas  maneras  de  ser  del  espíritu  pueden 
afectarla  dos  clases  de  individuos:  la  i^  se  encontrará  en  los  hombres  rústi- 
cos, en  aquellos  que  no  han  tenido  ningún  género  de  instrucción  ni  de  edn- 
cadon,  pero  que  conserven  aptitudes  para  recibir  con  provecho  su  influjo 
saludab)e.-^£n  la  2^  estarán  un  conjunto  de  seres  degradados  en  su  cons- 
titución orgánica,  en  su  inteligencia  y  en  sus  facultades  morales  y  afectivas. 
Ahora,  bien,  en  cuál  de  los  grupos  que  anteceden  colocaremos á  £.  .?— 
£n  el  i?  6  en  el  2?T— Si  procediésemos  con  ligereza,  si  no  depurásemos  los 
hechos,  si  no  los  interpretásemos  en  su  verdadera  significación,  lo  colocaiia- 
mos  en  el  primer  grupo  desde  luego;  porque  parece  natural  que  el  que  pien- 
sa, que  el  que  raciocina,  que  el  que  juzga,  que  el  que  compara,  que  el  que 
recuerda,  aunque  en  límites  muy  estrechos,  sino  debe  colocarse  al  lado  del 
que  disfiíita  de  la  plenitud  de  todas  las  facultades,  junto  al  hombre  acabado 
en  este  sentido,  por  lo  menos  debe  ponerse  al  lado  de  aquel  que  está  en  el 
extremo  opuesto  de  esta  perfección,  pero  siempre  dentro  de  la  normalidad, 
— al  lado,  en  una  palabra,  del  hombre  rústico.    Más  no  sucede  así  en  el  ca- 
so presente  pues  asemejar  á  £.  .aun  hombre  rustico  seria  incurrir  en  la  más 
grosera  de  las  vulgaridades, — porque  la  ciencia  nunca  puede  ni  debe  con- 
fundir al  hombre  rústico,  cuya  inteligencia  existe  en  un  estado  latente  y  stt- 
ceptible  de  perfección,  con  el  que  tenga  esta  misma  facultad  en  tm  estado  m* 
dimentario,   incapaz  de  mayor  desarrollo,  refractaria  á  todo  progresos- 
estéril  en  el  sentido  de  la  perfección. — Sacad  al  hombre  rústico  de  su  esfera, 
insinuadlo  en  el  roce  social,  educadlo;  dadle  el  pan  de  la  ilustración,  en- 
señadlo; y  veréis  hasta  donde  llega  su  maleabilidad;  al  cabo  de  algún  tiem- 
po lo  habréis  transfigurado  por  completo,  y  si  lo  dejais  de  ver,  al  encontrar- 
lo de  nuevo  en  vuestro  camino,  será  para  vosotros  un  desconocido. — Haced 
todo  esto  cdn  ciertos  seres  degradados  de  la  especie  humana,  redoblad  to- 
dos los  esfuerzos  posibles,  imajinad  todos  los  medios  que  sean  capaces  de 
concebirse  para  conseguir  el  fin  anterior,  y  todo  será  en  vano,  porque  se  es- 
trellará en  las  dificultades  que  engendra  lo  imposible. — Tal  sucede  en  los 
idiotas,  en  los  que,  según  la  fi-asa  expresiva  y  gráfica  de  Esquirol,  existe  una 
obliteración  completa  de  las  facultades  intelectuales.     Estos  seres  desgracia- 
dos no  viven,  ni  siquiera  por  un  instante,  la  vida  de  la  inteligencia,   no  tie- 
nen ni  una  reverberación  de  la  misma;  ima  densa  bruma  parece  que  envuel- 
ve su  espíritu,  y  en  su  degradación,  en  los  últimos  eslabones  de  la  cadena 
humana  únicamente  vegetan! — Pero  no  sucede  así  en  otras  degradaciones:  la 
obliteración  de  las  facultades  intelectuales  no  es  cabal,  por  multitud  de 
motivos  el  desarrollo  del  encéfalo  se  detiene  en  una  de  las  fases  de  su  evo- 


REVISTA   DE   OUBA.  1 55 

lucioiiy  así  como  el  de  otros  órganos,  aparatos  y  sistemas,  lo  que  crea  mi  es- 
piado que  no  puede  confundirse  con  la  idiocia,  que  tiene  ima  existencia  pro- 
pia 7  una  fisonomía  particular. — En  este  estado  junto  á  las  imperfecciones 
fbícas    corren   parejas   declinaciones  sensibles  y  apredables  en    el   ór- 
<len  intelectual  y  en  el  orden  moral/ La  esfera  de  los  instintos  predomina 
acentuándose  de  una  manera  expresiva  las  funciones  de  nutrición.    £1  ra- 
clio  de  los  efectos  se  acorta.    Las  voliciones  están  como  concentradas,  casi 
«8tingaidas,y  el  pensamiento  y  la  razón,  lejos  de  irradiar  un  vivo  resplandor 
proyectan  únicamente  una  débil  penumbra. — De  en  medio  de  esa  nebulosi- 
dad se  destaca  una  inteligencia  escasa,  mezquina;  una  inteligencia  que  carece 
de  las  propiedades  que  la  caracterizan,  porque  no  es  libre  ni  modifícable,  si- 
no en  ciertos  límites  de  los  cuales  es  imposible  traspasar.  Cuando  se  pasa  á 
la  ligera  por  sobre  estos  caracteres,  no  es  estraño  que  haya  quien  conside- 
re á  los  individuos  que  los  presentan  fuera  del  dominio  de  la  palología 
mental, en  el  grupo  délos  sanos  de  espíritu,  como  suele  decirse,  ó  cuando  me- 
nos entre  los  rudos,  que  no  son  ni  imbéciles  ni  casi  imbéciles  como  se  dice  vi- 
ciosamente. Mas  se  equivocan  deplorablemente  y  se  engañan  á  sí  mismos 
los  que  asi  piensan;  y  es  porque  olvidan  tomar  en  consideración  un  elemen- 
to que  no  puede  ni  debe  descuidarse  nunca,  en  las  cuestiones  de  patología 
mental,  y  mucho  menos  Qp  el  estudio  de  las  locuras  por  depresión,  en  las 
originarías  ó  en  las  hereditarias  de  otros  alienistas.     Este  elemento  consis- 
te en  las  manifestaciones  de  la  inteligencia  bajo  el  punto  de  vista  de  su  per- 
fectibilidad, porque  esta  no  será  idéntica  en  el  idiota  que  en  el  imbécil,  ni 
lo  mismo  en  el  sordo-mudo  que  en  el  cretino  y  en  el  albino,  todos  seres 
degenerados,  pues  que  se  distinguen  perfectamente  entre  sí,— no  solo  por  el 
carácter  enunciado,  sino  también  por  otros  que  le  son  peculiares. — Olvi- 
dando, este  elemento  de  diagnóstico  es  que  se  confunde  el  hombre  rudo  con 
el  imbécil;  porque    viendo  que   ambos  piensan,    raciocinan  y  juzgan, 
comparan,  recuerdan  y  deducen  á  su  manera  porque  distinguen  el  triángulo 
dd  cuadrado,  y  á  este  del  círculo,  se  asimilan  completamente  sin  elevarse  al 
hacerlo  á  concepciones  profundas,  y  sin  considerar  que  ni  por  un  momento 
puede  identificarse  la  inteligencia  del  imbécil  con  la  del  hombre  rústico,  por 
que  delante  de  la  del  primero  habrá  siempre  una  barrera  insuperable,  y 
porque  la  del  segundo,  sin  obstáculo  de  ningún  género^  recorrerá  con  lozanía 
todos  los  grados  de  perfectibilidad  posibles.  Ahora  bien:  ¿Sucede  esto  en  E? 
— N6,  seguramente. — En  él  no  hay  la  obliteración  completa  de  las  faculta- 
des intelectuales  como  en  el  idiota,  hay  manifestaciones  de  inteligencia, 
pero  escatimadas,  hasta  un  punto  determinado,  y  el E.  .de  hoy  es  el  mismo 
E.  de  ahora  32  años;  y  bajo  el  punto  de  vista  moral  é  intelectual,  es  el  mis- 
mo que  pastoreaba  los  ganados  antes  de  ésta  época  por  entre  las  breñas  de 
*u    país  natal;  y  lo  que  es  más  sensible,   E.-será  lo   mismo   siempre. 
No  ha  progresado  absolutamente  nada;  ni  por  la  imitación,  ni  por   el 
cultivo;  porque  ya  hemos  dicho  que  le  costaba  mucho  trabajo  aprender  las 


V 


156  REVISTA   DE   CUBA, 

cosas  y  que  las  olvidaba  con  facilidad,  siendo  incapaz  de  instruirse,  seg^ü 
sus  propias  manifestaciones.  Y  nosotros  pensamos  con  él  en  este  sentido,  por 
que  estamos  seguros  de  que  si  viviese  una  eternidad  £ .  .y  hubiese  quien  du- 
rante todo  este  tiempo  se  propusiese  instruirlo,  rendido  de  cansancio  aban- 
donaría la  empresa  por  que  todos  sus  esfuerzos  serían  inútiles  para  hacer 
abanzar  ni  un  ápice  su  inteligencia  porqne  es  imposible  perfeccionar  la  de 
los  imbéciles,  que  no  puede  llegar  más  allá  de  su  esfera  de  acción. 

De  las  consideraciones  que  acaban  de  establecerse  se  deduce  con  natuia- 
lidad  que  consideramos  á  £.  .como  un  imbécil,  porque  su  inteligencia^  déte* 
nida  en  su  desarrollo,  es  incapaz  de  progreso. — Mas  no  es  esta  la  única  ra- 
zón que  inclina  nuestro  ánimo  á  producimos  en  tal  sentido,  sino  también 
porque  los  otros  antecedentes  recojidos  converjen  hacia  el  mismo  ponto, 
como  lo  haremos  ver  estudiando  los  datos  de  valor  que  se  han  mendonado 
hasta  aquí. — En  prímer  lugar  señalaremos  que  £.  .es  patural  de  tm  pueblo 
de  Navarra,  elevado,  distante  del  litoral,  y  que  está  reconocido  que  tanto 
en  la  alta  como  en  la  baja  Navarra  abundan  los  idiotas,  los  cretinos  y  los 
imbéciles,  así  como  otras  clases  de  seres  degenerados;  que  estos  también 
abundan  donde  se  sufre  del  bocio  de  una  manera  endémica,  por  el  paren- 
tesco que  parece  ligar  á  esta  afección  con  las  otras,  pues  como  hemos  vis- 
to E.  .ha  manifestado  que  como  á  un  cuarto  de  legua  de  su  pueblo  habia 
muchas  mujeres  que  sufrían  de  esta  enfermedad.  Además  es  un  carácter 
muycomun  entre  los  imbéciles  la  pequenez  de  la  estattura,  que  £.  .presenta, • 
así  como  sus  paisanos  de  Heriñuela.  Es  verdad  que  sus  padres  no  eran  pa- 
ríentes  ni  contrahechos.  Es  verdad  que  él  solo  ha  sufrido  el  sarampión  y 
varías  caidas  en  su  niñez;  pero  también  es  positivo  que  los  golpes  en  la  ca- 
beza en  esta  edad  pueden  detener  el  desarrollo  del  encéfalo  y  traer  consigo 
la  imbecibilidad. — Sería  de  desear  esclarecer  otros  antecedentes  de  familia 
importante  de  conocer,  porque  sabido  es  que  ciertas  impresiones  morales 
vivas  como  el  terror,  durante  la  gestación,  son  suficientes  por  sí  solas  para 
contener  el  desarrollo  del  feto;  y  dar  lugar  ya  á  la  idiocia,  ya  ala  imbedbilí- 
dad;  más  nos  ha  sido  imposible  recoger  estos  datos  curíosos. 

Los  conmemorativos  que  acabamos  de  señalar  llevan  al  espirítu  hacia  la 
admisión  de  la  imbecilia  en  E. .;  y  el  estudio  de  su  parte  somática  asegura 
más  nuestro  juicio  en  este  modo  de  ver. — La  pequenez  de  su  cabeza,  su 
mala  configuración  y  lo  atezado  del  pelo;  el  mutismo  de  su  fisonomía;  él 
contraste  de  la  elevación  de  los  pómulos  con  la  depresión  de  las  sienes;  el 
carácter  de  la  boca  y  su  expresión  de  sonrísa  á  cada  contestación;  las  per- 
versiones del  sistema  muscular;  el  desgaste  de  los  dientes,  la  regularidad  y 
exageración  de  sus  funciones  digestivas;  los  vicios  de  conformación  de- 
tronco y  de  los  miembros;  sus  actitudes  y  su  modo  de  andar,  y  el  hecho  de 
no  haberse  reproducido,  lo  pnieban  suficientemente,  porque  todos  son  cal 
ráctéres  que  se  observan  en  los  imbéciles,  y  tanto,  que  cualquier  profano  en 
la  ciencia  por  la  simple  inspección  de  E.  lo  consideraría  como  tal. 


REVISTA   DE   CUBA.  157 

Con  estos  caracteres  están  en  armonía  también  los  fenómenos  afectivos, 

orales  é  intelectuales. — Nosotros  hemos  visto  hasta  donde  se  estiende  la 

de  los  afectos  en  £. .;  no  ama  á  sus  parientes;  no  quiere  una  deseen- 

encia; — ^*'Solo  se  encuentra  mejor." — Obedece   ciegamente  á  cualquier 

pulso;  no  tiene  determinaciones  propias;  y  como  un  poste  se  pasa  las  ho- 

enteras  afectando  actitudes  determinadas.     Su  inteligencia  es  escasa;  sug 

j  uicios  dudosos;  muchas  veces  erróneos;   siempre  que  juzga  lo  hace  de   una 

smanera  indecisa,  vaga  é  indeterminada. — Carece  de  las  nociones  más  co- 

smunes  de  la  vida  vulgar;  no  ha  cambiado  en  32  años,  ni  es  susceptible   de 

^>erfeccion. 

Si  lanzamos  una  mirada  rápida  sobre  todo  lo  que    se  lleva  mencionado, 
^veremos  que  hay  un  encadenamiento  indisoluble  entre  el  estado  de  la  inte- 
Vgenda  de  E.,  su  parte  somática  y  los  datos  etiológicos,  y  que  todo  se  agru- 
pa al  rededor  de  la  imbecilidad. 
De  suerte  que: 

Considerando  que  aunque  E . .  piensa,  juzga,  raciocina,  recuerda  y  compa- 
xa,  lo  hace  de  un  modo  limitadísimo,  hasta  un  punto  del  cual  no  puede  pa- 
sarse, porque  su  inteligencia  es  incapaz  de  progreso,  porque  no  ha  avanza- 
do en  32  años  de  roce  continuo  con  una  persona  perspicaz  é  ilustrada;  ca- 
racteres que  son  comunes  á  la  inteligencia  de  los  imbéciles  y  no  á  la  de  los 
hombres  rudos; 

Considerando:  que  su  cabeza  es  pequeña  y  mal  conformada;  que  su  sem- 
blante es  el  característico  de  los  imbéciles;  que  los  vicios  de  conformación 
de  su  cuerpo  se  observan  en  los  mismos,  así  como  el  predominio  de  las  fun- 
dones digestivas,  denunciado  orgánicamente  por  el  desgaste  de  los  dientes  y 
por  lo  prominente  de  los  pómulos; — que  igualmente  en  ellos  se  observan  ac- 
titudes determinadas  y  el  aislamiento  en  que  casi  siempre  se  encuentra  E., 
siendo  también  desaliñados  en  el  vestir,  é  incapaces  de  reproducirse  como 
lo  es  éste; 

Considerando  por  último:  que  lejos  de  faltar  analogía  entre  los  fenóme- 
nos que  preceden  y  los  datos  etiológicos  hay  correlaciones  muy  marcadas 
entre  los  mismos,  y  tanto  que  naturalmente  se  subordinan  los  unos  á  los 
otros; 

Concluimos  al  evacuar  lo  consultado  por  V.  S.  acerca  del  estado  de  la 

^*pacidad  mental  de  D.  A.  E. .:  que  es  un -individuo  que  no  goza  del  pleno 

^^rcicio  de  sus  facultades  intelectuales  y  morales,  porque  es  un  ser  degene- 

'^^o,  que  dejando  muy  atrás  al  hombre  rústico,  con   quien  no  puede  con- 

^'^^iirse,  porque  es  incapaz  de  progreso,  no  debe  colocacse  en  otro   grupo 

°*^s  que  en  el  de  los  imbéciles,  porque  afecta  todos  sus  caracteres. 

^aj  es  la  conclusión  que  sometemos  á  la  ilustrada  consideración  de  V.  S., 

^^<^r  respondiendo  así  á  la  confianza  que  se  ha  dignado  depositar  en  nosotros. 

^ios  guarde  á  V.  S.  muchos  años. — Habana  17  de  Noviembre  de  1872. 

DR.  FELIPE  rodríguez. 


LA  LINGÜISTICA  MODERNA. 


INTRODUCTION  A  L*  ETUDE  DE  lA  SCIENCE  Dü  LANGAGE,  PAR  DOMENICO  PE9SZI,  TRADÜIT 
DE  L*  ITALIEN  PAR  V,»  NOÜRRISON,  I  VOI..  IN-18  DE  237  PAGINAS.  PARÍS.  SANDOZ  ET 
FISCHBACHER. 

II. 

HISTORIA  DB  LA  CIENCIA  DEL  LENGUAJE. 

{Conclusión,) 

En  agosto  de  1783  llegó  William  yones  á  la  India,  fundando  al  siguiente 
año  la  tan  celebrada  ^'Sociedad  Asiática  de  Calcuta"  para  el  estudio  de  la 
historia,  antigüedad,  artes,  ciencias  y,  literatura  de  Asia,  cuyo  órgano  fué  éí 
periódido  Asiaiic  Researches,  El  mismo  W.  Jones,  Wilkins,  Colebrookey  Wil- 
son  y  otros,  todos  ingleses,  publicaron  gramáticas,  diccionarios,  textos  y  tra- 
ducciones sánscritas  entre  ellas  la  Bhagavad  Gitá,  episodio  de  la  inmensa 
epopeya  el  Mahábáhrata,  publicada  por  Wilkins  en  1785,  primera  traduc- 
ción diritia  de'una  obra  india,  y  en  1789  la  traducción  latinttpor  W.  Jones 
de  Sacúntala  drama  de  Kalidasa^  que  tan  delicados  versos  inspiró  á 
Goethe ^  y  del  que  acaba  de  dará  luz  una  traducción  del  sánscrito  al  cas- 
tellano, también  directa,  el  distinguido  lingüista  García  Ayuso  (Madrid  1875 
— in-i8.) 

En  un  discurso  leido  por  el  repetido  William  Jones  ante  la  sociedad 
asiática  de  Calcuta  en  1786  (Asiátic  Researches  T.  I.  P.  422  Londoa)  se 
encuentran  las  siguientes  palabras:  "La  lengua  sánscrita,  cualquiera  que 
**sea  su  antigüedad,  es  de  una  estructura  maravillosa;  más  perfecta  que  la 
''lengua  griega,  más  abundante  que  la  lengua  latina,  de  una  cultura  más 
''refinada  que  ambas,  tiene  con  ellas,  sin  embargo,  tan  estrecho  parentesco^ 


REVISTA   DE   CUBA.  159 

''tanto  por  las  raices  verbales,  como  por  las  formas  gramaticales,  que  no  es 
' 'posible  atribuir  dicho  parentesco  al  azar.  Ningún  filólogo  después  de  ha- 
^•"ber  examinado  estos  tres  idiomas,  podrá  dejar  de  reconocer  que  se  derivan 
*  *de  alguna  lengua  común  que  quizás  ya  no  existe.  Motivos  de  la  misma 
^'clase,  aunque  menos  evidentes  quizás,  obligan  á  suponer  que  el  gótico  y 
***€!  celta,  aunque  mezclados  con   algunos  idiomas  enteramente  diferentes^ 
^  *  han  tenido  el  mismo  origen  que  el  sánscrito,  Y^wóxtvíáo  añadirse   á  la  misma 
'**feinilia  el  persa  antigua."  Y  era  tan  evidente  para  Paul  de  Saint  Bartholo- 
«née  el  parentesco  del  latin  y  el  sánscrito,  que  según  él:  ''Indos  veteres  lati- 
^*iie  díceres  locutusfuisse;  Latinos  índice*' (i);  bien  que  muchos  teólogos,  fi- 
lósofos y  filólogos  acogieron  con  desconfianza  tales  novedades,  al  extremo  de 
Jiegar  el  célebre  Dugald  Stewart  la  antigüedad  y  literatura  sánscritas,  que 
consideraba  como  imposturas  de  ios  brahamanes,  forjadas  según  el  mode- 
lo de  la  griega  y  latina:  bien  que  otros  como  Monboddo,  aunque  aceptaron 
el  descubrimiento,  pretendieron  encontrar  en  el  Egipto  los  orígenes  de  di- 
cha lengua. 

Hasta  1803  ^o  comenzó  á  extenderse  en  Francia  el   conocimiento   del 

sánscrito  (del  cual  solo  podian  enorgullecerse  los  ingleses),  gracias  á  la 

guerra  que  siguió  á  la  ruptura  de  la  paz  de  Amiens,  y  que  retuvo  prisionero 

en  Paris  al  oficial  inglés  Alejandro  Hamilton,   que  versado  en  el  sánscrito , 

inició  en  su  estudio  á  los  sabios  firanceses,   Langlés,  Fauril,   Chezy,   que 

^ué  más  tarde  el  primer  catedrático  de  sánscrito  en  Europa,  y  al   alemán 

Pederico  Schlegel,  hermano  de  Augusto  Guillermo  y  distinguido   indianis. 

ta  más  tarde.  £1  primer  trabajo  serio  de  comparación  en  que  se  procuró 

4lemostrar  la  conexión  de  esta   lengua    con  el  griego,' latin,   germánico, 

¿tfmenio,  persa,  eslavo  y  celta,  se  debe  al  propio  Federico,  quien  la  expuso 

en  su  üamosa  obra  üeber  die  Sprache  und  Weisheitder  Indier,  ySobre  la  len- 

¿¡uényla  sabiduría  de  los  Indios]  Hcidelberg  1808,  traducido  al  firancés   por 

B(£a2ure,  Essai  sur  la  langue  et  laphilosophie  des  Indiens  i  vi.  Paris  1837.  La- 

<lrauige,  obra  en  la  cual  si  bien  cayó  en  el  error  de  considerarlas  como  deri- 

va.<^  del  sánscrito,  fué  el  primero  que  aplicó  el  método  y  aun  el  término 

''gramática  comparada"  (vergleichendegrammatik)  denominando  asi  mis- 

indogermánítas  al  grupo  de  lenguas  nuevamente  clasificadas.  Veinte  años 

^ues  de  la  publicación  de  dicha  obra,  uno  de  los  mayores  pensadorts 

siglo,  comparaba  la  revelación  del  arte  y  las  ciencias  indias  al  descu- 

l>rituicnto  de  un  nuevo  mundo  (Hégel,  Obras  completas,  XVI  p.  316  Berlin 

ro  no  bastaba  el  simple  descubrimiento  del  parentesco  que  enlazaba 
ú  tan,  al  parecer,  distintas  lenguas;  necesitábase  por  medio  de  una 


(1)  Disertatio  de  latini  sermonis  origine  et  cams  orientalibas  linguis  conmemore, 
1802. 


1 6o  REVISTA   DE   CUBA, 

gramática  histórico-comparada  de  las  mismas,  demostrar  cómo,  salidas  de 
uDa  lengua  común,  se  habian  modiñcado  de  tal  manera  en  el  tiempo  y  en 
el  espacio;  con  arreglo  á  qué  leyes  se  habian  verificado  las  modifícadones 
que  habian  impreso  su  forma,  su  carácter  j  su  personalidad  propia,  á  cada 
una  de  ellas.  El  hombre  á  quien  la  ciencia  debe  este  servicio  y  que  escri- 
bió la  primera  gramática  comparada  de  Jas  lenguas  indogermánicas  fué  Fran- 
cisco Bopp.  ^ 

Franz  Bopp  nació  en  Maguncia  el  i^Me  setiembre  de  179I;  y  falleció 
en  Berlin  en  13  de  octubre  de  1867.  Hizo  sus  primeros  estudios  en  Ascha- 
fíenburgo,  bajo  le  dirección  del  sabio  Carlos  Windlschmann,  admirador  de 
Herder,  y  afiliado  á  la  escuela  simbólica  de  los  hermanos  Schlegel,  Creozer 
y  Goerres  que  pretendian  explicar  por  dichos  medios  las  mythologias  y 
cultos  antiguos.  Desde  temprano  manifestó  Bopp  gran  afición  por  los  es- 
tudios lingüísticos,  pero  fas  tendencias  serias  de  su  genio  le  hicieron  conser- 
\q|r  su  independencia  respecto  á  las  opiniones  de  su  maestro.  Asf  después 
de  haber  aprendido  las  lenguas  clásicas  y  las  principales  lenguas  modernas 
se  dedicó  al  estudio  de  los  idiomas  orientales. 

A  los  21  años  de  edad  ^1812)  vino  á  Paris  átraidopor  iasnquezas  de  su 
gran  Biblioteca  y  por  la  fama  de  Silvestre  de  Sacy,  Chézy,  Quatremére,  Abel 
Remusat^  permaneciendo  en  ella  cuatro  años  hasta  18 16  empeñado  en  el 
estudio  del  sánscrito,  el  persa,  el  árabe  y  el  hebreo.  £1  fruto  de  sus  estadios 
los  consignó  en  18 16  en  su  obra  Del  sistema  de  conjugación  de  la  lengua  sans' 
crila  comparado  con  el  de  las  lenguas  gri^gOy  latina,  persa  y  germánica.  Francfort 
del  Mein;  primer  paso  hacia  una  gramática  comparada  de  dichas  lenguas 
con  un  prólogo  de  Windischmann,  fecha  17  de  mayo,  por  cuya  publicación 
obtuvo  la  valiosísima  pensión  del  rey  de  Baviera  que  le  permitió  contínnar 
sus  estudios  en  Londres  (1817  1821).  En  esta  ciudad  conoció  á  A^^lldns  y 
Colebrook  é  inició  en  la  lengua  sánscrita  á  Guillermo  de  Humboldt,  emba- 
jador entonces  de  Prusia  en  dicha  corte  y  fundador  más  tarde  de  la  fiiosofia 
del  lenguaje,  basada  en  las  nuevas  investigaciones.  En  1820  publicó  en 
lengua  inglesa  en  los  Anales  dé  Literatura  su  trabajo  Analyiical comparison 
ofihe  sanskrii  greek  and  latín  langittfffmí^\2SAon  de  su  primera  obra  y  co- 
mo bosquejo  de  su  gran  Gramática  comparada.  Vuelto  á  Alemania,  él  go- 
bierno bávaro  lo  propuso  como  profesor  á  la  universidad  de  Wurtemburgo 
pero  sin  éxito  pues  esta  institución  se  negó  á  la  creación  de  una  cátedra  so- 
bre materia  que  no  apreciaba  mucho,  por  lo  que  se  dirigió  Bopp  á  Goettinga 
(182 i)  donde  permaneció  un  invierno  con  Ottfiried  Müller.  En  1822,  gracias 
á  su  antiguo  discípulo  Guillermo  de  Humboldt  fué  nombrado  catedrático 
de  lenguas  orientales  en  la  universidad  de  Berlin,  donde  pasó  el  resto  de 
su  vida,  publicando  todas  sus  demás  obras  en  dicha  ciudad. 

De  1827  á  1833  dio  á  luz  varias  disertaciones,  acerca  desús  estudios  pre- 
dilectos; la  ''Explicación  detallada  del  sistema  de  la  lengua  sánscrita,"  en 
1827,  Za  Gramática  critica  linguete  sanscritc^^  que  ha  alcanzado  tres  cdi< 


REVISTA   DE   CUBA.  l6l 

cnoneáfalemanasy  el  Glossarium  sanskritícuniy  en  1830,  y  varías  memorias  de 
1^3'  ^  33  que  demuestran  que  Bopp  coadyuvó  al  descubrimiento  de  la  len- 
.^ua  zénda  por  Eugenio  Buruonf. 

En  este  último  año  [1836]  apareció  finalmente,  después  de  más  de  veinte 
.años  de  preparación,  el  trabajo  que  habia  de  inmortalizar  su  nombre:  la 
Oramáiica  comparada  del  sánscrito j  zendoy  griego,  latin,  liihuanioj  gótico  y  aiíf - 
^«a/r  cu]ra  publicación,  en  forma  de  entregas,  no  llegó  á  terminarse  sino 
otros  veinte  años  después,  en  18  ji.  Esta  obra  maestra  de  la  ligúística  mo- 
derna, preparación  indispensable,  dice  Renán,  para  todos  los  que  se  dedi- 
quen á  esta  clase  de  estudios,  no  se  recomienda  tan  solo  por  el  número  in- 
finito de  hechos  reunidos  y  estudiados  en  ellas,  mediante  un  análisis  emi- 
nentemente científico,  sino  también  por  la  virtud  sorpendente  que  posee  de 
hacer  penetrar  al  que  la  medita  en  el  conocimiento  del  verdadero  método, 
y  prepararlo  de  este  modo  para  la  investigación  ligúística.  Tan  notable 
publicación  fué  traducida  al  inglés  por  Eastiwck,  bajo  los  auspicios  de  Wilson , 
apareciendo  en  tres  tomos  de  1845  á  1852,  que  han  alcanzado  tres 
ediciones,  y  solo  ha  venido  á  serlo  últimamente  al  fi^noés,  por  Mr.  Michel 
Bréal,  catedrático  de  gramática  comparada  en  el  Colegio  de  Francia,  bajo 
el  título  de  ''Grammaire  comparée  des  langues  indo-éuropéenes,  compre- 
nantle8anscrit,lezend  etc."  París  1866-1872,  chez  Hachette,  en  cinco  gran- 
des tomos,  cuatro  de  texto  y  uno  de  índices,  precedidos  aquellos  de  nota- 
bles introducciones  del  traductor. 

En  el  largo  intervalo  de  dicha   publicación   [1839-1854]  dio    á  luz  el 

eminente  filólogo  diversas  disertaciones  comprensivas  de  algunos  idiomas, 

de  la  propia  familia  no  incluidos  en  la  Gramática,  y  publicó  el  Glossa 

lium  sanscrOum,  in  quo  omntes  rculiceset  vocahula  usitaiissima  expücanturet 

fumvoca^uUsgraeciSylcUiniSjgermaniciSy  lithuanicisy  slavonicis,  celticis  compa- 

nuiiur^   1840-47.    De   1857   á   1861,  apareció  la  segunda  edición  de  la 

Gramática  comparada,  en  la  cual  introdujo  el  armenio  y  el  eslavo,  mejo 

dándola  con  los  importantes  trabajos  de  lingüística  que  habían  aparecido 

en  los  años  anteríores,  y  de  la  cual  se  tradajó  la  edición  firanceea  mencio. 

nada,  apareciendo  la  tercera  y  últim^^m  1870  después  de  la  muerte  de  Bopp. 

Por  último,  en  16  de  mayo  de  1866  celebraron  sus  discípulos,  y  con  ellos 

ftocia  la  Alemania  sabia,  el  50°  aniversarío  de  la  publicación  del  Conjuga- 

tié^nssysieihy  creándose  igualmente  una  fundacioUiBopp  \Bopp  Stiftung]  con 

objeto  de  fomentar  el  estudio  de  la  nueva  ciencia,  á  que  concurríeron  sabios 

de  todos  los  paises. 

Otro  gran  modelo  de  método  científico  es  la  Gramática  alemana,  Deut- 

scAe  Grammatik  de  Jacobo  Grímm,  que  apareció  enGoettingade  1819  a 

'^•37,  y  que,  con  la  Gramática  comparada  de  Bopp,  han  abierto  la  via  á 

tantos  y  notables  trabajos  análogoi. 

yákob  Luis  Grimm^  fundador  de  la  filolofía  germánica,  nadó  en  Hanau 

[Hease,]  el  4  de  enero  de  1785,  falleciendo  en  Berlín  el  20  de  setiembre  de 

2J 


102  REVISTA   DE   CUBA. 

1863.  Recibió  su  primera  educación  en  el  colegio  de  Cassel  y  en  1802,  &  la 
edad  de  17  años,  comenzó  sus  estudios  de  derecho  en  Marburgo  bajo  la 
dirección  de  Savigny,  quien,  prendado  de  su  gran  capacidad,  lo  acogió  co- 
mo auxiliar  literario  en  un  viaje  que  en  1805  hiciera  á  París.  Tres  años  des- 
pués, fué  nombrado  bíbliotecarrio  del  castillo  de  Wilhdmshoehe,  y  aaditoi 
de  Estado  por  el  rey  ferónimo,  posición  que  le  permitió  dedicarse  á  sabíai 
investigaciones,  acerca  del  pasado  de  la  lengua  y  de  la  poesía  germinicas, 
estudios  que  prefería  en  mucho  á  la  juii^>rudencia.  En  1814  y  1816  vol- 
vió nuevamente  á  París,  pero  esta  vez  encargado  de  recobrar  los  tesoros 
literarios  de  Alemania  llevados  á  Francia,  á  consecuencia  de  las  conquistas 
anteriores,  permaneciendo  de  1818  á  1830  de  bibliotecario  en  Cassel,  has- 
ta que  una  injusticia  que  con  él  cometieran,  le  obligó  á  aceptar  una  cite 
dra  de  literatura  en  la  universidad  de  GoetUnga.  Permaneció  eu  elU  siete 
años  hasta  la  famosa  protesta  de  los  siete,  profesores  todos  de  la  misma  oni- 
versidad,  entre  ellos  su  hermano  Guillermo  y  Gervinus,  que  fueron  desti 
taidos  por  haber  protestado  contra  la  renovación  de  la  constitución.  Tras 
ladándose  á  Berlin,  vivió  en  ella  hasta  su  muerte,  consagrado  exduáva 
mente  á  sus  mvestigaciones  favoritas. 

Sus  escritos  se  recomiendan  por  la  inmensa  erudición  que  en  ellos  moes 
tra,  su  espíritu  fílosóñco  y  su  profundo  amor  hacia  la  Alemania,  cuya  leo 
gua  y  carácter  histórico  eran  para  él  un  objeto  de  culto,  influyendo  nota 
blemente  en  la  vida  pública  de  su  patria.  Sus  primeras  publicaciones  soi 
de  181 3,  y  entre  las  más  notables  de  estas  obras,  deben  citarse  además  de  1 
mencionada,  las  A ntigiítrdadts  íM  ¿/¿rec^o  grrmJrticiff  Gcettinga  1828,  qo 
abrieron  nurvas  vias  á  los  descubrimientos  históricos  y  arqueológicos,  sefiaL 
en  ellas  la  fwsia^dti d¿rechoy  laMsthologia  aumana  Gcettinga  1835, la segond 
edición,  1S43-44,)  La  historia  de  la  lengua  alemana^  i^7y  7  ^^  unión  de  s 
inseparable  hermano  Guillermo,  el  trabajo  inmenso  y  sin  rival  en  leogni 
alguna,  el  gran  Diccionario  de  ¡a  len^;ua  alemana,  cuya  primera  entrega  apa 
recio  en  1853.  y  que  continuó  solo,  desde  1S59  después  de  la  muerte  de  si 
hermano.  Desgraciadamente,  ao  lliq;aron  á  publicarse  sino^coatro  tonios, 
bien  previendo  Grimm  la  diñcultad  de  dar  cima  á  tan  vasta  empresa,  habi 
tomado  sus  precauciones  para  que  no  se  perdiesen  los  inmensos  mateiialt 
acopiados,  y  puilieran  aprovecharse  por  manos  hábiles  cuales  las  de  Hfld 
brand  y  Weigand  que  te  han  continuado. 

l>;.niuis  esta  el  citar  la  popular  colección  de  Ótenlos  de  los  kenmáMi 
GfifHfH,  ton  cara  á  los  niños  como  *á  los  sabios,  recogidas  oralmente  e 
düatados  viajes  p>>r  to-.la  Alemania  y  que  se  han  salvado  del  olvido  inta 
santes  tradiciones  i ola: ivas  i  los  primeras  edades  de  la  raza  germánica. 

L',x5  profundos  trábalos  de  Bopp  y  de  Jacobo  Grimm  habian  hecho  r 
sallar  muy  dUtiiicos  elementos  del  lenguaje:  B^/^p  habia  introducido  en  h 
estudios  lingüísticos  el  análisis  cientinco  déla  .cV.vá.*«;.  esdedr^de  lasletn 
y  silabas  que.  añadidas  i  los  temos  en  los  nombresy  en  los  verbos,  comtitiiyv 


REVISTA   DE    CUBA.  1 63 

la  cieclinacion  y  la  conjugación  gramaticales  respectivamente;  debiéndosele 
por  tanto  principalmente  el  estudio  de  las  formad  gramaticales  ó  Morfología] 
P^^'o   Grimm  descomponiendo  las  palabras,  y  los  sonidos,  elementos  los  más 
siQaples  del  lenguaje,  estudió  las  leyes  de  latrasforniacion  de  los  sonidos  y  debiendo . 
sele  propiamente  la  teoría  délos  sonidos  ó  Fonética  6  Fonología-,  teoría  que  apU- 
<^  ¿casi  todos  los  demás  lenguas  áryas  ó  indo  europeas  el  mayor  de  los  eti- 
n^ologistas  de  la  nueva  escuela,  Augusto  Federico  Fotí  en  sus  Investiga- 
^*<^nes  etimológicas,  Eiytnolo^sche  Fbrschungen^Yjtmgo   1833-36  obra  que 
enteramente  adaptándola  á  los   descubrimientos   posteriores,   ya 
ya  ajenos,  en    la  segunda  edición  de  tan    monumental  trabajo 
<1 »-»  c  apareció  de  1859  á  1873  ®^  Lemgo  Detmold  casi  bajo  el  propio  título. 
INo  menos  eminentes  que  los  tres  filólogos  antes  citados  y  tan  laborioso 
é    "i.  «cansable  como  ellos,  se  nos  presenta  Augusto  Schleicher^  autor  del  céle- 
l>«'^  Compendio  de  la  gramática  comparada  de  las  lenguas   indo^germánicas 
\ ^— ^ ompcndiuní  der  vergleichenden  Grammatikder  indo-gerraanischen  Spra- 
^^^^n|  que  ha  alcanzado  tres  ediciones  en  Weimar,  en  186 1,  66  y  70  y  cu - 
T^  parte  relativa  al  sánscrito,  al  griego  antiguo  y  al  itálico  primitivo,  ha  si- 
^o  traducida  al  italiano  por  el  autor  de  la  obra  que  extractamos. 

nacido  Scheicher  en  19  de  febrero  de  1861  en  Meiningen,  falleció  re- 
^^ontemente  en  6  de  diciembre  de  1868.  Después  de  completar  sus  prime - 
ros  estudios  en  Coburgo,  se  de<licó,  pero  sin  vocación  alguna,  al  estudio  de 
*^  teología  en  Leipzig  y  en  Tubingue,  que  abandonó  por  la  filosofía  hege- 
liajia  y  la  lenguas  orientales,  bajo  la  dirección  del  gran  semitizante  Ewald. 
^*i  ^onn,  gracias  á  Lassen,  el  gran  indianista;  y  al  latinista  Ritschl,  (i)  y 
*  <juien  confesaba  deber  el  método  científico  claro  y  vigoroso,  característico 
^^\  Compendium,  acabó  de  decidirse  por  la  Lingüística,  prefiriendo  de  esta 
los  estudios  de  Gramática  comparada. 

Sus  más  notables  obras  son  Las  investigaciofies  lingüísticas^  {Sprachvcrglei- 
Uniersuchungen^)  cuyo  primer  tomo  apareció  en  1843,  Y  ^  segundo^ 
1 850,  bajo  el  título  de  Die  Sprache  Europas  in  systematischer  Uebersicht 
^^ducido  al  francés  por  H.   Bwerbeck  [a]  el  primero  de  los  cuales  produ 
JO  nuevos  y  útiles  resultados  con  relación   á  determinados  problemas  rela- 
^^os  á  la  historia  de  los  sonidos,  clasificando  el  segundo  las  diferentes  len- 
Suas  de  Europa  con  arreglo  á  su  parentesco  íntimo,  y  explicándolas  por 
^a-tos  históricos  y  nota  bibliográficas.  Además,  la  T\oria  de  leu  formas  delesla- 
'^o  litúrgico  [Formenlehre  der  Kirchen-Slavischen  Sprache]  1852,  que  le  va- 
Wó  la.  protección  de  la  Academia  de  Ciencias  de  Viena,  lo  cual  le  permitió 
tt4  estudiar  á  la  Lithuania  prusiana  y  aprender  de  boca  del  pueblo,  la  len- 
gua lithuania,  tan  vecina  de  la  eslava,  aprovechándose  al  propio  tiempo  de 

[zl    Véase  en  el  número  del  15  de  enero  ds   1877  áe  La  Revista  Contemporánea  de 
Hadrid,  pág.  147,  algunos  apuntes  biográficos  sobre  Ritschl,  fallecido  en  1 1  de  Noviem  - 
l»t  ele  1876. 

r^l   Les  I^angues  deP  Europe  Moderne,  un  volumen,  París  1852,  chez  Ladrange. 


104  REVISTA   DE   CUBA. 

las  leyendas,  dialectos  y  proverbios  populares.  £1  fruto  de  sus  trabajos  fue 
ron  la  Littauische  Grammatik^  l^^S^J  y  ^^  Littauische  Lesebuch^  1S57,  ] 
en  1860  publicó  su  notable  trabajo  sobre  La  lengua  alemana^  [Stuttgart] 
])recedido  de  una  profunda  introducion  y  seguida  de  algunos  apéndices.  Fi 
nalmente,  en  1869  publicó  la  Ghresiomaihia  indo—germánica^  ayudado  po 
otros  tres  filólogos,  no  apareciendo  sino  después  de  su  muerte  su  Fanolagu 
y  Morfologia  de  la  lengua  potaba.  [San  Petersburgo  1871.] 

En  1846  se  había  hecho  recibir  en  la  liniversidad  de  Boun  como  priva 
doceni  [i]  en  la  ciencia  comparada  de  las  lenguas,  pero  las  agitaciones  po 
líticas  de  1848  lo  llevaron  á  Francia  y  á  los  paises  eslavos,  ya  como  corres 
ponsal  de  periódicos  políticos,  ya  para  fines  puramente  científicos.  Nom 
brado  en  1850  profesor  de  filología  clásica  en  la  universidad  de  Praga  ; 
más  tarde  de  sánscrito  y  lingüística  comparada,  se  vio  perseguido  y  calum 
niado,  ya  por  el  liberalismo  de  sus  opiniones  políticas,  ya  por  las  cóle 
ras  que  entre  los  sabios  bohemios  despertó  su  crítica  independiente  d< 
ciertas  obras  del  pais,  cuya  lengua  hablaba  admirablemente,  pues  era  ex 
traordinaría  su  aptitud  para  el  aprendizaje  teórico  y  práctico  de  lo 
idiomas. 

Su  Compendiuniy  escríto  bajo  un  plan  completamente  distinto  al  de  I 
gramática  de  Bopp,  contiene  la  lengua  madre  del  grupo  indo-europeo,  qu 
algunos  han  propuesto  llamar  áryaca^  el  indio  antiguo,  ó  sánscrito,  el  antígu* 
eraniano  ó  zendo,  el  gríego  antiguo,  el  antiguo  itálico  (entre  cuyos  derivado 
se  cuenta  la  lengua  latina,)  el  celta  antiguo,  el  antiguo  eslavo,  el  lituanio ; 
el  antiguo  alemán.  Además  de  ser  la  síntesis  de  los  numerosísimos  trabajos  re 
lativos  á  la  gramática  comparada  de  dichas  lenguas  y  la  exposición  crític 
de  los  resultados  obtenidos,  es  notable  dicho  trabajo  por  sus  notas  7  la 
sagaces  concepciones  del  autor  y  por  haber  introducido  en  ella  la  lengu 
madre  de  dicho  grupo  que  Schleicher  ha  tentado  reconstruir  mediante  k 
sonidos  y  formas  gramaticales  comunes  á  dichas  ocho  lengtuis\  la  'severida 
de  su  método  iguala  á  la  de  la  forma  de  exposición. 

Innumerable  es  el  número  de  sabios  que,  ya  siguiendo  las  trazas  de  los  ar 
tenores,  ya  separándose  de  ellos,  han  recorrido  el  camino  abierto  por  le 
mismos;  citaremos  tan  solo  á  Kuhn^  Benfey^  3^^g^  Curtius,  Max  MüUer^  Fu 
entre  los  primeros  y  Scherer,  Westphaly  A.  Ludwig  éntrelos  segiftidos,  e 
Alemania;  en  Francia,  el  mayor  representante  de  los  nuevos  estudios  h; 
sido  Eugenio  Bumouf,  y  entre  los  contemporáneos,  Michel  Bréal,  Baadr 
Hovelacque,  etc.,  y  otros  muchos  en  Inglaterra,  y  Estados  Unidos  entre  elle 
Whitney,  que  se  ha  conquistado  un  nombre  europeo,  en  Italia,  AscoK  e 
Milán,  Flechia  en  Turin,  Lignana  en  Roma  y  Garcia  Ayuso  en  E^pañs 

[1I  Profesor  libre  en  las  Universidades  que  profesan  cursos  retribuidos  por  los  esti 
diantes,  á  diferencia  de  los  titularesy  que  lo  son  por  el  Estado,  y  cuya  institución  prodoc 
la  mayor  emulación  entre  una  y  otra  dase  de  catedráticos.  A  efia  se  atribdje  en  gran  pw 
te  el  florecimiento  de  los  estudios  serios  en  Alemania  y  la  vitalidad  de  su  vida  universitarii 


REVISTA    DE   CUBA.  1 65 

Como  autoreS;  de  gramáticas,  sánscritas,  deben  citarse  ^^/ü:r,  Bonfey,  yülio 
Oppert^  el  citado  Max  Mülkry  Zassen;  de  diccionarios  de  la  propia  lengua- 
Boethlingk  y  Roth,  Goldstücker  y  Benfey;  de  ediciones  críticas  y  traduccio . 
nes  sánscritas,  la  escuela  de  Augusto  Guillermo  Schlegel^  quien  publicó  de 
1820  á  1830  La  BibUoteca  indica  y  cuyo  mayor  discípulo  fué  el  eminente 
Lassen,  muerto  recientemente,  autor  de  la  Indische  Alterthwnskunde  [Anti- 
güedades índicas,  Bonn  1847-^2.]  Weber  autor  de  los  Estudios  Índicos^ 
Berlin  1849  y  últimamente  Rosen,  que  con  la  publicación  del  Rig-Vida 
en  1838,  inauguró  ima  nueva  época  en  la  historia  de  las  indagaciones  rela- 
tivas á  las  lenguas  y  mythos  índicos  y  demás  pueblos  átyas  ó  indoeuropeos, 
y  otros  muchos  que  harian  interminable  y  fastidiosa  la  presente  enumera- 
ción. 

Después  del  descubrimiento  del  sánscrito,  el  acontecimiento  lingüístico 
de  mayor  importancia  que  registra  la  ciencia,  es  la  interpretación  de  los 
jeroglíficos  egipcios  por  Champollion,  á  principios  del  presente  siglo,  que 
desafiaban  de  siglos  atrás  á  la  crítica,  y  que  habían  dado  lugar  á  las  extra- 
ñezas  de  Pierius  y  de  Kircher,  á  los  errores  de  Warburton,  Gordon,  Pinche 
y  otros,  y  á  las  tentativas  más  prudentes  de  Desguignes,  de  Sacy,  Akerblad, 
Joung.  £1  mismo  Champollien,  ha  descrito,  con  la  simplicidad  del  genio,  la 
historia.de  su  descubrimiento  en  el  Précis  du  systenu  hiéroglyphique  des  anciens 
Egj^ptiens^  París  1822  [i].  Sus  trabajos,  que   Lepsius,  eminente  egyptólogo 
alemán,  declaraba  en  carta  á  Rosellioi,  ''obra    fundamental  de  la  filología 
egipcia,"  iueron  continuados  en  Alemania  por  Brugsch  y  el  propio  Lepsius, 
el   vizconde   Rouge,  muerto  poco  há,  Mariette  y  Maspero^  profesor  en 
^Francia,  pero  han  encontrado  contradictores  en  Spohn^   Seyffarth  y   IJhle- 
^Tum.  Aunque  no  muy  versados  en  el  conocimiento  de  los  jeroglíficos,  debe- 
rnos citar  á  los  alemanes  Schwartz  y  Burnsen^  el  autor  de  Dios  en  la  historia^ 
-y  los  trabajos  del  italiano  A.  Peyron  sobre  la  lengua  copta. 

£1  conocimiento  de  las  demás  familias  lingüísticas  ha  realizado  igualmen- 
te grandes  progresos,  pero  no  en  tanto  grado,  cual  en  la  familia  árya  6  indo 
europea,  debido  en  gran  parte  á  no  haberse  aplicado  igualmente  á  los  mis- 
mos, el  propio  método  comparado,  principalmente  en  lo  que  respecta  á  la 
gran  rama  de  las  lenguas  indias  dé  ambas  Américas.    Pero  la  celebración 
^el  primer   Congreso  internacional  de  filólogos  americanistas  y  celebrado  en 
Kaucy,  en  el  pasado  año  de  1875,  ^^7^  segunda  sesión  tendrá  efecto  del 
10  al  13  de  setiembre  del  presente  año  en  Luxemburgo,  ha  iniciado  una 
nueva  era  para  esta  clase  de  estudios,  que  separándose  délas  hipótesis  ar- 
Mlrarias  y  teorías  preconcebidas  que  la  han  estacionado,  entrarán  en  la  via 
iecundade  las  investigaciones  comparadas. 

Recordemos  sin  embargo,  entre  los  cultivadores  de  la  lengua   china 
(isinólogos  á  Klaprothj  Abel  Remusai^  Guillermo  deHumboldtj  Schottj  Endlicher^ 

\i'\    Véanse  también  sa  Crammain  é^timner^  Paria  1836  y  el  Ditctionnairc  is^tien^ 
1S49-44. 


1 66  REVISTA   DE   CUBA. 

SUbold^  Stanislas  Jit/ien;  entre  los  americanistas  GuiUermo  y  Alejandro  de 
Humboldt  su  hermano,  Ludwig^  que  ha  clasificado  los  idiomas  americanos 
en  370  lenguas  madres  y  524  dialectos,  Buschmann^  notable  por  sus  traba- 
jos sobre  la  lengua  de  los  Aztecas,  Scherzer,  Martius.  Entre  los  que  han 
ayudado  á  la  dilucidación  del  vascuence  ó  euskaro^  que  permanece  sin  da 
sificar,  deben  mencionarse  Guillermo  de  Humboldt^  Mahny  y  recientemente 
el  principe  BonaparU^  y  yuUan  Vinsan\  y  aplicádose  afl  estudio  de  las  len- 
guas úgricas  ó  uralo-altaicasy  Castren,  Klapifúth^  Schotty  primero  que  estable- 
ció de  un  modo  científico  este  tronco  lingüístico,  y  distinguido  además 
por  sus  trabajos  rnmanrln"  relativos  á  dichas  lenguas,  BoUer,  Bdthlhtgkj 
el  Gmde  GabelenfáfllfaxJlíulleryCXiy3,hiip6tesi^  familia  de  lenguas 

luranianasy  que  estudiaremos  á  su  tiempo,  ha  encontrado  tan  fuertes  oposi- 
tores en  Poli  y  Renán,  £1  nuevo  método  comparado  se  ha  aplicado  con 
éxito  por  Caldwellj  á  las  lenguas  dravidias  6  dravidianas^  familia  glótica  del 
Indostan  meridional,  de  las  cuales  ha  publicado  una  Gramática  (Londres 
1856.)  Bleek  ha  publicado  un  trabajo  de  la  misma  clase  sobre  las  lenguas 
del  sur  de  África,  habiendo  dado  á  luz  asinftmo  trabajos  sobre  idiomas  de 
África,  los  alemanes  Barth^  Federico  Muller,  eminente  lingüista,  autor  del 
tomo  de  Filología  de  la  expedición  de  la  Novara,  [Viena  1867]  y  Steinthal. 
Últimamente  los  idiomas  de  Occeanía  han  sido  estudiados  sobre  todo  por 
Guillermo  de  'ELumboldt^  Bushfnann^  el  americanista,  Gabelenijs,  Federico  MO^ 
ller,  y  por  Max  Müllery  Bastian  las  lenguas  de  la  Indo-€hina. 

Al  lado  de  estos  trabajos  puramente  gramaticales  ó  históricos  deben  ci- 
tarse las  producciones  sobre  la  Füosofia  del  lenguaje^  ciencia  nueva  de  la 
cual  puede  apellidarse  fundador  al  tantas  veces  mencionado  Guillermo 
de  Humboldij  separada  por  un  abismo  de  las  groseras  elucubraciones  del 
siglo  18  y  principios  del  presente,  tan  extendidas  aún  por  desgracia.  Sus 
principios  en  esta  materia  deben  estudiarse  principalmente  en  la  introduc- 
ción á  su  gran  trabajo  sobre  la  lengua  kawiy  de  la  isla  de  Java  (tres  tomos 
Berlin  1836)  intitulado  ^'Dela  diversidad  en  la  constitución  de  las  lenguas  y 
de  su  influencia  en  el  desarrollo  de  la  humanidad,"  del  cual  se  ha  publicado  un 
extenso  análisis  por  el  malogrado  Alfredo  Tonnellé,  como  apéndice  á  su 
traducción  del  ''Origen  de  las  formas  gramaticales"  del  propio  Humboldt, 
Paris  1859. 

Entre  los  que  siguieron  sus  trazas  deben  citarse  entre  todos  á  Heyse^  (i) 
d  Sleini/tal^  [2]  y  á  Renann.  (3)  Las  especulaciones  del  primero  sobre  el 
gran  problema  del  génesis  del  lenguaje  llevaron  á  resultados  tales  que  con- 
cilian,  modificándolas,  las  dos  hipótesis  rivales  del  origen  divino  y  del  orf- 

(i)    Sistema  de  la  ciencia  del  lenguaje  etc.  System  der  Sprachwissensckft, 

(2)    Del  origen  del  lengiuye^  Berlin  1855.  Der  Ursprung  der  Sprache  y  otras  varías 

obras  del  mismo  género. 
(3^    DeP  origine  du  lan^age,  París,  quinta  edición,  1S75  7  ^^  muchos  pasajes  de  .  su 

Hiit.  comparle  des  langties  sémiüqtus^  1863. 


REVISTA   DB  CUBA.  1 67 

humano.  Las  investigaciones  ñsiológicas  relativas  al  origen  de  los  so- 
laidos  humanos,  comenzados  por  Kempelen  á  fines  del  pasado  siglo,  y  con- 
tinuados por  Brücke,  el  célebre  Helmholizy  Rodolfo  de  Raumer  el  más  nóta- 
tele de  entre  todos,  han  aprovechado  sobre  manera  á  la  Lingüística  y  he- 
ver  la  identidad  de  los  resultados  entre  la  Fonética  fisiológica  y  la  Fo- 
linguística. 


-■^ 


HOJAS  DE  UN  LIBRO  DE  VIAJE, 


AL  MONT-CENIS. 


Coloso  de  los  Alpes!  No  te  asombre 
La  grandeza  solemne  de  esta  hora: 
"Paso" — ^te  pide  para  bien  del  hombre 
Esta  altiva  y  audaz  locomotora. 


Sierpe  enroscada  á  tu  robusto  tronco 

Por  los  hercúleos  miembros  se  desliza 

Y  sube y  sube hasta  que  al  fin  jadeante. . . 

La  victoria  del  genio  inmortalizal 

C.  N.  R. 


•   • 


EL  CONDE  KOSTIA. 


Un  gran  placer  esperaba  á  Gilberto  al  despertarse;  se  levantó  al  salir  d 
sol)  y  en  cuanto  se  hubo  vestido,  corrió  á  la  ventana  para  examinar-  el  pai- 
saje. 

La  rotonda  que  se  le  había  asignado  para  alojamiento,  formaba  por  sf 
sola  el  piso  superior  de  una  torrecilla  que  flanqueaba  uno  de  los  ángulos 
del  castillo.  Dicha  torrecilla  y  una  gran  torre  cuadrada  situada  en  la  ex- 
tremidad de  la  misma  fachada,  daban  al  norte,  y  de  este  lado  estaba  la  ro* 
ca  cortada' á  pico,  formando  un  precipicio  de  trescientos  pies  de  un  aspecto 
muy  imponente.  Cuando  Gilberto  se  asomó,  su  mirada  se  sumergió  en  él 
abismo,  en  el  que  flotaba  un  vapor  azuloso  que  el  sol  naciente  traspasaba 
con  sus  flechas  de  oro;  aquel  espectáculo  lo  trasportó.  Tener  un  precipi- 
cio bajo  su  ventana,  era  una  novedad  que  le  causó  una  alegría  infinita. 
Aquel  precipicio  era  su  dominio,  su  propiedad;  sus  ojos  se  posesionaban  de 
éL  No  se  cansaba  de  contemplar  aquellas  rocas  encarpadas  como  mura- 
llas, y  cuyas  paredes  estaban  cortadas  por  bandas  traversales  de  malexas  y 
zarzales  achapanados.  Largo  tiempo  hacia  que  no  habia  experimentado 
una  sensación  tan  viva,  viéndose  obligado  á  convenir  en  que  si  su  corazón 
era  viejo,  sus  sentidos  estaban  todavía  jóvenes.  El  hecho  es  que  en  aquel 
momento  Gilberto,  el  ñlósofo  grave,  era  feliz  como  un  niño,  y  al  oir  el 
murmullo  soldknne  del  Rin,  á  que  se  unian  los  graznidos  de  un  cuervo,  y 
los  gritos  estridentes  de  los  martinetes  que  rasaban  con  su  ala  inquieta  las 
buhardas  de  la  torredUa,  se  persuadió  de  que  el  rio  elevaba  su  voz  para 
saludarlo,  que  los  pacatos  le  daban  una  alborada  y  que  la  naturaleza  entera 
celebraba  una  fiesta  de  que  era  el  héroe. 

Apenas  si  pudo  arrancarse  de  su  querida  ventana  para  aliuorzari  y  esta- 


REVISTA    DE    CUBA.  1 69 

de  nuevo  en  contemplación,  cuando  Mr.  Leminof  entró  ea  su  cuarto. 
o  le  oyó  venir,  y  fué  necesario  que  el  conde  tosiera  tres  veces  para  hacer- 
volver  la  cabeza.  Al  apercibir  al  enemigo,  se  estremeció;  pero  se  repu- 
sin  esfuerzo.  Sin  embargo,  aquel  estremecimiento  nervioso  que  no  ha- 
i  podido  reprimir,  hizo  sonreir  al  conde,  y  esta  sonrisa  lo  entristeció. 
>mprendia  que  Mr.  Leminof  adaptaría  su  conducta  respecto  á  él,  con 
reglo  á  la  idea  que  de  él  mismo  se  formara  en  aquella  primera  entrevista, 
se  prometió  estar  en  guardia. 

£1  conde  Kostia  era  un  hombre  de  mediana  edad,  bien  formado,  de  gran 
ia,  anchos  hombros,  aspecto  noble,  frente  altanera  y  «vera,  una  nariz  de 
jaro  de  presa,  la  cabeza  levantada  y  lijeramente  echada  hacia  atrás, 
)s  grandes  gribes  muy  separados,  que  lanzaban  miradas  perspicaces  é  in- 
írtas  á  la  vez,  cara  expresiva,  de  un  corte  regular,  y  en  la  cual  Gilberto 
>  encontró  que  criticar,  sino  las  cejas  demasiado  espesas  y  pómulos  bastan - 
salientes;  pero  lo  que  no  le  agradó  fué  que  Mr.  Leminof  permaneció  en 
i,  rogándole  que  se  sentara,  y  como  Gilberto  hacia  algunos  melindres^  los 
:emimpió  el  conde  con  un  geittimperioso,   acompañado  de  un  frunci- 

ento  de  cejas  .* 

"Señor  conde,  se  dijo  mentalmente  Gilberto,  ¡no  saldréis  de  aquí  sin  sen- 

-^Estimado  señor,  dijo  el  conde  midiendo  el  cuarto  con  sus  pasos  y  los 
180S  cruzados  sobre  el  pecho,  tenéis  un  amigo  muy  caluroso  en  el  doc- 
'  Lerins;  hace  un  caso  inñnito  de  vuestro  mérito;  aún  ha  tenido  la  galán  - 
ía  de  darme  á  entender  que  soy  completamente  indigno  de  poseer  en 
casa  tal  tesoro  de  cordura  y  erudición.  Así,  me  ha  recomendado  ex- 
¡sámente  que  tenga  con  vos  las  mayores  consideraciones; 'me  ha  hecho 
nprenderque  respondía  de  vos  al  universo,  y  que  el  universo  me  oblíga- 
á  rendirle  cuenta.  Sois  muy  feliz,  caballero,  con  tener  tan  buenos  amí- 
í;  es  una  bendición  particular  del  cielo." 

Gilberto  no  contestó  nada;  se  mordía  los  labios  y  miraba  hacia  sus  pies. 
Mr.  Lerins,  prosiguió  el  conde,  me  dice  también  que  sois  tímido  y  altivo 
mismo  tiempo,  y  meVsuplic^  que  os  halague  mucho.  Pretende  que  sois 
paz  de  sufrir  mucho  sin  mostrarlo;  ese  es  un  talento  que  no  abunda  mu- 
o.  Lo  que  me  entristece  es  que  mi  exceleute  amigo  Mr.  Lerins,  parece 
le  rae  considera  como  un  duende  y  sentiria  mucho,  caballero,  infundiros 
iedo,     Y  volviéndose  á  medias  hacia  Gilberto: 

Veamos,  miradme  bien;  ¿tengo  acaso  garras  en  la  punta  de  los  dedos? 
El  pobre  Gilberto  maldecia  />/  peí/o  á  Mr.  Lerins  y  su  indiscreto  celo.     ^ 
— **¡Oh!,  señor  conde,  respondió  con  su  tono  de  voz  túÉg  claro  y  el  aire 
Í8  tranquilo,  no  desconño  nunca  de  las  garras  del  prójimo;  solamente 
lando  por  casualidad  llegó  á  sentirlas,  grito  con  fiMXá  y  me  deñendo. 
El  sonido  de  la  voz  de  Gilberto  y  la  expresión  de  su  rostro   sorprendie- 
*n  á  Mr.  Leminof,  quien  á  su  vez,  no  se  estremeció  [nunca  le  sucedía]  pe- 

22 


170  REVISTA    DE    CUBA. 

ro  se  asombró.  Lo  miró  un  instante  en  silencio  y  luego  repuso  con  tono 
más  sarcastico. 

— ''No  es  esto  todo,  Mr.  Lerins  ¡ah!  ¡qué  admirable  amigo  tenéis!  se  dig- 
na informarme  además  que  sois,  caballero,  lo  que  llaman  hoy  una  bella 

alma.  ¿Qué  es  una  bella  alma?    ¿No  sé Y  al  hablar  así  parecía  que 

buscaba  sucesivamente  alguna  mosca  por  el  techo  ó  un  alfiler  en  el  suelo. 
"¿Qué  queréis?  Tengo  ideas  muy  atrasadas  en  todas'  materias,  y  no  com- 
prendo nada  del  vocabulario  de  mi  siglo.  Sé  muy  bien  lo  que  es  un  her- 
moso caballo,  una  mujer  bella;  ¡pero  una  bella  alma!  ¿Podríais  explicar- 
me caballero,  lo  qije  es  una  bella  alma? 

Gilberto  no  contestó;  estaba  ocupado  en  dirígir  al  cielo  la  oración  del 
filósofo:  "¡Dios  miol  guárdame  de  mis  amigos;  que  yo  me  encargaré  de 
mis  enemigos." 

— Mis  preguntas  os  parecen  quizás  indiscretas,  prosiguió  Mr.  Leminof; 
culpad  á  Mr.  Leríns;  su  última  carta  me  ha  causado  vivas  inquietudes. 
Os  anunciaba  como  un  ser  excepcional;  es  natural  que  procure  informar- 
me. Detesto  los  misterios,  las  sorpresas.  He  oido  hablar  de  un  príncipi- 
11o  de  Abysinia  que  para  atestiguar  su  gratitud  al  misionero  que  lo  habia 
convertido,  le  envió  de  regalo  una  gran  caja  de  madera  olorosa.  Cuando 
el  misionero  abrió  la  caja,  encontró  en  ella  un  bonito  crocodilo  dblNilo, 
enteramente  vivo. 

¡Calculad  su  placer!  es  una  de  esas  aventuras  que  enseñan  á  ser  pruden- 
te. Asf  cuando  nuestro  excelente  amigo  Mr.  Lerins  me  envia  de  regalo 
una  bella  alma,  es  natural  que  abra  con  precaución,  y  que  antes  de  insta- 
lar en  mi  casa  esa  bella  alma,  procure  saber  lo  que  hay  dentro. 

¡Una  bella  alma!  agregó  con  tono  menos  irónico,  pero  más  seco;  á  fuerza 
de  pensar  en  ello,  adivino  que  es  un  alma  apasionada  por  las  chucherías  en 
cuestiones  de  sentimiento.  En  ese  caso,  caballero,  permitid  que  os  dé  un 
consejo:  Mad.  Leminof  tenia  un  gusto  pronunciado  por  todo  lo  chinesco,  y 
habia  llenado  de  ello  el  salón.  Desgraciadamente,  soy  algo  brusco  en  mis 
movimientos,  y  más  de  una  vez  me  sucedió  que  eché  por  tierra  veladores 
cargados  de  porcelanas  y  otras  fruslerías;  ¡juzgad  de  su  contento!  Querido 
señor  mió,  sed  prudente,  encerrad  cuidadosamente  los  chinescos  en  vues- 
tros armarios  y  guardad  las  llaves. 

— Os  doy  las  gracias  por  el  consejo,  contestó  Gilberto  con  dulzura;  pero 
lamento  ver  que  os  hayan  dado   una  idea  falsísima  de  mí.     Me  permitís, 
caballero,  pintarme  á  vos  tal  como  soy? 
•    — No  veo  en  ello  inconveniente,  dijo. 

— No  soy  una  bella  alma,  repaso  Gilberto;  soy  simplemente  un  alma 
buena,  ó  si  preferís,  un  honrado  muchacho  que  toma  las  cosas  como  vie- 
nen y  los  hombres  tales  como  son;  que  no  se  ofende  por  nada,  nada  preten-^ 
de,  y  á  quien  importa  un  ardite  lo  que  los  demás  puedan  pensar  de  él.  No 
niego  que,  en  mi  primera  juventud,  no  baya  pasado  como  cualcjuiera  otrQ 


REVISTA   DE   CUBA.  ^  171 

z>T  lo  que  un  hombre  de  ingenio^  llamaba  el  hechizo  de  las  necedades-,  pero 
a  eso  pasó.  He  encontrado  en  el  destino  unmagister  moroso,  algo  brutal, 
ue  me  ha  enseñado  el  arte  de  vivir  á  fuerza  de  golpes  de  martinete.  Así 
I  que  habia  en  mí  de  romanesco  se  ha  refugiado  en  mi  cerebro,  y  mi  co- 
Lzon  se  ha  convertido  en  el  más  razonable  de  todos  los  corazones.  Si 
Kviera  la  dicha  de  ser  rico  y  artista  á  la  vez,  tomaría  la  vida  como  un  jue- 
o;  pero  no  siendo  ni  una  ni  otra  cosa,  la  trato  como  un  negocio.  Creed- 
le,  caballero,  la  vida  no  es  para  mí  sino  un  negocio  como  otro  cualquiera, 
I  mejor  dicho,  algo  más  complicado  que  otro,  y  me  guardo  de  reprocharle 
[ue  no  sea  un  idylio,  ó  una  ópera.  Sólo  que  como  ^  bueno  descansaj- 
Agunas  vecis,  cuando  quiero  reposar  de  mi  gran  tarea,  que  es  vivir,  cierro 

a  tienda,  y  me  voy  al  teatro Llevo  aquí,  aña4ió  tocándose  la  frente,  un 

bonito  teatro  de  títeres.  El  escenario  no  es  muy  vasto,  pero  mis  títeres 
;.oii  muy  graciosos:  conocen  muy  bien  su  oñcio  y  representan  con  igual  ta- 
ranto la  comedia  y  la  tragedia.  Me  basta  solo  una  palabra  y  al  instante, 
Balen  de  sus  cajas,  se  visten,  se  pintan,  se  encienden  las  luces,  se  levanta  el 
zelon,  comienza  la  representación  y  soy  el  más  feliz  de  los  hombres! 

Mr.  Leminof  ya  no  recorria  el  cuarto;  se  mantenia  inmóvil  en  el  afeizar 
la  ventana  y  miraba  al  valle. 

Os  obligaré  á  sentaros,  señor  conde,  decia  en  voz  baja  Gilberto. 
— Picáis  mi  curiosidad,  replicó  al  ñn  Mr.  Leminof  después  de  un  insta  n- 
de  silencio;  ¿no  me  dejareis  ver  algún  día  vuestros  títeres? 
— Imposible,  contestó;  mis  Polichinelas,  mis  Arlequines  y  mis  Colombi- 
nas, son  tan  tímidas  que  no   consentirían  jamas  en  afrontar  el  fuego  de 
vuestras  miradas.     Apesar  de  no  tener  garras  en  la  punta  de  los  dedos,  me 
parecéis  poco  complaciente  con  las  fantasías  de  los  demás,  y  con  solo  apro. 
ximaros,  mis  pobres  muñecas  podian  cortarse:  ¡de  sobra  saben  que  su  no 
es  de  vuestro  agrado  su  repertorio!'* 

Mr.  Leminof  siguió  paseando  y  al  cruzar  por  delante  de  Gilberto  le  lan- 
zó una  mirada  altanera  y  cariñosa  á  un  tiempo:  así  como  un  gran  dogo 
mira  á  un  perro  de  aguas,  que,  no  temiendo  nada  se  aproxima  familiarmen- 
te á  su  majestad  dentuda  y  pretende  jugar  con  ella;  grane  sordamente,  pe- 
ro sin  deseos  de  incomodarse.  Hay  no  se  qué  en  el  ojo  del  último,  que 
obliga  á  menndo  al  primero  á  tomar  á  las  buenas  sus  confianzas. 

¡Ola!,  caballero,  dijo  el  conde,  según  confesáis,  sois  un  completo  egois- 
ta,  la  cuestión  para  vos  es  vivir,  y  vivir  para  sí! 

— Casi,  casi,  contestó  Gilberto;  solo  que  evitaba  pronunciar  dicha  pala- 
bra, es  algo  dura No  es  que  haya  nacido  egoísta,  prosiguió;  pero  )ie 

llegado  á  serlo.    Si  tuviera  todavía  mi  corazón  de  veinte  años,  habria  traí- 
do aquí  ideas  muy  romanescas.     Vais   á  reíros  mucho,  caballero:   figuraos 
que  hace  diez  años  hubiese  llegado  á  vuestro  castillo  con  la  intención  muy 
decidida  de  amaros  mucho  y  hacerme  amar  de  vos. 
— En  tanto  que  hoy .... 


k- 


172  REVISTA   DE   CUBA. 

— ¡Dios  miol,  hoy  conozco  algo  el  mundo,  y  me  digo  que  no  puede  tra- 
tarse entre  nosotros  sino  de  un  negocio  y  que  los  buenos  negocios  son  los 
que  benefician  á  ambas  partes. 

— ¡Os  hacéis  el  terrible!  exclamó  el  conde  con  aire  burlón,  ¡destmis  des- 
piadadamente  todas  mis  ilusiones,  atentáis  á  la  poesía  de  mí  alma!  En  mi 
candidez,  me  imaginaba  que  íbamos  á  enamoramos  apasionadamente  el 
uno  del  otro.  Proyectaba  hacer  de  mi  secretario  mi  amigo  íntimo;  d  caro 
confidente  de  todos  mis  pensamientos;  pero  en  el  instante  en  que  me  pre- 
paro á  abrirle  mis  brazos,  viene  el  ingrato  á  decirme  con  tqno  sosegado** 
'^Caballero  aquí  no  se  trata  sino  de  un  negocio;  yo  soy  el  mercader,  y  vos 
el  comprador,  os  vendo  griego  y  me  lo  pagáis  de  contado."  ¡Pestd  caba- 
llero, ¡vuestra  bella  alma^pti  se  precia  de  poética ! — ^Tomo  acta  de  vues- 
tras palabras!  no  se  trata  entre  ambos  sino  de  un  negocio.  Seré,  pues,  sí 
queréis  el  explotador,  vos  el  explotado,  y  no  os  quejareis  si  os  trato  á  lo 
Turco  ó  á  lo  Moro. 

— Dispensad  respondió  Gilberto,  vuestro  interés  bien  entendido  os  esjje 
cuidarme;  si  me  dais  mucho  que  hacer,  no  me  lamentaré  por  d  tiempo,  ni 
por  el  trabajo;  pero  cuidareis  de  no  abrumarme.  Así,  no  soy  exigente;  to- 
do lo  que  pido  es  que  me  concedáis  diariamente  algunas  horas  de  odo  y 
de  soledad  para  mirar  en  paz  mis  títeres. 

Mr.  Leminof  se  detuvo  de  repente  y  se  plantó  frente  á  Gilberto,  con  las 
manos  apoyadas  en  las  caderas. 

<<¡0s  sentareis,  os  sentareis,  señor  conde!  murmuraba  Gilberto  entre  dien- 
tes. 

— Dado  ese  supuesto,  dijo  Mr.  Leminoí  mirándole  con  fijeza,  sois 
egoísta  contemplativo.     Espero,  al  menos,  caballero,  que  tendréis   las  vir- 
tudes de  vuestro  estad<>;  quiero  decir,  que  ocupado  como  estáis  -  de  vos* 
mismo,  estáis  exento  de  toda  curiosidad  indiscreta.     £1  egoísmo  no  vale  1g^ 
que  pesa,  sino  cuando  va  acompañado  de  una  indiferenda  desdeñosa  han» 
IOS  asuntos  de  los  demás.     Escuchadme  bien:  no  vivo  aquí  absolutamenter 
solo;  deseo  sin  embargo,  que  solamente  conmigo  mantengáis  relaciones 
constantes.     Las  dos  personas  que  habitan  esta  casa  conmigo  no  sa- 
ben griego,  ni  una,  ni  otra;  no  tienen,  pues,  por  que  interesaros.     Recor- 
dad que  tengo  el  defecto  de  ser  celoso  como  un  tigre;  pretendo,  por  lo  tan- 
to j  que  seáis  mió  por  completo.     Y  en  cuanto  á  vuestros  títeres,  si  volvéis 
en  vos,  me  encontrareis  siempre  dispuesto  á  admirarlos;  pero  no  los  ense- 
ñéis á  nadie;  ¿me  oís?,  ¡á  nadie! 

Kl  conde  Kostia  pronunció  estas  últimas  palabras  con  un  acento  tan 
enérgico,  que  Gilberto  se  sorprendió.  Estaba  á  punto  de  pedir  explica. 
ciones;  pero  la  mirada  severa  y  casi  amenazadora  del  conde  se  lo  impidió. 

— Vuestras  recomendaciones,  caballero,  contestó,  son  superfluas.  Para 
i  omplctar  mi  retrato,  os  diré  que  no  soy  expansivo  y  que  soy  poco  afable 
(le  carácter.     A  decir  verdad,  la  soledad  es  mi  demento;  tiene  para  mi  dul- 


REVISTA  DE  CUBA.  1 73 

2uras  inefables.    ¿Queréis  probarlo?    Encerradme  bajo  llave  en  este  cuar- 
to, y  siempre  que  me  hagáis  llegar  todos  los  días  algún  alimento  por  una 
gatera,  dentro  de  un  año  volvereis  á  encontrarme  sentado  en  esa  mesa» 
fresco,  alegre  y  saludable. . .  .A  menos,  sin  embargo,  que  apesar  mió,  no 
semine    soxÚKmtñtt  el  mal  de  cielo.    En  ese  caso,  podría  el  día  menos 
jpensado  huir  por  las  ventanas;  pero  el  daño  no  seria  grande.      Diríais  al 
encontrar  la  jaula  vacía:  ^'le  han  salido  aks  á  este  muchacho;  {buen  prove- 
cho le  hagan!" 

— No  lo  entiendo  así,  exclamó  el  conde.  Señor  secretarío,  me  agradáis 
^n  extremo,  y  por  temor  á  algún  accidente,  pondré  rejas  á  esta  ventuia.'' 
^  al  decir  esto,  atrajo  á  sí  un  sillón  y  se  sentó  trente  &  Gilberto,  quien 
d^  buena  gana  hubiera  aplaudido  tan  hermoso  4{l||nilace;  d  resto  de  su 
coc^versacion  se  redujo  á  Byzancio  y  á  sa*  liistoña.  El  conde  expuso  á 
Grilberto  el  plan  de  sus  trabajos  y  le  indicó  que  clase  de  investigaciones  es- 
peraba de  él.  La  conversación  se  prolongó  dtuante  varías  horas,  y  ape- 
nsLS  volvió  Mr.  Leminof  á  su  gabinete,  tomó  la  pluma  y  escríbió  á  Mr.  Le- 
rls^s  la  siguiente  carta: 

''Querido  doctor,  recibid  mi  agradecimiento  por  el  precioso  sujeto  que 

me  habéis  enviado;  aun  cuando  lo  hubiera  hecho  fabricar  expresamente, 

no  habria  sido  más  de  mi  gusto.     Es  cabalmente  el  útil  que  necesitaba; 

pero  permitidme  deciros  que  sí  ese  joven  me  agrada,  es  por  lo  poco  que  se 

asemeja  al  retrato  que  os  habiais  dignado  hacerme  de  él.    Me  anunciabais 

un  Héroe  de  Berquin,  y  me  preparaba  á  devolvéroslo,  porque  hubiera  sido 

i  mis  ojos  un  vicio  redhibitorío.    Querido  doctor,  los  jóvenes  del  diason 

más    complicados  de  lo  que  pensai^  el  candor  no  es  patrimonio  suyo;  son 

muy  fuertes  en  aritmética,  y  el  más  ingenuo  es  por  lo  menos  un  Chino  en 

maxitillas.     Lo  que  me  encanta  en  vuestro  candido  amigp^  es  que  se  de- 

mueslra  á  sí  mismo,  como  el  domador  á  su  elefante.     Se  ha  prestado  á  ex. 

plic£u-me  con  los  mayores  tletalles  ese  pequeño  mecanismo  que  uamais  su 

bella  alma;  me  ha  mostrado  su  resorte  principal»  su  movimiento,  encage, 

^^jas  y  sonidos.    La  principal  ventaja  de  este  reloj  es  que  está  al  pelo  y 

scña.Ia  siempre  la  hora  que  se  desea.    Al  mismo  tiempo  me  parece  este  jó- 

^^^  xnuy  felizmente  dotado;  es  un  erudito  consumado,  que  tiene  un  senti- 

<^o  exacto  y  un  espíritu  critico;  á  la  verdad,  no  podia  encontrar  nada  me- 

^^^'       -^dios  mi  querido  doctor,  contad  con  mi  reconocimiento  y  ponedme 

a  los  j>iég  de  Mme.  Lerins,  si  no  ha  olvidado  á  su  indigno  servidor  . 

KosTiA  Petrovich  Lkminof." 


174  •     REVISTA   DE   CUBA. 

IV. 

Quince  dios  después,  escribía  Gilberto  á  sus  amigos  una  carta  concebida.fli 
en  estos  términos:  "Señora,  no  he  encontrado  aquí  ni  fiestas,  ni  cabalga — 
tas,  ni  galas,  ni  bellezas  tongusas.  ¿Qué  haríamos,  decidme,  con  esas  belle — 
zas  tongusas?  O  por  mejor  decir,  ¿qué  harían  ellas  con  nosotros?  Vivimos^ 
en  los  bosques,  nuestro  castillo  es  im  castillo  viejo,  muy  viejo;  de  noche,  á^ 
la  luz  de  la  luna,  parece  un  fantasma.  Lo  que  más  me  gusta  de  él,  son  su^ 
largos  corredores  sombríos  por  los  que  el  viento  se  pasea,  pero  os  ase-  •- 
guro  que  no  he  encontrado  en  ellos  vestidos  blancos,  ni  sombreros  de  pena-^i 
chos.  Solo  la  otra  o^oclpl  un  murciélago  que  habia  penetrado  por  un  crista-^ 
roto  me  barríó  el  rosbíu  conMI  alas,  y  estuvo  á  pique  de  apagarme  la  hu^ 

es  la  única  aventura  que  he  tenido  hasta  ahora Y  en  cuanto  á  voSyCa^ 

ballero,  sabed  que  no  me  he  dejado  ganar  por  las  seducciones  de  mi  tiraiifi^ 
pues  no  se  ha  tomado  el  trabajo  de  seducirme.    Sabed  además  que  no 
fastidio,  estoy  contento,   gozo  de  esa  tranquilidad  de  espíritu  que 
una  situación  bien  definida  y  en  regla,  y  por  lo  demás,  muy  soportable, 
no  tengo  que  empujar  mi  xiáa,  por  delante  de  mi,  mostrándole  el  camin. 
marcha  por  sí  sola*  y  la  sigo  como  Martin  á  su  asno.    Y  luego  que  no  na 
f;ütan  los  placeres,  y,  sino,  escuchad. 

**Nuestro  castillo  es  una  larga  hüerm  de  casas  agrietadas,  de  las 
ocupMunos  la  xinfca  habitable.    Estoy  alojado  solo  en  una  torrecilla  qae'< 
mina  una  \*ista  magnífica,  tengo  un  gran  precipicio  debajo  de  mi 
y  puedo  decir  **mi  torrecilla,  mi  precipido.**  ¡Pobres  parisienses,  no   cc^  -mi 
praddert^is  nunca  todo  lo  que  se  encierra  en  estas  dos  palabras,  imi/nr  my 

Ch^.    ¿Qué  es  un  precipicio?  exduna  Mme.  Lerins Es  una  gran     ^zi 

vtdad:  si  ¡Dios  mió!  Sí.  señora,  es  una  gran  cavidad,  pero  pensad  que  e 
ta  mañana  la  ca\ndad  era  de  un  oral  turqm\  r  que  esta  tarde  á  la  pu^sst 
del  sol  era ....  del  color  de  vuestras  capuchinas.  .\brí  mi  ventanas.  ; 
husmeé  el  aire,  poní  respirar  el  o!6r  de  ese  admirable  precipicio,  porque  h< 
descubier:o  v^ue  de  noche  lo»5  precipicios  huelen.  ¿Cómo  diré?  Es  vai  'pcr 
fume  de  rocas  toistados  por  el  sol,  al  cuil  se  mezda  un  aroma  sutD  de  y^=rb2 

seca,  lo  v^ue  torma   una  merd»  exquisita Me  hallaba,   pues,  en     mi 

\'en:ana.  cuando  a  mi  derecha,  á  «dienta  posos  por  debajo  de  mi,  vi  simt- 
¿r  tros  una  rarra  de  roias^^s  leus  oueraos  v  la  cabera  de  una  caln  Nancea. 
IVNks  saber  que  del  I-ivio  del  Rír..  ni:  yrecipicío  ó  mi  abismo,  como  px"^- 
drois  Uan>arie,  es:á  banqueado  rcr  utjí  ooiina  de  cesj^  por  cuya  pendfe^*' 
:;í  ss?r.\rr.:ea  un  sendero.  Pcsr  el  harLi  irerado  a::^eiIjL  amazona  de  Wa-^^" 
cas  yara?^  y  de  bueca  irora  huHese  >ub:io  ruLS^  ¿P'^í"'^  cócio?  Se  hallaba  al  pp^  ^* 
de  u:=a  foctEÜsiib^e  oosnira  de  r>.vas.  cue  desalo  il  mis  hibQ  cameDoqQe  '^^* 
escale,  la  jv^re  cabsa  s^í  ^íesclaba  oí  v«ne  ceceE>ia  por  aqad  obst^^ 
culo   r2!es;^e^a>¿o.    desmechada  se  rc$o  a  ccnriear  el   rosal,  después 


; 

■                                                             REVISTA   DE    CUBA.  1 75 
f            miró  balando  y  yo  la  miraba  sonriendo,  y  por  momentos  volvíamos  ambos 
la  cabeza  para  contemplar  el  rio,  salpicado  de  trecho  en  trecho  por  gran- 
des placas  de  oro  y  púrpura De  buena  fé,  señora,  ¿no  me  envidiáis 

mi  ventana,  y  no  trocariais  por  mi  cabra  blanca  todas  las  mercaderas  de 
las  cuatro  estaciones,  que  veis  pasar  por  la  calle  Jacob? 

"Y  ahora,  os  ruego,  recorred  conmigo  nuestra  hermosa  mansión.     La 
fiera  roca  cuya  plataforma  ocupamos,  y  que  merece  su  nombre  de  núió  de 
hdiire  [Geierfels,]  termina  hacia  el  norte  por  lo  que  os  he  dicho,  al  oeste  por 
^in  barranco  que  la  separa  de   otros  montecillos  más  elevados  y  capricho- 
samente tajados,  cuya  cadena  sigue  el  curso  del  rio.     Esta  línea  de  alturas 
no  es  continua;  está  cortada  por  gargantas  estrechas  que  desembocan  en 
^  valle  y  que  dejan  llegar  hasta  nosotros  los  últjpaos  fuegos  del  sol.  La 
otra  taj-de  la  puesta  era  roja,  y  una  de  su^ig[|rga]j|Íki  parecia  vomitar  11a- 
®*s;  hubiérase  dicho  la  boca  de  una  fragua.     Al  oeste,  el  Geierfels  domi- 
na corx  sus  vertientes  y  su  terrado  al  Rin,  del  que  no  lo  separa  sino  el  ca- 
^^^^o  Teal,  y  uno  de  travesia.     Al  sur  comunica  por  senderos  rápidos  con 
^3-  "v-^sta  meseta  de  la  cual  constituye  en  cierto  modo  el  piso  superior,  y 
^^    ^stá  cubierta  por  un  bosque  de  hayas  surcado  por  aguas  corrientes. 
^^^  ^e  este  lado  es  accesible  nuestra  mansión,  pero  no  es  posible  llegar  á 
'3.  erx  coche,  aún  una  jaca  llegaria  difícilmente  hasta  nosotros,  y  todas  nues- 

7^^  I^Tovisiones  son  traidas  á  hombros  ó  en  mulos Montañas,  rocas 

PiOcij  torrecillas  suspendidas  de  un  precipicio,  grandes  bosques  sombríos, 
P^^os  senderos,  arroyos  que  caen  en  cascadas,  ¿no  constituye  todo  eso, 

^^^^s,  una  residencia  muy  salvaje  y  romántica? Pero  en  la  ribera  de- 

^^^-  del  Rin  que  se  estiende  bajo  nuestras  miradas  ya  es  otra  cosa.  Re- 

^  ^^^utaos  un  paisaje  de  una  dulzura  infinita,  una  gran  llanura  cultivada 

^    ^      se  eleva  por  movimientos  insensibles  hasta  el  pié  de  una  lejana  cade- 

^«  montañas,  cuya  grupa  ondulosa  dibuja  en  el  cielo  sus  aéreos  den- 

,  ^^^Hes.     Seguramente,  señora,  las  dos  riberas  del  Rin  no  estáiutonsagra- 

^^^    ^  la  misma  divinidad.     Al  rededor  del  Geierfels,  en  el  misterioso  hor- 

.     ^    ^e  los  bosques,  reina  aquella  primitiva  y  temible  diosa  de  la  natura- 

!^^*»  cuyos  sirvientes,  feroces  como  ella,  enrojecian  con  si^angre  el  musgo 

■*^I5  rocas,  en  tanto  que  al  rededor  suyo  delirantes  saORrdotistas  con  el 

^    ^^llo  al  viento,  parecian    imitar    en  sus  danzas  frenéticas    la  carrera 

^^^^i^rdenada  de  los  astros  inciertos  a^  en  su  marcha  y  los  desconciertos 

'^^     antiguo  caos.  Allá  abajo,  por  el  contrario,  en  la  llanura,  todo  reconoce 

iperio  de  Céres  la  rubia,  de  Céres  coronada  de  espigas,  divinidad  titu- 

;3r  bienhechora  que  se  complace  en  los  vapores  de  la  tierra  entreabierta 

el  corte  de  la  reja,  por  el  chirrido  del  arado,  por  los  prolongados  mu- 

Os  de  los  rebaños  y  los  cantos  del  segador  que  ata  su  dorada  gavilla — 

Frente  por  frente  del  castillo,  más  allá  del  Rin,  una  villa  de  casas  lim- 

^^^^-^,  cuidadosamente  blanqueadas  con  cal,  y  rodeadas  de  jardines,  se 

ílega  en  abanico  alrededor  de  una  ensenada  circular.    A  la-   dere- 


a 


176  REVISTA  DE  CUBA, 

cha  de  esta  gran  aldea,  una  iglesia  rústica  hace  relucir  al  sol  la  flecha  de 
su  campanario  cubierto  de  zinc;  á  la  izquierda  grandes  molinos  de  casca 
dejan  voltear  descuidadamente  sus  ruedas,  extendiéndose  tras  los  molinos 
la  iglesia  y  la  villa,  el  fértil  campo  que  procuraba  pintaros  poco  ha,  y 
que  no  podría  celebrar  lo  bastante,  ¡Oh!  ¡Qué  paisaje  tan  encantador? 
Esta  tarde,  estaba  ocupado  en  devorarlo  con  la  vista,  cuando  vino  á  dis- 
traerme la  cabra  blanca,  seguida  apoca  distancia  por  una  cabrerita  que  me 
figuro  que  es  muy  bonita;  pero  olvidé  á  ambas,  viendo  desfilar  ante  mi, 
en  sentido  contrarío,  un  vapor  que  remolcaba  lentamente  ima  flotilla  de 
barcas  cubiertas  con  sus  toldos  y  escoltadas  por  sus  botecillos,  y  una  vasta 
almadía  de  la  selva  Negra,  equipada  por  cincuenta  ó  sesenta  bateleros,  que, 
irnos  por  delante,  otros  por  detras,  dirígian  su  marcha  á  fiíerza  de  remos; 
después,  separándose  ais  nújEidas  de  las  blancuzcas  aguas  del  rio,  se 
han  paseado  sucesivamente  por  las  suaves  ondulaciones  de  la  ribera,  por  las 
sinuosidades  de  un  arroyo  que  buscaba  forttma  en  una  pradera  entre  óps 
cortinas  de  sauces  y  de  álamos,  por  la  sombra  proyectada  por  los  árboles, 
alargada  por  la  noche,  yque  dormían  apaciblemente  en  e!  seno  de  la  cam- 
piña. Aquí,  un  verdoso  prado,  en  el  que  pacian  tres  cameros  rojos 
guardados  por  una  pastorcilla  sentada  en  una  gran  piedra,  en  tanto  que  su 
vaca  negra  manchada  de  blanco,  se  empinaba  contra  el  declive  de  un  fo- 
so, mordisqueando  las  ramas  chuponas  de  un  seto;  á  lo  largo  del  prado, 
un  extremo  del  camino  real  por  el  cual  marchaba  un  molinero  encarama- 
do sobre  un  gran  caballo  gris;  más  lejos,  una  choza  por  cuyo  techo  se  es- 
capaba una  columna  delgada  de  humo  azuloso  que  subia  ondeando  hada 

el  cielo A  alguna  distancia  de  mí,  un  ave  de  presa  con  sus  inmensas 

alas  extendidas  se  cernía  lentamente  sobre  el  valle;  sus  alas  parecían  in- 
móviles, y  suspendido  en  el  aire,  trazaba  grandes  curvas  regulares  y  con- 
céntrícas.  Aparentemente,  estaba  sumergido,  como  yo,  en  una  meditativa 
contempMMon  de  la  que  no  podia  arrancarse,  y  cuando  amenudo  ensaya- 
ba romper  el  hechizo  que  lo  tenia  encadenado,  y  agitando  sus  grandes  alas 
volaba  hacia  el  cielo,  el  misteríoso  encanto  tríunfaba  bien  pronto  de  sus 
esfuerzos,  bajaba «uevamente  y  volvia  á  sus  vueltas,  aprísionado,  al  parecer, 
en  un  círculo  má^co,  y  fascinado  á  pesar  suyo,  por  las  divinas  gracias  de 
aquellas  encantadas  ríberas. 

"Pero  lo  que  rae  agrada  más  que  to^k),  es  que  por  su  situación,  el  Gen — 
fels  es  una  especie  de  foco  acústico  al  que  llegan  sin  cesar  todos  los  rui-  - 
dos  del  valle.  Hoy  al  mediodía  el  sordo  murmullo  del  río,  la  respiracioac 
jadeante  del  remolcador,  la  vibración  de  una  campana  en  una  iglesia  leja  «« 
na,  el  canto  de  una  aldeana  que  lavaba  su  ropa  en  una  fuente,  el  balido  d»^ 
un  camero,  el  tic  tac  de  los  molinos,  el  eco  de  las  campanillas  de  una  laoc: 
ga  fila  de  muías  halando  una  barca  con  sirgas,  los  clamores  retumbantes» 

de  los  bateleros  estivando  barriles  en  una  urca todos  esos  ruidos  diver.^ 

sos  llegaban  hasta    mi  vibrando  con  -una  claridad  sorprendente, 


REVI3TA    DE    CUBA.  I  77 

ci  momento  en  que  mezclándolas  de  repente  una  bocanada  de  aire,  no  oís 
sitity  una  música  vaga  que  parecía  bajar  del  cielo;  pero  momentos  después. 
íocJas  aquellas  voces  estremecidas,  se  elevan  nuevamente  de  aquel  torbellino 
"^  confusa  armonía,  y  de  nuevo  cada  una,  sonora  y  distinta,  contaba  á  mi 
Corazón  estasiado  algún  episodio  de  la  vida  del  hombre  y  de  la  naturale- 
za .  —  ,  Y  luego,  cuando  llega  la  noche,   señora,  á  aquellos  ruidos  del  dia 
^u  criden  otros  más  secretos,  más  penetrantes,  más  melancólicos.     ¿Os  agra- 
da,   señora,  el  grito  del  mochuelo?     Ante  todo  es  necesario  que  me  digáis 
^'  ^o    liabeis  oido  alguna  vez.     Es  un  grito. . .  .no,   no  es  un  grito,  es  una 
^^^^JSL  dulce,  ahogada;  es  un  pesar  monótono  y  resignado  que  se  descubre  á 
'^    ^  "^ixia  y  á  las  estrellas.     Una  de  esas  tristes  aves  habita   á  dos  pasos  de 
'^^^     ^n  el  huceco  de  un  árbol,  y  cuando  llega  la  noche  se  complace  en  ento- 
^^^T   xan  dúo  con  el  viento  que  suspira.     El  Rín  se  encarga  de  acompañarlos, 
y   ^i-«.    voz  grave,  sonora,  forma  un  bajo   continuo  que  alternativamente  au - 

"*^^^^'ta  y  disminuye La  otra  noche  no   hubo  concierto,  ni  el  viento,  ni 

^^  inr^  ochuelo  estaban  en  voz.  Solo  el  Rin  murmuraba  por  lo  bajo;  pero 
'^^^  jpreparaba  una  sorpresa;  me  ha  probado  que  sabe  á  veces  producir  ar- 
u>^i-»3CiJa  por  sí  solo.  Hacia  media  noche,  se  destacó  de  la  ribera  una  bar- 
^li^^-ü^  que  llevaba  á  la  proa  una  linterna  y  atravesó  el  rio  á  sotavento;  yo 
<3istintamenteó  creía  oir  la  agitación  de  la  onde  sobre  el  flanco  del  barco, 
^rvor  de  la  olla  [ij  que  se  formaba  por  detrás,  el  ruido  sordo  del  remo 
^'unciergirse  en  la  corriente,  y,  más  suave  aún  cuando  salia  de  ella,  el  llan- 

^-<íorable  del  agua  que  dejaba  caer  gota  á  gota Esta  música  formaba 

contraste   con   lo   que  le  habia  oido  la   víspera  á   la  misma"  hora. 
^labia   levantado  norte  durante  la  noche,  y  estaba  furioso  hacia  h'son- 
^^>  llenaba  l^s  aires  de  fúnebres  ladridos  con  unarabia  indescriptible.     Las 
^^*^ta-s  rechinaban,  las  tejas  daban  unas  contra  otras,  las  vigas  de  los  techa- 
^^   temblaban  en  sus  muescas,  las  paredes  se  estremecian  sobr^us  cimien- 
^s.   Xl>e  vez  en  cuando  se  precipitaba  una  ráfaga  sobre  mi  ventana  con  ahu- 
^^^>s  salvages,  y  desde  mi  cama   creia   percibir  al  través  de  la  vidriera,  los 
PJ/^^    ensangrentados  de  una  bandada  de  liambrientos  lobos.  En  los   cortos 
^^^J~^^alos  en  que  se  calmaba  aquel  grau  ruido  del  exteiíor,  murmullos  ex- 
^^ri<:>s  salian  del  interior   del  castillo;  el  maderamen   dejaba  oir   lúgubres 
^*^^Jic3os;  no  habia  rotura  en  los  tabiques-,  ni  hendidura  en  el  cielo  raso   de 
^^'^cie  no  saliera  un  suspiro  ó  gemidos  roncos.     A  veces  reinaba  el  silencio, 
f    ^^    oia  tan  solo  en  la  extremidad  de  los  corredores  como  un  lijero  cuchi- 
^^^    tje  fantasmas,  que  challaban  en  la  sombra  rozando  las  paredes;    luego 
^   Repente  tomaban   vuelo,  el  piso   temblaba  b  jo  su   pisadas    irregulares, 
^»^i^n  tumultuosamente  la  escalera  que  conduce  á  mi  coarto,   dejándose 
sobre  el  umbral  de  mi  puerta  lanzando  lamentaciones  indecibles. 


1.  *  ^    Remolino  de  agua  producido  por  el  movimiento  de  un  buque. 

23 


i 


178  REVISTA    DE    CUBA. 

Bosta  de  jaula,  diréis  quizás,  habladnos  algo  de  su  dueño.  Este  terri 
ble  de  hombre,  sabedlo,  me  es  mucho  menos  antipático  de  lo  que  ceei 
En  primer  lugar,  no  estamos  juntos  desde  por  la  mañana  hasta  por  la  noch( 
desde  el  dia  después  de  mi  llegada,  me  entregó  una  larga  lista  de  pasaje 
difíciles  y  alterados  para  interpretarlos  y  restituirlos;  trabajo  de  gran  alient 
al  cual  consagro  todo  el  mediodía.  Ha  hecho  trasportar  á  mi  cuarto  algí 
nos  de  sus  más  hermosos  in-folio  y  vivo  dentro  de  ellos  como  una  rata  en  s 
queso  de  Holanda.  Paso,  es  verdad,  las  mañanas  en  su  gabinete,  en  el  cui 
celebramos  doctas  conferencias,  capaces  de  ediñcar  ala  Academia  de  inscríp 
ciones;  pero  lo  quemas  me  agrada  es  que  desde  que  cae  la  noche  pued 
disponer  de  mi  como  mejor  me  parece.  Aún  hemos  convenido  en  que  Ó2 
das  las  siete,  podría  encerrarme  bajo  llave  en  mi  habitación,  y  que  baj 
pretexto  alguno  vendría  á  molestarme  ningún  mortal.  Es  un  -  privilegie 
que  Mr.  Leminof  me  ha  concedido  con  la  mayor  complacencia  y  juzgad  : 

le  estaré  ó  no  reconocido Ño  es  decir  esto  que  sea  una  persona  am2 

b]e,i.i  que  lo  parezca;  pero  es  hombre  de  sentido  é  ingenio.  Me  ha  con 
prendido  al  momento,  y  sabe  servirse  de  mí:  soy  como  un  caballo  que  co 
noce  al  hábil  ginete  que  lo  monta. 

Le  reprocháis,  doctor,   su  absoluto  desencanto pero  no  se  es  vcrdí 

deramente  Ruso  sino  de  esta  manera.  ¿Qué  es  la  Rusia?  El  eslabo 
entre  la  Europa  y  el  Asia.  Nos  creemos  muy  cosmopolitas  porque  á  fiíen 
de  ingenio,  llegamos  á  creer  que  Dante,  Goethe  y  Shakespeare  no  careci< 
ron  enteramente  de  sentido  común.  ¡Buena  burla  por  cierto!  En  Rusi 
se  hablan  más  de  treinta  lenguas,  y  se  adoran  todos  los  dioses  de  la  tiern 
en  Rusia  hay  Alemanes,  Griegos,  Lapones,  Sch u vacos,.  Samoyedos,  Kami 
chadales,  Schukotches ....  Un  verdadero  ruso  debe  tener^tantas  alma 
cuantos  gobiernos  hay  en  su  impefio,  debe  descifrar  de  memoria  un  ci 
razón  mandchurio,  ó  tcheremisso;  debe  honrar  la  Panagia  sin  ponerse  hl 
con  el  Dalai-Lama;  debe  ser  capaz  de  aclimatarse  por  do  quier,  de  natuc 
lizarse  en  todas  partes,  de  comprenderlo  todo  sin  apasionarse  por  nada. . 

**  Nosotros  los  Rusos,  me  decia  antier  Mr.  Leminof,  estamos  llamados 
*undar  la  unidad  del  género  humano. 

— ¿Y  cómo  os  compondréis  para  ello? 

— El  medio  es  muy  sencillo;  nos  hemos  convertido  en   misioneros 
Mr.  Scríbe,  y  aspiramos  á  esparcirlo  por  el  Asia. 

— Y  en  cambio,  le  dije,  no  traeréis  al  Dalai-Lama  á  £uropa? 

— Nada  de  eso  me  replicó,  á  cada  pueblo  su  catecismo.  La  religío 
divide  á  los  hombres,  el  vandeville  los  reúne." 

"Me  engaña:  los  rusos  no  están  condenados  sin  apelación  al  desencante 
absoluto;  su  cosmopolitismo  puede  convertirse  en  un  espírítu  de  simpatís 
universal.  He  conocido  tiempo  ha  en  París  á  un  ruso  de  Moscón  que  en 
un  hombre  admirable:  unia  á  una  inteligencia  fríamente  lúcida  un  cora 
fon  tierno  y  fogoso  lo  conocía  todo  y  no  despreciaba  nada;  no  se  formab; 


REVISTA    DE   CUBA.  I  79 

ilusión  alguna  it  crea  de  los  hombres,  y  estaba  pronto  á  sacrificarse    por 
S  unia  á  la  ilimitada  tolerancia  de  un  filósofo  la  ardiente  caiidad  de  un 
Habia  empleado  su  vida  en  ver  las  cosas  tales  como  son,  y  persis- 
II  creer  que  Dios  es  el  secreto  de   todo.     Preguntándole  un  dia  que 
isxon  atribuia  á  la   Rusia,  me  contestó  con  esta  definición:  * 'pacificarlo 

,  comprendiéndolo  todo "  sea  ó  no  una  utopía,  esto  es  preferible 

Á.   ^^ctender  á  Mr.  Scribe  entre  los  Mandchurios No  os  gustan  los  rusos, 

qü^irido  doctor;  los  habéis  denigrado  á  menudo  en  mi  presencia  y  os  de- 
J2L130.  hablar;  hoy  que  vivo  en  Rusia,  me  creo  obligado  á  contestaros.     Los 
ll3.mais  Kalmucos,  pero  eso  es   escaparse  por  la  tangente;  los  rusos  son  oc- 
^^ tiéntales  con  pómulos  é  imagina  ion  oriental.     Que  os  causen   miedo,  lo 
^<^í^nprendo,  pero  no  es  un   motivo  para  injuriarlos;  la  Rusia  tiene  la  vista 
persf>icaz  y  el  oido  fino,  sus   miradas  llegan  hasta  Pekin,  y  emplea   c  mbos 
oicJos  en  escuchar  todo  lo  que  se  dice  en  Europa.     ¡Oh!     ¡estad  seguro  de 
Que  no  pierde  una  palabraí     Por  su  parte  tiene  muchas  cosas  que  decirnos; 
solo  que  para  comenzar,  espera  el  dia  en  que  su  voz  puede  entenderse  des- 
^^  Constantinopla  hasta   Lisboa.     Todo  ello  es  motivo  de  inquietud,  pero 
^o  impide  que  el  pueblo  ruso  deje  de  ser  un  gran  pueblo.     Los  Eslavos  son 
Qe  todas  las  razas  de  la  tierra,  la  más  maleable   y  flexible,  es  una  arcilla 
plástica  capaz  de  recibir   todos  los  moldes  y  de  revestir  todas  las  formas, 
^^i,  poseen  naturalmente  el  talento  de  la  imitación  y  el  don  de  las    mona- 
^as;  pero  que  esta  flexibilidad  de   espíritu  se  alie  á  un  'carácter  elevado,  y 
tan  feliz  concurrencia  producirá  efectos  maravillosos.     El  alma  de  un  es- 
lavo, que  tiene  alma,  tiene  más  extensión  que  otra,  sin  ser  menos  profunda 
y  dá  á  sus  virtudes  una  amplitud  que  nosotros  no  damos  sino  á  nuestros  vi- 
cios. 

** Después  de  esta  declaración  de  principios,  vais  á  creer  que  adoro  á  mi 
tirano;  ¡agregad  si  queréis,  que  adoro  también  á  su  señor  hijo!  A  propósi- 
to, creo  haber  encontrado  en  la  carretera  á  tan  amable  jóyen  el  dia  de  mi 
negada,  y  desde  entonces  no  he  tenido  el  jgusto  de  volver  á  verle;  he  comi- 
do en  mi  cuarto,  pues  el  comedor,  según  me  han  dicho,  está  entregado  á  los 
albañiles,  pero  ya  han  concluido  las  reparaciones,  y  en  lo  adelante  come- 
remos en  familia.  ¡Ay!  ¡amigos  míos!  ¡con  vosotros  es  con  quienes  quisiera 
comer  mañana!  ¿cuando  beberé  de  nuevo  de  aquel  perfumado  café? " 

VÍCTOR  CHERBULIEZ. 


1 8o  REVISTA   DE   CUBA. 

LA  MUERTE  DEL  AÑO. 


Envuelto  en  sutiles  y  blancos  cendales 
Que  á  trechos  colora  brillante  arrebol, 
ta  frente  de  fuego,  sin  lustre,  marchita, 
Recuesta  cansado,  muñéndose  el  Sol. 

Sudario  de  nubes  le  da  el  horizonte, 

Y  mórbido  lecho  le  tiende  la  mar 

Las  sombras  sacuden  su  oscuro  ropaje, 

Y  el  hombre  se  apresta  por  todos  á  orar. 

La  tarde  desplega  sus  alas  de  armiño, 
Celages  colgando  del  éter  doquier; 

Y  estrella  luciente  del  cielo  prendida. 
Su  luz  tembladora  copiienza  á  verter. 

Natura  su  marcha  detiene  un  instante, 
Del  mundo  los  ejes  haciendo  temblar; 

Y  espléndido  manto  bordado  de  estrellas 

'  La  noche  en  sus  hombros  acude  á  colgar. 

Las  aguas,  las  aves,  murmuran  buscando 
Sus  lechos  de  piedra,  su  casto  nidal; 
Destellos  del  iris,  encages  de  plumas 

Y  líquidos  tules  de  blanco  cristal. 

Y  crecen  las  sombras  y  tristes  estrechan 
Al  orbe  en  los  pliegues  de  negro  crespón; 

Y  leda  en  los  bosques  el  aura  murmura 
Con  notas  sencillas  de  blando  rumor. 

Y  allá  en  el  espacio,  circuido  de  mundos 
Que  pasan  y  vuelven,  girando  á  sus  pies, 
Al  Tiempo  inflexible,  los  años  y  edades 
Con  letras  de  siglos  trazando  se  vé. 

Y  débil  la  gasa  del  éter  rompiendo 
Una  hora  en  los  aires  de  pronto  sonó, 
Cual  suena  en  el  pecho  la  nota  postrera 
De  aquel  que  á  la  vida  da  el  último  adiós. 

Y  gritos,  blasfemias,  sollozos  y  cantos,  - 
El  hambre,  la  rabia,  la  muerte,  el  placer. 
Del  año  que  expira- se  agrupan  en  tpyno, 

Y  al  caos  se  lanzan  rodando  con  él. 

En  tanto  mis  hijos,  mi  esposa,  se  aduermen 
Én  lechos  que  alegre  forjóles  mi  amor. 

Y  yo  de  rodillas,  temblando,  por  todos 
Feliz  año  nuevo  le  pido  al  Señor. 

FERNANDO    URZAIS. 


REVISTA  MUSICAL 


Muy  claramente  ha  manifestado  en  su  prospecto  L/i  Revista  de  Cuba, 
propósito,  tan  ambicioso  acaso  y  tan  arduo  como  es  sincero,  de   conse- 
que en  sus  páginas  pueda  encontrarse  el  resumen  de  los  adelantos  del 
y  el  exponente  de  su  cultura;  y  para  llevarlo  á  cabo,  debia  ella  necesa- 
^^iamente  destinar  un  lugar  distinguido  á  las  -Bellas  Artes,  al  par  de  la  Lite- 
y  de  las  Ciencias.     Pero  es  evidente   que  para  realizar  sus  buenos 
íos,  La  Revista  tenia  que  mantenerse  dentro  de  las  condiciones  que  le 
impone  su  índole   especial,   que  no  le  consiente  consagrarse  á  difundir  la 
'piimera  enseñanza  ni  explicar  las  nociones  elementales,   si  no   es  indirec- 
tamente ó  como  de  paso;  porque  tienen  las  publicaciones  de  su  clase  por 
misión  especial,  la  de  dar  cuenta  razonada  del  movuniento  científico  y  lite- 
rario, la  de  divulgar,   resumir  ó  apreciar  las  nuevas  producciones,  por  me- 
dio del  análisis  ó  de  la  crítica. 

Definir  de  esta  manera  el  objeto  de  La  Revista,  equivale  á  manifestar 
las  dificultades  que  para  cumplirlo  tendria  ella  que  vencer,  en  lo  que  atañe 
i  las  Bellas  Artes.  La  razón  es  evidente,  porque  donde  apenas  hay  pro- 
ducción, ha  de  ser  casi  imposible  la  crítica. 

¿Qué  es  entre  nosotros  la  Arquitectura?  JVbn  raggionam  di  lar No  hay 

más  que  ver,  y  reirse. 

La  Escultura,  arte  verdaderamente  mitológica  en  Cuba,  no  ha  pasado  aún 
de  la  primera  infandj^lo  que  pudiéramos  llamar  ib  edad  del  yeso. 

La  Pintura  cuenta  con  algunos  inteligentes  aficionados  y  más  de  un  dis- 
tinguido profesor;  y  de  vez  en  cuando  se  oye  dedr  algo  de  un  cuadro  nota- 
ble ó  de  un  paisaje  excelente;  pero  no  hay  campo  fecundo  para  la  crítica 
donde  faltan  museos,  galerías  particulares,  y  exposiciones  públicas  y  perió- 
dicas. 
Quiere  decir  que  á  reserva  de  aprovechar  las  ocasiones  que  se  presenten 


í82  REVISTA   DE   CUBA, 

para  manifestar  el  estado  de  esas  artes  en  el  pais,  por  ahora  tendrá  La  Re- 
vista que  retringirse  á  la  bella  región  de  la  música,  al  menos  si  ha  de  con- 
traer el  empeño  de  hacerlo  regular  y  periódicamente,  consagrándole  una 
setcion  especial  en  sus  páginas. 

Creemos  que  no  será  necesario  justificar  esta  preferencia,  porque  es  la 
música  el  arte  que  ha  sido  cultivado  en  Cuba  con  más  afición,  y  más  felices 
disposiciones.  Ella  cuenta  aquí  sus  discípulos  por  millares;  tiene  y  siem- 
pre ha  tenido  excelentes  profesores;  y  á  pesar  de  la  escasez  de  estímulo  y 
de  la  falta  de  elementos  y  condiciones  favorables,  no  solo  ha  producido 
ejecutantes  y  artistas  de  primer  orden,  sino  que  ha  podido  enorgullecerse 
con  la  gloria  que  han  dado  al  país  algunos  genios  renombrados  en  Europa, 
y  entre  los  cuales  pudiéramos  citar  el  nombre  de  alguno,  cuyas  inspiradas 
composiciones,  hijas  de  un  profundo  estudio  del  arte,  de  una  imaginación 
poética  y  una  exquisita  sensibilidad,  y  más  conocidas  allá  que  aquí,  han  si- 
do ya  admiradas  y  aplaudidas  por  los  críticos  más  autorizados  del  viej 
mundo. 

Por  estas  circunstancias  se  halla  la  generalidad  del  público  de   algún 
manera  preparado  para  la  crítica  musical,  ya  se  refiera  esta  á  las  obras  ori — 
nales  que  vean  la  luz  en  la  Habana  ó  se  ejecuten  en  nuestros  teatros   don — 
de  hoy  contamos  con  dos  compañías  de  ópera;  ó  ya  se  limiten,  cuando  es — 
tas  nos  falten,  á  las  que  más  llamen  la  atención  en  las  capitales  de  Europa^ 
y  he  aquí  explicado  el  motivo  que  nos  ha  inducido   á  fundar  una  seccioifl 
exclusivamente  consagrada  á  la  música  con  el  título  de  Revista  Musical,  E 
propósito  de  no  confiar  esta  sección  sino  á  personas  que  por  sus   conoci- 
mientos y  aptitudes  pudieran  encargarse  de  ella  con  toda  la  autoridad  que 
solo  puede  obtener  la  competencia  notoria  é  indisputable,  y  otras   causas 
independientes  de  nuestra  voluntad,  nos  han  obligado  á  aplazar  para  el  nú- 
mero subsecuente  la  primera  de  nuestras  Revistas  Musicales. 

Teniamos  ya,  sin  embargo,  destinado  un  lugar  en  el  número  presente  á 
la  crónica  musical,  y  habiéndonos  esta  faltado,  forzoso  era  llenar  el  hueco. 
Muy  oportuna  y  feliz  nos  ha  parecido,  pues,  la  ocurrencia  de  un  distinguido 
amigo,  gran  autoridad  en  todo  cuanto  al  divino  arte  se  refiere,  y  que  ha  te- 
nido la  humorada  de  remitimos  para  su  inserción  el  siguiente  escrito,  que 
es  im  prólogo  compuesto  por  el  célebre  maestro  y  crítico  Berlioz,  para  una 
obra  que  hizo  bastante  ruido  en  el  mundo  artístico  y  literario  de  París. 

LOS  GROTESCOS  DE  LA  MÚSICA. 

£1  arte  musical  es  sin  disputa  entre  todas  las  artes,  el  que  hace  nacer  las 
pasiones  más  extrañas,  las  pretensiones  más  absurdas  y  aun  diríamos,  la^ 
monomanias  más  marcadas.  Entre  los  enfermos  encerrados  en  las  casas 
de  salud,  los  que  se  creen  Nepiuno  ó  yUpitcr^  con  facilidad  son  declarados 
monomaniacos;  pero  hay  otro^  muchos  que  gozan  de  completa  libertad. 


REVISTA    DE    CUBA.  1 83 

cu >ro>s  padres  ó  parientes  jamás  han  recurrido  en  su  provecho,  á  la  ciencia 
freno>lóg¡ca,  y  cuya  locura  es,  sin  embargo,  evidente.  La  música  les  ha 
^ra.S't^Drnado  el  cerebro. 

I^^c3s  abstendremos  de  hablar,  sobre  ese  particular,  de  los  literatos  que  es- 

cnl3^xi  ya  en  verso,  ya  en  prosa  sobre  cuestiones  de  teoría  musical,  sin  que 

^^  ^^  la  tengan  el  conocimiento  más  elemental,  empleando  palabras,  cuyo 

^^*^'t£<do  les  es  desconocido;  que  friamente  se  apasionan  de  antiguos  maes. 

^^^^s    <3e  quienes  jamás  han  oido  una  sola  nota;  que  les  atribuyen  gratuita- 

"^^'^"te  ¡deas  melódicas  y  expresiones,  que  jamás  tuvieron,  porque  ni  la 

^n^lc^^jiia  ni  la  expresión  figuraban  en  la  época  en  que  vivieron;  que  admiran  en 

S^^t^c^  y  con  la  misma  efusión  del  corazón,  dos  composiciones  firmadas  con 

^  ^^"ci.ismo  nombre,  de  las  cuales  la  una  es  hermosa  en  sus  efectos,  mientras 

^^       otra  es  completamente  absurda;  que  dicen  y  escriben  despropósitos 

^stvi  j^endos  que  ningún  mtisico  puede  leer  sin  reirse. 

I^^ro  es  cosa  convenida;  cada  uno  tiene  el  derecho  de  hablar  y  escribir 
s^^x-^  música;  es  un  arte  vnlgar,  y  al  alcance  de  todo  el  mundo.  Esta  es  la 
^^^^  consagrada.  Sin  embargo,  entre  nosotros  los  músicos,  esa_/>'aí^  pu- 
di^»"^  ser  muy  bien  el  eco  solo  de  MUd^  preocupación. 

Si    acaso  los  incompetentes  se  dignan  concedernos,  que  la  música  es  á  la 

vez    xan  arte  y  una  ciencia,,  si  para  poseerla  á  fondo  son  necesarios  largos  y 

c^^iTn.p)licados  estudios,  si  para  sentir  las  emociones  que  produce,  como  para 

aüa-Xizar  y  juzgar  con  acierto,  es  preciso  tener  el  espíritu  cultivado  y  ejer. 

^^t,sLir  el  sentido  del  oido;  si  para  formar  un  juicio  exacto  sobre  el  valor  de 

las    <z>bras  musicales  es  menester,  además,  poseer  una  memoria  bien  abaste- 

^^^^    y  establecer  buenas  comparaciones,  y  en  fin^  saber  muchas  cosas,  que 

^^^^^'s-^riamenie  han  de  ignorarse  cuando  no  se  han  aprendido^  es  evidente,  que 

IOS   ^^ue  se  arrogan  el  derecho  de  divagar  en  materia  de  música  sin  conocer- 

^^j  3^    que  sin  embargo  se  guardarian  muy  bien  de  dar  su  opinión  sobre  ar- 

quit^ctura,  estatuaria  ó  cualquier  otro  arte  que  les  fuese  desconocido,  no 

^^^      :«nás  que  unos  monomaniacos.     Se  creen  músicos  lo  mismo  que  los  indi- 

'^'^"•-^^os  á  que  antes  me  he  referido,  se  figuran  ser  yúpiier  ó  Nepiuno,     ¡No 

"^^^       la  menor  diferencia! 

^---^  '^ando  Balzac  escribió  su  Gambara  é  Intentó  hacer  el  análisis  técnico 
del  I^loises  de  Rossini,  cuando  Gustavo  Planche  osó  imprimir  su  extraña  y 
^*^lt^  tratada  crítica  de  la  Sinfonía  Heroica  de  Beethoven,  los  dos  estaban 
loc^::::^^  Solamente,  que  la  locura  de  Balzac  interesa  á  la  vez  que  inspira 
cX>^^^^cr%^  pasión  al  artista,  porque  el  autor  admiraba  sin  comprender  ni  poder  sen- 
tid'» ^c^omo  el  verdadero  músico,  y  se  creia  entusiasmado,  mientras  que  por 
t\  ^^ontrario  la  de  Planche  era  irritante  y  nécia^  puesto  que  él  sin  compren- 
sin  saber  y  sin  sentir,  denigraba  á  Beethoven,  y  pretendía  ensenarle  có- 
clebia  hacer  ima  sinfonía. 

'^diéramos  citar  otra  multitud  de   escritores  que  para  desgracia  del  ar- 
hP  ^  tormento  de  los  artistas,  tienen  la  manía  de  publicar  sus  ideas  sobre  la 


184  REVISTA   DE    CUBA. 

música^  tomando  costantemente  como  el  mono  de  la  fábula,  el .  Pirco  j 
un  hombre, — Héctor  Berlioz. 

Leido  lo  que  precede,  y  convencidos  de  que  la  cosa  no  ti'ae  maUc 
dado  que,  respecto  á  la  Revista  de  Cuba^  cuyos  redactores  se  confiesan  p 
fanos  en  la  materia  y  se  guardarían  mucho  de  juzgar  á  Rossíni  ó  enmenc 
la  plana  á  Béethoven,  no  cabia  sospechar  ni  un  ápice  de  intención  epigran 
tica,  no  hemos  necesitada  aguzar  mucho  el  ingenio  para  comprender  (] 
nuestro  inteligente  amigo  ha  querido  solamente  indicamos  el  más  tenü 
escollo  que  podia  hallar  en  su  camino  la  Revista  Musical, 

Agradecemos  la  intención,  pero  el  peligro  que  nos  señala  sabremos  e 
tarlo  muy  fácilmente  de  esta  manera:  encargando  la  Revista  Musical^  nó  á 
literato  aficionado  á  la  música,  sino  á  un  músxo  que  sepa  escribir. 

Sabemos  que  para  analizar  y  juzgar  las  obras  artísticas  no  es  bastai 
poseer  datos  históricos  y  biográficos,  ilustrada  afición  y  gusto  cultívac 
La  crítica  elevada  y  sería  requiere  conocimientos  especiales,  el  estudio  • 
los  principios,  el  dominio  práctico  de  los  instrumentos,  de  la  materia,  1 
los  procedimientos  técnicos,  y  esas  dotes  esencialísimas  de  sensibilidad 
imaginación,  q^ue  solo  pueden  ostentar  las  organizaciones  privilegiadas. 

Las  Bellas  Artes  obran  por  medio  de  creaciones  materiales,  y  dirígiénd 
se  á  la  vista  y  eloidosus  impresiones  tienen  qu&  ser  sensuales  en  su  oríge 
y  de  aquí  este  aforísmo  vulgar:  ''tengo  ojos  para  ver,  oido  para  escuchi 
corazón  para  sentir:  ¿qué  más  se  necesita?'*  Porque  el  vulgo  ignora  q 
es  necesario  saber  oir,  y  saber  sentir,  educar  el  oido  y  el  sentimiento. 

Y  es  lastimoso  que  se  hayan  hecho  cómplices  del. vulgo  en  esta  mane 
de  apreciar  su  propia  competencia  para  la  crítica  algunos  insignes  escril 
res  y  literatos;  los  mismos  que  rechazarían  indignados  la  presunción  é 
músico  ó  del  pintor  que  fuere  osado  á  juzgar  la  obra  literaria  de  Goethe 
de  Shakspeare  por  la  impresión  que  hubiere  esperimentado  al  leerla. — Q 
esto  es  lo  que  hicieron  Balzac  y  Planche;  eso  lo  que  hizo  una  escritora 
renombre  universal  (Mrs.  Harriet  Beecher)  cuando  se  puso  á  denigrar 
Madonna  Sixiina\  y  eso  mismo  lo  que  ha  hecho  otro  célebre  novelista  cuj 
do  dijo  que  "las  vírgenes  de  Rafael  no  tienen  alma  ni  vidaV 

La  Revista  no  incurrirá  d  sabiendas  en  semejantes  adefesios.  Nuest 
ilustrado  consejero  puede  estar  seguro  de  que  haremos  lo  posible  para  \ 
ocupar  un  puesto  entre  los  grotescos.  Nuestra  crítica  musical  no  será  cj« 
cida  por  uno  de  esos  revisteros  que  por  haber  frecuentado  óperas  y  ce 
ciertos  y  tener  un  oido  en  estado  de  éxperímentar  sensaciones  más  ó  n 
nos  agradables  y  conocer  los  rudimentos  del  arte,  se  creen  competent 
para  hacer  el  juicio  de  obras  y  de  artistas. 

Antes  de  hacer  nuestra  elección  para  el  cargo,  hemos  recapitulado  tod 
las  aptitudes  y  condiciones  indispensables  para  su  buen  desempeño.  «—£ 
mos  tenido  presente  que  la  música  es  un  atte  dificilísimo,  y,  aún  prese 
diendo  de  su  lugar  como  comprendida  en  la  Estética,  una  denda  conqi 


REVISTA    DE    CUBA.  1 85 

^^<Isk^   y  profunda. — Así  se  ha  comprendido  desde  los  tiempos  de  Pitágoras 

y  -^l^ton;  así  lo  creyó  D.  Alfonso  el  Sabio  cuando  al  restablecerla  Univer- 

^"•^-ci  de  Salamanca  fundada  por  su  abuelo,  instituyó  entre  los  demás  estu- 

"*^^^   los.  del  arte  y  la  Ciencia  musical;  y  así  lo  entendió  también  la  docta 

~*^*r»iania   al  elevar  la  música  en   sus  Universidades  á  la  categoría  de  una 

xaltad,  con  sus  grados  preparatorios  hasta  el  del  Doctorado,  que  tan  po- 

alcanzan.     Como  Ciencia  requiere  pues  estudios  especiales;  como  arte, 

illas  aptitudes  ingénitas  que  dependen  solo  del  organismo,  que  con  nin- 

esfuerzo  pueden  adquirirse  si  la  naturaleza  no  ha  querido   otorgarlas 

'^ociosamente.     Sin  ese  organismo  privilegiado,  sin  esas  especiales  aptitu- 

^s,  sin  ese  genio  artístico  indispensable,  po  solamente  es  imposible  llegar 

^a  eminencia  en  el  arte,  sino  que  tampoco  es  posible  comprender  bien  y 

T^reciar  con  justicia  las  obras  de  otros  más  afortunados  que  han  consegui- 

io  aquella  eminencia;  y  así  se  comprende  que  un  Juan  Jacobo  Rousseau, 

isico  entusiasta  y  adornado  de  muy  extensos  conocimientos,  careció  de 

^  os  dotes   necesarias  para  ser  acatado  como  crítico  de  primer  orden. 

Esas  dotes  rarísimas  de   saber^  experiencia  y  especial  organización  se  en  - 
^uentran  reunidas  en  un   amigo  nuestro   cuyas   composiciones   musicales 
lan  sido  altamente  "apreciadas  en  Europa,  do  ide  cuenta  numerosos  admi- 
aradores,  y  en  él  hab  amos  puesto  los  ojos  para  que  nuestra  Revista  Musical 
"íuese   magistralmente   desempeñada;  pero   no  ha  sido   posible  vencer  su 
J)ropósito  de  vivir  envuelto  í*n  una  oscuridad  voluntaria,  y  nos  resignamos 
á  respetar  su  retraimiento,  que  en  parte  disculpamos,  comprendiendo  que 
el  genio  rehusa  moverse  y  comunicarse  cuando  no  encuentra  medios    ade- 
cuados ni  espacio  conveniente  para  su  vuelo. 

No  renunciamos,  sin  embargo,  á  la  esperanza  de  que  más  adelante  nos 
fa.vorezca  con  sus  escritos,  pero  entretanto,  la  Revista  Musical^  confiada  en 
m.anos  inteligentes,  procurará  cumplir  su  misión  con  esrricta  imparcialidad. 
sin  ese  espíritu  de  bandería  á  que  se  hilla  harto  i.^redispues'^o  el  público  en 
n.uestra  tierra,  y  procura-ido  (jue  en  sus  juicio  i  haya  benévola  simpatía  ó 
saludable  rigor  para  las  personas,  pero  nunca  pasión,  sino  por  el  arte. 


24 


MISCELÁNEA. 


Origen,  naturaleza  y  civilización  de  la  grandiosa  isla  de  Cuba, 

HASTA  EL  ULTIMO  GRITO  INSURRECCIONAL  EN  1^6^\ pOT el límO.    Sr,  D.Mo^ 

ntul  Rodríguez  Ferrer,  Comisionado  que  fué  á  dicha  Isla  para  recoru^erla  y  es- 
tudiarla — A  reserva  de  ocupamos  detenidamente  de  tan  notable  trabajo, 
insertamos  á  continuación  un  extracto  del  juicio  emitido  por  D.  Eduardo 
Orodea,  catedrático  por  oposición  de  la  Universidad  de  Valladolid,  respec- 
to al  primero  de  los  capítulos  de  dicha  obra  titulado  Cosmogonía  Cuhana^ 
que  apareció  en  El  Irurac-bat  de  Bilbao. 

''Dedica  el  Sr.  Ferrer  el  primer  capítulo  de  su  obra,  único  hasta  ahora  pu- 
blicado, al  examen  del  origen  hipotético  del  Archipiélago  cubano,  estudia 
la  opinión  de  M.  Sinder  y  otros  escritores,  y  antes  de  formular  la  suya,  ha- 
ce un  inventario  de  razones  tan  concienzudo,  tan  extenso  y  tan  Heno  de 
fundamentos  ñlosófícos,  geológicos,  orográfícos  y  naturalistas,  que  cuando 
expresa  su  modo  de  pensar  no  queda  duda  de  que  así  por  la  creencia  de 
grandes  hombres  como  Colon,  Muñoz,  el  P.  Clavigero  y  otros,  como  por 
las  irrefragables  razones  que  adornan  la  geología  y  la  historia  natural,  su 
opinión  es  la  científica  y  verdadera,  y  que  por  consiguiente,  las  que  hoy 
son  islas  en  el  referido  Archipiélago  fueron  parte  en  pasados  tiempos  de 
un  continente  completo. 

Dividida  esta  primera  parte  de  la  obra  en  cortos  capítulos,  podemos  ha- 
cer de  ellos  dos  secciones;  la  exposición  de  las  distintas  opiniones  que  so- 
bre el  origen  de  Cuba  se  han  formulado,  las  razonas  que  en  pro  de  cada 
una  se  han  emitido,  la  manifestación  de  la  que  el  autor  abriga,  constituyen 
las  materias  que  la  primera  sección  estudia  y  analiza.  Decidido  el  señor 
Ferrer  á  creer  que  el  Archipiélago  de  las  Antillas  fué  uno  de  los  parciales 
continentes  de  que  nos  habla  Humboldt,  en  la  segunda  sección  de  los  ca* 
pítulos  de  su  obra  se  ocupa  de  investigar  las  causas  extraordinarias  que 
debieron  producir  el  h'accionamiento  de  esta  particular  región,  convertida 


REVISTA    DE    CUBA.  1 87 

en  numeroso  conjunto  de  grandes  y  pequeñas  islas.     La  acción  com- 
da  de  los  sistemas  vulcanísta  y  neptunista,  ó  sea  del  fuego  y  del  agua, 
ín  concepto  del  distinguido  escritor,  la  causa  de  este  fenómeno,  y  aun- 
no  es  posible  en  un  artículo  de  periódico,  dar  á  conocer  uno  por  uno 
I^^2S    sólidos  argumentos  en  que  apoya  su  doctrina,  diremos  sí    que  estamos 
rrM  formes  con   su  modo  de  pensar,  pues  que  palpitando  hoy  Cuba  á  im- 
Isos  de  terribles  temblores  de  tierra,  que  producen  repetidos  terremotos, 
K^^iendo  nuestras  miradas  las  cónicas  montañas  del  Tibiciai,  del  Yunque 
I  Ihn  d€  Matanzas^  y  hollando  nuestra  planta  continuos  hundimientos 
1    terreno,  hiy  sobrado  motivo  para  ver  la  acción  poderosa  del  elemento 
^''<^Ioá.nico;  así  como  al  descubrir  los  admirables  JPdredones  nivelados  por 
^^^^tir-aordinarias  corrientes  de  agua,  aunque  producidos  por  espantosas  tre- 
T^*<3aciones,  los  bancos  marmóreos  de  San  Diego  de  los  Baños  y  la  multi- 
^^^cl  de  canales  y  de  ebirechos  que  fraccionan  y  dividen  el  Archipiélago 
<^ut>a.iio,  no  podemos  menos  de  con.  cer  la  influencia  que  en  la  formación 
^e    o  uestra  preciosa  Antilla  tuvieron  las  causas  diluviales.     Termina  el  se* 
^^r  lí'errer  la  primera  parte  de  su  obra  con  im  erudito  trabajo,  á  que  llama 
^^^*^^íw¿?;/,  en  que  da  á  conocer  las  obras  de  otros  hombres  distinguidos 
que  Sobre  Cuba  escribieron,  añadiendo  un  apéndice  de  documentos  de  los 
Rojetos  recogidos  por  él  en  sus  viajes  á  Ultramar  y  regalados  después  aj 
M^us^o  de  Madrid. 

T*^l  es  el  principio  del  libro  del  Sr.  Ferrer.     Su  estilo  es  castizo,  sobrio 
^  ^l^^ante:  no  usa  más  palabras  que  las  que  debe  usar;  tiene  el  encanto  de 
^^ncillez  y  los  atractivos  de  una  natural  y  no  afectada  erudición. 

aseamos  ver  la  parte  que  se  ocupa  de  la  civilización  cubana,  y  mien* 

llegue  ese  dia,  en  que  esta  obra  venga  como  una  luz  de  verdad  en  me- 

^^-*    cié  las  tinieblas  de  los  errores  consentidos,  desde  el  fondo  de  nuestro 

n  enviamos  la  enhorabuena  más  entrañable  á  su  autor;  su  libro  lo 

ce;  si  no,  nuestra  pluma  no  tendria  una  frase  de  elogio  con  que  feli- 


ce' 


1 


■^^TADÍsTiCADELAs  POBLACIONES  Y  LENGUAS  RUMANAS. — La  Rumania,  quc 

prende  los  antiguos  principados  de  Moldavia  y  de  Valaquia,  est^  habi- 

^^^-  por  pueblos  pertenecientes  al  grupo  latino,  es  decir,  que  hablan  una 

v^n^^a  derivada  de  la  latina  y  hermana,  por  consiguiente,  de  la  francesa, 

^^^^ «llana,  italiana,  portuguesa  y  proveuzal.    Se  extienden  ademas  por  el 

^^i^tro-Hungría,  y  por     Macedonia  y  el  Epiro.     Un   distinguido  profe- 

^^  <3e  la  Universidad  de  Bucharest,  capital  déla  Rumania,  Mr.  Obédénare, 

2U^l3a  de  dar  á  luz  la  obra  mas  completa  que  se   haya  publicado  sobre   su 

f^s  en  estos  tiempos  [i]  y  de  la  que  ha  publicado  un   extenso   extracto  la 

fJ^iiia  de  Aniropologíaj  del  profesor  P.  Broca  [n?  4  T  5.  <=>  1876]. 

m  La  Bown(mieeeonámiqueíftogr(fphie,  etat  éoonámique,  anOiropologw,  in  8,  Aohes  B.  Leronz. 


1 88  REVISTA   DE   CUBA. 

En  cuanto  al  origen  de  los  Rumanos,  es  indisputable  que  provienen  de 
gran  número  de  colonos  del  imperio  romana  llevados  á  la  Daciá  por  Tra 
jano,  y  de  cuya  fusión  con  los  autóctonos,  Dacios  y  Getas,  ha  resultado  h 
nacionalidad  rumanas.  Su  lengua  no  comprende  sino  dos  dialectos:  un  día 
lecto  mácedo-rumano  en  Macedonia,  Thesalia,  Thracia,  Epiro  y  Grecia  \ 
otro  en  la  Istria;  pero  la  lengua  es  común  para  los  'Rumanos  del  Danabic 
y  el  Austria.  Se  discute  mucho  en  la  ciencia,  en  qué  proporción  se  encon 
traban  las  colonias  latinas  con  los  Dacios  al  establecerse  aquellos  en  elp&,] 
en  segundo  lugar,  á  qué  grupos  de  pueblos  pertenecian  Dacios  y  Getas.  S 
ha  acudido  á  la  Lingüística  y  á  la  Anthropología  para  la  solución  de  esto 
problemas,  pero  los  datos  proporcionados  por  la  primera  han  servido  de  po 
co,  pues  es  sabido  que  no  existe  concordancia  perfecta  entre  las  lenguas  ; 
las  razas.  Así,  á  juzgar  con  arreglo  al  criterio  lingüístico,  los  rumanos  des 
cienden  únicamente  de  los  colonos  latinos  sin  mezcla  alguna  con  los  Ds 
cios;  según  otros,  resultarian  de  la  m  ezcla  de  Eslavos  con  colonos  de  tod 
el  imperio  romano,  y  para  algunos,  (Henri  Martin  y  Lejean)  cierto  núa»4 
ro  de  tribus  galas  han  contribuido  ampliamente  á  la  formación  de  dícfa 
nacionalidad.  En  cuanto  á  los  mismos  Dacios,  se  ha  sostenido  sucesivameo/^t 
que  eran  de  origen  tracio,  análogos  á  los  griegos  {Pelasgos];  de  origen  ga- 
lo, gótico,  eslavay  aun  iraniano,  emparentados  por  tanto  con  el  pueblo  per- 
sa. Mr.  Obédénare  recha¿a  las  tres  últimas  opiniones  que  sostiene  son  er- 
róneas, pues  los  caracteres  anthropológicos  de  los  rumanos  son  diametral 
mente  opuestos  á  los  de  los  Godos,  Eslavos  y  Albaneses,  y  lf)s  elementos  d< 
la  lengua  de  estos  tres  pueblos  ó  son  nulos  ó  insignificantes  en  la  rumana 
En  cuanto  al  origen  tracio  ó  galo  de  la  raza,  carecemos  de  datos  positivo: 
para  pronunciarnos  en  absoluto;  así  Mr.  Obédénare,  por  su  parte,  sostien* 
que  habia  probablemente  en  Dacia,  como  en  otros  muchos  países  dos  ra- 
zas: una  dominante,  y  otra  subyugada,  representada  quizás  la  primera  po 
los  gales  ó  celtas  que  es  sabido  que  en  los  siglos  tercero  y  segundo  ante 
de  nuestra  era,  ocupaban  la  Dacia  y  la  Moesia;  y  la  segunda  por  los  Thra 
cios.  Las  lenguas  hijas  del  latin  dice  Ilovaisky,  profesor  de  Moscou,  n< 
han  podido  formarse  y  conservarse,  sino  en  terrenos  célticos^  necesitándos* 
para  ello  una  mezcla  en  que  pre^lominaran  Celtas  y  Latinos.  Los  Ruma 
nos  actuales  según  él,  resultan  de  una  mezcla  de  varias  raxas,  pero  con  pre 
dominio  de  Galos  y  Rumanos.  Uno  de  los  más  notables  caracteres  de  lo 
Rumanos,  como  de  lodxs  las  razas  bien  dotadas,  es  la  asimilación  qu« 
Cercen  en  los  pueblos  con  los  cuales  se  encuentran  mezclados.  Así,  lo 
griegos  de  la  Rumania,  están  nimanizados,  y  en  cambio  los  rumanos  de  I 
Macedonia  y  del  Epiro,  aunque  envueltos  por  pueblos  griegos,  resisten  ei 
gran  parte  á  su  helenizacion,  bien  que  estén  deprovistos  xie  escuelas;  y 
pesar  de  los  esfuerzos  del  clero  griego,  conservan  su  lenguaje  y  costura 
bres,  en  número  de  600,000  ó  900,000,  según  los  autores.  Los  serbios 
búlgaros  de  la  Turquía  y  del  Austria  son  los  que  los  rumanos    se  asimilai 


REVISTA   DE    CUBA.  1 89 

^'ácilmeDte,  y  la  lengua,  usos  y  nacionalidad  de  estos  ha  remplazado 
^*^  ist- Transylvaniay  el  Banato,  á  la  lengua,  usos  y  nacionalidad  serbia, 
.0  más  rápida  aun,  la  rumanizacion  de  los  búlgaros  que  se  ñjan  en 
.ania.  £n  Austria  un  pequeño  número  de  grupos  rumanos,  aislados  en- 
^^  1  CDshúngaros,  han  sido  magyarizados,  pero  los  demás  rumanos  deHun 
2.000,000,  consepran  intacta  su  nacionalidad.  Algunos  datos  démo- 
nos completarán  esta  corta  noticia,  acerca  de  un  pais  cuya  lengua  é  his- 
'On.^^.  son  casi  completamente  desconocidas,  y  acerca  de  los  cuales  no  se  ha 
^^^Xicado  en  España,  que  sepamos,  si  no  el  curioso  trabajo  presentado  por 
^*  ^c^ctor  Monlau  á  la  Academia  Española,  é  inserto  en  el  cuarto  tomo  de 
^^  Memorias  de  esta  corporación,  bien  que  no  todas  sus  opiniones  sean 
^^^Imcnie  aceptables.  La  natalidad  "^(yi  término  medio,  da  33,10  por  1,000 
citantes,  máximun,  2i^\  mínimum,  30,52  y  la  natalidad  ilegítima,  29,30 
1,000  nacimientos  La  relación  de  los  sexos  en  los  nacimientos  da 
^>>^6o  varones  por  1,000  hembras,  predominio  que  no  puede  atribuirse  á  la 
&'an  diferencia  de  edad  entre  uno  y  otro  esposo.  Como  sucede  general- 
mente, no  es  muy  grande  la  diferencia  entre  ambos  sexos  en  los  nacimien- 
tos ilegítimos,  así  encontramos  1,049  varones  bastardos  contra  1,000  hem- 
bras ilegítimas. 

Matfimonios,  7,93  por  1,000  habitantes,  4  nacidos  fuera  de  matrimonio. 
Mortalidad^  por  término  medio,  23,95  defunciones  por  1,000  habitantes; 
máximum,  26,86,  mínimum,  26,14.  Muereif  1,234  hombres  por  600  muje- 
res, excediendo  entre  los  inmigrantes  los  hombres  á  las  mujeres,  lo  que  ex- 
plica la  notable  diferencia  en  el  número  de  defunciones  de  los  dos  sexos. 
Dichas  defunciones  son  más  numerosas  en  marzo  y  diciembre  [2,5  por 
1,000  habitantes.)  Hay  196  defunciones  de  o-i  año  por  cada  1,000  na- 
cimientos. La  densidad  de  la  población  es  de  41  habitante  por  kilómetro 
cuadrado  y  la  pseudovida  media  [fórmula  de  Price]  es  de  35,45  años.  La 
emigración  es  mínima,  pero  no  así  la  inmigración  que  es  de  cerca  de  24,000 
habitantes  por  año. 


Necrología.— Durante  el  pasado  año  han  fallecido  entre  los  escritores 
consagrados  á  la  Filosofía,  Mr,  Tissot^  antiguo  decano  de  la  Facultad  de 
Letras  de  Dijon,  muy  conocido  además  por  sus  publicaciones  jurídicas  y 
principalmente  por  su  traducción  de  la  mayor  parte  de  las  obras  de  Kant,  al- 
gunas de  las  cuales  han  sido  vertidas  al  castellano  recientemente; — Herfnann 
Fichte  hijo  del  eminente  pensador  Juan  Gotlieb  Fichte,  y  uno  de  los 
directores  .de  la  Zeitschriftfür  Philosophie^  la  más  antigua  de  las  revistas 
ñlosófícas  alemanas; — y  Tomás  Laycock^  de  Edimburgo,  conocido,  á  más  de 
sus  publicaciones  médicas,  por  haber  sido  el  primero  que  expuso  una  teo- 
ría de  la  cerebracion  inconsciente. 


IQO  REVISTA   DE    CUBA. 

La  Sociedad  de  LEGiSLAaON  comparax>a  de  París. — Acaba  de  apare- 
cer el  5?  tomo  del  Anuario  (U  Legislación  exirangera^  colección  de  las  prin- 
cipales leyes  votadas  durante  el  pasado  año  en  los  diferentes  paises  civili- 
dos.  Esta  publicación,  comenzada  en  1872  y  cuya  utilidad  para  nuestros 
letrados  indica  su  solo  título,  se  debe  á  la  Sociedad  de  Legislación 
comparada  de  París,  notable  institución,  acerca  de  la  cual  vamos  á  dai 
algunos  pormenores  tomados  de  la  Noticia  y  Estatutos  de  la  misma  que 
tenemos  á  la  vista. 

A  principios  de  1869,  algunas  personas,  convencidas  de  la  necesidad  de 
propagar  el  conocimiento  de  las  leyes  extranjeras  y  de  crear  en  París  un 
centro  cientifioo  para  los  estudios  jurídicos,  tuvieron  la  idea  de  fundar  una 
Sociedad  de  Legislación  comparcula.  Acogida  la  idea  con  fervor  por  un  gran 
número  de  miembros  del  foro,  del  profesorado  de  la  Facultad  y  de  la  ma- 
gistratura, pudo  celebrar  su  primera  sesión  en  16  de  Febrero  del  propic 
año,  obteniendo  260  adhesiones  y  nombrando  presidente  á  Eduardo  Lahau- 
laye^  profesor  de  legislación  comparada  en  el  colegio  de  Francia.  El  obje- 
to de  ía  sociedad  se  definió  claramente  en  los  estatutos  aprobados  jjor  la 
asamblea  general,  art,  2?  concebido  en  estos  términos:  "La  Sociedad  tie- 
ne por  objeto  el  estudio  de  las  leyes  de  los  diferentes  países  y  la  indagación 
de  los  medios  prácticos  para  mejorar  los  diversos  ramos  de  la  legislación*' 
En  el  art.  4?  se  agregó  que  "la  Sociedad  no  vota  sobre  ninguna  cuestión/ 
disposición  que  se  juzgó  necesaria  para  mantener  á  los  trabajos  de  la 
misma  el  carácter  de  imparcialidad  que  conviene  á  los  estudios  científicos 
y  no  comprometieran  su  responsabilidad  colectiva;  pero  sin  renunciar  poi 
ello  á  señalar  á  la  atención  de  los  poderes  públicos  las  faltas  que  puedaí 
existir  en  las  leyes  del  pais  é  indicar  los  perfeccionamientos  que  sugiere  c 
examen  profundo  y  comparado  de  ias  legislaciones  extranjeras.  Así,  poi 
ejemplo,  las  cuestiones  concernientes  á  los  establecimientos  públicos  ó  pri- 
vados consagrados  á  los  alienados,  fueron  sometidos  á  un  estudio  paciente 
y  á  un  debate  profundo,  en  el  seno  de  una  comisión  especial  compuesta  d< 
magistrados  y  médicos  alienistas;  deliberaciones  de  tal  importancia  que  die- 
ron lugar  á  MTí  proyecto  de  ley  presentado  á  la  Asamblea  nacional  por  M.  M 
Desjardins  y  Jozon  y  que  fué  tomado  en  consideración.  De  este  modo  h 
Sociedad  pone  cada  año  sobre  el  tapete  alguna  cuestión  importante  de  de 
recho  civil,  comercial  y  criminal,  público  ó  administrativo. 

La  Sociedad  celebra  sesiones  mensuales  de  Diciembre  á  Julio  de  cadi 
año,  con  el  objeto  de  leer  y  discutir  las  comunicaciones  que  se  le  diríjen  so 
bre  legislación  extrangera,  trabajos  que  aparecen  más  tarde  en  el  Botetít 
mensual  de  la  Sociedad,  [Librería  Cotillón]  y  que  comenzada  en  1869,  ^^ 
continuado  periódicamente,  sin  otra  interrupción  que  la  de  los  números  d< 
187 1,  á  causa  de  los  acontecimientos  de  dicho  año. 

A  más  del  Boletin,  la  Sociedad  ha  emprendido  desde  1872  la  publi<:a 
cion  de  los  Anuarios  de  Legislación  extrangera  á  que  antes  nos  hemos  refen 


REVISTA   DE   CUBA.  I9I 

cuyo  primer  tomo  encierra  la  traducción  del  Chdigp penal  AUtnan^  últi- 
ente  promulgado  para  el  Imperio,  y  la  de  más  de  cincuenta  leyes  in- 
gl^^^sas,  alemanas,  italianas  y  belgas,  promulgadas  en  1870  y  187 1.  Más 
tax"d^se  ha  ampliado  el  cuadro  de  esta  publicación,  proponiéndose  la  socie- 
d^c3L  dividir  cada  Anuario  en  dos  tomos;  consagrado  uno,  á  las  traducciones 
d^  X^fts  leyes  extrangeras,  con  notas  sacadas  de  los  trabajos  preparatorios  y 
izionadas  con  la  legislación  anterior;  y  encerrando  el  otro:  i?  una  no 
extensa  acerca  de  la  sesión  legislativa;  2?  análisis  de  todos  los  docu- 
tos  judiciales  y  parlamentarios  publicados  durante  el  año  antecedente; 
3^  l-ías  publicaciones  jurídicas  y  el  sumario  de  los  principales  artículos  pu- 
^^i<^^=^dos  en  Jas  revistas  de  Derecho  francesas  y  extrangeras. 

'^    os  progresos  realizados  por  la  naciente  institución  han  sido -de  tal  natu- 
ra, que  en  Mayo  de  1873  se  ha  elevado  á  530  el  número  de  sus  miem- 
^'"^^^   de  los  cuales  372  residian   París,  108  en  los   departamentos  y  52  en  el 
^^^^í^s^njero, — Recorriéndola  lista  de  los  mismos,  vemos  en  ella  los  nombres 
^rios  ministros,  de  la  mayor  parte  de  los  mienabros  del  Consejo  de  Es- 
y  de  gran  número  de  catedráticos  de  las   Facultades  de  Derecho,  de 
^nstrados  y  abogados. 

Sociedad  ha  promovido  también  la  creación  de  una  Biblioteca  en  la 

1  se  han  reunido  ya  casi  todas  las  leyes  extrangeras,  habiendo  prometido 

icar  el  catálogo  de  las  mismas,  y  por  último,  ha  comenzado  la  traduc- 

de  los  Códigos  actualmente  vigentes  en  Europa,  habiendo  salido  ya  á 

1.3,  Ley  de  Enjuiciamiento  az//7  ¿2 «í/nVí¿:<7  [Librería  Cotillón.] 

ha  ñjado  en  20  francos  la  cotización  anual  para  cada  miembro  de  los 
i  cien  tes  en  París,  12  la  de  los  departamentos  y  15  francos  la  de  losmiem- 
extrangeros,  los  cuales  reciben,  por  ello,  el  Boletin  mensual  déla  mis- 
Entre  estos  últimos  encontramos  tres  abogados  españoles,  dos  de  Ma- 
y  uno  de  Zaragoza. 


EscuBRiMiENTOs  ARQUEOLÓGICOS. — Acerca  de  los  trabajos  empezados 
^^  ^I^recia  bajo  la  dirección  del  doctor  Schliemann,  encontramos  nuevos  por- 
^^«r^ores  en  un  periódico  de  Londres. 

^In  Olimpia  se  habian  continuado  de  nuevo  las  exploraciones  con  mucha 
acLi^^ad,  dándoseles  gran  empuje,  mediante  la  aplicación  de  buen  núme- 
ro ^ie  caballos,  carretas  y  maquinaria     Según  el  plan  trazado  para  los  \X2,' 
baÍK:>3  (Je  este  invierno,  debian  extendérselas  escavaciones  al  oeste  del  tem- 
pl<^    <le  Zeus,  para  encontrar  el  muro  limítrofe  del   Altis,  y  continuarlas  en 
el  ^^ido  norte  del  templo,  que  solo  tiene  desenterrada  una   mitad  de  toda 
g.t^  ^cirgura;  además,  comenzar  la  excavación  del  terreno  al   extremo  occi- 
^exxtal  del  ediñcio,  y  si  fuese  posible,  también  en  las  ruinas   de  la  iglesia 
.-^V^antina  que  se  construyó  sobre  el  mismo  lugar  que  antiguamente  habia 
O<ciipado  AHeraony  y  que  según  los   viajeros  que  la  han  descrito,  existia 


192  REVISTA    DE     CUBA. 

cerca  del  ángulo  noroeste  del  templo.  Las  excavaciones  dirígídas  coa  rum- 
bo al  Altis  han  sacado  á  luz  muchas  inscripciones,  pero  ninguna  obra  ar- 
tística. Hasta  mediados  de  diciembre  no  pasaban  de  tres  las  esculturas 
notables  recientemente  descubiertas,  á  saber:  un  fragmento  de  vestimenta 
que  se  supone  perteneciente  al  grupo  del  pedimento  de  Alkamenes,  y  dos 
trozos  de  metopa,  represe,  tando  un  hermoso  torso  de  hombre,  el  uno,  y  el 
otro  una  ñgura  completa  de  Mibérva,  idéntica  en  cuanto  á  estilo  y  distri* 
bucion  del  ropaje,  á  la  hespéride  de  la  metopa  descubierta  en  abrí).  Las 
últimas  noticias  recibidas  en  Berlín  á  fines  de  diciembre,  anuncian  descu- 
brimientos más  valiosos.  En  las  excavaciones  del  este  se  ha  encontrado 
un  torso  femenino,  perteneciente  al  parecer,  como  la  mayor  parte  de  ios 
últimos  hallazgos,  al  grupo  del  pedimento  de  Pseonios;  y  en  las  del  oeste 
una  cabeza  de  mujer,  muy  hermosa  y  en  excelente*  estado  de  conservación, 
y  que  por  la  situación  en  que  se  ha  descubierto  no  deja  duda  de  haber  for- 
mado parte  del  grupo  del  pedimento  del  oeste.  Si  es  así,  tenemos  el  prí. 
mer  fragmento  bien  comprobado  de  la  obra  del  discípulo  más  famoso  de 
Fidias.  de  Alkamenes;  y  habrá  motivos  para  esperar  que  luego  aparezcan 
otros. 

PUBLICACIONES  NUEVAS. 

Historia  de  la  Isla  de  Cuba  y  en  especial  de  la  Habatia^  por  D.  Antonio 
José  Valdés.  Habana:  Imprenta  y  Librería  de  Andrés  Pego,  Obispo  34 
en  4?  1877. 

Tablas  obituarias  de  1876^  del  quinquenio^  por  el  Dr.  D.  Ambrosio  Gon- 
zález del  Valle.     Cuaderno  de  36  fojas. — Habana  1877.  Año  7? 

Poemitas  infantiles,  originales  unos,  imitados  otros,  por  Fernando  Ürzais. 
— Un  cuaderno  de  31    páginas. — Habana,  imprenta  La  Antilla. — 1877. 

Elementos  de  Geografía  de  la  Isla  de  Cuba,  por  el  P.  J.  M.  de  la  C.  Es- 
colapio,— 2*  edición. — Habana:  Editores:  M.  Alorda. — 1877. 

Historia  de  la  literatura  romana^  por  Ficker,   traducida  por  D.    Luis  E. 

Martin  y  Lamy. — Los  tres  cuadernos  últimos. — Imprenta  de  Pego. — 1877. 

Síntesis  de  la  Creación^  por  D.  José  G.  de  Arboseya. — Obra  postuma. — 
Habana,  1877 

La  Colonización^  por  Rafael  María  de  Labra. — 2  tomos. — Madrid,  1876. 


Erratas. 
Pág.  línea  dice  debe  decir. 


98  13  Cardaña.                     Cardefia. 

io'3  22  de  la  nota  Mayo.                            Méjico. 

107  24  (asterisco)  Real  orden  8  setbr.  1830. 

107  18  nota  teniendo                          temiendo. 


194  REVISTA    DE    CUBA, 

puntos  del  globo  y  han  traído  su  contingente  especial,  á  las  diferentes 
cionalidades  y  civilizaciones  históricas:  estudio  importantísimo,  para  el  qcz: 
deseando  saber  las  causas  de  los  fenómenos  étnicos,  no  se  contenta  con 
que  aparece  en  la  superficie.  A  esta  clase  de  trabajos  pertenece  el  nota: 
libro  que  voy  á  dar  á  conocer  á  mis  lectores.  Propónese  su  autor  inve 
gar  el  origen  del  pueblo  Etrusco,  que  tan  gran  papel  hizo  en  la  civilizac: 
de  la  Italia  y  tan  rápidamente  se  apagó  ante  el  creciente  poder  de  los  L 
noo,  pero  antes  de  entrar  en  materia,   veamos  lo  que  opinan  algunos  hi 
fiadores  notables  acerca  de  este  mismo  pueblo  y  así  se  apreciará  raejo 
importancia  del  trabajo  de  Mr.  Taylor. 

Niebuhr,  á  quien  puede  llamarse,  fundador  de   la  historia  verdadera 
Roma,  dice:  "que  ha  examinado  todas  las  inscripciones  Etruscas,  y  ha. 
gado  á  la  conclusión  de  que  su  lengua  es  totalmente  distinta  del   Latín, 
que  solo  algunas  cosas  pueden  conjeturarse,  por  ejemplo,  ril  avil^  que  sj 
nifica  vixii annos'' — Y  más  adelante  escribe:     "Se  ha  recurrido  á  las  m 
arbitrarias  interpretaciones  para  explicar  las  inscripciones  Etruscas;  pero  o 
todos  nuestros  monumentos  etruscos  nada  sabemos:  podemos,   si,  ase 
que  la  lengua  Etrusca  no  tiene  la  menor  semejanza  con  el  Latin  ó  el  Griego 
— "Dionisio  manifiesta  que  los  Etruscos  se  consideraban  como  un  puebl 
que  no  descendía  de  otra  raza,  y  se  llamaban  Rasena,^^ — "Según  Herodot 
visitados  los  Lydios  por  el  hambre,  en  tiempo  del  Rey  Attis,  emigraron  e 
gran  número  á  Italia." — "Los  Etruscos  habitaron  en  tiempo  remoto  en  1 
Suiza  y  el  Tirol;  no  queda  duda  que  el  notable  monumento  llamado  Mei 
denmancr  en  Al  sacia  es  una  obra  elrusca,  t  I  como  las  que  se  hallan  e 
Volterra,  Cortona  y  Fiesole." — *^Los  etruscos  presentan  todas  las  señale^^ 
de  un  pueblo  inmigrante."  Michelet  en  su  Hisioria  Romana^  Cap.  V.  dice.-^— 
¿Qué  pueblo  era  ese   i)ueblo   Etrusco  que  dejó  su  huella  tan   fuertemente 
marcada  en  la  sociedad   romana?     Ellos   se  decían  atítoctoíus ,     No  hay^ 
pueblo  á  quien  la  crítica  no  haya  tratado  de   referirlos.  Se  ha  preguntados::^  - 
sucesivamente  á  la  Etruria,  si  era  griega,  fenicia,    germana,  céltica  ó  iber 
El  genio  mudo  nada  ha  contestado. — "Sus   monumentos   más   misterioso: 
que  las  necrópolis  de  Egipto  representan  en  sus  bajos  relieves  hombres  de  pe 
quena  estatura,  de  brazos  gruesos,  y  cabeza  gruesa  \pingnis    iyrrhenuSy  oh 
sus  Heíruscus], — Los  cuadros  representan  ceremonias  religiosas."  Y  en  u: 
nota  en  el   mismo   capítulo  leemos.  "Se  ha  dicho  que  la  Etruria  era 
Kgipto  del  Occidente." 

T.  Mommsen,  después  de  convenir  con  sus  predecesores  en  cuanto  h 
mos  citado  (Cap.  IX  de  su  Historia  de  Roma)  escribe:  ^*hasta  ahora  no 
[)üdido  hallarse  el  lugar  que  corresponde  al  etrusco  en  el  cuadro  délos  idií 
nia<!,  ni  han  pod'do  tampoco  interpretarse  los  restos  de  las  inscripción 
que  han  llegado  hasta  nosotros." — La  lengua  etrusca  se  aleja  de  las  le 
guas  ítalo-grecas,  tanto  como  el  idioma  celta  ó  el  eslavo." — Conservare::^ 
los  Latinos  y  los  Sabelios  sus  chozas   de  madera,   cuando  ya  los   Etruso 


REVISTA  DE   CUBA.  195 

enzaban  á  construir  habitaciones  más  artísticas  y  dedicaban  un  templo 
divinidad,  y  una  tumba  á  los  manes  de  los  muertos,  á  la  manera  de  los 
cios  destinados  paia  habitación  del  hombre." 


edicado  el  autor  á  ciertos  estudios  etnológicos  sobre  las  razas  no 
existentes  en  Europa,  llegó  á  sospechar  en  el  curso  de  sus  investiga- 
es  que  el  credo  y  los  hábitos  de  los  Etruscos,  así  como  los  monumen- 
oss.      cde  su  civilización,  sobre  todo  los  sepulcros,  debían  pertenecer  á  la  familia 
íl  ^    1  ^as  naciones  Ugricas  ó  Tátaras.  Comparó  entonces  las  tres  ó  cuatro  pa- 
^5a.'b>x-ss  Etruscas  existentes  de  significación   conocida,  y  con  gran   placer  y 
s^^'^F>2'esa  al  referirlas  á  los  idiomas  Ugricos,  las  halló  instantáneamente  defi- 
'^^^^^s;  el  problema  filológico  quedó  resuelto,  y  el  libro  de  que  nos  ocupamos 
aa.   cruenta  de  los  diferentes  puntos  de  vista  bajo  los  cuales  el  autor  ha  exa- 
™*^^sdo  el  asunto,  y  de  algunas  de  las  conclusiones  áque  ha  llegado. — La 
nistoria  romana  es  la  historia  de  una  civilización  Aria  sobre  un  subsiraium 
de  cultura  etrusca:  desde  el  momento  en  que  puedan  descifrarse  los  milla- 
'^^  <3e  inscripciones  etruscas  que  nos  quedan,  en  que  puedan  conocerse  los 
^^gnias  religiosos  de  este  pueblo,  comparándolos  con  el  Kalevala  ó  gran 
epopeya  Finica  ó  Filandesa;  que  pueda  en  una  palabra  fijarse  el   verdade- 
ro carácter  de  la  nación  etrusca,  la  primitiva  historia  de  Roma  debe  re:  o- 

carse  con  datos  más  seguros  de  los  que  hasta  ahora  han  servido  para  escri- 
birla. 

^^9-renos  por  los  griegos,  7)i5C05  ó  Eiruscos  por  los  Romanos  se  han  Ua- 

"í^do  loa  pueblos,  que  á  sí  mismos  se  daban  el  nombre  de  Rasena.  Todas 

^  antiguas  tradiciones  concuerdan  en  que  fué  una  raza  intrusa  deconquis- 

^ciores  que  subyugó  los  pueblos  aborigénes,  y  Herodoto  y  otros  veinte  y 

^s  si^utores  repiten  la  tradición  de  ser  emigrantes  de  Lydia.   Dionisio  de 

^^ioamaso  es  el  único  escritor  que  contradice  este  aserto,  y,  según  nuestro 

**^^^i",  puede  tener  razón  en  cuanto  á  ser  históricamente  los  Rasena  emi- 

^^^'^tes  de  Lydia;  pero  no  en  cuanto  al  hecho  etnológico  de  ser  vastagos  de 

'^^ismo  tronco.  La  semejanza  de  monumentos,  y  el  predominio  en  ambos 

*^^^t>los  de  hábitos  no- Arios,  como  calcular  la  descendencia  por  el  lado 

^^*''"~  10,  y  la  práctica  Ugrica  de  la  magia,  indican  un  origen  común. 


^  dominación  etrusca  en  su  mayor  auge  comprendia  desde  la  Isla  de 

^^.  hasta  el  Adriático  y  desde  los  Alpes  hasta  el  golfo  de  Salemo:   Chia- 

^'^^-  al  Norte,  y  Capua  al  Sur  eran  ciudades  etruscas.  Seis  siglos  lucharon 

^   ^^^omanos  para  destruir  este  imperio,  y  la  invasión  de  los  Galos  los 

^^ilió  poderosamente.  La  población  etrusca  estaba  situada  en  las  ciuda- 

^^  3r  los  pueblos  subyugados  cultivaron  los  campos;   situación  parecida  á 

^^  la  actual  Turquía. 

^^  imposible  determinar  con  precisión  las  afinidades  étnicas,  de  los  abo- 


196  REVISTA   DE   CUBA. 

rígenes  subyugados  por  los  invasores  Rasenas,  parece  probable  que  existía 
una  considerable  población  Aria,  y  otra  capa  inferior  Fínica  pertenecien- 
te al  gran  reino  Hinco.  Hay  extensos  elementos  Fínicos  en  la  lengua 
etrusca,  y  aún  más  en  la  mitología;  á  veces  la  lengua  Albariesa  nos  permite 
ilustrar  los  vocablos  etruscos,  y  es  digno  de  notarse  que  una  parte  de  los 
modernos  Albaneses  se  denominan  toscanos.  Hay  también  razones  para 
creer  que  los  Grisones  formaban  parte  de  los  Etruscos  y  Tito  Livio  dice  que 
la  lengua  de  Rhojtia  era  un  dialecto  Etrusco.  Es  probable  también  que 
aún  se  halle  en  el  Cáucaso  un  fragmento  de  los  Etruscos;  en  las  ver- 
tientes meridionales  habita  una  tribu  llamada  Tuschi  que  hablan  una 
lengua  de  tipo  Ugrico,  según  Schiefner. 

Las  naciones  Arias  y  Semíticas  han  sido  grandes  edificadoras:  nos  han  de- 
jado templos,  teatros,  basílicas,  palacios,  puentes,  caminos,  cloacas;  pero 
nunca  se  han  hecho  notables  como  constructoras  de  sepulcros:  su  instinto 
los  llevó  á  ocuparse  más  de  ias  necesidades  y  de  los  domicilios  de  los  vivos, 
que  de  las  habitaciones  y  exigencias  de  los  muertos.  Pero  en  todo  el  mun- 
do desde  Argel  hasta  Kamtschatka,  de  las  Oreadas  á  Ceilan,  hallamos  los 
conspicuos  monumentos  de  una  gran  raza  antigua  constructora  de  sepul- 
cros. Esta  raza  parece  formar  el  substratum  etnológico  de  todo  el  globo* 
La  gran  raza  Turan ia,  la  primera  en  diseminarse  desde  la  cuna  del  género 
humano,  tiene  lioy  sus  representantes  en  los  Chinos,  los  Mongoles,  los  Tá- 
taros,  y  los  Finlandeses.  —Todas  estas  tumbas  son  desarrollo  de  un  tipo  he- 
reditario, expresiones  de  una  creencia  hereditaria,  y  sirven  para  un  gran 
culto  hereditario. — El  tipo  es  la  casa:  la  creencia  es  la  inmortalidad  de  las 
almas,  gran  contribución  de  la  raza  Turania  al  pensamiento  religioso  del 
mundo:  el  culto  es  el  Animismo.  —Lo  animado  y  lo  innanimado  todo  tiene 
su  alma;  y  los  espíritus  de  los  hombres  continúan  en  otra  vida  sirviéndose 
de  los  espíritus  de  los  animales  y  de  las  cosas  que  les  sirvieron  en  esta: 
así  es  que  al  abrir  uno  de  esos  antiguos  sepulcros,  encontramos  que  está 
modelado  según  la  casa,  y  aprovisionado  de  lo  que  el  difunto  necesita  en  la 
otra  vida. — Estas  tumbas  son  tumbas  de  familia,  los  difuntos  de  una  gene- 
ración ocupan  el  mismo  cuarto. 

De  estas  razas  constructoras  de  tumbas,  tres  han  llegado  á  un  alto  grado 
de  civilización;  una  en  África — los  Egipcios;  otra  en  Asia — los  Lydios  y 
los  Lycios:  y  la  tercera  en  Europa — los  Etruscos. — Los  dos  últimos  pueblos 
son  vastagos  de  un  mismo  tronco  como  lo  demuestra  el  autor:  en  cuanto  á 
los  Egipcios  antiguos,  Klaproth  ha  reunido  muchos  datos  para  probar  su 
procedencia  Ugrica,  aunque  aún  no  está  del  todo  demostrada. 

Todo  lo  que  sabemos  de  los  Etruscos,  dice  Mr.  James  Fergusson,  se  deri- 
va de  sus  tumbas.  Centenares  de  ellas  se  agrupan  á  las  puertas  de  cada 
ciudad,  mientras  que  no  (puedan  ni  aún  vestigios  de  un  templo  ó  de  un  pa- 
lacio Etrusco. — Estas  tumbas  son  de  dos  tipos: — i?  tumbas  tiendas  ó  tú- 
mulos    con    compartimentos. — 2?    tumbas  cavernas,  ó  compartimentos 


REVISTA   DE   CUBA.  1 97 

en  las  rocas:  ambas  son  imitaciones  de  los  dos  antiguos  tipos  de  la 
ca-sa.^  las  últimas  forman  ciudades  con  calles  y  plazas:  todas  tienen  compar- 
timentos para  los  cadáveres  de  las  familias  [hasta  veinte  y  siete  sarcófagos 
se  2x£Ln  hallado  en  un  cuarto  en  Toscanella],  y  allí  se  hallan  pintados  y  es- 
culpidos ó  al  natural,  los  objetos  necesarios  para  la  vida:  jarros  de  vino,  ar- 
mgiSy  adornos,  espejos,  sillas,  lechos  etc.  etc.— Un  vestíbulo  precede  á  toda 
tiazxxba,  lugar  de  reunión  de  los  vivos  para  honrar  el  recuerdo  de  los  muer- 
tos ^  XI  el  lugar  donde  se  suponia  que  habitaban  sus  espíritus;  verdadero 
texx^  pío  de  los  Etruscos,  y  de  todos  los  pueblos  de  su  misma  raza  y  creencia. 
Cxx  ^l  Egipto  y  en  el  Asia  Menor  encontramos  los  dos  tipos  de  tumbas  con 
la.  xxm  Ás  extrícta  semejanza  á  los  de  los  Etruscos.  Las  tumbas  situadas  cer- 
csL,  de  Smima,  que  los  Turcos  llaman  las  mil  y  una  colinas  no  parecerían  ex- 
tra, rx  os  si  se  colocasen  al  lado  de  los  seiscientos  túmulos  de  Tarquinii. 

^a  hemos  observado  la  no  existencia  de  ruinas   de  templos  etruscos,  y 
-s  menos  signiñcativo  el  hecho  de  no  tener  un  sacerdocio  propiamente 
taJ «        Los  personajes  que  desempeñaban   entre  ellos   oñcios   sagrados  no 
maestros  del  pueblo  ni  servidores  de  los  dioses,  sino  medios  de  co- 
icacion  con  los  espíritus  de  los  muertos,  distinguidos  como  los  prime- 
rultivadores,  sino  los  únicos,  de  los  augurios,  teurgia  y  necromancia.  El 
misnio  carácter  se  observa  entre  los  pueblos  Turanios  del  Asia  Menor,  se- 
gún  expresamente  lo  observan  Plinio,  Cicerón  y  Clemente  de  Alejandría. 
Todos  los  héroes  déla  epopeya  Finlandesa,  el  Kalevala,  están  dotados  del 
^on    (Je  necromancia:  y  el  representante   actual  de  esos  individuos  es  el 
^^^^^man  de  Laponia  ó  de  Siberia  ó  el  tfiédico  de  las  tribus  Mongoles  del 
Norte  América. 

_  La  costumbre  Lycia  ó  Lydia,  existente  en  muchos  pueblos  de  raza  Tura- 
*^*^>  y  absolutamente  desconocida  en  los  de  procedencia  Aria  ó  Semítica, 
^^  Regular  la  descendencia  y  trasmitir  su  herencia  por  el  lado  materno,  pre- 
^l^cia  entre  los  Etruscos.  Poseemos  centenares  de  inscripciones  tumulares, 
^  *^  evidencia  sobre  este  particular  es  completa.  De  la  influencia  de  la 
^"^ ilinación  Etrusca  puede  proceder  la  elevada  posición  de  la  esposa  en 
^-^*^a,  tan  diferente  de  la  que  tenia  en  Atenas. 

■En  cuanto  al  tipo  físico  del  cuerpo,  antes  hemos  hablado  de  él  y  es  sor- 
^^^ Relente  su  semejanza,  particularmente  en  la  prominencia'de  los  pómulos 
^  ^^  oblicuidad  de  los  ojos,  con  los  tipos  actuales  de  los  Mongoles,  Kal- 
"^^^os,  etc. 

^^  tra  afinidad  étnica  es  la  posesión  de  la  facultad  artística.  Las  naciones 

^^'^-nias  tienen  pasión  por  los  colores  vivos:  así  se  ve  en  las  tumbas  y  en 

^  '^''^sos  Etruscos.  El  color  es  siempre  brillante  y  nunca  inarmónico:  ob- 

'"^^.se  lo  mismo  en  las  tumbas  Egipcias,  Chinas  y  Japonesas;  y  en  los 

^^"xios  y  vestidos  de  muchas  tribus  Siberias  y  Norte  Americanas.  Puede 

,^K  Vararse  que  el  moderno  arte  Europeo  debe  mucho  á  la  trasmisión  here- 

^^^^a  del  instinto  Etrusco  por  la  forma  y  el  color.  La  antigua  Etruria  es 


f^S  «SVIITA   DB  CUBA» 

la  inoderpa  Toscana:  Florencia  ñié  la  cuna  del  renacimiento  instixitivo  de 
las  artes,  y  todos  los  grandes  coloristas  han  nacido  en  la  región  de  la  anti- 
gua Etruría. 

Aquí  continúa  el  autor  con  un  párrafo  que  titula  '^aislamiento  Etrus- 
co";  capítulo  muy  interesante  en  el  que  trata  de  demostrar  la  añnidad  entre 
los  pueblos  de  raza  Turania  y  el  Etrusco  por  el  hecho  de  su  situación  aislada 
en  medio  de  otros  pueblos  de  razas  Arias :  capítulo  nutrido  de  observacio- 
nes geográficas,  históricas  y  etnológicas  del  mayor  interés  y  que  no  es  po- 
sible condensar  en  los  límites  de  este  trabajo,  ya  demasiado  extenso. 

El  largo  y  curioso  capítulo  dedicado  al  examen  de  la  Mitología  Etnisca, 
lleno  de  importantes  noticias  así  sobre  los  poderes  del  mundo  inferior  ó  de 
los  espíritus,  como  de  los  del  mundo  celestial,  esplica  los  nombres  de  las 
divinidades,  ya  por  su  representación  en  los  grabados  que  se  encuentran  en 
las  tumbas,  ya  por  la  significación  de  sus  nombres  examinados  á  la  luz  de 
los  idiomas  Ugricos  conocidos  :  y  concluye  con  ima  lista  de  los  nombres 
de  las  divinidades  superiores  comparados  con  sus  afines  de  diversos  idio- 
mas Turanios. 

El  Capítulo  V.  trata  de  los  numerales  Etruscos:  la  feliz  circunstancia 
de  haberse  descubierto  en  un  sepulcro  en  Toscanella,  en  1848,  un  par 
de  dadoS;  que  en  lugar  de  estar  marcados  con  puntos  tenian  en  cada 
cara  una  palabra  con  caracteres  Etruscos,  hizo  presumir  que  estos  serian 
los  nombres  de  los  seis  primeros  numerales;  estas  palabras  son  :  machj  thuj 
huthj  ki,  zal,  sa :  que  examinados  por  las  etimologias  Ugricas  significan 
respectivamente:  uno^  cinco,  seis^  dos,  ires  y  cuatro, — Descifra  después 
los  nombres  de  varios  números  contenidos  en  los  epitafios,  aunque  en  algu- 
nos está  dudoso  en  cuanto  á  la  interpretación.  Deduce  de  estos  estudios  que 
el  sistema  de  numeración  Etrusco  es  una  combinación  del  decimal  y  del  vi- 
cesimal. 

El  Cap?  VI  está  dedicado  á  la  descifracion  de  los  términos  escasos  que 
ocurren  en  más  de  tres  mil  epitafios  que  poseemos.  El  Vil  á  los  términos 
que  denotan  parentesco  ó  afinidad:  en  el  VIII  y  el  IX  examina  varias 
inscripciones  bilingüesj  el  verbo  sustantivo,  el  pronombre,  el  participio,  y 
las  formas  de  dedicación  de  ofrendas  ú  los  antepasados, — El  capitulo  X 
contiene  una  esplicacion  de  varios  vocablos  latinos,  que  no  han  podido  re- 
ferirse á  radicales  Arios,  y  que  el  autor  esplica  por  sus  afines  Ugricos.  Es- 
pone después  la  significación  de  las  palabras  Kasena — hombres  de  la  nacion: 
Tursena  ó  Turrena — hombres  de  la  tienda  :  Arno-canal:  Tober-agua  de 
las  colinas.  El  prefijo  veló  vol  que  comienza  los  nombres  de  la  mayor  parte 
de  las  ciudades  etruscas,  [Velatri,  Velsuna,Velitrce  &]  significa  el  campamen- 
to, el  lugar  ocupado  por  las  tiendas. 

En  el  epílogo  el  autor  condensa  las  razones  que  tiene  y  ha  dado  para 
asegurar  que  el  Etrusco  es  una  lengua  de  la  raza  Turania,  y  del  ramo  Ugri- 
co  ó  Altaico  de  esa  raza,  y  manifiesta  que  por  el  cálculo  más  bajo  la  sepa- 


REVISTA  DE  CUBA.  1 99 

ración  de  los  Etruscos  del  tronco  principal  se  verificó  sobre  3.000  años  ha. 
Tal  es  el  libro  notable  que  he  procurado  dar  á  conocer  á  mis  lectores: 
trabajo  imperfecto,  así  por  la  falta  de  medios  para  poder  verificar  las  con- 
clusiones del  autor,  como  por  la  dificultad  de  condensar  una  obra  de  esa 
naturaleza,  obra  casi  toda  de  discusión  y  de  análisis:  pero  en  vista  del  me 
recido  atractivo  que  ejerce  hoy  esta  clase  de  estudios  me  doy  por  satis- 
fecho con  dirijir  la  atención  de  los  estudiantes  hacia  el  libro  para  que  lo 
examinen  y  juzguen  por  sí  mismos  de  su  mérito;  y  aprovechar  la  doctrina 
que  en  sus  páginas  se  contiene. 

JOSÉ  MARÍA  ZAYAS. 


(1)  HOJAS  DE  UN  LIBRO  DE  VIAJE. 


AL  MONT-CENIS. 

Coloso  de  los  Alpes!  No  te  asombre 
La  grandeza  solemne  de  esta  hora, 
"Paso" — te  pide  para  bien  del  hombre 
Esta  activa  y  audaz  locomotora. 

Sierpe  enroscada  á  tu  robusto  tronco 

Por  los  hercúleos  miembros  se  desliza 

Y  sube y  sube hasta  que  al  fin  jadeante 

Sobre  tu  frente  misma  de  gigante 
La  victoria  del  genio  inmortaliza! 

C.  N.  R. 
Modane,  octubre  1873. 


(l)    8e  reproduce  por  habcrBe  insertado  en  el  número  anterior  con  nn  veno  de  menos. 


CUBA  EN  1798. 


Viaje  a  la  Isla  de  Cura: — Cartas  que  escribió  D.  Buenaventura  Pascual  Ferrer  en 
1798,  publicadas  en  el  Viajero  Universal  ó  Noticia  del  mundo  antiguo  y  nuez*Oj  é  im- 
presas por  primera  vez  en  este  pais,  con  notas  históricas,  por  el  Dr.  D.  Ensebio  Valdés 
Dominguez. 

CARTA  PRIMERA 

CCCXXVII     DEL     VIAJERO. 

No  extrañéis,  Señora,  que  os  vuelva  á  hablar  de  la  Isla  de  Cuba,  ha- 
llándome en  el  día  tan  distante  de  ella.  La  descripción  que  os  hice  en  el 
cuaderno  34  de  esta  obra  fué  recogida  de  varios  autores  inexactos,  y  que 
nada  traen  del  estado  actual  de  esta  isla;  pero  habiendo  ahora  tenido  la 
fortuna  de  encontrar  á  un  caballero  de  aquella  isla,  llamado  D.  Buenaven 
tura  Ferrer,  me  ha  comunicado  una  idea  completa  de  esta  importante  colo- 
nia, que  voy  a  participaros  antes  de  volver  á  América,  para  que  sirva  de 
suplemento  á  mi  primera  relación. 

Embarquéme,  pues,  con  mi  amigo  el  Sr.  Ferrer  para  la  Habana,  y  ante 
todas  cosas  insertaré  la  relación  que  me  hizo  en  el  discurso  del  viaje  acerca 
de  su  patria,  en  sus  propios  términos  que  son  los  siguientes. 

"El  Seno  Mejicano  es  un  gran  golfo  de  figura  casi  circular,  y  la  boca 
por  donde  entran  y  salen  las  aguas  del  Occéano,  se  forma  entre  San  Agus- 
tin  de  la  Florida,  y  la  provincia  de  Yucatán,  en  medio  de  la  cual  se  halla 
precisamente  la  isla  de  Cuba.  Esta  es  la  mayor  de  todas  las  Antillas,  y  fué 
descubierta  por  el  Almirante  D.  Cristóbal  Colon,  año  de  1492  en  su  pri- 
mer viage  á  Indias,  de  donde  se  pasó  á  la  Española.  Creyóse  á  los  princi- 
pios que  era  tierra  firme,  y  aun  el  mismo  Almirante  murió  sin  saber  que  era 
isla  mas  que  por  el  dicho  de  algunos  indios,  pero  después,  el  capitán  Sebas. 
tian  de  Ocampo  la  bojeó  de  orden  de  Nicolás  de  Ocampo,  Gobernador  de 
la  isla  Española,  y  carenó  su  bajel  en  el  que  hoy  es  puerto  de  la  Habana. 


REVISTA    DE    CUBA.  201 

EstÁ  situada  la  isla  de  Cuba  en  el  Trópico  de  Cáncer  al  Norte  de  la  Equi- 
nocrÍ3.1,  desde  los  20  grados  de  latitud  en  que  está  el  Cabo  Cruz,  hasta  los 
23*^  y  15  minutos  en  que  se  halla  la  bahia  de  Matanzas;  y  desde  los  288°  y 
3  irnir^  utos  de  longitud,  en  que  está  el  Cabo  de  San  Antonio,  hasta  los  30^ 
y  2    iminutos  en  que  queda  la  punta  de  Maisí. 

**I-*a  conquistó  y  pacificó  el  adelantado  Diego  Velazquez,  natural  de 
Cuóllsr.  Su  temperamento  es  benigno,  seco  y  caliente,  pero  bastante   tem- 
pl3.cio  y  sano,  por  las  continuas  brisas  y  Nortes  que  la  refrescan.  Tiene  de 
largo    doscientas  treinta  y  cinco  leguas,  cuarenta  y  cinco  por  lo  mas  ancho 
cator-cre  por  lo  mas  angosto,  y  mas  de  seiscientas  de  boxeo.  La  isla  estaba 
poco    poblada  á  proporción:  sus  primeros  habitantes  eran  pacíficos,  modes- 
tos, a.L>orrecianla  sodomia  y  otras  impurezas,  que  eran  vicios  comunes  de 
a-lgu  n  n.s  de  las  Antillas:  no  conocian  la  bárbara  costumbre  de  comer  carne 
huoks^nsk,  ni  usaban  el  hurto,  pasión  dominante  de  los  pueblos  sin  cultura* 
Vivia.n    en  casas  pequeñas  que  formaban  de  madera  y  hoja  seca  de  palma, 
jos  ciuales  llamaban  Biijios,  f  i]  Sus  pueblos  se  componian  á  lo  mas  de  quin- 
ce 3-    'Vciinte  de  estas  chozas.  El  ejercicio  de  estos  indios  se  reducía  á  la  caza 
y  l^    r> Cisca,  por  cuyo  motivo  solo  habia  liabitaciones  á  orillas  del  mar,  y  en 
\oS  I^  a. rajes  de  caza  abundante.   Esta  se  componia  principalmente  de  una 
^ye   C|wc  llaman  cotorra,  cuya  especie  abunda  prodigiosamente.   El  modo 
^f  ^  el    XTídiS  sencillo,  y  en  corto  tiempo  se  cazaban  infinitas.  Se  ataba  una 
^QVorra.  doméstica  á  la  rama  de  un  árbol  y  se  la  obligaba   á  gritar.  A  sus 
^C-^s  a.cudian  todas  las  demás,  y  se  paraban  en  el  árbol  á  gritar  igualmente, 
-^l^tó tices  el  cazador,  que  se  quedaba  debaxo,  y  tenia  una  varita  con  un  lazo 
45O  ^a.  punta,  las  enlazaba  y  de  esta  suerte  se  cogian  innumerables,  las  cua- 
\¿s  eran  su  principal  alimento.  Para  la  pesca  formaban  grandes  Canoas  de 
ios  robustos  cedros  que  produce  la  isla,  y  eran  de  una  sola  pieza  sin  quilla 
^guna,  para  cuyo  efecto  excavaban  el  madero,  y  habia  alguuas  tan  grandes 
que  cabian  cincuenta  personas.  Se  alejaban  muy  poco  de  la  tierra,   porque 
esto  les  bastaba  i>ara  proveerse  de  todo  el  pescado  que  necesitaban.  [2J 

"La  religión  de  estos  isleños  consistía  en  algunas  supersticiones  forma- 
das á  la  voluntad  de  sus  hechiceros  ó  embaucadores,  que  llamaban  Behi- 
qius.  No  tenian  gobierno,  ni  leyes.  El  Almirante  D.  Cristóbal  Colon,  cuan- 
do descubrió  esta  isla,  se  detuvo  en  ella  muy  corto  tiempo,  y  pasó  á  descu- 
brir la  Española.  Después  J).  Diego  Colon,  hermano  del  Almirante,  envió 
á  pacificarla  y  poblarla  al  adelantado  Diego  Velazquez,  el  cual  venció  al 
Cacique  Hatuey,  conquistó  la  provincia  de  Maisí  y  se  liizo  Señor  de  toda 
¡aisla.  La  primera  población  que  fundó  en  ella  el  citad.)  Velazquez  fue  Ba- 
racoa, año  de   1512.   No  se  conocía  ganado  alguno  caballar,  ni   juular,  á 


(i)    Véase  al  fínal  el  apéndice  número  i. 
{z)    Véase  al  final  el  apéndice  número  2. 

26 


202  REVISTA   DE    CUBA, 

cuyo  propósito  se  refiere  una  anécdota  graciosa.  Envió  Diego  Velazquez  al 
Capitán  Panfilo  de  Narvaez  con  treinta  españoles  á  recorrer  la  isla.  Llega- 
ron á  un  pueblo,  y  Narvaez  era  el  único  que  iba  montado  en  una  burra. 
Se  alojó  con  ella  en  una  casa.  Los  indios  se  amotinaron  aquella  noche,  y 
asaltaron  álos  pocos  españoles,  sin  duda  por  robarlos:  estaban  divididos  en 
dos  cuadrillas,  y  de  acuerdo  habian  prefijado  una  hora  para  dar  el  asalto. 
Una  de  estas  dos  divisiones  se  adelantó  quiza  por  !a  codicia  de  la  presa, 
levantóse  grande  alboroto  y  confusión  entre  indios  y  españoles,  aquellos 
por  acudir  á  apoderarse  de  las  alhajas  europeas,  y  estos  por  defender  sus 
vidas,  que  las  creian  perdidas.  Panfilo  de  Narvaez  dormia  cuando  sucedió 
este  motín,  y  habiendo  dispertado  á  la  gritería,  en  camisa  como  estaba, 
montó  velozmente  en  su  burra,  y  salió  por  las  calles  á  cortar  el  desorden, 
Fué  tal  la  impresión  que  causó  en  los  indios  el  ver  este  espectáculo,  quí 
todos  los  amotinados  huyeron  despavoridos  abandonando  todo  lo  que. He 
vaban,  y  hasta  sus  mismas  habitaciones,  de  suerte  que  dejaron  el  lugar  des 
poblado.  En  esta  rebelión  no  hubo  ningún  muerto  ni  herido,  y  pasado  e 
primer  susto  se  convirtió  en  risa. 

"En  la  conquista  de  esta  isla,  dicen,  que  se  sacó  mucho  oro,  principal 
mente  en  los  lugares  llamados  Jagua  y  Trinidad,  y  que  era  de  mayore:?  qui- 
lates que  el  de  Cibao  de  la  isla  de  Santo  Domingo.  Hay  minas  de  piedra 
imán  y  de  cobre,  de  donde  se  han  sacado  todos  los  cañones  del  Morro  de 
la  Habana,  y  se  embarcaban  para  Europa  todos  los  años  dos  mil  quintales 
de  este  metal;  en  la  jurisdicción  de  la  Habana  se  ha  encontrado  una  miní 
de  hierro  de  excelente  calidad.  El  cristal  de  roca  es  muy  brillante.  En  e 
camino  de  Bayamo  á  Cuba  se  hallan  guijarros  de  varios  tamaños  tan  re 
dondos,  que  pueden  servir  para  balas  de  canon. 

"Tiene  la  isla  ciento  cuarenta  y  ocho  rios  abundantes  de  peces:  en  su 
montes  riquísimas  maderas  de  ébano,  caoba,  cedro  y  guayacan;  en  los  cam 
pos  muchas  aves  de  caza  y  canto;  el  terreno  es  feracísimo,  la  tierra  siem 
pre  está  verde,  y  la  mayor  parte  de  los  árboles  en  todo  el  año  no  se  vei 
despojados  de  sus  hojas,  pues  apenas  se  les  caen  unas,  cuando  ya  tiener 
otras.  Los  campos  son  muy  saludables,  y  los  enfermos  recobran  en  ello 
perfectamente  la  salud.  De  muchos  granos  se  cojen  al  año  dos  cosechas 
de  las  cuales  la  una  es  en  el  rigor  del  invierno.  Hay  baños  de  aguas  terma 
les  n lilísimas  para  la  salud,  siendo  el  mas  famoso  el  que  llaman  de  Sai 
l)i<.';().  Kl  número  de  ingenios  ó  trapiches  que  tendrá  la  isla,  será  en  el  dií 
<Íc  mas  (le  seiscientos,  de  los  que  se  embarcan  para  Europa  anualment 
mas  de  dos  millones  de  arrobas  de  azúcar,  sin  incluir  la  que  se  consume  ei 
la  ciudad,  que  es  una  cantidad  muy  considerable.  Ademas  tiene  cerca  d( 
mil  hatos  de  ganado  mayor,  quinientos  ochenta  corrales  para  cria  de  cer 
dos,  setecientos  potreros  para  ceba  de  animales,  tres  mil  setecientos  sitio 
de  labor,  y  seis  mil  estancias  ó  huertas. 

•*Las  producciones  que  se  recogen  con  abundancia  en  la  isla,  son:  el  ta 


REVISTA  P»   CUSA?  apí 

íco,  la  yuca^  de  la  que  se  hace  el  pan  de  cazabe,  ca||$,  maiz,  añil,  algodón 
cao.  Hay  verduras  y  legumbres  sazonadas  en  todas  las  estaciones  del 
-  Las  frutas  son  excelentes,  y  ademas  de  haber  n^uchas  de  las  de  Eu" 
r  hay  otras  regionales.  En  toda  la  isla  no  hay  fiera  alguna,  ni  animales 
ríanosos:  los  caminos  están  libres  de  salteadores,  de  suerte  que  los  viaje' 
s  x^*san  tranquilamente  la  noche  en  medio  del  campo. 
*  *  ^EIl  xefe  principal  de  la  isla  tiene  carácter  de  Capitán  General  de  provin- 
i,  3/  es  empleo  de  mucho  honor,  que  siempre  se  confia  á  un  general  acre- 
tí^do.  Tiene  dos  grandes  gobiernos,  que  son,  el  déla  Habana  y  el  de  Cu- 
••=  55.1  primero  está  siempre  unida  la  Capitanía  General.  Los  Gobiernos  se 
'•txiividen  en  varias  jurisdicciones  subalternas;  las  que  hay  desde  la  Haba- 
3.  á.  Bayamo  pertenecen  á  la  Habana;  y  las  restantes  al  de  Cuba.  En  las 
^usas  civiles  y  criminales  que  conocen  los  Gobernadores  y  Alcahles  ordi. 
arios,  se  apela  de  su  sentencia  ala  Audiencia  del  distrito,  á  menos  que  las 
^rtes  no  gozen  fuero  militar.  Esta  residía  antes  en  Santo  Domingo;  y  se 
'*  trasladado  por  entrega  de  dicha  isla  á  los  franceses,  á  la  villa  de  Puerto 
^í^oipe.  El  Capitán  General  extiende  su  mando  como  tal  á  la  Luisiana  y 
'^^t^ila:  preside  el  Tribunal  de  Apelaciones,  y  es  Juez  Protector  de  la 
^^^ta  de  Correos.  El  Teniente  de  Rey  de  la  Plaza  de  la  Habana  es  el  se- 
;ar\ cío  xefe  militar,  y  opta  en  vacante  del  Capitán  General  el  mando  de  las 
irrrkas.  Hay  también  en  esta  ciudad  un  Teniente  Gobernador  y  Asesor 
tV^tieral,  cuyas  facultades  equivalen  á  las  de  un  Alcalde  Mayor,  el  que  op- 
t^  ^1  mando  político  en  vacante  del  Gobernador. 

**Laisla  contiene  dos  Obispados,  que  son  Cuba  yla  Habana.  La  Iglesia 
Catedral  de  Cuba  fué  erigida  en  Baracoa  año  de  1518  por  disposición  de 
Adriano  VI,  y  trasladada  á  la  ciudad  de  Santiago  de  Cuba,  año  de  1522: 
consta  de  un  Dean,  Chantre,  un  Tesorero,  cuatro  Canónigos,  tres  Racio- 
neros, y  tres  Medias  Raciones.  Este  Obispado  abrazaba  toda  la  isla,  hasta 
que  se  dividió  con  aprobación  de  nuestro  Santísimo  Padre  Pió  VI.  La  Ca. 
ledral  de  la  Habana  fué  creada  año  de  1788:  consta  de  un  Dean,  un  Ar- 
ccíiiano,  un  Maestre  Escuela,  cuatro  Canónigos,  dos  Raciones  y  dos  Me- 
dias Raciones. 

'*Para  el  Gobierno  de  la  Real  Hacienda  hay  un  Intendente  General  de 
exército  que  reside  en  la  Habana,  Tribunal  mayor  de  Cuentas,  con  exten- 
sión á  todas  las  islas  de  Bariovento,  Contaduria  y  Tesorería  de  exército,  y 
Administraciones  Generales  de  Rentas  y  de  Correos.  Hay  Tribunales  del 
Consulado  y  de  Protomedicato,  Administración  General  de  Tabacos,  con 
una  gran  fábrica  de  este  género,  un  Hospicio  ó  Casa  de  Beneficencia  muy 
suntuosa,  una  casa  para  niños  expósitos  llamada  la  Cuna:  Conventos  de 
San  Francisco,  Santo*  Domingo,  San  Agustin,  Nuestra  Señora  de  la  Mer- 
ced, de  San  Juan  de  Dios,  con  un  gran  Hospital  muy  bien  servido,  de 
Nuestra  Señora  de  Belén,  Colegio  de  Capuchinos,  Hospicio  de  San  Isidro 
para  Religiosos  Franciscanos.  De  Monjas,  de  Santa  Clara,  Santa  Catalina, 


204  REVISTA  DE  CUBA, 

y  Santa  Teresa:  dos  Parroquias  en  la  ciudad  con  dos  Anexos,  y  tó  el  árirá- 
bal  una,  con  diversas  iglesias  y  ermitas. 

'•Aunque  la  ciudad  de  Santiago  fue  la  primera  qne  se  fundó  en  la  isla,  y 
rcsidia  en  ella  la  Catedral  desde  que  se  trasladó  de  Baracoa ,  sin  embargo, 
la  capital  es  la  ciudad  de  San  Cristóval  de  la  Habana.  Fué  fundada  por 
Diego  Velazquez  por  los  años  de  1514. 

''Aunque  la  Habana  no  es  Departamento  de  marina,  se  considera  como 
tal,  y  el  Comandante  General,  que  regularmente  es  lo  menos  xefe  de  Ks- 
cuadra,  es  Inspector  de  su  tropa  y  del  Arsenal.  Existe  en  esta  ciudad  la 
que  antiguamente  se  llamaba  Armada  de  Barlovento  desde  el  año  de  1748 
quG  se  trasladó  de  Veracruz.  Hay  también  en  el  puerto  muchos  baxeles  de 
Rey  para  lo  que  pueda  ocurrir.  La  armadilla,  que  no  servia  antes  sino  para 
resguardar  los  mares  de  piratas,  se  ha  hecho  después  formidable  por  sus 
fuerzas.  Además,  los  buques  de  guerra  de  que  se  compone,  conducen  de 
Veracruz  los  caudales  de  S.  M.  y  llevan  los  situados  á  Puertorico,  la  Guay- 
ra,  Cumaná  y  I.uisiana.  También  existe  un  Ministro  principal  de  marina,  y 
una  Contaduría  con  competente  número  de  Oficiales  para  la  cuenta  y  ra- 
zón de  este  ramo." 

Esta  relación,  y  las  demás  que  me  hizo,  de  que  os  daré  noticia,  podrán 
daros  una  idea  del  estado  actual  de  esta  colonia  española.  No  me  olvido 
nunca  de  que  os  he  prometido  daros  una  razón  exacta  de  todos  los  países 
por  donde  viajo,  deteniéndome  en  observar  sus  usos  y  costumbres.  Por  es- 
ta causa  os  referiré  sencillamente  todos  los  acaecimientos  de  nuestro  viaje, 
mis  observaciones  hechas  en  la  Habana,  y  en  lo  restante  de  la  Isla. 

Después  de  algunos  dias  de  navegación  avistamos  una  mañana  tierra,  y 
(le  allí  á  pocas  horas  con  el  auxilio  del  anteojo,  pudimos  divisar  el  castillc 
del  Morro.  Este  fuerte,  á  lo  ([ue  me  pareció  desde  donde  lo  veia,  está  fun 
dado  en  un  soberbio  peñón  bastante  escarpado,  de  suerte  que  es  inaccesi- 
ble. La  obra  es  de  bastante  consistencia,  y  bien  dirigida,  y  en  un  ángulc 
tiene  una  torre  6  atalaya  que  domina  todo  el  horizonte.  **Esta  fortaleza,  m< 
dijo  el  Sr.  Ferrer,  que  tiene  la  advocación  de  los  Tres  Reyes,  fué  dispuesta 
de  orden  de  Felipe  II,  por  el  célebre  ingeniero  Juan  Bautista  Antonelli,  3 
se  concluyó  el  año  de  1584  Está  tenida  por  obra  de  primer  orden,  aunqut 
su  extensión  es  corta.  Tiene  doce  cañones  del  mayor  calibre  llamados  lo 
doce  Apóstoles,  situados  á  la  lumbre  del  agua,  y  capaces  de  la  mas  terri 
ble  defensa.  El  foso  cjue  la  rodea  está  abierto  á  pico  en  la  piedra  viva.  Si 
situación  es  horizontal  con  el  castillo  de  San  Salvador  de  la  Punta,  forman 
dose  entre  los  dos  la  entrada  del  puerto.  En  la  guerra  del  año  1762  man 
daba  el  Castillo  del  Morro  el  Capitán  de  navio  D.  Luis  de  Vela  seo,  é 
cual  á  poco  tiempo  del  sitio  de  la  Habana  por  los  ingleses,  baxó  enfermo  * 
la  ciudad.  En  su  ausencia  minaron  los  enemigos  la  fortaleza  y  se  introduxe 
ron  en  ella,  de  suerte  que  después  de  restablecido  Velasco,  que  volvió  a 
Morro,  dieron  los  ingleses  el  asalto,  y  se  apoderaron  de  él,  apesar  de  la  re* 


REVISTA  DE  CUBA.  205 

síiS  renda  que  hizo  la  corta  gnarnicion  que  tenia.  En  esta  acción,  que  fué  la 
}u^  ciecidió  de  la  suerte  de  la  Habana,  perecieron  el  dicho  Comandante 
f^lsLSCOy  SU  segundo  el  Marqués  González,  y  otros  muchos  individuos.  El 
:?c^ recito  inglés  mandado  por  el  Almirante  Albermale,  tomó  posesión  del 
^orro,  y  como  los  demás  castillos  no  podían  oponerle  resistencia  por  estar 
íiíil  guarnecidos,  fué  preciso  que  se  rindiese  la  plaza.  La  capitulación  se  hi- 
o  ^1  12  de  Agoto  de  1 762;  después  de  sesenta  y  siete  dias  de  bloqueo,  y  se 
es^i  tuy ó  á  la  dominación  de  nuestro  Católico  Monarca  el  dia  6  de  Julio 
leí  ^3  por  la  paz  de  Versalles.  Al  Gobernador  D.  Juan  de  Prado  se  le  hizo 
íjo  de  guerra  y  fué  depuesto  del  empleo. 

L  vista  de  ISi  ciudad  por  la  parte  del  mar  es  de  una  perspectiva  encan- 
xa.  Situada  en  una  espaciosa  llanura,  se  descubre  la  cadena  de  castillos 
1^*^    la  rodean.  Las  casas,  aunque  por  la  mayor  parte  baxas,  y  el  granarra- 
ba.1    que  está  separado  de  la   ciudad  por  el  campo  que  llaman  de  Marte, 
^^'■^c^e  un  contraste  muy  halagüeño.  La  campiña  verde  en  todas  las  esta- 
ca ^^'^  es  dei  año,  las  in^nensas  arboledas  en  donde  sobresalen  las  palmas  y 
cocales,  la  añaden  una  belleza  muy  superior.  [3]  Como  el  viento  era  favo- 
"^^^^^  entramos  en  la  bahia,  y  dimos  fondo  en  ella  con  toda  felicidad.  La  en- 
del  puerto  tendrá  de  ancho  poco  menos  de  una  milla.  El  Sr.  Ferrer  me 
["uró  que  los  navios  de  gnerra  tenían  que  entrar  y  salir  precisamente  por 
un.    o  anal  bastante  angosto,  á  causa  de  no  haber  suficiente  fondo  en  lo  de- 
°^^s  déla  boca,  y  que  en  ella  había  una  laja  y  un  baxo  que  estaban  señalados 
con  unas  vanderolas.  Por  lo  que  hace  al  puerto  es  bastante  bueno,  y  capaz 
^^il  baxeles  según  su  extensión.  Es  una  gran  ensenada  de  más  de  una  le- 
<Je  Norte  á  Sur,  y  de  éste  hace  un  recodo  al  Oeste,  que  vuelve  hacia  el 
^í^te,  dexando  como  un  istmo  de  media  legua  entre  la  már;;en  del  Sur  y  la 
osta  septentrional.  El  fondo  es  por  lo  regular  de  ocho  brazas,  aun  en  el 
^^'^o  muelle,  en  donde  atracan  los  navios  de  mayor  porte.  Sin  embargo  de 
^^  buen  fondo,  se  nota  en  él  que  se  vá   llenando  de  lodo,  á  causa  de  los 
B^aocies  aguaceros,  pues  como  la  ciudad  desagua  en  la  bahía,  y  aquella  no 
t^ba.  empedrada,  las  aguas  arrastran  la  tierra  y  polvo:  este  daño  se  ha  re- 
^^ia.do  con  unas  máquinas  llamadas  pontones,  las  cuales  están  extrayen- 
^ontínuamente  el  lodo,  dejando  limpio  el  puerto.  En  el  dia  no  hay  nece- 
^^  que  trabajen  tanto  estas  máquinas,  pues  la  ciudad  está  casi  toda  em- 
P  ^^^da  y  enlosada:  y  aun  se  necesitarían  mucho  menos,  si  fuese   posible 
^*e  otro  curso  al  desagüe  de  la  población.  La  larga  cadena  de  montañas 
^^^  i"odea  el  puerto,  lo  defiende  mucho,  pero  no  basta  á  libertarlo  de  los 
vvo\eiitos  huracanes  que  le  acometen,  y  han  expuesto  varias  veces  muchas 
embarcaciones.  Entre  los  temporales  que  han  hecho  época  en  esta  ciudad, 
S^  cuentan,  el  de  Santa  Teresa  acaecido  el  14  de   Octubre  de    1768,  cuya 


(3)    Véase  al  ñnal  el  apéndice  uúmero  3. 


lOd  REVISTA  OS  CUSA, 

violencia  fué  tal,  que  arrancaba  los  árboles  más  robustos;  el  de  Todos  San- 
tos, y  el  de  San  Juan  de  Dios,  diaS  de  Marzo  de  1784.  Este  último  anun- 
ciado por  unas  señales  muy  espantosas,  acaeció  á  la  hora  de  medio  dia;  obs- 
curecióse el  sol  de  suerte  que  apenas  se  podia  ver;  y  se  levantó  un  violento 
remolino  acompañado  de  espantosos  bramidos  del  mar,  y  algunos  truenos 
sordos.  Las  consecuencias  de  estos  anuncios  fueron  menos  terribles  de  lo 
que  se  temia.  Sin  embargo,  la  piedra  que  cayó  después,  causó  el  mayor  es- 
panto en  los  ánimos  de  los  habitantes  déla  Habana,  que  jamás  habían  visto 
semejante  fenómeno.  Terminóse  últimamente  con  un  aguacero  fuerte. 

Para  concluir  con  todo  lo  que  pertenece  á  la  bahía,  es  preciso  hacer 
mención  de  dos  cayos  pequeños  que  tiene  á  distancia  poco  mas  de  media 
legua  de  la  entrada  del  puerto,  en  frente  casi  de  un  paraje  que  llaman  Gua- 
sabacoa.  Omito  deciros  los  nombres  que  les  dan  por  la  decencia.  Tam- 
bién hay  abundancia  de  pescados  carnívoros  llamados  tiburones. 

La  ciudad  tiene  fuertes  muros  con  buenos  baluartes  y  fosos,  así  por  la 
parte  del  mar  como  de  la  tierra.  Su  circunferencia  será  de  dos  millas  sin  in- 
cluir los  arrabales.  Como  mi  amigo  habia  enviado  su  criado  en  el  bote  de 
Rentas  para  dar  parte  á  su  familia,  luego  que  llegamos  al  muelle  de  la  Con- 
taduría entramos  en  una  silla  volante,  que  le  tenian  preparada.  Estas  sillas 
que  son  conducidas  por  una  muía  ó  caballo,  que  lleva  encima  un  negro, 
abundan  mucho  en  este  pueblo.  Se  cuenta  en  la  Habana  mas  de  tres  mil,  ca- 
si todas  ricamente  pintadas  y  vestidas  con  mucho  aseo  y  lujo.  Apenas  habrá 
particular  de  medianas  conveniencias  que  no  tenga  uno  ó  dos  de  estos  mue- 
bles, y  ademas  en  las  plazuelas  hay  una  copia  de  ellas  que  se  alquilan,  tanto 
para  transitar  por  la  ciudad  como  para  el  campo.  El  temperamento  calido 
del  pais  las  hace  precisas,  y  la  abundancia  les  da  un  precio  cómodo. 

En  general  las  casas  déla  Habana  son  todas  baxas,  aunque  hay  muchas 
de  un  alto,  y  muy  pocas  dedos.  Sin  embargo,  son  espaciosas,  claras,  asea- 
das, y  de  cal  y  canto.  Su  arquitectura  es  sencilla,  y  pintadas  por  defuera. 
Las  calles  son  rectas,  tiradas  á  cordel,  y  divididas  en  manzanas  que  forman 
un  cuadro  perfecto.  Solo  rae  disgustaron  dos  cosas:  la  primera,  el  ser  los 
balcones  y  ventanas  de  madera,  pues  el  enorme  bulto  que  hacen,  afea  la 
arquitectura:  la  otra  es,  las  ventanas  baxas,  que  salen  fuera  de  la  ¿^ared  mas 
de  media  vara,  y  quitan  la  hermosura  á  la  rectitud  de  la  calle.  La  ilumina- 
ción de  la  Ciudad,  aunque  de  velas  de  sebo,  es  muy  regular." 


REVISTA  DE   CUBA.  207 

APÉNDICE. 


(l)    EL    IDIOMA    PRIMITIVO. 

¿Cuál  fué  el  idioma  primitivo  de  los  cubanos?  El  idioma  de  los  aboríge- 
nes que  se  nombraban  ciboneyes.  ¿Era  acaso  especial  de  Cuba  y  Santo 
Domingo,  ó  se  extendia  á  otras  islas  y  parte  del  contftiente  americano? 
Si  hojeando  libros  y  revolviendo  bibliotecas,  pudiéramos  tener  un  exacto 
conocimiento  del  lenguaje  ciboney,  ¿Qué  habríamos  adelantado?  Algo, 
ciertamente:  conservar  las  reliquias  de  un  idioma  con  que  vemos  mezclar 
el  nuestro.  Apenas  hay  valle,  rio,  sabana,  que  no  lleve  un  nombre  indiano, 
¿Qué  significa  para  nosotros?  Los  campos  mismos  están  cubiertos  de  al- 
deas y  caseríos,  ¿y  quienes  los  habitan?  Descendientes  de  conquistadores, 
hijos  de  europeos  introducidos  en  el  país:  ¿y  porqué  le  WzmBxaos guagiros^ 
Esta  palabra  no  es  del  repertorio  de  nuestra  lengua,  tampoco  pertenece  á 
las  europeas.  ¿Acaso  se  llamaron  así  los  habitantes  del  campo  de  Cuba? 
No,  Ciboneyes  eran  sus  pobladores,  y  la  etimología  de  la  \}2\2¡bx2i gaxólin 
(hombrea quien  se  llama  usted)  es  harto  violenta,  si  puede  admitirse  el  su- 
puesto de  que  perteneciese  á  la  lengua  de  los  Ciboneyes.  Parece  que  es- 
tábamos condenados  á  no  llegar  al  conocimiento  de  estas  cosas  por  la  con- 
íunsion  de  las  dos  razas  española  é  indiana  que  hoy  forman  una  sola;  pero 
todavia  creemos  que  pueden  agotarse  los  esfuerzos,  todavia  concebimos 
que  hay  medio  de  ilustrar  algo  esas  épocas  que  se  pierden  en  la  noche  de 
los  tiempos. 

Basta  examinar  el  mapa  para  convencerse  de  que  las  islas  del  archipiéla- 
go de  las  Antillas  fueion  en  los  primitivos  tiempos  parte  del  continente 
americano.  Desde  el  tiempo  de  la  conquista  se  notó  por  los  historiadores 
que  había  rasgos  de  fraternidad,  de  familias  entre  las  islas  y  el  continente: 
hablando  de  la  religión  de  las  Indias,  dice  el  célebre  historiador  Torque- 
mada:  "Las  gentes  de  la  isla  española  y  Cuba  y  la  de  San  Juan  de  Puer- 
to Rico  y  Jamaica  y  todos  los  Lucayos,  y  comunmente  en  todas  las  demás 
que  €stdn  (piasi  en  renglera^  desde  cerca  de  la  Tierra  Firme  (que  se  dice  la 
Florida)  hasta  la  punta  de  Paria,  que  es  en  Tierra  Firme,  comenzando  del 
poniente  al  oriente,  bien  por  más  de  500  leguas  de  mar,  las  gentes  de  la 
tierra  "firme  por  aquella  ribera  de  Paria"  y  todo  lo  que  de  allí  abajo,  has- 
ta Veraqua,  quasi  todo  era  una  manera  de  religión.*'  Esta  indicación  nos 
hace  concebir  la  esperanza  de  que  pueda  fijarse  la  etimología  de  algunos 
nombres  indígenas,  y  guiados  por  este  deseo  ilustrarse  la  historia  antigua. 

Los  trabajos  del  Sr.  Codazzi  vienen  al  apoyo  de  estos  asertos,  pues 
leemos  en  su  obra  digna  de  todo  eloi^io,  multitud  de  nombres  que  no 
nos  son  conocidos  y  que  rectifican  y  dan  nuevo  crédito  á  lo  que  pudiera 
deducirse  de  lo  expuesto  por  Torquemada.  Puede  creerse  en  vista  de  es- 
to, que  los  lugares  indicados  por  el  antiguo  historiador  y  el  moderno  geó- 
grafo, pertenecieron  á  unas  mismas  gentes,  por  más  que  diversas  costum- 
bres y  aún  dialectos,  dividan  la  gran  familia  en  muchas  tribus.  Reprodu- 
ciremos los  nombres  á  que  nos  referimos,  pero  antes  queremos  hablar  de 
la  etimología  de  la  palabra  guajiro.  La  sílaba  gua  que  entra  en  la  compo- 
sición, nos  hace  creer  que  tenga  parentesco  con  el  idioma  caribe,  y  no  de- 
be confundirse  la  nación  caribe  del  continente,  con  la  que  ha  hecho   cele- 


208  REVISTA    DE    CUBA. 

bre  con  sus  atrocidades  á  las  islas  pequeñas  del  archipiélago  délas  Aotilla 
Encontramos  en  el  continente  una  tribu  numerosa  de  indios  llamados  gui 
jiroSj  existe  una  península  que  lleva  el  nombre  de  la  Guajira,  Es  pu( 
evidente  que  de  ese  punto  hubimos  el  nombre.  Los  habitantes  del  camp 
aún  se  molestan  en  el  dia  de  que  se  les  llame  guajiros,  ¿pero  qué  tienen  d 
común  con  los  indios  del  continente  hombres  descendientes  de  Europa 
¿Se  llamaron  así  los  cubanos  alguna  vez?  Creemos  que  si  supiésemos  < 
significado  de  la  palabra,  fácilmente  resolveríamos  la  cuestión.  Pero 
acudimos  á  analogías,  desde  luego  podemos  decir  que  los  indios  llamaro 
guajiros  á  nuestros  campesinos,  por  reconocer  que  eran  semejantes  á  esc 
seres  que  sostenían  un  activo  comercio  con  todas  las  islas,  y  que  aún  en  la  &i 
tualidad  se  les  reputa  por  uno  de  los  más  inteligentes  é  industriosos  nati 
rales  Todos  nuestros  juicios  son  comparativos,  cuando  tenemos  tdrminc 
que  comparar,  y  los  aborigénes  que  vieron  una  raza  demás  poder  moral 
inteligencia,  no  pudieron  dejar  de  hacer  comparaciones  con  objetos  que  h 
eran  conocidos.  De  esto  mismo  puede  creerse  que  nace  la  odiosidad  ce 
que  nuestros  campesinos  repugnan  el  nombre.  Nuestros  padres  no  quería 
verse  comparar  con  los  indios  brai^os. 

Desde  las  épocas  inmediatas  á  la  conquista  tenemos  conocimiento  d 
que  los  indios  forasteros  se  introducían  en  Cuba:  sea  un  ejemplo  la  invc 
sion  de  los  Macuriges,  de  que  hablamos  en  nuestro  artículo  sobre  la  "Gec 
grana  antigua  de  Cuba."  Sabemos  por  otra  parte,  que  la  raza  caribe,  he 
mosa  y  hábil,  fué  el  origen  de  las  tribus  que  poblaron  las  islas  menores 
que  influyeron  en  gran  parte  del  resto.  Ya  digimos  la  distinción  que  det 
tenerse  presente.  Lo  cierto  es  que  en  el  continente  se  encuentran  he 
nombres  de  territorios,  rios,  árboles  y  animales,  idénticos  á  los  indígenas, 
que  estudiado  el  idioma  que  se  habla  por  los  indios,  adquiriríamos  las  n< 
ciones  que  indicamos.  La  proximidad  de  la  península  de  la  Guajira  á  \i 
grandes  Antillas,  y  la  circunstancia  de  la  identidad  de  nombres,  confirma 
nuestros  asertos. 

La  palabra  ioa  (rana)  de  la  lengua  ciboney,  se  encuentra  en  la  orill 
enfrente  del  continente,  la  isla  de  las  Toas:  aquí  tenemos  ei  rio  Toa.  La  p; 
labra  botuto^  la  trompa  sagrada  de  los  indios  del  continente  es  nuestro  J 
iuto,  adulterada  con  la  introducción  de  una  f  que  tal  vez  no  fué  nunca  let 
del  alfabeto  ciboney.  La  terminación  bacoa^  tan  común  entre  nosotro 
Guanabacoa^  Giiasabacoa,  se  encuentra  precisamente  en  la  provincia  de  1 
Guajira,  Chichibacoa,  Cunianacoa;  léese  además  el  rio  Manatíes,  el  rio  Gui 
yabita^  estrecho  Yabiia,  rios  Carigua,  Vara,  Morrocoy,  Guara  y  Guarne 
Entre  los  árboles,  la  palma  j'^r^w^z,  icaco,  cuji,magucy\jif:;ua,  ceiba,  guásim 
mamey,  y  agruma,  jobo,  guama,  majagua,  lairenes,  ( Yerenes)  caimito  y  guan 
batía. 

Muchos  más  nombres  pudieran  encontrarse  en  el  útil  trabajo  del  señ< 
Codazzi.  Cuando  leemos  esto,  no  podemos  dejar  de  concebir  esperanz 
de  adelantar  más  nuestros  estudios. 

Deslindando  el  parentesco  de  los  primeros  habitantes  de  Cuba  con  1; 
naciones  del  continente,  nuestra  historia  antigua  ser.i  ilustrada  con  noci< 
nes  curiosas  y  tan  útiles  cuanto  pueden  serlo  los  trabajos  de  esta  natur 
leza. 

En  otro  artículo  hablaremos  de  lo  que  nos  queda  del  lenguaje  cibone 
pero  esto  no  pende  solo  de  nosotros,  y  no  sabemos  la  época  en  que  cur 
piamos  la  oferta. — A.  B. 


v 


REVISTA    DE    CUBA.  2O9 

^:2)   PUEBLOS  Y  COSTUMBRES    FAMILIARES    DE    LOS  ANTIGUOS 

NATURALES  DE  LA  ISLA  DE  CUBA. 

uiando  en  1492  los  españoles,  condncidos  por  el  intrépido  piloto  D.  Cris- 
~  Colon,  descubrieron  esta  Isla,  la  hallaron  cubierta  de  infinitas  pobla- 
os; bien  que  pequeñas,  pues  ordinariamente  se   componian  de   cinco  á 

casas  y  las  mayores  de  200  á  300.  (i) 
<srdad  es,  que  estas  eran  muy  espaciosas,  pues  no  alterándose  jamás  la 
<de  las  familias,  se  alojaban  en  cada  una  de  ellas    100,  200  y  hasta  400 
ñas.     Fray  Bartolomé  de  í.as  Ca«;as,  testigo  ocular  de   la    conquisa, 
■e  haber  visto  500  personas  en  un  bohío  del  pueblo  de  Caonao,  (2).  No 
"ues,   de   extrañar   que  Camagüey,  población  de  solo  50  casas  tuviese 
<le  5,000  vecinos.  "Esto  es  una  cosa  muy  notable,  dice  Torquemada, 
y  cierto  argumento  de  la  bondad  natural,  mansedumbre  y  humanidad 
stas  occidentales  naciones,  y  esto  corre  por  todas  aquellas  Islas  en  co- 
;,  y  se  viera  en  ellas  que  en  una  casa   de  paja  que  comunmente    tenia 
'mieco  30  ó  40  pies  [aunque  redonda]  y  que  no  tenia  retretes  ni  aparta- 
pudiesen  vivir  10  y  15  vecinos  toda  la  vida,  sin  tener  ruido,  ni  hacerse 
^ntre  sí  ni   los  maridos  con  las  mujeres,  ni  las  mujeres  con  los  hijos,  ni 
no  con  vecino,  sino  que  viviesen  tantos  juntos  como  si  no  fuesen    más 
Tmo;  parece  que  admira  y  es  argumento  de  su  mansa  y  pacífica  condi- 
n,  y  es  cosa  manifiesta  que  si  tuvieran  reyertas  y  bregas  entre  sí,  no  vi- 
n  en  paz,  unidad  .y  conformidad,  no   se   pudieran  sustentar  unos  con 
ni  sufrirse,  y  por  consiguiente  se  dividieran  y  apartaran  los   unos   de 
tros,  haciendo  casas  distintas  en  que  cada  uno  hiciera  su  morada.     Y 
prueba  de  esto  basta  saber  [y  más  haberlo  visto  por   experiencia]    lo 
"pasa  entre  nosotros  los   españoles^  y  otras  muchas  naciones  del  mundo, 
"^le  los  padreé  no  pueden  sufrir  á  los  hijos,  ni  los  hijos  á  los  padres,  (ma- 
ente  si  se  casan,)  que  luego  cada  uno  quiere  dedicar  jurisdicción  y  pa- 
'f  gallo  eh  su  muladar,  y  cantar  á  solas  donde  nadie  lo  perturbe.'*  (3) 
oaio  la  principal  ocupación  de  estos   isleños  era  la  pesca  resultaba  que 
ii^ostas  estaban  más  pobladas  que  el   interior.    Colon  en  su  primer  viaje 
^mira  á  cada  paso,  de  la  multitud  de  pueblos  que  descubría,    particu- 
ente  en  su  tránsito  de  Nuevitas  á  punta  de  Maisí.  (4) 
o  cuidaban  los  indígenas  de  ordenar  su  casas  en  calles  trazadas  con  si- 
ríi  como  sucedía  en  Anahuac  [Méjico]  y  otras  provincias  del  continen- 
ino  que  las  tenían  apartadas  aunque   á   corta    distancia  unas  de  otras, 
ando  conucos  [huertos]  cercados  de  estacas;  y  solo  atendían  á  que  los 
Íes  [casas  de  los  caciques,  comunmente  mayores  que  las   demás]    estu- 
e'i  en  el  lugar  principal,  como  que  delante  había  de  estar  el  baicí^  gran 
\  cuadrilonga,  llana  y  siempre  muy    limpia,  destinada  al  juego  de 
s  I  pelotas),  al  cual  tenían  estremada  afición.  Si  el  pueblo  era  muy  gran- 
:enia  otros  bateyes  menores,   y  á   veces  uno  rnayor  que  todos  futra  de 
lado,  para  partidas  n  merosas,  como  cuando  se  retaban  una  ^  niás  po- 


f  *V\^       ^^    )    Navarrete.  Colección  de  viajes,  tomo  i?  página  31    y  50.     C:i<as,    Historia  genc- 

-?í  las  Indias,  tomo  tercero;  libro  tercero  capítulo  23. 

:)    Casas,  Ídem  capítulo  31.     Herrera,  década  primera  página   259,    donde  asegura 
este  pueblo,  situado  emónces  á  unas  cuatro  leguas  del  Camagüey  [hoy  Puerto  Prínci- 
contenia  una  población  de  2,000  vecinos:  siendo  de  advertir  que  los  primitivos  hiíto- 
ores  de  América  usan  comunmente  de  la  palabra  vecino  como  sinónimo  de  familia. 

31    Torquemada,  Monarquía  Indiana,  libro  tercero,  capítulo  tercero. 

■4]    Navarrete,  tomo  i?  página  163.     Torquemada,  libro  tercero  y  siguientes. 

27 


2IO  REVISTA    DE    CUBA. 

blaciones:  lo  cual  sucedía  con  frecuencia  (i).  Servíales  también  el  baiei  pa- 
ra sus  areiios  [bailes]  en  los  cuales,  dice  Casas,  sobresalían  los  haitianos. 

Bohios  era  el  nombre  que  generalmente  daban  á  las  casas,  que  mejor  di- 
riamos chozas'y  pero  distinguían  con  la  voz  Canei  á  las  que  constniian  en  la 
forma  de  cono.  Estas  eran  las  más  comunes,  no  solo  en  esta  Isla  y  las  cir- 
cunvecinas sino  en  casi  toda  la  América,  como  de  más  fácil  y  barata  cons- 
trucción, y  propias  para  resistir  los  huracanes  ó  vientos  impetuosos  que  con 
frecuencia  azotan  estas  Islas.  (2) 

El  modo  de  fabricarlas  era  el  siguiente;  trazaban  un  círculo;  clavaban  en 
él  unos  palos  largos,  como  á  distancia  de  media  vara  unos  de  otros,  y  des- 
pués los  ataban  reunidos  por  la  parte  superior,  que  era  la  más  delgada.  Pa- 
ra darles  mayor  solidez  solían  colocar  verticalmente  un  grueso  hprcon  en  el 
centro,  atando  á  él  dichos  palos. 

En  esta  disposición  les  cruzaban  unos  cujes  ó  varas  más  delgadas,  prefi- 
riendo para  este  uso  \z.yaya  por  su  dureza  y  flexibilidad.  ''Otras,  dice  Tor- 
quemada,  (3)  hacían  de  caña  de  carrizos  y  con  las  mismas  labores  tan  cu- 
riosamente tejidos  que  parecían  pintados.''  Cobijábanlas  en  seguida  con 
pencas  de  palmas  ó  de  cualquiera  de  las  especies  de  guafio,  particularmen- 
te del  de  cafiay  colocándolas  unas  sobre  otras  á  manera  de  teja  plana,  que- 
dando sumamente  frescas  y  odoríferas.  ''Esta  manera  de  cubrir  las  casas, 
dice  Oviedo,  es  de  la  misma  manera  y  semejanza  de  cubrir  las  casas  de  los 
villajes  y  aldeas  de  Flandes,  y  si  lo  uno  es  mejor  y  más  bien  puesto  que  lo 
otro,  creo  que  la  ventaja  la  tiene  el  cubrir  de  las  Indias,  p^>rqae  la  paja  ó 
yerba  es  mejor  que  la  de  Flandes."  (4) 

Para  todas  las  ligaduras  se  servían  de  bejucos j  nombre  que  daban  á  todas 
las  plantas  sarmentosas:  de  majaf;ua^  ys.  en  tiras,  ya  hecha  cabuya  [cordel;] 
át  Jeniquén  ó  bien  de  ariques  [que  son  tiras  de  yagua  mojadas  al  efecto.]  So- 
lian  pintar  estas  tiras  de  negro,  rojo  ú  otro  color  para  formar  unos  lazos  ó 
flores  con  que  adornaban  el  interior. 

Todos  los  caneyes  estaban  coronados  de  un  especie  de  garita  ó  chimenea 
para  que  saliese  el  humo  y  entrase  la  luz,  á  manera,  decía  García,  de  las 
tiendas  de  campaña  de  los  tártaros.  (5) 

Los  otros  bohíos  eran  construidos  de  los  mismos  materiales,  pero  tenían 
diferentes  formas,  pues  unos  eran  elípticos  (6)  y  otros  cuadrilougos,  con 
paredes  de  aij'e,  entrelazados  y  cubiertos  de  guano.  Los  de  esta  última  for- 
ma eran  habitados  generalmente  por  los;/¿7;V(r7;i¿'i  [nobles,]  (7)  y  estaban  di- 


[i  J  Navarrete,  tomo  1 9  página  42.  Torquemada,  libro  quinto,  capítulo  tercero.  Char 
levoix,  Ilistoire  de  V  lie  espagnole  de  Saint  Domingiie,  tomo  i?  página  40. 

[2]  Navarrete,  tomo  I?,  página  48  [obras  de  Casas.]  Oviedo,  Relación  sumaria  dé- 
las Indias,  capftnlo  26. 

[3J    Mon.  md.  libro  3?  capitulo  tercero.  Navarrete,  tomo  i?  j^ágina  42. 

[4]    Relación  sumaria,  capítulo  26.     Navarrete,  tomo  i?  página  41, 

[  5]  Navarrete,  tomo  i?  página  32  (nota  de  Casas.)  Garda,  origen  de  los  indios,  pá- 
gi.ia  196. 

[6]  Todas  !as  casas  de  las  haciendas  de  crianza  de  Puerto  Príncipe  y  la  de  algunos 
de  sus  pueblos  como  Cubitas  [a]  y  otros,  conservan  esta  ñgura  elíptica  ó  cónica. 

I  7  j  La  forma  de  gobierno  establecida  en  esta  Isla  era  monárquica,  denominándose 
Cacique  al  soberano;  quien  aunque  tenia  derecho  de  vida  y  muerte  sobre  sus  vasallos,  ja- 
más  abusaba  de  su  poder.  Le  daban  el  tratamiento  de  Matuseri,  que  cquivalia  á  nuestra 
Alteza  ó  Majestad.  Naitanos,  llamaban  á  los  nobles  ó  personas  de  cargo  público,  y  tenian 
el  tratamiento  de  baliarí  que  correspondia  á  nuestra  excelcncb  ó  señoría:  al  común  de  las 
gentes  llamaban  guaxó,  lo  que  equivalía  á  nuestro  usted.  Ciboneyes  era  el  nombre  gene- 
ral de  los  naturales  de  esta  isla. 

[a]    Bachiller.  Recuerdos  de  mis  viajes  á  Puerto  Principe  en  la  "Siempreviva." 


REVISTA    DE    CUBA.  211 

vid  icios  en  el  interior  por  medio  de  un  tabique  de  encujado,  formando  dos 
sa.Isi^.  En  una  de  estas  estaba  la  barbacoa^  que  era  una  especie  de  alto  sin 
pu^irtsa.  y  con  un  piso  tosco,  destinado  á  guardar  granos  y  frutos 

'Acodas  las  casas,  según  observó  Colon,  tenian  dos  entradas,  y  además 
col^-stoiizos  que  servian  de  salas  de  recibo. 

S^i-t>ian  los  indígenas  construir  también  sus  casas  sobre  horcones  en  los 
lug^a^r^s  pantanosos  y  sobre  el  agua,  como  lo  observaron  los  conquistadores 
^'^  ^1  ^  ipueblo  de  Sabana,  hoy  San  Juan  de  los  Remedios,  bien  que  según 
d^-'v^ij  ero,  los  españoles  aprendieron  de  los  mejicanos  el  modo  de  fabricar 
sot>T-^     pilotaje  en  los  terrenos  de  poca   solidez,  (i) 

.<da  nos  dicen  los  historiadores  sobre  si  los  naturales  hacian  uso  de  las 

para  puertas  y  aún  para  paredes  v  techos,  de  tablas  de  palm«  ni  aún 

oe  -  ^  r-B-M  barradlo.  se¿;un  en  el  día  se  practica;  pero  es  indudable  que  de   ellos 


^^^^^     ^  li  origen  este  uso. 


:3  cibontycs  acostumbraban    también   habitar   en  las  cuevas;  y  voy  á 
ofr^cr:^r  algunas  de  las  muchas  noticias  que  áfuerza  de  constantes  i:»vestiga- 
^**^^^^^5  he  podido  reunir.     En  la  hacienda  Bañes,  jurisdicción  de   Holgum, 
exist:<^  una  cueva  notable  principalmente  por  ofrecer  en  uno  de  sus    dilata- 
y^s    ^«alones  *^varios  peñascos  (^ue  solo  la  mano  del  hombre,  ayurlada  de  su 
^J^^^^^^tria,  pudiera  haberlos  labrados  de  manera  que  sirvieran  para  sus  usos 
^^*y^ esticos,  tales  como  ?tiesas,  asientos^  etCy  y  sobre  lodo  un  fogón    en    que 
^stá.r^    asentadas  seis  cazuelas  do  finísimo  barro  y  de  regular  tamaño.  En  la 
pa.rt^s    exterior  de  esta,  y  al  rededor  de  su  borde  se  ven   grabadas  varias  fi- 
gura, s  que  indican  haber  sido  trabajadas  por  los  indios,  y  representan  matas 
^^  F^l^tano,  algunos  arbustos,   chozas  con  el  techo  de  hojas,  indias  arrojan- 
do finchas  en  ademan  de  atravesar  animales  parecidos  á  las  jutías,  y  yerbas 
regíi.cias  por  la   circunferencia  de  los  árboles."    Tal  es  la   relación  suscrita 
^^'*    ^1  ilustrado  señor  teniente  gobernador  de  la  jurisdicción    de    Holguin. 
^gvan  noticias  suministradas  también  oficial  y  recientemente  por  el  capitán 
^^*    t>artido  de  la  Gran  tierra  de  Maya,  ó  sea  Maisí,  existe  en  este  una  cue- 
^'^   ^"*^  wy  espaciosa  donde  se  encuentran  osarios  y   multitud   de  calaveras  y 
uosos  humanos  de  tamaño  gigantesco,  y  la  cual  está  denotando   haber  si- 
T^    ^^ orada  de  los  indígenas.  Añade  asimismo  que  en  la   hacienda   Pueblo 
^*^^»  Se  encuentran  vestijios  que   comprueban   la  existencia  de  un  pueblo 
^^'^"^^roso,  notándose  todavia  los  cimientos  de  una  muralla  de  más  de  300 


^  '^^^tios  encontrados,  son  de  una  magnitud  respetable.  Tenemos  noticias 
j^i  ^^•"c^s  osarios  encontrados  en  la  jurisdicción  de  Puerto  Príncipe.  Sensi- 
^jj  ^^  cjue  estos  últimos  monumentos  de  la  raza  indígena  no  sean  recono- 
fjj„  ^  i:>or  arqueólogos  entendidos.  Tal  vez  su  resultado  conduciría  á  for- 
^.  -  ^  írx  concepto  diferente  del  que  tenemos  de  los  antiguos  naturales  de  las 

(jjgg  ^^^^r*  lo  que  toca  al  adorno  interior  de  los  bohíos^  era  de  esperar  correspon- 
dí.^ ^^^  á  sus  costumbres  sencillas  y  frugales.  El  principal  de  los  muebles 
^  ^       a  especie  de  red  cuyas  extremidades  se  componian  de  muchos  corde- 


(^^^     »  Navarrctc  tomo  i?   página  77.  Charlevoix,  tomo   i9  página  52.   Casas  libro  ler- 

^«^  ^^^^XMtiüo  21.  Herrera,   decada  primera,  libro  noveno  capítulo   16.    Clavijero,  Histo- 
^  ^Nléjico,  artículo  •* Arquitectura  doméstica." 


212  REVISTA    DE    CUBA. 

les  llamados y/V^?^,  que  ataban  á  las  soleras  de  las  casas.  Servíales  de  lecho 
y  le  designaban  con  el  nombre  de  hamacas^  que  han  adoptado  todas  las 
lenguas  europeas,  (i)  Se  conserva  esta  costumbre  particularmente  en  el 
intefior  de  la  Isla  y  en  casi  toda  la  América. 

Adornaban  el  techo  con  cobos  y  otros  caracoles  preciosos:  con  sióas,  pie- 
dras muy  extrañas  y  bonitas.  Según  Las  Casas,  Herrera  y  otros  historia- 
dores, los  naturales,  en  vez  de  sentarse,  acostumbraban  á  ponerse  en  cu- 
clillas: sin  embargo,  Fernando  Colon,  refiriendo  el  primer  viaje  del  Almi- 
rante su  padre,  dice  que  en  Camagüey  los  indios  hicieron  sentar  á  los  envia- 
dos por  este,  en  unos  asientos  hechos  de  un^.  sola  pieza  muy  extraña  de  for- 
ma, semejante  á  un  animal  que  tiene  brazos  y  piernas  cortas  y  la  cola  un 
poco  levantada  para  apoyarse,  la  cual  no  es  menos  larga  que  el  asiento  pa- 
ra estar  con  más  conveniencia,  con  una  cabeza  en  la  fachada,  y  los  ojos  y 
orejas  de  oro.  A  estos  asientos,  añade,  llaman  los  mdios  Duche^  (2) 

El  menaje  de  cocina  tampoco  era  ostentoso.  Unas  vasijas  de  barro  colo- 
rado que  hacian  con  particular  perfección,  les    servia  de  olla  para  cocer  el       ^ 
ajiaco^  su  favorito  alimento.  Componíase  este  úq  juiía,  coríes^  guamimguina-    — 
reSy  manatíes^   gusanos   ó   higuanas,  y yucas^  plátanos,  ajes  ó  ñames,  guagüi 

f  malanga]  aguacate  y  un  poco  de  aji^  que  le  daba   el   nombre.  \.z.%jibueras-^^ 
jicaras]  cucharas  y  demás  utensilios,  los  hacian  del  fruto  de  la  güira  ó  d 
cocos  (3) 

^  |En  ninguna  casa  faltaba  el  huren^  que  era  un   horno    hendido  en  vez  d 
abovedado,  sobre  el  cual  y  sus  moldes  echaban  \z.catibiay  [que  es  el  resídu 
de  la  yuca  rayada  con  los  guayos   (4)    y  esprimida  en  el  cibcuan  ó   saco  d 
estera]  para  hace:  el  casaeí,  hoy  casabe.  (5)  Hacian  también  mucho  u.sod( 
los  Jibes  y  cedazoí ,  para  pasar  la  catibía  y  la  harina  de  maíz  de  que  hacian  s 
composiciones  fxvoritas.  Otros  de  los  utensilios  de  que  no  carecian  eran  I 
cataures  y  jabas  (jue  les  servian  de  cestas,  y  aún  solian  emplearlos  para  co 
servar  los  restos  de  sus  antepasados  ó  fundadores  déla  casa,  (6)    pues  par. 
ticipaban  de  esta  costumbre  común  á  otras  naciones,  como  los   egipcios 
peruanos.  Colon  refiere  haberlo  visto  en  dos  casas  que  visitó  cerca  de  B 
^  racoa."  Y  junto  al  rio  que  denominó  de  Alares  [hoy  Caonao  Grande]  di* 
"  que  los  marineros  vieron  en  otra  casa  estatuas  en  figura  de  mujer  y  much 

cabezas  en  manera  caratona  [máscaras]  muy  labradas no  sé  si  lo  tien 

por  hermosura  ó  adoran  en  ellas."    (7)    Observó  también  que  lasm  ujer 
trabajaban  más  que  los  hombres,  siendo  su  principal  ocupación  hilar  alg< 


Li'l     Navarrete,    tomo  iV  página  31,  45  y  48. 

(2)  Navarrete,  tomo  i?  página  17.  Fernando  Colon,  vida  del  almirante  su  pa. 
dre,  capítulo  27.  D.  Pedro  del  Trado  y  Pardo  en  su  libro  genealógico  de  las  familims  de 
Bayamo,  escrito  el  año  1775,  llamó  dujoá  uno  de  estos  asientos,  que  existia  en  poder  de 
doña  Concepaon  G  ierra,  y  había  pertenecido  al  capitán  del  Bayamo. 

[3]  Casas,  capítulo  21  y  24.  Charlevoix,  página  59  tomo  i?  dice  Yracas  en  vez  de 
ajiaco* 

[4J  En  el  pueblo  del  Caney  donde  aún  en  el  dia  se  conserva  la  raza  prímitÍTa,  se  tra, 
bajan  estos  guayos  con  una  perfección  que  le  ha  dado  renombre.  Consiste  el  guayo  en 
nna  tabla  cuadrilonga  como  dedos  pies  de  largo,  en  cuya  superñcie  se  clavan  una  multi. 
tud  de  puntillas  añladas  de  piedra  de  asperón  ú  otra  durísima,  con  la  caü  se  raya  la  yuca 
etcétera. 

f5]     En    la  jurisdicción  de  Puerto  Príncipe. 

(6)     Oviedo;  Relación    sumaria,  capítulo  (juinto. 

[7]  Navarrete,  tomo  i?  página  12.  Casas,  capítulo  22.  Charlevoix,  presenta  una 
lámina  con  uno  de  estos  ídolos  en  figura  de  mujer,  encontrado  en  una  escavacion  en  Hai- 
?í,  ó  Santo  Domingo. 


REVISTA   DE   CUBA.  213 

don,  tger  redes  para  pescar  y  para  hacer  Jiamacas  y  lienzos  para  cnbrir  sus 
íionestidades,  las  que  pasaban  de  doce  años  de  edad. 
Para  el  alumbrado  se  servían  de  hachones  de  árboles  odoríferos  como  el 
Ji^uí  y  la  cuaba.  El  modo  de  obtener  lumbre  era  como  el  de   los  antiguos 
pastores  de  Eoropa,  por  la  frotación  de  maderas   secas.    Servíanse  igual- 
mente de  cocuyos^  insectos  luminososque  colocaban  en /?^í/^/í7j  [güiros]  hue- 
^^^^  y  agujereadas.  Acostumbraban  además  los  naturales  tener  fuego  ó  can- 
ae/adas  por  las  noches  "no  por  frió,  dice  Casas,  sino   por  frescas,  pues  no 
^^^en  camas  como  nosotros." 
.Gustaban  mucho  tener  animales  domésticos,  como  perros   mudos,  gua- 
uinaresy  cori  lcuriel?]y////V7í,  flamencos^  yaguasas,  guacamayas^  cateyes  y 
todo  jutíaK,  bien  para  divertirse  con  ellos,  bien  para  cebarlos  y  comér- 


r  lo  demás  luego  que  concluian  sus  faenas   agrícolas,  de  cuyo  cultivo 
miran  Colon,  Las  Casas,  y  otros,  se  volvian  á  sus  bohíos  para  embor- 
'"^'^^^s.rse  con  chicha  [licor  que  hacian  de  maíz]  ó  bien  con  el  tabcuo,  que  era 
"'^    instrumento  en  forma  de  Y,  el  cual  colocado  en  las  ventanas  déla  nariz, 
Tbian  con  él  el  humo  de  una  planta  que  ponían  sobre  ascuas,   y   á   la 
llamaban  cohiba,  aunque  hoy  la  conocemos  por  el  nombre  del   instru- 
*^to.  Usaban  también  estas  hojas  enrolladas  ó  envueltas  [como  en  el  dia 
^^costumbra]  y  era  para  ellos  del  mayor  aprecio,    (i) 

José  M.  de  la  Torrk. 
\Tomculo  de  un  pe9Í6dico  de  esta  capital  en  \Z^*¡,  E,  F.  2?.] 


(O 


PRIMER  REGRESO    DE    FERRER  A  CUBA  EN  LA    CORBETA    DE 
GUERRA  '^PRÍNCIPE  DE  ASTURLAs"  AÑO  DE  180O. 


ta-i- 


i  permanencia  en  Trinidad  fué  muy  corta,  y  solo  la  precisa  para  solici- 
3  ^  barco  que  rae  trasportase  á  Batabanó:  pues  el  ansia  de  llegar   á  mi 
Va  cuanto  antes  á  donde  podia  llegar  en  dos  ó  tres  dias,  no  me  permitió 
inar  con  alguna  atención  las  particularidades  del  pais.  Mucho  menos 
^^*^^^  po  creí  detenerme  en  el  puerto  de  Jagua,  donde   tuvimos   que  entrar 
^  -^^^-nte  el  viaje;  pero  en  las  pocas  horas  que  allí  permanecimos   cargó   un 
X^oral  tan  recio,  que  nos  imposibilitó  seguir  á  Gayo  de  piedra  en  el  buque 
_  Xjeño  en  que  navegábamos,  y  nos  fué  indispensable  permanecer  en  Ja- 
^  ¿^-      por  espacio  de  22  dias  que  duró. 

^o  habia  entonces  en  aquella  comarca  ni  idea  de  la  colonia  Fernandi- 
ue  se  fundó  mucho  después,  ni  el  menor  indicio  de   que    puliera   for- 


na 


ma^ 


c^^  ^^  se  el  pueblo  de  Cienfuegos,  que  existe  en  el  dia  con   título   de   Villa. 


trs^ 
de^ 


existia  el  castillo  llamado  de  los  Santos  Angeles,  que  defendía   la  en- 

^í^  ^3a  de  la   bahia,   con  ocho  cañones  montados  y  un  corto   destacamento 

ías  tropas  veteranas  de  la  capital.  El  comandante  de  la  fortaleza  era  el 

itan  D.  Francisco  de  Albear,  que  para  su  sostenimiento  tenia  que  traer 


^^,^^1]    Oviedo,    Historia  general  y  natural  de  las  Indias,  libro  quinto  capítulo  segundo. 
^— Viarievoix,  tomo  i?  página  41.  Iñigo,  Historia  de  Puerto   Rico  publicada  por  Salazar. 


i 


2Í4  REVISTA  DE  CUBA. 

las  principales  provisiones  de  la  ciudad  de  Trinidad,  que  distaba  diez  y 
ocho  leguas,  solo  habla  abundancia  de  carnes  porque  se  tomaban  de  ^las 
haciendas  contiguas  de  ganado,  sin  cuenta  ni  razón,  y  algunas  viandas  que 
sembraban  las  mismas  tropas,  tanto  para  no  depender  directamente  de 
Trinidad,  como  para  ocupar  en  algo  á  la  guarnición  que  nada  tenia  que 
hacer.  Para  la  antedicha  provisión  del  castillo,  habia  una  piragua  ó  bote 
que  se  hallaba  en  IVinidad  cabalmente  cuando  principió  el  mal  tiempo,  y 
por  su  permanencia  allí,  fué  preciso  reducimos  á  comer  sin  pan;  pero  el  ob- 
sequio y  buena  maña  del  comandante  Albear,  nos  hizo  sentir  muy  poco 
aquella  falta,  pues  con  las  carnes  de  las  haciendas,  las  viandas  y  las  verdu- 
ras y  provisiones  que  tenia  en  su  repuesto  particular,  nos  proporcionó  una 
subsistencia  muy  abundante  y  delicada,  á  mí  y  á  tres  pasajeros  más  que 
iban  conmigo,  por  espacio  de  veinte  y  dos  dias. 

"Salimos  en  fin,  de  Jagua  con  toda  felicidad  ya  serenado  el  tiempo,  y 
después  de  andar  dos  dias,  aquí  barando  y  allí  fondeando,  entre  la  multi- 
tud de  cayos  que  están  situados  en  lo  largo  de  la  costa,  arribamos  al  Bata- 
banó,  que  es  un  surgidero  en  el  sur  de  la  Isla,  á  trece  leguas  de  la  Haba- 
bana.  Como  á  media  legua  del  puerto  de  desembarco  está  la  población 
que  llaman  del  Corral,  cuya  situación  no  es  la  más  saludable.  Se  vá  á  la 
capital  por  tierra,  y  en  carruaje  si  se  proporciona,  hallándose  en  el  camino 
el  pueblo  del  Quivican,  y  las  ciudades  del  Bejucal  y  de  Santiago  de  las  Ve- 
gas. Mucho  antes  de  llegar  al  pueblo  de  Jesús  del  Monte,  que  está  á  una 
legua  de  la  Habana,  empieza  una  calle  no  interrumpida  de  casas  á  los  dos 
lados  del  camino,  encontrándose  cuantos  géneros  y  manufacturas  así  de 
necesidad  como  de  lujo  puede  proporcionar  el  comercio  y  la  industria. 

**Al  entrar  en  la  ciudad  quedé  sorprendido  viendo  el  aumento  que  habia 
tenido  la  población  en  solo  siete  años  que  habia  faltado  de  ella.  Li  mayor 
parte  del  recinto  de  la  muralla,  de  tierra,  antes  tan  descamado  y  sin  defen- 
sa se  hallaba  defendido  por  fosos,  estacadas  y  muros  cubiertos,  en  tales 
términos,  que  desde  el  Campo  de  Marte,  apenas  se  divisaban  las  puertasi 
de  la  ciudad.  Estas  obras  hechas  á  todo  costo,  siendo  gobernador  el  te- 
niente general  conde  de  iranta  Clara,  absorbieron  caudales  inmensos  que  se 
remitieron  de  Méjico,  para  cubrir  un  muro  desprovisto  de  artilleria.  Pare- 
ciéronme innecesarios  tantos  gastos  en  una  plaza  rodeadas  de  cinco  fortale- 
zas y  varias  batcrias  que  la  colocan  en  un  centro,  cuya  defensa  solo  puede 
servir  para  oponerse  á  un  golpe  de  mano  muy  fácil  de  prevenir,  y  casi  im- 
posible de  sostener.  Parecerían  monos  extrañas  estas  obras  si  abrazasen  to- 
do el  recinto  de  la  parte  de  tierra:  pero  dejar  intacto  como  antes  todo  e' 
muro  que  cae  al  arsenal,  y  que  puede  ser  como  un  tercio  de  dicho  recinto, 
es  cosa  que  salta  á  la  vista  porque  allí  parece  igual  la  necesidad  de  su  de- 
fensa. 

'•Cuando  llegue  á  la  Habana  en  junio  de  iSoo,  era  gobernador  de  ella 
y  capitán  general  de  la  Isla  el  mariscal  de  c.impu  Marqués  de  Someruelos. 
Habíase  propuesto  seguir  en  su  mando  las  huellas  de  su  antecesor  D.  Luis 
de  las  l\isas,  y  en  poco  nuis  de  un  a:'io  que  llevaba  de  gobierno,  habia  tra- 
ba] adv>  mucho  en  arreglar  la  policía,  reprimir  los  desórdenes,  protejer  las 
artes  y  los  oficios  y  hacer  que  prosperase  la  litera: ura. 

••Por  mas  de  die.:  años  no  se  sabia  en  ia  Habaua  lo  que  eran  funciones 
teatrales  de  ninj^una  especie.  VA  citado  gobernador  D.  Luis  de  las  Casas, 
que  durante  su  mando  dio  tanto  impulso  y  cooperación  á  todos  los  ramos 
do  i^Ucia  >  domas,  solo  pareció  olvidaise  de  las  diversiones  dramáticas  i 
CAUSA  sin  duda  do  su  pvKaaácionála  esoenOf  una  espaciosa  sala  de  espectá 


REVIPTA    DE    CUBA,  215 

átuada  en  uno  de  los  mejores  puntos  de  la  ciudad,  permanecía  ví- 
nica x-^d  ose  al  suelo  y  sin  uso  alguno  desde  el  año  de  1788,  en  que  la  mandó 
oeiTi-^x-  el  gobernador  D,  José  de  Espeleta  por  amenazar  ruina.  En  tal  esta- 
do 1  ^M^  halló  diez  años  después  el  Marqués  de  Someruelos,  y  penetrado  de 
t  ^czesidad  y  utilidad  de  restablecer  y  fomentar  un  establecimiento  tan 
iiad-i^Xnensable  en  un  pueblo  culto,  manifestó  su  pensamiento,  y  admitió  pro- 
~  :iones  para  el  efecto,  que  á  pesar  de  su  exigencia,  no  pudieron  llegar  á 
c:arse  hasta  después  de  algunos  años.  Al  fin,  logró  ver  concluido  un 
ífico  teatro,  donde  en  los  tiempos  posteriores  se  han  hecho  brillantísi- 
Tunciones  de  verso  y  canto,  que  pudieran  hacer  lucir  en  los  pueblos  más 
s  de  la  Europa. 

a  literatura  al  mismo  tiempo,  hizo  progresos  muy  notables.   Un  míse- 

pel  periódico  que  con  este  título  se  publicaba  en  la  Habana,   en    una 

».     ¿e  medio  pliego,  dos  veces  á  la  semana,  era   el   único   que  encontró 

^^t>lecido.  La  sociedad  patriótica  que  manifestaba  protegerle  y  que  saca- 

^^^^    mitad  de  su  producto,  no  tenia  más  trabajo  que  el  de   nombrarle   un 

'■^^^tor  que  por  la  otra  mitad,   se   obligaba  á  suministrar  al  periódico  los 

^^^^^^^"ulos  necesarios.  Yo  pensé  por  lo  pronto  ser  uno  de  los  candidatos  á  la 

Tecií:i.^^cÍQn^  pues  aunque  no  tenia  la  calidad  indispensable  de  ser  individuo 

^^    ^  -^t-  sociedad,  el  Sr.  Someruelos  que  me  inspiró  la  idea,  levantó  este  obs- 

r^^-*-Xo  proponiéndome  para  ello  en  junta  celebrada,  en  la  que  quedé  admi- 

"^^^^      ^e  socio  de  número  de  aquella  corporación;   pero   considerando   des- 

P>J  ^  ^    que  nai  permanencia  en  la  Habana  debia  ser  muy  corta   y  precaria, 

P^^-^^    encargarme  de  una  empresa  tan  formal,  resolví  no  insistir,  reduciéndome 

,  I>  ^-^  T)licar  en  pliegos  sueltos  un  periódico  semanal  con  el  título  de  El  Rega- 

^^'^^    ^^e  la  Habafia^  que  solo  debia  durar  el  tiempo  que  permaneciese  en  ella. 

*^    I^^riódico  de  la  sociedad,  para  cuya  redacción  íué  nombrado   un   socio 

^''■^  ^^      liacia  gala  de  poeta,  se  dedicó  casi  exclusivamente  á  este  ramo.  Todas 

^^^-^-^  novedades  literarias  propagaron  la  instrucción  pública,  dieron  impul- 

^^      ^^     los  ingenios  y  materias  a  las  conversaciones;  y  el  papel  de  El  Regañón 

^^^^^^^      promovió  este  apreciable  movimiento  y  que  fué  el  blanco  de  la  crítica 

^     '^^'Ci.ii  de  la  sátira  de  los  demás  escritores,  continuó  dándose  á  luz  con   ge- 

^^^^^-^^^-l  aplauso  y  formó  una  especie  de  época  en  los  fastos  literarios  del  pais. 

_     *  ^El  verano  del  año  1800  fué  sumamente  caloroso,  y  la  epidemia  del  vó- 

'^*'^''^<^>  negro  hizo  mayor  número  de  víctimas  que  en  los  años  anteriores.  El 

^^^■^"•^-citer  de  esta  enfermedad  es  singular,  no  se  presenta  más  que  en  los  tiem- 

^^^^      ^e  calor,  y  solo  acomete  á  los  recien  llegados  áesta  ciudad,  no  habien- 

\^^     ejemplar  de  que  haya  atacado  á  ningún  hijo  del  pais,  ni  y  los  aclimata- 

^^^     «a  él,  por  algunos  años.  Dos  navios  recien  venidos   de  Veracruz   con 

^^^^^ales  para  la  Península,  y  que  á  causa  de  la  declaración  de  guerra  con- 

^    *<^s  ingleses  permanecia.n   en  esta  bahía,   perdió   cada  uno   cerca  de  la 

^'T^^^l  de  su  tripulación  solo  de  aquella  enfermedad. 

^us  estragos  cesan  con  los  fuertes  calores  en  los  meses   de    octubre   y 

>^-*^Txibre,  para  renacer  en  mayo  ó  junio.  Triste  suerte  la  de  los  forasteros 

Y^  ^*^íTiarinos,  pues  aunque  lleguen  en  los  meses  menos  cálidos,  no   están  1¡- 

1     ^    ele  este  azote,  en  viniendo  el  verano.  En  este  año  arribó  á  la    Habana 

p     ^ egreso  de  su  vireinato  de  Méjico    I).  Miguel  Azanza  para  seguir  á  la 

"^^^^Osula:  y  fué  muy   obsequiado  por   varios  individuos  que   le  debieron 

^^^^^ Piones  y  beneficios   durante   su  gobierno   en  Nueva  España.    Uno  de 

eU*^^.  D.  Dionisio  Alcalá  Galiano,  comandante  del  navio  San  Pedro  Alean* 

1^^,  uno  délos  dos  que  vinieron  de  Veracruz  con  caudales,  le  dio  una  fun- 

C\^'ti*^espléndida  de  baile  y  cena  á  bordo  de  su  mismo  buque  que  duró  hasta 


2l6  REVISTA    DE    CUBA. 

el  día,  concurriendo  lo  más  brillante  y  lucido  de  la  población  en  ambos 
sexos,  con  toda  la  magnifícencia  y  lujo  de  que  es  capaz  un  buque  de  tal 
magnitud.  Yo  tuve  el  honor  de  asistir  á  ella,  y  de  bai'ar  y  divertirme  en 
una  reunión  verdaderamente  encantadora.  Sin  embargo,  á  pesar  de  mi  ju- 
ventud, de  la  infinidad  de  bellezas  que  me  rodeaban,  y  de  la  atracción  má- 
gica de  tantos  agregados,  capaces  de  seducir  la  imaginación  más  indife- 
rente, no  pudo  menos  de  preocuparme  la  consideración  de  que  me  hallaba 
encima  dq  un  elemento  líquido,  sin  más  separación  que  un  muro  de  madera, 
y  de  que  estaba  bailando  sobre  quinientos  quintales  de  pólvora,  en  medio 
de  dos  mil  luces  y  de  cuatro  mil  personas  descuidadas.  Esta  idea,  por  más 
que  procuraba  separarla  de  mi  memoria  llegó  al  fin  á  dominarme,  y  mucho 
antes  de  que  acabase  la  fiesta,  me  marché  á  mi  casa. 

"Retardábase  demasiado  mi  viaje  para  Méjico,  por  la  casi  total  intercep- 
tación de  los  mares,  á  causa  de  la  guerra  con  la  Gran  Bretaña.  Los  únicos 
buques  que  se  atrevian  á  salir  á  todo  riesgo  para  Veracruz,  eran  unos  pai- 
lebotes sumamente  ligeros  y  tan  pequeños,  que  casi  navegaban  con  la  mitad 
de  la  cubierta  debajo  del  agua.  Solo  la  sagrada  hambre  del  dinero,  podia 
hacer  airostrar  un  peligro  tan  inminente,  y  más  habiendo  frecuentes  ejem- 
plares de  buques  que  no  se  habia  vuelto  á  saber  de  ellos.  Quedaba  un  re- 
curso para  hacer  este  viaje  con  alguna  seguridad,  pero  este  se  presentaba 
muy  pocas  ocasiones  y  con  muchas  trabas.  El  almirante  inglés  que  residía 
en  la  isla  Providencia,  una  de  las  de  Bahama,  estaba  facultado  para  dar 
unas  licencias  que  llamaban  Pasavantes^  con  las  cuales  navegaban  algunos 
buques  del  comercio  español,  que  salian  de  la  Habana  en  lastre  para  car- 
gar en  Veracruz,  y  volver  á  las  posesiones  inglesas.  Al  cabo  de  mil  dili- 
gencias ocultas  se  me  proporcionó  pasaje  en  un  bergantin  qne  tenia  aquel 
requisito.  A  pretexto  de  la  seguridad  que  ofrecia  me  llevaron  una  suma 
exorbitante  por  el  flete:  tuve  que  ocultar  mis  insignias  militares  en  lo  más 
recóndito  del  buque,  á  causa  de  que  se  nos  apresaría  si  éramos  registrados 
por  algún  buque  inglés.  Hasta  sobre  mi  equipaje  hubo  sus  dudas,  si  seria 
considerado  como  una  mercancía,  y  se  trató  de  que  dejara  en  tierra  mu- 
cha parte  de  él. 

Memorias  intimas  de  Ferrer.  Nota  de  V.  D. 

En  la  publicación  que  aparecía  en  Madrid  en  1838  titulada  España  Ma- 
rítima se  decia  lo  siguiente: 

"Era  D.  Dionisio  Alcalá  Galiano  bajo  de  cuerpo,  si  en  sus  mocedades 
delgado,  en  su  edad  madura  bastante  íornido,  de  complexión  recia  y  ro- 
busta, de  color  blanco  y  ojos  azules,  de  jesto  desapacible  y  como  de  hom- 
bre distraído.  Era  de  condición  muy  irascible,  aunque  pronto  en  deponer 
la  ira;  rígido  en  la  observancia  de  la  disciplina,  activo  hasta  el  punto  de 
emplear  la  actividad  en  menudencias;  generoso  por  demás,  fácil  en  ofen- 
derse, aún  por  frioleras,  y  algo  vano  de  las  prendas  que  tenia.  De  su 
generosidad  baste  decir  que  debiendo  favores  al  virey  que  fué  de  Méjico 
D.  Miguel  José  de  Azanza,  su  íntimo  amigo,  le  dio  cuando  dejado  el  vi- 
reynato,  iba  de  vuelta  á  España,  y  en  desgracia  de  la  corte,  un  suntuoso 
convite  á  bordo  de  un  navio  el  Bahama  en  el  puerto  de  la  Habana;  convi- 
te cuyo  costo  afirmaban  las  gentes  que  ha  subido  á  veinte  mil  duros,  con- 
fesando el  mismo  Galiano,  deseoso  de  hacerle  aparecer  menor,  haber  sido 
de  diez  mil,  suma  crecidísima  para  un  mero  particular.  Con  igual  ostenta- 
ción se  portó  en  sus  viajes  á  Ñapóles,  á  la  Grecia  y  Turquia,  y  en 
Barcelona  en  1802  entre  el  lujo  de  la  corte  durantes  aquellas  fiestas,  brilla- 
ba singularmente  la  mesa  del  navio  Bahama.  Aun  en  las  ciencias  compren- 


REVISTA    DE    CUBA.  21 7 

día  perfectamente  lo  que  sabia,  pero  era  corta  su  erudición,  llegando  á  co- 
nocer por  trabajo  propio  alguna  vez  lo  que  era  ya  sabido  por  trabajos  aje- 
nos, no  llegados  á  su  noticia.  Entendía  mediamente  el  latin,  traducía  y 
hablaba  regularmente  el  francés  y  un  poco  el  ing'és,  y  de  este  poco  hacia 
grande  alarde,  y  estaba  muy  ufano  por  ser  en  su  tiempo  la  len<»ua  inglesa 
poquísimo  conocida  en  España. — V.  D. 


A  UNA  TÓRTOLA. 


A  MI  AMIÜO  ERNESTO  EDELMANN. 


Oans  la  vie  morale.  nnml  bien  que 
(laiiR  In  vie  phi8i(iue  .il  existe  uno  as- 
piration  ot  une  respiration. — BaUar . 


Inocente  avecilla. 
Que  del  bosque  en  la  lóbrega  espesura. 
Cantilena  sencilla 
Exhalas  con  ternura, 
Mientras  el  aura  en  derredor  munnura: 

¿Por  que  el  dolido  acento 
Ue  tus  quejas  perturba  mi  reposo? 
¿No  lucha  el  pensamiento 
Por  alzar  victorioso 
De  lo  infinito  el  velo  tenebroso; 

Ese  velo  que  oculta 
Lo  divino  en  su  clara  transparencia; 

Y  en  sus  pliegues  sepulta 
De  la  ^•erdad  la  esencia, 

Con  afán  escrutada  por  la  ciencia? 

¿Por  qué  la  melodía 
De  tu  canto  en  la  noche  languidece, 
Si  el  alma  se  extasía 
Al  escucharla  y  crece 

Y  embargada  de  gozo  se  estrernece? 


28 


2l8  REVISTA    DE   CUBA. 

¿Será  de  virgen  bella, 
Perdida  entre  las  brumas  del  destino, 
Amorosa  querella 
Que  anuncia  al  peregrino 
Eterna  luz,  un  más  allá  divino?   . 

Si  de  ternura  embriaga 
£1  corazón  endecha  tan  sonora, 
¿Será  de  oculta  maga 
Que  sin  consuelo  llora, 
Al  ver  que  en  vano  la  razón  explora 

Si  es  débil  esperanza. 
Del  mundo  en  los  abrojos  concebida, 
Sueño  que  no  se  alcanza, 
Esa  perenne  vida 
Donde  tan  solo  la  virtud  se  anida? 

¿Por  qué  de  la  existencia 
Marca  las  horas  tu  sentido  canto? 
¿Será  de  la  inocencia 
O  del  amor  el  llanto, 
Lágrima  más,  donde  se  llora  tanto? 

Si  dulce  compañera, 
Bajo  tus  alas,  en  pajizo  nido, 
Responde  lastimera 
A  tu  menor  gemido, 
Cual  responde  al  amor  tenue  latido, 

¿Por  qué  sufres?  ¿Aspiras? 
¿Arde  en  tu  seno  inextinguible  llama? 
No,  que  solo  respiras! 
En  vano  te  proclama 
Natura  como  el  ave  que  más  ama! 

Tu  musa  es  el  instinto, 
Y  aunque  asordes  del  bosque  silencioso 
El  arbóreo  recinto, 
Sin  porvenir  glorioso, 
Disípase  tu  arrullo  cadencioso! 


REVISTA    DE   CUBA.  21$ 

Mas,  no  importa.  Su  acento 
Llene  siempre  los  ámbitos  del  mundo, 
Que  basta  al  pensamiento 
Su  acorde  gemebundo 
Para  volar  del  cielo  á  lo  profundo! 

Mientras  á  ver  no  alcance 
De  la  verdad  el  resplandor  divino, 

Y  en  su  busca  se  lance, 
Al  hombre,  del  destino 
Señala,  como  brújula,  el  camino! 

¿No  ves  la  procelaria, 
De  la  nave  la  estela  fervorosa, 
Siguiendo  solitaria? 
Pues,  de  su  bien  celosa, 
Sigue  al  hombre  en  su  vida  borrascosa! 

Y  el  eco  enternecido 
Repitan,  sin  cesar,  de  tus  cantares. 
En  su  lento  gemido 
Los  dilatados  mares, 

Y  en  su  copa  los  índicos  palmares! 

Que  al  fin  el  peregrino, 
Mirando  en  tí,  de  la  esperanza  bella 
El  luminar  divino. 
De  tu  flébil  querella 
Siglo  tras  siglo  seguirá  la  huella! 

Que  si  de  amor  tu  arrullo 
Cantos  dirige  á  la  celeste  altura. 
Gigantesco  murmullo 
Conmoverá  á  Natura, 
Virtud,  amor,  diciendo  con  ternura! 

José  Antonio  Cortina. 


«i 


LA  ESTÉTICA  ALEMANA  CONTEMPORÁNEA. 


LA  ESTÉTICA  ALEMANA  DESPUÉS  DE  HEGEL. 


Hase  dicho  de  la  Estética  (jue  era  una  ciencia  alemana,  lo  que  sin  duda 
es  exajerado.  Lo  indudable  es  (jue  en  ninguna  parte  se  ha  cultivado  esta 
ciencia  en  sí,  y  por  sí  misma,  con  tanta  continuidad,  celo  y  perseverancia, 
como  en  ese  i)ais  clásico  de  la  especulación,  (^ue  ha  visto  brotar  tantas  teo- 
rías y  en  el  cual  se  han  agitado  bajo  todas  sus  faces  los  más  elevados  pro- 
blemas del  ijensamiento  humano.  Ha  llegado  á  ser  una  de  las  ramas  más 
considerables  de  la  filosofía  alemana;  desde  cpie  se  la  ])roclamó  por  Baum^ 
parten  ciencia  distinta  é  independiente,  ha  sido  constantemente  objeto  de 
pacientes  y  profundas  investigaciones,  y  ocujja  un  lugar  importante  en  todos 
los  grandes  sistemas.  Todos  los  verdaderos  pensadores  que  se  han  sucedido 
desde  Kant,  han  dedicado  su  atención  muy  particularmente  á  esa  interesante 
parte  del  saber  humano,  y  tentado  resolver  los  delicados  problemas  que 
encierra.  Apesar  de  haberse  disminuido  el  movimiento  de  la  especulación, 
los  más  distinguidlos  espíritus  no  han  cesado  de  ocuparse  de  ella,  y  si  alguna 
entre  las  ciencias  filoscSficas  ha  escapado  del  descrédito  en  que  han  caído 
los  sistemas,  ha  sido  cabalmente  la  (¡ue  tiene  por  objeto  lo  bello  y  el  arte, 
la  que  estudia  sus  principios  y  leyes,  la  (¡ue  procura  comprender  las  obras 
de  la  imaginación  en  su  origen  y  su  conjunto.  Así,  ha  continuado  enseñán- 
dose en  las  Universidades,  donde  siempre  ha  tenido  cátedras  y  cursos  par- 
ticulares; se  han  escrito  y  publicado  obras  serias  y  del  mayor  interés  fuera 
del  círculo  de  la  enseñanza,  de  las  íjue  unas  tratan  de  puntos  particulares, 
otras  abrazan  la  ciencia  entera,  y  algimas  nos  dan  á  conocer  su  historia. 


REVISTA   DE   CUBA.  221 

t  xando  el  partido  que  puede  sacarse  de  las  soluciones  anteriores  dadas  á 
.S3  esos  problemas  por  los  espíritus  superiores  que  las  han  agitado. 

carece  de  interés,  ni  de  utilidad,  el  dar  á  conocer  esos  trabajos  entre 
'ros,  que  tanto  los  hemos  abandonado.  No  poseemos  sino  muy  pocas 
^3  serias  en  las  cuales  se  aborden  esos  problemas   directamente   y  por  sí 
IOS,  con  interés  verdaderamente  científico  y  filosófico.  Creemos  haberlo 
)strado  ya;  (i)  solo  do  paso  y  accidentalmente  se  han  tratado  casi 
j)re  dichos  problemas,  y  las  mas  de  las  veces  con  un  fin  extraño  a  la 
:ia  misma,  moral,  social,  político  ó  religioso.  Ha   llegado  el  momento^ 
"•lestro  concepto,  de  estudiarlos  seriamente,  cual  lo  merecen,  con  las  cua- 
.es  propias  de  nuestro  esi)íritu,  que  no  son  por   cierto  de   desdeñar  en 
ajante  materia,  pues  i)ueden  contribuir  á  los  adelantos  de  esta  ciencia, 
3  á  propagar  sus  resultados,  á  la  vez  que  son  muy   propias  para  corre- 
de  los  defectos,  fáciles  de  reconocer,  de  los  productos  más  elevados  y 
-s  obras  más  sabias  del  pensamiento  alemán.  Pero  la  primera  condición, 
aprender  por  sí  mismo  semejante  estudio,  es  ponerse  al  nivel  de  la  cien- 
asta  el  punto  (jue  ha  alcanzado,  sin  lo  cual,  nos  exponemos  á  rehacer, 
^'eces  peor,  lo  que  ya  se  ha  adelantado,  y  quedamos  atrás  en  vez  de 
har  hacia  adelante,  privándonos  así  de  los  servicios  más  preciosos  que 
ofrece  la  herencia  de  los  grandes  espíritus.  ¿Hay  otro  medio  ¡)ara  conti- 
^  <:on  éxito  sus  esfuerzos  en  la  vía  que  han  recorrido,   que  colocarse  en 
^      '"*"^ismo  punto  en  que  se  han  detenido?  El  talento  más  original,  la  inteli- 
*^^^*^¡ix  más  poderosa  no  pueden  sobreponerse  á  esta  condición,  siendo  aun 
"^*^>'or  el  peligro  i)ara  la  medianía,  cuya  inferioridad  evidenciarian  banales 
'^^pci  ti  ejiones  ó  ensayos  sin  resultado,   añadiendo   el  ridículo  de   creerse  ori- 
feíncxl^     cuando  en  suma  se  limita  á  copiar  é  imitar  á   pesar  suyo  las  teorías 
'■*^a  <>    i-<íícientes. 

■^  ^^ "iletrados  tiempo  ha  de  estas  ideas,  hemos   querido  por  nuestra  parte  y 

.^^*^~i     nuestros  medios,  contribuir  á  prestar  este  servicio  á  nuestros  compa- 

,   ^^*^s^,  darles  á  conocer  algunos  de  los  trabajos  más  importantes  (jue  posee 

^.  /^^  *  <=^mania  sobre  la  Estética  y  la  Filosofia  del  Arte.   Nuestra  elección  se 

_  i^x-imeramente  en  los  escritos  de  los  dos  filósofos  que,  en  opinión  de  los 

I    .     **  ■•  ^us  más  ilustrados,  han  dado  del  arte  y  de  la  ciencia  de  que  es  objeto, 

^^^  ü  más  elevada  y  verdadera,  idea  generalmente  aceptada  hoy.  (2) 


En  un  artículo  publicado  por  \a.R¿vuí polUiquc  etlittéraite  ['S^c  Marzo  de  1875] 
<•:  La  Estética  en  la  filosofía  francesa. 
Schcllin^,  Ecrits  philosophiques.   Lecons  sur  la  mcihode  des  Eludes  ¿cadémiqaes; 
rs  sur  lc8  arts  du  dessin. — Daate  sousle  rapport  philosoohique.  &,    [a]  i  vol.  in  8. 
;cl,  Cours  d'  Esthótique,  2.   edition,  2  vol.  in  8.  Geemer-Biilliére,  1875. 
No  se  limitan  á  estos  los  trabajos  de  Schelling  sobre  E^tétici,  pues  en  el  invierno 
t>2  á  1803,  profesó  un  curso  sobre  Filosofía  del  Arte,    [Pltilosophie  dcr  Kunsi]  que 
en  Wilrzburgo  en  1804  y  1805  7  que  permaneció  inédito  hasta  1859,  insertándose 
%oiBO  qtainto  de  sos  O^t  tompUiat^  páginas  353  á  736.—  [  Trad,'\ 


222  REVISTA    DE    CUBA. 

Querríamos  continuar  hoy  esta  tarea  y  primeramente,  como  preámbulo  á 
estudios  más  especiales,  nos  proponemos  echar  una  ojeada  sobre  el  con- 
junto de  las  obras  más  dignas  de  atención  que  han  aparecido  en  Alemania 
después  de  Hegel  sobre  esta  rama  de  la  filosofía.  No  podemos  en  este  ar- 
tículo, sino  señalar  el  carácter  general  y  la  serie  de  estos  trabajos,  reserván- 
donos en  seguida  estudiar  cada  uno  en  particular  de  un  modo  más  profundo 
y  detallado.  Nuestro  fin  hoyante  todo  es  dar  á  comprender  el  movimiento  que 
ha  seguido  esta  ciencia  desde  la  aparición  del  último  gran  sistema  que  ha 
influido  en  ella  y  dádole  una  dirección  nueva  como  á  todas  las  formas  prin- 
cipales del  pensamiento  humano.  Ensayaremos  también  señalar  su  situación 
actual  y  las  condiciones  de  su  ulterior  desarrollo,  lo  que  no  es  posible,  sino 
haciendo  constar  sus  últimos  resultados  c  indicando  sus  nuevas  tendencias, 
señalando  sus  necesidades  y  las  lagunas  sentidas  por  los  espíritu3  serios  más 

distinguidos,  que  se  ocupan  hoy  de  esta  ciencia  y  se  esfuerzan  en  perfec- 
cionarla. 


1. 


LA    ESCUELA    IDEALISTA. 

La  Esaiela  hcgeliana  es  la  primera  á  quien  debemos  dirigimos,  pues  ha 
seguido  en  esta  dirección  con  ardor  y  no  sin  éxito,  el  impulso  fecundo  que 
recibiera.  En  su  seno  ó  á  su  lado,  bajo  una  inspiración  común,  se  han  ejecutado 
las  obras  más  numerosas  é  im])ortantes.  Debemos  reconocer,  y  esto  prueba 
la  vitalidad  del  sistema,  (jue  no  se  ha  cultivado  servilmente  esta  ciencia  por 
los  discípulos  ()  continuadores  de  Hegel.  Salvo  los  escritos  destinados  á  po- 
¡)ularizar  los  resultados  generales,  y  de  los  cuales  hablaremos  á  su  tiempo, 
las  obnis  notables  de  esta  escuela,  ya  sobre  el  t:onjunto  de  la  ciencia,  ya 
acerca  de  plintos  particulares,  demuestran  en  los  autores  mucha  indepen- 
dencia y  verdadera  originalidad.  Sin  dejar  de  adoptar  el  principio  y  el  mé- 
todo del  maestro,  cada  uno  tiene  sus  maneras  y  oi)iniones  distintas;  ninguno 
se  ha  adherido  servilmente  a  su  i)ensamiento,  y  aun  la  mayor  parte  se  han 
mostrado  con  él  muy  severos.  Han  reconocido  lo  que  habia  de  imperfecto 
ó  de  defectuoso  en  esta  ])arte  de  su  sistema,  señalando  las  lagunas  y  los  defec- 
tos en  el  conjunto  y  en  los  detalles;  y  algunos  han  hecho  está  crítica  con  un 
rigor  que  pudiera  parecer  injusto,  si  no  fueran  excusa  suficiente  el  amor  á  la 
verdad  y  el  interés  científico  íjue  deben  sobreponerse  á  todo.  ¡Cosa  que  pa- 
recerá singular!  lo  ([ue  sobre  todo  le  reprochan,  es  no  haber  sido  fiel  á  su 
])ropio  método,  haberlo  casi  abandonado  al  tratar  esta  materia,  y  no  haber 
hecho  ])roducir  á  su  dialéctica  la  obra  científica  y  filosófica  que  era  de  es- 
perar. Así,  c¿ida  uno  se  ha  puesto  de  nuevo  á  trabajar  en  este  sentido,  y  sin 
abandonar  el  pensamiento  fundamental,  ha  ensayado,  ya  rehacer  todo  el 


REVISTA    DE    CUBA.  223 

,  ya  aplicar  á  cuestiones  especiales  un  método  más  correcto  y  ri- 
o. 

pudiendo  seguirlos  en  este  terreno,   debemos  limitamos  á  señalar  el 
ter  general  de  estos  escritos. 

tes  de  llegar  á  los  verdaderos  discípulos  y  á  los  sucesores  directos,  ocu- 
pé i-ifx<z>  nos  primeramente  de  un  pensador  distinguido  (.^ue  es  uno  de  los  prin- 
cipia, l^ís  representantes  de  una  secta  disidente  y  cuya  P^stética  se  mira  por 
los       i  nteligentes  como  una  de  las  obras  capitales  de  esa  ciencia.  Curistian 
W'-KT  s^í5E  pertenece  á  esa  clase  de  filósofos  alemanes  que,  no  teniendo  la  pre- 
^^^^si<z>n  de  fundar  por  sí  mismos  una  verdadera  escuela,  tampoco  se  alistan 
^^    Isa.    dominante  y  se  mantienen  apartados,  no  aceptando  sino  con  grandes 
^^se'-r-^v^as  el  principio  y  el  método  del  jefe  de  la  escuela,  haciéndole  sufrir  una 
"^^^cli-ficacion  que  cambia  su  naturaleza  y  alcance.  Lo  que  le  distingue  y 
^^*"2^ enteriza  es  que,  sin  dejar  de  admitir  el  principio  hegeliano  de  la  idea  y 
^^   <^isa.léctica  hegeliana,  que  son  una  sola  cosa  en  el  sistema,  restrinje  el  d\- 
caric::,^  ^^  q^^q  método  y  le  rehusa  el  poder  de  elevarse  hasta  las  verdades 
"^^-s    levadas  de  la  metafísica,  de  la  ciencia  misma  y  de  la  rclieñon.  Para  él 
'**-   ^"^cistencia  de  un  Dios  personal  y  libre,  la  Providencia,  el  alma  individual 
^^^    liombre,  su  espiritualidad  y  su  inmortalidad,  forman  un  conjunto  que  no 
l^^^<^le  alcanzar  la  lógica  más  trascendente;  franquean   los  límites  de  la  diá- 
*^^^^ic:^íi  y  deben  considerarse  como  objeto  de  un  conocimiento  supremo,  cu- 
^^   I>X"ocedimiento  más  directo  es  la  intuición.  Kl  sentimiento  inmediato  ó  la 
y-*    F>ueden  revelárnoslas  tan  sólo,  acercándose  de  este  modo  á  Schelling  ó 
^  J^-crobí.  Funda  una  especie  de  misticismo  teológico,  lo  que  ha  valido  á 
^^^^    secta  de  semi-hegelianos  el  nombre  de  teósofos,   de  parte  de  los  hege- 
'*^ric>«5  ¡)uros,  adversarios  declarados  de  esta   tendencia,  anti-filosófica  á  sus 
•^^^s     y  enteramente  extraña  á  la  ciencia. 

■^— í^  Estética  de  Weisse  no  deja  de  ser  por  ello  una  obra  notable  y  reco- 

^^^ic:la  como  tal  por  los  mismos  que  con  más  desden  rechazan  su  doctrina 

^^^~^i  ^3ular.  No  podemos  dar  sino  una  idea  muy  superficial  é  incom[)leta  de 

,      5^^      lo  bastante,  sin  embargo,  para  indicar  su  lugar  en  la  serie  de  estos  tra- 

J^^^^ ,  y  mostrar  en  que  difiere  de  la  Estética  de  Hegel,  á  la  vez  (¡ue  se  le 

^*>> eja  y  completa. 

í-    autor  se  ha  propuesto,  ante  todo,  una  obra  científica,  organizar  un 
^     ^  ^dero  sistema;  de  ahí  el  título:  "Sistema  de  la  Estética   como  ciencia.'* 

^     '^    ■*-     ^ra  ello,  cree  (jue  debe  emplear  en  toda  su  severidad  la  dialéctica  que» 

•n  confiesa,  toma  de  Hegel,  (Prólogo,  Vil),  pero  con  las  reservas  mani- 
das anteriormente,  declarando  que  este  método   no  puede  alcanzar  la 

suprema,  por  lo  que  su  doctrina  es,  á  un  tiempo,  hija  y  adversaria 

*cr  und  Gegfierin)   de  la  de  Hegel.   Pero  por  sabio  y  riguroso  que  pa- 


V 


se 


^^^     System  dcr  /Esthetik  ais  Wissenschaft  Leipzig,  1850. 


224  REVISTA   DE   CUBA, 

rezcaa  y  quier  ser  este  método,  ¿será  otra  cosa  que  un  formalismo  que  se 
impone  á  la  ciencia  sin  penetrar  en  su  parte  íntima  y  fecundarla?  Como 
quiera  que  sea,  el  libro  resulta  de  la  doble  acción  de  ambos  factores,  de  los 
cuales  el  uno  da  la  forma  científica,  el  otro  el  fondo,  el  elemento  supremo 
y  vital.  El  fondo,  en  efecto,  es  lo  mejor  que  encontramos,  pues  en  la  obra 
abundan  las  ideas  elevadas,  profundas  y  originales.  Sus  mismos  sucesores, 
que  la  han  criticado,  se  han  apoderado  de  ellas  y  no  han  podido  mejorarlas 
sin  contar  con  las  mismas.  Lo  que  sobre  todo  caracteriza  á  nuestros  ojos 
este  libro  y  lo  distingue  del  de  Hegel,  es  que  todas  las  grandes  cuestiones 
de  metafísica  general,  apenas  indicadas  ó  accidentalmente  tratadas  por  He- 
gel, sobre  la  idea  de  lo  bello,  lo  sublime,  lo  feo,  lo  cómico  y  lo  trágico;  el 
análisis  de  las  facultades  y  de  los  sentimientos  que  son  la  parte  psicológica 
de  esta  ciencia,  tales  como  la  imaginación,  el  genio,  el  amor  á  lo  bello,  &c, 
son  tratados  con  extensión,  y  se  abordan  directamente  en  la  conveniente 
proporción:  bajo  este  aspecto  la  Estética  de  Weisse  colma  una  enorme  la- 
guna dejada  por  Hegel.  En  nuestra  o|)inion,  la  forma  y  el  método  que  le 
hacen  diferir  del  de  Hegel,  y  le  dan  mayor  aparato  científico,  más  le  han 
dañado  que  servido:  una  dialéctica  estrecha  y  sutil  cjue  se  adelanta  penosa- 
mente en  tres  tiempos  sujeta  á  la  ley  del  rythmo  ó  de  lo  ternario:  un  estilo 
abstracto,  erizado  de  fórmulas  y  entrecortado  de  metáforas,  fatigan  inútil- 
mente al  lector.  Le  impiden  saborear  lo  cjue  ha)-  de  profundo  y  verdadera- 
mente sustancial  en  las  conce])ciones  á  menudo  tan  felices  como  atrevidas 
de  este  pensador,  y  abren  á  veces  nuevos  horizontes  á  la  ciencia.  Hay  más, 
este  método  le  hace  adoptar  un  ])lan  extraño,  dejar  ])ara  el  fin  cuestiones 
que  deben  tratarse  al  ])rincii)io,  como  el  amor  á  lo  bello,  el  genio,  el  talento 
y  aun  lo  bello  en  la  naturaleza. — Pero  no  podemos  detenernos  en  estas  crí- 
ticas, que  nos  a])artan  de  nuestro  objeto;  observemos  tan  sólo  que  la  idea 
general  que  es  la  parte  fundamental  del  libro,  la  definición  de  lo  bello,  es 
en  realidad  la  de  Hegel,  aunque  difiere  algo  en  la  fórmula,  debido  á  la  ma- 
nera como  considera  el  autor  lo  bello  en  su  relación  con  lo  verdadero.  Lo 
mismo  sucede  con  su  concepción  del  Arte;  el  arte  y  lo  bello,  son  manifesta- 
ciones de  la  id€a\  la  idea,  la  idea  de  lo  bello,  es  lo  bello  en  tanto  que  reviste 
la  apariencia  sensible  ó  la  forma  y  recorre  todos  los  momentos  de  su  desar- 
rollo, llegando  á  ser  sucesivamente  en  oposición  consigo  misma,  lo  sublime, 
lo  cómico,  &c.  Lo  feo  mismo  es  idéntico  á  lo  bello;  lo  feo  es  lo  bello  en  su 
primer  grado,  cuando  la  idea,  en  su  existencia  inmediata,  no  se  ha  realizado 
aun.  La  negación  misma  de  lo  bollo,  ó  sea  lo  feo.  es  necesaria  para  su  de- 
sarrollo, conre¡)riones  todas  que  demuestran  su  semejanza  con  Hegel,  no 
deteniéndonos  en  las  diferencias  «[ue  nos  llevarian  demasiado  lejos. — En 
suma,  la  Estética  de  Weisse  que  viene  á  colocarse  al  lado  de  la  de  Hegel  y 
que  la  completa,  dista  mucho  de  ella  en  cnanto  á  la  riqueza  de  los  concep- 
tos y  de  los  detalles,  particularmente  por  lo  que  respecta  á  la  teoría  de  las 
Artes;  pero  la  Estética  idealista  ha  ganado  con  ella  una  obra  verdadera  so- 


REVISTA    DE    CUBA.  225 

bre  la  metafísica  de  lo  bello,  que  tiene  su  lugar  marcado  en  los  progresos 
de  esta  ciencia. 

Abordemos  ahora  los  trabajos  de  los  discípulos  6  de  los  sucesores  (iirec- 
tos  de  Hagel,  que  habiendo  cultivado  esta  ciencia  con  arreglo  al  espíritu  y 
íil  método  del  maestro,  pero  con  independencia  y  originalidad,  han  procu- 
rado, ya  resolver  problemas  que  aquel  habia  tratado  imperfectamente,  ó  in- 
dicado tan  solo,  ya  construir  un  sistema  mejor  y  mas  completo.  Distinga- 
mos primeramente  dos  producciones  principales  acerca  de  puntos  especia- 
íes,  sí,  pero  de  gran  importancia:  i"  el  libro  de  Arnaldo  Ruge  sobre  lo  Có- 
^íccf  ^  I  )  y  la  Estética  de  lo  Feo  por  Carlos  Rosenkranz.  (2) 

L^iio  de  los  puntos  más  difíciles  de  la  ciencia  de  lo  bello  es,  sin  contra- 
«/ccjí^n,  la  teoría  de  lo  cón^ico,  punto  tratado  ya  varias  veces  por  los  estéti- 
cos «íi-rxiieriores  de  las  diversas  escuelas.  Federico  Schlegel,  Juan  Pablo  Rich- 
fór,    \zx,    liabian  estudiado  atentamente  en  sus  escritos;  pero  su  teoría  habia 
aeja.clo   mucho  que  desear  por  falta  de  claridad,  y  por  el  carácter  estrecho  ó 
excita 5^^  YO  ciel  principio  que  habia  sugerido  la  solución.  En  la  filosofía  hege- 
IiaiiíX,     calicho  problema  se  habia  presentado  y  agitado  de  nuevo,  y  la  Estéti- 
ca '^^^     AVeisse  contiene  sobre  este  asunto  un  capítulo  importante.  En  cuanto 
á  '^^.c^^l  sólo  lo  aborda  de  i)aso;  si  habla  de  él  lo  hace  de  un  modo  muy 
\a^^^^  *  c:o  á  propcSsito  de  otros  asuntos,  en  particular  del  humour  y  de  la  co- 
^Cvli  ^^^    (primera  y  tercera  parte.)   La  cuestión  estaba,  pues,  lejos  de  haberse 
jj^^otiXvio  y  muy  distante  de   una  resolución  satisfactoria  al  presentarla  de 
^O.^Vc>  Amoldo  Ruge  y  esforzarse  por  darle  una  mejor  solución,  más  cientí- 
^C^  sobre  todo,  a})licando  el  método  (jue  debe  presidir  á  todo  el  sistema  de 
.^Tv  ttiodo  más  exacto  y  riguroso.  ¿Lo  ha  logrado  á  gusto  de  los  partidarios 
c\^  du'.ho  método?  no  lo  examinaremos,  como  tampoco  juzgaremos  el  fondo 
fl\\smo  de  su  teoría,  limitándonos  á  dar  una  idea  del  plan  y  mérito  de  la 
obra.  La  Introducción  abraza  sus  tres  cuartas  partes  y  lo  que  puede  justifi- 
carla es  que  en  un  sistema  como  este  y  empleando  semejante  método,  no 
es  posible  comprender  una  de  las  partes  del  todo  sin  las  demás.    En  efecto, 
siendo  lo  cómico  uno  de  los  momentos  de  la  idea  de  lo  bello,  para  deter- 
minar su  naturaleza,  se  hace  preciso  recorrer  los  momentos  anteriores  de  lo 
bello,  de  lo  sublime  y  de  lo  feo,  lo  que  equivale  á  trazar  el  bosquejo  de  to- 
da la  ciencia.  El  intervalo  principal  que  debe  franquearse  es  lo  feo  (jue  se 
encuentra  en  efecto  en  lo  cómico.  Este  lo  sui)era,  lo  hace  desaparecer,  vol- 
viendo á  lo  bello,  en  el  cual  aparece  el  triunfo  de  la  idea.  Necesitaríamos 
más  espacio  para  mostrar  lo  que  hay  de  nuevo  y   original  en  el  sistema  he- 
geliano;  menos  ensayaremos,  por  tanto,  hacer  ver  cu  qué  y  [)or  qué  difiere 
de  las  antiguas  teorías  sobre  lo  cómico,  de  las  cuales  la  primera  y  única  bien 
conocida  es  la  de  Aristóteles.  Va\  cuanto  á  la  forma  del  libro  y  á  los  deta- 

(1)  N'eue  VbrschuU <kr  ."Est/ieiik  Das  Komi sche.  líille,  1837, — [Nueva introducción 
general  á  la  Estética  y  Teoría  de  lo  cómico.] 

(2)  I^thetik  der  Híisslicfun.  Koínigsberg,  1852 

29 


226  REVISTA    DE    CUBA, 

lies,  aunque  redactado  en  general  con  laconismo  y  descubriendo  demasiado 
el  rigor  propio  de  la  escuela  y  de  sus  fórmulas,  ofrece  verdadero  interés.  A 
más  del  mérito  que  tiene  de  agitar  y  profundizar  una  cuestión  diñcil,  está 
lleno  de  finas  y  juiciosas  observaciones,  dando  prueba  el  autor  no  sólo  de 
sagacidad  por  sus  críticas,  sino  que  completa  ventajosamente  en  muchos 
puntos  los  análisis  delicados,  pero  sutiles  de  Juan  Pablo.  ¿Se  libra  él  mismo 
de  üste  reproche?  Sería  exigir  demasiado  del  empleo  de  tal  método  de  parte 
de  un  espíritu  que  no  es  conocido  por  haber  practicado  la  medida 
en  sus  demás  escritos.  Pero  su  tratado  no  carece  de  valor  filosófico,  y  lo  que 
lo  prueba  es  que  todos  los  que  lo  han  criticado  después  y  señalado  sus  par- 
tes débiles,  ( Vischer,  Lotze,  Schasler,)  no  tan  sólo  han  creido  deber  discutir 
sus  teorías,  sino  que  han  adoptado  en  parte  su  base  y  sus  consecuencias. 

Otro  problema  más  general  y  de  no  menos  interés,  es  el  de  ]o/rí?,a\  cual 
también  habia  consagrado  Weisse  un  importante  capítulo,  y  que  llega  á  ser 
á  su  vez  objeto  de  un  estudio  especial  y  profundo.  Su  aparición,  bajo  su 
forma  propia,  señala  en  nuestro  concepto,  en  la  ciencia  de  lo  bello,  uno  de 
sus  progresos  efectivos.  Sin  duda  lo  feo,  en  su  oposición  con  lo  bello,  no  ha- 
bia dejado  de  fijar  la  atención  de  los  estéticos  anteriores;  resulta  aquí  como 
ron  lo  verdadero  y  con  lo  falso,  lo  bueno  y  lo  malo,  lo  justo  y  lo  injusto, 
en  los  cuales  la  afirmación  y  la  negación  se  suponen  necesariamente  y  se 
siguen.  Pero  por  lo  mismo  que  uno  de  los  dos  términos  aparece  determina- 
do por  el  otro,  puede  creerse  que  no  requiere  un  estudio  especial,  ni  una 
solución  particular.  Esto  es  un  error,  porque  esta  misma  oposición  es  un 
problema  capital  y  difícil,  es  una  verdadera  aniinomía  que  es  necesa- 
rio resolver,  y  que  claramente  se  habia  mostrado  cuando  los  románticos. 
La  estética  hegeliana  tiene  al  menos  el  mérito  incontestable  de  haberlo  he- 
cho comprender.  Aquí,  en  efecto,  el  problema  cambia  de  faz  y  toma  nueva 
importancia;  concíbese  que  en  un  sistema  que  proclama  la  identidad  de  los 
contrarios,  en  el  cual  se  suponen  é  identifican  la  afirmación  y  la  negación, 
lo  feo  que,  en  la  ciencia  de  lo  bello,  forma  uno  de  los  términos  de  esa  iden- 
tidad, tenga  un  interés  y  un  sentido  de  que  habia  carecido  hasta  entonces. 
No  tan  solo  se  plantea  el  problema  bajo  su  forma  abstracta  y  metafísica,  si- 
no que  reaparece  en  todos  los  grados  de  lo  bello  y  bajo  todas  las  formas  de 
su  desarrollo  en  la  naturaleza,  en  el  arte,  en  las  diversas  artes  y  en  sus  espe- 
cies ()  modos  más  variados;  entra  como  elemento  en  lo  sublime  y  en  lo  có- 
mico vvcc.  Por  do  quier  y  siempre  se  acompañan  ambos  términos,  absorvién- 
dose  el  término  inferior  en  el  superior,  primeramente  como  estimulante  (j/t- 
mulus)  de  la  idea,  y  como  la  idea  misma  que  oponiéndose  á  sí  misma  se. 
supera,  se  transforma  y  adquiere  su  verdadera  existencia  en  la  forma  supe- 
rior en  que  se  transfigura.  El  cómo  de  esta  transfonnacion,  debe  buscarse  y 
descubrirse  á  cada  paso,  y  mostrarlo  es  el  oficio  de  la  dialéctica.  La  ciencia, 
¡)ues,  debe  consagrar  un  examen  particular  á  esta  idea  y  á  sus  formas,  y  es 


REVISTA   DE   CUBA.  227 

lo  que  ha  emprendido  uno  de  los  más  distinguidos  discípulos  de  Hegel, 
Carlos  Rosenkrauz^  conocido  ya  por  otras  publicaciones  importantes  qu« 
atestiguan  su  talento  y  sus  notables  cualidades  como  pensador  y  escritor. 
5u  libro,  La  Estanca  de  lo  Feo,  es  una  obra  que  ofrece  vivo  interés  aun  á 
los  mismos  que  no  adoptan  el  punto  principal  de  su  teoria  y  rechazan  su 
fflétodo.  Tiene  por  objeto:  i?  determinar  la  naturaleza  de  lo  feo  en  su  ge- 
neralidad; 2?  Seguirlo  en  todos  sus  grados  y   bajo  todas  sus  formas  en  la 
^tu_ra.leza  y  en  el  arte,  desde  la  más  elemental  hasta  la  más  elevada,  y  es- 
tudío.r  su  papel  en  las  distintas  artes.  Con  razón,  pues,  espera  el  autor  haber 
colmado  una  importante  laguna,  **por  no  haberse  tratado,  dice,  la  ¡dea  de  lo 
l>ell<3    sino  de  un  modo  fragmentario  y  demasiado  general   para  precisarse  y 
detc^xminarse  con  los  desarrollos  convenientes  y  el  encadenamiento  de  sus 
difer-^r^tes  formas."  (Prólogo  IV.)  ¿Haj-ealizado  su  propósito  de  un  modo 
cortT  paleto  é  irreprochable?  El  mismo  no  pretende  haber  agotado  el  asunto  y 
^^^t;o  un  trabajo  libre  de  toda  objeción.    Los  hegelianos  le  reprocharían, 
^^   ^u.cia,  no  haber  sido  siempre  correcto,  no  haber  observado  con  perfecto 
ngox-   las  reglas  de  la  dialéctica;  pero  nosotros  más  bien   se  lo   agradecería- 
"^^^    si  no  hubiera  creido  que  debia  seguirla  tan  minuciosamente  hasta  en 
sus    TT>.  inores  detalles,  lo  que  le  hace  caer  en  sutilezas.  Pero  también  debemos 
con^v^xiir  en  que  ha  prestado  un  verdadero  servicio  á  la  ciencia  y  mostrado 
^^   *^^    manera  de  tratar  su  asunto  mucha  sagacidad,  finura  é   ingenio.   Sus 
^^*^*i^is  son  interesantes;  sabe  ilustrarlos  con  ejemplos  escojidosen    general 
con  ciiscernimiento,  aunque  tomados  con  demasiada  frecuencia   de  obras 
"^^^^i^i-nas  del  arte  y  de  la  literatura  contemporáneas. 

-*^*~^±scindamos  de  multitud  de  escritos  más  ó  menos  estimables  publicados 
^^   ^^^l^mania  sobre  lo  bello  y  el  arte,  en  los  cuales  se  reconocen  más  ó  mé- 
n055    l^^jj  huellas  del  pensamiento  hegeliano,  y  apresurémonos  á   llegar  á  la 
^    *"*^    <:apital  en  la  cual  no  solamente  se  resumen  y  aprecian  todos  los  traba- 
jos  ^.r>teriores,  sino  que  se  tratan  de  nuevo,  se  agitan  y  resuelven  todas  las 
^y^^^tiones  principales  de  esta  ciencia,  con  arreglo  al  método  y  los  princi- 
pi^^s    ^^  Hegel,  por  un  espíritu  original,  versado  al  propio  tiempo  en  todas 
^'^X  aterías  de  que  trata  y  dotado  de  las  cualidades  filosóficas  necesarias 
^      ^*^     construir  un  verdadero  sistema. 

—  ^^  Estética  de  T/i.    Vischer,  (i)  concluida  en  1857,  aunque  hayan  apare- 

^espues  varias  obras  sobre  la  ciencia  de  lo  bello  y  del  arte,  es  la  obra 

ímejor  representa  aun  hoy  el  estado  actual  de  esta  ciencia  en  Alemania. 

^^s,  sin  embargo,  una  de  esas  producciones  de  gran  originalidad  que 

ün  una  nueva  era  ó  hacen  dar  un  gran  paso  á  la  ciencia;  no  hace  sino 

inuar  también  la  estética  de  Hegel.  Al  momento  se  descubren  en  ella  el 

itu  y  el  método  del  maestro,  sus  ideas  principales,  con  maneras  indepen- 

tes  sin  embargo,  y  muchas  ideas  particulares.   El  autor  se  ha  propuesto 

^siheitkt  oier  Wissenschaft  des  Se hóncn,  1^6 — 185 7 — Leipzig.  ^Estética  ó  Cíen- 
lo Bello.; 


228  REVISTA    DE    CUBA, 

colmar  las  lagunas  que  había  dejado  aquel  en  su  obra  y  corregir  sus  faltas,i 
profundizar  y  desarrollar  los  puntos  que  aquel  se  habia  limitado  á  indicar  y  trata- 
do con  demasiada  lijereza,  coordinar  todas  sus  partes  para  con  ellas  formar 
un  sistema  regular  y  completo.  Lamentamos  no  ])oder  dar  de  este  gran  tra- 
bajo sino  una  idea  muy  general:  su  primera  parte,  la  metafísica  de  lo  bello, 
trata  á  fondo  todas  las  cuestiones  que  Hegel  habia,  si  no  omitido,  al  menos 
tocado  apenas,  sobre  lo  bello,  lo  sublime,  lo  cómico,  &c.  La  segunda,  expo- 
ne con  gran  extensión  lo  que  en  Hegel  también  se  trata  brevísimamente,  las 
formas  de  la  bello  en  la  naturaleza  y  sus  diversos  reinos,  y  el  desarrollo  de 
la  idea  de  lo  bello  en  la  humanidad.  La  tercera,  la  filosofía  del  arte,  contie- 
ne todo  el  sistema  de  las  artes,  siendo  mucho  más  completa  y  detallada  que 
en  Hegel,  la  teoría  de  cada  una  en  particular,  y  formando  cada  una  de  estas 
tres  partes  un  todo  completo  y  un  verdadero  sistema.  Todos  los  resultados 
de  la  estética  moderna  se  encuentran  reasumidos,  desenvueltos  y  explanados 
en  esta  obra;  cada  parte  está  tratada  con  particular  cuidado  y  notable  pene- 
tración, abundando  en  ellas  las  ideas  nuevas  y  originales.  Aunque  discípulo 
de  Hegel,  el  autor  conserva  en  todo  su  modo  de  ver  propio  sobre  estas  ma- 
terias; su  crítica  es  sólida  y  juiciosa;  sus  concepciones  con  frecuencia  nuevas 
y  no  carecen  de  alcance.  La  historia  ocupa  también  gran  espacio  en  su  sis- 
tema; el  autor  trata  de  nuevo  y  desarrolla  las  soluciones  dadas  por  sus  pre- 
decesores; rectifica  y  corrijo  sus  doctrinas,  á  la  vez  que  se  apodera  de  ellas, 
haciendo  ver  su  parte  verdadera  y  procurando  fundirla  en  la  suya.  Esta  vas- 
ta composición  atestigua,  á  más  de  un  saber  inmenso,  una  sagacidad  rara  y 
una  gran  fuerza  de  pensamiento;  ha  necesitado  además  una  gran  flexibilidad 
y  habilidad  poco  comunes  para  retocar  el  método  de  la  escuela  y  llegar  á 
hacerle  producir  nuevos  resultados.  Pero  al  lado  de  estos  méritos  grandes  é 
indudables,  dicha  obra  presenta  defectos  (jue  han  dañado  á  su  éxito  é  influen- 
cia, como  el  autor  mismo  lo  reconoce,  (T.  4?  Prólogo.)  En  primer  lugar  en- 
contramos, la  forma  de  exposición  t|ue  ha  escogido  y  que  dificulta  la  com- 
prensión de  la  obra,  haciendo  ñitigosa  su  lectura.  Ha  distribuido  el  asunto, 
])ara  comodidad  de  la  enseñanza,  en  párrafos  entrecortados  i)or  comentarios 
ó  aclaraciones,  y  desarrollos  en  los  cuales  se  mezclan  á  la  teoría,  la  crítica  y 
la  historia  de  las  teorías  anteriores.  Los  párrafos  están  redactados  con  arre- 
glo á  los  procedimientos  más  severos  de  la  dialéctica;  observándose  en  ella 
la  terminología  hegeliana  en  toda  su  sequedad  y  oscuro  laconismo;  lo  cual 
disgusta  al  lector  no  habituado  á  este  lenguaje  y  á  semejantes  fórmulas,  que 
Hegel  habia  sabido  evitar  en  su  estética,  pero  ([ue  su  discípulo  afecta  y  re- 
busca. Pretende  rechazar  á  los  profanos,  lo  que  logra  al  extremo  de  emba- 
razar aun  á  los  iniciados,  (jue  ya,  como  Max  Sdiasler,  han  llegado  á  que- 
jarse por  ello.  Quiere  ser  científico  ante  todo,  concedido;  ¿pero  no  puede  la 
ciencia  expresarse  con  más  claridad?  ¿y  está  condenada  á  este  lenguaje  pa- 
ra darse  á  entender?  Como  quiera  que  sea,  todo  el  interés  de  ella  se  refiere 


REVISTA   DE   CUBA.  229 

á  los  comentarios,  por  lo  que  con  razón  se  ha  dicho  que  en  ellos  se  encuen- 
tra,  el  fruto  y  el  jugo  de  la  obra.  Pero  aun  en  ellos  reina  la  mayor  confusión, 
pu.es  la  teoría,  la  historia,  la  erudición  y  la  crítica  se   encuentran  y  mezclan 
de  manera  que  á  menudo  ofrecen  un  conjunto  embrollado  y  difuso  en  el 
CU0.1   trabajo  cuesta  entenderse.   En  suma,  el  estudio  de  semejante  obra  es 
mxxyr  propio,  sin  duda,  para  recompensar  de  sus  esfuerzos  al  que  tiene  el 
va.lor  de  emprenderla  y  proseguirla  hasta  el  fin  en   todas  sus  partes;  pero 
ig€  una  dosis  de  paciencia  y  de  perseverancia  de  que  pocos  espíritus  son 
¿xces  y  que  alejará  siempre  á  la  generalidad,  aun  entre  los  más  cultivados 
^^Tn patriotas  del  autor;  sería  absolutamente  imposible   traducirlo  á  nuestra 
leng-tia. — En  cuanto  al  fondo,  lo  repito,  es  enteramente  hegeliano;  el  autor 
se  limita  á  desenvolver  las  ideas  de  Hegel  sobre  los  puntos  principales  mo- 
dificándolos y  corrigiéndolos.    Su  definición  de  lo  bello,  la  del  arte,  su  divi- 
sión   cíe  las  artes,  &c.,  están  tomadas  de  Hegel;  pero  se  separa  de  él  en  pun- 
tos cl<i   grandísima  importancia,  mostrándose  realmente  independiente.  Seña- 
laren^ os  solamente  uno  que  es  significativo  y  que  muestra  en  qué  se  prestan 
«  <^st tilica,  como  el  idealismo  hegeliano  en  general,  á  la  crítica  y  á  los  más 
'unclixc-los  reproches  de  sus  adversarios.  Flste  punto  es  lo  accidental  6  la  ac- 
cidon.  tiíilidad,  (Zufalligkeit)  que  Hegel  habia  apartado  ó  que  no  ocupa  sufi- 
cient^^    lugar  en  su  sistema,  y  cjue  el  autor  se  esfuerza  por   reintegrar  en  sus 
«ertíc^j-^Qg  Lo  accidental,  atiéndase  bien,  es  también  lo  real,  en  otras  faces 
^  ^^^l-ividual,  lo  personal,  y  en  fin,  lo  arbitrario,  la  libertad,  si  no  el  capri- 
cno,    ^^31  la  voluntad,  todo  lo  cual  es  pisoteado,  borrado,  destruido  por  la 
í  ^^*^ ciática  que  lo  absorve  y  destruye,  identificándolo  con  lo  necesario.  Nada 
^^^c^idental  en  este  sistema;  lo  contingente  desaparece  en   las  leyes  inmu- 
*^^^  del  desarrollo  fatal  de  la  idea;  la  libertad  misma  es  también  la  nece- 
*^^  »  una  necesidad  libre,  dícese,  ó  una  libertad  necesaria.  Vischer  pretende 
^^Viir  a  lo  accidental  su  lugar  real  en  el  dominio  de  lo  bello  y  del  arte,  lo 
.  ^ronstituye  una  de  las  originalidades  de  la  obra,  y  merecía  por  ello  se- 

^^^*^^e. 
^  *  —  íi  Estética  de  Vischer,  apesar  de  todos  sus   méritos,  ha  hecho  dar  un 
,     "^"o  paso  á  la  ciencia  de  lo  bello  y  á  la  filosofia  del  arte?  No  lo  creemos 
,        '^  Onos,  en  el  conjunto  y  como  sistema,  si  sobrepasa  ó  desarrolla  en  mu- 
^    puntos  la  (le  Hegel,  como  la  de  Weisse,   permanece  muy  inferior  en 


*^to  á  la  riqueza  de  los  detalles  y  de  los  conceptos.   Con    razón  se  ha  di- 
zque en  lo  esencial,  ésta  no  ha  sido  superada.    [Max  Schaskr,  Historia 


cKo 


^^^  Estética ^  pág^.  1014.) 
*-^o.les  son  las  [)rincipales  obras  que  nos  ofrece  la  escuela  hegeliana  sobre 
*^    rama  de  la  filosofia,  y  antes  de  verla  reaparecer  más  tarde  en  el  mismo 
**^^¿'iio,  bajo  otra  forma  y  con  tendencias  nuevas,  interroguemos  á  las  demás 
^^^^^^las. 

CHARLES   BENARD. 
( Revue  pliilosoph  ique, ) 


LA  CRITICA  EN  CUBA  A  FINES  DEL  SIGLO  XVIIL 


CARTAS  DEL  PBRO.  CABALLERO  ACERCA  DEL  *'TEATRO"  DEL  DR.  URRUTIA. 

PUBLICADAS    EN    1 795. 


í^l  siguiente  escrito  del  Pbro,  Dr.  D.  José  Agustín  Caballero,  es  la  primera 
de  las  obras,  en  su  mayor  parte  inéditas,  qug  nos  ])roponemos  publicar  en  la 
Revista,  confiando  que  serán  leidas  con  gusto,  ya  por  los  curiosos  datos  que 
ellas  ofrecen  relativos  á  la  historia  literaria  de  Cuba,  ya  por  el  interés  que  de- 
ben naturalmente  despertar  las  de  cn\ud  ilustre  habanero,  que,  como  Cate- 
drático de  filosofía  del  Real  Seminario  de  San  Carlos,  pudo  contar  entre  sus 
discípulos  á  los  hombres  que  más  lustre  alcanzaron  durante  el  primer  tercio 
de  este  siglo  en  las  letras  cubanas. 

La  obra  que  ahora  insertamos  y  que  puede  ofrecer  una  buena  muestra  de 
la  sólida  instrucción,  fino  gusto  literario  y  genio  festivo  del  Padre  Caballero, 
tiene  casi  otro  interés  de  oportunidad,  hoy  ([ue  los  Sres.  C^owley  y  Pego  han 
emprendido  la  reproducción  del  Teatro  Histórico  de  Urrutia;  porque  cabal- 
mente á  los  primeros  cuadernos  del  Teatro^  publicados  en  la  Imprenta  de 
D.  Esteban  Boloña,  se  refiere  el  juicio  crítico  del  Presbítero,  contenido  en 
sus  dos  cartas  al  Papel  Diario  de  la  Habana,  probablemente  en  1795,  pues 
aunque  aparece  sin  fecha,  se  encuentra  por  su  orden  colocado  en  el  tomo  que 
tenemos  á  la  vista,  entre  otras  opúsculos  manuscritos  de  los  años  1795  y 
1796.  Por  ellas  vemos  (]ue  el  Teatro  Histórico  woh^a  pennanecido  del  todo 
inédito  hasta  nuestros  dias,  pues  jíor  lo  menos  salieron  á  luz  los  cuadernos 
que  dieron  ocasión  á  la  punzante  crítica  de  Caballero;  lo  cual  viene  á  confir- 
mar lo  que  ya  habia  indicado  1).  Antonio  Bachiller  y  Morales  en  sils  Apun- 
ten para  la  Historia  délas  Letras  y  de  la  Instrucción  pública  de  Iv  Isla  de  Cuba^ 
cuando  dijo  en  la  página  57:  "Habíase  publicado  por  el  Dr.  Urrutia  alguna 
muestra  de  sus  obras;  pero  consérvase  el  Teatro  inédito  en  su  mayor  parte." 


REVISTA   DE  CUBA.  23 1 

A  LOS  SEÑORES  DIARISTAS. 

Muy  Señores  mios:  casualmente  han  llegado  á  mis  manos  unos  cuader- 
nos impresos  en  la  Oficina  de  I).  Esteban  Boloña,  comprehensivos  de  la 
historia  de  la  Isla  de  Cuba,  y  en  especial  de  esta  Ciudad,  bajo  el  título. 
Teatro  Cubano  histórico,  jtmiiico,  militar^  ?>\idi\\ior  el  Dr.  D.  Ignacio  Urrutia; 
obra  que  segim  parece,  se  ha  dado  á  luz  como  el  primer  ornamento  de 
esta  especie,  capaz  de  hacer  honor  á  nuestra  patria:  así  sería  sino  adolecie- 
ra de  ciertos  defectos,  que,  en  mi  juicio,  rebajan  mucho  de  su  mérito,  y 
que  deben  indispensablemente  corregirse  en  un  monumento  tan  público,  y 
duradero  como  la  historia. 

Si  Vms.  que  están  dedicados  á  la  instiucccion  de  este  pueblo,  me  dis- 
pensan la  honra  de  publicar  en  sus  Periódicos  los  reparos  (]ue  me  han  o- 
currido  sobre  la  dicha  obra,  ofrezco  remitirlos  según  los  vaya  esplanando, 
lo  que  haré  con  la  mayor  brevedad,  modestia  y  prudencia  (jue  debo,  sin 
contraerme  nunca  á  la  jiersona  <lcl  autor,  para  mí  muy  venerable,  ni  ofen- 
derle en  la  menor  palabra,  lo  mismo  f[ue  si  criticase  una  producion  anó- 
nima impresa   en  Maroc,  ó  en  Amsterdan,   previa   la  aprobación  Superior. 

Mi  ánimo  (el  Cielo  lo  sabe)  no  es  darme  á  conocer  al  Público  por  medio 
de  la  prensa;  estoy  muy  distante  de  esto,  y  en  prueba,  j)rotesto  desde  aho- 
ra, ocultar  siempre  mi  nombre,  y  no  franquear  á  ninguno  mis  manuscritos. 
Si  Vms.  pues  se  sirven  concederme  el  permiso  que  solicito,  ó  tienen  á 
^ien  el  negármelo,  espero  la  respuesta  por  el  Periódico  aceptando  siempre 
^sta  súplica  como  hija  del  deseo  iiue  me  anima  de  contribuir  por  mi  parte 
*1  nuevo   establecimiento  de  Periódicos. 

Queda  siempre  de    VV.  y    B.  S.  S.  M.  M.— Un  Crítico. 

AL  EDITOR. 

^^^'  profanum  vulgus,  et   arceo. 

-íVIuy    <^r.  mió:  auní^ue  dicen  (jue  no  es  bueno  comenzar  los  discursos  por 
a-c:ion^j<5  de  Habiendo,  ó  estando,  yo  digo,   que,  traduciendo  cierto   Espa- 
^       ^^^  Oda  i"  del    Libro  3"  de  Horacio  de  la  que  he  tomado  las  palabras 
^^^*^    ^'an  de  lema,   advierte  que  los   cuatro  primeros  versos  parece  no  tie- 
^*^^^  Conexión   alguna  con  el   resto  de  la  Oda:  temo   haga   V.  el  mismo  re- 
1^^^^    ó  advertencia  después  í^ue  haya  leido  mi   carta,  y   por  eso   advierto 
a.r\tes,    (jue  en  ella  propongo  censurar  una  obra,  cuya  lectura  se  ha  ido  es- 
t.eT\diendo,  no  sé  si  con  aceptación,  aun  entre  sujetos,  quibtis  inclyta  borla 
twuAUras  hondis  plenas  speciebus  adornat\   y  como  también  hay  vulgo  entre 
esta  especie  de  señores,  y,  voy   á   esgrimir  la  i)luma  contra  sus  dictáme- 
nes, no  deja  de  venir  bien:  lexos,  lexos  de  mi,  vulgo  profatio. 


232  REVISTA   DE    CUBA. 

¿V.  ha  examinado  bien  el  Teatro  Histórico^  Juridko,  Polilko  Militar  de 
¡a  Isla  Femandina  de  Cuba?  ¿y  qué  juicio  ha  formado  V.  de  su  mérito? 
¿será  ya  la  Habana  mas  famosa  por  este  monumento  montayano  que  Ro- 
ma por  la  pluma  de  Tito  Livio?  ¿Las  demás  Islas  envidiarán  á  la  Fer- 
nandina,  que  ha  merecido  esta  nueva  gloria,  como  envidió  Alejandro  á 
Aquiles,  j)or  haber  este  logrado  se  cantasen  sus  proezas  al  son  de  la  Epo- 
peya de  Homero?  nada  de  eso,  Sr.  mió,  aun  cuando  la  Habana  no  fuese 
ya  como  lo  es,  particij)ante  de  las  ilustraciones  del  siglo  18,  el  estado  ac- 
tual de  la  literatura  Española  requiere  un  pincel  tan  delicado,  como  el 
de  Mery  para  dibujar  el  cuadro  hermoso  de  la  historia  de  esta  Isla.  El 
mió  no  es  tami)Oco  (lo  confieso  ingenuamente)  cai)az  de  levantar  un 
monumento  de  erudición  en  el  Liceo  respetable  de  Minerva;  pero  sí  de 
hacer  ver  la  inperfeccion  de  la  citada  obra.  Comenzaré  desde  los  dos  hue- 
vos^ y  caigame  en  hora  buena  sobre  la  cabeza  todo  el  peso  de  la  autori- 
dad de  Horacio. 

Los  títulos  de  los  libros  deben  ser  tan  claros,  sencillos  y  naturales  que  á 
la  primera  vista  entienda  cual(|uiera  la  materia  que  contienen;  es  ridicula 
pedantería  encadenar  cuatro  ó  cinco  adjetivos,  cada  uno  con  su  esdrú- 
julo corriente,  para  comprehender  en  el  solo  título  todas  las  materias,  aun 
las  mas  menudas  que  se  tratan  en  el  discurso  de  la  obra,  y  he  aquí  el 
j)rimer  vicio  del  Teatro  histórico^  jurídico^  político  moral^  cronolójico^  legal: 
bastaria  haber  dicho.  Historia  de  la  Isla  de  Cuba^  y  en  especial  de  la  Ha- 
baña  y  el  mas  topo  hubiera  quedado  impuesto,  sobre  la  marcha,  del  Es- 
copo, de  la  obra,  y  del  obrero.  Cuando  leí  esos  títulos  rimbombantes  de 
Teatro  histórico  &*  me  acordé  de  la  trisca  c[ue  hizo  cierto  escritor  de  nues- 
tra Nación  de  una  obra  titulada:  anfiteatro  de  la  sabiduria  eterna  única 
verdadera,  Christiano-Cabalístico,  Divino  mágico,  físico  chimico,  uní  tri- 
no Catholico,  fabricado  por  Henrico  Conrash;  se  parecen  bastante,  con 
la  diferencia,  que  el  uno  es  teatro,  y  d  otro  anfiteatro,  el  uno  se  fabricó 
en  tiempo  de  mis  rebisabuelas,  y  el  otro  en  los  últimos  dias  del  siglo 
ilustrado. 

Veamos  la  dedicatoria:  abraza  muchos  obietos;  sabe  á  Prólogo;  y  tiene 
mucho  de  filaucia.  El  Autor  no  ha  sabido  bautizar  el  justo  título  de  do- 
minio con  que  nuestros  Reyes  poseen  nuestra  Isla,  y  ])or  eso  lo  llama 
derecho  de  ocupación^  que  propiamente  se  entiende  de  mueble,  ó  terreno  aban- 
donado, sin  obstar  á  esto  otras  ampliaciones  que  se  le  acostumbran  dar 
itu  es  magister  in  Israel^  et  luec  ignoras?  El  salto  (jue  da  en  el  el  segundo 
párrafo  desde  el  descubrimiento  de  la  América  hasta  el  año  de  1763,  es  una 
de  aquellas  transiciones  atrevidas,  y  pindáricas  que  asustaron,  dias  ha, 
á  D.  Thomas  Iriarte — Para  esplicar  el  reconocimiento  que  debemos  al  Sr. 
D.  Carlos  3?  nuestro  Padre  dos  veces  (son  sus  mismas  palabras)  por  ha- 
ber restaurado  esta  Plaza  el  año  citado,  dice:  "con  que  caudal  podremos 


REVISTA   DE   CUBA.  233 

,   esta  doble  paternidad  sino   es  con    un  perpetuo   clamor   de   su 
ocimiento?"  Ya  se  ve  que  el  reconocimiento  no  es  del  Rey  sino  nues- 
con  que  debió  decir  de  nuestro  reconocimUnto.    Los  dos   últimos  par— 
nececitan  de  comento:  el  hipérbaton  es   muy  estraño:   cuatro  veces 
*  ti.e  leido  para  lograr   comprehender   lo  (|ue   c[uisü  decir    el  Historiador 
andino. 
ue   pesado  está  el  prólogo!   cuando  yo   creí  hallar  en  él   una  noticia 

-  Are-,  pero  clara,  de  la  organización  de  la  obra  y  de  los  puros   manantiales 
donde  bebió   el   historiador,   me  encontré  con  una   carta,  mejor  dicho, 

SL       folla  de  Latin   y   Español,    un    revoltillo   de    Séneca  y   S.  Mateo:    de 

Juan  y  Ovidio:  del    Eclesiástico,  y  del  arte  amanJí,  de  Jeremias,  Teren- 

>,        Horacio,  Ausonio,   Tito  Calpurnio,    y  Halicarnaso;  unos    empujando 

otros,  porque  no  caben;   baste  decir:   he   contado   al    Prologazo  64, 

"tos   Latinos   y  37  Españoles;  ¡como  llueven  versos,  elogios  de  la  abo- 

a,   disertaciones  judiciales,   cotejo  de  Reales  Cédulas,  consultas  de  un 

o   abogado,   fuero   activo,  y  pasivo   de  los    Militares,   }-  anécdotas  so- 

^         la  vida  del  autor!  ni  de  propósito  se  hubiera  hecho  mejor  Prólogo  ma- 

rronico.    Hablando  de  la  Historia  de   la  Habana   escrita  ])or  el  Rejidor 

Telix  de  Arrate,   la  desestima   en    estos  ténninos:   y   la   segunda   pa- 

cz:^    equivocaciones  por   superficial,  y   limitada...."  está  muy  buena   la 

í=i-al  ¿qué  tiene   que  ver  lo  superficial    con  la   equivocación?   Tomara   el 

T  que  asi  fuera;    la  Historia  de    Arrate  superficial,   y  gasta   casi   ocho 

^i  ^^  ^  fie   un  tomo   en  4?   manuscrito   describiendo  la   naturaleza   del  sue- 

de    esta  Isla!  ¡Superficial,  y  nos  emboca  siete  hojas  de  la   misma  marca 

"-^«^    clecimos   cual   fué  el  asiento  primitivo  dé  la  población  de  la  Ha- 

^'^.-     ¡superficial  y  se  cansa  el  lector  cuando  lee  la  descripción  de  los 

-^te.s   Morro,    Apóstoles,    Pastora,    Punta,  y  Fuerza!    ¡superficial  y  para 

-^^rriendar   la   nobleza  de  los   Españoles  fundadores  de  nuestra  Isla  es- 

^^      tanto  que  él  mismo  llega  á  confesar  su  misma  prolijidad!  paréceme 

-  riiaestro  carísimo   Doctor  no  ha  leido   tal    obra:    ella  si  es  limitada,  co- 
^<^     son  todas  al  cabo   de  treinta,  ó    cuarenta  años  de  escritas   y  confie- 

^^^í^nbien  no  lleva  el  mejor  orden. — Haber  dicho  (jue  Arrate  no  da  no- 
*^^^  de  ¿a  Historia  ni  de  los  derechos  de  la  Isla:  es  falso;  yo  he  leido  am- 
'^  t>  articulares,  tratados  con  una  menudencia  á  veces  fastidiosa:  omite,  es 
^^^^,  muchas  noticias  históricas  sobre  el  descubrimiento  de  la  Isla;  pero 
'  ^^l)ió  hacerlo  un  autor  que  solo  se  propuso  escribir  la  Historia  de  la 
^'^^-na;  sobre  derecfios  habla  sin  omitir  los  que  estaban  establecidos  hasta 
'  *^Oc)  de  1756.  Advierto  al  Sr.  Doctor,  pues  lo  ha  ignorado,  que  el  manus- 
^^^  del  Illm"  Sr.  Morel  comprehende  la  Historia  profana,  y  Eclesiástica 
Ve  Gsta    Isla;  por  eso  se  titula  Historia  de  la  Isla  y  CafhíulnU de  Cuha. 

l-'^  división  que  hace  nuestro  Autor  de  toda  su  pbra  es  ni|ki,  y  apesta  á 

\a  «Tías  rancia  Escolástica,   cosa  muy  impropia  de  un  histonador.    **Como 

»as  operaciones  del  etendimiento   (así  dice)  son  tres,  aprehensión,  juicio   y 

30 


234  REVISTA    DE    CUBA. 

discurso;  la  aprehensión  es  para  lo  pretérito,  (parece  que  lo  presente  no  se 
aprehende)  el  juicio  para  lo  presente,  y  el  discurso  para  lo  futuro;  la  prime- 
ra parte  trata  de  lo  que  ha  sido  la  Isla  de  Cuba,  la  segunda  de  lo  que  es, 
y  la  tercera  de  lo  ■  que  será,  (otro  paréntesis,  porque  no  puedo  callar,  que 
ardo  por  leer  esta  tercera  parte  para  verle  tirar  cálculos,  proyectos  y  bar- 
runtos) en  la  primera,  lo  histórico,  en  la  segunda,  lo  jurídico,  lo  político  en 
^a  tercera.  Luego  subdivide  la  parte  primera,  en  Cronológica  porque  en 
ella  dará  por  el  orden  de  los  tiempos  los  hechos  civiles  y  militares  con  las 
Renles  resoluciones:  he  aqui  como  vuelve  á  incluir  la  segunda  y  tercera 
parte  en  la  división  de  la  primera:  esta  subdivisión  la  subdivide  en  partes, 
las  partes  en  épocas;  las  épocas  en  libros;  los  libros  en  capítulos:  bien  pu- 
diera haber  seguido  dividiendo  los  capítulos  en  artículos;  estos  en  párrafos; 
los  párrafos  en  renglones;  los  renglones  en  vocablos;  los  vocablos  en  letras; 
¿y  las  letras?  son  indivisibles;  pero  el  Autor  no  ignora  que  para  estos  ca- 
sos es  la  división  de  razón. 

He  concluido  mi  carta,  señor  editor,  pero  no  mi  crítica;  la  semana  que 
viene  diremos  algo  contraido  precisamente  á  lo  que  es  historia,  que  yo  he 
leido  á  Pizarro,  á  Solis,  algo  de  Acosta,  tengo  mi  tintura  de  Herrerra,  ho- 
jeo de  cuando  en  cuando  á  Raynal  y  casi  conservo  en  la  memoria  á  todo 

R no  digo  esto  por  ostentación,  sino  para  que   V.  se  digne  oirme  con 

algún  aprecio:  por  ahora  no  descubro  quien  soy,  luego  firmaré:  entre  tan- 
to B.  S.  M.  de  V 


AL   EDITOR. 

Muy  Sr.  mió:  supuesto  el  mismo  tema  y  preámbulo  de  mi  carta  anterior, 
haré  ver  ahora,  que  el  Teatro  Histórico  &"?  considerado  precisamente  como 
historia,  no  tiene  mérito  particular.  Bastante  siento  escribir  y  convencer  una 
proposición,  que  hace  poco  honor  á  su  paisano  aplicado,  y  deseoso  de  la 
ilustración  de  su  patria;  pero amicus  JPlaio^  et  magis  árnica  ve- 
ritas. 

Dos  cosas  hemos  de  considerar  en  una  historia  para  juzgar  de  su  mérito: 
la  claridad  del  estilo,  y  la  de  los  hechos.  Por  lo  primero  desmerece  mucho 
el  Teatro  histórico:  recopilaré  todos  sus  defectos  diciendo  que  tiene  un  es- 
tilo muy  Gerundio,  por  consiguiente,  oscuro,  áspero,  alegórico,  y  endian- 
trado.  Aquello   de   libro  eterno. . .  engaste. . .  y  piedra  preciosa,  no  se  en- 

ticnflo.    ¿Puede  haber  cláusula   más   oscura  que  la  de  la  uña  del  León 

del  Dragón^  de    la  India   Oriental. . .  de  la  cue^^a  del  ratón —  del  anzuelo 
y  de  la  carnada?  ¿Qué  quiere   decir  que  el  siglo  15  ganábalos  años  de  su 

Senectud  mormR Que  amaneció  la  siguiente  aurora  anunciando  mejores 

luces  á  Cubá^pues  en  su  dia  del  Sr,  nacia  para  élmisnw  en  la  primera  pre- 
paracion  de  su  Ley  Angélica?  Transcribiré  aquí  una  cláusula  entera,  que  es 


REVISTA    DE    CUBA.  235 

de  las  mas  gerundias  del  Teatro  histórico:  para  decir  nuestro  Doctor  que 
los  Reyes  Católicos  ocurrieron  al  Pontífice  Alejandro  6?,  habla  así:  j'  con 
^an  cristiano  objeto  ocurrieron  al  que  es  en  la  tierra  Principe  de  ios  ^Obispos, 
heredero  de  los  Apóstoles^  Abel  en  la  primacía^  Noé  en  el  gobierno,  Abrahan 
en  el  jRitriarcado^  Melchisedech  en  el  arden,  Araon  en  la  Dignidad,  Samuel 
en  la  judicatura,  enta  potestad  Pcdf  o,  y  en  la  unión  Cristo:  (aquí  divide  pár- 
rafo, y  continúa  la  alegoría  ó  algarabia  comenzando  el  párrafo  inmedia- 
to): ''^Gozaba  estas precminetuias  con  el  Pontificado  Romano  Alejandro  6?'» 
¿qué  tal?  ¿estamos  en  Campazas  ó  en  la  Habana?  Hago  esta  pregunta 
porque  un  cierto  Predic.iclor,  j)redicador  de  Campazas,  para  decir  Cultos 
consagrados  á  S.  Ignacio  de  Loyola,  trabajó  un  clausulon   parecidísimo   al 

que  acabo  de  coj^iar;  dijo  así:  **Al    Marte  mas  sagrado  de  Cantabria 

'•al  que  en  las  venas  del  nativo  suelo,  para  morrión,  peto,  y  cota  forma  en- 

"contró,  y  materia  inmarcesible á  la  Bomba,  al   Cañón,   al    Rayo  ar- 

*"diente. .  al  ([ue  nació  soldado al  que  nació  Alejandro  de  la  Gracia, 

"al  grande  Ignacio,  digo,  de  Loyola,  reverentes  consagran  estas  cultos. .  .* 
No  creí  yo,   Sr.    Editor,  hubiese  dos  ingenios   tan  parecidos,  ni   dos   cho- 
las tan  iguales.   Pero  aun  no  escampa  todavia,  y  es  menester  oírle,   cuando 
su  religiosa  piedad  le  hace  introducirse  á  interpretar  la  Providencia  Divina: 
me  edifica  á  la  verdad  cuando  dice,  que  la  "Nación  Española  érala  prevista 
"rt^  eterno  para  que  grabando   en  las  columnas  de  sus  Armas  el  Plus  ultra 
*'que  tanto   ilustra  nuestro  Doctísimo  Solórzano,   introdujera  el    í>angelio 
•*en  el  nuevo  Mundo,   á  fin  de  cjue  se  cumpliera  este  decreto   infalible   sin 
* 'violencia  del  libre  albedrio,  por  cuya  razón   obtuvo   Colon    j)ara  con  ella 
*'y    á  influjo  de  Amigos  el  don  Divino  de   la   perseverancia."    Parece   que 
no   ha  dicho  nada,  y  á  fé  que  mas  de  cuatro  historiadores,  no   entenderán 
los   Decretos  ivifalibtcs  de  Dios  sin  ]jerjuic¡o  del  albedrio,   como  se  deja  ver 
que  los  ha  entendido   nuestro  Teólogo  historiador.  Todavia   está  mas  pia. 
(loso   y  edificativo  diciendo:    "(jue  contaba  el  viejo  Mundo    1490  años   de 
••nuestra  salud  y  Luz    Evangélica,   cuando  en   los  infinitos   arcanos  de   la 
"Providencia  llegó   el  tiempo  de  comunicarla  al  nuevo  con  sus  misericor- 
*'dias   inefables."   1  ,a  entrada  del  capítulo  4?  es  mas  propia  de  sermón  que 
de   historia:  veámosla:    "son  de  tal  calidad  los  bienes  de   la  tierra,   cjue  de- 
'"seados  atormentan,  poseídos  inquietan,  y  perdidos  lastiman,  conforme  sin- 
'"tió  de  ellos  la  dulzura  del  melifluo  S.    Bernardo."    ¡buen  texto   para  decir, 
tjue   Colon  volvió  al   reconocimiento  de   la  Isla   de  Cuba  el   año  de   94! 
Advierto   de  ])aso  al  Sr.  Doctor  que  no  ha  traducido  bien  las  palabras  lati- 
nas de  San  Bernardo  ([ue  pone  al  pié  de  la  llana;   porque /¿7j^jxa  inquinante 
no  quiere   decis  que  los  bienes /¿;je/V/í7i  inquietan^  sino  que  manchan,  ó  en- 
sucian á  nuestra  alma.   Inquino,  as,  significa   manchar  ó  afear,   no  inquie , 
tar,   ¡válgame  Dios!.  En  el  párrafo  7?  de  la  parte  i*  de  la  Historia   Crono- 
lógica legal,  época  i*",  libro  i?  capítulo    i?  (si   el  autor  no  hubiera  dividi- 
do tanto,  no  hubiera  sido  tan  larga  la  cita)  hay   un  período,  cuya  alegoría 


236  REVISTA   DE    CUBA. 

animada  por  la  religiosa  piedad  de  nuestro  Autor  da  la  última  prueba  de 
(|ue  no  ha  escrito  la  historia  en  estilo  histórico:  no  lo  omitiré  porque  él 
solo  vale  mas  i|ue  todos  los  coi)iados:  refiere,  [)ues,  que  Colon  agregó  por 
capitana  á  las  dos  caravelas  la  Niña  y  la  Pinta,  otro  pequeño  navichuelo 
(peijueño  navichuelo  es  lo  nii.>mo  (|ue  navichuelito:  bueno  vá)  llamándole 
Santa  María,  nombre  dulcísimo  que  amilogado  en  vi  purísimo  bajel  en  que 
navegó  el  verbo  Divifio  desde  el  cielo  á  la  tierra  para  el  establecimieato  de 
l'i  Ley  evangélica,  debía  en  justicia  capitanear  su  tránsito  al  nuevo  mundo. 
Haste  de  estilo  que  harto  nos  ha  dado  que  hacer;  examinemos  los  he- 
chos.— 

Dije  ya  que  lo  otro  (jue  debe  considerarse  en  la  historia  para  juzgar  de 
su  mérito  es  la  calidad  de  los  hechos  (jue  se  refieren.  Kstos  deben  ser  con- 
textados,  é  interesantes;  interesantes,  ])ara  no  hacer  ])esada,  y  fastidiosa  la 
lectura  con  la  relación  de  noticias  vacias  de  curiosidad  é  instrucción;  con- 
textados,  para  no  engañar  al  lector.  Hay  ciertas  menudencias  que  no  de- 
ben omitirse  en  la  historia  ni  mirarse  como  inútiles,  auníjue  pecjueñas;  por 
ejemplo,  «jue  el  perro  (|ue  vio  Colon  en  esta  Isla  no  ladraba;  porque  esta 
es  una  noticia  muy  singular,  y  asi  hizo  bien  nuestro  historiador  en  no  ha- 
berla omitido;  |)er()  ¡haber  gastado  casi  una  llana  en  pintar  la  fisonomía 
de  ColonI  fué  \\\\  trabajo  suílertiuo  é  inútil.  ¿Qué  utilidad  saca  el  lector 
de  saber  (|ue  Colon  era  de  nariz  aguileña,  ó  roma,  de  ojos  garzos,  ])ardos 
(')  negros?  Ksias  noticias  nada  interesan  a  los  hechos  de  la  historia,  ni  á  la 
moralidad  de  Los  acciones. 

Cuando  dije  <[ue  los  hechos  de  la  historia  deben  ser  contextados,  no  tjui- 
se  decir  ([ue  solo  han  de  referirse  aíjuellos  en  los  que  convienen  todos  ó  la 
mayor  ]}orcion  de  los  historiadores:  entonces  las  historias  quedarian  redu- 
cidas a  un  contadísimo  número  de  sucesos:  cuando  el  hecho  es  útil  é  inte- 
resante debe  exponerse,  aunque  no  sea  contextado,  ad virtiendo  sí,  al  Lec- 
tor, la  variedad  con  (jue  lo  refieren  los  autores,  y  los  motivos  de  asentir 
mas  bien  á  este  que  á  aíjuel.  Ningún  historiador  podrá  desempeñar  estos 
deberes  si  no  entiende  de  crítica,  vo/  (jue.  según  lo  que  heleido  del  Teatro 
critico^  es  muy  extraña  y  desconocida  de  nuestro  carísimo  Doctor:  de  aquí 
ha  resultado  que  estableciendo  todos  los  hechos  con  una  misma  confianza, 
satisfecho  con  haber  citado  al  margen  á  Solórzano,  á  Rivadeneyra,  á  Her- 
rera cV  da  lo  dudoso  como  cierto,  y  no  distingue  lo  cierto  de  lo  dudoso, 
y  á  veces  juzgo  escribe  falsedades.  Daré  algunas  pruebas  para  que  no  se 
piense  ([ue  escribo  solo  por  crítica. — 

Kn  el  párrafo  4"  de  la  i"  pane  iV?  dice  con  gran  confianza:  todos  con- 
vienen en  que  teniendo  Colon  casa  en  la  Madera,  recibid  y  hospedó  en  esta  á 
Alfonso  Sánchez  quien  le   dejó  por  su  fallecimiento  y   en  premio  de  sus  serví- 

cios   los  diarios  y  cartas  de  esta  navegación los  que  convencieren  á  Colon 

de  la  existencia   de  este  nuevo  mundo.    Es  falso  que  todas  convengan  en  tal 
suceso;  asi  lo  ha  hecho   ver  un  crítico  muy  grave:   se  cree  (¡ue  Gomara  ha 


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sido  el  primero  que  dio  á  luz  este  cuento  en  el  capítulo  13  de  su  historia 
general  de  Indias,  (r)  Todas  las  circunstancias  que  lo  adornan,  carecen  de  las 
pniebas  necesarias  á  hacerlo  probable;  no  se  tiene  noticia  cierta  del  nom- 
bre, ni  del  destino  del  bajel  que  condujo  al  tal  Alfonso  Sánchez. . .  Unos 
pretenden  era  perteneciente  á  un  puerto  de  Andalucía,  y  que  iba  con  des- 
tino á  las  Canarias  ó  la  Madera:  otros  dicen  era  Vizcaino  y  que  hacia  ruta 
á  Inglaterra;  no  falta  quienes  afirmen  (jue  era  Portugués,  que  trancaba  en 
las  costas  de  Guinea — Tampoco  consta  el  año  en  que  hizo  este  viaje  el  ci- 
tado piloto,  ni  Andrés  Bernaldes,  ni  Pedro  Martin,  contemporáneos  de  Co- 
lon, hablan  de  tal  Piloto  ni  de  sus  descubrimientos.  Herrera  lo  pasa  en  si- 
lencio y  Oviedo  lo  refiere  como  un  cuento  bueno,  y  a  ])ropüsito  para  di- 
vertir al  pueblo.  (2)  Concluiremos  que  cada  autor  ha  querido  despojará  Co- 
lon, de  la  gloria  de  descubridor,  para  aproj)iársela  á  algún  nacional. — [3) 

En  el  párrafo  9?  dice  nuestro  historiador  c[ue  á  la  primera  tierra  que  des- 
cubrió Colon  llamada  entre  los  indios  Guanahani,  puso  por  nombre  San 
Salvador;  y  después  lajlamó  Española.  Este  es  mucho  error,  porque  nun- 
ca San  Salvador  se  llamó  la  Española,  Colon  llegó  á  San  Salvador  el  doce 
de  Octubre  de  1492,  después  descubrió  d  Sanfa  María  de  ¡a  Concepción^  á 
I*f.rnando  e  Isabel^  á  Cuba  y  al  cinglar  para  Hayií  llegó  el  6  de  Diciembre 
á  un  puerto  que  nombró  San  Nicolás,  á  cuya  Isla  dio  el  nombre  de  la 
Española,  hoy  Santo- Domingo:  ya  se  deja  ver  la  poca  exactitud  de  esta 
Historia. 

Escribe  en  el  caj)ítulo  y   párrafo  5V   que  Ojeda  trajo  en  calidad  de  mer- 
cader á  Américo  Vespucio;  y  (jue  este   se  atribuyó   artificiosamense  la  glo- 
ria   de  los  descubrimientos  cjue    habia  hecho  Colon  llamando  á  este  nuevo 
mundo    América.  Lo  primero   se  ¡gní)ra  todavia   después  de  una   larga  in- 


[1]  Aventuróse  á  navegar  en  mares  y  tierras  que  no  sabia,  por  dicho  d»  un  piloto,  y 
si  íué  de  su  cabeza,  como  algunos  quieren,  meresce  mucha  más  loa.  [Gomara,  Historia 
(íeneraldc  ¡as  India>,  i'.'  parle,  pág.  172 del  primer  tomo  de  los  liisloriadores  primitivos 
fie  India-,  de  la  Biblioteca  de  Autores  Españoles  de  Rivadeneyra. — Madrid,  1852. 

[N.  de  la  R.j 

[2]  Movido,  pues,  Colom  con  este  desseo,  como  hombre  que  alcancaba  el  secreio  de 
tal  arre  de  navegar  [quanto  á  andar  el  c»mino,]  como  doctf)  vp.roT  en  tal  sciencia,  ^  por 
eAar  certificado  di  la  cosa  por  aviso  del  piloto  qué  prifnero  se  dixo  que  le  dio  noticia  desta 
oculti  tierra  en  PortugaL  ó  en  las  islas  que  dixe,  [si  aque  lo/ue  asst,'\  [Oviedo,  Historia 
general  y  natural  de  las  Indias,  2^  parte,  cap.  4P,  páíj.  1 18  del  primer  tomo  de  la  edi- 
ción de  la  Academia  de  la  Historia  de  Madrid,  1853.     [N.  de  la  R.] 

<3)  Según  el  Catolicón  de  Marina  de  Rydm^y  impreso  en  Hamburgo  el  año  1753,  P^' 
gina  131,  el  célebre  andaluz  Alonso  Sanc*icz  de  Iluelví  pahiicócn  1484  un  compendio 
del  arle  de  navegar,  el  cual  suministró  luces  preciosas  al  inmortal  C^lon  para  sus  descu- 
hrimi<-nt>s.  Ef^ta  obra  española  es  muy  anterior  a  cuantas  han  publica  lo  sobre  e.^lo,  ma- 
teria franceses,  ingleses,  holand-ses  y  demás  naciones  de  Europa.  Véanse  Hs  glorias  de 
la  Marina  española  traducidas  al  francés  el  año  1803  página  173. — [a] 

[a]  La  nota  anterior  parece  haberse  agregado  años  después  de  la  publicación  del 
presente  trabajo,   pues  se  encuentra  anexo  á  él  en    hoja  suelta  y  con  diversa  letra    y 


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quisicion,  Pizarro  en  la  obra  Varones  Ilustres  del  nuevo  MundOy  dice  que 
Araérico  Vespucio  vino  de  cargador;  y  en  las  noticias  históricas  que  ha  pu- 
blicado el  año  de  1774  una  sociedad  de  Literatos  se  lee,  que  Américo 
Vespucio  partió  de  Cádiz  el  año  de  1497,  con  4  Bajeles  que  le  dio  el  Rey 
D.  Femando:  lo  segundo  es  constante;  lo  tercero  es  falso.  Vespucio  nun- 
ca llamó  á  este  nuevo  Mundo,  America^  si  tuvo  el  arrojo  de  darse  por  el 
primer  descubridor  de  este  continente;  hizo  una  relación  de  su  viaje  artifi- 
ciosa y  elegante,  adornada  de  juiciosas  observaciones  sobre  las  produccio- 
nes naturales,  las  costumbres  y  habitadores  de  estos  paises;  y  como  esta 
era  la  primera  descripción  del  Nuevo  Mundo  que  aparecia  en  el  principio, 
obra  tan  propia  de  satisfacer  la  pasión  de  los  hombres  por  lo  nuevo,  y  ma- 
ravilloso, se  divulgó  con  rapidez  y  releyó  con  admiración. — Poco  á  poco 
fué  introduciéndose  el  uso  de  llamar  estas  comarcas  con  el  nombre  del  que 
se  suponia  haberlas  descubierto.  Y  asi  se  extendió  el  nombre  de  ALmérica 
por  todas  las  naciones  y  perpetuádose  un  error  que  usurpa  la  gloria  al 
inmortal  Colon. — Parece  que  nuestro  escritor  ignoraba  esta  noticia  cuando 
escribió  este  pasagc. 

Quisiera  hacer  algunas  reconvenciones  al  Autor  sobre  los  nombres  de 
Alpha  y  Omega  que  dice  dio  Colon  á  la  que  hoy  se  nomina  Punta  de 
Maysí;  pero  baste  decir  c^ue  él  mismo  resiste  el  asenso  á  este  pasage  y  no 
le  encuentra  alusión  por   más   f]ue   haya  ido   hasta   Patmos  á  traer  el   cgo 

sum  alpha  et  omega  del    Apocalipsis.    Concluiré  con  otros   dos  reparos  que 
he  notado  en  el  Compendio  de  memorias  para  la  Historia  de  la  Isla  Fernan- 

dina  obra  (jue  ha  comenzado   á  publicar  nuestro   historiador   sin  haber  re- 
matado la  primera. 

Entra  diciendo  (}ue  olvidado  de  los  habitantes  de  las  tres  partes  del  viejo 
Mundo  esta  cuarta^  la  América^  intentó  descubrirla  Colon -yerro  garra- 
fal! ¿Cómo  dice  que  el  antiguo  mundo  había  olvidado  al  nuevo,  cuando 
él  mismo  escribió  en  el  párrafo  2?  de  su  Teatro  histórico^  tjue  el  conocimiento 
de  la  existencia  de  estos  paises  fue  un  arcano  cerrado  al  viejo  mundo?  ¿Pues 
qué,  lo  que  se  ignora,  lo  ijue  no  se  conoce,  se  olvida?  El  párrafo  debió 
haber  comenzado  así:  ignorada  de  los  habitadores  &" 

Al  fin  del  párrafo  14  teje  la  serie  de  los  SS.  Obispos  de  esta  Isla,  co- 
menzando por  D.  Francisco  Bernardo  de  Meza,  lo  que  me  confirma  en 
la  sospecha  de  ([ce  el  autor  no  ha  leido  la  historia  del  Sr.  Rejidor  Arrate, 
pues  este  sujeto  convence,  mediante  una  clara  discusión,  que  el  primer 
Obispo  fué  D.  F.  Juan  de  Umite.  Si  nuestro  escritor  ha  procedido  pre- 
vio el  conocimiento  y  balanceo  de  las  razones  del  citado  Arrate,  comu- 
níquenos  lo  que  sabe  de  mas  y  se  lo  agradeceremos. 

Xo  se  me  esconde  (jue  muchos  sufragan  por  el  Teatro  histórico  decantan- 
do, y  refundiendo  toda  su  utilidad  en  la  colección  que  hace  de  Reales 
Cédulas  no  niego  esta  utilidad,  y  por  lo  tanto  digo,  que  el  autor  hubiera 
desempeñado  mejor  sus  buenos   deseos  de   servir   á  la    Patria,  si    hubiera 


REVISTA   DE   CUBA.  239 

trabajado  solamente  una  compilación  de  todas  las  Reales  Cédulas;  com- 
prehensivas de  esta  Isla:  obra  que  no  hubiera  salido  tan  defectuosa,  y  que 
hubiera  proporcionado  á  su  autor  un  asiento  después  de  Portuguéz  y  Co- 
lon; pero  decir  y  sostener  que  está  buena  la  Historia  porque  trae  todas 
las  Soberanas  Instituciones,  ó  es  proposición  digna  de  castigarse,  ó  es 
confesar  que  la  historia  no  sirve  al  mismo  tiempo  que  se  llama  buena.  Sin 
embargo,  Sr.  Editor,  yo  insto  á  V.  por  la  impresión  de  los  siguientes  plie- 
gos; no  dejare  de  ir  enflaqueciendo  mi  bolsa  real  á  real:  ¿Cómo  es  eso 
me  dirá  V.  después  de  haberla  censurado  tan  de  cabo  á  rabo?  Por  lo  mis- 
mo que  no  está  buena  y  vaya  un  ejemplo:  cuentan  que  Carlos  5?  cuando 
quena  le  leyesen  algo  de  las  obras  de  P'leidan  ó  de  Paulo  Jove  decía: 
venga  acá  mi  mentiroso;  esto  aludia  á  que  el  i?  le  había  elogiado  con  de- 
masia  y  el  2^  le  habia  imputado  muchos  defectos,  de  su  suerte  que  ambos 
mentian:   aplique  V.   el  cuento,   dispense  los   deslices  de  mi  pluma,   sepa 

B.    S.  M.   y  que  soy 

Pbro.  José  Agustín  CABALLERO. 


DOLORES. 


"Some  simple  and  heartfelt  lay." 

Longfellow- 

fi  LA    SEÑORITy^   ISOLII^A  /DAl^    Y    HODF|IGÜEZ; 

I. 

KAJO   KL  ALMENDRO. 


En  la  risueña  falda  de  Cubitas, 
Al  blando  son  que  forman  con  el  viento 
De  las  yagrumas  los  sonantes  haces, 
Un  villorrio  derrama  sus  casitas, 
Como  parda  bandada  de  torcaces. 


El  sol  enciende  las  verdosas  cimas; 
El  valle  en  torno  humea; 

Y  el  nocturno  murciélago  se  esconde. 
Convocando  al  trabajo  diligente. 

El  gallo  en  los  bardales  aletea, 

Y  al  lejano  esquilón  fiero  responde 


«40  REVISTA  DE   CUBA. 

Con  su  canto  estridente. 
Por  la  grietada  puerta, 
Apenas  entreabierta, 
Cual  pájaro  escapado 
El  chicuelo  veloz  al  campo  sale. 
El  labrador  al  yugo  del  arado 
El  perezoso  buey  unce  con  pena, 

Y  se  vuelve  á  sus  tierras  labrantías: 

Y  el  ama  cuidadosa,  á  la  faena. 

Que  se  torna  á  empezar  todos  los  dias. 


Del  pueblo  á  la  salida 
Una  casa  más  blanca  y  más  pulida, 
Donde  el  campo  y  la  villa  se  conciertan, 
Duerme  cuando  las  otras  se  despiertan. 
Habitación  notada  y  conocida 
En  toda  la  comarca,  porque  tiene 
Rejas  en  las  ventanas, 
Y  en  alguna  ademas  verdes  persianas. 
Más  un  patio  cercado,  que  podemos 
Tenerle  por  jardin,  si  nos  conviene. 
Con  naranjos  en  flor  á  los  extremos. 


Debajo  de  un  almendro  corpulento, 
Nueva  arca  de  Noé,  donde  las  aves 
De  este  pequeño  mundo  hacen  asiento, 
Yace  un  antiguo  tronco  carcomido, 
También  almendro  ayer,  verde  y  florido. 
Allí,  cuando  ya  el  sol,  galán  celoso, 
Ronda  su  alcoba,  y  de  atisbar  curioso 
Por  todos  los  resquicios  centellea, 
Tras  regar  sus  parrales  y  sus  flores 
Va  á  sentarse  Dolores, 
La  muchacha  más  linda  de  la  aldea. 
La  falda  henchida  del  precioso  grano, 
De  comer  por  su  mano 
Da  á  su  familia  alada, 
Que  con  nombres  gozosos  la  saluda, 
Ignoro  si  de  reina,  diosa,  ó  hada: 
Pues  no  sé  con  que  chispas  de  experiencia 
Han  sabido,  sin  átomo  de  duda, 
Que  ella  es  su  providencia. 


%. 


REVISTA  DE   CUBA.  241 

Y  allí  estaba  Dolores, 
En  el  tronco  sentada, 
Sin  el  rico  maíz  de  ca(1a  dia; 
Sin  cuidarse  de  aves,  ni  de  flores. 

Y  flja  la  mirada 

En  donde  ni  ella  misma  lo  sabia. 
Las  trenzas  de  su  negra  cabellera 
No  ostentan,  como  ayer,  la  fresca  rosa, 

Y  su  faz,  entre  tímida  y  severa, 
Vela  sombra  llorosa. 

Sus  pupilas  clarísimas  y  ardientes 
Una  nube  de  lágrimas  empaña, 

Y  se  escapan  del  labio  comprimido 
Sonidos  balbucientes. 

En  vano  en  sesgo  vuelo, 

Con  sonoroso  ruido, 

Una  tras  otra  vuelan  hasta  el  suelo 

Sus  aves  favoritas, 

Y  vienen  á  picar  las  hierbecitas. 
Que  huella  descuidada 

La  niña  lastimada. 

Alguna,  que  piando  la  rodea, 

Los  pies  le  picotea. 

Un  palomo  travieso. 

Hecho  á  su  dulce  boca  y  á  su  beso, 

Y  á  otros  tiernos  favores, 
Va  y  viene  con  asombro, 

Hasta  posarse  al  fin  sobre  su  hombro. 

Mas  la  pobre  Dolores 

Le  toca  con  la  punta  de  su  dedo, 

Como  «lecir  queriéndole: — Hoy  no  puedo. 


De  pronto  se  estremece, 

Y  su  rostro  encendido  palidece. 
Reprimidos  temblores 

La  ondulación  revela  de  su  falda; 
Baja  los  ojos,  con  el  llanto  rojos, 

Y  sin  volver  los  ojos 

Sabe  qie  él  está  allí  junto  á  su  espalda. 

Y  como  verle  al  par  quier*  y  no  quien-, 
Con  súbita  presteza 

El  delantal  se  envuelve  á  la  cabeza, 

Y  en  sollozos  hondísinaos  se  ahoga: 


31 


242  REVISTA    DE   CUBA. 

Que  no  solo  el  romano  cuando  muere 
Se  cubre  la  cabeza  con  la  toga. 

Y  Femando  entre  tanto, 
Máa  airado  que  tierno  con  su  llanto, 
Se  acerca  lentamente, 

Y  cruzados  los  brazos  sobre  el  pecho 
Se  detiene  á  tres  pasos  solamente. 

Y  la  mira,  y  la  mira, 

Con  un  dolor  que  él  tiene  por  despecho. 
Con  un  dolor  que  él  siente  como  ira. 
Al  influjo  febril  de  aquellos  ojos. 
Alza  los  suyos  túrbidos  y  flojos 
Dolores  desdichada, 
Ante  Femando  trémula  y  culpada; 

Y  sus  rayos  visuales  se  cruzaron; 

Y  aunque  al  punto  uno  de  otro  los  desviaron. 
Uno  y  otro  sintieron 

El  alma  de  un  gran  peso  aligerada. 

Más  cosas  se  dijeron 

De  frases  de  dolor  desgarradoras 

Con  solo  esa  mirada. 

Que  en  un  largo  coloquio  de  dos  horas. 


Como  quien  rompe  ligador  encanto, 
£1  joven,  con  acento  en  que  tremola 
Aun  la  nota  del  llanto, 
Se  dijo  al  fín: —  ¿Conque  te  casas,  Lola? — 

Y  aunque  en  el  corazón  haya  querido. 
Cual  un  sello  de  fuego. 
Imprimirle  la  frase  acusadora, 

£n  su  labio  el  reproche  se  evapora, 

Y  solo  queda  el  ruego. 

Y  la  inocente,  mártir  de  su  pena. 
Con  una  voz,  que  casi  era  un  gemido, 
Solo  le  contestó: — Padre  lo  ordena.— 
— Y  tú  ^le  amas?,  preguntó  Femando 
Antes  de  oir  la  réplica  temblando. 

— Responde,  te  lo  exijo. — 
Mas  Lola  sin  hablar  todo  lo  dijo. 

Y  el  mancebo  furioso 

De  pasión  y  dolor  le  repetía; 
—Pero  ii  tu  alma  es  mia, 


REVISTA  DE  CÜfiA.  243 

^Qué  harás,  qué  harás  en  brazos  de  tu  esposo?-^ 
Y  ella,  por  vez  primera  en  tono  firme, 
— Cumplir  con  mis  deberes,  y  morirme.— 


Como  el  que  sale  de  hondo  paroxismo, 

Y  se  encuentra  á  los  bordes  de  un  abismo, 
Atrás  saltó  Fernando 

Frenético  exclamando: 
— Tú  lo  has  dich»  perjura; 
El  tálamo  será  tu  sepultura. — 

Y  con  ímpt  tu  ciego 

Salta  el  vallado,  y  desparece  luego. 
Lola,  que  sintió  el  alma  hecha  pedazos. 
Quiso  decir — Fernando —  más  no  pudo. 
Trémula  abrió  los  brazos, 
Dio  un  paso  sin  firmeza, 
Doblegó  la  cabeza, 

Y  en  opresor  desmayo 

Antes  se  deslizó,  que  cayó  al  suelo: 
Como   una  garza,  al  emprender  su  vuelo 
Tocada  por  el  rayo. 


Y  luego  una  vecir  a. 

Que  cuanto  pasa  en  el  villorrio  sabe, 

Y  cuando  no  lo  sabe,  lo  adivina; 
Ciencia  que  solo  en  las  comadres  cabe; 
Andaba  entre   las  otras  dando  vaya. 

A  aquella  pobre  novia 

Que  no  se  rie  jamás,  y  se  desmaya. 

[Cofifimuirá,] 

ENRIQUE  JOSÉ  VARONA. 


LA  LINGÜISTICA  MODERNA. 


INTRODUCTION  Á  V  ÉTUDE  DK  LA  SCIENCE  DU  LANGAGEPARDOMENICO  PEZZÍ, 
TRADUIT  DE  L'lTALIEN  PAR  V.  NOURRISSON.  I  VOL  IN  l8?  DE  237  PÁG.  PARÍS. 
SANDOZ  ET  FISCHBACHER. 


III. 

CLASIFICACIÓN    DE    LAS    LENGUAS    HUMANAS. 

Para  establecer  la  debida  clasificación  de  las  innumerables  lenguas  huma- 
nas, se  agrupan  las  lenguas  semejantes,  á  imitación  de  los  naturalistas,  en 
familias^  varias  familias  parientes  constituyen  un  tronco^  las  lenguas  pertene- 
cientes á  un  mismo  tronco  suponen  la  existencia  de  una  lengua  vMdre^  de 
la  cual  se  derivan  las  XitngMdcíÁ  fundamentales,  cjue  corresponden  á  las  diversas 
familias.  Así,  las  distintas  lenguas  índicas  constituyen  la  familia  índica,  los 
diversos  idiomas  itálicos  (latin,  umbrío,  oseo,)  la  familia  itálica.  &c.  A  su 
vez  las  familias  índica,  eraniana,  greco-albanesa,  itálica,  céltica,  eslava, 
lithuania  y  germánica,  constituyen  el  tronco  indo-germánico  ó  árya.  A 
la  familia  indo-germánica  corresponde  una  lengua  madre  indo- germáni- 
ca, la  áryacay  é  igualmente,  á  las  diversas  lenguas  del  tronco  indo-germá- 
nico corresponden  lenguas  particulares  funda f neníales,  es  decir,  que  la 
familia  índica  supone  la  lengua  índica  fundamental,  la  familia  helénica,  la 
lengua  helénica  fundamental,  y  asi  con  las  demás,  (i) 

Clasificar  las  lenguas,  por  consiguiente,  es  reunir  varias  lenguas  parientes 
en  una  familia,  varias  familias  en  un  tronco;  en  una  palabra,  coordinarlas  de 


[I]     Schleicber. — La  théorie  de  Darwin.  De  1'  importance  du  lang-age  pour  P  histoire 
natnrelle  de  1'  homme,  trad.  Pommayrol,  i  vol.  Franok,  1868. 


REVIPTA    DE    CUBA.  245 

manera  que  constituyan  clases  cada  vez  mayores  y  unidades  más  amplias. 
Esta  operación  científica  debe  hacerse  con  arreglo  á  ciertos  principios  de  cla- 
sificación, tanto  mas  numerosos,  cuanto  más  lo  sean  las  i)artes  que  forman 
el  edificio,  y  mayores  los  miembros  que  componen  el  cuer])o  del  lenguaje. 
De  ahí  la  diversidad  de  clasificaciones  que  podrían  hacerse  del  lenguaje, 
atendiendo  á  sus  varios  as])ectos,  i)ero  que  por  lo  mismo  serian  incompletas, 
por  fimdarse  en  criterios  particulares,  y  no  corresponderían  ya  á  las  verda- 
deras exigencias  de  la  ciencia,  ([ue  reclama  una  clasificación  de  las  lenguas 
fundada  en  todos  esos  as])ectos  particulares  fundidos  en  un  solo  criterio,  uno 
y  múltiple  á  un  tiempo,  sintético  como  el  lenguaje,  cuyas  formas  debe  orde- 
nar científicamente.  Expondremos,  por  consiguiente,  las  dos  que  en  el  esta- 
do actual  de  los  conocimientos  satisfacen  mejor  c*sta  necesidad  del  espíritu 
científico,  la  clasificación  j)ropuesla  por  Augusto  (jUillkrmo  Schlküel,  á 
principios  del  presente  siglo,  y  la  adoptada  recientemente  por  Steinthal.  (2) 

Clasificación  de  Schlegel. — A.  (i.  Slhlecjkl  «js  el  verdadero  autor  de  la 
división  de  las  lenguas  en  tres  grandes  clases,  atendida  su  estructura  morfo- 
lógica, ám])liamente  desarrollada  j)or  Schleicher  y  Max  MiíUer  y  aceptada 
por  la  mayor  parte  de  los  lingüistas  contemporáneos  ])or  la  simplicidad  y 
claritlad  que  la  caracterizan;  división  que  exige  algunas  ex])licaciones  preli- 
minares acerca  de  la  constitución  de  la  palabra.  (3) 

En  cada  palabra  i)ueden  distinguirse  dos  partes:  una  material  ó  radical,  y 
otra  formal;  la  primera  expresa  la  idea,  la  segunda  las  determinaciones  de 
esta  idea;  la  una  nos  dá  la  idea  de  un  objeto,  la  otra  representa  las  deter- 
minaciones de  este  objeto  expresado  ])or  la  idea.  Los  seres  y  Ism  relaciones  de 
los  seres  en  el  mundo  exterior,  los  conceptos  y  las  relaciones  de  estos  concej)- 
tos  en  el  mundo  intelectual,  las  raices  v  las  relaciones  de  las  raices  en  el  len- 
guaje  se  corresponden  re(  íprocamente  por  ser  el  último  \'\  expresión  de  la  idea, 
y  esta  la  imagen  del  objeto.  Un  análisis  cuidadoso  de  la  palabra  distinguirá, 
Pues,  las  raices  que  expresan  conceptos,  y  por  tanto,  corresi)onden  á  los  ob- 
jetos, de  los  que  no  exj)resan  sino  determinaciones  de  esos  mismos  C9ncep- 
tos,  y  por  consiguiente,  á  su  vez,  corresponden  á  las  relaciones  de  los  objetos 
entre  sí.  A  las  primeras  se  las  llama  raices  indicativas  ó  verbales  y  á  las  segun- 
das raices  atributivas  ó  pronominales,  y  como  existen  entre  ellas  tres  clases 
distintas  de  relaciones,  ([ue  vamos  á  determinar,  de  ahí  las  tres  diversas  cla- 
ses de  lenguas  ([ue  abraza  la  clasificación  de  Schlegel,  las  tnonosilábicas^  las 
aglutinantes  y  X^H'^flexivas. 

I* — Las  raices,  ya  de  una  como  de  otra  clase,  pueden  emplearse  de  tal 
modo,  íjue  cada  una  de  ellas  conserve  inalterable  su  forma  y  su    significa- 


[2]    Charakteristickd'jr  hamnsiichlichston  Typen  des  Sprachbaues,    Berlín,  i86<>. 

[3]  Max  Alüllet.—hQQOTis  sur  le  science  du  langage,  i^  serie,  lecc  ^^  La  Stratifica- 
tíon  du  langaj^e,  París,  libr.  Frauck.  Schleichet^  Zur  Morphologie  der  Sprache, 
Petersbargo,  1859. 


246  KBVISTA  Dfi  CUBAí 

cion.  En  ese  caso  no  hay  diferencia  entre  la  raiz  y  la  palabra,  cada  palab 
es  una  raiz,  cuya  significación  propia  está  siempre  presente  al  espíritu  d 
ijue  habla;  la  unidad  de  la  palabra  es  esencialmente  simple,  inorgánica, 
menudo  no  se  expresan  las  relaciones  de  los  diversos  conceptos  entre  sí,  y  < 
caso  necesario,  lo  indica  Wposicion  de  las  raices  con  relación  unas  á  otra 
Si  representamos  una  raiz  inalterable  por  R,  otra  igualmente  invariable 
con  leferencia  á  la  primera  por  r,  tendremos  las  fórmulas  R  y  -^  +  r. 
esta  clase  pertenecen  el  chinoj  las  lenguas  de  la  India  transgangética  6ina 
chinas^  y  los  idiomas  del  Ttbei\  las  lenguas  de  esta  clase  se  lUmian  rae 
cales  ó  monosilábicas.  Algunos  ejemplos  tomados  del  chino,  el  r 
presentante  mas  puro  de  esta  familia,  hani  comprender  mejor  su  natur 
Icza.  Dicha  lengua  no  distingue  en  cuanto  á  la  forma,  el  sustantivo,  el  a 
jetivo,  el  verbo,  el  adverbio  y  la  preposición.  Así,  la  raiz  y  la  palabra  fa  pu 
de  significar  grandeza,  "grande,"  "ser  grande,"  "agrandar,"  y  "grandeme 
te;"  dependiendo  el  significado,  de  la  [)Osicion  de  la  ¡)alabra  (raiz)  en  la  fr 
se.  Como  faltan  los  casos,  se  suplen  por  la  posición  de  la  ])alabra,  detem* 
nada  por  el  uso  constante  de  la  lengua:  así  figb  ía  ni  quiere  decir:  "yo 
j)ego"  (literalmente,  "yo  pego  á  tí,")  pero  ;//  lir  n<^()  significa  "tú  pegas  á  mi 
El  indo-gennánico  ai-mi  (griego  ei-mi,  yo  voy,)  se  expresaría  en  una  lengí 
monosilalica,  /  ó  /  nía,  "ir"  6  "ir  yo." 

2** — En  vez  de  permanecer  independientes,  dos  ó  más  raices  pueden  un 
se  para  formar  una  palabra  de  tal  modo,  que  la  una  conserve  intactas, 
forma  y  su  valor,  en  tanto  que  la  otra  ú  otras  se  alteran.  De  ahi  nace  ui 
diferencia  importante  entre  la  raiz  y  la  palabra,  pues  esta  última  se  conip 
ne,  las  mas  de  las  veces,  de  dos  raices:  la  una  expiesa  un  eoncep/o,  ii^tie  w 
existencia  propia,  autónoma,  un  sentido  por  sí  misma,  en  tanto  (jue  la  ol 
no  designa  sino  las  iletermimiciones  de  este  concepto,  no  i)udiendo  emplear 
independientemente  de  i>or  sí,  sino  para  precisar  más  el  sentido  de  la  ot 
raiz,  circunscribiéndolo  de  manera  que  le  hace  exi)resar  el  concepto  coni 
dera^o  en  sus  relaciones  con  las  deniíís  ideas.  La  una  es  la  sustancia  ó  m 
feria  de  la  palabra,  la  otra  ^\x  forma  ó  elemento  formal,  y  puede  añadirse 
prificipto^  medio j  fin,  ó  en  varios  puntos  á  la  vez  de  la  raiz  i)rincipaL  En 
primer  caso  se  llama /r¿;/5yV?,  en  el  segundo  infijo,  en  el  tercero  sufijo]  ton: 
dos  en  general  reciben  el  nombre  de  afijos.  La  corrupción  fónica  no  ataa 
la  raiz  principal,  smo  á  la  raiz  formal  c[ue  la  determina,  á  diferencia  de  1 
lenguas  monosilábicas,  en  las  cuales  el  cuerpo  de  sus  raices  está  libre  de 
corrupción  fonética.  A  pesar  de  la  corrupción,  se  distinguen  las  partes  coi 
titutivas  de  la  palabra;  las  formas  ác  la  declinación  y  de  la  conjugación,  pi 
den  descomponerse;  las  raices  se  muestran  como  raices,  los  afijos  como  < 
jos.  Rigurosamente  hablando  la  palabra  es  un  compuesto  no  reducido  a 
á  la  unidad,  sus  dos  elementos  están  reunidos  físicamente,  ó,  como  dice 
lingüistica,  aglutinados;  es  un  mal  mosaico  que  muestra  las  junturas  de 
piedras,  una  síntesis  de  partes  aisladas  que  recuerdan  los  trozos  que  comj 


REVISTA   DE   CUBA.  247 

nen    xm  haz,  mas  bien  que  los  miembros  de  un  verdadero  organismo;  forma 
te  l^mguaje  que  no  revela  muy  fielmente  el  pensamiento;  la  lengua  no  ha 

com."p>letado  aun  su  evolución.  Sí  representamos  por  jR  una  raíz  cualquiera, 

por  ^  un  prefijo,  por  /  un  infijo,  por  s  un  sufijo,  obtendremos  siete  fórmulas, 

fr)    c|iie  corresponden  ñ,  otras  tantas  variedades  de  esta   estnictura  morfoló- 

íícr3,.    Las  lenguas  que  poseen  esta  estnictura  se  llaman   aj^rlutinantes^  siendo 

el   ti.irco  uno  desús  mas  acabados  representantes.  Por  ejemplo,  sei^-mek  sig- 

''ífioa.  "amar,"  añaditíndole  in,  nos  dá  el  verbo  reflexivo  sn^-in-mek,  "amarse 

^  ^f    mismo,"  6  meior,  "cjozar.  ser  feliz."  Añadámosle  isc^  tenemos  el  verbo 

recf-|r>T0co  sn^sc-weh.  "amarse  uno  ;i  otro"  v  aerre^ando  ñ.  cada  uno  de  estos 

^^í^    "v-erbos  la  sílaba  dir  que  tiene  sic^ificacíon  causal,  tendremos  sei)-dir-mek, 

"Hnc:ícr  amar;"  saf-ifi-dir-mek,  "hacer  pozar:"  seV'isc-dir-mek,  "hacer  que  uno 

^'"^^c^     á  otro."  Cada  una  délas  seis  formas  precedentes,   puede  tomar  la  for- 

"^^^    T^asíva,  añadiéndole  la  sílaba  ;7,  lo  que  dá  otros  seis  verbos  de  sisrnifica- 

^'^^"^>.     diferente,  que  silenciaremos  á  nuestros  lectores  v  alpinas  de  las  cuales 

^^  "■  "tTL  traductible  á  nuestras  lenp^ias.  Todavía  d  esas  doce  formas  puede  aña- 

""*TT5^  la  sílaba  me.  lo  que  basta  para  dar  un  sentido  necjativo  á  cada  una  de 

'•'^^    <"í  oce  formas  enunciadas,  y  estas  formas  nepjatívas,  á  su  vez,  pueden  ex- 

T*J'"^^3 sar la  imposibilidad,  mediante  la  adición  de  la  sílaba/».  Reducido  á  este 

sií^t^-rna  el  indo-ejermánico  ai-mi  {^q^o  rf-mf)  daría  i-ma  6  i-mi, 

■Ista  clase  abraza  la  mayor  parte  de  las  lenj^uas  humanas,  es  decir,  todas 

c^ue  ocupan  un  lugar  intermediario  entre  las  nwnostiáhicas  y  \2l%  flexivas. 

iprende    dos   secciones:  las  lenguas  aglutinantes  propiamente  dichas  y 


^**  1  oncenas  pol sintéticas.  T^as  primeras  abrazan  las  lenguas  uralo-altáicas,  el 


^^Tx^-nés,  ^c.  V  además  las  lenguas  dravidianas  fen  el  Tndostan  meridional) 
^^     "indo-pacíficas,  las  del  Cáucaso  y  la  mayor  parte  délas  lenguas  africanas 

^^"^^^  <iiadas  hasta  ahora.  T.as  segundas,  comprenden  casi  todos  los  idiomas  de 
^^'^  impropiamente  llamados  indios  de  América,  y  además  en  F.uropa,  la 
^^^  JEí^a  7mscuence  ó  euskara.  Se  llaman  también  incorporantes  y   ola f rústicas 

y^  ^^^tán  caracterizadas  por  la  singularidad  de  encerrar  en  una  sola  palabra 

I ^*^ aislas  partes  de  la  oración;  el  verbo  encierra  en  sí  el  objeto  próximo  6 
^-^^^:íio,  y  aun  la  persona  á  quien  se  dírije  el  discurso.  Tiende,  (más  6  menos, 
mías  lenguas,)  á  absorber  en  sí  la  frase  entera,  en  tanto  que  las  demás 
-'es  de  la  frase  no  conservan  sino  el  valor  de  una  aposición  cuyo  valores 
^^'^^^inar  con  mds  precisión  lo  que  se  contiene  en  el  verbo.  (2)  Max  Müller 


248  REVISTA   DE   CUBA. 

pretende  explicar  este  fenómeno  suponiendo  la  existencia,  en  una  época  a* 
tenor,  de  fundamentos  de  palabras  más  simples  que  las  que  conocemos  a 
íualmente,  á  las  cuales  habrían  venido  á  añadirse  afijos  modificativos,  pe 
no  bastante  íntimamente  para  impedir  la  adición  de  otros  nuevos. 

3®  Dos  ó  más  raices  pnoden  reunirse  p^íra  formar  una  palabra  modificando 
cada  una  de  ellas  hasta  el  punto  de  perder  su  propia  independencia,  y  entó 
res,  no  tan  solo  se  altera  la  raíz  formal  que  expresa  Ips  relaciones,  las  detc 
minaciones  déla  raiz  principal,  sino  que  también  ésta,  see^im  leyes  constante 
puede  alterarse  para  expresar  las  relaciones.  T>a  corrupción  fonética  alcanz 
pues,  á  ambas,  y  se  confunden  de  tal  modo  en  la  síntesis  de  la  palabra,  qi 
el  que  la  pronuncia  no  tiene  conciencia  alguna  del  valor  de  los  elementos  qi 
la  constituyen,  pudiendo  descubrirlo  tan  solo  el  microscopio  del  lingüisl 
La  palabra  entonces  es  una  como  en  las  lenguas  monosilábicas,  y  co\ 
ptiesta  como  en  las  ao:lutinantes,  pero  esta  unidad  es  orgánica,  es  deci 
comprende  un  sistema  de  partes  diferentes  en  verdad,  pero  confundidas  1 
admirable  síntesis,  que  une  y  comprende  en  sí  las  dos  formas  precedentes, 
en  la  cual,  como  en  claro  cristal,  se  refleja  mejor  el  pensamiento.  Si  desigr 
mos  por  ^*  una  raiz  susceptible  de  alterarse  siguiendo  las  leyes  determi» 
das,  para  expresar  las  relaciones:  por  s  uno  6  vanos  sufijos,  por  p  un  preP 
tendremos  las  fórmulas  R\pR\  R's.  que  corresponden  á  las  diversas  fon-' 
que  puede  adoptar  la  estructura  morfológica  propia  de  esta  tercera  clases 
lenguas  llamadas ¿^r^z/V^^,  amalgamantes  y  más  comunmente  hnztiasdeflex-é 
Tomemos  por  ejemplo  la  repetida  palabra  at-miác  la  raiz  /:  en  ella  no  tan  se 
se  ha  añadido  á  la  raiz  ;  la  raiz  determinativa  ma,  debilitada  en  w/,  y  ca 
vertida  en  elemento  formal,  sino  que  la  mismíi  ra^z  /  se  ha  modificado  p 
adición,  ai 

Schleicher,  Max  Müller,  y  otros  grandes  lingüistas  consideran  estas  tr* 
grandes  clases  de  idiomas,  la  monosilábica,  la  aglutinante  v  la  flexible,  comí 
tres  períodos  de  formación  por  los  cuales  deben  pasar  todas  las  lenguas  pr 
ra  alcanzar  las  formas  más  ricas,  sintéticas  y  artísticas.  Kl  primero  puecf 
^:vm:ixsQ  prriodo  de  ¡a  raiz,  el  9,Q^\\x\ácipef{odo  de  ¡n  desinencia^  el  tercero /¿ 
ríodo  de  la  flexión  v  según  ellos,  la  forma  flexible  supone  en  absoluto  la  foi 
ma  desinencial  v  ésta  la  radical:  por  tanto,  toda  lengua  llegada  al  período  d 
flexión  ha  pasado  sucesivamente  por  los  otros  dos.  Pocas  lenguas  humana 
atendido  su  gran  número,  han  alc^anzado  este  último  grado,  perteneciendo 
ellas  únicamente  las  lenguas  áryas  ó  indo-europeas,  las  semíticas  (hebrec 
árabe,)  y  el  egipcio,  pues  la  mayor  parte  han  permanecido  en  el  segundo 
varías  no  han  podido  pasar  del  primero. 

Para  mostrar  su  aserto  ha  señalado  Max  Müller  la  tendencia  que  mué 
tran  ciertas  lenguas  monosilábicas  á,  la  aglutinación  y  las  de  esta  clase  á  1 
flexión.  Indica,  además,  que  el  examen  científico  de  las  dos  últimas  forma 
demuestra  que  la  flexión  se  deriva  de  una  estructura  aglutinante  anterio' 
así  como  esta  tenia  por  origen  una  forma  radical  antigua.  ¿No  se  demuesti 


REVISTA   DE    CUBA.  249 

que  los  añjos  provienen  también  de  raices,  antes  que  se  convirtieran 
en  simples  elementos  formales?  ¿Puede  suponerse  raiz  que  carezca  de  signi- 
ñca.oíon  propia?  ¿y  no  nos  conduce  esto  á  una  forma  monosilábica? 

Esta  hipótesis  de  la  marcha  evolutiva  de  la  estructura  glótica,  ha  encontra- 
do dos  terribles  adversarios,  en  el  príncipe  de  los  etimologistas,  Pott,  y  en  el 
gran  semitizante  francés  Ernesto  Renán.  El  primero  (i)  observa  que  la 
transformación  de  una  lengua  inorgánica  en  una  lengua  orgánica  sería  ima 
"^^tannórfosis  imposible  de  hecho  en  la  naturaleza;  que  el  monosilabismo  de 
las  raices  áryas  no  prueba  de  un  modo  evidente  que  las  lenguas  salidas  de 
este   tronco  hayan  partido  realmente  de  una  forma  monosilábica,  semejante, 
por  ejemplo,  á  la  del  chino,  para  alcanzar  en  seguida  el  estado  de  flexión; 
que  rio  hay  motivo  para  suponer  que  semejantes  raices  monosilábicas  se  ha- 
yan  empleado  desde  el  principio  en  el   discurso  privadas  de  elementos  for- 
?^^^^s,  en  tanto  que  basta  pensar  que  estas  raices,  no  pronunciadas,  se  reve- 
aDan.  tan  solo  como  lijeras  imágenes  al  espíritu  indo-europeo,  cuando  al  ha- 
?^^^  '"evestian  incesantemente  tal  ó  cual  forma.  Por  su  parte,  Mr.  Renán  (2) 
^'^^  notar  que  mientras  mas  nos  remontamos  hacia  los  orígenes  de  las  lenguas, 
.  ^^  sintéticas  aparecen,  puesto  que  van,  como  el  es])íritu  humano,  de  la  sínte- 
js  3.1  análisis;  que  si  la  simplicidad  del  monosilabismo  chino  es  una  señal  de  in- 
^^'í=í-,  no  es  fácil  comprender  como  ha  podido  llegar  á  ser  órgano  de  una  ci- 
.*^^^^c:ion  muy  desarrollada,  y  cómo  lenguas  riquísimas,  bajo  el  punto   de 
^^^^^-    gramatical,  han  podido  ser  propias  de  pueblos  mucho  menos  civiliza- 
/*^^   *  lue  los  Chinos;  que  si  las  lenguas  indo-europeas  hubieran  sido  monosi- 
^^^-^"íxs  en  una  época  prehistórica,  lo  serian  aun,  como  las  de  igual  clase  del 
'^'^^    oriental;  que  no  tan  solo  no  nos  revelan  en  absoluto  los  diversos  siste- 
^-^    ele  lenguas  esa  transformación  embrionaria  de  estructura  analítica  en  es- 
j^^^^^^ira  sintética,  sino  que  además  esta  hipótesis  destruye  la  unidad  misma 
**^s  grandes  troncos  glóticos,  por  ejemplo,  el   indo-europeo  y  el  semítico; 
^    ^     i:>uesto  que  esta  unidad  no  puede  explicarse  sino  admitiendo  que  estos 
^^    '■'^  Itimos  sistemas  de  lenguas  se  han  desarrollado  enteramente  antes  de  la 


ación  de  las  lenguas  de  cada  tronco,  y  puesto  que  es  necesario  admitir 

•s  siglos  para  la  transformación  que  supone  Max  Müller,  deberíamos 

c:ir  de  ello,  que  dichos  troncos  permanecieron  por  muy  largo  espacio  de 

l-'Do  indivisibles,  lo  que  estaría  en  contradicción  con  lo  que  sabemos 

c:: a  déla  tendencia  reconocida  que  tenían  los  pueblos  antiguos  á  divi- 

^^^«nthal  ha  observado  con  mucha  finura  que  si  la  lengua  madre  indo- 


-    .^^  ^      PoU,  Af.  MülUr  und  die  Kennteichen  der  Spraehvenoandtsch  ift  en  el  tomo  9?  de 
^J^^^^'^iceta  de  la  Sociedad  alemana  oriental,  páginas  405-464. — M.  Müller  y  las  señales  del 
^^T^itescode  las  lengufs. 
-    ^  J    Pott.  InTestigaciones  etimológicas,  2*  edidon,  parte  2*  pág.  95 .  A.  Ed.  Chaignet, 
»^  yUosofla  de  la  Ciencia  del  Lenguaje,  Paris,  1875.  Didier,  pág.  110  127. 
131    Renán,  DtV  ori^nedu  langa^»  pág.  10,  103,  117,  151  y  168. 

32 


250  REVISTA   DE   CUBA, 

europea  ha  sido  realmente  monosilábica,  no  lo  ha  sido  á  la  manera  del  chi- 
no; si  aglutinante,  no  lo  ha  sido  como  el  tátaro,  y  que  hubo  siempre  en  di- 
cha lengua  un  germen  más  rico  y  de  mayor  valor,  [i] — Adviértase  además 
que  no  debe  darse  á  la  clasificación  de  Schlegel  un  valor  absoluto,  pues 
ninguna  lengua  es  exclusivamente  monosilábica,  aglutinante  ó  de  flexión: 
dicha  clasificación  se  refiere  al  conjunto  de  las  formas  do  las  lenguas,  no  á 
los  fenómenos  raros  y  excepciones  aisladas  que  puedan  descubrirse. 

Clasificación  de  Stcinthal, — Como  se  vé,  la  anterior  se  basa  en  un  criterio 
especial,  ó  sea  la  distinta  naturaleza  morfológica  de  las  lenguas;  la  de  Stein- 
tal,  que  vamos  á  exponer,  se  basa  en  un  criterio  más  complicado,  ó  mejOf 
dicho,  en  un  conjunto  de  ellos.  (2)  Divide  todas  las  lenguas  en  dos  grandes 
clases:  lenguas  privadas  de  fotma^  [3]  y  lenguas  provistas  de  forma;  y  tanto 
unas  como  otras,  se  dividen  en  monosilábicas  y  en  declinantes  y  conjugantes^ 
subdividiéndose  estas  últimas  á  su  vez  en  tres  clases  con  arreglo  á  su  estruc- 
tura morfológica. 

A. — Lenguas  privadas  de  forma. 

r  '1X12  \    I- — Lenguas  de  la  India  transgan- 

1  Lenguas  monostlalncas,  >      ,^      *  * 

2  Or— Lenguas  declinantes  y  conjugantes. 

Que    indican    Uis  determinaciones 

del  contenido  [1]  por  medio  de  redU'    ^    II. — Lenguas  polinesias. 

plicanon  y  de  prefijos, 
b.—Que  indican  la  determinación  del 

contenido  por  medio  de  elementos   \    III. — Lenguas  urcUo^ltdiccu. 

añadidos  después  de  la  raiz; 
c.—Que  indicantes  determinaciones  del 

contenido  por  medio  de  la  incorpora-    \    I V. — Lenguas  americanas, 

cion, 

B. — Lenguas  provistas  de  forma. 

1  Lenguas  monosilábicas,  )-  V. — Chino, 

2  a.-^  Lenguas  declinantes  y  conjugantes 

por  medio  de  utia  débil  reunión  ^    ^    yi Epiédo 

los  elementos  gramaticales,  )         '       &P^^* 


b.'-'Pormedio  de  alteraciones  interiores 

de  la  raiz, 
c— Por  medio  de  sufijos  propios,  \  VIII. — Sánscrito, 


...  \   Yll.— Semítico, 

de  la  raíz,  } 


fi]     Stdnthal,  Ziitschrift  fnr  Valkerpsychologie,  tomo  2?,  pág.  338-239. 

[2]  Distinguiremos,  dice  Steinthal,  tres  factores  en  U  actividad  de  lengua  hablada:  I?  el 
isoiiido,  incorpK>racion  del  pensamiento;  2?  la  forma  glótica  VDXxxiVkinnere  Sptac kform  es 
cievir«.  el  modo  determinado  como  se  ha  efectuado  esta  incorporación;  3?  el  contenido  del 
pensar  ó  intuiciones  Anschaungen  ó  ideas  que  forman  el  objeto  de  la  comanicacioii.  To- 
da obra  de  arte  contiene  los  propios  elementos:  esta  estatua  es  de  mármol,  es  una  figura 
de  mujer  que  lleva  una  balansa  y  una  espada  y  representa  á  la  justicia.  *'Si  la  lengoa  a 
la  forma  de  la  idea,  la  idea  es  el  contenido  de  la  lengua;  por  consiguiente,  la  forma  glótiea 
es  doble:  forma  glótica  extema  ó  sonido,  y  forma  glódca  interna,  distinta  de  la  forma  16* 
eica  del  contenido  considerado  en  si  mismo,  así  como  la  forma  de  las  imágenes  dL&ere  más 
ó  menos  délas  formas  de  la  historia  que  representan. *' 

[31    Es  dedr,  del  concepto  significativo  de  una  palabra. 


REVISTA   DE   CUBA.  25 1 

Las  lenguas  de  las  cuatro  primeras  clases  confunden  la  materia  y  la  for- 
ma, porque  ya  indican  la  forma,  más  ó  menos  generalmente,  por  medio  de 
elementos  materiales;  ya  emplean  como  forma  determinaciones  materiales. 
La  quinta  clase,  considerada  en  su  conjunto,  está  libre  de  esta  confusión, 
pero  no  dispone  sino  de  elementos  materiales  y  expresa  la  forma,  no  fonética- 
mente, sino  por  vía  de  posición  y  por  medios  retóricos.  Las  tres  clases  últi- 
mas poseen  elementos  constitutivos  materiales  y  formales  unidos  entre  sí  de 
muy  diversos  modos,  siendo  las  únicas  que  tienen  verdadera  forma. — Fede- 
rico Müller,  [7]  ha  modificado  del  siguiente  modo  la  segunda  parte  de  la  an- 
terior clasificación:  B, — Lenguas  formales,  i — Monosilábicas:  [chino]  2. — 
Declinantes  y  conjugantes,  a) — Mediante  la  adición  del  elemento  gramati- 
cal [prefijo  ó  sufijo]  á  la  raiz  [hamítico;]  b) — mediante  la  transformación  de 
la  raiz  en  un  tema  trisilábico,  cambio  regular  de  la  vocal  de  este  mismo  te- 
ma, y  unión  con  los  elementos  gramaticales,  [prefijos  ó  sufijos,  [semítico;] 
c) — ^mediante  la  unión  de  los  sufijos  con  la  raiz  alterada  por  refiíerzo  ó  debi- 
litamiento de  su  vocal  [indo-germánico.] 

(GonHnuafá,) 


L7]    DU  VocalsUigerung  dtt  indo-germaoMchen  Sprachen  txi\9&  Actas  de  la  Acode- 
fnia  de  Ciencias  de  Viena, 


APARATO  RANDOM 


PAR4  L4  ÜJEJOR  DEFECACIÓN  DEL  GU^R^PO  POR  ELUCIDO  SULFUROSO. 


La  atenta  invitación  de  los  redactores  de  esta  Revista  á  todos  los  que 
piensan  y  estudian,  y  el  deber  que  tenemos  los  que  nos  ocupamos  de  la  in- 
dustria azucarera,  germen  de  vida  de  nuestro  país,  de  contribuir  con  nues- 
tro óbolo  á  su  sostenimiento  y  progreso,  nos  animan  á  dar  á  conocer  el 
aparato  arriba  mencionado,  que  acaba  de  importar  Mr.  John  M.  Brooks, 
tan  ventajosamente  conocido  entre  nosotros  por  sus  trenes  de  elaborar 
azúcar. 

La  aplicación   del  azufre   en  la  industria  es  tan  general,  que  el  ilustre 
químico  Mr.  Dumas  ha  dicho  "que  si  se  tuviese  un  cuadro  exacto   de   las 
cantidades  de  ácido  sulfúrico,  que  anualmente  se  consumen  en  diferentes 
países  y  en  distintas  épocas,  se  tendría  al  mismo  tiempo  la  medida   exacta 
del  desarrollo  de  la  industria  general,  en  esos  paises  y  en  esas  épocas."    Y 
aunque  en  lo  absoluto,  puede  no  ser  de  todo  punto   exacto   ese   aforismo, 
entre  nosotros,  ([ue  tan  poco  uso  hacemos  del  azufre,  tal  parece  que   vienen 
á  confirmar  su  exactitud  el  increible  atraso  de  la   única  industria  de  est^= 
país,  que  desperdicia  de  un    13  a  15   por   100  de  la  materia   sacarina-^ 
contenida  en  la  caña,  según  el  análisis  de  Peligot,  debido  á  la  defectuosa», 
elaboración  del  azúcar,  y  á  ese  funesto  principio  conservador  ó  sistema  rutL  — 
nario,  inherente  á  nuestro  pueblo,  que  siempre  nos  hace  marchar  á   reta.— 
guardia  en  la  via  del  progreso. 

Sin  embargo,  es  tal  la  necesidad  que  tenemos  de  mejorar  nuestra  elabo — 
ración,  tan  terrible  se  presenta  el  porvenir  para  los  mantenedores  del  pasa — 
do,  que  de  algún  tiempo  á  esta  parte  se  vienen  observando  algunos  esñier — 


REVISTA   DE   CUBA.  253 

^s  por  seguir  á  los  que  en  otros  países  ttatan  cié  aprovechar  los  adelantos 

^^  la  ciencia;  y  entre  ellos,  la  aplicación  del  azufre  al  guarapo,  es   uno  de 

^s  llamados  á  dar  tan  buen  resultado,  que  no  dudamos  formará  época  en 

^  Historia  de  nuestra  industria. 
De  tiempo  inmemorial  se  viene  usando  el  gas  sulfuroso   para  blanquear 

Materias  animales,  como  lana,  seda,  plumas,  etc.,  etc.,  que  descolora  sin  alte- 

'"^las,  así  como  artefactos  de  paja  y  espartería:  y  disuelto  en  agua,   por  su 

PA>piedad  de  impedir  la  fermentación  acética,  para  lavar  barriles   que  han 

^G  contener  licores  fermentescibles.  Estas  propiedadesin  dicaban  su  aplicación 

^Jxxgo  de  la  caña,  tanto  para  combatir  la  levulosa,  ese  principio  que  contie- 

^^f    y  que  bajo  la  influencia  de  un  álcali,  la  cal  empleada  en  su  defecación, 

Tece  el  azúcar,  como  para  evitar  esa  facilidad  de  agriarse,  por  efecto  de 

x:>naterias  orgánicas  azoadas  que  también  contiene,  y  de. .  -la  ignorancia 

uestros  maestros  de  azúcar,  que  emplean  la  cal  sin  discernimiento  alguno, 

na  manera  empírica,  dando  lugar  áque  usada  con  exceso  no  se  combine 

las  materias  extrañas,  como  goma,  albúmina,  etc.,  con  que  debe  imirse 

a  defecación,  sino  con  el  mismo  azúcar,  formando  un  sacarato  soluble, 

tan  perjudicial   es  en  la  elaboración,  y  á  cuya  formación  se  opone  el 

o  sulfuroso  neutralizando  ese  exceso  de  cal. 

a  aplicación  del  azufre  al  guarapo  ha  presentado  en  la  práctica   graves 

ultades,  ya  que  mal  aplicado  bajo  la  forma  de  bisulfito  de  cal,  ó  de  una 

iente  de  gas  sulfuroso  á  través  del  chorro  de  guarapo,  no  se  ha  destrui- 

su  marcada  afinidad  por  la  humedad  del  aire,  y  el  azúcar  con  él  elabora- 

aunque  de  bella  apariencia,  no  tarda  en  hacerse  delicuescente;  ya  porque 

onerse  en  contacto  con  el  oxígeno  del  aire  se  transforma  en  ácido  sul" 

ico  y  convierte  el  azúcar  cristalizable  (Ci2HiiOii)en  glucosa  ó  azú- 

'   incristalizable  (C  12H12O12  +  2  H  O)  ya  porque  por  su  defectuoso 

c:anismo  no  ha  sido  completa  la  absorción  del  gas  por  todo  el   guarapo, 

rzosamente  ha  producido  un  fruto  muy  desigual. 

En  el  aparato  Random  que  nos  ocupa  se  han  vencido  estas  dificultades. 

Compone  de  un  depósito  de  madera  de  forma  cilindrica,  en   cuyo  inte- 

por  una  ingeniosa  y  sencilla  disposición  de  planchas  cóncavas  y  con- 

^^>cas,  imas  agujereadas   y   otras  no,  cae   el  guarapo  en  forma  de  lluvia,  y 

^^spxies  de  absorber  completamente  el  ácido  sulfuroso  que  le  entra  por  de- 

^jo,  sale  al  tanque  enfrio;  de  un  cilindro  hueco,  de  hierro  fundido  como  de 

^  I^i^s  de  diámetro,  que  lleno  de  coke  en  dos  terceras  partes  de  su  capaci. 

^^,  contiene  en  su  parte  superior  un  recipiente  también  de  hierro   fundido 

^^    ^^viyo  interior  en  una  vasija  también  de  hierro,  concéntrica  con  la  anterior, 

y  ^^^  jiarada  de  ella  por  un  pequeño  espacio,  se  quema  el  azufre;  y  de  un  ba- 

^^^    ^  pequeño  recipiente  de  agua  ó  cualquier  solución  alcalina. 

viando  el  aparato  funciona,   el   agua  ó  líquido   alcalino  entra  len- 

^snte  en  la  vasija  en  que  se  coloca  la  hornilla,  y  al   mismo  tiempo  que 

^   ^^KÉ-esca,  se  desborda  uniformemente  sobre  el  coke,  que  conserva  siempre 


254  REVISTA   DE    CUBA, 

húmedo,  y  al  través  del  cual  el  gas  sulfuroso  tiene  que  pasar  refirescánc 
é  impidiendo  su  transformación  en  ácido  sulfúrico.  Un  pequeño  sifón 
el  fondo  del  recipiente,  permite  la  salida  del  agua,  y  un  tubo  colocado 
pulgadas  más  abajo  de  la  parrilla  que  sujeta  el  coke,  conduce  el  gaá 
depósito  de  madera,  donde  tiene  lugar  su  absorción  por  el  guan 
cuya  operación  facilita  eficazmente  un  pequeño  tubo  de  vapor,  regularíz 
á  voluntad,  en  comunicación  con  el  interior  del  depósito,  en  su  parte 
perior,  que  al  formar  una  corriente  de  aire,  obliga  al  gas  á  subir,  pasa 
por  el  guarapo  que  cae  en  la  forma  explicada.  Por  esta  disposición,  el 
vado  completo  del  ácido  sulfuroso  naciente,  y  su  absorción  por  el  gu 
po  resguardado  del  contacto  del  aire,  ofrece  una  gran  ventaja.  Operánc 
este  trabajo  en  el  vacio,  impide  la  transformación  del  ácido  sulfuroso 
ácido  sulfúrico,  desapareciendo  el  temor  de  que  se  altere  el  azúcar  ori 
lizable.  La  facilidad  de  arreglar  la  introducción  del  aire  en  la  hon 
por  una  abertura  en  la  tapa  del  cilindro  de  hierro,  asegura  la  combus 
del  azufre,  por  un  procedimiento  sencillo  y  fácil  de  manejar.  La  api 
cion  del  inyectador  de  vapor,  hace  innecesarios  los  ventiladores  6  cua 
quiera  otros  medios  mecánicos,  expuestos  á  descomponerse;  y  por  el  p 
lugar  que  ocupa  y  sencillez  de  su  mecanismo,  puede  colocarse  en  cualq 
casa  de  calderas,  sin  ocasionar  molestia  alguna,  sin  necesitar  ningim  c 
rario  que  se  dedique  á  él  exclusivamente,  pues  una  vez  encendido  el  i 
fre  y  lleno  el  depósito  de  agua,  trabaja  solo,  y  sin  producir  ningún 
olor  mientras  está  en  operación. 

En  cuanto  á  sus  resultados,  podemos  asegurar  que  ha  correspondid 
las  promesas  del  introductor  en  esta  isla,  Mr.  Brooks,  y  á  las  esperar 
que  el  estudio  del  aparato  hizo  concebir  al  que  estas  líneas  escribe,  qt 
comprendiendo  las  ventajas  de  la  aplicación  del  gas  sulfuroso  al  jugo  d< 
caña,  hace  años  se  interesa  por  su  resultado. 

Dias  pasados  tuvimos  el  gusto  de  aceptar  la  amable  invitación  del  se 
D.  José  María  Calvez,  de  pasar  unos  dias  en  su  lindo  ingenio  San  j 
de  Caunabaco,  donde  está  en  operación  el  citado  aparato.  Situada  esta  fi; 
en  un  valle,  con  muchas  y  fértiles  aguadas  y  cañadas,  rodeado  de  loi 
montuosas  que  le  sirven  de  constantes  productoras  y  generosas  pro\ 
doras  de  valioso  mantillo,  la  vejetacion  y  lozania  de  sus  campos  de  cañ2 
sorprendente,  pues  desmontado  el  terreno  hace  sesenta  años,  los  cañav< 
les  pueden  competir  con  los  mejores  en  tierras  nuevas  acabadas  de  rotu 
Esta  exuberante  vegetación,  como  sucede  siempre  en  la  de  los  terre 
fértiles  ó  recien  abonados,  lleva  á  las  casas  de  calderas  un  guarapo  n 
cargado  de  sales,  goma,  materias  albuminoideas  y  azoadas,  cuya  defecac 
es  muy  difícil,  y  por  lo  tanto  produce  muy  mala  azúcar,  como  ha  sido  sii 
pre  el  fnito  de  dicho  ingenio,  y  como  lo  han  sido  en  la  presente  zafra- 
primeros  bocoyes  que  se  hicieron  antes  de  estar  en  operación  el  apa: 
Random.  El  azúcar  mascabado  de  San  José,  de  un  comtm  refino  muy  infk 


REVISTA   DE    CUBA.  255 

1-moy  casi  consumo:  sus  bocoyes,  que  tienen  un  acarreto  de  tres  leguas  por 
examino  pedregoso,   que  sufren  trasbordes  al  ferrocarril  y  á  los  almace- 
^^^9  donde  son  rellenados,  sin  antes  habérseles  dado  pisón  en  el  ingenio, 
'<3ue  la  abusiva  práctica  de  rebajar  12  por  100  de  tara,  hace  en  extremo 
iidicial  al  hacendado  el  mucho  peso  de  los  bocoyes,  han  tenido  por 
io  medio  60  arrobas  10  libras  netas,  acusando  elsacarímetro  89,80,10 
<1'^^  demuestra  que  no  ha  obtenido  esas  ventajas  con  perjuicio  de  su  valor 
polarización. 

superioridad  es  indudablemente   el  resultado  de  la  más  perfecta 
■cacion  por  la  aplicación  del  gas  sulfuroso  al  guarapo;  y  por  lo  tanto  re- 
^^^^^^endamos  su  estudio  á  nuestros  hacendados,  que  ya  usando  tachos  al 
',  ya  trenes  comunes,  no  pueden  desconocer  los  inconvenientes  de  un 
xnal  defecado,  perjuicio  inmenso  que  á  nuestro   entender  desaparece 
parte  con  el  uso  del  gas  sulfuroso  para  la  defecación  del  jugo  de  la 
por  medio  del  aparato  Random.  El  cultivo  de  la  remolacha  en  los 
los  Unidos,  y  el  tratado  celebrado  por  su  gobierno  con  el   de  las  islas 
i,  son  golpes  mortales  para  nuestra  industria  azucarera;   tan  ame- 
hoy  por  las  azarosas  circunstancias,  que  bajo  el  punto  de  vista  eco- 
^o,  atraviesa  el  pais;  golpes  que  tan  solo  nos  es  dado  prevenir  con  la 
in-trc^^duccion  de  los  sistemas  modernos  de  elaboración,  y  con  el  estudio  de  la 
a'gro:nomiay  la  química  en  sus  aplicaciones  á  los  abonos  y  á  la  industria  que 
^os    ocupa.  Asidos  á  estas  poderosas  palancas  podremos  luchar  contra  las 
^^"^t^as  que  disfrutan  otros  paises  productores;  sin  ellas,  dejándonos  arras- 
^'^^    por  la  rutina,  pronto  perderemos  de  vista  el  puesto   entre  los  pueblos 
^^'^'^l-izados,  que,  con  más  anhelo  que  exactitud,  ha  asignado  á  nuestro  pais 
^^  ^xistrado  compañero,  cuyo  interesante  trabajo  sobre  el  precio  proporcio- 
^^    c3e  la  caña,  han  tenido  el  gusto  de  apreciar  los  lectores  de  esta  Revista. 

c.  c.  COPPINGER. 


ALEJANDRO  DUMAS  (HIJO). 


-C::* 


Hay  muchas  cosas  que  decir  de  Mr.  Alejandro  Dumas;  tantas   que    me 
guardare  muy  bien  de  intentar  el   decirlas  todas,  pues  no  conozco  hombre 
más  complexo,  ni  de  quien  sea  más  difícil  hablar,  si  quiere  uno  hablar  de  él 
equitativamente.  Tiene  fanáticos  que  admiran  todo  lo  suyo,  tiene  detracto- 
res que  no  pueden  resistir  nada  suyo;  y  quizás  la  última  palabra  seria   que 
merece  todo   el  bien   y  todo  el  mal  que  se  ha  dicho  de  él.  Gusta  é  iirita; 
atrae  y  repele,  hasta  sucede  á  veces  que,  leyéndolo  ú  oyéndolo,   se   siente 
uno  simultáneamente  cautivado  y  rebelado.  Tiene  tanto  talento   que  se  in- 
clina uno  á  perdonárselo  todo,  y  hace  de  vez  en  cuando  tal  uso  de  ese  ta^^ 
lentOy  que  lamenta  uno  que  lo  tenga.  ¿Es  un  bien  ó  un  mal  para  este  sigl^ 
el  contarlo  entre  sus  hijos?  Ambas' cosas  pueden  sostenerse;  pero   lo  cié 
es  que  ha  obligado  á  sus  contemporáneos  á  ocuparse  de  él,  á  la   Acade 
francesa  á  recibirle,  que  quizás  la  posteridad  se  vea  en  el  caso  de  leerlo, 
que  de  todos  modos,  los  historiadords  que  hablen  de  nuestra  época,  no  t 
drán  el  derecho  de  despreciarlo. 


I. 


Como  autor  dramático  merece  un  largo  estudio,  pues  al  teatro  ha  d< 
do  Dumas  su  popularidad,  y  á  él  debe  también  lo  más  sólido  de  su  rena^ 
bre.  Hijo  del  novelista  y  del  autor  dramático  más  fecundo  de  la  generac 
de  ^830,  principió  por  escribir  novelas,  más  no  tardó  en  comprender  qU' 
no  era  esa  su  vocación.  El  que  quiera  saber  lo  que  puede  ser  el  génesis  di 
un  hombre  de  talento,  como  es  posible  que  viva  algún  tiempo  ignorándose 
á  si  mismo,  no  tiene  más  que  abrir  los  volúmenes  intitulados:  7>rx  hombres 
fuertes^  Distan  el  Rqfo,  El  doctor  ServanSy  Aventuras  de  cuatro  muieres  y  un 


REVISTA  DE   CUBA.  257 

papagayo,  Sofía  PrintempSy  y  otros,  todos  medianos  hasta  el  punto  de  que 
no  se  ha  escrito  nada  más  mediano  en  un  género  en  que  tanto  se  ha  abu- 
sado de  la  medianía.  Ni  la  fama  del  autor  ha  sido  bastante  para  sacar  esos 
libros  del  olvido  en  que  habian  caido  desde  el  primer  dia,  pues,  aunque  ha 
dicho  que  los  escribió  para  pagar  deudas  de  juventud,  su  prosa  es  de 
muy  humilde  categoría.  Solo  una  novela  de  Dumas  salió  de  esa  penumbra, 
La  dama  de  las  camelias;  pero  La  dama  de  las  camelias^  aún  en  forma  de  li- 
bro, era  más  bien  un  drama  que  una  novela;  como  se  vio  tan  luego  que  el 
autor  tuvo  la  feliz  ocurrencia  de  trasformarla  en  obra  dr-ímática,  puefffcra 
que  de  ella  saliera  una  acción  viva,  conmovedora,  palpitante  üo  necesi- 
tó más  que  cortarla  en  escenas,  por  decirlo  así.  Por  tanto,  ya  estaba  enca- 
minado, su  primera  obra  fué  una  obra  de  maestro,  y  cuando  despue?,  aun- 
que raras  veces,  ha  vuelto  á  la  novela,  como  en  El  proceso  Clemenceau^  ca  • 
da  página  del  novelista  acusa  al  autor  dramático,  revelándolo  en  la  con- 
centración de  la  acción,  en  la  rapidez  de  la  narración,  en  el  cuidado  de  po- 
ner en  escena  los  incidentes,  de  introducir  sin  cesar  el  diálogo,  de  oponer 
los  caracteres.  Y  así  como  el  teatro  dio  á  Mr.  Dumas  la  conciencia  de  su 
fuerza,  también  el  teatro  le  ha  enseñado  á  escribir,  pues  sin  apartarlo  de 
los  extravíos  del  gusto  ni  de  la  declamación,  que  son  defectos  que  el  teatro 
no  corrige,  le  ha  enseñado  á  hablar  un  lenguaje  firme,  fuerte  y  brillante, 
curándole  de  la  molicie,  de  la  trivialidad,  de  la  indecisión  El  buen  autor 
dramático  se  prohibe  severamente  las  amplificaciones  inúi.ltrs;  e-^  el  teatro 
sobretodo  lo  que  abunda,  daña,  es  prec'so  sa.er  concenti -.r  una  cxp.^si- 
cion  manifestar  un  carácter,  resumir  un  largo  debate  en  algunas  frases  y 
en  algunos  minutos.  El  que  quiera  apreciar  los  adelantos  realizados,  que 
compare  el  estilo  de  El  doctor  Servans  y  hasta  el  de  Za  dama  de  las  carne- 
luis  con  la  lengua  tan  viril,  tan  noble,  tan  brillante  de  El  proceso  Clemen- 
ceau, 

Mr.  Dumas,  como  autor  dramático,  posee  cualidades  innegables,  y  esas 
de  primer  orden.  Así  lo  prueba  su  éxito,  y  hasta  sus  adversarios  se  ven 
obligado  á  reconocerlo.  De  entre  los  escritores  de  su  generación,  uno  solo 
quizás  puede  comparársele,  Mr.  Emilio  Augier,  y  Mr.  Emilio  Augier,  á  pe- 
sar de  méritos  más  múltiples  y  tal  vez  de  orden  superior,  no  ha  tenido  en 
el  teatro  Ja  constante  fortuna  de  Mr.  Dumas,  pues,  si  bien  ha  con- 
seguido brillantes  ovaciones,  también  cuenta  ruidosas  caidas,  al  paso 
que  Mr.  Dumas  en  sus  dias  menos  felices,  no  ha  bajado  nu.x^ 
de  un  éxito  mediano.  Tiene  las  dos  cualidades  esenciales  para  la 
escena:  la  vida  y  la  fuerza;  pues  aunque  dudo  que  sus  personajes  sean  siem- 
pre tan  verdaderos  como  algunos  han  dicho,  y  él  mismo  cree,  verdaderos 
5  falsos,  viven,  se  mueven,  obran;  existen,  por  lo  menos,  á  la  luz  de  las  can- 
dilejas, embargan  la  atención  y  fijan  el  interés.  La  mano  del  autor  es  ma  - 
no  vigorosa,  que  sabe  sujetar  magistralmente  á  su  público,  excitar  sus  pa- 
siones, cautivar  su  curiosidad,  y  hasta  dominar  pronto  al  que  empieza  por 

33 


258  REVISTA   DE   CUBA. 

desistir.  Quizás  al  dia  siguiente  renacerán  las  protestas,  ó  antes,  cuando  i 
espectador  puesto  el  sombrero  y  el  abrigo,  vaya  por  el  boulevard  ó  pe 
las  calles  rumiando  lo  que  se  acaba  de  representar;  pero  mientras  está  e 
su  luneta  casi  ni  piensa  en  defenderse. 

Mr,  Dumas,  más  quizás  que  ningún  otro  de  nuestros  autores,  excepto  s 
padre,  ha  recibido  aquel  don,  el  verdadero  don  dramático,  el  que  no  i 
adquiere  ni  se  aprende,  de  componer  una  acción,  de  indicar  seguidamen 
Il^^nde  chocarán  los  caracteres  que  intervienen,  de  empujar  los  pers 
najes  unos  contra  otros  y  hacia  la  crisis  esencial,  hacia  aquella  escena  capit 
que  es  todo  el  drama,  y  que  la  crítica  de  otra  época  llamaba  el  nudo  1 
una  intriga.  Se  puede  decir  que  en  este  punto  ha  hecho  una  revolución  < 
el  teatro  francés,  ha  añadido  mucho  á  lo  que  era  nuestro  arte  dramáti 
cuando  empezó  á  escribir.  Comparando  sus  obras  con  la  de  los  hombí 
que  le  precedieron,  echa  uno  de  ver,  por  punto  general,  cuanto  más  ráp5 
es  la  acción,  la  ñrmeza  y  decisión  de  su  andar,  como  elimina  y  resue] 
los  incidentes  secundarios,  cuan  ligero  es  el  movimiento  de  las  escenas,  Z 
gando  á  asombrar  lo  que  encierra  á  veces  un  solo  acto.  Nuestros  padre 
eran  gentes  de  paciencia,  que  toleraban  muchas  demoras,  como  se  nota  e 
algunas  obras  de  ahora  cincuenta  años,  sin  ir  más  lejos,  cuando  las  ve  un 
representar  después  de  haber  asistido  uno  la  víspera  á  la  representado] 
de  un  drama  de  Mr.  Dumas.  Naturalmente  el  anális  psicológico  de  lo 
sentimientos,  la  serenidad  y  la  armoniosa  calma  de  la  lengua,  pierden  la 
más  veces  algo  con  tan  rápido  andar;  y,  sin  embargo,  esa  misma  rapide 
es  una  ñierza  rara,  ya  que  el  espectador  de  hoy  dia,  acostumbrado  á  le 
caminos  de  hierrro,  tiene  prisa  por  llegar,  en  cualquier  viaje  que  en 
prende. 

Mr.  Dumas  no  tiene  solamente  el  don  de  la  naturaleza,  sino  que  tambie 
cuenta  con  todo  los  recursos  del  arte:  hábil  se  manifestó  desde  el  prim 
dia,  y  hoy  su  habilidad  es  consumada.  Creo  que  ningún  autor  dramático  1 
conocido  su  oficio  tan  bien  como  él,  ni  estudiado  tanto  como  triunfa  6  C2 
una  obra,  ni  analizado  lo  que  seduce  ó  irrita  á  ese  ser  extraño  y  nervio 
que  se  llama  un  público,  es  un  domador  tan  ejercitado  que  muchas  vea 
se  complace  en  excitar  la  bestia  feroz  para  proporcionarse  el  áspero  orgí 
lio  de  aquietarla  y  traerla  dócil  á  sus  pies.  Teme  sobre  todo  su  indiferenci 
pasiva:  la  acosa,  la  desespera,  va  á  ser  devorado,  pero  no  temáis,  que  él  ] 
miro  fijamente  los  ojos,  sus  latigazos  están  contados,  y  él  sabe  cual  es  < 
momento  en  que  el  ejercicio  pararia  en  trágico.  Hay  en  una  muchedumbí 
discordes  elementos,  desde  la  mujer  que  va  para  llorar  hasta  el  parisién: 
del  boulevard  que  es  reacio  á  la  emoción  y  que  acude  para  digerir  agrs 
dablemente  la  comida,  desde  el  hombre  de  la  clase  media,  discípulo  < 
Prudhomme,  que  pide  un  lugar  comim  de  noble  moral,  hasta  el  escépti< 
desencantado  y  libertino  que  necesita  paradojas  brillantes  y   agudezas  qi 


REVISTA   DE  CUBA.  259 

rayr^n  en  indecencias.  Todo  el  mundo  tendrá  su  parte,   saldrá  contento  y 
recromendará  la  obra  á  sus  amigos, 

XL.a.  difícultad  de  una  obra  dramática,  particularmente  de  una  una  obra  en 
cíncro  actos,  consiste  en  agradar  y  variar  el  interés,  dando  á  cada  acto  su 
n)a,t:Í2,  su  fisonomía,  su  atractivo  propio;  no  es  posible  herir  á  mansalva 
el  nn  i  smo  pensamiento,  como  no  es  posible  dar  para  todo  en  una  misma 
orq  u  ^ta  el  primer  papel  al  mismo  instrumento.  Nadie  ha  sabido  mejor 
qii^  lZ)umas  introducir  la  variedad  sin  dañar  á  la  acción,  sosegar  el  espí- 
titxx  T-ecreándolo,  hacer  pasar  al  espectador  por  una  serie  de  emociones  muy 
ca'l<=^i^ladas  y  diversas,  enteramente  ageno  al  fin  que  se  propone  el  autcir. 

CI>  t  ra  dificultad,  no  menos  grande,  es  la  de  preparar  una  escena,  condu- 
cirlíx,  anunciarla,  poner  al  espectador  en  el  estado  más  favorable  para  reci- 
bir su.  impresión,  la  de  hacerla  esperar;  pero  sin  ser  prevista,  para  que  pro- 
du.-zer£i  todo  su  efecto,  y  sin  que  por  eso  el  efecto  deje  de  impresionar  al  es- 
P^<^t:5a.dor,  Y  en  ese  arte  sobre  todo,  el  más  difícil  tal  vez,  y  el  más  esencial 
^^  ^1  teatro,  pasa  por  maestro  Mr.  Dumas,  por  ejemplo,  mirad  las  dos  es- 
cexisx^  de  El  de^ni  monden  la  escena  entre  Olivier  de  Jalin  y  Suzanne,  entre 
^^i'v^icr  de  Jalin  y  Mr.  de  Nanjac,  y  os  sorprenderá  como  las  ha  preparado, 
^^^^^ci.<3>  las  siente  uno  venir,  el  arte  con  que  sabe  el  autor  retardarlas  muchas 
en  el  instante  en  que  uno  las  desea  más,  lo  seguro  que  está  uno,  sin 
-argo,  de  que  llegarán,  y  el  silencio  religioso  que  reina,  apenas  se  siente 
q^^  ¿al  fin  cada  una  de  ellas  ha  llegado,  y  que  los  personajes  van  á  luchar 
^^^^■Tpo  á  cuerpo  en  el  encuentro  decisivo. 

CI>  tro  arte  más  maravilloso  todavía  posee  Mr.  Alejandro  Dumas,  arte  in- 

leriox*  sin  duda,  pero  casi  necesario  para  el  verdadero  dramaturgo;  á  saber, 

^   d^  escamotear  las  dificultades,  de  hacer  aceptar  las  inverosimilitudes,  y 

tapa.1-  ¡Qg  agujeros  de  la  obra,  como  se  dice  en  el  tecnicismo  del  oficio,  Nin- 

Sy^    presudigitador  ha  superado  á  Mr.  Dumas  en  el  arte  de  birlar  una  sor- 

^JQ-,  de  dejar  en  la  mano  la  carta  escojida,  ó  de  sacar  de  un  sombrero  una 

tortilla  bien  aderezada,  quizás  porque  nadie  lo  ha  necesitado  tanto  como  él. 

C-»  teatro  exagera  la  realidad  para  hacerla  más  sensible,  concentra  en  algu- 

^^^   "*^oras  el  desarrollo  de  pasiones,  que  las  más  veces  para  nacer  y   obrar 

í^^cesitan  meses  y  años,  y,  por  tanto,  casi  siempre  se  ve  obligado  á  emplear 

^^*^^s  que  chocan,  no  solamente  con  la  verdad  real,  sino  también  con  la 

crosirnilitud;  pero  el  teatro  de  Mr.  Dumas  abusa  más  que  otro   alguno  de 

^"^^rosimilitud,  pues  abunda  en  personajes  forzados,  en  situaciones   im- 

^*^"l^s,  en  desenlaces  que  se  pueden  llamar  del  otro  mundo,  y,  con  todo, 

^'^^tor  sabe  hacer  aceptar  tales  personajes,  imponer  tales  situaciones  y*  to- 

^   tíiles  desenlaces.  Acumulando  razones  medianas  y  malas  que   vencer 

•v    ^^   ^  poco  la  resistencia  del  espectador,  agrupando  mínimas  circunstan- 

^      »  ^o  elegidas  á  la  ventura,  que  paulatinamente  ponen  al   espíritu   en  el 

^^^^o  en  que  lo  necesita,  prepara  con  mucha  antelación  el  golpe  que  al  fin 

Yi^  ^^  llegar,  vuelve  á  la  carga,  insiste.  Bien  me  acuerdo  de  aquel   pobre 


26o  REVISTA   DE   CUBA. 

Mr.  de  Fontelle  de  La  princesse  Gforges,  de  aquel  pobre  agregado  de  eraba 

ada  tan  indiferente,  tan  insulso,  tan  inútil  en  la  obra;  al  verlo  aparecer  e 

a  primera  representación,  todos  los  concurrentes  habituados  á  las  obras  d 

Mr.  Dumas,  dijeron  a<  instante:  "tú  no  me  interesas,  aquí  no   sirves  pai 

nada;  sé  quién  eres,  te  llamas  el  desenlace."  Y  de  hecho   el  pobre   Mr.  <! 

Fonteile  no  era  otra  cosa. 

;''odo  un  estudio,  y  muy  curioso,  podría  hacerse  sobre  este  punto   en  1 

«..  jlM-a^  ta^  ™al  nacida  en  su  conjunto,  que  se  llama  La  Extranjera,   critia 

da  en  e.^^ta  Revista  con  tanta  gracia.  Sin  averiguar  si  Mr.  Dumas  ha  produc 

do  gja^una  obra  más  extraña,  más  insostenible,  es  lo  cierto  que  no  ha  pn 

ducido  ninguna  tan  extraordinaria  por  sus  i^ersonajes,  de  armazón  tan  m; 

trabada,  considerada  la  lentitud  de  la  acción,  tan  poco  nutrida,  á  no  ser  c 

inverosimilitudes.  Pero  nunca  su  arte  ha  sido  más  prodigioso,  pues  solo  • 

.  era  capaz  de  hacerla  oir  hasta  el  fin,  ya  que  no  lo  fuera  hacer  de   tal   obi 

una  obra  buena.  En  ella  se  ve  á  un  padre  servir  de  testigo  contra  su  yem» 

el  salón  particular  de  una  mujer  de  la  alta  sociedad  servir  de  punto  de  c 

ta  á  todos  los  testigos  de  un  duelo,   entre  ellos  á  los   testigos  del  aman 

[virtuoso]  de  la  mujer,  á  una  mujer  que,  en  ese  salón,  cambia  jurament 

con  el  amante  (siempre  virtuoso,)   en  el  mismo  momento  en  que  este  va 

batirse  con  el  marido,  en  fin,  al  marido,  provocado  y  matado  por  su  prop 

testigo.  Pues  bien,  Mr.  Dumas  tiene  explicaciones  y  arreglos   para   toe 

explicaciones  malas  y  arreglos  menos  que  medianos,  con  que  el  espectac 

que  tiene  una  c'ave  en  su  bolsillo,  se  ve  obligado  á  contentarse  por  el  nr 

mento. 

¡Qué  bien  siente  uno  desde  el  primer  acto  que  ha  de  desaparecer  a(L" 
pobre  duque  en  el  quinto  para  permitir  que  se  reúnan  la  mujer  y  el  ama- 1 
cada  vez  más  virtuososl  Apenas  se  le  ve,  se  familiariza  uno  con  la  idea 
que  va  á  morir,  coadenado,  como  está,  aún  antes  de  aparecer.  Desde 
segundo  acto,  ya  sabemos  que  ni  siquiera  tiene  alma,  que  aparenta  que 
ve,  pero  no  vive  en  realidad;  después  nos  dicen  que  el  mal  no  triunfa  ii."i 
ca,  y  que,  cuando  parece  que  triunfa,  es  porque  no  mira  uno  mucho  tie 
po;  de  acto  en  acto,  de  escena  en  escena,  nos  preparamos  más  y  más 
que  nos  lo  arrebaten:  el  toque  de  llamada  renace  sin  cesar.  Lo  único  qi 
sabemos  es  que  Gerardo  no  lo  matará,  porque  es  preciso  que  Gerard 
esencialmente  virtuoso  pueda  casarse  con  la  viuda;  en  cambio,  por  él  des 
confiamos  singularmente  de  aquel  terrible  yankee  del  Far  West  que  le 
saluda  con  un  squciWo  Buenos  dias  caballero,  y  que  matad  un  hombre  como  i 
un  conejo,  Al  fin,  muere,  matado  como  un  conejo,  y  su  muerte  no  no 
conmueve  un  instante,  y  ni  trágica  es  esa  muerte;  nadie  se  cura  de  que  ha' 
un  cadáver  y  sangre  derramada,  y  cuando  el  comisario  exige  que  se  coni 
pruebe  oficialmente  la  muerte,  respondemos  con  el  doctor  Remonin  p< 
toda  oración  fúnebre:  con  mucho  gusto. 

De  seguro  que  seria  muy  curioso  estudiar  en  qué  consiste  el  arte  co 


REVISTA  DE   CUBA.  26 1 

que  ^^«r,  Alejandro  Dumas,  obliga  al  espectador  á  aceptar  los  cordones 
^ir*na.á-t:icos  de  que  se  vale,  cordones  que  suelen  ser  cables:  los  jóvenes  dra- 
matiar^os,  que  tienen  mucho  que  aprender  con  Mr.  Alejandro  D urnas,  ha- 
•"án  rrxxay  bien  en  dedicarse  á  ese  estudio.  Uno  de  sus  procedimientos  más 
habit  viales  consiste  en  hacerse  en  alta  voz  las  objeciones  que  el  espectador 
hace  pasito,  y  contestarlas  bien  ó  mal,  ó  no  contestarlas,  si  le  parece.  El 
desenlace  de  Las  ideas  de  Mmc.  Aubray,  es  de  las  que  más  asombran  al  pú- 
blico: es  duro,  dice  el  filósofo  de  la  obra,  y  se  salva  el  desenlace.  El  públi- 
^^^  SC5  enojaría  quizás  al  ver  á  un  suegro  servir  de  testigo  al  amante  de  su 
"U^^  oontra  su  yerno;  pues  bien,  el  autor  es  el  primero  en  manifestar  extrá- 
ñela., y  he  ahí  el  incidente  aceptado,  poque  el  espectador  deduce  natural- 
■^^^^i^te  que  el  autor  ha  tenido  buenas  razones  para  usarlo,  puesto  que  vio  la 
difi exultad  y  no  se  arredró.  Oh!  qué  hábil  es  Mr.  Dumas,  y  qué  obras  tan 
'^^^-'"a.villosas  haría  si  bastara  la  habilidad  para  hacer  obras  buenas! 

^N^o  tiene  solo  la  habilidad  y  el  don  de  la  acción  dramática;  posee   tam- 

J^^^ri  su  estilo.  Ya  he  dicho  cuanto  le  ha  enseñado  el  teatro;  pero  eso,  no  se 

^^    l^a  enseñado  el  teatro  á  todos.  El  nació  con  el  instinto  de  la  lengua  fran- 

^^sa.,  y  no  le  faltaba  más  que  la  ocasión  de  aprenderla:    ocasión  que  como 

^*    l^an  tenido  los  Scríbe  y  los  Sardou  sin  aprovecharla  mejor  que  los  d'En- 

^y  y  hasta  los  Dumas  padre.    A  veces  confunde   el  sentimentalismo  con 

sentimiento,  y  en  ciertos  lugares  de  sus  obras,  sus  lugares  favoritos,  don- 

^*^   clesenvuelve  tesis  filosóficas,  cae  en   pretensiosos  galimatías,   cultivando 

^*  ^^JíuDs  y  elpathos,  pero  por  lo  común  su  lengua  es   franca,  clara,   sencilla 

^^^"^   flojedad.  No  pertenece  al  número  de  los  que  no  pueden  acabar  una  fra- 

^^   '^i    escribir  tres  palabras  sin  poner  puntos  suspensivos,   para   reemplazar 

^^   ^Xxie  faltan,  su  diálogo  es  enérgico  y  vigoroso,  alcanzando   con  frecuen- 

^^3.  1.^^  verdadera  elocuencia  y  la  verdadera  pasión.  El  mismo   ha   expuesto 

guna  parte  su  procedimiento  que  es  el  bueno:  consiste  en  escribir  pri- 

con  todo  el  vigor  y  la  energia  posibles  con  riesgo  de   llegar  hasta  la 

''^t^lidad,  en  pleno  amasijo,  según  su  expresión,  volver  después   sobre   sí, 

^^Oc^^r,  suavizar  con  tintes  y  medias  tintes:  el  trabajo   de  las   repeticiones. 

^"^     Ina  de  ser,  en  efecto,  la  verdadera  lengua  del  teatro,  y  de  la   energia  de 

^   P> arnera  inspiración,  del  primer  grito  de   la   naturaleza,   queda  siempre 

^^^-    :iiota  má  apropiada  que   la  que  ayudarían  á  encontrar  todas  las  retó- 


ebe    también    una    parte    de    su  éxito  á  su  ingenio,    y  su  reputación 

^^^^^:a  de  este  punto  está  formada,  y  muy  bien  sentada,  para  que  sea  nece- 

^^rxc^  probarlo.  Lo  ha  derramado   con   profusión  en  todas  sus  obras,  como 

"^^"^^bre  que  tiene  las  manos  llenas  de  agudezas  y  no   economiza,  sabiendo 

^^^    las  de  hoy  no  dañarán  á  las  de  mañana,  seguro  como  está  de   renovar 

Stt  X^  revisión:  en  una  palabra,  gasta  tanto  ingenio  como   gastaba   su  padre 

^^^ro.  Por  cierto  que  todas  sus  agudezas  no  tienen  el  mismo  valor,  las  hay 

b^^nas,  pasables  y  las  medianas  no  escasean;  tiene  en  su  bolsillo  oro,  plata 


i 


.ÍO^*  REVISTA   DE    CUBA. 

V  vv6ic.  Su  propio  nombre  ganaría  mucho  sin  duda,  si  fuera  más  seveí»  ^^ 
consigo  mismo,  pero  es  sabido  que  las  damas  opulentas  que  tienen  mucho^czj 
<ii«ituantes  verdaderos,  son  las  que  se  permiten  mezclarlos  con  cristales  d» 
roca. 

Ima  censura  más  grave  voy  á  hacerle,  la  de  que  atribuye,  sin  distincioK 
el  mismo  ingenio  á  todos  sus  personajes,  que  hablan  el  mismo  lenguaje,  tii 
nen  la  misma  manera  de  decir  la  frase  y  do  aguzar  su  punta,  y  que  unos 
otros  se  lanzan  las  réplicas  con  igual  oportunidad,  como  buenos  jugado: 
de  pelota,  pues  ninguno  resiste  la  tentación  de  formular  un  axioma  ni  f 
lanzar  un  epigrama.  Tantas  agudezas  dicen  sus  doncellas  como  sus  resp» 
tables  viudas  ó  sus  filósofos  caseros,  y  hasta  sus  niños  de  ocho  años  ó 
menos  tienen  las  suyas  con  gran  peligro  de  su  salud. 
Quand  ils  ont  tant  d*esprit,  les  enfants  vivent  peu.  (i) 
No  procedia  así  Moliere,  á  quíea  tanto  ensalza  Mr.  Dumas,  poniém 
se  con  frecuencia  á  su  lado.  Moliere  se  esmeraba  mucho,  por  el  contrar 
en  no  hacer  hablar  á  sus  actores  al  azar,  y  más  particularmente  en  que 
hablaran  todos  como  el  autor  en  persona;  método  que  dejaba  a  La 
pranéde.  No  habría  puesto  él  nunca  el  francés  de  Philaminte  en  boca 
Martine  ó  hecho  lanzar  por  la  sincera  Eliante  los  chistes  de  Celimena. 
leau,  muy  buen  juez  de  las  cosas  de  su  época,  decia  que  esa  verdadera  ob*  >« 
vacion  de  los  caracteres  era  precisamente  la  causa  de  que  Moliere  hubi —  ^ 
dado  lustre  á  sus  escritos. 

El  ingenio  de  Mr.  Dumas  no  es  puramente  gracia  francesa,  es  el  inge 
parisiense,  es  la  chispa  del  boulevard,  la  que  circula  ea  los  cafés  y  en 
journeaux^  el  ingenio  revestido  á  la  última  moda.  La  gracia  francesa  tien( 
aire  particular,  y  hasta  procedimientos  propios;  Mr.  Dumas  tiene  los  sui 
que  nunca  abandona,  y  que  son  parte  integrante  de  su  sistema  dramát  ' 
£n  todas  sus  obras  pone  un  dicho  de  efecto   ingeniosamente  cincelado;:^ 
como  los  melocotones  á  quince  sueldos  del   Demí  monde ^  la  teoria  del  £Z«^ 
lo  de  Las  ideas  de  Mme,  Aubray^  La  caza  del  oso  de  Los  Danicheff6  elvib^ 
de  La  extranjera.  Después  de  la  ¡mracra  representación  la  frase  anda 
todo  París;  Xospetitsjour^neaux,  en  (^ue  el  autor  ha  tenido  siempre  buenos  a- 
gos,  la  citan  y  la  recomiendan,  muchos  van  al  teatro  á  una  representac 
solo  por  oiría,  la  frase  se  pone,  en  fin,  de  moda,  y  al  cabo  se  convierte 
imo  de  esos  proverbios  destinados  á  dar  talento  á  los   tontos   por  alg\ 
semanas,  que  se  repiten  á  cada  paso,  y  son  muy  del  gusto  de  París,  has 
punto  de  que  casi  bastan  para  determmar    un  triunfo.    Otros   autores 
copiado  después  la  receta  de  Mr.  Dumas,  pero  todavía  él  es  quien  h 
mejor  ¡mrtido.  Sin  embargo,  bien  podria  renunciar  á  esos  pequeños  re? 
habiendo  tantos  de  buena  ley  y  teniendo  él  tanto  y  tan  buen  ingenio. 


(I]    VivcD  poco  los  niños  que  tienen  tanto  ingenio. 


REVISTA    DE   CUBA.  263 

do  quiere,  como  lo  ha  probado.  No  sé  yo,  por  ejemplo,  que  desde  Etma- 
trirrz^rtio  de  Fígaro  se  haya  visto  en  ningún  teatro  una  conversación  más  brí- 
llanto  ni  más  deslumbradora  que  todo  el  principio  del  segundo  acto  de  El 
p^^r-^ Redigo ^  aquella  comedia  tan  agradable  casi  toda,  que  lo  seria  mucho 
más  si  al  terminar  no  se  trocase  súbitamente  en  drama. 

líe    ahí  ciertamente  muchas   cualidades;  y,  con  todo,  sí,  con  todo,  mu- 
chos     cosas  faltan  á  Mr.  Dumas  para  ser    un  autor  dramático  completo, 
sí     el     verdadero   autor  dramático   es   el   que  refleja  en  su  obra   la  ima- 
gen     c3e   la  vida  que  se  agita    en   derredor    suyo;   y   del   conjunto   de 
sus      cabras  hace  como  una  epopeya  contemporánea.  El  no  ha  hecho   Co- 
meifz^x-  humana^  y,  sin  traer  á  la  memoria  los  nombres  eminentes  de  un   Mo- 
liere    <5  de  un  Balzac,  tal  es  su  gran  inferioridad,  si  se   le  compara  con   otro 
autox"  dramático,  cuyo  nombre  he  pronunciado  ya,  con  Mr.  Augier,  que  ha 
escri  "to  á  Mattre  Guerin  junto  al  Hijo  de  Gíboyer,  á  Madame  Caverlet  junto  al 
Y^í-^^^T^^de  monsieur  Poirter^  á  La  aventurera  junto  á  Filiherta,  La  inspiración 
de    !N^r.  Dumas  carece  además  de  variedad;  para  él  solo  existe   Paris,   y  de 
Paris  no  conoce  más  que  un  pequeño  rincón;  á  él  más  que  á  otro  alguno 
delD^moS  la  singular  idea  que  tienen  los  extranjeros  de  la  sociedad  francesa. 
Su  lira  no  tiene  más  que  una  cuerda,  pues  no  ha  estudiado  y  representado 
m.ás   <que  ima  de  las  pasiones  que  agitan  el  mundo,  pasión  que   además  no 
ha.  pintado  sino  en  ciertas   condiciones  particulares  y  especialísimas.   Del 
mismo  defecto  adolecen  los  personajes  de  Mr.  Dumas;  todos  son  tipos  que 
^ven  en  cierto  ambiente  y  modelados  por  la  vida  de  una  manera  exclusiva. 
^  puede  decir  que  es  torpe  en  representar  las  muchachas,  y  se  debe  agre- 
gar cjue  es  tan  discreto  que  lo  evita  cuanto  puede:  el  dia  en  que  se  me  en- 
sene una  muchacha  honesta  que  se  parezca  á  la  Elisa  de  La  ctiestion  de  di- 
^^^^y  ine  comprometo  á  irlo  á  decir  más  allá  de   Roma:   tampoco  conozco 
nada  rnénos  delicado  que  la  novelitade  La  Nichette  de  la  Dama  de  las  carne" 
^^^9   Con  su  simpleza  de  pasante,  novela  que  el  autor  ha  querido,  sin  embar- 
É^o,  í>r^sentamos  como  el  idilio  más  tierno  y  más  casto.  Así  mismo,  no  son 
^3^   <ie  su  cuerda  los  hombres  honrados,  jóvenes   ó  viejos,  aquellos   que 
4Uier^  mostramos  como  dechado  de  la  humanidad,  sus  héroes  virtuosos,  sus 
^^j  íxdores,  sus  Gerardo,  sus  Claudio,  sus  Daniel,  hasta  sus  Nanjac  y  sus 
^^^iXo  Aubray,  que  carecen  terriblemente  de  vida,  como  que  son  mani- 
^  ^^    5r  nada  más:  mejor  está  entre  sus  vividores,  sus  corredores  de  bastido- 
^    c3e  cafés,  ya  sean  ociosos  amables  como   Valmoreau  de  Mme.     Au- 
^  ^y^  <S  Rogerio  de  Faldé,  ya  ociosos  libertinos  como  el  padre  de  El  hijo  fut" 
r^^^    Mr.  Alfonso  ó  el  duque  de  Septmonts,  el  pobre  vibrión.  La  mujer  que 
^    x-eprescntar  en  la  escena  es  la  mujer  de  treinta  años  ó  de  más  de  trein- 
^^cns  muchas  veces,  que  conoce  la  vida  y  sus  pruebas,    cuyos  sentidos  se 
^^^    despertado,  que  ha  sufrido  por  los  hombres  y  sabe  hacerlos  sufrir;  más 
^^^^ionlarmente  la  intrigante,  la  cortesana;  y,  en  derredor  de  ella,  la  socie- 
^^^  Sospechosa  de  las  amigas  ó  de  las  rivales,  de  los  acólitos  dudosos  y  am- 


264  REVISTA   DE   CUBA, 

biguos,  doncellas,  criados,  lacayos,  las  Susanas  y  las  Sflvania  de  Terreí 
de:  tales  son  los  personajes  en  que  él  sobresale,  y  que  mejor  se  mueveí 
su  escena. 

En  este  estrecho  círculo,  en  esa  reducida  sociedad,  que  no  represent 
Dios  gracias,  ni  á  la  gran  humanidad  ni  menos  á  la  más  interesante,  ni 
no  ha  sabido  crear  personajes  de  fisonomía  más  viva  ni  más  acentu 
ninguno  ha  producido  tipos  más  vigorosos.  El  Demi  monde,  á  despech 
sus  audacias  y  de  algunas  violencias  inútiles  de  la  acción,  tiene  ya  su  1 
entre  los  clásicos  y  bien  pvodrá  permanecer  ahí,  y  Monsieur  Alphi 
á  pesar  del  sabor  repugnante  del  asunto,  es  una  de  las  comedias  más  n 
bles  de  la  época.  Dos  de  las  obras  de  Mr,  Dumas  deben  ponerse  á  pj 
La  dama  de  las  camelias,  obra  extraña  é  insana  por  más  de  un  conce 
pero  animada  desde  el  principio  hasta  el  fin  por  un  soplo  abrasador,  c 
cual  el  autor  mismo  ha  querido  decir  que  la  inspiró  un  incidente  de  si 
da,  y  cuya  apasionada  llama  no  se  ha  vuelto  á  encender;  y  La  Princesse  C 
gesj  á  la  cual  yo  daria  de  buena  gana  el  primer  puesto  entre  todas  las 
ducciones  del  autor,  no  tanto  por  el  arte  admirable  de  su  composición, 
la  sencillez  de  la  acción  y  por  el  interés  dramático,  como  por  la  con* 
cion  original  y  soberbia  de  aquella  princesa  Georges,  activa  y  mansa,  s 
na  y  violenta,  casta  y  voluptuosa,  tan  enamorada  y  á  la  vez  tan  hone 
tan  realmente  mujer  que  descuella  entre  todas  las  creaciones  de  Mr. 
mas.  Aquel  dia  filé  un  gran  artista,  y  no  le  puedo  perdonar  que  mand 
esa  bella  obra  con  cierta  conversación  femenina  del  segundo  acto, 
nada  aprovecha  á  la  acción,  y,  en  cambio,  lastima  los  oidos  de  las  muj 
honradas. 


(Continuará.) 

CHARLES  BIGOT. 


EL  CONDE  KOSTIA. 


V. 


A 


con 


dia  siguiente  era  domingo.  Este  era  mra  Gilberto  un  día  de  libertad. 

dia  mañana,  salió  para  dar  un  paseolpoi  los  bosques;  hacia  una  hora 

qia^    erraba,  cuando  volviendo  la  cabeza,  vio  venir  detrás  de  él  un  pequeño 

o  de  muqhachos  que  llevaban  vestidos  extraños.  Los  drs  de  más  edad 

an  vestidos  con  túnicas  azules  y  mantos  punzó  y  las  cabezas  cubiertas 

l-~^onetes  de  ñeltro  rodeados  por  un  círculo  de  papel  dorado  que  ñgura- 

"^   'J  ría  aureola.    Otro  más  pequeño  llevab»  un  escapulario  color  gris  con 

^'^-t>J  os  negros  pintados  y  llamas  invertidas.    I.os  cinco  últimos  estaban 

^^sticños  de  blanco;  sus  hombros  estaban  adornados  con  largas  alas  color 

^^  i'ci^sa  y  tenian  en  la  mano  ramas  de  boj  á  manera  de  palmas. 

C^  i  Iberto  acortó  el  paso  y  cuando  lo  alcanzaron,  reconoció  en  el  que  es- 

^■-^**-     engalanado  con  el  sambeniiOj  al  porquerito  maltratado  por  Mr.  Esté- 

*^^*^-     El  muchacho,  que  sin  dejar  de  caminar,  miraba  con  complacencia 

l3S  1 1  ¿inaas  y  los  diablos  que  esmaltaban  su  vestido,  se  adelantó  hacia  Gil- 

oerto^  y  gjn  esperar  sus  preguntas,  le  dijo:    "Yo  soy  Judas  Iscariote;  hé 

*^^*   "^  San  Pedro,  hé  aquí  á  San  Juan;  los  otros  son  los  ángeles.    Vamos 

toaos  4  la  aldea  de  R para  tomar  parte  en  una  gran  procesión  que  se 

celebra,  allí  cada  cinco  años.  Si  queréis  ver  una  cosa  bella,  no  tenéis  más 

ci^e  Seguimos.  Yo  cantaré  un  solo  y  San  Pedro  también;  los  demás  canta- 
rán ^r^  ^Q^Q  » 

^^Ho  esto,  Judas  Iscariote,  San  Pedro,  San  Juan  y  los  ángeles,  se  pu- 
5ierori  ^jj  camino  y  Gilberto  se  decidió  á  seguirlos.  Las  primeras  casas  del 

pueolecillo  de  R se  elevan  en  la  extremidad  de  la  meseta  cubierta  que 

se  ^^tiende  en  medio  del  Geierfels.   Al  cabo  de  media  hora,  la  pequeña 


266  REVISTA    DE    CUBA, 

caravana  hizo  su  entrada  en  la  aldea,  en   medio  de  un  gentío  considerable 
venido  de  todos  los  caseríos  inmediatos.    Gilberto  se  encaminó  á  lo  largo 
^e  la  calle  mayor  adornada  con  colgaduras  y  altares,  y  desembocó  en  una 
plaza  plantada  de  pequeños  olmos,  uno  de  cuyos  costados  formábala 
iglesia.  Bien  pronto  las  campanas  tocaron  á  vuelo;  las  puertas  de  la  iglesia 
se  abrieron  y  salió  la  procesión.    A  la  cabeza  marchaban  sacerdotes,  mon-  — 
ges  y  legos  de  ambos  sexos,  llevando  cirios,  cruces  y  estandartes.    Detráí 
de  ellos  venia  un  largo  séquito  de  muchachos  que  representaban  el  corteja 
de  la  Pasión.    Uno  de  ellos,  muchacho  de  diez  años,  hacia  el  papel  deT- 
Cristo;  tenia  la  cabeza  coronada  de  espinas,  y,  llevando  sobre  sus  hombros 
una  gran  cruz  de  madera,  parecia  sucumbir  bajo  su  peso.  A  sus  lados  il 
los  dos  ladrones,  de  los  cuales  uno  gesticulaba,  mientras  que  el  otro,  coi 
los  ojos  bajos,  la  cabeza  inclinada,  parecia  presa  del  más  profundo  arrepeí 
timiento.    Iban  rodeados  de  guardias  armados  de  lanzas  que  los  amenaz2^&.,2r 
ban  é  insultaban  con  gestos  y  voces:  en  seguida  venia  una  muchachil 
cuyo   vestido   negro   estaba   atravesado   por   un   puñal    en  el    corazo: 
aquella  joven  Madre  de  los  Dolores^  iba  escoltada  por  los  doce  Apóstoh 
Cerraba  el  cortejo  un  largo  acompañamiento  de  ángeles  que  llevaban  un< 
ramas  de  boj  en  las  manos  y  otros,  incensarios  que   balanceaban 
ciosamente  en  el  aire.    La  procesión  dio  dos  vueltas  á  la  plaza  y  despi 
se  detuvo.  Callaron  las  campanas,  una  orquesta  colocada  sobre  un  tablí 
dejó  oir  una  música  dulce  y  penetrante,  y  concluido  el  preludio,  el  coro 
los  ángeles  enionó  un  cántico  en  cuatro  partes  que  conmovió  á  Gilbe 
hasta  el  fondo  del  alma. 

Un  profundo  silencio  reinaba  en  la  muchedumbre;  los  hombres  ui 
las  manos,  las  mujeres  se  arrodillaban.  Los  jóvenes  coristas  estaban  gra 
recogidos;  por  sobre  sus  cabezas  inclinadas  flotaban  los  estandartes  en 
estaban  pintadas  las  figuras  de  los  santos.  Por  momentos,  una  nube  d^  ^ 

cienso  pasaba  por  el  aire;  una  débil  brisa  hacia  estremecerse  el  follaje  si/  ^^  ^ 
rado  de  los  antiguos  olmos,  y  el  cielo,  de  un  azul  puro  y  sin  mancha,  p; 
cia  escuchar  ávidamente  las  armonías  que  se  exhalaban  de  aquellos  lab/c 
infantiles  y  esa  otra  música,  más  secreta  y  profunda  que  se  formaba  en 
fondo  de  los  corazones. 

Gilberto  el  filósofo  no  era  de  esa  raza  de  espíritus  libres  que,  al  cambiar 
la  fé   por  la  ciencia,   obedece  á  una  fatalidad  interior  que  deplora  sin 
poder  resistirla.    Estos  esclavos,  cuyas  cadenas  se  han  roto  á  pesar  suyo^ 
lamentan  su  antigua  servidumbre;  quisieran  á  toda  costa  recobrar  su  pasa- 
do candor  y  esos  santos  goces  con  que  la  religión  regaló  su  infancia.  ¿Qué 
se  han  hecho  aquellos  éxtasis  en  que  los  sumergía  la  vibración  de  las 
campana!  convidando  á  los  fieles  á  la  oración,  el  perfume  del  incienso  flo- 
tando en  el  atrio  y  la  radiación  de  la  custodia  en  la  sombra  augusta  del 
santuario?  ¡Ah!  han  sentido  secarse  en  su  corazón,  invadido  por  la  luz,  las 


HEVIPTA    DE   CVBAt  967 

ftit5Tit.es  viva?,  de  la^  emociones  piadosas  y  de  los  sublimes  transportes,  y 
na  ^^ dicen  ese  sol  implacable  ijue  ha  secado  la  cisterna  en  que  saciaban  los 
aTcS-OTes  de  su  alma.  Se  ven  condenados  á  pensar,  á  raciocinar,  á  discutir, 
á  <:rriticar,  ;ellos  quequerrian  sentir,  amar,  adorar!  ¡Oh,  desoladora  esterili- 
(L.^cü    de  su  corazonl   ¡y  cuan  voluntariamente  no   darían  su  triste  sabiduría 

po>ir    uíi  arranque  de  amor  y  de  devocionl Estas  almas  infortunadas  son 

s^  inacjantes  á  las  abejas  que  no  hubieran  recibido  del  cielo  el  aguijón  sino 
c<:>  t\  la  condición  de  perder  la  trompa  preciosa  con  que  chupan  la  esencia 
orfoTÍfera  de  las  flores.  Frustrados  en  sus  deseos,  se  pasean  con  inquieto 
vt.mcilo  entre  los  jnrdii.es  ilcl  ciclo,  y  conte-T^plan  con  triste  mirada  las  plan- 
tel, ss  í:irnadds  (jue  un  derreto  fatal  acaba  de  sustraer  á  su  codicia;  amenudo, 
ei^  í>u  delirio,  se  precipitan  sobre  una  de  esas  corolas  embalsamadas,  la  ma- 
laii  con  sus  alas  y  la  traspasan  con  su  acerado  dardo,  sio  poder  aspirar 
néctar.  No  es  á  aguijonazos  como  las  abejas  celestes  componen  esa  miel 
divinamente  perfumada  que  derrama  sobre  todas  las  heridas  del  espíritu 
rno  una  dulzura  soberana! 

^  Gilberto  no  habia  experimentado  jamás  esos  combates  y  esos  desgarra- 

1  tintos  interiores;  la  ciencia  y  la  crítica,  al  penetrar  en  su  alma,  no  la  ha- 

Dian  turbado  ni  confundido  en  nada;  sus  convicciones  se  habian  transf»  r- 

^^ado  por  una  especie  de  metamorfosis  lenta,  insensible,  cuyo  apacible 

^^rso  no  habia  venido  á  interrumpir  ni  precipitar  ninguna  crisis  dolorosa. 

^ducado  por  una  madre  devota,  jamás  habia  tenido  necesidad  de  abjurar 

^u  fe;  habia  agrandado  y  madurado  con  él  sin   inmiscuirse  en  ello  y  puede 

decirse  que  habia  permanecido  fiel  á  sus  primeras  creenciíis. 

Gilberto  raciocinaba  mucho  y  siempre  encontraba  á  Dios  en  la  coíiclu- 
sion  de  sus  raciocinios.  Estaba  formado  de  tal  manera,  que  habría 
podido  gustar  impunemente  los  frutos  del  árbol  de  la  cien  cia;  la  espada 
reluoiente  del  querubín  1:0  se  le  habia  aparecido;  su  temeridad  no  ha- 
"*3.  s5Ído  castigada  con  los  dolores  del  destierro;  los  jardines  floridos 
^cl  .X-^den  le  estaban  aún  abiertos;  entraba  en  él  á  sus  horas  y  se  sentia  co- 
^^    ^n  su  casa. 

^^ilberto  miraba  pues  con  todos  sus  ojos  y  escuchaba  con  todos  sus  oí- 
dos   ^los  jóvenes  coristas.  Su  aire  de  inocencia  y  de  ingenuidad,  su  aspecto 
"^o^^^^sto,  que  denotaba  una  devoción  candida,  sus  voces  frescns  y  argenti- 
^^  »      su  sencillo  acento,  que  prestaba  un  carácter  infantil  á  los  gozos  y  do- 
^or^  ^  jjjgjj^jjlgs  (jg  la  Pasión,  todo  esto  le  causaba  una  viva  alegría  mezclada 
^^    ^^Tnocion.  Los  comparaba  en  su  interíor  á  esos  ángeles  de  los  cuadros  de 
►ens,  que  no  son  ni  amores,  ni  artistas,  ni  abstracciones  vivientes,  sino 
alados  que  sin  comprender  su  sentido  oculto  se  complacen  en  las 
divinas;  aman  al  Cristo,  bien  que  no  puedan  comprenderlo;  parecen 
"Preguntarse  por  qué   no  tiene  alas  como  ellos;  no  penetran  el  secreto  de 
humanidad.  '^Revolotead,  les  dice  el  Cristo  sonriendo,  revolotead,  paja- 


268  REVISTA   DE   CUBA. 

rillos  del  cielo,  pues  es  propio  de  los  ángeles  volar;  Dios  y  el  hombí 
marchan." 

Fa\  el  momento  en  que  Gilberto  estaba  más  absorto  en  sus  reflexione 
una  voz  que  no  le  era  desconocida,  murmuró  á  su  oido  estas  palabras  qu 
le  hicieron  estremecer: 

*';0s  interesáis  prodigiosamente,  caballero,  en  esta  ridicula  comedia!" 

Esta  interpelación  hizo  en  Gilberto  el  efecto  que  produce  una  discordar 
cía  en  un  concierto.  Así,  concibió  un  movimiento  de  violenta  irritado; 
contra  su  profano  interlocutor;  volvió  vivamente  la  cabeza  y  reconoció 
Estéfano,  quien  acababa  de  bajar  de  su  caballo,  que  habia  dejado  al  cu 
dado  de  su  criado  y  se  habia  abierto  paso  á  través  del  gentío,  sin  inquic 
tarse  por  las  reclamaciones  de  toda  aquella  buena  gente,  cuyo  devoto  re 
cogimiento  turbaba. 

Gilberto  lo  consideró  un  instante  con  aire  severo,  después,  volviendo  su 
miradas  hacia  la  procesión,  procuró,  pero  en  vano,  olvidar  la  existencia  d 
aquel  Estéfano  á  quien  no  habia  vuelto  á  ver  desde  la  aventura  de  la  fuer 
te,  y  cuya  presencia  le  causaba  en  este  momento  un  malestar  indefinibl< 
La  mirada  llena  de  reproches  que  habia  lanzado  al  joven,  lejos  de  intim 
darle,  no  sirvió  sino  para  exitar  su  humor  burlón  y,  después  de  estarse  a 
gunos  segundos  callado,  pronunció  en  francés  el  siguiente  monólogo,  hs 
blando  bajo,  pero  con  una  voz  tan  clara  que  Gilberto  con  gran  pesar  suyt 
no  perdia  una  palabra: 

•  "Dios  miol  qué  ridículos  son  sus  bambinos!  á  la  verdad  que  parecen  t< 
marlo  por  lo  serio!  ¡Qué  tipos  vulgares!  qué  figuras  cuadradas  y  huesosa 
¿Su  fisonomía  baja  y  estúpida  no  choca  de  un  modo  extraño  con  sus  alas?. 
¿Veis  ese  mozuelo  que  tuerce  la  boca  y  revuelve  los  ojos?  Tiene  un  ai; 
de  compunción  verdaderamente  edificante;  el  otro  dia  lo  sorprendiere 
robando  faginas  en  la  casa  del  vecino.    Este  ángel  no  necesita   alas  pai 

volar ¡Ah!  hé  aquí  otro  que  pierde  las  suyas!   ¡funesto  accidente!  í 

agacha  para  rccojerlas  y  se  las  pone  bajo  el  brazo  como  un  sombrero,  1 
idea  es  feliz  pero,  ¡gracias  á  Dios!  sus  letanías  han  concluido.  Ahora  toe 
cantar  á  San  Pedro;  el  píllete  tiene  la  voz  clara,  recita  correctamente  s 
lección;  ¡trabajo  habrá  costado  metérsela  en  la  cabeza!  El  maestro  de  I 
aldea  le  habrá  enseñado  sin  duda  á  garrotazos  á  tener  alma;  es  un  proced 
miento  infalible ....  Pero  te  aflijes  demasiado,  buen  Pedro,  demasiado  i 
arrepientes;  no  has  negado  á  tu  maestro  sino  tres  veces,  y  no  vale  la  peu 
que  hablemos  de  ello.    Con  tres  cobardías  en  la  conciencia,  todavía  se  < 

algo  honrado ¿Sabéis  cuál  es  el  único  de  estos  actores  que  me  gusu 

Judas.  Oh!  en  cuanto  á  este  papel  es  de  su  cuerda  y  tiene  la  figura  qi 
representa;  siento  un  afecto  particular  por  este  moceton.  Ved  como  oj< 
amorosamente  la  bolsa  de  cuero  que  tiene  en  la  mano!  es  la  señora  de  si 

pensamientos Hé  ahí  que  comienza  á  cantar,  ¿qué  vá  á  decimos?. . . 

justo  cielo,  deplora  también  su  pecado.    ¿Conoce  acaso  el  arrepentimieni 


REVISTA   DE   CUBA.  269 

Xa  innumerable  raza  de  los  Judas?  Sus  traiciones  son  proezas  de  que  se  en- 

'^'anecen jOh!  por  esta  vez  retiro  mi   amistad  á  ese  joven  traidor;  sus 

.stcentos  melosos  me  sublevan." 

Hacia  largo  rato  que  Gilberto  paseaba  alrededor  suyo  miradas  inquietas, 
buscaba  una  salida  para  evadirse,  pero  el  gentío  era  tan  compacto  que  era 
imposible  abrirse  un  camino  al  través  de  ella.  Se  vio,  pues,  obligado  á  per- 
manecer en  aquel  lugar  y  sufrir  hasta  el  fin  el  monólogo  importuno  de  Es- 
'^éfano.  Afectaba  no  oir  y  disimulaba  su  impaciencia  del  mejor  modo  que 
podia;  pero  era  tan  viva  que  se  revelaba  apesar  suyo,  con  gran  placer  de 
üstéfano,  que  gozaba  maliciosamente  por  el  éxito  de  sus  estratagemas. 
Telizniente  para  Gilberto,  cuando  Judas  acabó  de  cantar,  la  procesión  se 
X>uso  en  marcha  para  detenerse  nuevamente  al  otro  extremo  del  pueblo,  y 
^e  verificó  también  un  gran  movimiento  en  la  concurrencia  que  formó 
^la  al  pasar.  Gilberto  aprovechó  este  desorden  para  escaparse,  y  se  perdió 
<ín  el  gentío,  en  el  cual  los  ojos  penetrantes  de  Estéfano  no  pudieron  volver 
53.  encontrarle. 

Se  apresuró  á  salir  de  la  aldea  y  volvió  á  tomar  el  camino  del  bosque. 
** Decididamente,  decia,  este  Estéfano  es  un  impertinente.  Hace  tres  sema- 
«las  vino  á  sorprenderme  junto  á  una  clara  fuente  donde  soñaba  deliciosa- 
aoiente  y  ha  hecho  huir  mis  sueños.    Hoy  me  ha  aguado  con  su  charla  im- 
portuna una  fiesta  que  me  complacia  é  interesaba.    ¿Qué  me  reserva  para 
3o  sucesivo?  Lo  malo  es  que  en  lo  adelante  estaré  condenado  á  verle  todos 
3os  dias;  hoy  mismo,  dentro  de  algunas  horas,  volveré  á  verme  con  él  en 
3a  mesa  de  su  padre.    No  siempre  engañan  los  presentimientos;  desde  que 
lo  vi,  creí  reconocer  en  él  un  enemigo  jurado  de  mi  reposo  y  bienestar, 
pero  sabré  mantenerlo  á  distancia.    No  vayamos  á  tener  quebraderos  de 
«abeza  por  una  biboca;  ¿cjué  seria,  pues,  la  filosofía,  bí  la  felicidad  de  un 
ülósofo  estuviese  á  merced  de  un  muchacho  malcriado?'* 

Dicho  esto,  sacó  de  su  bolsillo  un  libro  que  le  acompañaba  amenudo  en 
sus  paseos:  era  un  tomo  de  las  obras  de  Goethe  que  encerraba  el  admira- 
ble tratado  de  la  Metattwrfosis  dr  las  plantas.  Se  puso  á  leer,  levantando  de 
vez  en  cuando  la  cabeza  para  mirar  una  nube  que  viajaba  en  lo  vago  de  los 
aires  ó  un  pájaro  que  revoloteaba  de  un  árbol  á  otro.    Hacia  cerca  de  una 
hora  que  se  entregaba  á   esta  «lulce  ocupación,  cuando  oyó  detrás  de  sí 
el  relincho  de  un  caballo.  Volvió  la  cabeza  y  vio  aparecer  á  Estéfano,  que 
llegaba  con  la  brida  caida  sobre  su  magnífico  alazán  y  escoltado  por  su 
groom,  que  le  seguia  á  diez  pasos  de  distancia,  montado  en  un  caballo  gris. 
Gilberto  pensó  lanzarse  por  un  sendero  abierto  á  su  izquierda  y  ganar  la 
espesura  del   soto;  pero  no  quiso  dar  á  Estéfano  el  placer  de  imaginarse 
que  le  tenia  miedo,  y  continuó  apaciblemente  su  camino,  con  la  vista  fija 
en  el  libro. 
Estéfano  bien  pronto  lo  alcanzó,  y  poniendo  su  caballo  al  paso: 
— ¡Sabéis,  caballero,  le  dijo,  que  no  sois  muy  cortés!  Os  separáis  brusca- 


a  70  REVZ8TA  DB  CUBA* 

mente,  sin  dignaros  siquiera  despediros.   Vuestras  maneras  son  origínales, 
y  me  parece  ignoráis  las  primeras  nociones  de  sociedad. 

— Qué  queréis,  seBor  mió,  le  respondió  Gilberto,  habéis  sido  tan  amable, 
tan  obsequioso,  la  primera  vez  que  tuve  el  honor  de  encontraros,  que  esto 
me  ha  desalentado.  He  pensado  que  por  mas  que  hiciera,  siempre  seria 
vuestro  deudor. 

— Sois  rencoroso,  señor  secretario,  repuso  Estéfano.  ¡Cómo!  ¿no  habéis 
olvidado  aún  aquella  pequeña  aventura? 

— No  os  habéis  tomado  el  trabajo,  me  parece,  de  hacérmela  olvidar. 

— Es  verdad,  he  hecho  mal,  contestó  burlándose;  esperad  un  momento, 
voy  á  apearme  del  caballo,  me  pon  .Iré  de  rodillas,  ahí,  en  medio  del  cami- 
no, y  os  diré  con  tono  lamentable:  Caballero,  estoy  desconsolado,  afligido, 

desesperado ¿deque?  lo  ignoro.    Caballero,  decidme,  por  favor,  ¿de 

qué  debo  pediros  perdón?  si  mal  no  recuerdo,  habíais  comenzado  por  le- 
vantar sobre  mí  vuestro  bastón. 

— No  levanté  mi  bastón  sobre  vos,  respondió  Gilberto  furioso  de  indig- 
nación, me  contenté  con  parar  el  golpe  que  ibais  á  darme. 

— Mi  intención  no  era  golpearos,  replicó  impetuosamente  Estéfano.  Y  por 
otra  parte,  sabed  para  en  lo  adelante  que  entre  nosotros  las  cosas  no  son 
iguales,  y  que  aún  cuando  os  provocara,  seriáis  un  miserable  si  levantarais 
sobre  mi  la  punta  de  vuestro  dedo! 

— Oh!  eso  sí  que  es  fuerte!  exclamó  Gilberto  estallando  en  risa.  ¿Y  por 
qué,  amiguito? 

— Porque porque balbuceó  Estéfano,  y  se  calló  súbitamente 

Una  expresión  de  amarga  tristeza  pasó  por  su  rostro;  su  frente  se  crispój^ 
s'js  ojos  tomaron  una  expresión  de  fijeza.    De  igual   manera  había  comen — 
zado  aquel  terrible  acceso  de  desesperación  que  había   espantado  tanto 
á  Gilberto  cuando  su  primer  encuentro;  felizmente  aquella  vez  la  explosioi:^ 
fué  menos  violenta.  El  buen  Gilberto  pasó  prontamente  de  la  colera  á  la 
piedad;  pensó  que  habia  en  aquel  corazón  una  herida  secreta,  y  más  se 
persuadió  de  ello  cuando,  después  de  una  larga  pausa,  recobrando  Estéfa- 
no el  uso  de  la  palabra,  le  dijo  con  voz  entrecortada: 

— El  otro  día  estaba  enfermo,  lo  que  me  sucede  amenudo y  se  debe 

considerar  á  los  enfermos.'* 

Gilberto  nada  contestó;  temia  exasperar  con  alguna  palabra  dura  aquella 
alma  tan  apasionada  y  tan  poco  dueña  de  sí;  pero  se  decia  interiormente 
que  los  dias  en  que  Estéfano  se  sintiera  enfermo,  haría  bien  en  guardar 
cama. 

.-.Caminaron  algunos  instantes  en  silencio,  hasta  que  saliendo  de  su  aba- 
timiento: 

"Habéis  hecho  mal  en  dejar  tan  pronto  la  fiesta!  exclamó  Estéfano  con 
tono  desembarazado.  Si  hubierais  permanecido  hasta  el  final,  habríais  oido 
cantar  al  Cristo  y  á  su  madre:  habéis  perdido  un  dúo  delicioso  —  * 


REVISTA   DE   CUBA.  27I 

— No  hablemos  de  ello,  interrumpió  Gilberto;  no  podríamos  entender - 
sios.  Es  un  género  de  burlas  por  el  cual  siento  poco  gusto. 

— Pedante!  murmuró  Estéfano  volviendo  la  cabeza;  luego  añadió  ani- 
»aándose:  precisamente  porque  respeto  la  religión,  no  me  gusta  verla 
<J¡'frazar  y  parodiar.  Que  se  me  aparezca  realmente  un  ángel,  estoy  presto 
^  rendirle  homenage;  pero  rabio  cuando  veo  grandes  alas  de  serañn,  ajus- 
tadas con  hilo  blanco  en  los  hombros  de  perversos  palurdos  ladrones,  men- 
tirosos, cobardes,  serviles  y  bribones.  Su  aspecto  gazmoño  no  me  impone; 
leo  en  sus  ojos  la  bajeza  de  sus  inclinaciones  y  los  cánticos  que  han  pasa- 
do por  sus  labios,  esparcen  por  el  aire  miasmas  impuros  que  me  sofocan 

En  general,  continuó  con  una  vehemencia  creciente  de  acento  que  asustó 
á  Gilberto,  en  general,  detesto  todos  los  melindres,  todas  las  monerías. 
Tengo  la  desgracia  de  descubrir  todas  las  máscaras  y  he  descubierto  que 
todos  los  hombres  las  usan,  á  exepcion  de  algunos  grandes  personages  que 
se  sienten  bastante  fuertes  y  bastante  temibles  para  dejar  ver  su  rostro  al 
público.  Y  estos  son  tiranos  que,  látigo  en  mano,  hacen  adorar  á  los  demás 
su  fealdad  natural,  y  en  presencia  de  los  cuales  la  gran  mascarada  se  con- 
funde en  reverencias  é  inchnaciones.    ¡Hé  aquí  el  mundo! 

— Palabras  viejas  para  labios  tan  jóvenes,  respondió  tristemente  Gilberto. 
Sospecho,  hijo  mió,  que  repetis  una  lección  aprendida. 

— ¿Y  quién  os  ha  dicho  mi  edad?  exclamó  colérico.  ¿En  qué  lo  juzgáis? 
¿Son  los  rostros  los  relojes  que  señalan  las  horas  y  los  minutos  de  la  vi- 
da?  Pues  bien,  sí,  no  tengo  sino  diez  y  seis  años;  pero  he  vivido  más 

que  vos.  No  soy  un  rata  de  biblioteca,  no,  no  he  estudiado  el  mundo  en  los 
in- folios  ¡á  Dios  gracias!  la  buena  de  la  Providencia,  para  favorecer  mi  ins- 
trucción, ha  reunido  á  mi  vista  muestras  de  la  especie  humana  que  me  han 
servid'^  para  juzgar  de  lo  demás,  y  mientras  más  experiencia  he  adquirido 
más  me  he  convencido  de  que  todos  los  hombres  se  parecen.  Por  eso  es  que 
los  desprecio  á  todos,  á  todos  sin  excepción. 

— Os  doy  las  gracias  sinceramente  por  mí  y  por  vuestro  groom!  respon- 
dió Gilberto  sonriéndose. 

— No  os  ocupéis  de  mi  groom,  replicó  Estéfano  derribando  de  un  lati- 
gazo los  follages  que  le  estorbaban  el  paso.  En  primer  lugar,  no  conoce  el 
francés;  además,  aun  cuando  le  diga  en  ruso  que  le  desprecio,  no  se  daria 
por  ofendido.  Bien  alojado,  bien  alimentado,  bien  vestido,  ¿qué  le  importa 

mi  desprecio? Y  por  otra  parte,  sabed  para  vuestro  gobierno,  que  mi 

groom  no  es  un  groom;  es  mi  carcelero.  Soy  un  prisionero  con  centinela  de 
vista;  estos  bosques  son  un  patio  por  el  cual  no  puedo  pasearme  sino 
dos  veces  por  semana,  y  este  excelente  I  van  es  mi  guardián.  Registrad  sus 

bolsillos  y  encontrareis  en  ellos  unas  disciplinas " 

Gilberto  se  volvió  para  examinar  al  groom,  quien  correspondió  á  su  mi- 
rada escudriñadora  con  una  sonrisa  inteligente  y  jovial.  I  van  representaba 
el  tipo  del  siervo  ruso  en  toda  su  belleza  original.  Era  bajo,  algo  rechoncho. 


*«7 
■ 


272  REVISTA   DE   CUBA, 

pero  robusto  y  vigoroso;  tenia  una  tez  fresca  y  clara,  los  carrillos  llenos 
y  rosados,  los  cabellos  de  un  rubio  claro,  grandes  ojos  cariñosos,  una  lar- 
ga barba  castaña  á  la  cual  se  mezclaban  ya  algunos  hilos  de  plata.  Era 
una  de  esas  ñsonoraías  de  las  (|ue  se  encuentran  amenudo  entre  la  gente 
del  pueblo  en  los  países  eslavos;  anunciaba  á  la  vez  la  energía  en  la  acdon 
y  la  placidez  del  alma.  "C 

Cuando  Gilberto  lo  hubo  mirado  bien: 

— Señor  mió,  le  dijo  á  Estéfano,  no  creo  en  las  diciplinas  de  Ivan. 

— Ah!  ¡cómo  os  descubrís,  ignorantuelos  de  gabinete!  exclamó  Estéfano 
con  un  gesto  de  cólera.  Admitis  sin  reflexión  y  como  el  Evangelio  to- 
dos los  monstruosos  cuenteciilos  que  halláis  en  vuestros  libracos,  y  las  co- 
sas mas  comunes  de  la  vida  os  parecen  prodigios  absurdos  á  que  no  dais 
crédito. 

— No  os  enfadéis;  las  disciplinas  de  Ivan  no  constituyen  precisamente 
un  artículo  de  fé;  se  puede  no  creer  en  ellas  sin  merecer  por  ello  ser  arro- 
jado al  fuego.  Además  de  esto,  yo  estoy  pronto  á  abandonar  mi  heregía; 
pero  os  confesaré  que  no  hallo  nada  de  insociable  ni  de  arisco  en  la  cara 
de  este  pobre  criado En  todo  caso,  es  un  carcelero  que  no  tiene  opri- 
midos á  sus  prisioneros  ó  que  abandona  á  veces  su  consigna,  pues  me  pa- 
rece que  el  otro  dia  corríais  á  un  lado  y  otro  sin  él  y  á  la  verdad  e-  uso  m 
que  hacíais  de  vuestra  libertad .... 

— El  otro  dia,  interrumpió  Estéfano,  había  hecho  una  locura;  por  prime — 
ra  vez  me  habia  entretenido  en  burlar  la  vigilancia  de  Ivan;  lo  ensayé,  pe — 
ro  me  salió  mal  y  no  deseo  probar  de  nuevo.  ¿Queréis  ver  por  vos  mismcrr» 
lo  que  me  ha  costado  esta  gran  hazaña? 

Y  alzando  entonces  la  manga  derecha   de  su  blusa  de  terciopelo  negro, 
mostró  á  Gilberto  una  muñeca  fina  y  de]ic;:da  marcada  con  un  círculo  rojo 
que  debia  provenir  del  frotamiento  prolongado  de  un  anillo  de  hierro.  Gil- 
berto no  pudo  contener  una  exclamación  de  sorpresa  y  de  piedad  y  se  ar- 
repintió de  sus  chanzas. 

— Me  han  tenido  durante  quince  dias  con  cadenas  en  un  calabozo  del 
que  creí  no  salir  nunca,  repuso  Estéfano,  donde  he  reflexionado  lo  sufi- 
ciente. Ah!  teniais  razón  cuando  hace  poco  me  acusasteis  de  repetir  una 
lección  aprendida.  El  bonito  brazalete  que  llevo  en  el  brazo  derecho  es  el 
maestro  que  me  enseñó  á  pensar,  y  si  osara  repetir  todas  las  conversacio- 
nes que  tiene  conmigo! 

Luego  interrumpiéndose: 

— Miento,  exclamó  con  voz  sombría  hundiéndose  el  birrete  sobre  los  ojos. 
La  verdad  es  (]ue  he  salido  del  calabozo,  manso  corno  un  cordero,  suave 
como  un  guante  y  que  seré  capaz  de  hacer  mil  bajezas  por  evitarme  el  hor- 
ror de  volver  de  nuevo  á  él.  Soy  tan  co]>ardc  coaio  los  demás,  y  cuando 
os  digo  que  desprecio  á  todos  los  hombres,  no  creáis  que  haga  excepción  en 
mi  favor. 


REVISTA   BE   CUBA,  273 

Y  al  decir  estas  palabras,  hincó  tan  violentamente  con  la  espuela  el  hijar 
su  caballo,  que  el  fiero  alazán,  irritado  por  aquel  brusco  ataque,  coceó  y 
encabritó.  Estéfano  lo  redujo  por  el  solo  poder  de  su  voz  altanera  y  ame- 
►ra,  luego,  excitándolo  de  nuevo,  lo  lanzó  á  toda  brida  y  se  dio  el 
de  detenerlo  en  su  carrera,  retirándole  bruscamente  la  mano,  y  ha- 
dolo  bailar  y  dar  vueltas  sobre  el  mismo  punto;  6  impulsándolo  al  través 
¿^X     camino,  le  hacia  franquear  de  un  salto  impetuoso  los  barrancos  y  escar- 
p,£a,s5     ciue  lo  rodeaban.  Después  de  algunos  minutos  de  tan  violento  ejercicio. 
Jo     -£:>tiso  al  paso  y  se  alejó,  seguido  de  su  inseparable  I  van,  dejando  á  Gilberto 
ogado  á  sus  reflexiones  que  no  eran  de  lo  mas  agradable, 
ien  que  Gilberto  hubiera  nacido  poeta,  el  destino  habia  hecho  de  él  un 
bre  de  orden  y  de  disciplina;  habia  tenido  que  desterrar  de  su  existen- 
CTLSC  X  o  aventurero  y  lo  fantástico;  se  habia  prescrito  un  orden  de  vida,  lo  habia 
^rvado  siempre  con  una  exactitud  casi  militar  y,  á  fuerza  de  trabajo,  la 
ximbre  de  ponerlo  todo  en  su  lugar  y  de  hacerlo  todo  á  tiempo,  habia 
U^^^Ldo  á  ser  en  él  una  segunda  naturaleza.    La  regularidad  de  su  vida  se 
revelaba  en  su  persona:  todos  sus  movimientos  eran  correctos  y  precisos;  al 
ver    su  paso,  su  talante,  su  modo  de  llevar  la  cabeza,  sus  miradas  tranquilas 
y  fi  <STas,  se  habria  creído  que  aquel  gran  amigo  de  los  títeres  era  un  ayudan- 
'te  xx-^ayor  retirado  antes  de  tiempo.    Lo  que  es  cierto  es  que  Gilberto  con- 
:si<i^ I-aba  como  el  soberano  bien  la  calma  inalterable  del  espíritu;  mediante 
U.11  ^  jtámen  severo  ejercido  sin  cesar  sobre  sí  mismo,  habia  llegado  á  dominar 
si-i  1^  \imor  y  sus  impresiones,  tanto  cuanto  lo  permite  la  humana  debilidad; 
^3-t>iéndole  estrechado  la  pobreza,  que  es  una  fuente  de  dependencia  á  tratar 
coi-i    muchos  hombres  cuyo  sociedad  no  le  agradaba,  habia  contraido  el  hábito 
^^  <^l)servar  finamente    los  caracteres,  de  conservar  en  todos  casos  la  libre 
P^55^sion  de  sí  mismo:  así  quedó  muy  asombrado  con  lo  que  acababa  de  su- 
^rle.  Habia  sentido  al  hablar  con  Estéfano,  una  inquietud,  un  secreto 
^star  que  no  recordaba  haberexperimentado  jamás.  El  carácter  apasio- 

0  de  aquel  joven,  lo  brusco  de  sus  maneras,  á  cjue  se  mezclaba  una  gra- 

1  ibre  y  salvaje,  ciue  revelaba  el  desorden  de  una  alma  mal  dirigida,  la  ra- 
*^^^^zcon  la  cual  se  sucedían  sus  impresiones,  la  dulzura  natural  de  su  voz, 

^as  cariñosas  melodías  entrecortaban  ruidosos  gritos  y  acentos  rudos  y 

^^os;  sus  ojos  grises,  que  en  sus  accesos  de  cólera  ó  de  emoción,  se  vol- 

casi  negros  y  brotaban  llamas,  el  contraste  que  formaban  la  nobleza 

^  ^-^í-  distinción  de  su  rostro  y  de  su  continente  con  aquel  desprecio  arrogante 

,^^ .    ^iis  conveniencias  en  que  parecía  complacerse,  en  fin,  no  sé  qué  doloroso 

erio  impreso  en  su  firente  y  en  su  sonrisa,  todo  esto  daba  mucho  en  que 

^ar  á  Gilberto  y  le  turbaba  profundamente.  La  aversión  que  había  sen- 

^^^  primeramente  hacia  Estéfano,  se  habia  cambiado  en  i)iedad  desde  que 

X^obre  joven   le  enseñó  el  brazelete  rojo  que  llamaba  su  **maestro;"  pero 

\  X^iedad  que  no  vá  acompañada  de  simpatía,  es  un  sentimiento  al  cual  no 

m  *^^^^  entregamos  sino  á  pesar  nuestro.    Gilberto  se  reprochaba  el  interés 


274  REVISTA    DE    CUBA, 

demasiado  vivo  que  se  tomaba  por  aquel  joven  que  no  tenia  motivo  algun( 
para  estimar;  y  le  desagradaba  aún  más,  que  á  su   piedad  se  mezclara 
temor  secreto,  secretas  aprehensiones.  A  la  verdad,  trabajo  le  costaba  creer- 
lo, él,  tan  cuerdo,  tan  razonable,  estaba  asediado  por  penosos  presentímien- 
tos;  le  parecia  que  Estéfano  estaba  destinado  á  ejercer  una  gran  inñuencij 
en  su  suerte,  á  introducir  el  desorden  en  su  vida. 

Se  sentó  sobre  el  borde  de  una  zanja,  al  pié  de  un  gran  nogal  que  exten — 
dia  por  encima  del  camino  sus  nndosas  ramas  y  sus  hojas  nacientes,  de 
moreno  rojizo. 

"Caigo   en  el  absurdo,  se  decía,  decididamente  tengo  la  imaginacío] 
preocupada;  el  sol  de  la  primavera  me  ha  encendido  la  cabeza.    Poco  íalt;. 
para  que  no  tome  por  lo  serio  todas  las  locas  pamplinas  que  me  pasan 
la  mente." 

Volvió  á  abrir  su  libro,  que  habia  conservado  en  la  mano,  y  probó  á  1< 
pero  entre  la  página  y  sus  ojos  se  interponía  obstinadamente  la  imagen 
Estéfano.  Creia  verle,  con  su  tez  pálida,  la  vista  inflamada,  su  birrete  sol 
la  oreja,  sus  largos  cabellos  castaños  cayendo  en  desorden  sobre  sus  hom- 
bros. Aquella  esfinje  lo  miraba  con  una  sonrisa  á  la  vez  triste  y  burlesca...^ ^  y 

le  decia  con  voz  amenazadora:    "Adivíname  si  puedes,  te  vá  en  ello  la  fi 
cidad." 

De  repente  oyó  de  nuevo  el  trote  de  un  caballo,  y  Estéfano  reapare=. 
ante  su  vista.  Al  apercibir  á  Gilberto,  detuvo  su  caballo  y  exclamó: 

"Señor  secretrrio,  os  buscaba." 

Y  echándose  á  reir: 

"Voy  á  haceros  una  declaración  muy  tierna;  sabed  que  hace  mu( 
años  no  se  me  ha  ocurrido  la  idea  de  buscar  á  nadie;  pero  no  he  sido 
con  vos,  y  como  me  jacto  de  tener  maneras,  quiero  obtener  mi  perdoi 
sonjeándoos  un  poco." 

— Es  mucha  bondad  de  vuestra  parte,  le  respondió  Gilberto,  no 
meis  ese  trabajo.  La  mejor  atención  que  podáis  tener  conmigo,  es  ocuj^  ■-    ^  ^ros 
de  mí  lo  menos  posible. 

— ¿Y  me  pagareis  en  la  misma  moneda? 

— Ah!  acordaos  que  las  cosas  no  son  iguales  entre  nosotros.  No  soy     ^ — ^  ^*^^ 

un  insecto,  podéis  dejar  de  verme  en  tanto  que 

. ;  — Vuestro  razonamiento  no  tiene  sentido  común,  interrumpió  EstéC^  ^    '^^' 
Mirad  ese  escarabajo  verde  que  atraviesa  el  camino;  lo  veo  y  él  no  me 
Pero  dejad  ese  tono  burlón;  no  debe  uno  salir  de  su  carácter.    Lo  qae 
agrada  en  vos,  es  el  candor  de  vuestro  espíritu  que  me  parece  bastante 

vertido A  propósito,  hacedme  el  favor  de  decirme  que  tomo  es  ese 

no  abandonáis  y  que  meditáis  con  tanto  ardor.  De  buena  fé,  añadió  con 
tono  de  monería  infantil,  ¿qué  libro  es  ese  que  apretáis  sobre  vuestro 

zon  cQn  tanta  ternura? 


no- 


REVISTA  DE  CüB^  275 

hsay¿>  Sobré  tas  Metamorfosis  de  las  Plantas,  Con  que  las  plantas  tienen 

el      x^"^^^S^^  ^^  metamorfosearse! ¡Dios  mió!  que  felices  son!    Bien  po- 

cíkt.  an  decimos  su  secreto." 

lOespues,  cerrando  el  volumen  y  devolviéndoselo  á  Gilberto: 
-  *  íí ombre  feliz!  exclamó,  vivís  entre  las  plantas  de  los  bosques  como  en 
ístro  elemento!  ¿No  tendríais  vos  quizás  algo  de  planta?  Estoy  seguro 
;  más  de  una  vez  habéis  suspendido  vuestra  lectura  para  decir  á  las  prí- 
del  jardin  y  á  las  anémonas  que  tapizan  esta  escarpa:  "Soy  uno  de 
vtat^stros  hermanos!"  ¡Dios  mió!  cuánto  me  arrepiento  por  haber  turbado  tan 
agrsa.  dable  plática!  Pues  justamente  vuestros  ojos  tienen  algo  del  color  de  la 
ycíT-l^ia  doncella.  Esta  flor  es  de  mucho  mérito:  tiene  poco  perfume,  pero  ca- 
recrcii  de  es])inas , . . .  ■  Ah!  comprendo  por  qué  escuchabais  hace  poco  con  aire 
tan  crompungido  las  psalmodias  de  aquellos  serafines  de  carnaval.  Es  tal 
vuestra  pasión  por  las  plantas,  que  os  parece  verlas  por  todas  partes,  y  com- 
para l)ais  en  vuestro  interior  aquellos  perversos  aldeanuelos  con  bellos  lirios 

blartoos,  emblema  de  candor  y  de  inocencia .  Y  yo  cruel,  que  he  venido 

^  ci^ssvanecer  vuestras  ilusiones,  diciendoos:  "Pobre  ingenuo,  mirad  mejor 
eso^  ángeles,  veréis  cjue  tienen  el  diablo  en  el  fondo  de  los  ojos.  La  huma- 
'^^^'Zici  no  es  un  jardin  de  rosas  y  de  azucenas,  sino  un  campo  inculto  y  aban- 
^^^í^  sxdo,  en  que  abundan  á  porfía  la  ortiga,  la  belladona  y  la  fria  cicuta ..." 
^^^  I      cómo  debéis  maldecir  mi  impertinencia  y  mi  misantropía!" 

^Tranquilizaos,  caballero,  le  contestó  Gilberto  con  plácida  sonrisa.  Exa- 

^^^■'«^^is  el  efecto  de  vuestras  palabras;  las  he  tomado  por  lo  (lue  valeq,  es  de- 
^^'">  I)or  humoradas  de  muchacho.  No  sé  qué  razones  podéis  tener  para  des- 
I*'"^^^^iar  á  vuestros  semejantes;  pero  la  intemperancia  de  vuestro  lengnaje 


^^^^^""^     ubre  vuestra  juventud  y  vuestra  inexperiencia.   A  vuestra  edad,  es  uno 


sivo,  concluyente,  absoluto  en  sus  juicios;  se  erigen  las  impresiones  en 

>^5$t:  ^^  TCiTis,  se  dogmatiza  en  verso  y  en  prosa,  agradan  los  colores  subidos,  hay 

*^^^^^^^Os  matices  en  el  esjHritu  y  en  el  tono.  En  todas  épocas,  la  intolerancia 

^=^      X^ropia  de  novicios;  los  monges  ancianos  son  más  indulgentes,  no  ven  tan 

^^  ^X  mente  al  diablo  en  los  ojos  del  prójimo.    ¿Qué  digo?  saben  que  el  dia- 

*^^^^       mismo  no  es  tan  negro  como  dicen.  La  primera  juventud  es  la  estación 

^      X  as  quimeras,  esta  es  una  ley  de  la  naturaleza;  solo  que  hay  quimeras  co- 

,  ^^       ^e  rosa,  y  otras  cjue  tiran  á  negro.    Las  vuestras  son  algo  sombrías;  lo 

^  '^"^  to  por  vos,hijo  mió." 

^sta  pequeña  admonición,  el  tono  grave  y  sosegado  con  que  fué  pronun- 
lo,  irritaron  profundamente  á  Estéfano.  Echó  la  cabeza  hacia  atrás  y 
'^  á  Gilberto  con  aire  despreciativo,  y  ya  se  disponia  á  volver  bridas  y 
ndonar  á  aquel  insoportable  mentor,  cuando  una  ojeada  que  lanzó  al 
lino,  disipó  súbitamente  su  mal  humor.  Acababa  de  apercibir  á  lo  lejos 
millermo  y  sus  compañeros,  que  venian  de  la  fiesta  y  volvian  á  su  ca- 
lo. 
*  •Llegad  pronto,  hijos  mios,  les  gritó  alzándose  sobre  los  estribos;  llegad 


e 


a 


276  REVISTA   DE   CUBA, 

presto,  corderos  mios,  tengo  que  haceros  proposiciones  de  la  mayor  im- 
.  portancia." 

Al  oírse  llamar,  los  muchachos  levantaron  la  vista,  y  reconociendo  á  Esté- 
fanp,  se  detuvieron  para  consultarse.  Las  insolencias  algo  brutales  del  jóve 
Ruso  le  habian  dado  mala  fama,  y  los  rapaces  preferian  cambiar  de  cami- 
no, antes  qne  arrostrar  su  humor  mela'ncólico  y  su  temible  látigo. 

Los  tres  apóstoles  y  los  cinco  ángeles,  después  de  consultarse  entre  sí, 
disponían  prudentemente  á  batirse  en  retirada,  cuando  sacando  Estéfano  d< 
su  bolsillo  una  bolsa  grande  de  cuero,  se  puso  á  agitarla  al  aire,  exclaman 
do:  "Por  aquí  hay  dinero  que  ganar,  llegad,  pues,  queridos  mios;  os  jun 
que  quedareis  contentos  de  mí." 

La  gran  bolsa  llena  que  Estépano  sacudía  con  sus  dos  manos,  era  un  ce 
bo  bastante  seductor  para  los  ocho  niños;  pero  su  látigo,  que  tenia  apretac^in^:^^  ^^ 
bajo  su  brazo  izquierdo,  era  un  espantajo  que  les  aconsejaba  la  prudenci^^cr  -=ia. 
Vacilantes  entre  el  terror  y  la  codicia,  permanecían  inmóviles  como  el  as^^^^  -^no 
de  Buridan  entre  sus  dos   haces  de  heno,   cuando   Estéfano  tuvo   la  fr  j^_^ 

ocurrencia  de  asir  su  bastoncillo  con  la  mano  derecha  y  lanzarle  á  la  ci 
de  un  árbol,  donde  quedó  suspendido.  Este  hecho  produjo  un  efecto  má,,  ^^ 

co,  y  los  muchaclios,  de  común  acuerdo,  se  decidieron  á  aproximarse,  b^^^^c^fei) 
que  con  paso  lento  y  vacilante.  Guillermo  sólo,  atendiento  á  su  renco»-  ::cr  r  y 
desconfianza,  se  lanzó  en  un  sendero  y  desapareció  por  entre  los  sotos. 

La  tropa  infantil  se  detuvo  á  diez  pasos  de  Estéfano  y  se  formó  en  gm^ 
Los  más  pequeños  se  escondían  á  medías  detras  de  los  mayores.  Todos 
ban  vueltas  entre  sus  dedos  á  los  extremos  flotantes  de  su  cinturon;    t(^ 
enian  la  cabeza  inclinada,  los  modales  torpes  y  vergonzosos,  y  no  ap 
ban  sus  miradas  del  polvo  de  camino,  sino  para  mirar  con  el  rabo  del  oj      — o  Ja 
gran  bolsa  de  cuero  que  bailaba  entre  las  manos  de  Estéfano. 

"Vos,  San  Pedro,  les  dijo  con  tono  grave,  vos,  San  Juan,  y  vosotros 
co,  mis  queridos  angelotes  del  cielo,  prestadme  atento  oído.  Habéis  can  t 
muy  bonitos  amticos   en   honor  del    buen    Dios:  os  recompensará  a-1 
día  en  el  otro  mundo;  pero  yo  recompenso  en  seguida   los  cortos   plac^ 
que  me   proporcionan.  Así,  cada  uno  de  vosotros  recibirá  de  mí,   al  ins 
te,  un  bello  thalcrde  Prusia,  si  consiente  en  hacerme  el  pequeño  serv  icio 
voy  á  deciros.  Se  trata  tan  solo  de  besar  graciosa  y  delicadamente  la  ex 
midad  de  mi  zai)ato.  Os  lo  rei)ito,  esta  pequeña  ceremonia  produc'^'á  á 
da  uno  un  bello  thaler  de  Prusia,  y,  por  añadidura,  tendréis  la   satisface 
de  haberos  ejercitado  en  un  oficio  que  nunca  se  podrá  practicarlo  basta: 
con  este  mundo,  pues  es  el  medio  de  conseguirlo  todo." 

Los  siete  muchachos  miraban  á  Estéfano  con  aire  sobrecogido  y  la  bo(^  ^I3)ca 
abierta;  ninguno  se  movía.  Su  inmovilidad,  y  aquellos  siete  pares  de  ojos :      ^^ 
jos  y  redondos  clavados  en  él,  lo  impacientaron. 

"Vamos,  cordcritos,  les  dijo  con  voz  calinosa,  no  desencajéis  así  los  ojo^^^^ 
parecen  puertas  cocheras  abiertas  de  paren  par.  Es  necesario  proceder  co:^^-^^ 


REVISTA   DE   CUBA.  277 

aplomo,  con  gracia.  ¡Oh!  |Dios  mioj  Veréis,  y  ya  haréis  otros  ■muchos  en 

ruestra  vida;  todo    es    empezar Vamos,  despachemos.  Un  thaler  vale 

treinta  y  seis  silbergros,  y  un  silbergros  vale  diez  pfenings,  y  por  cinco  pfe- 
lings  podéis  tener  un  mazapán,  una  torta  bien  caUente  ó  un  muchachuelo 
le  zumo  de  regalicia." 

Y  moviendo  cada  vez  más  la  gran  bolsa  de  cuero,  exclamaba: 

"¡Oh!  ¡Qué  bonito  sonido  dá!  ¡Bonito  retintin!  ¡Bonitos  instrumentos,  hijos 
nios!  ¡Cuan  amorosamente  acarician  el  oido!  Toda  música  es  discordante 
:omparada  á  esta.  ¡Alondras  y  ruiseñores,  cesad  vuestros  conciertos!  Sabe- 
nos  cantar  mejor  que  vosotros.  Hijos  mios,  soy  un  ministril  que  toca  en  su 
áolon  vuestro  aire  favorito.  ¡Vamos,  comenzad  el  baile,  amores  mios!" 

Los  siete  muchachos  parecian  aún  inciertos;  estaban  rojos  poi  la  emo- 
ñon  y  se  consultaban  con  la  mirada.  Al  fin  el  más  joven,  bonito  rubio,  se 
lecidió: 

"El  señor  tiene  //;/  cabrio  de  niás,  dijo  á  sus  compañeros,  lo  que  signifi- 
:aba  en  buen  francés:  el  señor  es  un  poco  envanecido,  la  cabeza  se  le  va> 
liene  el  timbre  cascado,  y,  añadió  riéndose,  en  todo  caso,  esto  no  es  sino 
una  tontería,  y  boy  podemos  ganar  un  thaler." 

Y  hablando  así,  se  aproximó  á  Estéfano  con  paso  resuelto  y  íe  dio  un 
jran  beso  en  el  zapato.  El  hielo  se  rompió;  todos  sus  compañeros  siguieron 
;u  ejemplo,  unos  con  aire  grave  y  acompasado,  los  otros  riendo  de  dientes 
ifuera.  Estéfano  triunfaba  y  aplaudia. 

"¡Bravo,  queridos  amigos,  exclamaba,  hé  aquí  un  asunto  prontamente 
despachado!" 

Y  sacó  siete  thalcrs  de  la  bolsa;  después,  arrojándolos  sobre  el  camino, 
con  un  gesto  de  (lesprec!o: 

"Vaya,  pues,  señores  apóstoles  y  serafines,  exclamó  con  vna  voz  atrona- 
dora, recoged  pronto  ese  dinero  y  retiraos  más  que  de  prisa.  ¡Vil  ralea,  id  á 
contar  á  vuestras  madres  mediante  qué  gloriosa  aventura  habéis  atrapado 
esta  fortuna  inesperada!" 

Y  en  tanto  que  los  muchachos  escapaban,  volviéndose  Estéfano  hacia 
Gilberto: 

"¡Pues  bien,  señor  yerba  doncella!  ¿Qué  decís  á  esto,  le  preguntó  cruzán- 
dose de  brazos. 

Gilberto  habia  contemplado  aquella  escena  con  una  tristeza  mezclada  de 
disgusto.  Hubiera  dado  mucho  porque  uno  de  los  muchachos  se  resistiera  al 
insolente  capricho  de  Estéfano;  pero  no  habiendo  quedado  satisfecho,  no 
pensó  sino  en  disimular  su  enfado. 

"¿Qué  prueba  eso?  respondió  secamente. 

Me  parece  que  eso  prueba  muchas  cosas,  y  entre  otras  la  siguiente:  que 
ciertos  enternecimientos  son  muy  ridículos,  y  que  ciertos  mentores  conoci- 
dos mios  que  se  entremeten  á  dar  lecciones  á  los  demás " 

No  pudo  concluir,  pues  en  aquel  momento,  un  guijarro  lanzado  con  ma- 


278  REVISTA   DE    CUBA, 

no  vigorosa  silbó  en  sus  oidos  é  hizo  rodar  su  birrete  por  el  polvo.  Se  extre- 
meció,  lanzó  un  grito  de  cólera  ,y  dando  un  gran  espolazo  á  su  caballo  lo 
lanzó  á  galope  á  través  del  monte.  Gilberto  recogió  el  birrete  y  se  lo  entre- 
gó á  Ivan,  el  cual  le  dijo  en  mal  alemán: 

„Es  necesario  perdonarle;  el  pobre  muchacho  está  enfermo." 

Y  partió  apresurado  en  persecución  do  su  joven  amo. 

Gilberto  corrió  tras  ellos.  Cuando  los  hubo  alcanzado,  Estéfano  se  habia 
apeado  del  caballo,  y  estaba  en  pié,  con  los  puños  cerrados,  delante  de  un 
muchacho  que,  muy  sofocado  por  haber  corrido,  se  habia  dejado  caer  de 
cansancio  al  pié  de  un  árbol;  Gilberto  reconoció  á  Guillermo.  Al  huir  habia 
hecho  varios  girones  en  su  sambenito,  los  que  consideraba  con  triste  mirada, 
sin  responder  sino  por  monosílabos,  á  todas  las  amenazas  de  Estéfano. 

Estás  á  mi  disposición,  le  dijo  al  fin  el  joven;  te  lo  dispenso  si  me  pi- 
des perdón  de  rodillas. 

— No  lo  haré,  respondió  el  muchacho  levantándose,  no  tengo  que  pediros 
perdón;  mehabiais  golpeado  con  vuestro  látigo  y  habia  jurado  vengarme. 
Soy  muy  diestro,  he  apuntado  á  vuestro  birrete,  estaba  seguro  de  no  errar. 
Esto  os  ha  puesto  furioso,  estamos,  pues,  quitos.  Ahora,  os  prometo  no  tira- 
ros más  piedras,  con  la  condición  de  que  no  me  daréis  más  latigazos. 

— Lo  que  os  propone  es  muy  razonable,  dijo  Gilberto. 

— No  os  pido  vuestra  opinión,  caballero,  interrumpió  Estéfano  con  alta- 
nería, y  volviéndose  hacia  Ivan,  repuso:  Ivan,  mi  querido  Ivan,  ahora  de- 
bes obedecerme,  bien  lo  sabes,  el  bárine  ( i )  no  me  ama,  pero  no  consiente 
que  los  demás  me  insulten;  es  un  derecho  que  se  reserva.  Apéate  del  caba- 
llo y  obliga  á  este  pillete  á  arrodillarse  y  pedirme  perdón. 

Ivan  sacudió  la  cabeza. 

"Vos  le  habéis  golpeado  primero,  respondió;  ¿porqué  os  habría  de  pedir 
perdón?" 

Estéfano  agoto  en  vano  las  súplicas  y  las  amenazas;  el  siervo  permaneció 
inflexible,  y  durante  este  coloquio,  aproximándose  Gilberto  á  Guillermo,  le 
dijo  en  voz  baja: 

"Huye  pronto,  hijo  mió;  pero  recuerda  bien  tu  promesa;  si  nó,  conmigo 
es  con  quien  tendrás  que  entenderte." 

Estéfano  lo  vio  alejarse  y  quiso  lanzarse  tras  él;  Gilberto  le  cerró  el  paso." 

"¡Ivan!  exclamó  Estéfano  torciéndose  los  brazos,  quita  á  este  hombre  de 


mi  camino." 


Ivan  sacudió  de  nuevo  la  cabeza. 

"No  quiero  hacer  mal  al  joven  francés,  contestó;  parece  buen  hombre  y 
ama  á  los  niños." 

La  desesperación  trastomó  el  rostro  de  Estéfano;  sus  labios  temblaban; 


(1 )    Soúor  entre  los  rasos. 


REVISTA   DE   CUBA.  279 

miraba  sucesivamente  con  ojos  siniestros  á  Ivan  y  á  Gilberto.  Al  fin  se  dijo 
así  mismo  con  voz  ahogada: 

"iDesgraciado  de  mí!  Soy  débil  como  un  gusanillo,  y  no  respetan  mi  de. 
bilidad." 

Después  bajando  la  cabeza  se  aproximó  á  su  caballo,  lo  montó  y  atrave- 
só lentamente  el  soto.  Cuando  hubo  llegado  al  camino,  mirando  fijamente  á 
Gilberto: 

"Señor  secretario,  le  dijo,  mi  padre  cita  con  frecuencia  á  aquel  diplomá- 
tico que  decía  que  se  puede  comprar  á  los  hombres,  y  que  se  trata  solamen- 
te de  fijar  el  precio. 

"Desgraciadamente  no  soy  bastante  rico  para  compraros:  valéis  mucho  más 
de  im  thaler;  pero  permitidme  daros  im  buen  consejo.  Al  entrar  de  nuevo  en 
el  castillo,  repetid  al  Conde  Kostia  ciertas  frases  que  he  dejado  escapar 
hoy  delante  de  vos;  os  lo  agradeceré  en  extremo.  Quizás  os  nombre  su  es- 
pía con  título,  y  sin  hacerse  de  rogar  duplicará  vuestros  honorarios.  El  ofi- 
cio mas  provechoso  es  encender  velas  al  diablo;  haréis  en  él  maravillas  tan 
bien  como  otro  cualquiera." 

Después  de  lo  cual,  saludando  á  Gilberto,  se  alejó  á  ti  ote  largo. 

"jEl  diablo,  el  diablo!"  "¡no  habla  sino  del  diablo!"  se  dccia  Gilberto  en- 
caminándose hacia  el  castillo.  Y  anadia:  ¡pobre  amigo  mió!  hete  aquí  conde- 
nado á  pasar  algunos  años  de  tu  vida  entre  un  tirano  que  es  amable  á  ve- 
ces y  una  víctima  que  no  lo  es  nunca." 

{Gontinuatá,) 

vícLOR  CHERBULIER. 


REVISTA  MUSICAL. 


S¡  el  éxito  de  las  dos  grandes  Compañías  de  ópera   cuyas  tareas  líric::^ 
están  á  pnnto  de  terminar  en  los  teatros  de  Tacón  y  Payret   hubiera 
rrespondido  medianamente  siquiera  á  la  alta  reputación  con  que  Uegaront 
nuestras  playas  la  mayor  parte  de  sus  artistas,  indudablemente  podriani. 
proclamar  la  tempoada  de  1877  como  una  de   las   más   brillantes   en   1 
fastos  de  nuestra  historia  musical. 

En  efecto,  la  competencia  de  dos  grandes  teatros,  la  rivalidad  de 
compañías  líricas  incitadas  por  esa  emulación  que  tanto  puede;  los  esfuer- 
zos estraordinarios  de  dos  Empresas  decididas  á  vencerse  y  la  curiosidad  y 
el  entusiasmo  de  un  público  que  espera  ansioso  estimulado  por  tantos  in. 
centivos;  todo,  en  fin,  parecia  dispuesto  y  preparado  para  el  triunfo  más 
completo,  pero  por  desgracia  no  ha  sido  así,  y  de  tantos  anuncios  pompo- 
sos, de  tantas  y  tantas  falaces  promesas  solo  han  quedado  tristes  desenga- 
ños  .y  esperanzas  burladas. 

No  ha  entrado  en  nuestro  ánimo  la  idea  de  formar  un  juicio  crítico  de 
cada  uno  de  los  artistas  que  en  ambos  coliseos  han  trabajado  con  más  ó 
menos  fortuna,  ni  mucho  menos  averiguar  qué  causas  puedan  haber  influido 
en  el  mal  resultado  que  obtienen  cuantas  compañías  líricas  nos  visitan  de 
algunos  años  á  esta  parte,  y  que  tanto  lamentamos:  no:  el  trabajo  es  supe' 
rior  con  mucho  á  nuestras  fuerzas,  ni  tampoco,  caso  de  que  nos  sintiéramos 
dispuestos  á  acometerlo  podríamos  hacerlo  con  toda  la  extensión  necesa. 
ría,  por  no  permitirlo  los  estrechos  límites  de  esta  Rtvista-y  así  que  nos 
reduciremos  por  ahora  á  publicar  las  li^^eres  apreciaciones  que  hemos  hecho 
del  talento  y  las  facultades  de  algunos  de  los  artistas  de  una  y  otra  compa- 
ñía que  más  han  llamado  la  pública  atención. 

Volpini,  Urban,  Bertolassi,  Abruñedo,  Petrowich;  hé  aquí  la  afainad^ 


REVISTA   DE   CUBA.  28 1 

le:  estos  son  los  nombres  que  desde  hace  dos  meses  se  repiten  cons- 
úmente con  indecible  entusiasmo.  Quien  ensalza  el  uno,  quien  deprime 
al  o^ro,  quienes  los  admiran  á  todos;  ¡cuántas  opiniones,  cuántos  partidos! 
ílc  y  Piccini  dividieron  en  dos  opiniones  al  pueblo  francés,  y  según 
las  crónicas,  hasta  la  misma  política  abrió  paso  d  aquella  rivalidad 
ff^'^éls^^zca,  olvidando  iodo  el  mundo  los  negocios  más  arduos  para  ocuparse  solo  del 
ejc^^^:^t^n  de  Yphigenia  y  Alcestes. 

^^egar  á  la  Sra.  Volpini  su  bella  voz,  aunque  no  de  gran  extensión;  ne- 
^^-■"  su  acento  dulce,  su  estilo  correcto,  modales  distinguidos  y  distinguida 
^S''-*»"íit,  sería  tan  erróneo,  tan  injusto,  como  «concederle  lo  que  la  naturaleza 
^^  *^  ^fi^6  y  el  arte  no  pudo  suplir,  esto  es,  la  inspir<uion\  por  eso,  aunque 
^^^■^t^.  admirablemente,  como  que  cuando  canta  espresa  cuauto  siente,  hala- 
ga, S£Ltísíace  nuestro  oido,  pero  la  verdad  es  que  no  conmueve.  ¿Nos  equi- 
vocaríamos por  ventura  si  dijéramos  que  el  cauto  de  la  Sra.  Volpini  es  riquí- 
sixx^^L   /iligrana^  y  nada  más? 

el  primer  acto  de  Traviata  se  halla  sin  duda  á  la  altura  de  su  reputa- 
^    en  el  segundo  cuando  principian  los  infortunios  de   Vio'eta,  cuando 
ira  públicamente  escarnecida  y  despreciada,  y  por  último,  cuando  lie- 
momento  supremo  y  vé  renacer  en  su  Alfredo  la  extinguida  llama  de 
',  cuando  lo  tiene  rendido  á  sus  pies  y  arrepentido  de  su  pasado  error, 
í^-^-   jentónces  desaparece  de  la  escena  la  mujer  desgraciada,  olvidamos  sus 
*oovira.s,  sus  desvarios,  sus  penas,  sus  aflicciones,  su  triste  fin,  para  ver  á 
>^s  de  todo  solamente  la  simpática  figura  de  Elisa. — En  Sonámbula^ 
y  RigolettOy  tiene  indudablemente  más  ancho  campo  su  talento;  pero 
desgracia  ha  sido  malísimamente  acompañada  y  no  ha   podido  huma- 
ente  la  distinguida  artista  salir  airosa  de  tan  difícil  situación. 
^¿sia  Urban  es  todo  lo  contrarío:  voz  fresca  y  poderosa:  timbre  pastoso 
J  '■-«'Sta  extensión;  canta  dejándose  arrastrar  de  su  propia  inspiración.  No 
^ta,    y  como   es   fogosa,    dramática,    apasionada,    tierria,    grandiosa, 
^'^-Krx  los  sentimientos  que  interpreta,  conmueve,  fascina,  electriza  al  audi- 
que  la  aplaude  estrepitosamente. 

más  severa  censura  no  encontraría  un  defecto  que  tildar  en  el  estilo 
Sra.   Volpini,  Quizás  no  suceda  esto  con  el  de  la  Sra.  Urban^  pero, 
*^ii  se  atrevería  á  señalarlo?  ¿quién  osaría  limitar  su  inmenso  genio? 
^c3en  ni  podrán  nunca  los  maestros  más  severos  contener  los  arranques 
*     ^    -  i  "Tiies  de  semejante  mujer?  ¿No  diría  esta  con  I azon,  como  cierta  cele- 
^^.d  del  arte:  "¿Si  hay  un  maestro  que  lo  prohibe,  hay  una  Urban  que  lo 
^^^^"^^  ite.?" 

representaciones  de  Favorita^  Poliuto^  Tro^>adory  Norma  han  sido 
tantos  triunfos  de  la  grande  artista.  Años,  muchos  años  han  de  pasar 
que  la  Habana  olvide  la  noble  figura,  el  semblante  espresivo,  el  canto 

y  delicioso  de  Alizia  Urban, 
Sr.  Ahruñedots  el  bravo  militar  á  quien  ya  sea  la  edad,  ya  las  fatigas 


L 


2S2  REVISTA   DE    CUBA. 

de  la  noble  carrera,  ya  un  grave  accidenie  sobrevenido  en  campaña,  han 
deiado  inutilizado  para  siempre.  Su  noinbrc,  sus  hazañas,  su  prestigio,  su 
nodcr,  quedarán  siempre  vivos,  palpitantes  entre  los  <iue  le  conocieron;  mas, 
¿30  sería  loca  pretensión  obligarle  á  dar  asaltos,  hacer  marchas  forzadas, 
5tfmr  las  inclemencias  del  tiempo  y  aquellas  penalidades  que  solo  pueden 
soportar  naturalezas  vigorosas? 

Abruñedo,  dirán  los  que  le  oyeron  en  sus  buenos  tiempos,  fué  un  orna- 
mento del  bello  caivto  italiano:  dicen  que  su  potente  y  vigorosa  voz  tenia 
un  timbre  encantador;  que  en  el  uso  de  la  media  voz  era  una  maravilla,  y 
por  fin,  que  su  canto  era  un  encanto;  todo  puede  ser:  por  nuestra  parte  de- 
bemos confesar  que  el  artista  ha  tenido  momentos  de  verdadera  inspira- 
ción; dígalo  sino  la  Romanza  Spirto  gentil  de  la  Favorita  y  el  Aria  final  de 
Lucia,  ¿Puede  darse  nada  más  hermoso,  más  perfeeto,  más  acabado?  Sin 
embargo,  esto  no  basta;  el  artista  que  hace  frente  á  empresas  semejantes 
debe  estar  libre  y  espedito,  con  sus  fuerzas  en  toda  su  integridad,  y  sus  fa- 
cultades en  todo  su  progreso.  Nada  podemos  hacer  con  el  recuerdo  de 
nuestras  grandezas  pasadas,  si  en  el  presente  todo  lo  que  nos  queda  es  mi- 
seria:. 

Estos  Fabio  ¡ay  dolor!  que  ves  ahora 
Campos  de  soledad,  mustio  collado, 
Fueron  un  tiempo,  Itálica  famosa. 

Poco  nos  detendremos  en  los  Sres.  Bertolassi  y  Petrowich, 
Tanto  se  ha  ponderado  el  mérito  del  primero,  tanto  ha  llegado  á  apasio- 
nar á  la  generalidad  con  muy  raras  escepciones,  que  el  efecto  natural  de 
tanta  exageración  ha  venido  á  redundar  en  contra  del  reputado  barítono. 
Su  mérito  es  indudable;  es  un  verdadero  artista:  ¿quién  pudiera  negarlo  ha- 
biéndolo oido  en  Hemani^  en  Rigoletto  y  en  Fausto;  pero  aun  en  sus  mo- 
mentos más  felices  no  es  posible  dejar  de  advertir  que  es  más  actor  que 
cantante,  y  que  su  voz,  aunque  hermosa,  no  tiene  toda  la  fuerza  y  volu- 
men apetecibles. 

En  cuanto  al  Sr.  Petrowich,  no  quisiéramos  aventurar  un  fallo  que  pu- 
diera tacharse  de  demasiado  absoluto,  como  sucede  siempre  con  los  artis- 
tas jóvenes  y  favorecidos  con  grandes  facultades  naturales;  por  lo  tanto,  al 
uzgar  de  su  mérito  hemos  de  hacerlo  con  muchas  salvedades,  porque 
nuestro  juicio  nunca  será  sino  relativo,  y  en  vista  de  las  circunstancias  que 
han  rodeado  al  artista.  Tenor  joven  y  sin  pretensiones,  es  incuestionable 
que  (:(;ii  su  presencia  y  buena  disposición  ha  prestado  inolvidables  servi- 
cios en  uno  y  otro  teatro.  Apesar  de  su  voz  desigual  que  algunas  veces  no 
sabemos  hasta  donde  pretende  llevar  á  su  auditorio,  debe  tenerse  en  cuen- 
ta que  mas  «le  una  vez  ha  logrado  evitar  á  entrambas  compañías  una  desas- 
trosa derrota.  No  sabemos  qué  progresos  ó  variaciones  podrá  experimentar 
todavía  su  extensa  voz,  pues  joven  aun,  no  es  poco  lo  que  puede  alcanzar. 


REVIPTA    DE    CUBA*  283 

«ro  entre  tanto,  mucho  es  el  cultivo  y  el  cuidado  que  aun  requieren  sus 
naturales,  que  soq  notables. 
Hecho  este  somero  juicio  d^los  artistas  principales,  ¿nos  detendremos 
ora  en  una  minuciosa  enumeración  de  las  óperas  que  se  han  cantado  en 
s  dos  Coliseos?  Parécenos  más  prudente  omitir  esta  parte  de  nuestra  ta- 
^a  Grato  es  recordar  grandes  ovaciones,  triunfos  merecidos,  y  gozar  por 
^^gunda  vez  con  la  memoria  de  esos  momentos  harto  breves  y  fugaces  por 
«sgracia,  en  que  arrebatados  por  la  inspiración  del  cantante  nos  elevamos 
á  las  puras  regiones  del  arte;  pero  ¿no  es  preferible  un  discreto  silencio,  si 
hicimos  de  ser  cronistas  de  uija  larga  serie  át  fiascos  y  decepciones,  y  no 
p>ocas  catástrofes,  interrumpida  solamente  por  alguna  que  otra  victoria, 
c^cisi  siempre  incompleta? 

Y  ya  que  hemos  sido  bastante  francos  en  la  censura  y  parcos  de  elogios, 
seríamos  injustos  si  no  se  los  diéramos  á  la  que  los  ha  merecido  cumplida- 
te;  nos  referimos  á  la  excelente  y  numerosa  orquesta  de  Pavret,  y  á 
s  coros  de  su  compañía,  quizá  los  mejores  que  hayan  salido  al  escenario 
X.1  esta  ciudad. 

Respecto  al  repertorio  de  esta  última  Compañía  debemos  indicar  que  ha 
<3o  muy  limitado,  lo  que  depende,   indudablemente,   del  poco  tino  en  la 
1  eccion  del  personal.  En  prueba  de  ello  podríamos  recordar  un  solo  he- 
todavía  no  hemos  oído  yos  Puritanos^  aunque  esta  eia  una  de  las  ópe- 
i  ofrecidas.  ¿Porqué  no  se  ha  cantado?  La  razón  es  evidente.  Esa  ópera 
Jrecía  á  la  Sra.  Volpini  excelente  ocasión  para  desplegar  S'.'S  dotes  natura- 
s-s,  pe  I  o  ¿qué  tenor  puede  ponerse  á  su  lado  en  semejante  partitura?  Bue- 
o  es  tener  presente  qne  el  repertorio  de  las  compañías  deb>  acomodarse 
^cesariamente  al  repertorio  particular  de  catla  uno  de  los  principales  artis- 
que  la  componen,  y  esta  condición  esencial  de  éxito  es  cabalmente  lo 
-we  menos  se  ha  tenido  en  cuenta  en  la  formación  de  la  empresa  Julián. 
ara  la  representación  de  determinadaí  óperas  sería  muy  difícil   conieguir 
Kia  acertada  combinación,  tan  necesaria  al  buen   resultado;   porque  en  la 
Ltada  compañía,  aunque  dotada  con  elementos  suñcientes  para  formar  tres 
^mos  la  anomalía  de  que  todas  tres  reunida i   no  componen  en  realidad 
■Qa  compañía  completa,  un  conjunto  de  paites  bien  dispuestas  para  armo- 
nizar y  combinarse. 

No  cerraremos  esta  Revista  úxi  cumplir  con  un  deber  de  justicia,  señalan- 

los  méritos  que  ha  centraido  el  Sr.  Payret  y  que  deben  reconocer  cuan- 

s  se  interesan  poi  los  adelantos  del  espeetácido  lírico  en  nuestra  capital^ 

ucho  pueden  esperar  los  diUttanti  de  la  Habana  de  la  enérgica  decisión  y 

inteligencia  del  Sr.  Payret;  y  por  lo  mismo  debemos  aplaudir  sus  esfuer- 

y  agradecer  los  costosísimos  sacrificios  que  hasta  ahoia  1  eva  hechoB 

rscompensa,  pues  si  el  éxito  de  la  compañía  lírica  con  que  se  ha  estre- 

ado  su  teatro  no  ha  correspondido  del  todo  á  nuestras  esperanzas,  bien 


284'  REVISTA  DE   CUBA, 

sabido  es  que  no  ha  sido  suya  la  culpa,  y  que  de  su  parte  no  ha  ¿Biltftdo 
buena  voluntad  y  generosa  esplendidez. 

Contando  con  un  cuantioso  capital  que  le  producia  muy  seguros  y  pin- 
gües rendimientos,  Payret  concibió  el  atrevido  proyecto  de  levantar  en  la 
Habana  un  teatro  digno  de  una  capital  de  primer  orden,  y  de  inaugurarlo  con 
una  compañía  lírica  como  las  que  en  otros  más  dichosos  tiempos  hacian  las 
delicias  de  los  añcionados  al  bel  canto\  y  para  conseguirlo,  no  vaciló  en 
arriesgar  su  bien  asegurada  fortuna  en  tan  aventurada  empresa.  Aun  más, 
para  que  el  suyo  pudiese  reunir  todos  los  requisitos  de  un  Coliseo  de  pri- 
mer orden,  emprendió  un  viaje  á  Europa  y  visitó  los  teatros  principales,  es- 
tudiando los  últimos  adelantos  de  ese  ramo  de  arquitectura  para  aprove- 
charlos en  la  construcción  del  que  habia  de  llevar  su  nombre. 

A  punto  de  terminarse  la  fábrica,  el  temporal  de  Octubre  derribó  gran  parte 
de  las  obras  concluidas,  exigiendo  este  percance  nuevos  y  considerables  gas- 
tos, y  casi  imposibilitando  la  ap  rtura  del  teatro  en  el  dia  prefijado  para  em- 
pezar sus  tareas  ia  compañía  lírica.  Pero  Payret  en  vez  de  desanimarse  redo- 
bla sus  esfuerzos;  so  aumentan  los  operarios  en  las  fábricas,  los  trabajos  con- 
tinúan sin  interrupción  dia  y  aoche,  y  ia  temporada  se  abre  el  dia  señalaxlo. 
Este  rasgo  pinta  al  hombae.  Es  digno  de  aquel  mismo  Payret  que  cuando  im 
desastroso  incen<iio  cansume  su  fortuna  de  muchos  años,  en  el  antiguo  Lou- 
vre  de  la  calle  del  Consulado,  en  vez  de  sumirse  en  la  desesperación  como 
otros  menguados,  continúa  pocas  horas  después  del  fuego  el  despacho  de  su 
Café,  en  m<?dio  de  escombros  y  tizones  todavía  humeantes.  Esto  es  en  su 
género  casi  tan  hermoso  como  Fray  Luis  de  León  continuando  en  la  Cátedra 
sus  lecciones,  interrumpidas  por  algunos  años  de  prisión,  con  estas  sublimes 
palabras:  ^"^  Como  declattws  ayer " 

Si  un  hombre  de  temple  semejante  se  propone  que  tengamos  en  la  Haba- 
na compañías  líricas  iguales  por  lo  menos  á  las  de  aquellos  tiempos  inolvida- 
bles de  Salvi^  la  Steffanone^  la  Bossio  y  Marini^  es  seguro  que  las  tendremos 
Lo  que  pudo  D.  Francisco  Marti,  porqué  no  ha  de  poderlo  también  D.  Joa. 
í^uin  Payret  cuando  le  sobran  inteligencia  y  entusiasmo  por  el  arte? 

Si  aleccionado  por  la  experiencia  de  esta  primera  temporada  se  decid» 
Payret  á  poner  d  espectáculo  lírico  ala  altura  que  deseamos,  mucho  podr¿ 
esperarse  de  su  enérgica  iniciativa;  aunque  muy  difícil  si  no  imposible  nos 
parece  el  propósito  de  levantarlo  de  la  postración  en  que  yace,  lo  mism^ 
aquí  que  en  Europa,  por  causas  diversas  que  no  podemos  apuntar  ahora, 
que  detenidamente  nos  proponemos  señalar  en  otro  número  de  la  Revista. 


MISCELÁNEA. 


ACADEMIA  DE  CIENCIAS  DE  LA  HaBANA  EN    LA    EXPOSICIÓN  DE  FILA- 
BA I  A. — Insertamos   á  continuación   la  lista  de  las   publicaciones  hechas 
dicho  Instituto   científico   desde  su   fundación,   y  que  la  han  hecho 
ora  al  premio  con   que  ha   sido   honrada  en    la  Exposición  norte- 
ancana. 

Anales  de  la  Real  Academia  de   Ciencias   médicas,   físicas  y  natura- 
^^de  la  Habana. — Trece  volúmenes  conteniendo  los  trabajos   de  la 
Corporación,  las  actas  de  sus  sesiones  y  revistas  de  los  progresos  hechos 
;j)or  la  ciencia  en  el  extranjero. 

Trabajos  de  la  Comisión  de  Medicina  legal  é  Higiene  pública. — Dos 
quesos  volúmenes  y  el  tercero  en  via  de  publicación,  que  compren- 
den los  informes  y  consultas  ministrados  por  dicha  comisión  de  la  A- 
cademia  al  Gobierno  General  de  la  Isla,  á  la  Real  Audiencia  y  á  los 
diversos  Juzgados  en  los  múltiples  é  interesantes  asuntos  que  se  refie- 
ren á  ambas  ciencias. 

Flora  cubana^  ó  sea  la  Revisión  del  Catálogo  de  Grisebach,  corre- 
gido y  aumentado  con  gran  número  de  especies  nuevas  de  plantas 
pertenecientes  á  la  Isla  de  Cuba;  por  el  Sr,  D,  Francisco  A,  Sauvalle, 
Vice-Presidente  de  la  Academia:   un  volumen. 

Ornitología  cubana-,  contribución  al  estudio  de  las  aves  de  la  Isla  de 
Cuba,  después  de  numerosos  años  de  observación;  por  el  Dr,  Gund- 
lach.  Un  volumen. 
'  Mamalogía  cubana:  contribución  al  estudio  de  los  mamíferos  cuba- 
nos, por  el  Dt.  Gundlach\  en  vía  de  publicación. 
•=»  Ensayo  de  una  historia  médico-quirúrgica  de  la  Isla  de  Puerto  Rico 
por  el  Dr.  Dumont, — Dos  tomos. 


286  REVISTA   DE   CUBA. 

7?    InvesHgacioms  acerca  de  tas  antigüedades  de   Puerto  Rico  (Borinqu 
por  el  Dr.   Dumont — Un  cuaderno. 

8?  Ihtologíay  Terapéutica  del  aparato  lenticular  del  ojo,  por  Otto  Bcc: 
Traducida  del  alemán  por  el  Dr,  Finlay\  obra  que  ha  merecido 
mejores  elogios  de  la  prensa  médica  extranjera.  En  via  de  publi 

9?    Reglatnentos  de  la  Rl.  Academia  y  de  su  Biblioteca:  dos  cuaderno 

Instituto  agronómico  de  fran*cia. — El  6  de  Diciembre  último, 
doce  de  su  mañana,   tuvo  lugar,   bajo   la  presidencia  del  Ministro  A 
grícultura  y  de   Comercio  francés,  la  inauguración    del   Instituto  a 
nómico,   gran  escuela  de  agricultura,  actualmente  instalada  en  ¡os  % 
cios  del  Conservatorio  de  artes  y  oficios,  cuya  creación  no  e^  en  i 
dad  nueva,  pues  databa  de  1848,  pero   cuyo  restablecimiento,   ha. 
favorablemente  acogido;   veinte  y  cuatro  discípulos  han  sufrido   cocí 
to  los  exámenes  de  admisión  en  el  Instituto,  y  se  han   apuntado  oc        hen- 
ta  y  tres  oyentes  libres. 

Sociedad  de  Geografía  de  Bruselas. — Acaba  de  fundarse  á  fine^^^  ^^ 
pasado  año   una  Sociedad  de  esta  clase  en  la  capital  de  Bélgica,  ^^^ 

el  objeto  de  contribuir  a  los  progresos  y  propagación  de  las  cien  -^cias 
geográficas  y  extender  en  el  extranjero  nociones  exactas  sobre  di  --^^C"0 
pais.  La  Sociedad  publicará  periódicamente  una  colección  de  artíc*'  jimios 
científicos  y  datos  geográficos  internacionales;  se  ocupará  también  de  ^^^' 

mar  una  biblioteca  de  las   mejores  publicaciones  extranjeras. 

Boletín  del  Ateneo  dé  Madrid. — A  fines  de  Febrero  del  corrí  — eo